Las protestas contra la guerra de Israel en Gaza siguen en ascenso en todo el mundo. Las discusiones y los debates están ardiendo en las universidades y en otros lugares, y muchos de ellos sacan a la luz la verdad largamente enterrada sobre las raíces de Israel en la limpieza étnica y su servilismo al imperialismo, la naturaleza tipo apartheid de su gobierno sobre los palestinos y el carácter genocida de su actual asedio y guerra contra Gaza. Todo esto es muy bueno, debería haberse hecho hace mucho tiempo y es muy necesario.
Esta situación está sacando de onda a los gobernantes de Israel, a sus patrocinadores (especialmente al imperialismo estadounidense) y a sus partidarios, incluidos millones de personas que son honestas pero profundamente engañadas acerca de todo esto. Por eso, fuerzas poderosas se están movilizando para restringir fuertemente el debate público para que se excluya cualquier desafío fundamental a la naturaleza básicamente opresora de Israel, y para que se excluya la necesidad de forjar una sociedad y un estado completamente diferentes donde personas de todas las nacionalidades y religiones sean tratadas por igual. No, eso no sólo se declara “fuera de lugar”, sino que se tacha falsamente de antisemitismo, equiparando cualquier crítica fundamental al estado sionista (supremacista judío) de Israel con un odio venenoso y peligroso hacia los judíos como pueblo (antisemitismo), a lo cual rechaza (y debería rechazar) rotundamente toda la gente decente.
Este intento de combinar el antisionismo con el antisemitismo en una y la misma cosa ha estado en marcha durante muchas décadas, y especialmente desde que se inició la guerra de Israel contra Gaza el 8 de octubre (vea aquí, aquí y aquí más información al respecto), pero ahora está alcanzando nuevas alturas.
Una semana después del inicio de la guerra de Israel contra Gaza, el Wall Street Journal publicó un artículo de opinión de Steven Solomon, profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de California-Berkeley, en que insta explícitamente a las grandes firmas de abogados (e implícitamente, a miles de otros lectores del Wall Street Journal con poder sobre las prácticas de contratación corporativa): “Don’t Hire My Anti-Semitic Law Students” [No contraten a mis estudiantes de derecho antisemitas], y agregó que “es su deber” no contratar a estudiantes que se opongan al estado de Israel.
Conmocionados por este intento abiertamente represivo de hacer que alzar la voz contra Israel sea suicidio profesional, 200 egresados de la Facultad de Derecho de esta universidad escribieron una carta abierta al decano de la escuela, Erwin Chemerinsky, en que lo llaman a que “abordara públicamente el daño” causado por el artículo de Solomon. En respuesta, Chemerinsky —un destacado defensor de la libertad de expresión— murmuró algunas trivialidades sobre la protección de opiniones que son “profundamente ofensivas”; en otras palabras, estuvo de acuerdo con Solomon en que la condena estudiantil a Israel está mal, pero señaló el derecho legal a decirlo.
Luego, el 29 de octubre, el decano Chemerinsky intervino más a fondo, con su propio ataque a los estudiantes partidarios de Palestina. Chemerinsky, que es judío y un demócrata liberal, publicó un artículo de opinión en Los Angeles Times titulado “Nothing has prepared me for the antisemitism I see on college campuses now” [Nada me ha preparado para el antisemitismo que veo ahora en los campus universitarios] — una versión algo más “educada” del intento golpeador de Salomón de intimidar a los estudiantes.
El artículo de opinión de Chemerinsky da una imagen de universidades como lugares donde el “antisemitismo flagrante” es “desenfrenado” y “se ha vuelto frecuente”. Declaró que ya es hora de que los “directivos de los campus” (es decir, las personas con poder sustancial sobre la vida y el futuro de los estudiantes) “dejen de guardar silencio” y “condenen” este supuesto antisemitismo como “algo que no es aceptable en nuestros campus”.
El antisemitismo es un flagelo, pero Chemerinsky está reduciendo al mismo nivel el “antisemitismo”, y la oposición al estado de Israel
Antes de examinar la caracterización tergiversada que hace Chemerinsky de lo que pasa en las universidades, digamos desde el principio que el verdadero antisemitismo (el odio por los judíos como judíos, ya sea por razones religiosas, “raciales” o culturales) ha sido y sigue siendo un gran flagelo para la humanidad. De los fascistas cristianos y los neonazis en Estados Unidos1 a los fundamentalistas islámicos de Hamas2, hay poderosas fuerzas reaccionarias que en el pasado han cometido y planean en el futuro llevar a cabo atrocidades asesinas contra el pueblo judío.
