Skip to main content

¿CONQUISTAR EL MUNDO?
Deber y destino del proletariado internacional

Updated

Bob Avakian pronunció una charla informal en el otoño de 1981 sobre una amplia gama de tópicos históricos y presentes de la revolución proletaria internacional. El autor insertó ciertos cambios en el texto antes de publicarse en la revista Revolución #50, enero de 1982.

 

  1. Nuevas perspectivas históricas de los primeros avances en la toma y ejercicio del poder —la dictadura del proletariado— y el avance por la vía socialista
  2. Más sobre la revolución proletaria como proceso mundial
  3. El leninismo como el puente
  4. Hacia un balance del movimiento marxista-leninista que surgió en la década de 1960 y del factor subjetivo, a la luz de la situación presente y en desarrollo y de la coyuntura que se perfila
  5. Algunos interrogantes relacionados a la línea y trabajo de nuestro partido y a nuestras responsabilidades y tareas internacionalistas especiales

En esta charla, voy a tocar una serie de temas generales y a continuación trataré, a partir de ellos, de desarrollar algunos puntos concretos. Esto, de hecho es casi seguro, resultará un poco difuso y ambicioso—en cierto sentido, como tanteando nuevos horizontes. Pero veremos lo que resulta. El propósito principal y la naturaleza de esta charla es exponer unas cuantas ideas sobre algunos puntos tocados en la literatura, en los informes del Comité Central que los camaradas han visto y estudiado en los últimos dos años, aproximadamente. Está en el carácter y en el propósito de una charla informal como ésta, tratar de desarrollar algunas de esas ideas, tratar de darle cabida a la reflexión sobre esas ideas, muchas de las cuales son explícitamente sólo tesis tentativas. No se pretende presentar ideas acabadas; esto va a ser cierto en general, con respecto a la charla en su totalidad, y en particular va a ser obviamente cierto respecto a varios puntos específicos. Por ende, no debe entenderse la presente como una “opinión personal acabada”, ni mucho menos como una presentación sistemática de la línea y opiniones de la organización como un todo sobre esos puntos; más bien debe tomarse como algo informal, que estimule ideas, estudio, discusión y, como esperamos, un avance ulterior en el desarrollo de algunos de estos tópicos.

Bueno, después de esta introducción, desarrollaré básicamente cinco puntos principales.

Primero: Nuevas perspectivas históricas de los primeros avances en la toma y ejercicio del poder— la dictadura del proletariado— y el avance por la vía socialista.

Segundo: Más sobre la revolución proletaria como proceso mundial.

Tercero: Sobre el tema que yo llamo: el leninismo como el puente, que se verá claro cuando entremos a él.

Cuarto: Hacia un balance del movimiento marxista-leninista surgido en los años 60 y del factor subjetivo, a la luz de la situación presente y en desarrollo y de la coyuntura que se perfila.

Quinto: Algunos interrogantes relacionados a la línea y trabajo de nuestro Partido y a nuestras responsabilidades y tareas internacionalistas.

Estos son los cinco puntos básicos y la parte final de la charla intentará concatenar algunos de los principales temas de estos diferentes puntos.

Entonces, para empezar:

I. Nuevas perspectivas históricas de los primeros avances en la toma y ejercicio del poder—la dictadura del proletariado—y el avance por la vía socialista

Primero, algunas ideas sobre la Comuna de París. Leyendo la recapitulación más sistemática de Marx sobre la Comuna de París —La guerra civil en Francia, que contiene además una introducción de Engels— es sorprendente, a la luz de toda la experiencia y el desarrollo no sólo de la lucha práctica sino también en el campo ideológico a partir de entonces, que la síntesis de Marx conceptualiza de manera muy precursora el desarrollo futuro y al mismo tiempo es más bien primitiva (esto es también válido en general para la introducción de Engels, donde destaca los principales puntos del análisis de Marx).

Esto no nos debe sorprender, ya que la Comuna de París fue la primera toma exitosa del poder y duró sólo unos dos meses, antes de que la ahogaran en sangre. Tampoco debe sorprendernos que la I Internacional —de la cual Marx era el líder, al menos en un sentido ideológico y teórico general, y en la cual también participó muy activamente en la práctica— era a su vez una mezcla de varias tendencias. El socialismo científico no se había diferenciado y distinguido totalmente aún de una serie de formas utópicas y anticientíficas de socialismo, incluso en la I Internacional, tema cuyas ramificaciones e implicaciones tocaremos un poco más adelante.

