Nota de la redacción: A principios del año en curso, posteamos un artículo de un revcom que explicaba que “Sin embargo, en todo Estados Unidos cientos de miles de niños [migrantes] desde los 12 años realizan ilegalmente trabajos peligrosos, muchos de ellos en turnos de 12 horas, seis días a la semana. Su explotación nos alimenta y nos viste. Esta crueldad es, y ha sido, una pieza importante en el sistema global del capitalismo-imperialismo”. Ese artículo, el que volvemos a postear aquí, se motivó por un artículo de la periodista de investigación Hannah Dreier en la New York Times Magazine que pone al descubierto la prevalencia de niños migrantes que trabajan en horrorosas condiciones en Estados Unidos. Hace poco, Dreier sacó un nuevo artículo (“The Kids on the Night Shift”, New York Times Magazine, 18 de septiembre de 2023) sobre niños migrantes que trabajan en plantas operadas por las gigantescas corporaciones procesadoras de pollo Perdue y Tyson en el condado de Accomack, Virginia.
Dreier se centra en uno de esos chicos, Marcos, que comenzó a trabajar en la planta de Perdue a los 13 años de edad. Como muchos otros en Guatemala, la familia de Marcos enfrenta una pobreza desesperada en un país agobiado por décadas de intervención y dominación de Estados Unidos, así como por el cambio climático impulsado por el capitalismo-imperialismo. Vieron que su única esperanza de supervivencia era que Marcos emprendiera la peligrosa travesía, a solas, a Estados Unidos para que pudiera encontrar trabajo y remitir dinero a casa. Si bien Estados Unidos ha militarizado cada vez más la frontera sur y ha intensificado la represión contra inmigrantes y refugiados, más de 300.000 “menores no acompañados” han entrado a Estados Unidos desde 2021, según Dreier. Estados Unidos expulsa a muchos de los adultos que atrapa cuando crucen la frontera sin documentos, pero a los menores que llegan a solas a la frontera por lo general se les permite entrar según una ley de 2008. Los promotores de esta ley dicen que tiene por objetivo “proteger” a los niños contra el maltrato de parte de los traficantes de personas y otros. Pero cualesquiera que sean las intenciones de los promotores de esta ley, la realidad es que la mayoría de esos chicos, como Marcos, terminaron en una explotación despiadada, y un número indeterminado de ellos han resultado gravemente heridos o incluso han perdido la vida en el trabajo.
Desde la medianoche hasta las 6 de la mañana, Marcos trabajó con el equipo del turno de noche, donde utilizaba productos químicos corrosivos y mangueras de alta presión para rociar agua caliente para limpiar la maquinaria de la planta. Luego corrió a casa, al parque de casas rodantes donde vivía con su tía y su familia (que habían llegado antes desde Guatemala y todos los que trabajaban en una de las empacadoras de pollo), y luego corrió a la escuela donde se esforzaba por aprender inglés. Pero en febrero de 2022, mientras trabajaba en el turno de noche, su brazo izquierdo se atoró en la maquinaria pesada, la que lo trituró hasta el hueso. Hoy, Marcos todavía no puede utilizar plenamente su brazo muy cicatrizado. Y está de vuelta en el trabajo, en condiciones aún peores que antes... en “un trabajo que incluso los migrantes más desesperados evitaban: revisar los almacenes industriales de pollos y sacar los pollos muertos”. No tiene otra opción... porque regresar a Guatemala no es una opción, y su familia ahora se encuentra en una situación aún más desesperada, muy endeudada con los contrabandistas que trajeron a Marcos a Estados Unidos. En realidad es verdad, como señala el autor del artículo que volvemos a postear a continuación, que las llamadas “soluciones” al problema del trabajo infantil migrante provenientes de personas como Biden y varios reformistas “no harán absolutamente nada para transformar las condiciones que obligan a millones de niños de todo el planeta a empezar a trabajar por su supervivencia (y la de sus familias) casi tan pronto como pueden andar”.
La historia de Marcos es una más por la que están pasando decenas de miles de niños migrantes en Estados Unidos. Un sistema —el sistema del capitalismo-imperialismo— en el que horrores como éstos se dan una y otra vez es intolerable... ¡tanto más porque NO tiene por qué ser así! La situación requiere con suma urgencia que millones de personas adopten la Declaración de los revcom: NECESITAMOS Y EXIGIMOS: UNA FORMA COMPLETAMENTE NUEVA DE VIVIR, UN SISTEMA FUNDAMENTALMENTE DIFERENTE.
