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Ideas sobre el papel social del arte

Parte 4: El arte, precursor del futuro

Captar la diferencia entre la política e ideología y el arte nos ayudará a evaluar correctamente el impacto social de una obra dada (del pasado, de otras clases y culturas, etc.). Toda obra, ya sea de la antigüedad o contemporánea, tiene un significado social como parte de nuestro legado histórico, o sea, como una especie de imagen que capta los intereses de ciertas fuerzas sociales y graba la continuidad y las rupturas de la vida social a lo largo de la historia. En ese sentido podemos aprender de cualquier obra de arte.

Por lo general, el impacto social de las obras de arte (al igual que de las científicas) no perdura, y con el paso de los años terminan en el olvido. (Y desde luego, ¡algunas nunca tienen gran impacto!). Eso no se debe a que la sociedad no pueda absorber la creciente cantidad de obras de arte en un sentido cuantitativo ni a que lo nuevo reemplace a lo viejo en un sentido absoluto. Más bien, se debe a que la importancia social (¡una frase de la época de los 60!) de una obra dada y su impacto estético para ciertas clases sociales cambia de acuerdo al contexto social.

Cuando el contexto social cambia, el arte de vanguardia y visionario que antes se consideraba "muy radical" o polémico pasa a ser aceptado por el público en general, y a veces hasta sus detractores se lo apropian. Además, la esfera del arte, al igual que las demás esferas de la actividad humana, tiene muchos "experimentos que fracasan" (en última instancia) y callejones sin salida, independientemente de la "gran importancia" o "éxito" que tengan en su momento. Por otra parte, algunas obras de arte de otros períodos, o producidas por clases que ya no son fuerzas sociales de vanguardia, conservan cierta "importancia social" aunque no sea precisamente la misma que antes.

Esto no tiene que ver simplemente con las características sociales del arte: las magníficas pirámides de Teotihaucan difícilmente iban a "desvanecerse" y, de igual modo, era improbable que los antiguos pergaminos o pinturas de corteza se conservaran, ¡independientemente de sus características sociales! Pero dejando a un lado aspectos tan obvios (entre ellos el hecho de que las fuerzas sociales opuestas buscan suprimir y erradicar las obras de arte que concentran ideologías opuestas), al parecer algunas obras conservan gran importancia social debido a su alta calidad, su "fuerza" como arte, es decir, el hecho de que captan, concentran y tipifican algunas contradicciones de la naturaleza y la sociedad, y las devuelven a la sociedad en un plano más alto, "más cercanas del ideal".

Tales obras de arte, que evidentemente concuerdan con ciertos intereses sociales en un momento dado, son parte de nuestra experiencia social como seres humanos, registran y transmiten nuestro legado histórico. Por eso, supongo, pueden ser un apoyo ideológico, incluso de fuerzas de clase contemporáneas políticamente opuestas que las aprecian estéticamente (aunque por distintos motivos y de diferentes maneras). Por todas esas razones, hay mucho que aprender del arte de otros tiempos y de otras fuerzas sociales, y no es necesariamente erróneo, y de hecho muchas veces es muy correcto, afirmar que es "bello" y no simplemente "instructivo".

Sin embargo, necesitamos más que el mejor arte del pasado y de otras fuerzas sociales. Necesitamos arte que corresponda a nuestros intereses y perspectivas sociales, que corresponda a nuestros propios objetivos sociales y ayude a cumplirlos. Necesitamos, hoy, arte del futuro, es decir, arte que anuncie y evoque el futuro. Como el documento del partido (que citamos arriba) plantea contundentemente, la magia del arte es que nos permite alcanzar lo que todavía no se puede lograr en la esfera de las relaciones sociales concretas. Nos permite plasmar nuestros sueños en forma de obras artísticas, lo cual contribuye a sentar la base para las transformaciones sociales fundamentales que nos proponemos.

Por su parte, la burguesía también necesita arte: arte que ayude a conservar el statu quo social (especialmente política e ideológicamente) y que bombardee todo intento de romper con el orden establecido en esas esferas. Pero el proletariado necesita arte que registre, exprese y, lo más importante, ayude a forjar una nueva concepción del mundo que corresponda a los intereses de las fuerzas sociales de vanguardia, arte que sea un precursor del futuro, que anuncie y evoque una nueva vida social y, al hacerlo, ayude a concretarla.

