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“Estados Unidos es la rodilla de Derek Chauvin en nuestro cuello”

Espiral de Haití en nuevos abismos de crisis y sufrimiento: El amargo legado de más de un siglo de dominación de Estados Unidos

U.S. Marine kneels on back of Haitian during 1994 invasion of Haiti.

 

Un marine armado se arrodilla sobre la espalda de un haitiano durante la ocupación estadounidense de Haití en 1994.    Foto: AP

En los últimos meses, los informes noticiosos desde Haití han arrojado luz sobre una crisis que se está desarrollando y que está provocando un tremendo sufrimiento a las masas de la población actual y creando una gran ansiedad sobre el futuro.

La noticia más importante en Estados Unidos fue el secuestro de 17 misioneros de Estados Unidos y Canadá (más su conductor haitiano) el 16 de octubre por la banda “400 Mawozo”, que ahora exige 17 millones de dólares de rescate. Pero Haití lleva años plagado de poderosas bandas criminales, y el problema se ha agravado mucho más desde el asesinato del presidente Jovenel Moïse, el 7 de julio, a manos de un escuadrón de mercenarios contratados por fuerzas aún desconocidas.

Moïse, y su predecesor, el presidente Michel “Micky” Martelly, habían creado estas bandas como arma en contra de los rivales en las clases dominantes, y como mecanismo para controlar a los millones de haitianos oprimidos que viven en los vastos barrios marginales de la capital de Puerto Príncipe. El New York Times describió una masacre que ocurrió en 2018 en la barriada de La Saline, encabezada por un sargento de la policía haitiana (que ahora encabeza la poderosa banda “G9” y se hace llamar “Jimmy Barbecue”):

Violaron mujeres, quemaron casas y mataron a decenas de personas, incluidos niños, descuartizando sus cuerpos con machetes y lanzándolos a los cerdos.

Esa espantosa masacre, ocurrida hace tres años y que es considerada como el peor incidente de ese tipo perpetrado en Haití en décadas... fue organizada por altos funcionarios haitianos que les facilitaron armas y vehículos a los pandilleros para castigar a los habitantes de una zona pobre que protestaban contra la corrupción del gobierno, anunció el Departamento del Tesoro de Estados Unidos el año pasado.

Mientras todo esto ocurría, conocido en su totalidad por Estados Unidos, tanto la administración de Trump como la de Biden apoyaron firmemente al régimen de Moïse, aun cuando éste se negó a celebrar elecciones tras expirar su mandato legal e insistió en permanecer en el cargo.

Desde la perspectiva de Estados Unidos, Moïse mantenía el “orden” en Haití, y el hecho de que se hiciera a costa de un sufrimiento terrible, o de que él fuera notoriamente corrupto, sustrayendo enormes cantidades de dinero de la ayuda extranjera para sí mismo y para sus aliados, no era un problema.

Esto cuadra con el papel de Estados Unidos en Haití durante más de un siglo, desde que Estados Unidos invadió y ocupó a Haití durante 19 años, a partir de 1915. De 1957 a 1986, Estados Unidos respaldó a las odiadas dictaduras de François (Papa Doc) Duvalier, primero, y de Jean-Claude (Baby Doc) Duvalier, después, conocidas en todo el mundo por torturar y asesinar a cualquiera que expresara el más mínimo disentimiento. Cuando las masas derrocaron a Baby Doc en 1986, Estados Unidos presionó obstinadamente para estabilizar a un lacayo tras otro. Y cuando, a pesar de ello, el reformista Jean-Bertrand Aristide fue elegido presidente por una inmensa mayoría, Estados Unidos lo presionó y combatió a cada paso, y por fin orquestó un golpe de estado que lo derrocó.

Así pues, Moïse fue uno más de la serie de opresores odiados y corruptos respaldados por Estados Unidos. No obstante, su muerte ha empeorado aún más las condiciones en Haití. Debido a la crisis política en curso1 no se reconoció a ningún sucesor “legítimo” de Moïse. Tras dos semanas de confusionismo, Estados Unidos y otras grandes potencias orquestaron la investidura el 20 de julio de Ariel Henry (un estrecho aliado de Moïse) como “presidente interino”.

