El jueves 28 de marzo por la noche, mientras llovían bombas de fabricación estadounidense sobre el pueblo de Gaza, “El Genocida Joe” Biden celebró una importante gala de recaudación de fondos en el Radio City Music Hall de la ciudad de Nueva York. Asistieron más de 5.000 personas y recaudaron más de 25 millones de dólares, la mayor cantidad de fondos recaudados en cualquier acto de recaudación de fondos presidencial. No solo asistieron los criminales de guerra Barack Obama y Bill Clinton, sino que también un grupo de celebridades hablaron y actuaron.
A pesar de los intentos de proyectar unidad y estabilidad, el acto fue interrumpido repetidamente por personas que gritaban: “¡Ustedes tienen las manos manchadas de sangre!” “Qué vergüenza, Joe Biden, usted está financiando el genocidio en Palestina”, “Dejen de armar a Israel” y una dura reprimenda a la audiencia: “¡Ustedes son cómplices del genocidio!”
Desde el entresuelo se desplegaron dos pancartas: “Dejen de armar a Israel” y “Dejen vivir a Gaza”.
La protesta fue organizada por una coalición de grupos, entre ellos Voz Judía por la Paz, Proyecto Adalah por la Justicia y otros. Según su posteo en Instagram: “A pesar de los esfuerzos del personal de Biden para mantener alejados a los manifestantes, incluida la negativa de dejar entrar a múltiples rabinos, jóvenes palestinos, descendientes de sobrevivientes del Holocausto, ex empleados demócratas y activistas ambientales, nuestra oposición a su ayuda en el genocidio de Israel fue fuerte. y poderoso”.
Mientras esto sucedía en el interior, cientos de otras personas se manifestaron afuera, incluido un contingente de los revcom.
Además de la fea hipocresía de estos criminales de guerra estadounidenses, un premio especial de la Galería de Lamebotas Sinvergüenzas va para Cynthia Erivo, Queen Latifah, Lizzo, Lea Michele, Ben Platt, Mindy Kaling, Annie Liebovitz y Stephen Colbert, quienes aportaron brillo y glamour a la velada empapada de sangre. Esto fue un apoyo y una complicidad grotescos. Como dijeron los manifestantes mientras la seguridad los sacaba a rastras: “¡La sangre está en sus manos!”