Actualización, 19 de febrero de 2023 — La semana pasada, revcom.us informó sobre el devastador terremoto que sacudió a Turquía y Siria el 6 de febrero (vea abajo). Destacamos el papel del sistema del capitalismo-imperialismo, y de los gobiernos y líderes ligados a ese sistema, para causar un nivel totalmente nuevo e innecesario de muerte y sufrimiento debido a este desastre natural. Desde entonces, la escala de este fenómeno se ha vuelto aún más asombrosa:
El número de muertos aumenta a diario. Al 18 de febrero se han confirmado más de 46.000 muertes: 40.642 en Turquía y casi 6.000 en Siria. Ni Turquía ni Siria han estimado el número de desaparecidos ni el número de heridos.
12 de febrero de 2023. Un devastador terremoto sacudió el sur de Turquía y el norte de Siria el lunes 6 de febrero, hacia las 4 de la madrugada hora local. Cientos de miles de personas que tuvieron la suerte de despertarse con la sacudida inicial saltaron de sus camas, agarraron a sus hijos y salieron corriendo a las gélidas calles invernales, en ropa de dormir y sin zapatos. Decenas de miles de personas no tuvieron tiempo de salir y quedaron aplastadas o atrapadas al derrumbarse entre 6.000 y 7.000 edificios tan sólo en Turquía. Muchos apartamentos de varios pisos se derrumbaron sobre pisos inferiores, sin dejar espacio para que las personas atrapadas pudieran sobrevivir.
Al domingo 12 de febrero, se había confirmado la muerte de más de 34.000 personas en los dos países, cifra que probablemente aumentará sustancialmente a medida que se registren más ruinas. (En Siria —que casi no ha recibido ayuda internacional hasta el momento— sólo se había registrado el 5% de los derrumbes hasta el jueves). Decenas de miles de personas también han resultado heridas, muchas de gravedad. Y el sistema sanitario está completamente desbordado: muchos hospitales y clínicas han sufrido daños y carecen de servicios públicos, suministros médicos básicos y camas y médicos suficientes.
Por encima de los muertos y heridos inmediatos, se está desenvolviendo una enorme crisis humanitaria. Miles de casas, aunque siguen en pie, tienen daños estructurales tales que la gente no se atreve a volver a entrar en ellas. Muchos cientos de miles de personas se han quedado repentinamente sin hogar en pleno invierno, viviendo en tiendas de campaña, coches, mezquitas, estadios o simplemente en la calle, sin calefacción ni electricidad, con muy pocos alimentos o agua potable. La ONU advierte del peligro de brotes de enfermedades epidémicas como el cólera, debido a las terribles condiciones higiénicas y a la falta de agua potable.
Se calcula que el terremoto ha afectado a 23 millones de personas en 10 provincias turcas, una docena de ciudades y vastas zonas rurales. Y varios millones de estas personas son refugiados sirios, desplazados por una guerra civil de 12 años de duración, que es de hecho una guerra de sustitutos entre grandes potencias imperialistas (Estados Unidos y Rusia), así como potencias regionales (Irán, Turquía, Arabia Saudita) por el control de Siria. Estas personas ya vivían al límite, a menudo en campos de refugiados y dependientes de la ayuda humanitaria. Ahora su situación se ha vuelto extremadamente precaria.
Respuesta del gobierno fascista de Turquía
El gobierno de Turquía está encabezado por un presidente fascista, Recep Erdoğan. El primer acto importante de Erdoğan el día del terremoto fue declarar el estado de emergencia durante tres meses. Esto permite al gobierno “limitar los derechos y libertades fundamentales”, establecer toques de queda y prohibiciones de viajar, y ordenar asignaciones de trabajo obligatorias para los funcionarios. Inmediatamente movilizó a 3.500 militares para que acudieran a la zona del terremoto. El miércoles 8 de febrero se restringió fuertemente el acceso a Twitter, al parecer a petición del gobierno, lo que trastornó gravemente las labores de socorro que se coordinaban vía Twitter. El jueves 9, la policía anunció que había “detenido” a 31 personas y había “arrestado” a nueve por “posteos provocadores sobre el terremoto en plataformas de las redes sociales”.
