En los últimos dos años, más de 250.000 niños migrantes no acompañados han huido de la violencia y el hambre a Estados Unidos. Estos niños se han encontrado con brutalidad, alambre de púas, centros de detención, violaciones y una explotación económica extrema en fábricas y tierras de cultivo.

Cuando algunas de las personas que trabajan para el gobierno redactaron un memorando en el que llamaban la atención sobre algunos de estos abusos y cuestionaban la política del gobierno, la encargada de la política interna de Biden —Susan Rice— respondió iracunda que el memorando era una “falsedad” y que las condiciones de estos niños eran el resultado de “nuestra generosidad” para con estos niños no acompañados.

En el artículo que sigue, separaremos efectivamente las patrañas de los hechos e iremos a la verdad del asunto. Y luego, usted podrá decidir quién tiene razón.

¿Por qué 250.000 niños han hecho frente a condiciones terribles para cruzar la frontera?

Debido a que sus familias están desesperadas para que estos niños tengan una oportunidad de sobrevivir. Y debido a las políticas de inmigración primero de Trump, y ahora de Biden, estas familias no tienen otro remedio salvo enviar a los niños a solas en un peligroso viaje. Una parte clave de la actual política migratoria se denomina Título 42, que permite que el gobierno estadounidense le niegue a los inmigrantes el derecho de pedir y solicitar asilo —un derecho supuestamente garantizado por las leyes de Estados Unidos y el derecho internacional— y que “los expulse” del territorio de Estados Unidos sin audiencia¹. En los últimos tres años, han expulsado a más de 2.6 millones de migrantes a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México, lo que ha dejado a enormes cantidades de personas varadas en el norte de México en “campamentos” inmundos, plagados de enfermedades y delincuencia. Se han denunciado miles de casos de violación, secuestro, extorsión y otras cosas en los centros de detención oficiales, los campamentos y las calles.

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Como ya se ha señalado, Susan Rice es una alta funcionaria de la administración Biden. Como directora del “Consejo de Política Interna” de Biden, supervisa el programa encargado de los niños bajo custodia federal en la frontera entre Estados Unidos y México.

Hace poco, se publicó un memorándum a Rice de parte de algunos de sus colaboradores. El memo detallaba la posición de las personas que defienden a los migrantes y alertaba a Rice de la grave situación de los niños migrantes. Decía: “Los albergues mexicanos no son buenos. Ningún migrante en Juárez quiere estar en un albergue federal; los niños han sido violados en esos albergues”. Estas políticas que obligan a la gente a solicitar asilo desde México “pretenden mantener a la gente fuera del proceso de asilo”, lo que pone en peligro a los niños indocumentados. “No perdamos más vidas”, le instaba.

El memo decía: “El Título 42 está conduciendo a la separación familiar: los padres están optando por enviar a sus hijos por caminos peligrosos porque las circunstancias son tan terribles”.

¿La respuesta de Rice? Tachó una oración que decía: “El Título 42 conduce a la separación familiar”, y escribió: “Esto es patraña. Lo que está llevando a la separación ‘voluntaria’ es nuestra generosidad para con los UC”. (“UC” es la jerga gubernamental para “niño no acompañado”).

Hablemos de “generosidad”

A continuación algunos ejemplos recientes de la “generosidad” estadounidense para con los niños inmigrantes:

** Marvin Che, que ahora tiene 17 años de edad, lleva un año en la zona de Little Village de Chicago. Trabaja de tiempo completo durante la noche en una fábrica de plásticos, junto con otros niños inmigrantes. “Hemos venido solos, así que tenemos que trabajar duro”, le dijo a un periodista.

** Varios chicos que fueron retenidos en custodia con 12 y 13 años de edad fueron enviados a Florida, donde de inmediato empezaron a trabajar en la construcción. Uno de ellos le dijo a un periodista que “se sentía avergonzado por no saber leer”. Otro dijo que lo habían liberado a un hombre al que nunca había conocido, y que “deseaba poder matricularse en una escuela intermedia y empezar a aprender inglés”. Otro le dijo a un reportero: “La gente no lo sabe, pero hay muchos niños aquí llevando la misma vida”.