Respecto a su capacidad de proyectar y conceptualizar el futuro, si se lee lo que Marx escribió, se ve claramente que él fue capaz de extraer y concentrar muchas lecciones fundamentales de una muy breve y primitiva experiencia de sólo dos meses en el poder y sólo en París — y aunque París sea una ciudad importante, es tan sólo una parte de Francia. Y la lección decisiva que Marx sacó y remachó con insistencia en aquella época —que el proletariado no puede apropiarse del aparato estatal existente, sino que debe destruirlo, desmantelarlo y crear su propio aparato estatal, su propia dictadura revolucionaria— es obviamente un ejemplo del método científico de Marx. Y basándose en esa visión amplia y de largo alcance, Marx fue capaz de sacar esa lección e ilustrarla con una serie de particularidades de aquella breve y, en cierto sentido, difusa experiencia de la Comuna de París.

Pero al mismo tiempo, aunque el análisis de Marx en términos de su contribución a la lucha a largo plazo y al objetivo fundamental del proletariado mundial es —al igual que la Comuna— inmortal, mirándolo a la luz de la experiencia acumulada desde entonces y de la recapitulación de dicha experiencia, se pueden ver algunas de sus limitaciones. Por ejemplo, esto aparece seguido en los comentarios que Marx hace sobre la burocracia, el ejército regular, la cuestión del sufragio universal y la destitución de funcionarios, la cuestión de que ningún funcionario debería recibir un salario mayor al de un obrero, la forma en que trata la educación, la religión y la cultura en general.

Por ejemplo, él dice en cierto momento que a los curas (lo dice más poéticamente que esto pero básicamente quiere decir que a los curas) se les debe dejar solos para que se sostengan o caigan, es decir, el que logren comer o no, dependerá de si logran ganar apoyo de sus feligreses, y que no reciban subsidios estatales. Esta fue una de las experiencias de la Comuna. Bueno, obviamente la experiencia histórica ha demostrado que eso dista mucho del rompimiento radical necesario para atacar ese problema (y éste es tan sólo un pequeño ejemplo.) No es que Marx dijera que fuera suficiente, pero su recapitulación no va más allá. Y lo mismo es válido cuando dice que una de las cosas fabulosas que la Comuna tenía que ofrecer, su ganga (por decirlo crudamente) para el campesinado, es que sería capaz de reducir enormemente las trabas burocráticas y el brazo parasítico de la sociedad representado por la burocracia, y que por lo tanto podría reducir esencialmente el costo del aparato estatal para el campesinado. Esto se conecta directamente con la cuestión de si es necesario o no mantener un ejército regular, de si es posible o no reducir el número de funcionarios burocráticos de tiempo completo de la forma tan simple en que parece que Marx creía y concluyó de la experiencia de la Comuna, y si es posible pagar a los funcionarios del gobierno sueldos a la par de los de un obrero, como se hiciera en la Comuna por decreto.

Todo esto, por experiencia histórica y en particular en la experiencia donde la dictadura proletaria se consolidara y existiera por un tiempo y donde se avanzara por la vía socialista, no ha sido posible hasta ahora. Incluso cuando se ha aplicado una línea correcta, incluso cuando no se pueden atribuir a errores o desviaciones de derecha las políticas seguidas, no se han podido hacer todas esas cosas en la forma en que Marx, a partir de la experiencia de la Comuna, creyó no sólo posibles sino necesarias y fundamentales, en tanto que armas para conducir y transformar la sociedad. La vida no ha resultado tan simple, y que de hecho las posibilidades del proletariado parisiense de ganarse al campesinado, no sólo a corto plazo, sino de ganar y mantener su apoyo durante los zigzags y reveses de la lucha, no fueron tan grandes, ni la situación tan simple como Marx parece tratarla en La guerra civil en Francia, la síntesis de la Comuna.