Muchos observadores señalaron que la vez anterior que Erdoğan declaró un estado de emergencia de “tres meses” —en 2016—, acabó por durar dos años. Durante ese tiempo, más de 100.000 personas fueron detenidas y la administración pública fue purgada de 150.000 empleados que el régimen consideraba insuficientemente leales. Muchos comentaron también que las elecciones presidenciales están previstas para mayo, lo que facilita a Erdoğan prorrogar el estado de excepción y aplazar los comicios si parece que va a perder.
Para los gobernantes de un sistema opresivo, el principal peligro de este desastre era perder el control de las masas de personas.
Ausentes en la organización de los esfuerzos de socorro
Ante el peligro al que se enfrentaban las masas y la lucha urgente y desesperada por salvar al mayor número posible de personas, el gobierno estuvo básicamente ausente en los cruciales primeros días. En su inmensa mayoría, las operaciones de rescate fueron llevadas a cabo por las masas de personas, las que a menudo trabajaban con sus propias manos durante 20 o 30 horas seguidas. Los envíos de alimentos, suministros médicos y otras necesidades urgentes fueron casi inexistentes. ¡Y ello a pesar de que el gobierno turco recaudó al menos 4.000 millones de dólares en las últimas dos décadas con un impuesto especial que se suponía iba a financiar los preparativos para terremotos!
En el municipio de Pazarcik, cerca del epicentro del sismo, un habitante le declaró a la Arti TV: “Tenemos una aldea con 350 casas; el 90% están destruidas. La gente tiene hambre y sed. Hemos llamado a la policía y a la AFAD [organismo socorrista para desastres manejado por el gobierno], pero nadie ha acudido hasta ahora. Al menos 30 de nuestros habitantes están atrapados bajo los escombros. La gendarmería nos dijo ‘arregláoslas con vuestros propios medios’”.
Diyarbakir es una ciudad de unos 1,6 millones de habitantes. Un reportero de Sky News describió que allí había masivas muertes y destrucción, pero tan sólo un par de equipos de excavación disponibles. Y añadió: “El esfuerzo de rescate es una colección de personas que trabajan con sus propios esfuerzos improvisados. Trabajadores municipales y miembros del cuerpo de bomberos, pero ningún especialista en búsquedas y rescates”1.
En toda la zona del terremoto se produjeron escenas similares. Por todas partes, los montones de escombros que una vez fueron hogares estaban rodeados de cientos de personas que esperaban con angustia, con la esperanza de que su hijo, su madre, su hermano u otros seres queridos fueran encontrados con vida, a la vez que sufrían terriblemente por la exposición, el hambre y la sed. La ira contra el gobierno va en aumento.
La respuesta de Erdoğan a este increíble sufrimiento fue de “A mí ¿qué?”: “Por supuesto, el primer día tuvimos algunas molestias”, pero después todo estuvo “bajo control”.
En cuanto a los equipos internacionales de rescate que recibieron gran cobertura mediática, la mayoría de ellos no empezaron a llegar hasta el miércoles 8, y en general en números simbólicos2. Los equipos europeos y estadounidenses sí tienen habilidades, conocimientos, equipos y perros adiestrados que son muy útiles, pero no pueden resucitar a los muertos, y decenas de miles de víctimas del terremoto no sobrevivieron tres días, aplastadas bajo los escombros, en ropa de cama en un clima gélido, sin comida ni agua. Por lo tanto, esta “ayuda internacional”, junto con las promesas de ayuda financiera futura, es básicamente una gota en un balde3.
No es posible impedir los terremotos, pero sí es posible prepararse para ellos, pero no se hizo
Fue un terremoto potente, de 7,8 grados en la escala de Richter. Y fue seguido esa misma tarde de una réplica de 7,5. Para hacernos una idea aproximada de su intensidad, el terremoto de Haití de 2010, que dejó a varios cientos de miles de muertes, fue de 7,0 grados en la escala de Richter.
A estas alturas, la humanidad no puede predecir con exactitud, y mucho menos impedir, los terremotos. Pero existe la ciencia para prepararse para ellos de diversas maneras con el fin de reducir dramáticamente la destrucción inmediata y el sufrimiento subsiguiente. Turquía tiene dos grandes fallas sísmicas que la convierten en “una de las regiones sísmicamente más activas del mundo”. Tuvo un gran terremoto en 1999 que dejó unas 17.000 muertes, y otros desde entonces. Así que este último sismo no ha sido una “sorpresa”.
