El 22 de julio, la Universidad de Columbia suspendió, expulsó o revocó los títulos de más de 70 estudiantes. ¿Su “delito”? Participar en una protesta justa en mayo contra el genocidio israelí-estadounidense en Gaza. La mayoría recibió una suspensión de dos años.
El 23 de julio, la universidad anunció un “finiquito” con la administración Trump. Pagará 200 millones de dólares, adoptará políticas de admisión y contratación, y proporcionará al gobierno información sobre estudiantes internacionales que satisfagan los dictados fascistas del régimen de Trump. A cambio, la administración Trump restituirá a Columbia 400 millones de dólares en fondos de investigación, que el régimen canceló en marzo en un flagrante —y lamentablemente exitoso— intento de chantaje.
Este “acto de rendición” —castigar duramente a los estudiantes que protestan y ceder a las demandas de Trump— es indignante, inaceptable e inconcebible. Columbia solía ser conocida como la “universidad élite Ivy League activista” y empleaba a profesores que iban en contra de algunas ortodoxias clave de este sistema, entre ellos, aquellos que ponían al descubierto la fundamentación colonial e imperialista de la propia concepción del estado sionista de Israel. Ahora, como institución, Columbia sin duda representará algo muy distinto: arrastrarse, censurar, castigar e ilegalizar el pensamiento crítico, y COLABORAR con fascistas y genocidas. Y sentará una “norma” negativa y precedente para cualquier otra universidad que estos nazis MAGA pongan en la mira.
Hay que denunciar rotundamente este acto de Colombia.
Antecedentes: Valor y represión
Vídeo en inglés: Unos manifestantes toman por asalto la biblioteca Butler de la Universidad de Columbia, con la detención bajo custodia de docenas de personas.
El 7 de mayo, unos 100 estudiantes de Columbia ocuparon la biblioteca Butler del campus. Columbia ha estado en el epicentro de las protestas a nivel nacional desde que Israel lanzó su guerra contra Gaza en octubre de 2023. Por todo Estados Unidos, estudiantes y docentes que protestan han condenado los crímenes de guerra israelíes, avalados y respaldados por el imperialismo estadounidense. Han exigido que las universidades “desinviertan” (pongan fin a sus inversiones) de empresas vinculadas a las fuerzas armadas israelíes o que tengan vínculos financieros con Israel. Y muchos expresaron su solidaridad con los palestinos.
Estas protestas han sido increíblemente valientes: ocupaciones de edificios, campamentos, paros en ceremonias de graduación, etc. Se han topado con represión, a menudo violenta, y amenazas por parte de la seguridad del campus, la policía municipal, grupos parapoliciales sionistas y potenciales empleadores en el futuro. Y, de manera crítica, estas protestas han abierto un debate muy necesario sobre la naturaleza tipo apartheid de Israel, el despojo histórico al pueblo palestino de su propia patria y el papel que Israel desempeña en el imperio estadounidense. El nivel de cuestionamiento ha sido prácticamente existencial entre los judíos, entre los estudiantes, y entre los escritores y artistas.
Tanto la administración Biden-Harris como la de Trump han actuado para aplastar estas protestas. Pero los fascistas de Trump han alcanzado un nivel totalmente nuevo de control y represión.
Conformarse para apaciguar al fascismo y rehacer la universidad
La suspensión y expulsión de casi 80 estudiantes por parte de Columbia tuvo un doble propósito: castigar las protestas e intimidar a los estudiantes para que no participen en protestas en el futuro, como parte de imponer nuevos controles sobre la libertad de expresión y el disentimiento; y enviar un mensaje a la administración Trump de que Columbia estaba dispuesta a sacrificar sus principios.
Algunas de las disposiciones clave del “acuerdo” incluyen:
- pago de 200 millones de dólares al gobierno federal para resolver denuncias falsas de discriminación en contra de estudiantes y profesores judíos (más información a continuación);
- institucionalizar la prohibición de las mascarillas (que los estudiantes han usado para protegerse contra la persecución por parte de las autoridades del campus, del gobierno y de la policía, así como de los golpeadores sionistas);
- establecer procedimientos nuevos y más severos para disciplinar a los estudiantes que protestan;
- las llamadas “reformas curriculares” y “revisiones de contratación de docentes” en campos relacionados con el Medio Oriente, cuyo propósito es despojar a estas facultades de la autoridad y la independencia que permiten el estudio y la enseñanza veraces de la verdadera historia de la opresión y la resistencia en el Medio Oriente;
- reducir la matrícula de estudiantes internacionales en Columbia (los que representan el 40 por ciento de la matrícula en Columbia).