Estimada Revolución:
¿Recuerdan ustedes cuando el rapero Lil Xan dijo que fue al hospital por comer demasiados Hot Cheetos [un tentempié muy picante] y salió en todos los noticieros? Bueno, Hot Cheetos está destruyendo en realidad la salud de los niños que trabajan ilegalmente en la fábrica de Cheetos en Michigan. Enormes cantidades de polvo picante les llenan los pulmones y les producen escozor. Mover pesadas tarimas (palés) toda la noche les hace doler la espalda. Sus manos quedan atrapadas en las cintas transportadoras.
La ley federal clasifica este trabajo como tan peligroso que no se debe permitir que un niño lo haga. Sin embargo, en todo Estados Unidos cientos de miles de niños desde los 12 años realizan ilegalmente trabajos peligrosos, muchos de ellos en turnos de 12 horas, seis días a la semana. Su explotación nos alimenta y nos viste. Esta crueldad es, y ha sido, una pieza importante en el sistema global del capitalismo-imperialismo.
Un reportaje de Hannah Dreier en el New York Times sobre el trabajo infantil migrante en Estados Unidos, “Alone and Exploited, Migrant Children Work Brutal Jobs Across the U.S.” [Solos y explotados, los niños migrantes realizan trabajos brutales en todo Estados Unidos], expone mordazmente que ya sea que usted haga sus compras en Walmart o en Whole Foods, es probable que consuma productos en parte producidos por mano de obra infantil ilegal en Estados Unidos. Estas son sólo dos de las tiendas y empresas que el informe de Dreier nombra directamente. También nombra a la mayor empresa procesadora de carne del mundo, JBS, y a la segunda mayor empresa de alimentos y bebidas del mundo, PepsiCo (la más grande es Nestlé, una empresa de mala fama por depender de mano de obra infantil esclava en Costa de Marfil, África Occidental para producir el cacao).
Una lista completa de las empresas, minoristas y marcas que nombra el autor del artículo del Times, aunque sin duda una lista incompleta de todas las que son cómplices, incluye: Ben & Jerry’s, Fruit of the Loom, General Mills, General Motors, Ford, Hyundai, Kia, barras de granola Chewy, Cheetos, J. Crew, General Mills (cuyas marcas incluyen Cheerios, Lucky Charms y Nature Valley), PepsiCo (propietaria de Frito-Lay y Quaker Oats), y una granja comercial de huevos no nombrada en Michigan, junto con productos en tiendas como Walmart, Target y Whole Foods, y alimentos producidos en un importante fabricante por contrato, Hearthside Food Solutions.
Conmocionado, pero no sorprendido
En respuesta a la revelación del Times, muchas personas se han sorprendido al saber que sus coches, alimentos y otras necesidades básicas se producen en parte gracias al trabajo infantil ilegal. Incluso las personas menos políticas que conozco hablan de esta pesadilla y de lo que tenemos que hacer al respecto.
Personalmente, no me sorprendió. Me conmocionó, me enfureció y me repugnó el horror de todo esto. Pero no me sorprendió.
Para que quede claro, no sabía que se había producido un aumento significativo del empleo ilegal de niños inmigrantes en Estados Unidos. Y no sabía que muchos de los niños inmigrantes que trabajan aquí no lo hacen sólo para remitir dinero a sus familias en su país de origen. (Estos niños proceden en su mayoría de Centroamérica y, según me enteré por el artículo del Times, de Guatemala en particular).
Por el contrario, muchos de ellos trabajan para pagar las deudas contraídas con sus contrabandistas, para pagar el alquiler de la casa de su patrocinador, para pagar la comida y la ropa que éste les compra, etcétera. Son deudas que los niños NO deberían tener que pagar en ningún caso. ¡Ningún niño debería pagar por estar vivo! Los niños deberían ser cuidados y apoyados incondicionalmente. En cambio, después de un día completo de escuela del 8º curso, estos niños van a una fábrica para hacer un turno de 14 horas en un trabajo con maquinaria tan peligrosa que a veces arranca las piernas a la gente, les arranca el cuero cabelludo, les quema químicamente y a veces incluso les mata.
