Más de siete millones de personas han sido obligadas a salir de Venezuela en los últimos siete años. The Brookings Institution, un grupo de investigadores de Estados Unidos, reportó: “La crisis de refugiados venezolanos es una de las más grandes de la historia moderna”.
Piense en esto: siete millones de personas, cada una de ellas tan desesperada que lo arriesga todo por un viaje que para la mayoría estará plagado de peligros.
El éxodo masivo de Venezuela disminuyó un poco durante el apogeo de la pandemia de COVID-19. Pero desde noviembre de 2021 hasta finales de agosto de 2022, 753.000 venezolanos se fueron a otro país de Suramérica o del Caribe. Cientos de miles de venezolanos han intentado llegar a Estados Unidos y más de 400.000 han emigrado a España. El presidente del Comité Internacional de Rescate de las Naciones Unidas le dijo a Noticias BBC que “No hay duda… de que es una gran crisis prolongada la que está sacudiendo a la región [de América Latina]”.
La crisis en Venezuela no ha sido provocada por una serie de desastres naturales. Ha sido infligida tanto por el funcionamiento depredador rutinario del sistema capitalista-imperialista como por las decisiones y políticas llevadas a cabo a sangre fría por los gobernantes de ese sistema, especialmente por los gobernantes estadounidenses, desde Obama hasta Trump y Biden.
“Debemos tratar esto como una agonía, una tragedia que continuará hasta que finalmente llegue a su fin... y si podemos hacer algo para acelerarla, debemos hacerlo... tenemos que tomar esa difícil decisión, el fin deseado justifica este severo castigo”. (embajador estadounidense William Brownfield)
Estados Unidos instiga repetidos intentos de golpe de estado
Durante más de dos décadas, Estados Unidos ha iniciado y orquestado medidas para socavar e incluso derrocar a los líderes venezolanos a los que desprecia, primero Hugo Chávez y ahora Nicolás Maduro, y para estrangular la economía venezolana.
Chávez se hizo pasar por socialista y antiimperialista, y hasta cierto punto Maduro también lo ha hecho. Ninguno de los dos es, o fue, socialista. Intentaron maniobrar para sacar un “mejor trato” dentro del sistema imperialista en general, incluso mediante el apoyo y la formación de alianzas con países similares y otras potencias imperialistas, especialmente Rusia1.
Los regímenes de Chávez y Maduro utilizaron parte de la riqueza de la extensa producción y exportación de petróleo de Venezuela para financiar programas de bienestar social entre los pobres2. Pero las verdaderas relaciones de subordinación del país al imperialismo, y muchas de las relaciones sociales atrasadas dentro de Venezuela, han permanecido intactas3. Un ejemplo evidente: A medida que se profundizó la crisis en Venezuela, los anticonceptivos se volvieron cada vez más caros y difíciles de obtener para la mayoría de las mujeres, y el aborto es ilegal. Millones de mujeres venezolanas han sufrido horriblemente.
No obstante, los gobernantes estadounidenses continúan considerando a Venezuela como una “espina en el costado” del imperialismo estadounidense. No porque Venezuela sea “represora”; Venezuela para nada puede compararse con aliados de Estados Unidos como Egipto, para tomar tan solo un ejemplo, donde más de 50.000 presos políticos están retenidos sin derecho a fianza, algunos ahora por casi 10 años; o Arabia Saudita, una monarquía (¡!) a que hace poco visitó Biden en la que los disidentes políticos son encarcelados, azotados, ejecutados y, en el caso del residente estadounidense y disidente saudita Jamal Khashoggi, torturados y asesinados con una sierra para huesos.
Intentos de golpe de estado de Estados Unidos contra Venezuela: Repetidos, y totalmente ilegales
En 2002, cuando George W. Bush era presidente de los Estados Unidos, un golpe de estado fallido para derrocar al gobierno liderado por Hugo Chávez “estuvo estrechamente ligado a altos funcionarios del gobierno de los Estados Unidos. … [con] largo historial en las ‘guerras sucias” de la década de 1980 [Estados Unidos financió y dirigió guerras genocidas en Centro América]”4. En mayo de 2019, mientras se producía un golpe de estado contra Maduro, Revolución reportó que esta era “la tercera vez en cuatro meses que estas fuerzas [en las fuerzas armadas venezolanas] han intentado asestar un golpe de estado, con un respaldo entusiasta de Estados Unidos”. En 2020, otro intento de golpe de estado —“Operación Gideón”— involucró a un grupo de mercenarios estadounidenses formado por ex soldados de las Fuerzas Especiales y Boinas Verdes llamado Silvercorp USA, que fracasó en su intento de destituir a Maduro.