Hay medidas que deben tomarse en las zonas sísmicas: los edificios pueden construirse de manera que se evite su derrumbe incluso en terremotos fuertes. Se pueden preposicionar estratégicamente en toda la región reservas de suministros de emergencia, así como equipos de construcción. Se puede formar a la población local en los métodos más científicos de búsqueda y rescate.
Estas son los tipos de cosas que podrían hacerse en una sociedad socialista revolucionaria, que es un sistema organizado en torno a las necesidades de la humanidad y del planeta.
Pero bajo el sistema capitalista, el bienestar de las masas es una “externalidad” que siempre está subordinada al afán de ganancias. Y esto es aún más cierto en Turquía, un país capitalista bajo el régimen fascista de Erdoğan y su Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP). Así que parece que no se hizo ninguno de estos preparativos; de hecho, se tomaron decisiones y políticas conscientes que priorizaban las ganancias por encima de la seguridad (por ejemplo, véase el recuadro sobre el “auge de la construcción” en Turquía).
Capitalismo y construcción: La amnistía gubernamental para edificios inseguros “reditúa” miles de millones de dólares y miles de muertes
De hecho, Erdoğan y el AKP llegaron al poder en gran parte debido a la ira de las masas por la gestión del gobierno anterior respecto al terremoto de 1999. Erdoğan insistió en que los constructores debían rendir cuentas por la pérdida de vidas, que tenían “las manos manchadas de sangre”, etcétera.
Esto tenía claramente fines demagógicos y nada más. El propio AKP promovió un auge masivo de la construcción que fue muy rentable para los inversionistas en la construcción y que estimuló la economía en general, fortaleciendo a la clase capitalista y apuntalando aún más a Turquía en la imagen soñada de Erdoğan de una “Gran Potencia”. Como parte de esto, el AKP miró hacia otro lado ante los atajos de seguridad de parte de las empresas constructoras y que las autoridades no ejecutaron los códigos de construcción. Al 2018, se informó que la mitad de los edificios en Turquía —casi 13 millones— se construyeron en violación de los códigos.
Así que, ¿cómo hizo frente a eso el AKP? Ese mismo año, el gobierno declaró una amnistía para tales edificios, “certificando” oficialmente a los edificios inseguros a cambio de una cuota.
Estas cuotas redituaron al gobierno 3.000 millones de dólares. Lo que las masas “ganaron” fue una muerte sin sentido. Como dijo el presidente de la Cámara de Ingenieros Civiles en 2019, la amnistía “significará transformar nuestras ciudades... en cementerios y hará que salgan ataúdes de nuestras casas. Tanto si no tiene ninguna licencia, como si tiene más plantas que el plan original, han dado una amnistía a todos los edificios. Esto es muy peligroso”. Un experto en sismología que examinó las fotos de los edificios derrumbados en este último sismo dijo: “Es evidente que la mayoría de ellos no estaban diseñados para resistir a terremotos muy fuertes”. Muchos otros expertos se hicieron eco de esta afirmación4.
Siria: Ya despedazada por los lobos del imperialismo, ahora abandonada ante el desastre natural
El capitalismo-imperialismo —el sistema que domina todo el planeta y “organiza” todo en torno a la acumulación de más riqueza y poder de los grandes países imperialistas— conduce a una tremenda desigualdad geográfica. La riqueza y la tecnología se concentran en unos pocos países y en algunas regiones. En esos lugares, los beneficios de esta riqueza llegan a gotas hasta cierto grado a toda la población. En otras zonas —¡en la mayor parte del mundo!— la gente nace en una vida de amarga pobreza y explotación, dictaduras brutales y guerras devastadoras.
