El título de este artículo probablemente sorprenda a muchas personas — no menos al mismo Roger Federer, ya que claramente él no es un defensor del tipo de revolución de la que estoy hablando, una revolución para realizar el socialismo y, en última instancia, el comunismo en todo el mundo, en lugar del actual sistema capitalista imperialista que ahora domina el mundo. El propio Federer no es meramente un jugador de tenis con habilidades de calibre mundial —y, abordaré, sin rival—; también es multimillonario, a punto de convertirse en milmillonario, como resultado de negocios e inversiones que sus hazañas en el tenis han hecho posible. (Al mismo tiempo, Federer ha dedicado importantes recursos y esfuerzos personales a obras de caridad en beneficio de los niños en el sur de África en particular, y es ampliamente respetado y admirado por ser, a riesgo de parecer cursi, “un tipo genuinamente buena onda” a nivel personal. Federer, del pequeño país de Suiza, es uno de los atletas más reconocidos y populares del mundo, no solo entre los fanáticos del tenis sino más en general, y eso no se debe únicamente a sus hazañas en la cancha, o simplemente debido la exitosa “comercialización de su marca”, sino también debido a lo que la gente percibe en su personalidad).
Es posible entender que es profundamente cierto lo que se presenta en el título de este artículo —de que el tenis de Federer tiene mucho que ver con la revolución— pero para hacerlo, es necesario que se aprecie tanto la orientación única y sin igual de Federer como su desempeño en el tenis y además lo que representa, y debería representar, la revolución de la que estoy hablando. En esta parte, no voy a entrar directamente al debate sobre si Federer, o por otro lado, uno de sus principales rivales actuales, Novak Djokovic o Rafael Nadal, es el GOAT (por sus iniciales en inglés: El mejor de todos los tiempos) en el tenis masculino (aunque, en un Apéndice al final de este artículo, argumento a favor de por qué ese título corresponde legítimamente a Federer). Lo que define al tenis de Federer, y más que nada lo distingue incluso de sus mejores rivales —más que todos sus grandes hazañas, de jugar al nivel más alto del tenis masculino durante casi dos décadas, desde el momento en que tenía alrededor de 20 años de edad hasta ahora, hoy, cuando se acerca a los 40 años— es el arte y la belleza de su juego. Y la revolución de la que estoy hablando —una revolución guiada por el comunismo, en su desarrollo posterior con el nuevo comunismo que ha resultado de las décadas de trabajo que he llevado a cabo— esta revolución y la sociedad y mundo radicalmente diferente que se propone crear, no podría prescindir de precisamente una apreciación y florecimiento de la belleza y el arte, en muchas dimensiones diferentes de la actividad humana, y uno de sus principales objetivos y requisitos es precisamente esa apreciación.
Como he enfatizado, una de las cualidades esenciales que define a los seres humanos es “la necesidad del asombro”1. Sin duda, en el tenis de Roger Federer existe una fuente continua de asombro. No es simplemente que él puede lanzar —y, en el curso de sus partidos, repetidamente lo hace— cada tiro concebible (y muchos que parecen inconcebibles). No es simplemente el hecho de que, si se le presta mucha atención, se puede ver una increíble muestra de destreza y arte incluso cuando Federer lanza una pelota hacia una niña o un niño recogepelotas (hacia los jóvenes responsables de recoger y distribuir las pelotas a los jugadores) entre puntos en un partido. Es, más que nada, el juego de sus pies, el movimiento —el fluir—, mientras Federer flota alrededor de la cancha para ponerse en posición de golpear la pelota. Mientras que con más o menos todos los demás entre los mejores jugadores del tenis masculinos del mundo —entre ellos Djokovic y especialmente Nadal— el movimiento de ellos se transmite con varios ruidos, y su golpe a la pelota a menudo va acompañado de gruñidos audibles y a menudo fuertes, Federer se mueve en silencio, aparentemente sin esfuerzo, y el único sonido que acompaña a sus golpes es el del encuentro cuando su raqueta se conecta con la pelota y la golpea, con una consistencia increíble, justo al lugar donde pretende que vaya. Las metáforas que podrían invocarse para describir este movimiento, como las que lo comparan con el ballet u otro baile, no son, en este caso, clichés, sino que realmente se acercan a capturar la fluidez y belleza del movimiento de Federer.
Djokovic y Nadal son claramente grandes jugadores de tenis —legítimamente considerados entre los mejores de todos los tiempos—, pero una de las cosas que diferencia a Federer de ellos (y esto quizá parezca irónico o hasta ilógico al principio) es el hecho de que el mayor punto fuerte de ellos es su consistencia, mientras que en el transcurso de un partido o un torneo, es probable que Federer tenga más “altibajos”. Nadal es implacable, juega intensamente cada punto e incluso cada tiro, como si todo el partido dependiera de ello; y, aparte de su habilidad de realizar tiros con alta destreza —o en un sentido real, incluso más que dicha habilidad— está su manera de desgastar a sus oponentes con esta implacabilidad la que caracteriza el juego de Nadal y explica su gran éxito. La clave del juego de Djokovic es su habilidad defensiva, que se basa en gran medida en su considerable flexibilidad física: es capaz de responder una y otra vez a los servicios poderosos (y/o bien acertados) y los grandes golpes de fondo de su oponente, de una manera que pone a Djokovic en al menos una “posición neutral”, y a menudo en una posición de ventaja, en relación con el oponente, lo que permite que Djokovic, con el tiempo, convierta la defensa en ofensiva y anote el punto. En este caso, una vez más, aunque de una manera un tanto distinta a Nadal, el mayor punto fuerte de Djokovic es la consistencia de su implacabilidad.
