Soupha es un niño de nueve años de la ciudad de Kasi, Laos. Hace dos años, estaba jugando con sus amigos cuando cogió lo que creía que era una pelota. La “pelota” que cogió para jugar era una bomba de racimo lanzada años antes por Estados Unidos. La “pelota” explotó cuando Soupha la tocó.
Soupha resultó gravemente herido y con cicatrices, pero sobrevivió. Dos amigos con los que jugaba murieron. Los amigos de Soupha se sumaron a las aproximadamente 20.000 personas —casi todas civiles, el 45% de ellas niños— que han muerto o resultado heridas en Laos por bombas de racimo desde el final de la “guerra secreta” de 10 años de duración que Estados Unidos libró en Laos entre 1964 y 1973, al tiempo que libraba la guerra contra el pueblo de Vietnam y otros países del sudeste asiático.
Durante esos años, los pilotos estadounidenses efectuaron 580.000 bombardeos sobre Laos: en promedio, un avión lanzando todas sus bombas cada ocho minutos durante casi diez años. Cuando todo terminó, un total de 2.093.100 toneladas de bombas, muchas de ellas de racimo, habían caído sobre el país neutral. La bomba que mató a los amigos de Soupha era una de los 80 millones de bombas de racimo sin explotar que se calcula que aún quedan en Laos.
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Biden envía municiones prohibidas a Ucrania
La bomba de racimo es tan horrible que 120 países han prohibido su producción, uso, almacenamiento y transferencia. Pero no Estados Unidos (ni Rusia ni Ucrania). Y el 7 de julio, Joe Biden anunció que iba a enviar bombas de racimo a Ucrania.
Cuando las bombas de racimo “funcionan bien” y explotan, lanzan docenas o cientos de pequeños explosivos (“submuniciones” o “minibombas”) sobre una amplia zona. Pueden dispararse desde aviones, artillería o misiles. Es muy probable que las personas que se encuentren en una zona bombardeada resulten muertas o gravemente heridas. Las minibombas que no explotan al entrar en contacto con el suelo siguen siendo mortíferas, incluso décadas después de haberse lanzado. Según el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), en los últimos conflictos el “porcentaje de bombas fallidas” (bombas que no explotaron al entrar en contacto con el suelo) ha sido hasta el 40%.
En Laos, se calcula que el 30% de los 270 millones de bombas de racimo que Estados Unidos lanzó allí siguen sin explotar. Es decir, 81 millones de bombas sin explotar en un país con una población de unos 7,6 millones de habitantes. Esas bombas “sin estallar” pueden permanecer latentes durante años e incluso décadas, hasta que un niño como Soupha crea haber encontrado una pelota de tenis, o una agricultora choque con una de ellas al arar un campo.
Aterrorizar sistemáticamente a la población civil
Las bombas de racimo son especialmente eficaces para aterrorizar a la población civil. El vicepresidente del CICR dijo en un discurso el año pasado: “Las municiones de racimo siguen siendo una de las armas más pérfidas del mundo. Matan y mutilan indiscriminadamente y causan un sufrimiento humano generalizado. Hacen que sea inseguro que las personas desplazadas por la guerra regresen a sus hogares y los agricultores a sus campos, durante años si no décadas después de conflictos. Los niños están entre sus principales víctimas”.
De nuevo, esta es el arma que Joe Biden está enviando ahora a Ucrania. Jake Sullivan, asesor de seguridad nacional de Biden, dijo a los periodistas que “hubo una recomendación unánime del equipo de seguridad nacional, y el presidente Biden decidió finalmente, en consulta con los aliados y socios y en consulta con miembros del Congreso, seguir adelante con esta estrategia”.
Piense un minuto en lo retorcido y sádico que debe ser una persona que diseña y fabrica armas como las bombas de racimo, sabiendo que matarán a niños. Luego piense en qué tipo de sistema social y político ordenaría que estas armas se produjeran en masa y se enviaran a zonas de guerra. Piense en qué clase de líderes dirían que esto es algo bueno.
El propio sistema del capitalismo-imperialismo estadounidense, con líderes como Joe Biden y Kamala Harris. Ya sabe, el país en el que vive. Entonces pregúntese, ¿qué va a hacer al respecto?
Los demócratas perpetran y perpetúan sangrientos crímenes de guerra
Diecinueve congresistas demócratas firmaron una carta expresando su flojita oposición al envío de bombas de racimo a Ucrania. La carta estaba envuelta en mierda santurrona, en lo que estos “progresistas” llamaron el “orgulloso compromiso de Estados Unidos con el liderazgo moral global y la defensa de los derechos humanos”. Los firmantes declararon su apoyo continuo a “la defensa de nuestros aliados ucranianos contra la agresión de Rusia”. En resumen, quieren que la guerra continúe, pero con una mejor fachada de “humanitarismo”.
Deje de hacerse ilusiones. Como ha escrito Revolución: “Los demócratas no son el “partido de la paz” — todo su historial es de sangrientos crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. Han demostrado una y otra vez que para nada vacilan a la hora de matar a millones de personas al servicio de los intereses del imperio estadounidense. Los demócratas son el partido de las bombas nucleares que soltaron sobre ciudades densamente pobladas... el partido del napalm, de la gasolina gelatinosa que arde hasta los huesos que lanzaron sobre niños... el partido de los ataques con aviones no tripulados contra fiestas de bodas ... y ahora, bajo el liderazgo del Partido Demócrata, Estados Unidos está llevando al mundo al borde del precipicio de una guerra nuclear. ¡Ya es hora de que la gente deje de ser la cola del burro demócrata1!”
Y como dijo Bob Avakian en su discurso Por qué nos hace falta una revolución real y cómo concretamente podemos hacer la revolución,
…tenemos dos opciones: vivir con todo esto y condenar a las generaciones del futuro a lo mismo o a cosas peores si es que de plano tengan futuro, o, ¡hacer la revolución!