El levantamiento a nivel nacional, que ha continuado sin cesar hasta ahora, está arando y regando el terreno para una verdadera revolución. Cada hombre o mujer que cae a manos de los militares de l[Líder Supremo] Jamenei impulsa la unidad de voluntad para derrocar al régimen. Con cada salto, también se deslindan las distintas líneas políticas sobre el futuro. Los más oprimidos de los oprimidos en la sociedad, las mujeres, se han levantado y se han convertido en artífices de la revolución, y una nueva generación se sube a los hombros de los sacrificios de tres generaciones en los últimos 43 años y está decidida a ganar esta vez.
Se ha echado a un lado la idea de que la revolución [de 1979] fue una “catástrofe”. En este ambiente fresco y vigorizante, se han ido el letargo y la sumisión al statu quo que se habían apoderado de la sociedad, en cuerpo y alma.
La voz de Marx resuena en el aire: ¡La revolución es una fiesta de los oprimidos! La sensación de tomar las riendas de nuestro propio destino es tan fuerte que aun cuando enterramos a nuestros seres más queridos que se han sacrificado la vida, nos regocijamos y hacemos temblar a los fascistas islamistas hasta la médula. Pero estamos muy lejos de la revolución y hay muchos peligros en el camino.
Por eso es más urgente aclarar los objetivos de la revolución y la hoja de ruta para su realización. Cualquier demora en hacerlo supondría la pérdida de las maravillosas oportunidades de emancipación revolucionaria que se pueden alcanzar.
Para que la tragedia de hace 43 años no se repita de otra forma, bajo el estandarte de la “revolución”, es necesario que se promueva y que eche raíces —entre millones de personas— una conciencia del carácter de la revolución y de las condiciones necesarias para alcanzarla. El criterio de prueba tiene que ser que la revolución no consta de cambiar el régimen (un cambio de régimen) pero dejar intactos los cimientos del capitalismo y en control de la sociedad.
Si en lugar del gobierno de los fundamentalistas islámicos, un gobierno bajo el nombre de una república o una monarquía llega al poder para consolidar el sistema capitalista, en esta ocasión sin el título de “República Islámica”, no será una revolución. Un cambio de camarilla gobernante implementado por los gobiernos capitalista-imperialistas del mundo no es una revolución — han incorporado a este régimen en su orden mundial durante 43 años y pueden volver a hacerlo.
Una revolución es un cambio histórico que se da con la participación consciente de millones de personas de diferentes sectores de la sociedad, especialmente de las clases oprimidas y explotadas. Específicamente: la revolución es el derrocamiento del régimen de la República Islámica, de todo su aparato militar y estatal y de sus instituciones ideológicas en una lucha total y organizada de millones de personas conscientes, con el objetivo de establecer un estado socialista.
¿Por qué un estado socialista? Porque es el único estado cuyo objetivo es la erradicación del modo de producción capitalista. ¿Por qué es necesario erradicar el modo de producción capitalista? Porque se basa en la opresión y la explotación de la mayoría de la sociedad y su funcionamiento engendra divisiones de clase, pobreza y desempleo, la opresión de las mujeres, la opresión de las nacionalidades [minoritarias], guerras devastadoras y la destrucción del medio ambiente.
La base de la República Islámica es el modo de producción capitalista. Su diferencia con el régimen del cha es que, al fusionar la religión con el estado, este régimen ha pintado un halo de santificación eterna sobre la opresión y la explotación capitalistas para hacer que sus víctimas se rindan. Y si no se rinden, [pues] las acusa de “hacer la guerra contra Dios” y las suprime.
No sólo la República Islámica tiene una base económica capitalista. El mundo entero se basa [en la actualidad] en el sistema capitalista-imperialista. Una parte de este sistema global son los países capitalistas imperialistas (Europa, América del Norte, China y Rusia) y la otra parte son los países bajo su dominación en Asia, África y América Latina. La República Islámica y todos los regímenes opresivos, como el del cha, son producto de este sistema global y están integrados en sus estructuras de gobierno.
El ascenso de los fundamentalistas islámicos fascistas en el Medio Oriente, y hoy, de los fascistas cristianos en Estados Unidos, se deriva del funcionamiento de este sistema. Esta barbarie [ahora] ha creado la necesidad de eliminar el capitalismo, y relegar el sistema de clases al [basurero de la historia] y establecer una sociedad comunista. De no responder a esta necesidad, se causará un sufrimiento más horroroso — no sólo para el pueblo iraní, sino también para toda la humanidad. En tales circunstancias, es peor que una locura perder la oportunidad [que] el actual levantamiento ha proporcionado para la revolución.