Y también es cierto que algunas personas en el movimiento de apoyo a Palestina han expresado semejantes sentimientos e ideas antisemitas, personas que actúan como si Israel fuera la creación de judíos “capitalistas codiciosos” en lugar de la realidad de que este sistema del imperialismo fomenta este fenómeno. Aunque ésta no es una corriente importante en este momento, es algo a lo que de veras hay que tomar en serio, hay que refutarlo cada vez que se presente y hay que derrotarlo3. En un país tan profundamente en crisis y tan empapado de todo tipo de ignorancia religiosa y odio racial, como Estados Unidos, no debemos subestimar el potencial de que rápidamente se convierta en una plaga violenta.
Pero también debemos tener muy claro que lo que Chemerinsky, Solomon y muchas otras fuerzas poderosas (incluido el gobierno de Estados Unidos4) están tratando de hacer es definir el antisionismo —una oposición a la existencia de un estado en el que el pueblo judío y la religión judía reciban un trato privilegiado por encima de los demás— como el “antisemitismo”. Después de caracterizar a las universidades como inundadas de antisemitismo, Chemerinsky explica cómo intenta definirlo:
Las voces más fuertes [en las protestas palestinas] no proponen un cambio en las políticas israelíes, pero sí llaman a poner fin a Israel. Los estudiantes corean regularmente: “desde el río hasta el mar, Palestina será libre”... Un mantra muy repetido entre algunos es que Israel es un país colonialista de colonos y debería ser obligado a devolver la tierra a los palestinos. No tengo idea de cómo se determinaría correctamente quién tiene derecho a cuál tierra, pero sí sé que llamar a la eliminación total de Israel es antisemita.
Cuatro preguntas para Dean Chemerinsky
La primera pregunta que hay que contestar cada vez que haya opiniones controvertidas sobre la mesa es la siguiente: ¿Cuáles son los hechos, qué es cierto? (Claro que el decano de una facultad de derecho debería saber que por ahí se inicie la cosa). Así que aquí van algunas preguntas para el decano Chemerinsky:
¿Es Israel, de hecho, un “estado colonial de colonos”? ¿La mayoría de los habitantes palestinos de la zona “desde el río [Jordán] hasta el mar [Mediterráneo]” de hecho fueron expulsados de su tierra con terror, violencia y masacre, y se les ha negado al día de hoy el derecho de retornar, mientras que los inmigrantes judíos (y únicamente judíos) de Europa y otros lugares se apoderaron de la tierra?
Lea en “El caso de Israel: Bastión de ilustración O matón para el imperialismo” la verdadera historia con buena fundamentación y notas a pie de página, acerca del establecimiento de Israel.
¿Los colonos judíos reaccionarios, con la complicidad de las fuerzas armadas israelíes, de hecho están inmersos en el proceso de apoderarse de aún más tierras en la Cisjordania ocupada, con el asesinato de decenas de palestinos en el proceso?
Lea en “How a Campaign of Extremist Violence Is Pushing the West Bank to the Brink“ [Cómo una campaña de violencia extremista está empujando a Cisjordania al borde del abismo], New York Times, 2 de noviembre de 2023, una pequeña y amarga muestra de la verdad.
¿Es Israel de hecho un estado tipo apartheid en el que incluso la pequeña minoría de palestinos que son ciudadanos tienen derechos limitados y la gran mayoría de los palestinos (cinco millones) casi no tienen ningún derecho?
Amnistía Internacional, Human Rights Watch y el grupo israelí de derechos humanos B’Tselem han declarado que Israel es un estado tipo “apartheid”. B’Tselem dice sin rodeos que es “un régimen de supremacía judía”. En esta sociedad, los cinco millones de palestinos que viven en territorios ocupados no tienen libertad de viajar de una parte del país a otra, o al interior de su sector ocupado, y mucho menos otro país — ni siquiera pueden utilizar el aeropuerto Ben Gurion de Israel; tienen que cruzar la frontera hacia Jordania para tomar un vuelo internacional. No tienen derecho de votar en las elecciones nacionales, de protestar ni hablar libremente. Decenas de miles, especialmente jóvenes, están encarcelados durante años por violar estas escandalosas condiciones.
Hasta el presidente israelí Benjamín Netanyahu declaró abiertamente que “Israel no es un estado de todos sus ciudadanos… [sino] el estado-nación del pueblo judío y únicamente de él”.
¿Israel, de hecho, están llevando a cabo una guerra genocida contra los 2,3 millones de palestinos en Gaza, intentando privarlos de alimentos, agua, combustible y electricidad, tal como lo hicieron los nazis con los judíos rebeldes en el ghetto de Varsovia durante la Segunda Guerra Mundial?