El 8 de mayo de 2025, profesores de Columbia, en una vigilia silenciosa en el campus, alzan pancartas con las imágenes de Mahmud Jalil, Rümeysa Öztürk y Badar Khan Suri, estudiantes arrestados y detenidos por agentes federales por alzar la voz por el pueblo palestino. Foto: @MeghnadBose93
De forma funesta, este “acuerdo” requiere que la universidad proporcione al Departamento de Seguridad Nacional nuevos datos sobre las actividades de los estudiantes internacionales. Recuerden, esta es la misma universidad en la que agentes del ICE secuestraron a Mahmud Jalil, residente permanente con tarjeta verdad de rigor y prominente vocero del movimiento de solidaridad con Palestina en el campus — y lo mantuvieron detenido durante meses, sin que la universidad presentara ninguna protesta formal ante este atropello.
Refutación de las grandes mentiras
Gran mentira #1: El régimen fascista de Trump ha utilizado la acusación de antisemitismo para justificar y aplastar el disentimiento y la libertad académica, con la alegación de que los estudiantes judíos son víctimas de hostigamiento y de hacer que se sientan incómodos, y Columbia se ha acobardado ante esta mierda y le ha dado legitimidad.
Apenas unos días antes de alcanzar este “acuerdo” con Trump, Columbia adoptó oficialmente una definición de antisemitismo impulsada por los fascistas de Trump. Esta nueva definición incluye como ejemplos de conducta antisemita comparar las políticas de Israel con el nazismo, o describir la existencia de Israel como “un proyecto racista”. Esta nueva definición ahora está incorporado en el proceso disciplinario.
Para empezar, la acusación de antisemitismo es pura hipocresía en boca de un régimen y un movimiento repleto de personas que hacen el saludo nazi y odian profundamente a los judíos. Y no se trata solo de unos pocos subordinados. En agosto de 2017, fue el propio Trump quien declaró que había mucha “gente buena” entre esos racistas y antisemitas rabiosos que se congregaron en Charlottesville, Virginia, para corear “Los judíos no nos reemplazarán”.
En el mundo real, las protestas y campamentos pro Palestina que denuncian el genocidio en Gaza han acogido con agrado a los estudiantes judíos, con la participación de muchos jóvenes y profesores judíos. ¿Se ha hecho sentir “incómodos” a los estudiantes pro-Israel? Bueno, a menudo ocurre que cuando se cuestionan las creencias más sentidas de un individuo, éste se siente incómodo. Surgen grandes preguntas, intensos debates que sacuden a la gente hasta sus suposiciones más profundas y, sí, protestas que perturban la vida académica “normal”. Pero aunque se supone que debemos tener simpatías con los individuos que se sienten incómodos, Israel, con el apoyo total de Estados Unidos, ha destruido todas las universidades en Gaza, ha asesinado a cientos de académicos y ha incinerado libros y archivos.
Además, los manifestantes en su inmensa mayoría han distinguido entre denunciar a Israel como un estado violento basado en el apartheid —que despoja a los palestinos de sus tierras y derechos, y los somete a una ocupación y control indescriptiblemente cruel—, y odiar al pueblo judío.
Como Bob Avakian (BA) recalca firmemente en los mensajes acompañantes que reposteamos esta semana, que abordan más a fondo todo este tema, el antisionismo (oponerse a la ideología y la práctica de un estado supremacista judío) NO es lo mismo que antisemitismo (odio hacia los judíos). Como dice BA:
De manera abrumadora, con respecto a aquellos que están protestando contra el genocidio perpetrado por Israel, esto se basa en las acciones de Israel, no en el odio hacia los judíos. Y es totalmente posible, y definitivamente correcto, oponerse al estado de Israel en general — no sobre la base de odiar a los judíos, sino sobre la base de la verdadera naturaleza sionista-supremacista judía de Israel y la manera en que esto ha abarcado toda una historia de atrocidades contra el pueblo palestino. De hecho, el sionismo y el estado sionista de Israel representan terribles perversiones de las mejores tradiciones del pueblo judío, lo que incluye la orientación “¡Nunca Jamás!” (el grito del pueblo judío en respuesta a la masacre genocida de los judíos por parte de la Alemania nazi hitleriana durante la Segunda Guerra Mundial) que significa que esto nunca jamás debe pasarle a ningún pueblo.
Y en estas circunstancias, vale la pena reimprimir y popularizar esa última frase:
De hecho, el sionismo y el estado sionista de Israel representan terribles perversiones de las mejores tradiciones del pueblo judío, lo que incluye la orientación “¡Nunca Jamás!” (el grito del pueblo judío en respuesta a la masacre genocida de los judíos por parte de la Alemania nazi hitleriana durante la Segunda Guerra Mundial) que significa que esto nunca jamás debe pasarle a ningún pueblo.