Pero el resultado ha sido un vacío de poder que las bandas han aprovechado: al parecer, ahora están mejor armadas, son más numerosas y están mejor organizadas que la policía haitiana, controlan más de la mitad de la capital y se compiten entre sí por el control del gobierno nacional.

Los secuestros para obtener un rescate, que antes perseguían principalmente a los miembros de la pequeña clase media de Haití, son ahora generalizados. Los vendedores ambulantes empobrecidos son secuestrados por los cincuenta dólares que sus familias quizá puedan juntar. Los niños son secuestrados en las aulas. Los sacerdotes, antes se prohibía secuestrarlos, son secuestrados en sus iglesias.

Cuando un gran terremoto sacudió el sur de Haití a mediados de agosto, los suministros de ayuda procedentes de la capital fueron detenidos en los puestos de control de las bandas. Y en las últimas semanas, la banda G9 ha clausurado el puerto, suspendiendo los envíos de suministros cruciales, incluida la gasolina. El propietario de varias gasolineras informa de que sólo recibe 9.000 galones de gasolina al mes, frente a los 35.000 galones que antes recibía cada semana.

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En 2010, Haití sufrió un terremoto de 7 grados que causó enormes daños.    Foto: revcom.us

Dado que la red eléctrica de Haití nunca se recuperó del masivo terremoto de 2010, gran parte del país, incluidos los hospitales, depende de generadores de gas. Con los suministros reducidos a un goteo, el país está al borde del colapso. Los hospitales sólo cuentan con suministros para unos pocos días para poder hacer funcionar la maquinaria que salva vidas, como el suministro de oxígeno; los médicos, las enfermeras y las familias de los pacientes se duermen en los hospitales porque no hay coches ni taxis que les permitan ir y venir. Los pocos camiones de combustible que salen de la capital son detenidos en los pueblos sobre el camino y se sustrae con sifón el combustible que se necesita desesperadamente.

Durante décadas el pueblo haitiano ha luchado por sobrevivir y sacar adelante a sus familias en circunstancias imposibles. Y han luchado con un valor y una determinación casi insondables por un cambio político que posibilitaría que su país y su población prosperaran. Pero desde el principio han enfrentados al poder de Estados Unidos, a veces abiertamente, a veces entre bastidores. Como dijo un activista: “Estados Unidos es la rodilla de Derek Chauvin en nuestro cuello”.

A pesar de esta amarga e ineludible realidad, algunas voces, incluido el consejo editorial del Washington Post, de hecho están llamando a emprender una “intervención internacional” [en otras palabras, una intervención militar encabezada por Estados Unidos] para “establecer un mínimo de orden y estabilidad”, supuestamente con fines “humanitarios”. Pero toda la historia enseña que Estados Unidos nunca es una “fuerza para el bien” —ni en Haití ni en ningún otro lugar— y que una intervención adicional sólo puede servir a los intereses de Estados Unidos, y no a los intereses del pueblo haitiano ni a los de la humanidad.

Nadie sabe cómo se resolverá esta crisis, y hay una gran y creciente ansiedad en la población de Haití y entre los que se preocupan por ésta en todo el mundo. Pero una cosa está vívidamente clara: no es posible resolver esta crisis en el marco de la dominación imperialista. Y por muy terrible que sea la crisis actual, el tumulto también puede proporcionar oportunidades para que se forje un camino revolucionario hacia adelante, en el caso de que incluso un pequeño número de personas haga suya la ciencia de la revolución, el nuevo comunismo desarrollado por Bob Avakian, con determinación y con la vista puesta firmemente en un futuro diferente y más brillante para el pueblo de Haití, y la humanidad en su conjunto.

 

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* persa (reproducido del sitio web cpimlm.org) 

 

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NOTAS:

1. Para leer más información sobre la crisis política inmediata, véase “Un asesinato presidencial, aún más horrores para las masas de personas” en revcoms.us. Para entender el papel de más de un siglo de Estados Unidos en dominar y oprimir a Haití, véase “Estados Unidos en Haití: Un siglo de dominación y miseria”., [volver]

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