3 de abril de 2023. Enrique Coy Pop ... Eyner Aníbal García Diéguez ... Higinio Alberto Ramírez Torres ... Jesús Adony Alvarado Madrid ... Marvin Armides García Pacheco ... Milton Alexis Melara Melgar ... Julián David Villamil Arévalo ...

Estos son los nombres de algunas de las 39 personas, migrantes de Guatemala, El Salvador, Venezuela, Colombia, Ecuador y Honduras, que murieron —que fueron asesinadas— en un incendio la noche del 27 de marzo. Al menos otras 29 están hospitalizadas y permanecen en estado “delicado-grave”.

Todos ellos se encontraban en el pabellón varonil de un centro de detención de migrantes en Ciudad Juárez, ciudad de 1,5 millones de habitantes situada justo al otro lado de la frontera entre Estados Unidos y México, frente a El Paso (Texas). Los migrantes se proponían cruzar el río Bravo hacia Texas, solicitar asilo y obtener empleo en Estados Unidos. Cada uno había sacrificado todo lo que tenía para emprender un peligroso viaje de unos 3.000 kilómetros, a menudo con su familia. El gobierno estadounidense los rechazó. Fueron obligados a esperar en Cd. Juárez.

Allí se unieron a legiones de personas que luchaban por ganar lo suficiente para alimentarse y alimentar a sus familias en la economía informal de Cd. Juárez, y sobrevivir en las calles de una de las ciudades más violentas del mundo. Muchos de los que murieron, quizá la mayoría, habían sido detenidos ese día por las autoridades mexicanas e ingresados en el centro de detención del Instituto Nacional de Migración (INM).

Las autoridades mexicanas, empezando por el presidente Andrés Manuel López Obrador (conocido como AMLO), le echaron la culpa a los migrantes muertos por los disturbios y de provocar el incendio que los matara. Dijo: “Tuvo que ver con una protesta que ellos iniciaron a partir, suponemos, de que se enteraron que iban a ser deportados y como protesta en la puerta del albergue pusieron colchonetas y les prendieron fuego y no imaginaron que causaría esta terrible desgracia. Es muy triste que esto pueda suceder”.

En las calles de Cd. Juárez, muchos migrantes reaccionaron encabronados ante la acusación de AMLO. El reportero Alfredo Corchado tuiteó el 28 de marzo que “a las afueras de la oficina de migración, los migrantes realizaron una protesta pacífica, en oposición a la versión oficial de que fueron los migrantes los que provocaron el incendio. Pidieron rendición de cuentas al gobierno, diciendo ¡somos seres humanos, no animales. Tratadnos con dignidad’”.

Las autoridades y los guardias del centro de detención dejaron morir a los migrantes. Un vídeo de vigilancia del centro muestra claramente a migrantes atrapados en celdas cerradas mientras se produce un incendio. Los guardias se alejan caminando despreocupadamente de la zona y no hacen ningún esfuerzo por liberar a los hombres a medida que el humo envolvía rápidamente el área de detención. Una mujer venezolana de 31 años, cuyo esposo se encontraba en el centro de detención, le declaró a un periodista: “A las 10 de la noche, empezamos a ver que salía mucho humo de todas partes, todos se fueron corriendo, pero dejaron a los hombres encerrados. Nunca abrieron la puerta”. El jueves 30 de marzo, un tribunal mexicano dictó orden de detención contra seis personas —tres funcionarios del INM, dos guardias de seguridad privada y un preso acusado de provocar el incendio— por “homicidio y lesiones”.

La cruel fachada de la administración Biden

A partir de los años del régimen fascista de Donald Trump, Estados Unidos comenzó a utilizar las “expulsiones del Título 42” para obligar a los migrantes a salir de Estados Unidos. (Véase en el recuadro más información sobre el Título 42.) El Título 42 permitió primero a Trump y luego a Biden expulsar a casi 2,7 millones de personas de Estados Unidos sin ninguna audiencia judicial. Pero el vencimiento del Título 42, y con él la justificación para impedir que los migrantes soliciten asilo, está programado para el 11 de mayo.

Durante una buena parte de 2022, el gobierno de Biden ha afirmado que sus esfuerzos por “conseguir el control” de la frontera han tenido éxito, a pesar del inminente fin del Título 42. En enero, Alejandro Mayorkas, el jefe del Departamento de Seguridad Nacional (DHS), dijo que las “... medidas ampliadas de Biden para ejercer la ley en la frontera están funcionando”. Por “funcionando”, Mayorkas quiere decir que millones de personas desesperadas que buscaban asilo han sido expulsadas de Estados Unidos, en su mayoría forzadas hacia México. Y, a diferencia del odio descarado hacia los inmigrantes y el desprecio por el concepto mismo de asilo que motiva a Trump y a los republi-fascistas, la administración Biden ha mantenido una cruel fachada de “compasión” y legalidad al hacerlo.