Con Federer la cosa es distinta. Como ha comentado más de un observador, Federer es un artista, y con un artista se tendrá momentos de brillo, más allá de lo que otros son capaces de lograr, y también se tendrá momentos en que ese brillo no brille por completo. Irónicamente, una vez más, hasta cierto punto, los errores de parte de Federer (y específicamente lo que, en términos de tenis, se consideran “errores no forzados”) se derivan de sus tremendas habilidades, particularmente su movimiento y juego de pies, que le permiten estar en posición para lanzar una variedad de tiros en un momento dado, y su “destreza de raqueta” que le permite ejecutar tantos tiros diferentes. Hay muchos casos en los que Federer se coloca en una posición en la que tiene muchas opciones en términos de lanzar un tiro y, en algunas ocasiones, el hecho de tener tantas opciones —en lugar de que estar más limitado y obligado a jugar de forma rápida e “instintiva”— resulta en que Federer “se supere a sí mismo”, incluso a veces cuando “cambia de idea en el último segundo” sobre dónde y cómo golpear la pelota, lo que hace que lance un tiro ineficaz o que pierda un tiro relativamente fácil y pierda el punto. Una de las cosas que hace que Federer sea tan excepcionalmente grande e impresionante de observar es que vemos al artista trabajando, intentando cosas que otros no se atreverían a intentar, dispuesto a caer en ocasiones, en lo inmediato, para encontrar la vía para alcanzar las mayores alturas.
Esto se manifiesta en todos los aspectos del desempeño de Federer en la cancha. Existe una precisión sin rival, combinada con movidas esquivas artísticas, en el juego de Federer. Esto se expresa quizás de forma más concentrada en el saque de Federer (al poner en juego la pelota), que es uno de los mejores y más impactantes en el juego masculino. En el caso de Federer, esto no se debe a la velocidad y la fuerza bruta —hay muchos jugadores en el juego masculino que superan de manera importante a Federer en esas categorías—, sino más bien se debe al disfraz (es muy difícil adivinar dónde Federer va a entregar su saque) y colocación (regularmente logra colocar la pelota justo donde, o muy cerca de donde, intenta colocarla con su saque). Con sus voleas, una vez que el juego ya está en marcha (después de su propio saque o el de su oponente), es lo mismo —la misma movida esquiva y precisión, en combinación con una fuerza efectiva, o un “toque” sutil. Ver a Federer “pintar las líneas” (lanzar la pelota para que caiga directamente en una línea lateral o en la línea de fondo, o muy cerca) de hecho es como observar una pintura impresionante. Y no hay igual, en ninguna parte en el tenis, a su equilibrio y habilidad de raqueta cerca de la red (voleando un tiro del oponente desde una posición cerca de la red) y en este caso, también, a menudo él hace que incluso el más difícil de estos tiros parezca fácil.
Una vez más, es el movimiento el que subyace a todo esto y lo hace posible. Como dice el autor y periodista de tenis Mark Hodgkinson, en un libro que analiza no solo la destreza y las hazañas de Federer sino también su presencia única en la cancha: Federer “Se mueve como un susurro”2.
Para algunos, en particular para aquellos que nunca se han ocupado de cuestiones de este tipo, quizá esto parezca “forzado”, pero en la forma en que Federer es capaz de usar su movimiento, y sus otras habilidades notables, para neutralizar y superar la fuerza bruta de los “pesos pesados” en el tenis masculino, existe una analogía con la forma en que se podría romper y hacer añicos el dominio estrangulador de las fuerzas opresoras más poderosas del mundo, mediante la acción creativa de masas de personas, lo que las liberaría para embarcarse en el camino de hacer nacer una sociedad y mundo libre de opresión. Pero la comparación y la relevancia del tenis de Federer para la revolución no puede, ni debe, reducirse a eso. Más allá de eso, es la satisfacción de las necesidades humanas profundas — “la necesidad del asombro”, la apreciación del arte y la belleza— la que es el vínculo entre el tenis de Roger Federer y la revolución que la humanidad necesita.
El tenis de Federer no es simplemente el producto de un atletismo de alto nivel establecido genéticamente, sino también de una gran apreciación por lo creativo y lo innovador, más allá incluso de sus contemporáneos y competidores de calibre mundial más altamente adiestrados. Entre los campeones de tenis de más alto nivel, únicamente Roger Federer experimentará frecuentemente con tiros, al correr el riesgo de perder un punto, o incluso un juego, durante el transcurso de un partido en un torneo de altas apuestas. Únicamente Roger Federer sentiría, y a veces lo diría abiertamente, que si no lo hiciera, podría encontrar que tal partido fuera aburrido, aunque iba ganando. Esto no es una “falta de disciplina” por parte de Federer, sino que una vez más es una apreciación real y da vida a un arte y belleza que puede y debe caracterizar el deporte del tenis — y sí lo hace, en su forma más alta, en el juego de Roger Federer. Hay algunos otros cerca de los más altos rangos del tenis que están dispuestos, o que sienten la necesidad, de intentar “tiros de fantasía” y otras muestras de arte, a riesgo de perder un punto, un juego o incluso un partido. Nick Kyrgios, un joven jugador atlético y altamente calificado de Australia, es el ejemplo más llamativo de esto, pero ni Kyrgios ni nadie más, aparte de Federer, han domado la combinación de un arte brillante con la concentración necesaria y, sí, la disciplina — canalizarla y traducirla al tenis competitivo de calibre mundial, con la consistencia que se requiere para ganar repetidamente partidos y torneos, entre ellos los torneos Grand Slam más prestigiosos y altamente preciados (que abarcan a todos, o a casi todos, los mejores tenistas del mundo y requieren que se ganen siete partidos consecutivos, dentro del período de dos semanas del torneo, para reclamar el título).