Igualmente, la cuestión de la nación y de la relación entre la lucha de un país en particular y la lucha internacional, no fue tratada claramente, no sólo por la misma Comuna —en la concepción del mundo y políticas de los dirigentes de la Comuna en aquel momento, por ejemplo, en los llamados basados en el patriotismo a los soldados del ejército reaccionario— sino incluso en cierto grado en los escritos de Marx y comentarios de Engels al analizar la Comuna. La distinción entre nación e internacionalismo no se trazó tan claramente como hemos aprendido que se debe hacer. Por supuesto, por una parte era la época preimperialista, pero por otra parte, Francia era un país capitalista avanzado en el umbral del estadio imperialista (de paso, debe decirse que las referencias de Marx a “imperialismo” en La guerra civil en Francia no representan el mismo análisis de una nueva y especial etapa del capitalismo —de hecho superior y final— que Lenin hizo posteriormente.)

Aquí voy a intercalar un comentario que seguramente me va a provocar problemas con algunos lectores, pero una de las cosas que me quedan claras al leer las polémicas de Lenin sobre la cuestión de “la defensa de la patria” durante la I Guerra Mundial, es que Lenin tuvo que embestir vigorosamente contra Kautsky y otros, que eran las autoridades reconocidas del marxismo —mucho más que Lenin— y quienes tenían todas las citas almacenadas para sacar de bajo la alfombra y justificar sus líneas oportunistas, bien fueran socialdemócratas o social-chovinistas. Al leer esto se ve claramente por una parte que Lenin centró correctamente su argumentación en que la gente estaba desvirtuando o usando mal las citas de Marx y Engels, porque se trataba de citas de Marx y Engels previas a la época del imperialismo cuando la única pregunta, como lo dijo Lenin, era la victoria de cuál burguesía sería más favorable para el proletariado internacional. Pero también es claro, al menos en mi opinión (especialmente tratándose de Engels que vivió una década más que Marx) que no se trataba sólo de ser citado fuera de contexto, tiempo y lugar, sino de que este método de determinar cuál victoria (o derrota) de qué burguesa sería más favorable, se seguía aplicando cuando ya estaba perdiendo su aplicabilidad. Incluso en 1891, por ejemplo. Engels todavía hablaba de defender la patria alemana en una guerra contra el Zar.

En otras palabras, Lenin estaba en lo cierto —tanto en principio como tácticamente— al centrar la batalla en el hecho de que se tergiversaba y citaba a Marx y Engels fuera de contexto, es decir fuera de época. Pero también es cierto que ellos le prolongaron la vida al análisis en cuestión un tanto más allá de lo que era válido, lo siguieron usando pasada su relevancia histórica — particularmente en el caso de Engels hasta 1895 (o por lo menos 1891, cuando hizo su último comentario importante sobre el tema, que yo sepa); y algo de esto se refleja un poco en los escritos de Marx y Engels sobre la Comuna, donde hablan sobre la clase obrera como una especie de salvador de la nación, la fuerza que regenerara a la nación.

En la recapitulación pueden encontrarse huellas de esta línea y comentarios al respecto; eran también opiniones bien populares entre los Comuneros, quienes tampoco tenían clara la cuestión de romper radicalmente con la República; eso se mostró incluso en la forma en que diseñaron su calendario, que pareciera ser la continuación del calendario de la República. En otras palabras, no se verificaron a fondo todas las rupturas radicales en la cuestión de la nación respecto al internacionalismo. De nuevo, por supuesto, el problema del imperialismo, como lo analizara Lenin, no estaba totalmente desarrollado y por lo tanto, no era totalmente claro. Pero con toda la experiencia ganada desde entonces, se puede ver una tendencia general en la recapitulación de Marx sobre la Comuna a generalizar y extrapolar demasiado de esa experiencia particular; específicamente, mirando en retrospectiva la experiencia histórica desde los tiempos de la Comuna y su balance, se pueden detectar las limitaciones del método de enfocar las cosas desde el punto de vista de la victoria de cuál burguesía favorecería más al proletariado internacional. Tenemos que recordar que esto se dio en el contexto de la guerra entre Francia y Alemania cuando Marx y Engels apoyaron inicialmente el derecho a la autodefensa de Alemania, por así decirlo, y luego, en cierto momento dijeron: “ahora se han convertido en los agresores, así que ya no se puede sustentar más la posición de defensa de la patria en Alemania”. Los Comuneros tomaron la posición de defensa en contra de Alemania en vista de la capitulación del gobierno francés (que se atrincheró en Versailles en oposición a la Comuna de París), y se vieron forzados en ese contexto a una guerra civil en contra de la burguesía francesa, representada por Thiers y unificada en torno a él, que decidió entonces hacer un pacto con el líder alemán Bismarck en sus esfuerzos por aplastar la Comuna — lo que lograron, como sabemos. Esta es, por lo tanto, una situación extremadamente compleja y tratar de abordarla desde el punto de vista de si una nación tiene el derecho a la autodefensa, en mi opinión, ya comienza a transformarse en su opuesto.