El problema de mucho del "arte proletario" del pasado no es que buscaba crear obras, temas y personajes proletarios ni que declarara que ciertas obras eran modelos. El problema es que muchas veces el contenido (y la forma) de esas obras no correspondía a las aspiraciones históricas más elevadas de la clase proletaria. Quizá gran parte del poder ideológico del arte reside en el hecho de que no "corresponde a la realidad" en un sentido rígido e inmediato; sin embargo, sus "desviaciones" de la realidad deben servir para sintetizar la complejidad y riqueza de la vida social y destacar aspectos (contradicciones) que lleven a una visión amplia y trascendental, y que nos reten y estimulen a reflexionar, a desechar las viejas ideas, etc...

¿A poco lograron eso esas grotescas imágenes y estatuas de "obreros" fornidos, esos iconos cuya visión se limitaba al alcance de sus martillos? ¡Claro que no! Y no se trata simplemente de técnicas rudimentarias, sino claramente de la influencia de una línea política incorrecta, o tendencias incorrectas, en cuanto a las aspiraciones de la clase y los medios para realizarlas. El problema no es que "la política está al mando" en esas obras (de hecho, siempre lo está, y debemos captar y aplicar más conscientemente esa verdad fundamental), sino que la política que está al mando en tales casos es incorrecta o tiene fallas.

Pero tampoco debemos caer en el error de decir que lamentablemente la influencia de la política comunista en el arte llevó a producir un montón de basura. Primero, en esta esfera también, nuestra posición debe ser: "Si tenemos problemas, ¡debemos resolverlos!". Además, sería completamente erróneo descartar la amplia experimentación radical y los avances muy concretos que se han logrado en el curso de la historia del Movimiento Comunista Internacional, y particularmente en la China revolucionaria.

Ciertamente se lograron avances cruciales en la teoría (Intervenciones en el foro de Yenán fue un hito) y también en la práctica. Claro, hubo deficiencias y errores debido a cierta influencia del nacionalismo, materialismo mecanicista y economicismo izquierdista; sin embargo, se lograron rupturas radicales muy concretas (aunque embrionarias), que no debemos descartar, pues deben servir de base para mayores avances. ¿Acaso no fue revolucionario tanto en el contenido como en la forma el ballet "Destacamento rojo de mujeres", con sus personajes femeninos fuertes (¡en el ballet, y en China, apenas una generación después de eliminar la costumbre de vendarle los pies a las niñas!) y sus innovadores e inspiradores movimientos, cuya gran osadía impactó mundialmente al ballet y al baile moderno en la época de los 60? ¿A poco no fue un gran avance en la esfera del arte revolucionario como arte? ¡Cómo no!

¿El arte tiene mayor fuerza cuando los artistas "ocultan sus ideas y propósitos"?

Eso nos lleva a otro importante punto polémico. Como ya señalamos, no es necesario que el contenido del arte revolucionario sea explícitamente político. Pero, ¿qué decir de la siguiente afirmación de Engels?:

"Cuanto más se ocultan las opiniones del autor, tanto mejor es la obra de arte" ("Carta a Margaret Harkness", 1888, de Literatura y arte, Marx y Engels, Progress Publishers 1978, p. 91, nuestra traducción)

Francamente, como orientación o principio general, es completamente erróneo. Sin embargo, cabe aclarar que Engels escribió esa carta en un contexto específico en que quería dejar las cosas un poco más "sueltas" para el público burgués de las novelas a las cuales se refería, a diferencia de un público con mayor comprensión de un programa revolucionario. Y en otros pasajes, como en su carta de 1885 a Minna Kautsky (pág. 88 del mismo libro), critica el método didáctico y prepotente de imbuir de política el arte, y de confundirlo con la propaganda política. Señala que el propósito social "debe manifestarse a través de la situación y las acciones sin destacarse explícitamente... el autor no debe servirle al lector en bandeja de plata la futura resolución histórica de los conflictos sociales que describe".

