"Las selvas tropicales de Borneo constituyen una de las maravillas del mundo natural. Sostienen por lo menos 15.000 especies de plantas, incluyendo más de 2.500 clases de orquídeas… Hay flores del tamaño de una silla de playa, una de las mariposas más grandes del mundo, elefantes pigmeos, víboras voladoras, cocodrilos enormes, una ave conocida como cálao rinoceronte, un rinoceronte tan poco común que sólo quedan unas cuantas decenas más en el mundo natural, y los orangutanes".
"Entre los grandes simios: En busca de nuestros parientes más cercanos" — Paul Raffaele
Las últimas selvas tropicales grandes sobre la tierra se encuentran a lo largo del ecuador: en El Amazonas de Sudamérica y en Asia y África. Se están desapareciendo rápidamente, utilizadas para leña, tumbadas y quemadas para producir soya, carne de res, café y aceite de palma para vender en el mercado internacional.
Indonesia, un país de más de 17.000 islas en Asia, contiene el 10% de lo que queda de las selvas tropicales del mundo. Las islas indonesias de Sumatra y Borneo (divididas entre Indonesia, Malasia y Brunei) tienen una inmensa riqueza natural y diversidad biológica. Ahí viven muchas especies únicas como el tigre de Sumatra, elefantes de bosque y los últimos de los orangutanes (el único simio grande en Asia). Indonesia tiene una diversidad biológica tan rica que contiene del 10 al 16% de las plantas de flor, aves, mamíferos, reptiles y anfibios del mundo a pesar de tener solamente el 1,3% de la superficie de la tierra. Pero esta diversidad está amenazada, puesto que estas tierras padecen el saqueo por la tala y el desmonte para plantaciones de palmeras de aceite. Casi tres cuartas partes de la selva original de Indonesia han desaparecido. Según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, al ritmo actual casi toda la selva de Indonesia habrá desaparecido para el 2022.
La deforestación casi ha orillado a la extinción al tigre de Sumatra; sólo quedan unos 400 ejemplares en el mundo natural. En Borneo, el orangután está en peligro y en Sumatra el estado de peligro es crítico. La selva donde vive el orangután es objeto de destrucción y fragmentación, a menudo reemplazada por grandes extensiones dedicadas al monocultivo de palmas de aceite. Por esta pérdida de la selva, los orangutanes se están dividiendo en grupos más reducidos lo que perjudica su reproducción. En 1997-98 enormes incendios en la selva acabaron con millones de hectáreas, llegando a afectar a los países vecinos por su humo contaminante. Los que cultivan la palma de aceite a propósito provocan estos incendios, para desmontar más tierras. De tal manera, han exterminado hasta un tercio de la población de orangutanes de Borneo, de decenas de miles de animales ("The oil for ape scandal"). De continuar así, se pronostica que el orangután se podría desaparecer en una década. Una vez que desaparezcan, no vuelven jamás.
El orangután se evolucionó en relación con los árboles. Es increíblemente ágil, capaz de columpiar de una rama a otra en la selva, pero es torpe y relativamente inmóvil sobre la tierra. En la medida que se destruye su ambiente natural, estos simios en peligro cada día más tienen que salir de la selva a caminar sobre la tierra de los cultivos de palma de aceite, donde son objeto de la caza y los matan "como molestias" o los capturan y venden en el comercio de mascotas.
Si el saqueo de la selva de Asia solo estuviera provocando el desastre ecológico mediante la eliminación de la biodiversidad y las especies maravillosas, eso ya sería lo suficientemente malo. Pero la tala y la quema de la selva contribuyen mucho al calentamiento global. Se estima que la destrucción de las selvas tropicales a nivel mundial podría contribuir hasta el 20% de las emisiones de los gases del efecto invernadero. Y la destrucción de la selva en Indonesia ahora libera tanto dióxido de carbono (CO2) que ese país ya ocupa el tercer lugar de los países que lo emiten en el mundo después de China y los Estados Unidos. Las plantaciones de palma de aceite se desarrollan sin tomar en cuenta las consecuencias para la naturaleza. Ahora estos cultivos hasta tienen en la mira las turberas, muy ricas en el carbono que se encuentra en las raíces y el suelo. Al secar, avenar y quemar estas tierras, se genera un gran peligro por las grandes cantidades de carbono que emiten.
Las empresas multinacionales y bancos principales de la mayor parte del mundo imperialista, de Suiza, Gran Bretaña, Estados Unidos, China y otros países, están financiando directamente y lucrando con la venta de los productos sobre la base de la destrucción de la selva. Y a un nivel más profundo, el papel de las fuerzas armadas y gobierno estadounidenses junto con los organismos financieros que controla, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, están al centro de lo que se puso en marcha y lo que todavía está impulsando la destrucción de la selva.
