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Con respecto a la controversia sobre Thomas Jefferson…

Descalificado Automáticamente

Nota de la redacción actualizada el 27 de agosto de 2017: Hace poco, a raíz de la manifestación klanista-nazi en Charlottesville, donde unos golpeadores fascistas defensores de una estatua al general de la Confederación Robert E. Lee se desmandaron en las calles y mataron a Heather Heyer, Trump dejó en claro su posición al respecto. Al lado de los racistas y los fascistas... fuerte y claro. Ante el escándalo generalizado que surgió, Trump se negó a retroceder. En defensa de los monumentos a la Confederación, dijo que su derribo conduciría a derribar los monumentos a todos los fundadores de Estados Unidos amos de esclavos, entre ellos George Washington y Thomas Jefferson, y que eso sería una amenaza para los valores de Estados Unidos. De hecho, ello reveló mucho sobre la hipocresía al centro de la política estadounidense.  Además de ser una figura importante de la Revolución Estadounidense y de las primeras décadas de Estados Unidos, Jefferson fue un amo de muchos esclavos y defensor del sistema de la esclavitud. De presidente, presidió la Compra de Luisiana — la compra a Francia de un enorme territorio que ahora consta de partes o el total de 15 estados, principalmente en beneficio de los esclavistas y con el fin de extender a esas nuevas zonas la versión brutal y asesina del sistema esclavista en América del Norte. Algunos han sostenido que es necesario juzgar a Jefferson “en el contexto de sus tiempos” y que —en vista de sus creencias y acciones acerca de la esclavitud— fue “un gigante con imperfecciones”. Lo siguiente, tomado de partes de un discurso pronunciado por Bob Avakian hace unos años, fue posteado originalmente en revcom.us en 2012, y lo consideramos de mucha relevancia en la situación actual. Vea un análisis más extenso de Jefferson y sus teorías en Communism and Jeffersonian Democracy [El comunismo y la democracia jeffersoniana] en inglés, RCP Publications 2008, y en revcom.us; hay pasajes en español en revcom.us.

En este contexto puede que sea conveniente considerar —en respuesta a un sistema de opresión y las posibilidades que ofrecen los opresores— el contraste entre la respuesta de un esclavo que aspira como máximo a unos cambios menores en las condiciones de la esclavitud o la respuesta de un siervo de la Edad Media que no puede imaginarse un mundo en que su amo y señor no sea el dueño de la tierra y no controle completamente el trabajo y la vida misma de los siervos, los que no pueden imaginarse un mundo distinto a uno en que un supuesto dios predetermine —y un dogma religioso refuerce— el lugar de cada quien, desde el monarca gobernante hasta los mismos siervos humildes. Todo ello por un lado, pero en contraste con ello, la respuesta del luchador por la libertad y emancipador de la humanidad científico y consciente. Lo que éste, el luchador por la libertad y emancipador de la humanidad consciente, conoce y lo que el esclavo necesita conocer es que únicamente la eliminación del sistema de la esclavitud podría traer un cambio importante en la posición del esclavo. Y lo mismo se aplica al siervo — únicamente la abolición de ese sistema se podría abrir la posibilidad de algo radicalmente diferente y mejor. Lo mismo es cierto con respecto al actual sistema de explotación y opresión bajo el cual vivimos, el sistema capitalista imperialista.

Pero tenemos un problema: tenemos a un montón de intelectuales demócrata-burgueses que piensan como los siervos. [risas y aplausos] Sales a hablar con ellos sobre algo radicalmente diferente… “No, no, no, tenemos que asegurar que los demócratas permanezcan en el cargo”. Respondes: “Pero es posible tener un mundo completamente diferente”. “No puedo imaginarme nada mejor que nuestro sistema de la democracia — simplemente tenemos que hacer que funcione mejor”. “Sí, pero fíjese, toda una historia de la revolución comunista…” “Ah, no me hable de la revolución comunista — ésa fue una pesadilla y un horror y únicamente comprobó lo que digo, de que no existe nada mejor que este sistema”. Éstos son unos intelectuales demócrata-burgueses que piensan como los siervos —con incapaces de ver más allá de los confines— o rechazan ver más allá de los confines de este sistema.

Ahora, quiero introducir una frase en el discurso político. La tomé de una película la que trataré en un segundo. La frase es “Descalificado Automáticamente”. Si te acercas a cualquiera y empiezas a decirle: “Quiero hablar de la libertad y la democracia”, y de ahí pasas a hablar de nuestros grandes padres fundadores, estás Descalificado Automáticamente. [risas y aplausos] Pues, es necesario que alguien les diga: “Ustedes entienden que hablan de los esclavistas, ¿no? Entienden que de los primeros cinco presidentes de Estados Unidos, cuatro eran esclavistas. Lo entienden, ¿no? Washington, Jefferson, Madison y Monroe —entienden que de eso hablamos— los sujetos que tenían como propiedad a otros seres humanos y que los explotaron vilmente al mismo tiempo que denunciaban la ‘esclavitud’ que el monarca británico les imponía sobre sí mismos”. Descalificado Automáticamente.