En primer lugar, el DHS de Biden aplicó una norma (inicialmente propuesta por Trump) que exige que las personas que transitaron por otros países antes de llegar a Estados Unidos soliciten asilo en al menos uno de esos países. Esto supone una flagrante violación de las leyes de Estados Unidos y del derecho internacional. Pero significa que si alguien de, por ejemplo, Guatemala, o Colombia, hubiera viajado a través de México en su camino a Estados Unidos (algo que casi seguro que lo haría), tiene que demostrar a las autoridades estadounidenses que había solicitado asilo en México, o si no, sería expulsado.

Piénselo. Cumplir este requisito es casi imposible para personas que recorren miles de kilómetros a pie, encima de trenes y hacinadas en remolques; personas victimadas por la policía, el ejército y las bandas criminales; personas que cargan con todo lo que poseen a la espalda, a menudo junto con sus hijos. La afirmación de Biden de un “proceso justo y legal” se basa en una realidad de injusticia despiadada.

El DHS también creó una app llamada “CBP ONE” para que la gente supuestamente pudiera llenar solicitudes en línea para citas en Estados Unidos mientras estaban en México, y esperar ahí hasta que recibieran aviso. Texas Monthly describió esta app como “crueldad disfrazada de incompetencia técnica”. En un ejemplo típico, sólo dos de más de 1.000 migrantes consiguieron cita en las dos primeras semanas en un centro de migrantes de Tijuana, México. Innumerables personas han sido obligadas a permanecer en México, sin techo y sin plata, mientras hacían repetidos e inútiles intentos de utilizar la CBP ONE. Las personas que entran en Estados Unidos sin utilizar primero la app son deportadas inmediatamente. Una venezolana, atrapada en una ciudad fronteriza mexicana desde hace meses con su familia, le declaró a un periodista: “La app nos ha fallado tantas veces, de tantas maneras diferentes... No hemos visto a una sola persona en Matamoros obtener una cita desde hace más de cinco días”.

En Cd. Juárez y otras ciudades han brotado varios estallidos de protesta. El 12 de marzo, una multitud de cientos de personas marchó hacia uno de los principales puentes que conectan Cd. Juárez y El Paso. Ahí, los cerdos policías estadounidenses los recibieron con barricadas, alambre de cuchillas y porras.

La represión se amplía e intensifica

A fines de diciembre, Biden llegó a un acuerdo con México para volver a poner en marcha un programa de Trump llamado “Permanecer en México” (que Biden denunció como “inhumano” cuando se postuló para la presidencia). Obliga a las personas que buscan asilo en Estados Unidos a volver a México, mientras se espera que supuestamente se revise su solicitud. Estados Unidos y México dijeron que estaban atendiendo “inquietudes humanitarias” cuando reanudaron “Permanecer en México”. México dijo que iba a participar con la condición de recibir “recursos adicionales de Estados Unidos, asignados para albergues y solicitantes de asilo de manera sustantiva”.

Eso no ha ocurrido. La maraña de batallas políticas y legales en torno a este programa se prolongó durante meses. Pero resultó en que decenas de miles de personas fueran arrojadas a pueblos y ciudades fronterizos mexicanos, donde las escasas instalaciones para migrantes han sido desbordadas por el enorme número de personas desesperadas.

Un reportaje de la NPR sobre Juárez describe la situación a lo largo de la frontera desde el golfo de México hasta el océano Pacífico: las políticas estadounidenses “han transformado casi todos los aspectos de la vida cotidiana en la ciudad, especialmente en el centro. Cruces de las calles, parques y plazas pululan de personas desesperadas que piden comida y dinero mientras se afanan para conseguir citas de asilo en la nueva app para teléfonos inteligentes del gobierno (estadounidense), que ha estado plagada de fallas desde que se puso en marcha”. Howard Campbell, un antropólogo cultural de la Universidad de Texas en El Paso, afirmó: “Lo que llama la atención es la extrema vulnerabilidad de los migrantes — no sólo ante los coyotes que quieren explotarlos, sino también ante las fuerzas de seguridad mexicanas”.

La aplicación de la ley estadounidense en su frontera sur también está causando cada vez más atrocidades lejos de la frontera física. El 6 de marzo, más de 340 personas, entre ellas 103 menores no acompañados, fueron encontradas hacinadas en el remolque de un camión abandonado en el estado mexicano de Veracruz, a cientos de kilómetros de la frontera. La semana pasada, dos personas murieron asfixiadas en un vagón de tren, y al menos 10 fueron hospitalizadas, cuando fueron encontradas en la pequeña localidad de Knippa, Texas, entre la frontera y San Antonio.