El gobierno y las fuerzas armadas estadounidenses entrenaron a los sectores dominantes de las fuerzas armadas indonesias y apoyaron al dictador Suharto cuando tomó el poder a los nacionalistas en 1965. La CIA proporcionó a los militares indonesios listas de comunistas a que capturar. Estados Unidos apoyó y alabó a Suharto mientras éste mataba entre 250.000 y 750.000 izquierdistas al establecer una dictadura brutal. El FMI estabilizó el dominio de Suharto con un préstamo de 51 millones de dólares y promovió medidas y desarrollo con el fin de abrir a Indonesia al capital extranjero. Bajo Suharto se aceleró la destrucción de la selva, a beneficio de las plantaciones del caucho, la minería, industria maderera y cultivos de palma de aceite. Muchas veces sacaron mucho provecho los familiares y compinches de Suharto. Al mismo tiempo el ejército indonesio aplastó de manera sangrienta al pueblo de Timor Oriental. Mataron a más de 200.000 personas a fin de aplastar una lucha a favor de la independencia y convirtieron al Timor Oriental en lo que su pueblo dijo era "la mayor isla-cárcel del mundo". Nada de eso hubiera podido suceder sin el apoyo de Estados Unidos, que consideró a Indonesia como baluarte para sus intereses en esta parte estratégica del mundo.
Las potencias imperialistas alabaron a Indonesia por ser una parte clave del "milagro asiático" hasta que la economía de Asia se derrumbó en 1997. El Banco Mundial reconoció que este "milagro" de Indonesia había sido resultado de una estrategia en la cual la selva se consideraba "un bien que se tenía que liquidar a fin de poder apoyar su estrategia de crecimiento, colocando a Indonesia como un líder mundial en la exportación de los productos de las selvas tropicales". Después del derrumbe económico, con el tiempo Suharto tuvo que dejar el poder y Estados Unidos y el FMI impusieron nuevas "medidas de austeridad" para obligar al gobierno indonesio a recortar programas de ayuda social y abrir al país aún más al capital extranjero. Los préstamos y los programas de rescate por parte de Estados Unidos, FMI y el Banco Mundial dictaron la producción en Indonesia de más productos agrícolas para la exportación (madera, pulpa de papel y aceite de palma) como "salida" de la crisis económica.
Hoy, Indonesia y Malasia producen al menos el 75% del aceite de palma a nivel mundial y se compiten entre sí sobre el dominio del mercado. El aceite de palma se utiliza en muchas cosas, de los helados y los cosméticos a la margarina. Hoy, las plantaciones de palma de aceite son la causa principal de la destrucción de la selva. El financiamiento para éstas proviene de muchas fuentes, incluyendo el Banco Asiático de Desarrollo, varios bancos suizos y británicos, etc. Las empresas multinacionales como Unilever, Nestlé, Proctor & Gamble, junto con intereses ricos de Indonesia sacan provecho de la producción del aceite de palma.
Hoy, especialmente con los reflectores puestos sobre la destrucción de la selva y el cambio climático, la norma es que estas empresas y grupos financieros imperialistas hablan de la producción "responsable" del aceite de palma y promueven programas que dicen que "salvarán las selvas". Pero debajo de la propaganda se halla que "lo verde" y el capitalismo simplemente no pueden combinarse. Al contrario, como el Banco Mundial reconoció, las selvas siguen siendo "un bien que se tenía que liquidar". Por ejemplo, el Banco Mundial promueve su "marco estratégico" para proteger las selvas y combatir el cambio climático. Pero una auditoria interna del Banco Mundial demostró que la Corporación Financiera Internacional del banco ha estado echando leña a la destrucción de la selva, financiando las plantaciones de palma de aceite con 200 millones de dólares a sabiendas que representaban un gran peligro para el medio ambiente.
El aceite de palma también se utiliza como biocombustible para reemplazar al petróleo y el gas, con la lógica que los biocombustibles serán "más limpios" y cuando se quemen, no producirán grandes cantidades de dióxido de carbono. Para reducir las emisiones de gases del efecto invernadero, la Unión Europea ordenó que para el 2020, los países europeos suministraran al 10% del combustible para el transporte por medio de los biocombustibles. Pero mucho de ese combustible se derivará del aceite de palma el cual se consigue con relativa facilidad y es relativamente barato. Como se ha demostrado, la producción del aceite de palma en sí echa leña al cambio climático destruyendo las selvas tropicales sin importar las consecuencias, emitiendo enormes cantidades de dióxido de carbono.
La destrucción de las selvas tropicales, el aniquilamiento de las preciosas formas de vida en la selva y las emisiones en masa del dióxido de carbono aumentan los riesgos a que nos enfrentamos en la emergencia ambiental.
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