Tomé eso de la película High Fidelity que trataba… John Cusack representa el papel del personaje principal, un tipo que es propietario de lo que solía llamarse una tienda de discos — ahora se le tendría que llamar una tienda de música. Pero de todos modos era el propietario de una tienda de discos donde en el curso de las actividades ahí, algunos empleados, de los que Jack Black representa uno, solían entablar discusiones sobre qué música era la mejor, etc. En cierto momento, uno de ellos menciona una canción —creo una de los Temptations— y el personaje que representa Jack Black dice: “Descalificado automáticamente por su relación con The Big Chill”. Bien, no sé cuántos de los asistentes aquí recuerdan la película The Big Chill. La creó muy conscientemente Lawrence Kasden, quien, si me acuerdo bien, militaba en la SDS en la Universidad de Michigan en los años 60 y luego se le dio la espalda. La creó con el propósito consciente de decirles a todos aquellos que participaron en los levantamientos de los años 60, en particular los jóvenes blancos de la clase media de los movimientos estudiantiles y los movimientos contra la guerra: “Está bien que ustedes le hayan dado la espalda a todo eso. Está bien que se hayan calmado y se hayan acomodado al sistema y lo hayan aceptado porque ahora nosotros tenemos mejor juicio”.

Eso era la esencia de la película y se expresa en muchas escenas, pero una en particular me impactó. Una mujer —creo que la actriz era Mary Kay Place— ahora trabaja de abogado de oficio, para ayudar a las personas. Piensen en qué tan insidioso y vil lo es lo siguiente: en una conversación entre los personajes, ella habla de qué tan desorientada y decepcionada se ha vuelto y de todas estas personas que tiene que defender como defensor de oficio. Los demás le dicen: “¿Qué esperabas?” Ella responde: “Bien, yo esperaba que todas esas personas fueran a ser Bobby y Huey — nunca pensaba que todas fueran a ser tan culpables”. Ahora piensen en la vileza de eso y qué mensaje da — eso me da coraje. Fíjese, algunas personas de las nacionalidades oprimidas, del pueblo negro y otras —he conocido a algunas de ellas— se rindieron, se vendieron y le clavaron un puñal por la espalda de la gente. Pero un fenómeno de los años 60 — solíamos ir a los barrios de los oprimidos, corriendo la voz sobre el cambio radical y cosas así. Muchas personas respondieron muy positivamente, pero algunas personas, al conocernos un poco y al querer ser muy franco con nosotros, nos decían: “Fíjese, ustedes, unos blancos, vienen a este barrio y dicen estas cosas y hablan de estas cosas, pero al fin del día, cuando este movimiento entre en reflujo, ustedes van a regresar a su vida y ponerse cómodos con este sistema y dejarnos aquí, de nuevo jodidos”. Me da coraje que tantas personas hayan permitido que eso sea lo que han hecho.

Pienso en la canción del Clash, “London Calling” (Londres les llama). No conozco la intención de la canción, pero quiero mencionar una de las estrofas — “Londres les llama” y luego “Salgan de sus alacenas, muchachos y muchachas”. De ahí tengo ganas de decirles a todas esas personas de los años 60 que solían tener mejor juicio y deberían tener mejor juicio: “Dejen esa maldita posición, carajo. Ustedes saben que tenían razón cuando reconocieron la naturaleza criminal del sistema. Saben que tenían razón cuando se dieron cuenta que existía una alternativa radical que era mejor. Dejen todas esas porquerías de acomodarse al sistema. Salgan de sus alacenas y únanse al movimiento y hagan de nuevo algo real que importa y que lucha por los oprimidos”. [aplausos] El que éstas hagan eso o no, tenemos que ganar a muchísimas más personas a hacer eso, a las personas mayores y en especial a los jóvenes, de todas partes de la sociedad, pero sobre todo de los que necesitan esta revolución con mayor urgencia y apremio.

Así que no me hablen de los padres fundadores y de Jefferson y Madison. “Bueno, sí”, me dicen, “pero tienes que darse cuenta. En esos tiempos, todo el mundo veía las cosas así. No tenían mejor juicio en esos tiempos. Todos creían que la esclavitud era simplemente una parte natural de las cosas y que algún día iba a extinguirse”.

¡Tonterías! No me digas que no había nadie en los tiempos de Jefferson y Madison con mejor juicio. Muchas personas sí tenían mejor juicio — para empezar, ¡los esclavos mismos! [aplausos] He aquí un hecho — aludí al libro 1861 de Adam Goodheart quien desafortunadamente simplemente insertó este hecho en una nota a pie de página, pero sí lo insertó ahí. Cuenta que un sujeto, Edward Coles, quien por un tiempo era el secretario privado de James Madison y luego llegó a ser el gobernador de Illinois, liberó a sus propios esclavos y luego trató de convencer a Madison y Jefferson para que hicieran lo mismo. Pero éstos se negaron. Por eso, no me digan que la gente no sabía que existía otra posibilidad, que no pudo haber hecho nada distinto. Jefferson, el gran héroe de la democracia burguesa estadounidense, no sólo fue un dueño de esclavos sino aprovechó su mandato como presidente y su prestigio para luchar enérgicamente por la expansión del sistema esclavista. De eso, en gran parte, se trataba la Compra de Luisiana a principios de los 1800, la que duplicó el territorio de Estados Unidos y ofrecía un cauce para la expansión del sistema esclavista. No me hablen de Andrew Jackson, el gran héroe populista que se elogia hoy en día, quien era un esclavista y quien obligó a los indígenas cherokis —los que habían llegado a estar en una situación mala en que algunos sí tenían plantaciones y esclavos— pero luego cuando se decidió que los europeos necesitaban más espacio para establecerse y hacer eso, a órdenes de Jackson, obligó a los cherokis a soportar la travesía del Sendero de las Lágrimas en el que tenían que marchar a través de enormes trechos de territorio bajo condiciones muy duras y muchos, incluidos niños, se murieron, sobre la marcha. No me hablen de los padres fundadores y de los grandes líderes populistas dueños de esclavos de este país. Si lo hacen, están Descalificados Automáticamente.