Antes de esta revelación, también había leído relatos y revisado datos masivos que demostraban la magnitud del problema del trabajo infantil, como parte de un esfuerzo honesto por ver y comprender realmente el mundo en que vivimos y todo el horror que causa a tanta gente. Sabía muy bien que hay unos 500.000 niños migrantes que trabajan en la agricultura en Estados Unidos, cosechando una cuarta parte de los alimentos que consumimos. Sabía que hay al menos 160 millones de niños trabajadores en todo el mundo. Había leído relatos de los niños que trabajan in las minas extrayendo los cristales para nuestros teléfonos o el cobalto para las baterías Tesla o los que recogen los plátanos que desayunamos. Todos ellos trabajan hasta la extenuación en condiciones extremadamente peligrosas que a menudo los lesionan gravemente o los matan. ¿Cómo puede aceptar esto una persona decente?
“Soluciones” miopes
Lo que realmente me sorprendió fue la reacción del público al artículo del Times. Provocó tal indignación pública que llenó todos las entradas de noticias en mis redes sociales, junto con muchas “soluciones” propuestas. Incluso provocó una respuesta del propio Presidente Biden, que prometió tomar medidas enérgicas contra las violaciones del trabajo infantil.
Muchas de las personas que respondieron a este informe del New York Times propusieron soluciones que puedo entender completamente en un nivel emocional. Pero estas soluciones son miopes en el sentido de que demuestran una falta de comprensión del sistema que domina el mundo y define las condiciones de vida y las opciones de los miles de millones de personas que viven en este planeta. Algunos llaman a boicotear las marcas implicadas. Pero, si realmente se intentara boicotear todos los productos implicados en el trabajo infantil, se andaría sin ropa y sin nada que comer.
Otra “solución” propuesta por muchos que se enfrentan a problemas sistémicos profundamente arraigados, desde la explotación laboral a la opresión racial, es la siguiente: “¿Por qué todas las personas que odian toda esta injusticia no pueden simplemente separarse de la sociedad y formar una comunidad intencional en la que produzcamos nuestros propios bienes de forma ética, cuidemos unos de otros sin necesidad de la policía o el gobierno, etc.?”. Y otro argumento similar: “¿Por qué no utilizamos la ayuda mutua para apoyarnos unos a otros en lugar de depender del sistema en absoluto?”.
Aquí hay un gran problema con esa “solución” propuesta: no hará absolutamente nada para transformar las condiciones que obligan a millones de niños de todo el planeta a empezar a trabajar por su supervivencia (y la de sus familias) casi tan pronto como pueden andar. Pregúntese: ¿una pequeña comunidad de personas que se esfuerzan por liberarse de su propia dependencia de un sistema global de producción de mercancías, ¿qué logrará para poner fin a la salvaje explotación de los niños indonesios en las plantaciones que producen aceite de palma para productos de belleza comercializados en todo el mundo?
Otra “solución” es que el gobierno de Estados Unidos tome medidas enérgicas al respecto, es decir, que atienda de inmediato las denuncias de violación del trabajo infantil, que vigile más de cerca a los niños migrantes liberados por el Departamento de Salud y Servicios Humanos, y que investigue mejor a los patrocinadores. Sin duda, algunos de los feos tumores producidos por este canceroso sistema capitalista pueden tratarse. Pero es el propio sistema el que es canceroso. Tratar de reparar sus efectos sin llegar a la raíz del problema no impedirá que el sistema canceroso siga destruyendo las vidas de literalmente miles de millones de personas. Pregúntese: ¿qué lleva a una madre de Guatemala a enviar a sus hijos a un peligroso viaje de 1.200 millas con la esperanza de que lleguen hasta el final y puedan proporcionar un medio para la supervivencia de su familia? Este sistema canceroso existe y se nutre de la hiperexplotación de las personas, especialmente mujeres y niños, en todo el planeta. El papel de Biden como principal representante del país imperialista más poderoso del mundo es defender este mismo sistema.
¿Conscientemente ignorantes?
Hannah Dreier, la autora del artículo del Times, comparte muchos casos diferentes de profesores, trabajadores sociales e incluso gerentes de las instalaciones donde trabajan los niños que denuncian violaciones de la ley de trabajo infantil. ¿Qué les ocurrió? Fueron amenazados, dimitieron o denunciaron una y otra vez pero luego dejaron de hacerlo, ya que una y otra vez no se tomaron medidas.
Aunque muchas de las personas entrevistadas por Dreier demuestran una gran preocupación por la vida de los niños cuya explotación presencian, la autora concluye que “el crecimiento del trabajo infantil migrante en Estados Unidos en los últimos años es el resultado de una cadena de ignorancia deliberada [willful ignorance]”. De su informe se desprende que hay muchos implicados que son “conscientemente ignorantes” y, por tanto, cómplices del problema, pero ¿qué les compele a ignorar continuamente las violaciones?