** “Docenas” de niños fueron “liberados” por el gobierno al mismo “patrocinador” en Alabama, y luego fueron obligados a trabajar en el procesamiento de aves de corral “sin acceso a una educación”.

Piense en la vida de estos niños. Viajaron miles de kilómetros. Las autoridades federales los retuvieron en custodia cuando llegaron a la frontera entre Estados Unidos y México. Los internaron en enormes centros de detención, en que duermen en pisos duros, con sólo una manta de papel de aluminio para cubrirse. Muchos de ellos fueron entregados a la custodia de desconocidos, que los llevaron a lugares remotos a lo largo y ancho de Estados Unidos.

Eso es un secuestro institucionalizado, patrocinado por el gobierno.

La explotación despiadada de los niños migrantes no es “marginal” para el funcionamiento del imperialismo. Está incrustada en el corazón de la economía estadounidense y en todo el sistema global del imperialismo. Un reciente artículo del New York Times sacaba a la luz que en las empresas cuyos productos se fabrican, al menos en parte con mano de obra infantil en Estados Unidos, figuran: Ben & Jerry’s, Fruit of the Loom, General Motors, Ford, Hyundai, Kia, Frito-Lay, J. Crew, General Mills (cuyas marcas incluyen Cheerios, Lucky Charms y Nature Valley), PepsiCo (propietaria de Frito-Lay), Quaker Oats y JBS, la mayor empresa procesadora de carne del mundo. Las mercancías producidas con el trabajo infantil se venden en Walmart, Target, Whole Foods y otras grandes cadenas de tiendas de todo Estados Unidos.

Esto no sólo ocurre “a las sombras”, como en las remotas zonas rurales de Alabama o en los bosques de Oregón, aunque también está ahí. Ocurre en el corazón de ciudades como Chicago, Dallas y Nashville. Es posible que ocurra en la ciudad o el pueblo donde vives, hasta en tu propio barrio. El trabajo infantil está incrustado en la ropa que llevas puesta y en la comida que te metes en la panza.

Y estos ejemplos ni siquiera incluyen a los 160 millones de niños de todo el mundo que trabajan en fábricas, campos y minas para enriquecer al capitalismo-imperialismo global, en el que el imperialismo estadounidense sigue siendo el primero.

“Simplemente no querían oírlo”

El airado garabato de Rice no fue sólo un arrebato momentáneo de ira. Los altos mandos de las diferentes agencias federales responsables del cuidado de los niños migrantes de rutina encubrieron, ocultaron, hicieron a un lado, ignoraron y culparon a otros por el horrible trato a los niños migrantes. Esto llega hasta Susan Rice y Xavier Becerra, secretario de Salud y Servicios Humanos de Biden, a quien se le dijo que “los niños parecían estar en riesgo”, y otros altos asesores de la Casa Blanca a quienes “se les mostraron evidencia de explotación”.

En los últimos pocos años, muchos profesores, trabajadores sociales y hasta gerentes de las instalaciones donde trabajan los niños inmigrantes han denunciado infracciones de la legislación sobre trabajo infantil. ¿Qué les ocurrió? Fueron amenazados, dimitieron, fueron despedidos... y una y otra vez no se tomó ninguna medida.

Jallyn Sualog, que había ayudado a elaborar un programa federal para niños migrantes no acompañados, fue destituida de su cargo tras advertir a sus jefes de que se entregaban niños a adultos que mentían sobre sus identidades. Dijo: “... sin llegar a protestar en las calles, hice todo lo que pudiera para advertirles (a la jefatura de la administración Biden). Simplemente no querían oírlo”.

El amargo fruto de la “generosidad estadounidense”

El memo enviado a Rice hacía referencia a una declaración del sindicato de funcionarios federales en materia de asilo en la que se afirmaba que la actual política migratoria de Estados Unidos “era contraria a la moralidad del país”.

En realidad, lo que Estados Unidos ha estado haciendo a los niños migrantes está completamente acorde con la moralidad de un país que se autoproclama la “tierra de la libertad”, pero que tiene un largo historial de cruel explotación, abusos y asesinato de niños dentro y fuera de sus fronteras.