Notablemente, hay un comentario de Lenin, creo, de cómo Alemania ya había pasado a la etapa imperialista antes de consolidarse como nación, y éste es uno de los ejemplos en que Lenin se apoyó para decir que los linderos en la naturaleza y la sociedad son condicionales y relativos. Si vamos a esperar a que Alemania se consolide como nación antes de decir que la cuestión de su derecho a la defensa de la patria es algo del pasado que ya no es válido, todavía estaremos esperando, ya que Alemania aún está dividida, y mucha gente, muchos social-chovinistas se cuelgan de eso en estos días. De todas maneras, estamos hablando de la época burguesa, de la formación de las naciones, y todo eso es relativo y condicional —no hay ninguna nación lista y a la medida, sólo esperando nacer— y la esencia del problema ya pasó a ser desde hace tiempo un asunto de imperialismo y no de naciones, en estos países avanzados. En mi opinión, éste ya empezaba a ser el caso en las últimas décadas del siglo XIX, incluso ya en 1870.

Podemos ver cierta confusión en Marx y Engels (de nuevo, especialmente viéndolo en retrospectiva histórica y por experiencia acumulada y analizada) sobre esta cuestión de la nación y sobre si es correcto o no considerar a la clase obrera como la heredera y la continuadora excelsa de la tradición, la “mejor” tradición, de la nación. Este punto no está totalmente claro, incluso en Marx, aunque no es necesario decirlo —pero debemos decirlo, tan sólo para que esta discusión no lleve a confusiones— que Marx y Engels tanto en su recapitulación de la Comuna como en su práctica relacionada con la Comuna, fueron partidarios destacados y paladines del internacionalismo proletario: esto es requeteclaro de principio a fin en la recapitulación de la Comuna —que no fue hecha desde el estrecho punto de vista de la nación francesa— pero queda esa confusión.

Retomando una perspectiva más panorámica, es importante señalar que Marx escribió en esta misma recapitulación que los proletarios “tendrán que pasar por largas batallas, por toda una serie de procesos históricos, que transformarán completamente las circunstancias y los hombres”1, e incluso antes de eso, 20 años antes, en 1851, declaró: “les decimos a los obreros, que pasarán 15, 20, 50 años de guerras civiles y guerras internacionales, no sólo para transformar las condiciones existentes sino para transformaros vosotros mismos y adecuaros para el ejercicio del poder político”2. Esto era, de nuevo, extremadamente profundo y perspicaz por parte de Marx y demuestra que él no tenía una visión simplista del proceso de transformación del mundo y la construcción del comunismo (y ciertamente el método materialista dialéctico que usó al recapitular la Comuna no es en absoluto simplista), aun cuando algunas de las criticas que he expresado son válidas, yo creo — válidas en cuanto él sobreestima, tal vez, la facilidad con que se podría atacar y resolver ciertos problemas.

Esto es en sí como una unidad de opuestos: por una parte, tanto en su análisis de la Comuna como en general, Marx tenía claro el hecho —y creo que esto es de suma importancia, digno de pensarse más y esto calza con las “dos rupturas radicales”, de ideas y relaciones de propiedad— de que no es suficiente y no es simplemente una cuestión de tener que pasar a través de todas estas luchas y trastornos para cambiar las condiciones objetivas existentes. Lo dice directo: deben transformarse vosotros mismos y adecuaros para el ejercicio del poder. Creo que esta aserción muestra una concepción del mundo y método de un materialismo histórico tremendo y una gran universalidad histórica, y esto permea su análisis de la Comuna. Sin embargo, lo que quiero decir es que visto desde una perspectiva histórica, podemos ver por otra parte, una subestimación de lo complejo y difícil que es resolver muchas de esas cuestiones — lo que no debe sorprendernos, pero que debemos analizar, especialmente si queremos tener una visión más global y al mismo tiempo más particular de algunos problemas que aparecen en el avance de la época burguesa a la época del comunismo mundial.