Esto es patente incluso dentro de Turquía. El terremoto se produjo en el sur, considerada “una de las regiones más pobres y menos desarrolladas del país”, lejos de las zonas financieras, industriales y turísticas de Turquía. Y parte de la zona afectada se encuentra en el Kurdistán del Norte (la porción del Kurdistán que está en Turquía). El pueblo kurdo es una nacionalidad minoritaria amargamente oprimida en Turquía, así como en Siria, Irán e Irak. La región kurda no sólo sufre el abandono y la pobreza, sino también los repetidos ataques militares del gobierno turco. Se trata, pues, de zonas con menos recursos, para empezar, y de más difícil acceso desde las zonas más desarrolladas.
Pero la situación en Siria antes del terremoto era aún peor, debido a una guerra civil que dura desde 2011 (vea el recuadro). Debido a la escasa cobertura de los medios de comunicación, el sufrimiento y la muerte masivos en gran medida han pasado desapercibidos para el resto del mundo.
Siria, despedazada ya por una guerra de sustitutos reaccionaria
Una guerra civil ha venido asolando a Siria desde 2011. Esta guerra se inició como un movimiento popular de masas contra el odiado régimen de Bashar al-Ásad (aliado de los imperialistas rusos, que son uno de los principales rivales del imperialismo estadounidense). Pero pronto se convirtió en una guerra de sustitutos entre Estados Unidos, Rusia y otras potencias imperialistas y reaccionarias. Rusia apoyó al gobierno de al-Ássad, mientras que Estados Unidos respaldó a diversos grupos “rebeldes”, incluidos los yihadíes. Al mismo tiempo, otras fuerzas reaccionarias regionales como Irán, Turquía, Arabia Saudita, Israel y el grupo fascista yihadí islámico ES entraron en la mezcla5. Ahora, diversas fuerzas controlan diferentes partes del país. Grupos armados respaldados por Turquía controlan actualmente una parte significativa de la zona siria afectada por el terremoto, mientras que otras zonas afectadas están controladas por milicias respaldadas por Estados Unidos y/o yihadíes. La mayor parte del país sigue controlada por el gobierno de al-Ásad, centrado en la capital, Damasco.
Antes de la guerra, Siria tenía 22 millones de habitantes. Entre 350.000 y medio millón de sirios han muerto en la guerra, y más de la mitad de la población ha tenido que huir de sus hogares6. Dos millones de personas están confinadas en campos de refugiados en Siria —muchos en la zona norte, donde se produjo el terremoto— y 3,6 millones escaparon por la frontera con Turquía y se encuentran en campos de refugiados o en ciudades cercanas.
Según la ONU, de los 4,5 millones de personas que viven en la zona siria de Idlib, duramente golpeada por el terremoto, 2,9 millones habían sido desplazados de otras partes del país, y el 90% ya necesitaba ayuda humanitaria antes del sismo. Ahora sus necesidades son aún mayores, abrumando con creces los recursos de las agencias.
Un miembro de un grupo de ayuda local le declaró al Washington Post: “Llevamos 12 años solicitando ayuda, recurriendo a personas que nos han descartado mientras moríamos ante sus ojos. Y durante esta enorme y desafortunada crisis humanitaria, el mundo nos ha dado la espalda, como si no hubiera seres humanos en esta zona, como si [aquí] no hubiera almas”.
Por encima de eso, la contienda imperialista por el control de Siria, y concretamente el hecho de que distintas potencias controlen diferentes partes del país, ha conducido a fuertes restricciones a los envíos de ayuda. A lo largo de los años, el patrón imperialista de al-Ásad (Rusia) ha insistido en la ONU en que cualquier ayuda a los desplazados pase por Damasco, sede del poder de al-Ásad. Esto le daría a al-Ásad influencia sobre las partes de Siria que no controla, incluida gran parte de la zona del terremoto.
Por otro lado, Estados Unidos ha impuesto estrictas sanciones al gobierno de Damasco, sanciones que castigan a otros países que comercian con Siria. Como consecuencia, sólo unos pocos países como Rusia e Irán pueden enviar ayuda a Damasco, y la única forma de hacer llegar ayuda a las zonas opuestas a al-Ásad del norte es por un único paso fronterizo desde el sur de Turquía. E incluso ese paso estuvo cerrado durante varios días después del terremoto, al parecer debido a los daños en las carreteras de la zona. El primer cargamento de ayuda no llegó hasta el jueves 9, más de tres días después del sismo.