Por mucho que haya una “cualidad mágica” en el tenis de Federer, es al mismo tiempo el producto de un trabajo duro sistemático — tanto fuera de la cancha, en entrenamientos físicos, para alcanzar el mejor estado físico, como en la cancha, en interminables horas de práctica. Y existe el esfuerzo constante por domar mentalmente cada vez más el juego. Federer es un gran estudiante de tenis. Se ha observado, y se ha demostrado en la práctica, que a menudo él es capaz de adivinar (al observar el trabajo de los pies y la posición, y al conocer las “tendencias preferidas”, de su oponente) dónde ese oponente va a lanzar un tiro, incluso antes de que ese oponente haya comenzado su golpe. Y Federer posee la mayor habilidad para adaptar su juego, incluso en medio de un partido — algo que pueden ver no solo los asiduos estudiantes del juego, sino incluso los observadores más casuales al prestar atención a los cambios que realiza en su manera de abordar el juego, como el tipo de tiros que elige hacer, ya sea que “se quede atrás” en la línea de fondo o cada vez más “se acerque a la red”, y así sucesivamente.
Toda su preparación mental así como física y el “refinamiento” continuo de su juego subyace a la capacidad de Federer y es la base de la capacidad tanto de tener un enorme éxito en las competencias como de hacerlo con su arte sin paralelo. Hodgkinson escribe que, en sus principios, Federer tendía a adoptar la posición de que hacer las cosas con arte era incluso más importante que ganar, aunque Federer siempre ha tenido un impulso competitivo muy fuerte. Esto se reflejaba, incluso muy entrada en el éxito de Federer en la cima del juego masculino, en el hecho de que Federer se resistía a usar la “dejada” (golpear la pelota tan sólo un poco por encima de la red, especialmente cuando el oponente está muy atrás en la cancha), al creer que este tiro fue de alguna manera una violación de la estética (y quizás la ética) del tenis. Pero, Federer no sólo cambió de idea al respecto y desarrolló una de las dejadas más efectiva, y sí más artística del tenis, sino que, en general, y afortunadamente para Federer —y para todos los que aprecian la belleza con la que es posible jugar al tenis— Federer ha logrado una combinación (o síntesis) sin rival de arte y desempeño competitivo en general.
Y ha seguido adaptándose a los retos competitivos y a los cambios tecnológicos que han afectado los retos competitivos. Por ejemplo, hace menos de una década, Federer todavía jugaba con una raqueta que era más pequeña que la de casi todos sus oponentes principales, sintiendo que, con esta raqueta más pequeña, poseía la habilidad necesaria para realizar los golpes que necesitaba / quería y para evitar errores excesivos. Pero el creciente nivel de la competencia finalmente le convenció a Federer que aumentara el tamaño de su raqueta, lo que ha desempeñado un papel importante en finalmente granjearse una ventaja decisiva en contra de su rival de larga trayectoria e importante némesis Rafael Nadal. Al regresar de una lesión y cirugía de rodilla en la última parte de 2016 y al reanudar el juego competitivo a principios de 2017, con la ayuda del aumento del tamaño de su raqueta, Federer trabajó sistemáticamente para mejorar su revés, que fue la clave en capacitarlo para superar las tácticas que Nadal había usado contra Federer para forzarlo a pasar a la defensiva y a estar fuera de posición, haciéndolo más vulnerable a los tiros ganadores de Nadal. (Para aquellos que se interesan en algunos de los aspectos más técnicos que operaban en una forma en que Federer ha podido contrarrestar las tácticas de Nadal y en que ha podido llevarse decisivamente la ventaja en los partidos con Nadal —o, como lo expresó el propio Federer, “descifrar el código de Nadal”— una nota al pie examina algunos de los respectivos detalles*.)
Federer ha seguido jugando tenis competitivo a un nivel de calibre mundial, y todavía compite por estar en la cima del tenis masculino, hasta entrada los 30 años de edad (lo cual es extraordinario, dado que en términos de tenis de calibre mundial, esa edad definitivamente se considera como “vieja”). Es notable que Federer haya sido capaz de retener un poderoso espíritu competitivo y, al mismo tiempo, un “cool” [onda tranquila] inigualable, no solo durante el tiempo en que era el “número uno” indiscutible en el tenis masculino (y al que se le refería frecuentemente en ese entonces como “El mejor de todos los tiempos”) pero durante muchos años después de eso también. Una cosa es tener “hambre” y “estar concentrado” cuando uno es joven y “está en ascenso”, que se esfuerza por llegar a la cima de las clasificaciones —o en la situación de Djokovic, que aún no se ha convertido, pero ha declarado abiertamente su intención de convertirse, en el poseedor de la mayor cantidad de títulos Grand Slam y presumiblemente el honor de ser declarado “El mejor de todos los tiempos”— pero es una cuestión completamente diferente seguir esforzándose por la grandeza al más alto nivel mucho después de que uno aparentemente haya logrado todo lo que exista para lograr, como lo ha pasado en el caso de Federer desde hace algún tiempo.
Pero, aunque él planeaba, después de otra lesión y cirugía de rodilla, volver una vez más en el verano del presente (2020) para competir en Wimbledon, el más prestigioso de los Grand Slam —y el torneo donde Federer ha tenido más éxito, con ocho títulos— con las restricciones impuestas por el coronavirus, incluida la cancelación del torneo de Wimbledon de este año, no está claro cuándo Federer volverá al tenis (curiosamente, el Abierto de Francia, que normalmente se celebra a fines de la primavera, se ha reprogramado para el otoño, y hasta el momento no ha sido cancelado — vea en adelante, en el Apéndice, sobre la relevancia de esto para la cuestión “GOAT”). En todo caso, dentro de poco, la edad de Federer finalmente lo alcanzará, y él se retirará de las competencias de calibre mundial. Cuando se retire, será probable que Djokovic y/o Nadal (quienes son unos cinco años menores que Federer) continúen jugando durante algunos años adicionales; y, si aún no lo han hecho ya, es posible que uno o ambos superen el récord de premios Grand Slam de Federer, que ahora se sitúa en 20 (una vez más, diré más al respecto y sobre la manera en que eso está relacionado con la cuestión GOAT, en el Apéndice a continuación).