En general creo que este problema está ligado al hecho de que, por más que Marx y Engels percibieron y tomaron partido con los oprimidos de China, India y otros lugares del mundo, donde los pueblos se sublevaban en contra de la dominación y explotación colonial, aún en gran parte (y correctamente desde el punto de vista científico y de acuerdo a donde se encontraban en ese entonces los movimientos políticos y luchas más avanzados), ellos consideraban el problema de la revolución socialista, en particular, de la toma y el ejercicio del poder y la transformación de la sociedad por el proletariado, en gran parte en un contexto europeo — aunque no exclusivamente. Por lo tanto, muchas de las complejidades que han venido a caracterizar ahora a la revolución proletaria, el desarrollo de la sociedad socialista y la transformación hacia el comunismo en el mundo, no confrontaron totalmente a Marx y Engels, porque de hecho ha habido un desplazamiento del foco de la revolución en el sentido general histórico a lo largo de un período de tiempo, del Occidente al Oriente, no sólo de las revoluciones en general sino incluso de la revolución proletaria. (No se está diciendo que ha habido un desplazamiento permanente e inmutable —la historia nos dirá los resultados de todo esto— y más tarde hablaré sobre los puntos de vista correctos e incorrectos de las implicaciones de tal desplazamiento). Y esto ha hecho aún más complejo el problema de cómo hacer la transición del viejo orden, en algunos casos incluso precapitalista, no hacia el capitalismo sino precisamente hacia el socialismo y en la vía socialista hacia el comunismo.

Para decirlo de otra forma, Marx no aprehendió totalmente el significado y las implicaciones de lo que él mismo concluyera, tanto en la época de la Comuna como 20 años antes cuando habló de 15, 20 ó 50 años de guerra civil. Han pasado más de 15, 20 ó 50 años desde entonces y todavía el proceso que él describe esté apenas en su infancia, en sentido histórico. Así que no debe sorprendernos que él no haya aprehendido totalmente el significado e implicaciones de sus propias conclusiones, no sólo sobre las transformaciones de las circunstancias, sino de la transformación de los mismos proletarios en una forma histórica y universal para adecuarse para ejercer el poder, y esto sin mentar las tareas de realizar la transición total hacia el comunismo.

Y esto, de hecho confirma en un sentido global la teoría del conocimiento marxista, porque lo primitivo que hay en muchas de las observaciones de Marx refleja lo primitivo, el estado infantil, del desarrollo del proceso histórico mundial de la revolución proletaria — que no es caer en el materialismo mecanicista y decir que todo lo que se sabía era todo lo que podía saberse. Por otra parte, como ya estará claro a estas alturas, tenemos que enfatizar de nuevo que con todo y los puntos que estamos mencionando de los elementos primitivos en las observaciones de Marx, también había en ellas una gran universalidad histórica y proyección hacia el futuro. Pero en sentido global y viéndolo así dialécticamente, es una confirmación y un ejemplo de la teoría marxista del conocimiento, de la relación entre práctica y teoría, la dependencia fundamental de la teoría en la práctica y de que la práctica es la fuente primaria y el punto de referencia de la teoría y de la verdad. Y refleja el carácter primitivo, la temprana etapa del desarrollo del proceso histórico mundial de la revolución proletaria en marcha al objetivo a largo plazo que es el comunismo. Después de todo, la Comuna fue la primera experiencia práctica de la dictadura del proletariado. Fue un movimiento revolucionario del proletariado confinado todavía principalmente, en gran medida, a Europa y que ascendió al escenario de la historia aún con muchos elementos de la república burguesa y la democracia burguesa de las que emanó.

A esta luz, es interesante recordar lo que dijo Mao respecto a la Comuna de París, referido en varios informes del Comité Central, en particular el de 19793. En especial, es muy interesante examinar los comentarios de Mao a los cuales no nos referimos en aquel entonces. Como debemos recordar, Mao, en su estilo característico, sacó la conclusión: “Si la Comuna de París no hubiese caído, si hubiese resultado victoriosa, en mi opinión, ya se habría transformado en una comuna burguesa. Esto hubiese sido así porque era imposible que la burguesía francesa le permitiera a la clase obrera tener tanto poder político. Este es el caso de la Comuna de París”4. Me imagino la cara de Enver Hoxha y sus afines, estallando ante tales comentarios y respondiendo: “Como si el proletariado necesitara permiso de la burguesía para tomar el poder”. Pero de hecho, Mao hace aquí un análisis materialista histórico y aunque no lo desarrolla totalmente, pasa a analizar a la Unión Soviética y cómo el soviet de Lenin se transformó en el soviet de Jruschov y comienza a atar los cabos de su análisis sobre la restauración del capitalismo con el ascenso de la burguesía al poder (esto fue a comienzos de la Revolución Cultural, cuando Mao ya había desarrollado lo esencial de ese análisis y comienza a sintetizar algunos puntos a un nivel superior).