Si bien Engels no profundiza, a mi parecer está explorando la necesidad de preservar las características del arte como arte, y no confundirlo con la agitación y propaganda política. Pero se va al otro extremo: no es que los artistas jamás deban señalar las soluciones; al contrario, es correcto hacerlo siempre y cuando lo hagan de acuerdo a las características del arte, que son distintas a las de la política. No deben "ocultar sus ideas y propósitos", sino presentarlos bien de acuerdo a las características del arte como arte, que son distintas a las de la política. El público (especialmente del arte revolucionario) no quiere ni obras simples ni toscamente dogmáticas; recalcamos que la vida reflejada en las obras artísticas debe ser "en un plano más alto, ser más intensa, más concentrada, más típica, puede y debe estar más cercana del ideal y resultar, por lo tanto, más universal que la realidad de la vida cotidiana".

Por otra parte, es incorrecta la noción de que para ser efectivo, incluso en un sentido político, el arte debe evitar a toda costa tocar temas políticos y acontecimientos actuales. Indudablemente, es difícil hacer esa clase de arte, o sea, de hacerlo bien y de tal forma que tenga un valor duradero. Es así, en gran parte, porque es difícil captar profundamente y en perspectiva los nuevos fenómenos que van surgiendo. ¡Pero tampoco es imposible! Además, tales obras pueden ser muy buenas y son muy necesarias, aun cuando su calidad no sea tan alta y no tengan una importancia social duradera.

Esto es importante porque tiene que ver con la cuestión de niveles. Al tratar el arte, y especialmente el arte con un enfoque social específico como el arte revolucionario, existe una tendencia a caer en absolutos y a homogenizar. Aun en el campo del arte revolucionario en un contexto social dado, existen distintos niveles de arte (¡y artistas!), en calidad (su capacidad de producir obras "magistrales") y en alcance del contenido social.

Distintos niveles de arte revolucionario

¿Acaso solo necesitamos "obras magistrales" que concentran profundas verdades y que son contundentes y duraderas? O, ¿quizás bastan "bosquejos" efímeros, de acontecimientos candentes? A mi juicio necesitamos ambos. Para ayudar a desarrollar una concepción del mundo revolucionaria, ¿acaso el arte revolucionario debe soslayar temas relacionados con las cuestiones candentes del día? O, ¿acaso debe relacionarse exclusivamente a esas cuestiones? No, necesitamos ambos y podemos hacer ambas cosas. ¿El tema debe ser explícitamente político? O, ¿debemos evitar esos temas? Repito, necesitamos ambos. ¿Cómo se decide quién hace qué clase de obra y en qué momento? Esas decisiones sobre cuáles obras debemos destacar y fomentar tienen que ver principalmente con la división del trabajo, y con lo que es posible y lo que se necesita en un momento dado, desde la perspectiva, a corto y largo plazo, del proceso revolucionario.

Por ejemplo, el PCR ha buscado romper con conceptos que confunden el arte revolucionario (especialmente el arte revolucionario proletario) con la agitación y propaganda política (negando las particularidades del arte y la política, y restándole fuerza a los dos). A mi juicio, es importante continuar librando una campaña de "destrucción" en ese sentido porque ese concepto está muy arraigado en el Movimiento Comunista Internacional. Así se despejará el camino para producir y difundir obras magistrales, que como arte aportarán con mayor fuerza al avance revolucionario. Es innegable que necesitamos esas obras y que muchos claman por ellas.

Pero, ¿acaso eso significa que no necesitamos arte revolucionario, cuyo alcance y calidad sean más limitados? ¿No debemos animar el florecimiento de muchos tipos de arte en muchos niveles? Sería criminal reducir y limitar el arte revolucionario al estilo del "afiche y consigna" o pedir que los artistas profesionales hagan principalmente "arte para protestas"; pero, ¿acaso no debemos tener afiches y consignas que tengan impacto artístico?

¿Debemos conformarnos con que los afiches, consignas y demás obras (que surgen con relación a los acontecimientos del día y tienen mucho en común con la agitación) sean artísticamente débiles e inefectivos, simplemente porque no tienen un gran alcance o no sean duraderos? ¿Debemos decir que no importa elevar el nivel en estos casos? (¿O debemos decir que esas cosas de plano no son "arte"?)

La experiencia ha comprobado que vale la pena elevar la calidad del arte más efímero o de alcance más limitado que las "obras magistrales". ¿A poco afiches, portadas, consignas, pintas, fotos, etc., de alta calidad no tienen mayor impacto social? Esto lo sabemos de la esfera política, donde es correcto y necesario distinguir niveles de actividad política con relación a la teoría, la propaganda y la agitación, y elevar la calidad de cada uno. ¿Acaso no debemos hacer lo mismo en la esfera del arte revolucionario, es decir, distinguir niveles y elevar la calidad de cada uno, lo cual implica desarrollar nuestra división del trabajo?