Si nuestro enfoque de la revolución es otro, nunca alcanzaremos una sociedad justa; se habrá desperdiciado la sangre derramada en las calles y los sacrificios del pueblo. Sin embargo, es posible que no se desperdicie, porque tenemos la ciencia de la revolución que explica por qué la revolución es necesaria, qué es la revolución, el camino para ganarla. Es posible obtener en realidad la emancipación de la inmensa mayoría de las personas por medio de esa revolución, aunque en este momento éstas no estén conscientes de ello.
La tarea y la política para hoy es crear un poderoso movimiento político para la revolución comunista, en medio de la actual batalla que debe continuar hasta que la República Islámica sea derrocada.
Conocer los obstáculos por el camino, y superarlos
En el tortuoso camino por delante, tenemos que reconocer los obstáculos que nos esperan, para poder quitarlos. Mucha gente utiliza erróneamente el concepto de “una situación revolucionaria” para explicar las condiciones actuales, aunque nos encontramos muy lejos de una situación revolucionaria. Nos corresponde realizar un trabajo para alcanzar semejante situación. “Situación revolucionaria” es un importante concepto teórico que se explica en la ciencia del comunismo, y se refiere a las condiciones que hacen posible la victoria de la revolución. Bob Avakian resume tres condiciones necesarias para una situación revolucionaria:
Una crisis en la sociedad y en el gobierno que sea tan profunda y que trastorne tanto “la manera acostumbrada de hacer las cosas”, que aquellos que nos han gobernado, durante tanto tiempo, ya no puedan hacerlo de la forma “normal” la que, por su condicionamiento, la gente acepte.
Un pueblo revolucionario que cuente con millones y millones de personas, cuya “lealtad” a este sistema se haya roto, y su determinación de luchar por una sociedad más justa sea más grande que su temor por la represión violenta de este sistema.
Una fuerza revolucionaria organizada —conformada por cantidades cada vez más grandes de personas, de entre los más oprimidos pero también de muchas otras partes de la sociedad— una fuerza que se base en el enfoque más científico para impulsar y luego llevar a cabo una revolución y que trabaje sistemáticamente por aplicar ese enfoque, y a la cual masas de personas recurran cada vez más para que las dirija a fin de realizar el cambio radical que se necesita con urgencia.
— “Algo terrible O algo verdaderamente emancipador: Crisis profunda, divisiones crecientes, la inminente posibilidad de una guerra civil — y la revolución que se necesita con urgencia, Una base necesaria, una hoja de ruta básica para esta revolución”, de Bob Avakian
Estas tres condiciones no se operan por separado unas de otras, sino que tienen una relación dinámicamente interactiva. En la medida en que cualquiera de ellas avance, afectará a las otras dos condiciones, y entre ellas la evolución y el movimiento de la segunda condición tendrá un efecto decisivo sobre la situación de las otras dos condiciones.
Veamos la primera condición, a saber, el surgimiento de una crisis profunda y agobiante al interior de la clase dominante. ¿Cuál ha sido la “práctica habitual” de la República Islámica, que ha hecho que la gente se acostumbre a aceptarla? La más importante ha sido un gobierno religioso cuyo hiyab obligatorio ha sido uno de sus símbolos más destacados. Un gran sector de la gente ya no cree que se deba gobernar a la sociedad mediante este conjunto de creencias y procesos, y a sus ojos la República Islámica ha perdido toda su legitimidad para gobernar.
La resistencia maratónica de la sublevación que ha estado brotando de todas las fallas sísmicas de la sociedad ha debilitado muchísimo la capacidad del régimen para controlar la sociedad. Han surgido muchas divisiones al interior del régimen que se han intensificado como consecuencia de la revuelta en curso. No obstante, el régimen no se ha escindido desde adentro.
Las distintas facciones de la clase dominante han llegado a un consenso contra este levantamiento (al menos temporalmente), con la noción de que primero “lo frenarán” y luego introducirán ciertas “reformas”. De hecho, los portavoces de ese “consenso” han sido aquellos a los que la banda gobernante, encabezada por Jamenei, les había “prohibido participar” y “ser seleccionados y elegidos”: personas como Larijani [ex jefe conservador del parlamento], Jatami [ex presidente “reformista”] y Behzad Nabavi [ex diputado encarcelado y crítico de las elecciones].