Pero, por verdadera que sea la grandeza que tengan Djokovic y Nadal, y con cualquier número específico de títulos Grand Slam que terminen por ganar, cuando abandonen el tenis, habrá otros, jóvenes y hambrientos, que alcanzarán el nivel de juego, o cerca de ese nivel, el que ha caracterizado lo mejor de Djokovic y Nadal. Con Federer, sin embargo, no es una cuestión de cantidad, no es algo que se pueda capturar simplemente con cifras —la cantidad de torneos Grand Slam y otros torneos ganados, el número de años como el jugador de máxima clasificación, y así sucesivamente— sino que es, mucho más, cuestión de calidad: el arte y el genio creativo de Federer, que no tiene igual en el tenis, en ninguna época, incluida la actual. Por mucho que al parecer las entidades que rigen un deporte —y las cadenas de televisión y otras instituciones financieras que se lucran de él— sientan la necesidad de comercializar cosas en términos de “rivalidades”, y este es algo que definitivamente es cierto en el tenis, en realidad no existe ningún “rival” a Federer, nadie cuya manera de abordar el juego y el desempeño en la cancha se compare con él o exprese la misma síntesis de arte y hazañas. Cuando Federer se vaya, pasará mucho tiempo, si no siempre, antes de que alguien se presente y brinde al tenis la belleza y, sí, el asombro y la maravilla, que Federer ha encarnado e inspirado.
Para volver al tema de este artículo, como se expresa en el título, en el futuro que se propone con una revolución basada en el nuevo comunismo, el tenis no jugará el mismo papel que en el mundo como lo está haciendo ahora, con la dominación de las dinámicas y los dictados del sistema del capitalismo-imperialismo y consecuentemente con las exageradamente frecuentes limitaciones a aquellos con cierto nivel de finanzas y recursos (o a aquellos con el apoyo de personas con cierto nivel de finanzas y recursos). Pero, como se menciona en la Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte —una visión panorámica y un plano concreto para una sociedad y mundo radicalmente diferente y mucho mejor—, seguirá habiendo una necesidad y una importancia para los deportes, con énfasis en actividades deportivas básicas en que participen las masas de personas, para promover su salud y recreación, pero también para ofrecer deportes con deportistas de tiempo completo (profesionales), que se practicarán en el marco general de las relaciones y valores de esa sociedad radicalmente nueva, y que servirán para alentar la amistad y la camaradería entre los competidores y entre aquellos que siguen tales competencias, al tiempo que promoverá y le dará expresión a la alegría, la belleza y el sombro que el deporte, en el mejor de los casos, puede inspirar3.
Desde esta perspectiva, mientras miramos hacia el futuro y trabajamos activamente para hacer realidad esta revolución, y todo lo que finalmente hará posible, si no deseamos disminuir la visión y el objetivo al que debe aspirar esta revolución, y el tipo de sociedad y mundo que debe esforzarse por crear, no podemos dejar de apreciar la belleza y el asombro, en el mundo natural y en las creaciones de los seres humanos, incluso ahora en medio de las terribles condiciones que impone este sistema gobernante del capitalismo-imperialismo a las masas de la humanidad. Y desde ese ángulo, el tenis de Roger Federer tiene mucho que ver con la revolución que necesitamos, aunque esa revolución engendrará una belleza, y dará expresión a la necesidad de maravillarse, en formas más allá de lo que siquiera se puede imaginar hoy día.
* Nota sobre la manera en que Federer obtiene un dominio decisivo sobre Nadal:
Nadal es zurdo y, particularmente con su derechazo, golpea la pelota con un montón de “liftado” [top spin], lo que hace que la pelota rebote alto después de tocar tierra (lo es cierto en todas las superficies de canchas de tenis, pero especialmente en arcilla, que es, con mucho, la superficie favorita de Nadal, en la que él es más efectivo — más al respecto en adelante, en el Apéndice). Ambos factores (la “zurda” de Nadal y su liftado extremo) por cierto tiempo ayudaron a que Nadal creara muchos problemas para Federer en los encuentros, porque (por varias razones, incluido el hecho de que la red es más baja en el centro de la cancha que en los lados) lanzar un tiro cruzado (del lado derecho al lado izquierdo de la chancha, o viceversa) es más fácil y menos riesgoso que lanzar un “golpe paralelo” (sobre la parte más alta de la red, en el mismo lado de la cancha en que se encuentra el jugador al golpearla). Así que, en el transcurso de los puntos en los partidos contra Federer, Nadal intentaba repetidamente, con muchísimo éxito, golpear la pelota con su derechazo cruzado, hacia el otro lado de la cancha, donde Federer (siendo diestro) se veía obligado a golpear la pelota, pero no con su propio derechazo —su golpe más fuerte— sino con un revés. Y el extremo liftado con el que Nadal lanzaba su golpe cruzado (con su mano fuerte) —lo que causaba que la pelota rebotara hasta la altura de los hombros, o incluso a veces más alto, antes de que Federer pudiera “hacer contacto” con la pelota— a menudo resultó en una situación en la que Federer o lanzara un tiro débil, lo que pusiera a Nadal en una posición de lanzar un “tiro ganador” (un tiro que Federer no pudo devolver) o hizo que Federer le pegara mal con su revés (golpeó la pelota de modo que cayera en la red o de modo que estuviera “fuera” de la cancha), dándole a Nadal el punto. Y esto fue especialmente así en los intercambios frecuentes en los que Nadal lanzaba un fuerte derechazo tras otro con liftado dirigido al revés de Federer — algo que Nadal a menudo podía hacer, porque era difícil para Federer “redirigir” la pelota “con un golpe paralelo”, hacia el revés de Nadal, y al intentar hacerlo, Federer corría un mayor riesgo de golpear mal la pelota, y perder el punto de plano al golpearla para que quedara fuera o cayera en la red, o lanzar un tiro débil en respuesta a lo cual sería fácil para Nadal lanzar un tiro ganador.