Desde luego, tanto en el arte como en la política es erróneo dar la espalda a lo rudimentario. Por ejemplo, si solo se produjera agitación de la mayor calidad, limitaría muchísimo la cantidad de volantes y se perderían muchas oportunidades de influenciar la opinión pública (¡y de elevar la calidad en el proceso!). Igual con el arte revolucionario: las pintas, mantas, canciones, poemas y obras rudimentarias son buenas siempre y cuando ayudan a moldear la opinión pública, socaven el statu quo y sienten las bases para el futuro. Se eleva la calidad en el curso de la práctica y con el mayor desarrollo de una división del trabajo revolucionaria, pero la alta calidad en el arte siempre existe al lado de obras rudimentarias porque muchas veces lo nuevo es rudimentario (especialmente, y esto es importante, los aportes iniciales de las masas).

Veamos un momento la cuestión de la elevación y la popularización: evidentemente los dos aspectos son importantes e interdependientes porque siempre buscamos "la elevación", pero para lograrla hay que precisar cuál es la base, es decir, responder a la pregunta: ¿elevar partiendo de qué nivel? (Para parafrasear a Mao, para levantar un cubo de agua es preciso tener una base). Ciertamente el sistema mantiene a las masas en la ignorancia y sin poder defenderse en la esfera del arte, como en las demás esferas, pero no por eso debemos ofrecerles obras simplistas. No es que la gente de relativamente poca "preparación" sea ajena a la complejidad social; al contrario, tiene la base para captar toda clase de fenómenos sociales en general, y también en la esfera del arte.

Pero para elevar el nivel, los artistas deben conocer, y tomar en cuenta, el nivel del público. (Por ejemplo, en el Yenán revolucionario la mayoría de los campesinos eran analfabetos). Hay que partir de la base y provocar, retar, despertar (estéticamente, si no directamente en un sentido político) al público para arrancarle el velo a las costumbres y modos tradicionales de pensar. Para solucionar el problema de la base, a los artistas les incumbre estudiar y aprender de los estilos populares de expresión estética que se vinculan estrechamente con las experiencias de las masas. De una forma básica y limitada le dan "una pista" al artista profesional en cuanto a las cuestiones candentes, la forma de abordarlas y por dónde dirigir "el ojo del público", por decirlo así.

Todo esto es muy pertinente para los artistas revolucionarios que tienen que forjar un análisis materialista y responder a la pregunta "¿elevar partiendo de qué nivel?" para estimular avances en la conciencia y comprensión del público sin caer en la trampa de ir a la zaga de las masas en la esfera artística. Es correcto que los artistas pidan que el público se esfuerce y haga un poco de trabajo para captar el contenido, pero (al igual que las fuerzas avanzadas política e ideológicamente) deben ayudarlo en dicho proceso.

Por su parte, el público debe estar dispuesto a esforzarse por captar una obra que valga la pena; debe hacer todo lo posible por "entrarle desde la perspectiva de la misma obra" antes de juzgar su forma o su contenido. Es importante que el público desenvuelva (y que le demos dirección para que desenvuelva) la capacidad de criticar la obra, y a sí mismo. Quisiera recalcar que todo eso es especialmente pertinente al arte revolucionario de hoy, y tanto los artistas como el público deben tener presente que "el formalismo rígido, la resistencia a innovaciones, el rechazo fácil de la inconformidad--todo esto obstruye el florecimiento de la creación artística. Es más, obstruye la realización de la meta del comunismo". (Bob Avakian, Balas, p. 251)

¡Obviamente, el nivel (rudimentario o de alta calidad) no debe corresponder a lo explícito que sea el contenido político de una obra! Es posible hacer trabajo muy bueno sobre cuestiones políticas específicas e incluso acontecimientos actuales. Veamos, por ejemplo, la enorme cantidad de fotos de la guerra de Vietnam: son una forma de arte que se llama fotoperiodismo; por lo general, la calidad es relativamente baja porque su propósito es registrar visualmente los acontecimientos e influenciar la opinión pública, pero de una forma inmediata y a corto plazo. Sin embargo, una foto a veces es "una obra magistral", precisamente porque concentra, tipifica y pone en un plano más alto una parte de nuestra experiencia social de una manera muy impactante y, por consiguiente, duradera.

