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BOB AVAKIAN 
REVOLUCIÓN #64: 
La creciente locura, la intensificación de la situación y la posibilidad de una revolución.

En este momento no hay claridad sobre lo que conllevaba el atentado contra Donald Trump en un mitin en Pensilvania — incluida la motivación del tirador. Pero cualquiera que sea la verdadera motivación del tirador, y lo que sea que quizá conlleve esta situación, no tiene ninguna relación con ningún cambio positivo, y ciertamente no tiene ninguna relación con ninguna transformación emancipadora de la sociedad, la cual se puede obtener únicamente mediante una revolución, que cuente con la participación de millones de personas y que tenga por objetivo barrer todo este sistema y reemplazar sus relaciones e instituciones de explotación y opresión, y su pútrida cultura, por otras que sean liberadoras y edificantes.

Lo que está claro es que este atentado contra Trump es parte de la creciente locura y caos que se está dando, en el mundo en general y en Estados Unidos en particular. A su vez, este atentado intensifica con creces todo esto — e independiente de la motivación del tipo que intentó asesinar a Trump, este atentado ahora es un factor que incide en las divisiones, ya muy profundas y continuamente agudizantes, al interior de Estados Unidos y en particular los conflictos al interior de la clase dominante de este país.

Todo esto es una expresión del hecho de que ya no puede mantenerse la forma en que una clase dominante básicamente unificada ha gobernado el país durante generaciones. Es muy probable que el desenlace de todo eso sea un cambio radical, de un tipo u otro. La cuestión crucial, como he dicho anteriormente, es si ¿será un cambio radical reaccionario, que intensifique más la ya terrible opresión y las atrocidades horripilantes integradas en este sistema del capitalismo-imperialismo, el cual las comete continuamenteo si será un cambio radical revolucionario que abra camino hacia la abolición de la base para todas estas atrocidades? 

También hay mucha claridad sobre lo siguiente, y es importante no perder de vista ni suprimirlo: El hecho de que Trump fue baleado en uno de sus mítines de ninguna manera cambia, ni disminuye, el hecho de que Trump es un fascista.

En mi mensaje anterior (número Sesenta y Tres), examiné con cierta profundidad la naturaleza fascista de Trump y el Partido Republicano. Como parte de eso, cité algo del análisis importante que hizo el teólogo afroamericano Hubert Locke. Locke murió hace unos años, pero antes de eso adrede llamaba la atención sobre el peligro del fascismo cristiano como la fuerza impulsora de la forma particularmente estadounidense del fascismo. Como he venido enfatizando, el fascismo cristiano no es lo mismo que el cristianismo en general como religión: el fascismo cristiano es una forma del fundamentalismo cristiano, una demencia fanáticamente anticientífica que se caracteriza por una determinación de revocar incluso las concesiones parciales que se han ganado en la lucha contra la injusticia y la opresión en los últimos 75 años.

Hubert Locke recurrió a la experiencia de uno de sus colegas teólogos cristianos, James Luther Adams, que había presenciado de primera mano el ascenso de los fascistas nazis en Alemania en los años 1930. Como Locke recordó: Adams advirtió que los fascistas estadounidenses “no se presentarán con esvásticas y camisas pardas [tal como los nazis alemanes]. La versión estadounidense [de los fascistas], dijo, se presentarán con cruces en la mano y recitando la Promesa de Lealtad a la bandera nacional estadounidense”. Eso es lo que estamos viendo ahora, en el fascismo del Partido Republicano encabezado por el maníaco Trump MAGA (Hacer que Estados Unidos vuelva a tener grandeza).

Y este asunto del atentado contra Trump ha fortalecido, al menos por ahora, su campaña para volver al poder. Ha posibilitado que los fascistas republicanos presenten a Trump como una especie de “mártir” y “salvador” ordenado por Dios, cuando en realidad Trump representa la opresión más horrorosa y asesina de las masas de personas. Este atentado también ha hecho crecer la postura defensiva la que muchos demócratas ya asumían, y se informa que algunos demócratas prominentes ya vienen diciendo que están resignados a perder las elecciones y aceptar el hecho de que Trump vaya a volver al poder — lo que hará con empuje vengativo. (Los demócratas ya de por sí estaban agudamente divididos, de modo que algunos llamaban abiertamente a abandonar a Biden como candidato — no debido a que él ha dado un apoyo total a Israel en una matanza genocida de los palestinos, sino debido a que Biden parece manifestar claramente una capacidad mental disminuida, y a que no parece capaz de emprender una campaña vigorosa del tipo capaz de derrocar a Trump).

Si bien todo esto no “ha salido a la luz según estos términos”, sí parece que hay una divisoria importante en el Partido Demócrata entre aquellos que se han resignado a perder las elecciones, y que están dispuestos a aceptar semejante pérdida, y a permitir que el fascismo consolide el poder con empuje vengativo, y, por otro lado, aquellos que en realidad toman con seriedad la posición declarada de los demócratas de que Trump representa, como ellos lo describen, “una amenaza existencial a la democracia estadounidense” y por lo tanto tienen que hacer todo lo que puedan, dentro del marco del proceso electoral, para impedir el regreso al poder de Trump.

Tal como también yo llamaba la atención en el mensaje número Sesenta y Tres, esta “democracia estadounidense” se trata en realidad de un caparazón externo que oculta un núcleo interno de dictadura capitalista, al servicio de horrendas atrocidades; y, mientras los demócratas intentan desesperadamente conservar ese caparazón externo, los fascistas republicanos están fanáticamente decididos “a hacer añicos este caparazón de democracia a fin de imponer una total, destrabada explotación, opresión y saqueo de la gente y el medio ambiente”.

No está claro cómo todo esto se desenvolverá en el período entre la actualidad y las elecciones presidenciales programadas para noviembre, con el creciente caos y trastornos en el mundo, y específicamente en Estados Unidos, incluidas las profundas divisiones al interior de la clase dominante. Como lo demostró dramáticamente el atentado contra Trump, pueden ocurrir muchas sacudidas, de muchos tipos, que al parecer “salen de la nada”, y causan importantes dislocaciones y trastornos en la “vida normal” y el “funcionamiento normal” de este sistema. Y, para repetir, independientemente de la motivación del tirador, el atentado contra Trump constituye, más allá incluso de otras “sacudidas” importantes, una especie de “fenómeno sísmico” social y político que seguramente continuará afectando profundamente la situación en Estados Unidos (y de hecho en el mundo en su conjunto) a medida que las cosas sigan desenvolviéndose.

Esto da mayor claridad a la cuestión fundamental de cómo se relaciona todo esto —el atentado contra Trump y la intensificación de los conflictos mayores en el país en general— con la posibilidad de una revolución real: cómo se podría arrancar esta revolución a la situación cada vez más intensificada. Abordaré este tema en directo en mis venideros mensajes.