Al recuperarse de una lesión y cirugía de rodilla, y al prepararse para regresar al tenis competitivo, en la última parte de 2016, Federer se enfocó en mejorar su revés —con la ayuda una vez más de su raqueta, ahora más grande—, que lo ayudó a “mantenerse firme” en la línea de fondo (en lugar de verse empujado más y más atrás, en una posición cada vez más defensiva) y, desde esa posición en la línea de fondo, “conectarse con la pelota antes” con su revés (antes de que pudiera rebotar tan alto), lo que le daría a él más control y capacidad de lanzar tiros ganadores con su revés y en general lanzar golpes de revés con más variedad, como “redirigir” las pelotas “con golpes paralelos” hacia el revés de Nadal, su tiro menos imponente. Esto dio como resultado que Federer venciera a Nadal en la final del Abierto de Australia (uno de los cuatro torneos anuales “Grand Slam”) a principios de 2017. Desde ese entonces, en los partidos que se han sostenido entre los dos, Federer ha vencido a Nadal 4 de 5 veces — la única excepción fue un partido de semifinales en el Abierto de Francia de 2019 (otro de los Grand Slam), un partido en arcilla, que jugaron además en condiciones tan ridículas, con ráfagas de viento tan poderosas que era imposible para Federer acercarse a jugar a su manera normal, la que se apoya, mucho más que otros jugadores importantes, no tanto en la fuerza sino con al menos igual fuerza en la finura y en el “toque” y fundamentalmente en el movimiento para ponerse en posición para lanzar una increíble variedad de tiros, todo lo cual fue efectivamente imposible bajo esas condiciones. [volver]
Apéndice: El mejor de todos los tiempos
Como se mencionó en la parte principal de este artículo, en un sentido el argumento sobre quién es el GOAT (“El mejor de todos los tiempos”) en el tenis masculino (un debate que ahora se centra en Roger Federer, Rafael Nadal y Novak Djokovic) está mal hecho, especialmente si (como suele ser el caso) este debate se centra en cuestiones de cantidad —números de títulos Grand Slam, etc.— porque en el caso de Roger Federer sobre todo se trata de calidad: el arte único y esencialmente irremplazable que aporta al juego, al jugar a un nivel de calibre mundial. Pero, sin abandonar ese entendimiento decisivo, examinemos la cuestión de cantidad — de manera científica, explorando la evidencia relevante en sus dimensiones significativas.
En primer lugar, en lo que generalmente se considera la medida más esencial de grandeza y hazañas, figuran los totales de títulos Grand Slam que se hayan ganado. Si bien, tal como comentaré en adelante, este número, en sí, no basta para determinar la cuestión de la grandeza (o, específicamente, “El mejor de todos los tiempos”), pero sí ofrece una parte importante del panorama. Los números actuales de títulos Grand Slam son: Federer 20; Nadal 19; Djokovic 17.
Sin embargo, al analizar esto más a fondo, vemos que una clara mayoría de los títulos de Nadal (12 de los 19) se han ganado en una superficie particular —la arcilla— en el Torneo Abierto de Francia. Es cierto que una gran cantidad de títulos Grand Slam de Federer se han ganado en su superficie más favorecida —el césped, en Wimbledon—, pero la mayoría de los títulos de Federer se han ganado en otras superficies. Y de plano no es cierto, tal como se sabe que más de unos cuantos comentaristas han dicho: “Bueno, Federer es el mejor en su superficie favorita, y Nadal es el mejor en la suya”. Si restamos del total de 20 de Federer el 8 que ganó en el césped en Wimbledon y restamos del total de 19 de Nadal el número que ganó en arcilla en el Abierto de Francia (12), terminamos con este conteo: Federer 12, Nadal 7: una diferencia mucho mayor que los números totales (20 y 19).
Más allá de eso, la arcilla no es simplemente “otra superficie”. Es una superficie muy distinta al césped o las “canchas duras” (canchas que constan principalmente de asfalto u hormigón), las otras superficies en las que se celebran los torneos Grand Slam. La arcilla hace que la pelota rebote más alto y efectivamente “ralentiza” el juego, con el resultado de que lanzar los “tiros ganadores” (ya sea con el servicio u otros peloteos) es más difícil, y aquellos jugadores cuyo estilo de juego se basa en gran medida en lanzamientos largos, desgastando a los oponentes, tienen una ventaja adicional. Todo esto favorece fuertemente los puntos fuertes del estilo de juego de Nadal. La realidad de que no sólo existe una diferencia menor sino una diferencia cualitativa entre las superficies de arcilla y las otras superficies principales de las canchas de tenis se refleja en el hecho de que, por un lado, específicamente en el juego masculino, hay al menos diez personas que han ganado el Abierto de Francia, pero nunca han ganado otro título Grand Slam, a la vez que hay varios grandes del tenis, con múltiples victorias Grand Slam (en el césped y/o canchas duras), que nunca han ganado en arcilla en el Abierto de Francia —entre ellos no solo Pete Sampras (con un total de 14 títulos Grand Slam) sino también Jimmy Connors (8), John McEnroe (7), y Stephan Edberg y Boris Becker (6 cada uno). (Además, entre las mujeres, entre aquellas que han ganado múltiples títulos Grand Slam pero nunca han ganado en el Abierto de Francia figuran: Venus Williams, Virginia Wade y Martina Hingis. Y, aunque Serena Williams —quien legítimamente se puede considerar como la mejor jugadora de tenis femenino de todos los tiempos, y de hecho es una de los mejores atletas del mundo en cualquier deporte—, sí ha ganado en el Abierto de Francia, ha tenido mucho menos éxito en la arcilla en el Abierto de Francia que en otras superficies).