A estas alturas la mayoría de las fotos de Vietnam se han borrado de nuestra memoria, pero algunas quedan grabadas en la conciencia social colectiva (nacional a internacional): ¿acaso se ha olvidado la foto mundialmente conocida de una niña desnuda quemada con napalm, que corre gritando de dolor por un camino de tierra? Esa foto era y es una obra magistral precisamente porque concentra, tipifica y pone en un plano más alto una parte de una experiencia social específica (la guerra de Vietnam) e incluso la guerra en general (es decir, uno de sus aspectos). Su impacto social es duradero, a pesar del hecho de que fue "arte de interés actual" en su momento.1

La pintura Guérnica de Pablo Picasso (hecha después de la masacre de Guérnica en la guerra civil de España que sigue siendo sumamente impactante hoy) es otro ejemplo de "una obra magistral" que surgió por acontecimientos políticos del día.

En resumidas cuentas, se me hace que además de las "obras magistrales" que hacen aportes muy importantes a una concepción del mundo revolucionaria y tienen un valor social duradero, debemos reconocer la importancia del "arte desechable", es decir, un arte revolucionario "de interés actual" de la mayor calidad posible y esencialmente de agitación, y que debemos distinguir entre el arte como arte y la agitación política.

Rojo y experto

Volvamos a la cuestión de la división del trabajo. Con el desarrollo del movimiento revolucionario, será común que artistas profesionales que son revolucionarios (profesionales o no) se dediquen a crear obras revolucionarias de alta calidad y contenido social elaborado que tendrán (ojalá) un gran impacto social (independientemente del tema, es decir, si sean explícitamente políticas o no, o estén ligadas a los "acontecimientos del día" o no). Las obras de agitación (por ejemplo, el "arte desechable" que mencioné) ligadas a cuestiones candentes y a las exigencias del día de la lucha revolucionaria las pueden hacer artistas no profesionales. Es decir, los artistas no profesionales pueden hacer pintas, canciones de rap, etc., y los artistas profesionales también deben hacerlas, pero en este caso la calidad será superior. Nuevamente, quisiera recalcar que ambos tienen un papel importante y son parte de la división del trabajo a la cual me refiero.

o debemos erigir muros impenetrables en el curso de desarrollar esta división del trabajo. Los artistas profesionales revolucionarios no deben limitarse al "arte para las protestas"; deben estar al tanto del desarrollo artístico en todos sus niveles y estimularlo (por medio de orientación teórica y práctica). También deben estar abiertos a críticas y orientaciones de líderes revolucionarios, masas avanzadas, etc. Sería erróneo adoptar la posición de que "solo los expertos tienen el derecho a hablar" en la esfera del arte o invertir la relación correcta entre el arte y la política, pues a fin de cuentas, si la meta es hacer la revolución, la política debe estar al mando.

De igual modo, es indispensable repudiar el concepto de que los artistas profesionales (que no sean revolucionarios profesionales en la esfera política) no deben meterse en política ni "decirnos qué pensar". ¡Eso es puro veneno!

El arte siempre moldea el modo de pensar de la gente. Los artistas necesariamente nos dicen qué pensar, aunque ellos (y el público) a veces no están conscientes de eso. Así que si les decimos que "no nos digan qué pensar" es como decirles que hagan su trabajo pero que lo hagan a ciegas. Desde luego, eso no quiere decir que el artista revolucionario consciente deba meter discursos políticos a las canciones, obras, etc. ¡Los comunistas no deben confundir el arte con la agitación y propaganda política, y los artistas revolucionarios que no son comunistas tampoco debe hacerlo!

¡Por otro lado, sería muy erróneo cerrar la esfera política a los artistas, o a cualquiera! Los artistas no son máquinas sino seres sociales multifacéticos y, si quieren ser luchadores revolucionarios, deben hacer todo lo posible por entrar a la esfera política (a la vez que hacen arte revolucionario) porque en esa esfera se concentran los conflictos de la sociedad y se resuelven cualitativamente. En ese sentido, es la esfera decisiva. Es decir, si uno quiere hacer la revolución, tiene que actuar primero que todo en la esfera política, aunque actúe en otras esferas (y aunque su vida profesional --y/o su vida profesional/política-- se desenvuelva en la esfera del arte, por ejemplo). Como se destacó en la Revolución Cultural en China, los artistas revolucionarios deben ser rojos y expertos, y ser comunistas revolucionarios consecuentes.