Bob Avakian: “Si Estados Unidos estuviera tan mal... ¿por qué gente viene de todo el mundo?” (vídeo en inglés; audio en español aquí)
Sanciones: crímenes de guerra económicos contra el pueblo de Venezuela
Durante más de 15 años, Estados Unidos ha impuesto una serie de sanciones punitivas al gobierno venezolano y a algunas personas en Venezuela. En 2015, el entonces presidente Obama emitió una orden ejecutiva que declara una “emergencia nacional con respecto a la amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional y política exterior de los Estados Unidos planteada por la situación en Venezuela”. Obama y luego Trump emitieron una serie creciente de sanciones contra Venezuela durante los siguientes siete años. El propósito de estas sanciones, de destituir a Maduro de su cargo electo como presidente de Venezuela, quedó claro en un documento publicado este año por el Servicio de Investigación del Congreso, que se queja de que “A pesar de las sanciones estadounidenses e internacionales, Maduro se consolidó en el poder”.
Estas sanciones han devastado al pueblo venezolano. El diario en línea World Politics Review reportó que la gente en Venezuela está “…viviendo en las condiciones más terribles fuera de una zona de guerra en la historia reciente”. Las desastrosas condiciones económicas en Venezuela significan que millones de personas no pueden satisfacer las necesidades más básicas de la vida, como agua, alimentos, combustible y vivienda. El sistema de salud del país está colapsado. En 2019, el 14 por ciento de todos los niños menores de cinco años padecía desnutrición aguda y el 57 por ciento de las mujeres embarazadas estaban desnutridas. Es casi seguro que estas cifras han aumentado desde entonces.
De nuevo, tómese 10 segundos para pensar en los seres humanos descritos en esas dos últimas cifras. Esta es la obra de los Estados Unidos.
Esta es la historia de un hombre entre los 7 millones de refugiados. Como trabajador de la construcción, usó los ahorros de toda la vida de su familia de $450 para comprar lo esencial para un viaje de casi 6.500 km a Chile, con su esposa y dos hijos. Hicieron la mayor parte del viaje a pie, a través de cinco fronteras nacionales, se durmieron en las calles o en los bosques por la noche, sobre montañas y cruzando el desierto de Atacama de 4.000 metros de altura, la meseta más alta y seca del mundo, en heladas temperaturas. Casi medio millón de personas, incluidas familias enteras con bebés y niños, han realizado el peligroso viaje de Venezuela a Chile en los últimos años.
Castigo colectivo contra el pueblo de Venezuela
Un reporte de 2019 de Jeffrey Sachs y Mark Weisbrot del Centro de Investigación Política y Económica concluye: “[L]as sanciones han infligido, y cada vez más infligen, daños muy graves a la vida y la salud humanas, que incluyen un estimado de más de 40.000 muertes entre 2017 y 2018; y que estas sanciones cabrían en la definición de castigo colectivo de la población civil…”.
Este sufrimiento, muerte y dislocación intensificados es el resultado de decisiones conscientes tomadas por los monstruos que gobiernan el sistema estadounidense del capitalismo-imperialismo, plenamente conscientes del dolor que perpetran. En 2018, el embajador de Estados Unidos William Brownfield dijo sobre el castigo impuesto por las sanciones de Estados Unidos: “Debemos tratar esto como una agonía, una tragedia que continuará hasta que finalmente llegue a su fin... y si podemos hacer algo para acelerarla, debemos hacerlo... tenemos que tomar esa difícil decisión, el fin deseado justifica este severo castigo”. En 2019, después de que el régimen de Trump y Pence apretara las tuercas a Venezuela con un nuevo conjunto de sanciones, el senador republi-fascista Marco Rubio soltó la siguiente bravuconada: “Durante las próximas semanas, Venezuela va a entrar en un período de sufrimiento que ninguna nación de nuestro hemisferio ha enfrentado en la historia moderna”.