Y lo siguiente de Marianne Hirsch, una prominente investigadora sobre el genocidio en Columbia e hija de dos sobrevivientes del Holocausto, también es extremadamente relevante: “Una universidad que trata las críticas a Israel como antisemitas y amenaza con sanciones a los individuos que desobedecen ya no es un lugar de investigación abierta”.
Gran mentira #2: La administración de la universidad dice que este acuerdo no implica comprometer sus principios básicos.
La presidenta de la Universidad de Columbia, Claire Shipman, ha declarado que “el acuerdo se elaboró cuidadosamente para proteger los valores que nos definen”. Sí, los mismos “valores” de la cía. Paramount-CBS al claudicar ante Trump y al despedir a Stephen Colbert. Sí, los mismos “valores” del prestigioso bufete de abogados Paul Weiss al abandonar sus políticas de “DEI” y trabajar gratuitamente para el régimen de Trump, con el fin de mantener su buena relación. Estos son los “valores” de una colaboración rastrera cuando el valor y los principios no podrían ser más urgentemente necesarios.
La esencia del asunto —y la razón por la que Trump celebra el acuerdo— es que la administración de la Universidad de Columbia ha aceptado de buena gana imponer una “nueva normalidad”. Se trata de una “nueva normalidad” en la que las universidades ya no serán espacios donde el pensamiento crítico y las nuevas ideas —incluidas las “verdades incómodas” sobre la historia y el papel de Estados Unidos en el mundo— puedan incubarse y difundirse... y donde el disentimiento tenga cierta iniciativa.
Una “nueva normalidad” en la que: a) la protesta está drásticamente limitada y criminalizada; b) hay un “control del pensamiento” generalizado sobre el profesorado y el currículo; y c) el campus está semimilitarizado, con agentes de represión, como del ICE, infiltrados en el campus con licencia para vigilar, intimidar, arrestar y deportar.
El régimen de Trump promueve el “acuerdo” con Columbia como modelo para alcanzar acuerdos con otras universidades, especialmente las influyentes universidades de la Ivy League. Una vez más, la guerra contra las protestas en el campus y la libertad académica es un frente importante del programa fascista para consolidar velozmente su dominio y controlar a martillazos a la sociedad.
El desafío que todos tenemos ante nosotros
Las suspensiones y expulsiones de estudiantes de Columbia, y el acuerdo alcanzado entre Columbia y el régimen de Trump, ocurrieron mientras el genocidio en Gaza alcanzaba nuevos niveles de horror. La gente caía de hambre en las calles, se moría de una inanición deliberadamente orquestada por Israel (con el apoyo activo de Estados Unidos). La analogía entre los crímenes contra la humanidad nazis y los de los sionistas suena más cierta y más urgente que nunca. No obstante, ¡ahora está prohibido (castigable) expresarse y protestar en Columbia! Quizás un cartel permitido en Columbia sería uno que dijera: “¡El horror en Gaza es similar a lo perpetrado por un régimen cuyo nombre no podemos mencionar!”. ¿¡¿O eso también violaría la libertad académica en el nuevo orden?!?
No se puede permitir que continúen los ataques a la libertad académica y a las protestas pro-Palestina. Hay que combatirlos y oponerles resistencia en todo momento. Y esta lucha debe y puede contribuir a desarrollar rápidamente un nivel de resistencia e incumplimiento al régimen de Trump que pueda conducir a una crisis política masiva, y hacer que sea imposible que Trump lleve a cabo su cruel agenda, e incluso aferrarse al poder.
Como señala un artículo reciente en revcom:
Con la veloz aceleración del fascismo, el ataque a la libertad académica Y el ataque al movimiento antigenocidio y pro-Palestina están estrechamente entrelazados. Las protestas de los últimos casi dos años son precisamente el tipo de cosas que el régimen de Trump quiere erradicar, como parte de su ataque general. Hace falta luchar contra todo esto, y tiene que incluir la movilización de personas desde diferentes perspectivas y puntos de vista detrás de una demanda unificadora: ¡Que se largue el régimen fascista de Trump — YA!
¡Alto a la matanza genocida israelí-estadounidense del pueblo palestino!
¡En nombre de la humanidad, nos negamos a aceptar un Estados Unidos fascista!
Oponerse al estado sionista de Israel no es antisemitismo. Y oponerse a la injusticia significa oponerse a Israel.
Lista de dos e-mensajes de Bob Avakian
Lea en español y escuche en inglés