Eso será crucial en si se podría dar una verdadera posibilidad para que una revolución de hecho triunfe en estos tiempos poco comunes, caóticos y tumultuosos en los que estamos viviendo ahora.
Para ir más a fondo sobre esta cuestión crucial:
Todo depende de gestar un pueblo revolucionario, de entre los más amargamente oprimidos, y de todas las partes de la sociedad, que primero cuente con miles y luego con millones de personas, como una poderosa fuerza revolucionaria, organizada desde el principio y de forma consecuente con una perspectiva que abarca todo el país, impactando a toda la sociedad y cambiando los términos de la manera en que las masas de personas ven las cosas y la forma en que cada institución tiene que responder. Todo debe centrarse ahora en realmente hacer nacer y organizar esta fuerza revolucionaria.
Como también lo he enfatizado muchas veces: Con miles organizados en las filas de la revolución, es posible ganarse a millones hacia la revolución; y al ganarse a millones hacia la revolución, podría haber una verdadera posibilidad de que esta revolución triunfe.
Y, como lo expliqué directa y profundamente en el mensaje número Sesenta y Uno, importaría de manera decisiva —podría importar muchísimo— con respecto a si existe una posibilidad real de revolución, si la gente entra en esta revolución y ayuda a desarrollar aún más las fuerzas organizadas para esta revolución, ahora y de manera continua. Como dije en ese mensaje:
Esto es el reto… Esta es la posibilidad… Esta es la preciada oportunidad la que no se debe perder —una oportunidad poco común para hacer la revolución— la que no se debe despilfarrar (desperdiciar, desaprovechar) sino la que toda persona que ansíe un mundo radicalmente diferente y emancipador debería aprovechar activamente.
Si todo esto te parece a algo irreal, inverosímil y a una fantasía, piensa en todas las cosas que han pasado tan sólo en los últimos pocos años, que también parecieron surgir “de la nada” y tal vez parecieran imposibles... ¡hasta que ocurrieron! Pensemos allá por el año 2020, con el brote masivo de millones de personas indignadas por el cruel asesinato a sangre fría de George Floyd a manos de cerdos policías desalmados. Más tarde, ese mismo año, se dio la negativa de Trump a aceptar los resultados de las elecciones que perdió y su casi triunfante intento de golpe de estado para permanecer en el poder, algo que nunca antes había pasado en la historia de Estados Unidos.
A principios de ese mismo año, la devastadora pandemia de la Covid azotó a Estados Unidos, y al mundo en su conjunto. Las grandes dislocaciones causadas por esta pandemia agudizaron y profundizaron aún más las divisiones antagónicas ya existentes.
Luego, en 2022, ocurrió lo que mucha gente insistía en que nunca iba a pasar — la eliminación desgarradora del derecho al aborto mediante la decisión de la Corte Suprema, dominada por los fascistas, que anuló Roe contra Wade. Ese mismo año, Rusia invadió a Ucrania, lo que condujo a una guerra que ha escalado a dimensiones muy peligrosas, representando la amenaza muy real de una confrontación militar directa entre Estados Unidos (y sus aliados en la OTAN), por un lado, y Rusia, por el otro, con la verdadera posibilidad de que la situación se salga totalmente de los límites en los que se está dando ahora y que conduzca de hecho a una guerra nuclear, la que podría causar el fin de la civilización humana tal como la conocemos.
Y este año (2024), se ha dado la horrorosa masacre genocida de los palestinos, llevada a cabo por Israel, con el respaldo total de Estados Unidos, y las protestas masivas que se han convocado en oposición.
Y luego se dio el atentado contra Donald Trump, cuyas implicaciones ya son enormes, aunque aún no está claro todo lo que esto puede conllevar. Pero lo siguiente sí que está claro acerca de este atentado: “cualquiera que sea la verdadera motivación del tirador, y lo que sea que quizá conlleve esta situación, no tiene ninguna relación con ningún cambio positivo, y ciertamente no tiene ninguna relación con ninguna transformación emancipadora de la sociedad, la cual se puede obtener únicamente mediante una revolución, que cuente con la participación de millones de personas y que tenga por objetivo barrer todo este sistema y reemplazar sus relaciones e instituciones de explotación y opresión, y su pútrida cultura, por otras que sean liberadoras y edificantes”.
Todo esto demuestra dramáticamente que estos no son “tiempos normales” — son el tipo de tiempos en los que continuamente ocurren cambios importantes, y a menudo completamente inesperados, de manera continuamente acelerada. Estos son tiempos en los que lo que antes se consideraba extremadamente improbable, si no imposible, en realidad ocurre, y se da con mayor frecuencia.
Como lo demuestran los brotes de protestas justas de masas en 2020, 2022 y nuevamente este año (2024), estos acontecimientos “imprevistos” no son sólo del tipo negativo sino también del tipo muy positivo. Y la verdad de que, especialmente en tiempos así, lo aparentemente imposible se vuelve posible, e incluso se convierte en realidad — pues, se aplica también a la posibilidad para la revolución que se necesita con urgencia para poner fin a todas las atrocidades y toda la locura que continuamente perpetra este sistema del capitalismo-imperialismo.
Esto enfatiza una vez más la siguiente verdad crucial de que la posibilidad de una revolución real depende de gestar —en estos tiempos actuales— un pueblo revolucionario, de entre los más amargamente oprimidos, y de todas las partes de la sociedad, que primero cuente con miles y luego con millones de personas, como una poderosa fuerza revolucionaria, organizada desde el principio y de forma consecuente con una perspectiva que abarca todo el país, impactando a toda la sociedad y cambiando los términos de la manera en que las masas de personas ven las cosas y la forma en que cada institución tiene que responder. Todo debe centrarse ahora en realmente hacer nacer y organizar esta fuerza revolucionaria.