Biden levanta (una sola) sanción
En noviembre, la administración Biden levantó una sola sanción contra Venezuela. Quedan muchas otras. Biden le otorgó a la Corporación Chevron, una de las corporaciones petroleras más grandes del mundo, una licencia para reanudar la extracción de petróleo y la producción de productos derivados del petróleo en Venezuela. La licencia es solo por seis meses y se pueden volver a imponer sanciones si Estados Unidos determina que Maduro no está actuando “de buena fe”.
El hecho de que Estados Unidos elimine una sanción a Chevron es como un gánster de pesos pesados que incendia la casa de un rival más pequeño, destruye sus negocios, mata a gran parte de su familia, lo golpea hasta matarlo y luego agarra la garganta de su ensangrentado y maltratado enemigo y gruñe: “Vale, ¿estás listo para hablar ahora?”
Estados Unidos está levantando la sanción a Chevron a medida que se intensifica su conflicto geoestratégico con los imperialistas rivales, especialmente Rusia y China. Venezuela había sido un aliado de Rusia durante años. Pero poco después de que Rusia invadiera a Ucrania en febrero de 2022, la administración Biden envió una delegación de alto nivel a Venezuela para iniciar conversaciones entre los dos gobiernos, luego de dos décadas de abierta hostilidad. The Washington Post reportó en mayo de 2022 que esta apertura signó “un cambio notable en la política de Estados Unidos hacia el autoritario Maduro a medida que la administración [de Estados Unidos] trata de meter una cuña entre Venezuela y su aliado cercano Rusia, al tiempo que aborda los galopantes precios de la gasolina que estaba al alza este año por la guerra en Ucrania”.
Venezuela tiene las reservas de petróleo probadas más grandes del mundo. A principios de este año, Raymond Lotta examinó la manera en que el petróleo y otros combustibles fósiles son “elementos fundacionales para el funcionamiento rentable del capitalismo-imperialismo, tal como se ha desarrollado. El petróleo es una necesidad estratégico-militar y un instrumento de competencia, rivalidad y dominación imperialista”. Aunque algunos expertos dicen que las instalaciones de producción de petróleo de Venezuela han resultado tan destrozadas por las sanciones de Estados Unidos que se necesitarían miles de millones de dólares y entre siete u ocho años para que la producción de petróleo del país volviera a los niveles de 1998, mantener el control sobre ese petróleo es un interés estratégico vital de los gobernantes del imperialismo estadounidense, especialmente en un momento de gran y creciente confrontación con sus oponentes imperialistas.
En otras palabras, Biden tiene como objetivo debilitar las alianzas de Rusia en América Latina así como obtener acceso al petróleo potencial. Pero la apertura de Biden a Venezuela ha provocado aullidos de protesta de algunos republi-fascistas, como el senador de Arkansas Tom Cotton, quien afirma que Biden está debilitando a los Estados Unidos. Cotton tuiteó: “Prohibir la extracción, vaciar la reserva estratégica, rogar al dictador venezolano que produzca más petróleo — estas políticas no son un accidente. Es un declive a propósito”.
Este choque entre Biden y los republicanos es una pelea entre gánsteres rivales sobre la mejor manera de promover sus intereses más amplios.
Los intereses de ellos, y los intereses de nosotros
Una certeza: ni Biden y los demócratas, ni los republi-fascistas, están haciendo nada de esto por algún sentido de compasión, humanidad o deseo de aliviar la enorme angustia que ellos y el sistema que representan han impuesto a Venezuela. Ambos partidos están trabajando para promover los intereses empapados de sangre del imperialismo estadounidense.
Y los intereses de la gente —en Venezuela, en los Estados Unidos y en todo el mundo— es derrocar este sistema lo antes posible y construir un mundo en el que valga la pena vivir para toda la humanidad.
La esencia de lo que existe en Estados Unidos no es la democracia, sino el capitalismo-imperialismo y las estructuras políticas que lo imponen. Lo que Estados Unidos lleva al resto del mundo no es democracia, sino imperialismo y las estructuras políticas que lo imponen.
— Bob Avakian, Lo BAsico 1:3