Esta diferencia entre las superficies se refleja fuertemente en la competencia uno contra uno entre Federer y Nadal: en todas las superficies, excepto en arcilla, Federer tiene la ventaja, mientras que en arcilla, ¡las victorias de Federer contra Nadal son inferiores al 15%!
También existe el hecho de que los cambios, que comenzaron hace más de 15 años, en las otras superficies además de la arcilla —y en particular el césped en Wimbledon— han implicado que, si bien es cierto que en el césped de Wimbledon, la pelota tiende a “deslizarse” por la cancha, en general las canchas de Wimbledon no “se juegan más rápido” que muchas de las canchas duras. En resumen, estas superficies, aparte de la arcilla, se han vuelto mucho más similares, ya que el césped ya no es significativamente diferente que las canchas duras —y la diferencia ciertamente no es nada parecida a la diferencia entre el césped y las canchas duras, por un lado, y la arcilla por el otro lado. Así que, las victorias de Federer en Wimbledon —que se produjeron después de que estos cambios comenzaron ahí— de ninguna manera figuran en la misma categoría que las de Nadal en el Abierto de Francia.
Todo esto pone en perspectiva la importancia real de los títulos Grand Slam que hayan ganado cada uno de ellos. Aunque Nadal igualara el total de 20 de Federer al ganar el Abierto de Francia este año (suponiendo que realmente se lleve a cabo), eso no cambiaría la realidad de que el total de títulos Grand Slam de Federer es mucho más significativo en términos de representar su desempeño general.
Con respecto a Djokovic, su total de 17 títulos Grand Slam también se distribuye de manera más uniforme entre los diferentes torneos, y sacó la mayoría de sus títulos en el Abierto de Australia, pero también números importantes en Wimbledon y en el Abierto de Estados Unidos, el último de los 4 Torneos Grand Slam. (Notablemente, Djokovic, como Federer, solo ganó una vez en el Abierto de Francia). Varios comentaristas han opinado que Djokovic, que actualmente está sano y en “buena forma”, probablemente (algunos hasta dicen “casi seguramente”) alcance o supere a Federer en la cantidad de títulos Grand Slam.
Eso, sin embargo, no es una certeza. Federer ganó una mayoría de sus títulos antes de 2010, cuando era veinteañero — aunque es una medida de su grandeza el que haya ganado tres títulos en los últimos tres años, a la edad de 35 años o más. Djokovic ahora tiene 33 años, y de la misma manera en que Federer enfrentaba una competencia muy fuerte, de parte de Nadal y luego de parte de Djokovic al alcanzar su mejor momento justo después de 2010 (cuando era de inicios a mediados de 20 años de edad), como se aludió en la parte principal de este artículo, ahora hay un número de jugadores jóvenes muy talentosos en el juego masculino, que tienen tanta hambre de ganar un torneo Grand Slam como la tiene Djokovic de llegar a ser el ganador de todos los tiempos del título Grand Slam. Además de la cuestión de la edad en general (y una vez más, en términos de competencia de tenis de calibre mundial, tener mucho más de 30 años, y especialmente al tener más de 35, es ser “viejo”), también figura el hecho de que, con el avance de la edad, aumenta la probabilidad de lesiones, incluidas lesiones más graves, y Djokovic ya no ha sido ajeno a lesiones durante el período general en el que estuvo en la cima del juego masculino, o cerca de ella. (Otra manifestación de la grandeza de Federer es que no solo ha ganado varios títulos Grand Slam a los 35 años o más, sino que lo ha hecho después de quedarse fuera del juego debido a una lesión de rodilla lo suficientemente grave como para requerir cirugía y luego un período de rehabilitación). Por estas razones, entre otras, puede haber una inclinación a responder con un “no tan rápido” cuando salen predicciones de que Djokovic (casi) seguramente superará a Federer y superará también a Nadal en los títulos Grand Slam (además de la posibilidad muy real de que Nadal gane más Grand Slam, en particular al tener en cuenta su peculiar éxito en el Abierto de Francia, también se tiene la realidad de que sería un error —un error que se ha cometido antes con respecto a Federer— descartar la posibilidad de que éste gane uno o más títulos adicionales Grand Slam).
En términos del argumento GOAT, la realidad es Djokovic tiene una estrecha ventaja general sobre Federer (27 a 23) en los encuentros uno contra uno. En este caso, hay que señalar que este es el resultado del hecho de que Djokovic se impuso a Federer en los encuentros uno contra uno solo después de que Federer tuviera mucho más de 30 años, mientras que Djokovic era tan sólo un veinteañero. Djokovic ha continuado este dominio general en los últimos años, aunque en varios partidos suyos sacó una victoria con un margen muy pequeño, y en dos de sus últimos tres partidos, Federer ha vencido a Djokovic —como lo hizo de manera convincente en los campeonatos de fin de año en 2019—, o ha perdido por un margen muy, muy pequeño ante él, como sucedió en la final de Wimbledon de 2019. (En esa final, Federer sacó dos “puntos de partido” —una situación en la que solo necesitaba ganar uno de los dos puntos siguientes para terminar el partido con una victoria— con su propio servicio, pero no fue capaz de aventajarse a Djokovic y finalmente sufrió una pérdida desgarradora en un partido clásico que se extendió a casi cinco horas. Vea en la nota a continuación un análisis de por qué Federer no logró sacar uno de esos dos puntos de partido**.)