Pero ellos mismos saben que lo único que quede para la supervivencia de su República Islámica es la represión. Se han aliado con personas como Mostafa Mirsalim, “miembro del Asamblea de Discernimiento de Conveniencia”, que cree que se debe mantener un gobierno religioso (teocrático), y que el hiyab obligatorio y la represión de las mujeres son elementos centrales de conservar el gobierno religioso.
La alianza que se ha formado entre varias facciones de la República Islámica no se debe únicamente al temor por “mañana” y por la “ejecución de todos” a manos del pueblo (como ha dicho el gobernador de Mazandaran). Realmente quieren aferrarse al gobierno religioso. Esto es lo que se quiere decir cuando se afirma que no se ha dado una escisión en esta clase dominante. El indicador de una escisión al interior de la clase dominante sería que un ala o una facción dijera que ya no es posible mantener a flote un gobierno religioso, y que actuara en consecuencia. Además, la base fascista organizada del régimen, cuya fuerza motivadora es la religiosidad, sigue en pie.
Por último, el régimen cuenta con el apoyo de potencias capitalista-imperialistas como Rusia y China, que necesitan desesperadamente dominar el “campo de juego” de Irán en sus rivalidades globales con los imperialistas occidentales. Ambos bandos en esta rivalidad (los llamados Occidente y Oriente) no tienen reparos en convertir a Irán en un escenario de guerras de sustitutos, como se está haciendo en Ucrania. Estos son factores que, a pesar de ser contradictorios, han impedido que se escindiera la clase dominante de la República Islámica.
El propósito de hacer una apreciación científica de la complejidad de la situación es de subrayar que [necesitamos] ver los vaivenes, curvas y giros en el camino, para que podamos determinar nuestras tareas y prepararnos para avanzar victoriosamente.
Veamos la segunda condición en la formación de una “situación revolucionaria”. Desestabilizar todo el equilibrio del régimen y atar las manos de sus aliados imperialistas depende por completo de la segunda condición, es decir, de crear un “pueblo revolucionario que cuente con millones de personas”. Hay una diferencia entre sumarse al levantamiento actual, y forjar a millones de personas que conozcan la diferencia entre la revolución y el cambio de régimen en beneficio de unos pocos, personas que no están dispuestas a aceptar nada menos que la revolución.
Un pueblo revolucionario nace como resultado de tomar conciencia del objetivo revolucionario, y de una determinación de luchar por semejante objetivo revolucionario. Es semejante conciencia la que crea no sólo el valor necesario, sino también la iniciativa, la planificación y la habilidad para aplastar los cimientos del viejo aparato estatal, y la creación paso a paso del futuro nuevo aparato estatal.
El actual levantamiento ha operado un gran cambio en el modo de pensar de cientos de miles, incluso millones de personas. El dominio intelectual de la República Islámica se ha hecho añicos en muchos aspectos. Un gran número de mujeres y hombres jóvenes se están dando cuenta de su misión y están motivando a otros sectores de la población para actuar contra el gobierno, y de la necesidad de hacer sacrificio en este sentido. La diversidad regional del levantamiento le ha dado una riqueza asombrosa y ha creado una hermosa unidad a nivel nacional que es un elemento vital para ganar la venidera guerra revolucionaria y construir la futura nueva sociedad. Si bien, lamentablemente, el mito del “patriotismo” y de la “bandera” sigue siendo fuerte en la mente de muchas personas, se ha asestado un duro golpe contra la supremacía persa sobre las naciones no persas.
El papel de las mujeres como fuerza básica en la transformación radical de la sociedad se ha vuelto un hecho innegable. Se trata de una enorme hazaña. Pero aún queda mucho camino por recorrer para cambiar la forma de pensar de la gente. Es necesario tomar en serio los restos de la cultura masculina/patriarcal y la supremacía de la “Gloriosa Tierra de Persia” [el chovinismo], que se fomenta y refuerza de mil y una maneras.
La consolidación de los logros actuales depende muchísimo de que decenas de miles, y luego millones de hombres y mujeres, se den cuenta de que la opresión masculina/patriarcal tiene sus raíces en el sistema socioeconómico llamado capitalismo. Mientras exista un sistema capitalista —ya sea con el régimen de la República Islámica, o con la monarquía, o con una república democrática, o con cualquier otra forma de gobierno—, este sistema impulsará la opresión de las mujeres y reproducirá las relaciones sociales masculinas/patriarcales y las ideologías decadentes relacionadas.
