Durante 25 años [de 1953 a 1978], bajo la protección directa de los Estados Unidos y en sociedad con los imperialistas europeos, el régimen del cha se entretejió en la red económica, militar y de seguridad del gobierno estadounidense en el Medio Oriente.
Pero en 1978, cuando la gente se levantó contra el régimen del cha, los imperialistas estadounidenses y europeos llegaron a la conclusión de que el régimen del cha estaba en una crisis de legitimidad y ya no podía controlar el país y asegurar sus propios intereses. Decidieron resolver la crisis interfiriendo desde arriba con métodos de “cambio de régimen” para preservar el sistema socioeconómico general y la columna vertebral militar y de seguridad del estado que habían formado en Irán. Impidieron que los de “abajo” (es decir, las masas de personas y las fuerzas comunistas revolucionarias) tomaran la iniciativa. Además de impedir una verdadera revolución, su objetivo era establecer un baluarte contra la influencia de la Unión Soviética en Irán.
En enero de 1979, en una cumbre en la isla de Guadalupe, Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania Occidental y Francia decidieron abrir el camino al poder de los fundamentalistas islámicos1 liderados por Jomeiní. Esta no era la primera vez que habían llevado a cabo un “cambio de régimen” en Irán. Antes de eso, los imperialistas estadounidenses y británicos habían organizado el golpe de estado [de 1953] contra el gobierno del Dr. Mosaddeq por medio de un operativo encubierto conocido como “Ajax” y devolvió el régimen del cha al trono2.
En diciembre de 1978, el Departamento de Estado de los Estados Unidos decidió establecer contacto directo con Shapour Bakhtiar [el último primer ministro del régimen del cha] y el [Ayatolá] Jomeiní para garantizar una “transición pacífica” a un nuevo gobierno3. Con Jomeiní y compañía instalados en Francia, los enviados del presidente de Estados Unidos iniciaron la primera de varias reuniones con los asesores de Jomeiní4. Ebrahim Yazdi, enlace entre Jomeiní y los países occidentales, escribe que el 8 de enero de 1979, “representantes del entonces presidente francés Giscard d’Estaing se reunieron con Jomeiní… y le presentaron un mensaje a Jomeiní de parte del presidente de los Estados Unidos”5.
[Posteriormente,] Ebrahim Yazdi escribió: “... La teoría de Brzezinski [el entonces asesor de Seguridad Nacional] era que, en ausencia del cha, la única fuerza que podía impedir la amenaza del comunismo en Irán era la coordinación y la coalición entre los militares y los clérigos”6. [Yazdi había dicho:] “El plan de Brzezinski era construir una coalición del ejército y el clero, y Washington veía al clero como una alternativa”.
El investigador de la Institución Hoover7, Abbas Milani, escribe: “Sí, como una fuerza que puede llenar el vacío del poder político después del cha e impedir que los comunistas tomen el poder. Permítanme decirlo de esta manera, que Estados Unidos vio el gobierno del clero y la cooperación con los militares como algo necesario para guardar el paso contra la amenaza del comunismo”8. Al final, el embajador de Estados Unidos Sullivan concluyó que el movimiento islámico bajo el liderazgo de Jomeiní estaba altamente organizado y era capaz de hacer frente al comunismo.
En última instancia, el resultado de esta serie de reuniones se puede resumir así: Jomeiní exigió a los Estados Unidos alentar a las fuerzas armadas del cha a apoyar a Jomeiní. Los Estados Unidos y los aliados europeos [a su vez] exigieron que el nuevo régimen observara una serie de principios clave: 1) garantizar la seguridad de las inversiones extranjeras en Irán; 2) la continuación de las ventas de petróleo al Occidente; 3) abstenerse de aliarse con la Unión Soviética o contra las estructuras de seguridad militar de los Estados Unidos y 4) tomar medidas represivas enérgicas contra los comunistas y los movimientos obrero, estudiantil y campesino.
El representante de los Estados Unidos enfatizó que actuar sobre la base de la “constitución [de Irán] y mantener la calma en el país” tiene dos aspectos: que los militares deben obedecer a quienes se apoderan del régimen, y que la insurgencia contra el gobierno debe volverse “ilegal” y debe ser suprimida por los militares. El enviado de los Estados Unidos les dijo a los representantes de Jomeiní que Estados Unidos quería que “la fuerza militar tenga el equipo técnico que el gobierno iraní necesita para defenderse”. Las dos partes acordaron estos términos y Estados Unidos y sus aliados concluyeron la Conferencia de Guadalupe (del 4 al 7 de enero de 1979), que allanó el camino para que los fundamentalistas islámicos liderados por Jomeiní tomaran el poder.
De esta manera, la columna vertebral del estado —las fuerzas militares— pasaron a estar bajo el control de los fundamentalistas islámicos liderados por Jomeiní... y la infraestructura económica de Irán y su dependencia del sistema capitalista global (en particular, la red de capital exclusiva de los países de la OTAN, así como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional) permanecieron intactos.
La pregunta es: ¿Permitiremos una vez más la tragedia de 1979, pero esta vez “a la inversa”? O estableceremos un movimiento cuya voz proclame fuerte y poderosamente que derrocaremos a la República Islámica y estableceremos una nueva república socialista para sentar las bases de una nueva economía y eliminar la pobreza y las divisiones sociales y de clases... Necesitamos una sociedad en la que se eliminen la opresión de las mujeres, la opresión de las nacionalidades minoritarias, la cultura de la subordinación y la sumisión, y que cuente con millones de personas que gobiernen la sociedad, quienes sean libres y estén en rebelión contra toda forma de injusticia, y cuyo corazón arda por cada agonía que sufren los seres humanos en todos los rincones del mundo, en contra de la destrucción del medio ambiente, y que están profundamente decididos a erradicar el capitalismo de todo el mundo.