Para estas potencias, la capacidad de alimentar —o matar de hambre— a los desplazados es una cuestión de obtener ventajas político-militares, no de “humanitarismo”.
Conclusión
El terremoto de Turquía y Siria es una de esas poderosas fuerzas de la naturaleza a las que siempre se ha enfrentado la humanidad, y bajo cualquier tipo de sistema, un sismo de esta magnitud sin duda causaría tragedia y sufrimiento. Pero la catástrofe no mitigada en este caso —la fuente de gran parte del sufrimiento y la muerte— no es un desastre natural, sino el desastroso sistema del capitalismo-imperialismo. Bajo este sistema, se considera a los seres humanos (y de hecho el resto de la naturaleza) por la lente de las ganancias y el poder. La incapacidad total de este sistema para prepararse o responder adecuadamente a este terremoto masivo, aunque no “inesperado”, y la funesta situación de la gente incluso antes de que se produjera el desastre, es otro mensaje más que nos clama que necesitamos una REVOLUCIÓN, y un sistema totalmente nuevo, si la humanidad va a sobrevivir y florecer en este planeta.
Continuación de la actualización del 19 de febrero:
El gobierno turco ahora estima que “84.700 edificios se han derrumbado o están gravemente dañados”, y que 345.000 apartamentos fueron destruidos. El número de personas sin hogar es de millones, incluidas muchas personas que ya vivían en campos de refugiados.
Ante la creciente indignación de la población por el colapso de miles de edificios supuestamente “a prueba de terremotos” y la respuesta extremadamente lenta de parte del gobierno al desastre, el régimen fascista de Turquía está buscando chivos expiatorios. Esta semana, declaró que está “investigando” a 246 “sospechosos” lo que dice son los responsables de los derrumbes de los edificios. Falta en la “lista de sospechosos” el propio gobierno, que promovió un temerario auge de la construcción, miró hacia otro lado ante las violaciones del código y abiertamente “certificó” los edificios como “seguros” a cambio del pago de una cuota.
En Siria, la situación de millones de personas es aún más desesperada. Solo ha llegado una miseria de ayuda: al 18 de febrero, 178 camiones de la ONU habían entrado a Siria desde Turquía para satisfacer las necesidades de millones. Gran parte del problema surge de la guerra de sustitutos entre imperialistas rivales (Estados Unidos-Reino Unido y Rusia) y potencias regionales (Turquía, Arabia Saudita e Israel) por el control de Siria. Siria ahora está dividida en diferentes zonas bajo el control de diferentes potencias, cada una más preocupada por socavar a las otras que por brindar ayuda humanitaria.
Un claro ejemplo de esta situación: Inmediatamente después del terremoto, Estados Unidos anunció que no suspendería las sanciones económicas paralizantes cuyo objetivo es debilitar el régimen de al-Ásad en Damasco. Según el Centro Carter7, estas sanciones “equivalen a un embargo sobre casi todos los vínculos comerciales y financieros entre Estados Unidos y Siria”, incluida la importación de la maquinaria que se necesita para excavar edificios derrumbados y el combustible para hacer funcionar esas máquinas. Incluso impiden que los sirios que viven en el extranjero envíen dinero a sus familias.
Este es un gran obstáculo para la rápida movilización de un esfuerzo de socorro masivo que se necesita. Pero si bien ha realizado algunos ajustes menores, básicamente Estados Unidos se aferra a esta posición.
La semana pasada escribimos que todo sobre la manera en la que este sistema se preparó y respondió a este desastre natural clama con que “necesitamos una REVOLUCIÓN, y un sistema totalmente nuevo, si la humanidad va a sobrevivir y florecer en este planeta”. A medida que pasan los días, esa urgencia clama cada vez más fuerte.
ÚLTIMA NOTICIA: Increíblemente, en la madrugada del 19 de febrero, en medio de la emergencia humanitaria provocada por el terremoto, ¡Israel lanzó un ataque con misiles contra Damasco, la capital de Siria, y mató a cinco personas y dañó varios edificios civiles en el centro densamente poblado de la ciudad! Al postear esta actualización, Israel no ha hecho ningún comentario ni ha intentado justificar este flagrante crimen de guerra.
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