Una nefanda disputa encubre la esencial unidad sobre la inmigración entre los demócratas y los republi-fascistas

El intenso conflicto entre los demócratas y los republi-fascistas sobre la manera de lidiar con el “problema fronterizo” de Estados Unidos estalló en un intercambio abiertamente nefando¹ entre Mayorkas y Ted Cruz, un senador fascista por Texas, durante una audiencia del comité sobre la frontera. Cruz ahogó a gritos constantemente a Mayorkas y no le permitió hablar. Cruz dijo: “Los hombres y mujeres de la Patrulla Fronteriza... lo desprecian, Sr. Secretario, porque está dispuesto a dejar que violen a niños a fin de seguir órdenes políticas”. Mayorkas respondió llamando a Cruz y sus comentarios “repugnantes”.

Pero los republi-fascistas no sólo están lanzando insultos. Están preparando un vigilantismo justiciero fascista y racista en Texas. Un proyecto de ley para crear una unidad especial de cerdos policías del estado para “repeler” y detener a los inmigrantes está camino para la firma de Greg Abbott, el gobernador de Texas que odia a los inmigrantes. También dispone que “ciudadanos observantes de la ley sin condena por delito grave” —es decir, vigilantes-justicieros— formen parte de esta unidad. Otro proyecto de ley en camino convertiría en delito estatal entrar ilegalmente en Texas, y castigaría con cadena perpetua a alguien con una condena previa por delito grave que haya entrado ilegalmente en el estado. Todo esto es un anticipo de lo que estos fascistas pretenden implementar en todo el país si llegan al poder, además de la enorme represión y militarización que el gobierno de Biden ya está implementando.

Es importante comprender que, si bien son reales estas diferencias en el carácter descarado de la brutalidad a la hora de aplicar las medidas antiinmigración, existe una unidad esencial entre los planteamientos de Biden y los fascistas: “Mantener a estas personas, cuyos países hemos destruido, fuera de Estados Unidos; y perseguirlas y victimarlas si logran entrar o hasta se acercan”.

No tenemos un problema con la migración, tenemos un problema con el imperialismo

Cuando el mundo conoció la noticia del incendio en Ciudad Juárez, Ken Salazar, embajador de Estados Unidos en México, dijo que era “un recordatorio para los gobiernos de la región acerca de la importancia de arreglar un sistema migratorio roto y de los riesgos de la migración irregular”. Mentira. La sangre de los muertos en Juárez, y la sangre de otros miles de muertos que intentaron alcanzar y cruzar la frontera, está en las manos del imperialismo estadounidense y sus defensores.

A medida que se acerca el fin del Título 42, quizá se inicien movimientos cada vez más masivos de migrantes hacia la frontera. Republi-fascistas como Cruz, Abbott y Trump casi seguramente aprovecharán esta situación para tratar de crear una gran crisis política para la administración de Biden, azuzar aún más el vil sentimiento anti-inmigrante que tiene a decenas de millones de personas en Estados Unidos en sus garras e intensificar su agenda fascista en general. El gobierno federal, bajo la dirección de Biden (junto con el gobierno del estado de Texas, y posiblemente los vigilantes justicieros fascistas a lo largo de la frontera), aplicará una política de expulsiones, deportaciones y detenciones en masa. Los trastornos a lo largo de la frontera, y al interior de los países al sur de la frontera pueden comenzar a propagarse y reverberar. Tanto los fascistas como los demócratas azuzarán el chovinismo pro estadounidense, si bien de diferentes “sabores”. Todo esto es una expresión del hecho de que la frontera entre México y Estados Unidos es un punto focal y una falla sísmica social de una crisis cada vez más profunda del sistema imperialista, no una crisis de migración. 

Como escribió Bob Avakian en Algo terrible, O algo verdaderamente emancipador: Crisis profunda, divisiones crecientes, la inminente posibilidad de una guerra civil — y la revolución que se necesita con urgencia, Una base necesaria, una hoja de ruta básica para esta revolución, tal situación

puede hacer que haya más receptividad en la población a cuestionar —en un sentido real puede obligar a la gente a cuestionar— la manera en que han sido las cosas, y si tienen que seguir siendo así. Y es mucho más probable que esto ocurra si las fuerzas revolucionarias están en la sociedad entre las personas arrojando una luz sobre la realidad más profunda de lo que está ocurriendo, y por qué, y explicando que SÍ QUE EXISTE una alternativa a vivir así.

A medida que se desarrolle la crisis a lo largo de la frontera, se manifestará cada vez más la responsabilidad de “arrojar una luz” sobre esta crisis y la verdadera salida.