Fue después de esa devastadora derrota que Federer volvió a la carga y derrotó decisivamente a Djokovic en dos sets seguidos (2 sets a 0) en el campeonato de final de temporada (aunque Federer no ganó ese torneo). Es cierto que Federer perdió ante Djokovic un par de meses después en las semifinales del Abierto de Australia (un torneo ganado por Djokovic), pero en ese partido de semifinales, Federer resultó claramente herido y para nada fue capaz de jugar cerca de su mejor nivel. Suponiendo que el tenis de calibre mundial pueda reanudarse, en más o menos sus dimensiones completas, antes de que haya transcurrido tanto tiempo de modo que finalmente Federer realmente haya pasado su mejor momento, queda por verse si, tal como lo ha hecho con Nadal, Federer puede sacar una ventaja decisiva sobre Djokovic, una vez más, antes de que Federer finalmente decida que ya es hora de dejar de competir en el deporte que ama.
En todo caso, si bien los títulos Grand Slam y las competencias uno contra uno son una parte importante del panorama, en términos de determinar quién se merece el título de “El mejor de todos los tiempos”, éstos no son los únicos factores que importan y en sí no resuelven la cuestión. Como ya se indicó, la realidad es que en los últimos años, Djokovic no sólo ha rebasado a Federer en competencias uno contra uno cuando Federer ha sido treintañero, incluso más allá de los 35 — una edad a la que, antes de Federer (y de Serena Williams, en el juego femenino), se hubiera considerado que los jugadores de tenis ya habían pasado por mucho su mejor momento, ciertamente en términos de ganar torneos Grand Slam, algo que Federer ha hecho tan recientemente como en 2018 (y casi lo hizo al siguiente año en Wimbledon). La “longevidad” de Federer es otra dimensión importante de su grandeza y del argumento a favor de su estatus como “El mejor de todos los tiempos”. Esto no es solo una cuestión de “mantenerse en la competencia”, incluso al nivel más alto, sino de aumentar continuamente un récord increíble de hazañas.
Al revisar sus hazañas globales, Federer ha ganado muchos más torneos en general (103) que Nadal (85) o Djokovic (79). Ha ganado muchos más partidos (1.227) que Nadal (977) o Djokovic (893). Ha llegado a más finales Grand Slam (31) que Nadal (27) o Djokovic (26). Federer ha ganado más semifinales Grand Slam (47) que Djokovic (36) y Nadal (33). Lo que llama aún más la atención: Federer ha superado con creces tanto a Djokovic como a Nadal en apariciones consecutivas en semifinales Grand Slam (23) y cuartos de final (33), hazañas que son increíblemente difíciles de lograr.
Sería posible continuar examinando con mayor detalle varias cifras (y, aunque creo que las cifras más relevantes fortalecen el argumento a favor de Federer como “El mejor de todos los tiempos”, hay algunas cifras que podrían citarse que son favorables para Djokovic o Nadal); pero, una vez más, las cifras, aunque forman parte del panorama, no presentan la historia completa, ni van a la esencia del asunto. Así que, respecto a todo lo que se ha mencionado aquí, déjenme concluir con lo que escribí cerca de la conclusión de la parte principal de este artículo:
Pero, por verdadera que sea la grandeza que tengan Djokovic y Nadal, y con cualquier número específico de títulos Grand Slam que terminen por ganar, cuando abandonen el tenis, habrá otros, jóvenes y hambrientos, que alcanzarán el nivel de juego, o cerca de ese nivel, el que ha caracterizado lo mejor de Djokovic y Nadal. Con Federer, sin embargo, no es una cuestión de cantidad, no es algo que se pueda capturar simplemente con cifras —la cantidad de torneos Grand Slam y otros torneos ganados, el número de años como el jugador de máxima clasificación, y así sucesivamente— sino que es, mucho más, cuestión de calidad: el arte y el genio creativo de Federer, que no tiene igual en el tenis, en ninguna época, incluida la actual. Por mucho que al parecer las entidades que rigen un deporte —y las cadenas de televisión y otras instituciones financieras que se lucran de él— sientan la necesidad de comercializar cosas en términos de “rivalidades”, y este es algo que definitivamente es cierto en el tenis, en realidad no existe ningún “rival” a Federer, nadie cuya manera de abordar el juego y el desempeño en la cancha se compare con él o exprese la misma síntesis de arte y hazañas. Cuando Federer se vaya, pasará mucho tiempo, si no siempre, antes de que alguien se presente y brinde al tenis la belleza y, sí, el asombro y la maravilla, que Federer ha encarnado e inspirado.
** Nota sobre la reñida pérdida de Federer ante Djokovic en la final de Wimbledon de 2019:
Cuando Federer no logró obtener uno de los dos puntos de partido que le tocaba durante su servicio en la final de Wimbledon de 2019 contra Djokovic, eso está relacionado, por un lado, con la “obstinada determinación” de Djokovic, pero aún más, y más concretamente, con pequeños mal pasos de parte de Federer. En el primero de esos dos puntos de partido, Federer falló por poco con su primer servicio —lo que, si lo hubiera sacado en el juego, muy probablemente hubiera resultado en que sacara el punto y ganara el partido—, y en el segundo servicio de ese punto, después de que Djokovic devolvió el servicio a un lugar en el centro de la cancha muy cerca de la línea de fondo, Federer intentó golpear la pelota a un ángulo hacia la esquina de revés de Djokovic, lo que si hubiera resultado, probablemente hubiera sacado a Djokovic corriendo y le habría dado la ventaja a Federer, con el probable resultado de que Federer hubiera prevalecido. Pero, al intentarlo, Federer “se propuso demasiado” (golpeó la pelota a un ángulo demasiado agudo), con el resultado de que la pelota cayó fuera de la cancha y Djokovic ganó el punto. En el siguiente punto, Federer sacó el primer servicio y, ante una repuesta muy rutinaria de Djokovic, Federer eligió acercarse a la red, con el propósito de rematar el punto rápidamente con un golpe exitoso que Djokovic no pudiera devolver (o pudiera devolverlo solo de manera débil, lo que hubiera puesto a Federer en una situación de sacar el punto con su siguiente tiro). Pero, en este caso, el “tiro de aproximación” de Federer (el tiro que lanzó para montar su aproximación a la red) faltaba por poco suficiente impulso (lo lanzó hacia la esquina del derechazo de Djokovic, pero no lo hizo con un ángulo suficientemente profundo ni con suficiente fuerza) como para forzar a Djokovic hacia una posición en la que pudiera responder lanzando únicamente un tiro débil, lo que hubiera dejado que Federer sacara el punto y terminara el partido desde una posición sólida en la red). En cambio, en respuesta al tiro de aproximación de Federer, Djokovic logró ponerse en buena posición y lanzar un derechazo ganador, que logró esquivar a Federer cerca de la red y caer de forma segura dentro de la cancha, fuera del alcance de la intentona de Federer de lanzar una volea de derechazo. A partir de ahí, un Federer sin duda momentáneamente desinflado falló con los siguientes dos puntos y el juego —y con la oportunidad de rematar el partido en ese momento—, aunque estaba lejos de “retirarse”, y de hecho continuó batallando ferozmente contra Djokovic por ocho juegos adicionales, antes de perder el último “desempate” decisivo.
