14 de febrero de 2022. Por tercer fin de semana consecutivo, alrededor de 400 camiones, y (en su punto máximo) 8.000 personas, ocuparon o participaron en manifestaciones de apoyo en la capital canadiense de Ottawa. Y durante siete días, a unos 800 kilómetros de distancia, en Windsor, unas decenas de camiones bloquearon y cerraron el puente Ambassador entre Canadá y Estados Unidos (Detroit), el cruce terrestre más transitado entre ambos países. Todo esto supuestamente para protestar contra una nueva política que requiere que los camioneros que cruzan a Canadá desde Estados Unidos estén completamente vacunados contra la Covid-19 o que estén en cuarentena durante dos semanas.
Pero las restricciones covidistas son en gran medida la pretensión de esta protesta, aunque es probable que muchos participantes se sintieran atraídos por ella porque creen que tienen un derecho ordenado por dios de propagar una enfermedad potencialmente mortal, y que podemos “ir más allá” de la Covid ignorándolo.
En realidad, estas manifestaciones son una importante iniciativa para lanzar el movimiento fascista de Canadá al escenario nacional y convertirlo en un imán para una amplia gama de racistas, fascistas cristianos y grupos e individuos misóginos y anti-LGBTQ, de la misma manera que las protestas contra las máscaras faciales en las capitales de los estados de Estados Unidos en la primavera de 2020 contribuyeron a aglutinar y organizar el movimiento fascista en Estados Unidos.
La NPR —citando a expertos en seguridad canadienses— informó que “grupos con creencias conspirativas, antigubernamentales y opiniones intolerantes llevan años tratando de organizar un convoy, pero los mandatos de vacunas ayudaron a finalmente darle a su plan el impulso suficiente en Ottawa”. Y el New York Times informa que la principal demanda es en realidad un “cambio de régimen”: la disolución del Parlamento y la destitución del primer ministro Justin Trudeau. Al principio de las protestas, Trudeau y su familia fueron trasladados a un lugar seguro desconocido debido a preocupaciones por su seguridad. (Trudeau es un liberal moderado en la línea de Joe Biden, pero para los fascistas, como dijo Donald Trump, es un “lunático de extrema izquierda”).
Aunque en su mayor parte, la cobertura de los medios de comunicación estadounidenses ha tratado estas protestas como una fiesta callejera de buena voluntad por parte de “gente del común” que está frustrada por la Covid1 “como todos nosotros”, la realidad sobre el terreno es muy diferente. Un reportero de Global News (una importante organización de noticias canadiense) tuiteó que “Los manifestantes estaban jubilosos, pero también estaban enfadados y eran irrespetuosos. Un grupo considerable de ellos —si no la mayoría— cree que su frustración les da licencia para hostigar e intimidar a cualquiera que acate la salud pública que nosotros, como sociedad, nos hemos fijado”.
Y hay posibles indicios de que las fuerzas organizadas —entre ellas antiguos militares y policías canadienses, así como fuerzas fascistas de Estados Unidos— formen parte integral de estas manifestaciones. El New York Times informó que “tan sólo unos pocos de los autoproclamados líderes son realmente camioneros. Algunos son, de hecho, ex policías y ex combatientes veteranos del ejército que muchos creen que han utilizado su experiencia para ayudar a organizar la ocupación.... El proclamado jefe de la inteligencia protectora del grupo, Tom Quiggin, fue un oficial de inteligencia para las fuerzas armadas canadienses, la oficina del gabinete y la policía federal. Otro era un antiguo oficial de policía en Ottawa con el Equipo de Respuesta de Emergencia federal. ‘Saben exactamente cuáles son las tácticas que va a utilizar la policía’, dijo [el profesor Christian] Leuprecht, que estudia la seguridad nacional, el terrorismo y la delincuencia internacional”.
Además, se ha informado de que la financiación y otras ayudas provienen de Estados Unidos y de otros países. Según la Canadian Broadcasting Company, más de la mitad de los donativos a la cuenta de GoFundMe de los “camioneros” (antes de que fuera cerrada) provenían de fuera de Canadá, y el 62% de ese dinero del exterior provenía de Estados Unidos.
Probablemente sea aún más valioso el apoyo propagandístico de los medios de comunicación y “personalidades” fascistas. Los presentadores del “Noticiero” Fox como Tucker Carlson y Sean Hannity han dado una gran cobertura a los “Camioneros” y los han vitoreado, al igual que otras figuras fascistas estadounidenses como Lara Trump y Ben Shapiro. Joe Rogan, podcastero y compuerta de desinformación sobre vacunas, aclamó los “50.000 camiones... que estaban en camino a Ottawa para protestar contra los mandatos de vacunas”. (El número real fue de unos pocos cientos).
La mayoría de los medios de comunicación liberales le han restado importancia al carácter fascista de este movimiento, pero la realidad es que los manifestantes han llevado banderas de la Confederación esclavista, gorros de Trump y símbolos nazis; han hecho destrozos en casas que exhibían banderas del Orgullo LGBTQ; han acosado a los empleados de una heladería por tener puestas máscaras; han acosado a las mujeres de un refugio para personas sin hogar al extremo de que tenían miedo de salir a la calle; y, en general, han intimidado a las personas oprimidas en Ottawa.
El 1º de febrero, el gobierno creó una “línea telefónica de asistencia directa” para que la gente denunciara los delitos de odio relacionados con la manifestación. Para el 6 de febrero, ¡había recibido más de 200 llamadas!
Este apoyo activo de parte de ex-policías y militares mencionado anteriormente complementa lo que parece ser el increíble trato de guante de seda a los manifestantes por parte de la policía de servicio. El New York Times describió a los policías como “casi invisibles”. Incluso después de que Ottawa declarara el “estado de emergencia” el lunes 7 de febrero, se realizaron muy pocas detenciones y casi no daban infracciones. Esto les dio a los manifestantes tiempo para organizarse más y más, cohesionando sus fuerzas dispersas en un movimiento más unificado.
Sólo después de que el puente Ambassador estuviera cerrado por seis días —lo que paralizó a la industria automotriz y a otras empresas de ambos lados de la frontera, por un saldo de unos 300 millones de dólares al día—, es que las autoridades empezaron a actuar con cautela y timidez para despejar el bloqueo2. (El cierre el domingo 13 de febrero por la noche, está prácticamente despejado y se espera que vuelva a abrirse al tráfico en breve).
Pero incluso después de despejar el puente en Windsor, el New York Times informó que en Ottawa, el principal centro de las manifestaciones, “la policía ha hecho poco para intervenir”, mientras miles de manifestantes volvieron a tomarse las calles el domingo 13. Esto ha suscitado justas y muy necesarias contraprotestas por parte de miles de moradores, muchos de los cuales ven la “protesta de los camioneros” como “fascistas tipo alt-right [derecha alternativa] en la médula, con intenciones peligrosas”. En otras ciudades también se han dado contramanifestaciones, como en Manitoba, en el oeste más conservador de Canadá, utilizando los hashtags #GoHomeFluTruxKlan y #GoHomeDipshits.
En Ottawa, las cosas se pusieron tensas el domingo 13, ya que “cientos de residentes locales que formaron un bloqueo humano”, intentaron valientemente “impedir que más de 30 camiones accedieran al centro de la ciudad”.
Sea cual sea el desenlace de este episodio específico, podemos esperar que el movimiento fascista continúe trabajando agresivamente para aprovechar esta situación. Y sus avances hasta ahora también han “inspirado” a los fascistas de otros países para que utilicen la misma táctica — ahora se está organizando un “Convoy de Camioneros” similar para descender a Washington, D.C., en marzo.