El 10 de octubre, el ministro de Defensa de Israel declaró: “He ordenado un asedio total de la Franja de Gaza. No habrá electricidad, ni comida, ni combustible, todo está clausurado. Estamos luchando contra animales humanos y actuamos en consecuencia”. Israel controla una de las dos entradas a Gaza (que está rodeada por una enorme cerca israelí). La otra entrada es desde Egipto; Israel ha ejercido presión, incluidos bombardeos, para garantizar que el asedio también se aplique ahí. Consulte Just Security respecto al hambre como un crimen de guerra.
La realidad es que no se puede demostrar que algo de lo anterior sea incorrecto en los hechos. Y por eso la única conclusión lógica, racional y humana es que el estado sionista israelí es, por su naturaleza y toda su historia, incapaz de crear una sociedad en la que puedan vivir y trabajar juntas, en pie de igualdad, personas de todas las religiones y nacionalidades que históricamente han habitado la tierra de Palestina, y por qué en realidad es necesario deshacerse del Israel sionista y reemplazarlo por una sociedad secular (no religiosa).
Y es por eso que los partidarios de Israel recurren cada vez más a calumnias e intimidaciones para silenciar a las verdaderas críticas, porque saben que no tienen una respuesta creíble que no se base en un racismo declarado contra los palestinos.
(vídeo en inglés)
Bob Avakian sobre los dos significados de “Nunca jamás”
Un corto de REVOLUCIÓN Y RELIGIÓN: Un diálogo entre CORNEL WEST y BOB AVAKIAN.
La “eliminación de Israel” NO significa la “eliminación de los judíos”
La “eliminación total de Israel” no significa “la eliminación total de los israelíes” o “la eliminación total de los judíos”. Significa el derrocamiento de un estado inherentemente opresivo y racista y su reemplazo por un estado secular (no religioso) en el que personas de todas las nacionalidades trabajen, vivan y reciban un trato en pie de igualdad. No sólo es la única manera en que es posible superar la opresión del pueblo palestino, sino también supondría una gran mejora en la vida de los judíos israelíes, poniendo fin a la sensación continua de crisis, desconfianza, peligro y alienación de sus hermanos y hermanas palestinos. El Israel del apartheid es un sistema opresivo que no corresponde a los intereses de la inmensa mayoría de la gente.
Además, tratar a la oposición al estado de Israel como “antisemitismo” equivale a equiparar al pueblo judío en general con los crímenes y la naturaleza opresiva de Israel — es decir, implica que “si usted odia lo que Israel le ha hecho al pueblo palestino, debería odiar a los judíos”. Esto impulsará, y no combatirá, el antisemitismo.
Un enfoque del que Dean Chemerinsky debería aprender
En respuesta a la presión en toda la sociedad para tachar de antijudía a la lucha pro Palestina, un grupo de escritores judíos escribieron una poderosa declaración, según el punto de vista de lo que consideran lo mejor de la tradición judía. (En particular, tuvieron algunas dificultades para encontrar un medio que la publicara). “A Dangerous Conflation” ha sido firmada por 1.475 escritores, artistas y activistas judíos (al 6 de noviembre), y recomendamos que se lea en su totalidad.
Aquí queremos citar algunas partes cruciales [La traducción de estas citas al español es de voluntarios de revcom.us.]:
Condenamos a los recientes ataques contra civiles israelíes y palestinos y lamentamos esa terrible pérdida de vidas. En nuestro dolor, nos horroriza ver la lucha contra el antisemitismo convertida en arma como pretexto para cometer crímenes de guerra con declarada intención genocida.
Y:
Consideramos que esta táctica retórica es la antítesis de los valores judíos, que nos enseñan a reparar el mundo, a cuestionar la autoridad y a defender a los oprimidos frente al opresor. Es precisamente por la dolorosa historia del antisemitismo y las lecciones de los textos judíos que defendemos la dignidad y la soberanía del pueblo palestino. Rechazamos la falsa elección entre la seguridad judía y la libertad palestina; entre la identidad judía y el fin de la opresión de los palestinos. De hecho, creemos que los derechos de judíos y palestinos van de la mano.
Y concluyen con estas palabras:
Cuando decimos nunca jamás, lo decimos con seriedad.
Junto con la poderosa toma de la estación Grand Central [en la ciudad de Nueva York] por parte de 1.000 personas organizadas por Jewish Voice for Peace [Voz Judía Por la Paz], y otras acciones audaces de activistas judíos en apoyo a Palestina, esta declaración proporciona un modelo para personas de todas las religiones (o ninguna) y nacionalidad de ponerse de pie por lo que es cierto y justo para la humanidad, sin abordar las cosas desde el punto de vista de “mi grupo” o “mi gente”. Todos deberían aprender de esta e inspirarse en ella. Y todos deberían rechazar las tergiversaciones, evasiones e intimidaciones del decano Chemerinsky, el profesor Solomon y otros que quieren enterrar la verdad y así “crear espacio” para nuevos crímenes terribles.