Una vez más, el crédito definitivamente le corresponde a Djokovic por “mantenerse duro” y “negarse a retirarse” cuando estaba al borde de la derrota. Pero, al menos en la misma medida, se trataba de que Federer sintiera la gran presión de estar “tan cerquita” a lo que hubiera constituido una de sus mayores victorias — ganar un título Grand Slam, en este momento tardío de su carrera, en un encuentro contra otro gran jugador que ha dominado a Federer durante la mayor parte de los últimos años. El resultado fue que, en una situación en la que literalmente los centímetros deciden las cosas, Federer no logró prevalecer, por el más mínimo margen. Si Federer hubiera jugado cualquiera de estos dos puntos de partido con un poco menos de ansiedad, es muy probable que hubiera logrado ganar el partido. (Con el primer punto de partido, Federer pudiera haber “aspirado a un poco menos” con su primer tiro después de que Djokovic devolviera su servicio — al lanzar la pelota hacia la esquina de revés de Djokovic pero “dejando un poco más de margen” para asegurarse de que la pelota estuviera “adentro”, mientras siguiera siendo un tiro efectivo—, y luego trabajar desde esa posición para obtener la ventaja con el punto y rematarlo. Con el segundo punto de partido, es correcto y necesario —y también es difícil— en este caso una vez más tener una aproximación agresiva, tal como lo hizo Federer, en lugar de una aproximación pasiva, porque en una situación como esta es muy tentador, y aparentemente es más fácil, simplemente mantener la pelota en juego y esperar que el oponente cometa un error y “te dé el punto”. Pero, en lugar de “acercarse a la red” de inmediato, Federer una vez más pudiera haber “trabajado el punto” un poco más, para obtener una ventaja clara y luego sacar el punto acercándose a la red o con una volea ganadora. O, si Federer iba a acercarse a la red temprano para sacar el punto, tal como lo hizo al lanzar su primer tiro tras la devolución del saque de Djokovic, probablemente hubiera sido mejor lanzar un “tiro de aproximación” hacia la esquina de revés de Djokovic, forzándolo a lanzar un difícil “tiro de pase”, que luego se pudiera haber devuelto para rematar la victoria. Por supuesto —¡por supuesto!— es más fácil ofrecer estas opiniones aquí y ahora, lejos de la cancha y del momento crucial de juego, y sin nada de la presión que inevitablemente acompaña a una situación tan trascendental, en la que hay que tomar una decisión literalmente en una “fracción de segundo”; pero lejos del calor del momento, estas observaciones pueden ser válidas y valiosas — y, en todo caso, ¡no pude resistir ofrecer estas observaciones aquí, por lo que valgan!)
Como escribí en la parte principal de este artículo:
Es notable que Federer haya sido capaz de retener un poderoso espíritu competitivo y, al mismo tiempo, un “cool” [onda tranquila] inigualable, no solo durante el tiempo en que era el “número uno” indiscutible en el tenis masculino (y al que se le refería frecuentemente en ese entonces como “El mejor de todos los tiempos”) pero durante muchos años después de eso también. Una cosa es tener “hambre” y “estar concentrado” cuando uno es joven y “está en ascenso”, que se esfuerza por llegar a la cima de las clasificaciones —o en la situación de Djokovic, que aún no se ha convertido, pero ha declarado abiertamente su intención de convertirse, en el poseedor de la mayor cantidad de títulos Grand Slam y presumiblemente el honor de ser declarado “El mejor de todos los tiempos”— pero es una cuestión completamente diferente seguir esforzándose por la grandeza al más alto nivel mucho después de que uno aparentemente haya logrado todo lo que exista para lograr, como lo ha pasado en el caso de Federer desde hace algún tiempo.
Irónicamente, sin embargo, esa misma determinación casi con certeza resulta en una sensación de tremenda presión, especialmente en contra de los principales competidores que uno enfrenta, en una situación en la que vencerlo todavía tiene una gran importancia, especialmente después de que durante algún tiempo le haya llevado la ventaja, tal como fue el caso de Federer en su partido de campeonato contra Djokovic en Wimbledon de 2019. [volver]
1. Vea “Materialismo y romanticismo: ¿Podemos prescindir de los mitos?” Este es un pasaje de Cómo vencer las dos grandes cuestas: Más ideas sobre conquistar el mundo, que está disponible en Obras escogidas de BA en revcom.us. [volver]
2. Mark Hodgkinson, Fedegraphica, A Graphic Biography Of the Genius Of Roger Federer, Updated edition [Fedegrafía, Una biografía gráfica del genio de Roger Federer, edición actualizada], Aurum Press; edición revisada, 2018. “Se mueve como un susurro” es el título del cuarto capítulo de este libro. [volver]
3. La Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte, de la autoría de Bob Avakian, también está disponible en revcom.us. [volver]
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