Hay actos despreciables por parte de individuos como el secretario de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos, Xavier Becerra, ¡que comparó a los niños inmigrantes con piezas de una cadena de montaje, preguntándose por qué la burocracia que él dirige no podía funcionar como una de las fábricas de Henry Ford y soltar a los niños de los centros de detención del gobierno con la eficiencia de una máquina! Pero, en general, ¿qué es lo que obliga a individuos como él a dirigir el tipo de organizaciones gubernamentales y corporaciones que están despojando a la gente, en este caso específicamente a los niños, de su humanidad, y perpetuando en masa la explotación y la opresión? Para seguir funcionando, el sistema del capitalismo-imperialismo tiene ciertas necesidades. No es sólo que Becerra es un imbécil sin corazón (que lo es); ¡es que la explotación de los niños de todo el mundo está integrada en este sistema que él defiende y representa!
Llegar a la raíz
Para ir más allá de la idea de que vivimos en un mundo deteriorado por malos actores o deteriorado por alguna vena maligna natural de la propia humanidad o deteriorado por algunas deficiencias resolubles en nuestro propio gobierno “democrático” o deteriorado por las personas de color o género equivocados que sirven como nuestros representantes, tuve que empezar a entender las fuerzas profundas en juego que compelen a miles de millones de personas a perpetuar un sistema opresivo al mismo tiempo que critican personalmente las muchas injusticias que ocurren a su alrededor.
Para llegar a este entendimiento, empecé a conectar con una red de personas (comunistas revolucionarios), aprender de ellas y formar parte de esa red de personas que se esfuerzan por diagnosticar con precisión el núcleo del problema y desarrollar una solución real para emancipar a toda la humanidad. Y he llegado a la comprensión científica de que es un sistema —el sistema del capitalismo-imperialismo— el que engendra y se alimenta de tal horror.
La ley fundamental de este sistema es expandirse o morir. Los capitalistas deben competir entre sí, recortando costes para aumentar los beneficios y poder sobrevivir en el mercado mundial. Se ven empujados a explotar más implacablemente a cada paso, lo que da lugar a casos como el que nos ocupa: niños inmigrantes que trabajan ilegal y peligrosamente en nuestro país para alimentar las necesidades de las empresas dominantes.
¡No debe permitir que exista un sistema que haga esto a sus niños!
Las personas que se preguntan por qué los niños y sus familias lo arriesgarían todo, incluso su vida, para viajar a Estados Unidos deberían leer los artículos de la serie Crimen Yanqui sobre Guatemala, Honduras, El Salvador y México1. Estados Unidos ha saqueado y devastado esos países durante décadas y es responsable en última instancia de la muerte de cientos de miles de personas. Luego, muchos de los que consiguen llegar aquí siguen siendo perseguidos, explotados y vilipendiados.
¿Qué va a hacer USTED al respecto?
La próxima vez que abra una barra de granola Nature Valley, piense en Carolina Yoc, de 15 años. Trabaja en el turno de noche en una línea que ya ha arrancado el cuero cabelludo a un compañero y los dedos a otros. A la salida del colegio, trabaja un turno completo en esa línea. Dijo a un reportero: “A veces me canso y me encuentro mal. Pero me estoy acostumbrando”.
La próxima vez que come un helado, piense en los niños inmigrantes el estado de Vermont que manejan las ordeñadoras de empresas que suministran leche para Ben & Jerry’s, y piense en el eslogan de Ben & Jerry’s de “usar el helado para cambiar el mundo” al “promover los derechos humanos y la dignidad”. Si compra ropa de J. Crew por su etiqueta “Made in America”, piense en los niños inmigrantes de Los Ángeles que sujetaron la etiqueta en su nueva camisa.
Pregúntese: ¿quiere vivir en un mundo lleno de horrores como éstos? ¿O quiere hacer la revolución y construir un estado socialista que trabaje hacia el comunismo global? Una sociedad que produzca en función de las necesidades de la gente, no del beneficio privado, y en la que toda la humanidad florezca, y en la que cada ser humano sea apreciado.
Esto es absolutamente posible, pero no bajo este sistema. No sin una revolución.
—De un joven revcom
Bob Avakian: ¿Qué es el capitalismo?