Al tomar en cuenta de este hecho, es posible ver la manera en que esta opresión social está entretejida con las diferencias de clase, la pobreza, el desempleo y otras relaciones sociales opresivas como la opresión de las nacionalidades minoritarias, las catástrofes como las sucias guerras regionales e imperialistas, así como la destrucción del medio ambiente. Todo ello es parte integral del tejido socioeconómico del capitalismo. Todos estos hechos dictan el contenido de la revolución necesaria, y nos dicen cuál tipo de dirección que necesita la revolución.
Llegamos a la tercera condición en la configuración de la situación revolucionaria. Es decir, la existencia de “una fuerza que se base en el enfoque más científico para impulsar y luego llevar a cabo una revolución y que trabaje sistemáticamente por aplicar ese enfoque, y a la cual masas de personas recurran cada vez más para que las dirija a fin de realizar el cambio radical que se necesita con urgencia.” (Bob Avakian, “Algo terrible, O algo verdaderamente emancipador”) [Énfasis agregado.]
Este enfoque científico es la ciencia del nuevo comunismo, en la que se basa nuestro partido, el Partido Comunista de Irán (mlm), y nuestro deber es actuar como base para la creación y expansión de semejante fuerza.
Para cumplir esta tarea, es decisivo trabajar sobre la segunda condición (crear un movimiento de millones de personas revolucionarias). Una vez que se forme tal fuerza, será posible organizar una guerra revolucionaria [para luchar hasta] la victoria final, con una fuerza que crezca constantemente y unos líderes revolucionarios con formación y temple. Ninguna revolución puede prosperar sin [tomar] el poder político. Sin el poder [estatal], nunca es posible destruir el viejo sistema socioeconómico y reemplazarlo por un sistema nuevo y justo.
Para trabajar sobre la segunda y tercera condiciones, nos basamos en tres documentos básicos del Partido que se pueden encontrar en todas las publicaciones del Partido y en los canales de las redes sociales. Hoy, sin embargo, [lo que] debemos llevar específicamente a la gente [son] las “Tres Directrices” que están en el capítulo cuatro del documento “El Manifiesto y el Programa para la Revolución Comunista en Irán”. Podemos utilizar [estas Directrices] en cuatro sentidos:
1) Distribuir información al público sobre cuáles serán nuestras acciones y pasos inmediatos [el] día después del derrocamiento de la República Islámica, para erradicar las raíces del régimen y abrir el camino a una sociedad justa.
2) Utilizar las “Tres Directrices” como criterio para distinguir a todos aquellos con los que se puede unir, a diferencia de aquellas fuerzas políticas pertenecientes a las clases burguesas que ya tienen intenciones de instalarse [en el poder], tras la “caída” de la República Islámica ([ya sean] monárquicos o el Consejo de Transición o cualquier otra institución que [espera] reclamar el futuro de la sociedad y su rumbo).
3) Utilizar estas Directrices para crear pequeñas y grandes alianzas militantes en los vecindarios, en las fábricas, en los pueblos, en las aldeas y con diversos gremios... para el día de mañana.
4) Emprender acciones colectivas para llevar a cabo cada aspecto de estos pasos para hacer de la República Islámica un blanco de la lucha que se puede implementar a partir de hoy, y en cada coyuntura durante el desarrollo del levantamiento. Por ejemplo, desafiar las líneas rojas del régimen en cuanto al hiyab obligatorio y la segregación de género, no cumplir con las prácticas religiosas, negarse a comparecer en las cámaras de injusticia de la República Islámica, presionar a los registros regionales de certificados de nacimiento para que expidan certificados de nacimiento y documentos de identidad a los beluchis y afganos. De más importancia, llamar a la liberación incondicional de todos los prisioneros políticos, etc.
Con la construcción de este movimiento, podemos empezar ya a desarrollar las instituciones clave y los cimientos del futuro gobierno — desde abajo, con la participación de millones de personas de diferentes sectores de la sociedad, que están conscientes y creen en los objetivos de esta revolución. Cualquier tipo de “gobierno provisional” debe ser expresión de estas Directrices y nada menos. La revolución no puede limitarse a la mera expansión del actual levantamiento. [Por el contrario] este levantamiento debe encontrar su voz clara en relación con la futura alternativa.