** Durante unos 250 años, casi todos los niños de piel negra en lo que llegó a ser Estados Unidos fueron esclavos —propiedad de una persona blanca— desde el momento en que nacían.

** La aniquilación genocida casi total de los indígenas en la parte estadounidense de Norteamérica incluyó innumerables horrores, como la masacre de Sand Creek en 1864, en la que muchas mujeres y niños se encontraban entre los 148 cheyenne y arapaho masacrados y mutilados por el ejército estadounidense. Una vez finalizadas las masacres más flagrantes a fines del siglo 19, se instituyeron “internados” para los jóvenes indígenas que sobrevivieron, con el fin de inculcarles los valores, la cultura y la religión estadounidenses². Al menos 500 niños, y probablemente muchos más, murieron en escuelas manejadas por instituciones gubernamentales y religiosas.

** Las fábricas del siglo 19 explotaron habitualmente a muchos niños, a menudo hijos de inmigrantes europeos, para lograr el “despegue” del capitalismo-imperialismo estadounidense.

** El trabajo infantil ha estado incrustado en la agricultura estadounidense durante décadas y sigue estándolo. Entre 300.000 y 800.000 niños trabajan en la agricultura en Estados Unidos, algunos de tan sólo siete años de edad. Más de 100 mueren cada año por accidentes laborales, y unos 12.000 sufren lesiones graves.

No más niños que no tienen infancia

Cualquiera que vea esto —desde su historia hasta nuestros días— y hable de la “generosidad” estadounidense, ¡no tiene derecho de gobernar! No tienen humanidad ni corazón para estos niños. Pero no se trata de un problema personal de las Susan Rice del mundo, sino de la naturaleza del sistema que ella participa en justificar, administrar e imponer. Un sistema del capitalismo-imperialismo que se basa en la explotación y la superexplotación de las personas en Estados Unidos y en todo el mundo. Un sistema que está impeliendo a millones de personas a huir de sus países de origen —a arriesgarse a ahogarse en los mares, a morir del calor en las selvas o a ser quemados vivos en los centros de detención— en busca de una capacidad básica de sobrevivir, comer y criar a sus hijos. Millones de personas huyen de sus países de origen debido a las guerras y a la destrucción del medio ambiente causada por este mismo sistema.

Y este sistema no tiene otra respuesta a esta “crisis” salvo más violencia, represión, campos de detención y una satanización despiadada — todo ello mientras el trabajo, el sudor y las lágrimas de estos niños siguen fluyendo hacia las fábricas y tierras de cultivo en Estados Unidos. Hace falta derrocar este sistema por medio de una revolución real total, y reemplazarlo con un sistema radicalmente diferente basado en la Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte, escrita por el líder revolucionario Bob Avakian. Un sistema cuya economía pondría los grandes recursos de la sociedad —no bajo el control de un pequeño puñado de personas en el afán competitivo de obtener ganancias por encima de todo— sino bajo propiedad y control colectivo, y distribuidos para satisfacer las necesidades de la gente, arrancar de raíz la explotación y la opresión y actuar de base de apoyo para la revolución mundial.

Este nuevo estado acogería a inmigrantes de todo el mundo que quisieran contribuir a la construcción de la sociedad socialista —en lucha por arrancar de raíz la explotación y la opresión en todo el mundo. Sería una sociedad que reconocería que estos niños —con sus esperanzas, sueños, aspiraciones, curiosidad— forman parte de la gran fuerza de la humanidad.

Hace más de 20 años, Bob Avakian pronunció las siguientes poderosas palabras, por las que todos aquellos que quieren ver un mundo mejor deberían luchar ahora para hacerlas realidad:

No más generaciones de nuestra juventud, aquí o a través del mundo, cuyas vidas se acaban, cuyo futuro ya está sellado, que han sido condenados a una muerte temprana o a una vida de miseria y brutalidad, que el sistema ha destinado a la opresión y al olvido incluso antes de que nazcan. Yo digo no más de eso. (Lo BAsico 1:13, del libro Lo BAsico, de los discursos y escritos de Bob Avakian)