Pero incluso los artistas de inclinaciones revolucionarias que no entran al movimiento político, deben "decirnos qué pensar", ¡aun en la esfera política! A lo mejor tienen opiniones muy lúcidas; si bien es más probable que las aporten por medio de su arte, igual lo pueden hacer a veces de una forma directamente política. En todo caso, especialmente si su punto de vista es progresista o (mejor aun) revolucionario, ¡debemos recibirlo con los brazos abiertos!

La conciencia y la espontaneidad

También es muy importante repudiar el culto a la espontaneidad en las artes. La espontaneidad juega un papel hasta cierto grado (especialmente en la experimentación), pero por lo general las obras más complejas no son nada espontáneas (¡por no decir más!). Es un mito que la "creatividad" artística es incompatible con la reflexión y lucha consciente. (Dicho mito lo cultivan fuerzas sociales que quieren que los artistas sean robots neuróticos y aislados con poca conciencia e impacto social). ¿Acaso los artistas no piensan en su arte? ¡Cómo no! ¡Y como seres sociales piensan en muchas otras cosas también!

El discurso y la lucha social no sofocan la creatividad del artista, a menos que sea algo aburrido, pesado, mecanicista o dogmático. Desde luego las metodologías y los puntos de vista sin vida dejarán al artista (¡y a cualquiera!) en un estado de parálisis temporal. ¿No sería mejor que los artistas revolucionarios elevaran su conciencia y comprensión de la metodología científica en vez de partir de la noción cuasi mística de "instinto" para crear obras de arte? ¿Acaso no lograríamos avances importantes si los artistas (y el público) elevaran su comprensión del materialismo dialéctico y lo aplicaran conscientemente para crear, apreciar y evaluar las obras de arte?

El método de identificar la contradicción principal y el aspecto principal de una contradicción es muy pertinente al proceso de crear una obra de teatro o mezclar pigmentos, tanto al contenido como a la forma. ¿A poco no? El arte juega con los contrastes, ¿no es cierto? Los contrastes de armonía y disonancia, continuidad y ruptura, de luz, color, textura, línea, movimiento, ritmo, tono, resonancia, sentimientos o lo que sea, ¿acaso no son contradicciones que el artista explora (conscientemente o no) y manipula (conscientemente o no)?

Incluso la "escritura automática" (esencialmente un "monólogo interior") de los dadaístas y los primeros surrealistas (que a mi parecer era muy válida como experimento social para explorar los límites de la "socialidad" y la individualidad de la producción y percepción artística, y ayudó a destruir el viejo formalismo miope, entre otras cosas) tenía sus propias limitaciones metodológicas. Puso de relieve el hecho de que las perspectivas "frescas" en el arte no dependen fundamentalmente de una noción idealizada de la espontaneidad sino de la capacidad de mirar las cosas al sesgo, de "cambiar de lente", de variar la perspectiva, de ofrecer nuevas ideas y puntos de vista. ¿Acaso la reflexión y lucha consciente no ayudan en este proceso?

Incluso las "pinturas chorreadas" de Jackson Pollock no se hicieron al azar; Pollock chorreaba la pintura cuidadosamente y escogía muy conscientemente el tamaño del lienzo, los pigmentos, etc. Un reportaje sobre un artista francés que hace "arte de caracol" (unos caracoles mojados en pigmentos dejan huellas en el lienzo) comentó que el artista estaba frustrado ¡porque no podía atraer a los caracoles en cierta dirección con pedacitos de lechuga!

Estoy convencida de que la "ruptura radical" que requiere el arte proletario implica adoptar el método así como la concepción del mundo de la naciente fuerza de vanguardia de la sociedad, el proletariado revolucionario.

Muchos artistas se angustian porque no saben si deben hacer "obras por comisión". No se dan cuenta de que las están haciendo, pero el chiste es hacerlas conscientemente y al servicio de la clase revolucionaria y de acuerdo a sus intereses más elevados.

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