Las entidades políticas burguesas, que quieren imponer sus perspectivas y su agenda (como los monárquicos de Pahleví y el Consejo de Transición, etc.), dicen que después del derrocamiento de la República Islámica, una “asamblea constituyente, compuesta por todas las perspectivas”, deteminará los detalles de la futura sociedad y del próximo régimen y luego [todos se encaminarán a] ¡las urnas electorales! No hay nada más demagógicamente hipócrita que este populismo “democrático”. Cualquiera que sea la entidad sociopolítica que tenga una comprensión clara de su alternativa a futuro en ese mismo momento, controlará la composición de la Asamblea Constituyente y las urnas. No hay duda de que [estas fuerzas] hayan expresado con mucha claridad su alternativa a futuro, y están tramando sus alianzas nacionales e internacionales.
Pero ¡la gente [todavía] no tiene claridad sobre cuál es la alternativa que le beneficiará en lo inmediato y a largo plazo! Por lo tanto, a partir de hoy, debemos aclarar con cuáles entidades nos aliaremos en el futuro.
El contenido del futuro deseado y posible debe crear una alianza poderosa
Para que esto ocurra, desde ahora la gente debería saber cuál ley sustituirá a la Constitución, a la Sharia y a las leyes cívicas de la República Islámica, para que se cumplan realmente los derechos esenciales políticos, económicos, sociales de igualdad para toda la población, y en particular los derechos de las mujeres y de las naciones oprimidas.
¿Cómo se va a garantizar la libertad de pensamiento y de expresión, la libertad de reunión, la libertad de prensa, la libertad de formar organizaciones y partidos, la libertad de huelga, la libertad de disentir y de ser los críticos desde el pueblo? ¿Cómo se va a utilizar los bienes confiscados para proporcionar alberge urgente, tratamiento médico y educación para todos, especialmente para aquellos en las zonas desfavorecidas?
¿Con qué rapidez podrán beneficiarse de sus [nuevos] derechos los trabajadores infantiles afganos y los inmigrantes? ¿Qué tipo de economía erradicará la opresión, la explotación, la pobreza y el desempleo, e impedirá la destrucción del medio ambiente?
La gente necesita conocer, a partir de hoy, qué pasará con las instituciones militares y de seguridad del régimen. ¿Cómo se implementará la separación total entre religión y estado para que prohíba el uso de la religión de cualquier forma en la infraestructura legal, judicial, educativa y familiar? ¿Qué haremos con los pactos militares y de seguridad y los contratos económicos que la República Islámica tiene con las potencias imperialistas? ¿Cuáles fuerzas, y con cuál tipo de política, asumirán el control de las guarniciones, los ministerios, los bancos, la radio y la televisión, las comunicaciones, las industrias, las presas y la agricultura, y qué se hará con ellos?
¿Y qué será de las instituciones religiosas, de las extensísimas tierras de cultivo propiedad de la Yihad de Construcción y de la Empresa del Santuario Sagrado del Imán Reza [ambas entidades multimillonarias], etc.? ¿Y qué será de las presas y las reservas de agua? ¿Cómo se formarán y gobernarán los consejos de los pobres y de los trabajadores y campesinos sin tierra de cada región? ¿Cómo serán manejadas las instituciones educativas por los consejos de profesores, maestros, estudiantes universitarios y alumnos de primaria que se formaran durante la revolución? ¿Y qué hay de otras docenas de cuestiones colosales y vitales relacionadas con el carácter y los principios de una sociedad futura deseable y posible?
Nunca podemos echar culpas ni sorprendernos acerca de los esfuerzos de las fuerzas burguesas fuera del poder por conservar su sistema de clases. Pero es necesario echar por tierra su consigna oportunista de “unidad, unidad”, porque la tarea vital a la orden del día por la que aspira nuestra sociedad [requiere] ¡el derrocamiento de este régimen y el establecimiento de una Nueva República Socialista — y nada menos! Las consignas oportunistas de “unidad, unidad” contribuyen únicamente a hacer retroceder y a encubrir este esfuerzo, y no podemos tolerarlo. Por lo tanto, sin vacilar, promoveremos la alternativa de la revolución comunista en la población y nos aseguraremos de que su mensaje claro y fuerte haga eco y tenga influencia en todo el país.
Sólo mediante la creación de un Movimiento para la Revolución con tal contenido y la creación de un gran frente unido en torno a tal programa, podremos transformar las maravillosas oportunidades del actual levantamiento, y de los levantamientos más grandes que vendrán, en un poder que allane el camino para la construcción de una sociedad que ayude al pueblo a hacer la transición [lejos] de los horrores actuales.