Cuando uno ve la gran brecha que con frecuencia y hasta en general existe entre las condiciones y el sufrimiento de las masas y lo que se puede hacer para remediarlos, cuando se enfrenta eso una y otra vez, todos sienten un claro impulso que se expresa en términos morales: ¿cómo se puede cruzar de brazos ante ese sufrimiento? Tal como he reiterado en varias ocasiones, siento mucho respeto por los que se ofrecen para Médicos sin Fronteras y cosas por el estilo. Sin embargo, como consecuencia de fuerzas objetivas mayores, un tsunami de sufrimiento (hablando en sentido metafórico y a veces en sentido literal) abruma y aplasta a diario la labor que hacen y la ayuda que dan.
Cuando era joven, pensaba dedicarme a la medicina o al derecho, y no porque me interesara el dinero ni la oportunidad de jugar al golf. Sabía que muchos necesitaban atención médica y que las víctimas del sistema “de justicia” necesitaban abogados que de veras las defendieran. Pero con el tiempo caí en cuenta de esto: si bien podría ayudar a unas cuantas personas, y aun si me entregara cien por ciento, muchas más necesitarían de esos servicios (y de mucho más de lo que yo, y otros, podríamos hacer para ayudarlas), y así sería siempre, cada vez peor. Una vez que se capta eso, si uno es consecuente con sus propios principios, no puede mirarse al espejo y hacer menos de lo que entiende que se requiere…
No por eso digo que no tenga importancia tratar agravios específicos o que la resistencia popular a formas específicas de opresión no tenga importancia. Todo lo contrario. Marx recalcó esta verdad profunda: si las masas no se defienden, si no luchan contra la opresión (incluso sin llegar al punto de la revolución), las aplastarán y las reducirán a un montón de seres miserables incapaces de levantarse y luchar por una causa más elevada. Pero como punto de orientación fundamental, debemos captar firmemente que aun con los más heroicos y desinteresados sacrificios y los mejores esfuerzos, no es posible aliviar, ni mucho menos eliminar, el sufrimiento de las masas y las causas de ese sufrimiento en el marco de este sistema, y nuestra moral tiene que derivarse de eso…
Vuelvo a repetir: admiro la moral de los que quieren aliviar el sufrimiento (y quizá no ven más allá que eso). De ninguna manera debemos menospreciar a estas personas que hacen cosas como dejar agua en el desierto para los inmigrantes que cruzan la frontera desde México; debemos admirarlas y unirnos con ellas. Pero su labor no es la solución fundamental al problema del sufrimiento de los inmigrantes, ni elimina las fuerzas que los arrojan de sus países ni las demás penas y opresión de las masas por todo el mundo. Aunque admiro a los que se ofrecen para Médicos sin Fronteras y otras causas, si dicen: “No se puede hacer más que esto”, tenemos que librar una lucha muy dura de principios con ellos, y a la vez unirnos con ellos y admirar su espíritu, porque objetivamente no es cierto que no se puede (ni se debe) hacer más, y plantearlo así le hace daño a las masas.
En términos fundamentales y estratégicos, es necesario definir el eje de nuestros esfuerzos: ¿contrarrestar los efectos y síntomas o atacar el problema de raíz y eliminar la causa? Por eso, uno se vuelve revolucionario: reconoce que hay que encontrar la solución completa porque si no, el sufrimiento continuará y empeorará. Eso es una de las cosas principales que hacen que las masas se acerquen a la revolución, aun antes de captar científicamente en toda su complejidad lo que significa y requiere. Al volverse comunista y tomar en cuenta más y más el mundo entero, y no solamente la parte donde se encuentra, se ve que el mundo entero tiene que cambiar, que hay que arrancar de raíz la opresión y explotación en todas partes para que ya no exista en ninguna parte.