Luego Mao agrega —y ésta es la parte que no incluimos en el informe de 1979, pero creo que es especialmente importante y útil que le echemos un vistazo ahora, tanto porque estamos y debemos estar más profundamente conscientes del problema que Mao plantea, como porque profundizará nuestra comprensión de lo fundamental que es el internacionalismo proletario— que la Comuna de Shanghai no es una forma viable, pero eso presenta un problema ya que a las masas de Shanghai (a pesar de lo que se diga hoy en día) les gusta la Comuna, así que ¿qué vamos a hacer? Es un problema táctico, porque es una forma demasiado avanzada y no podemos popularizarla por todo el país en este momento5. (Ellos trataron de implementar muchas de las medidas de la Comuna de París; por ejemplo, durante un tiempo trataron de implementar el principio de elección y destitución de funcionarios por las masas, el principio de salarios de obrero para los funcionarios, etc., y tuvieron que reconsiderar, retroceder un poco de tales posiciones avanzadas y consolidar lo que pudieron. Básicamente adoptaron la forma de comités revolucionarios que se habían creado en todo el país como órganos de poder, en vez de las formas comunales. También nos referimos a esto en nuestro artículo en contra de Bettelheim en The Communist)6.

El tema al que quiero entrarle ahora no es el comentario de Mao de que la forma comunal no era un arma, órgano o una forma lo suficientemente fuerte para la supresión de los contrarrevolucionarios en la propia China. Pero escuchemos esto que es muy interesante: Mao dice: “Gran Bretaña es una monarquía. ¿Acaso no tienen rey? Estados Unidos tiene un sistema presidencial. Ambos son lo mismo, dictaduras burguesas. El régimen títere de Vietnam del Sur tiene un presidente y justo al lado el Reino de Camboya es regido por Sihanouk. ¿Cuál es mejor? Me temo que Sihanouk es algo mejor…”. Luego de seguir en este tema, Mao dice: “Los títulos no deben cambiarse tan seguido; no enfatizamos nombres sino práctica; no forma, sino contenido. Ese personaje Wang Mang de la Dinastía Jan, era adicto a cambiar los nombres. Tan pronto fue emperador, cambió los nombres a todos los cargos del gobierno, como muchos de nosotros que tenemos cierto disgusto al título de ‘jefe’. Además le cambió el nombre a todos los condados del país. Esto es similar a nuestros Guardias Rojos que le han cambiado el nombre a todas las calles de Pekín, imposibilitando que los recordemos. Aún recordamos sus antiguos nombres. A Wang Mang se le dificultó promulgar decretos y órdenes, porque el pueblo no sabía qué cambios se habían hecho. Esta forma de drama popular puede ser usado tanto por China como por los países extranjeros, por los proletarios o los burgueses”7. Recuerdo haber leído algo del PLP (Partido Laboral Progresista) o quizá fue de la gente que se denomina COUSML, o como quiera que se llamen ahora, quienes se agarraron de esto diciendo: “Esto es intolerable, Mao estancado con eso de los nombres y el formalismo de todos estos asuntos, el que lo vayan a reconocer o no todos esos países burgueses; cuánto se ha degenerado de posiciones revolucionarias”. Es obvio que confundieron el contenido con la forma, ya que si Mao habló de los nombres y todo eso lo hizo obviamente tratando de determinar la aplicabilidad o no de la forma de la Comuna —y de manera más fundamental y por contrapartida, de su contenido— a la situación de ese momento en China.

Luego, Mao prosigue y habla sobre ello en el contexto más en general, y para nosotros de mucho más interés ahora, de un país socialista en un mundo donde existe aún mayormente un cerco imperialista. Mao dice: “Las experiencias principales son la Comuna de París y el soviet. Podemos decir que el nombre República Popular China puede ser usado por ambas clases. Si fuéramos derrocados y la burguesía tomara el poder [¡qué acertado y previsor!—BA], no tendrían necesidad de cambiarle el nombre, seguirían llamándola República Popular China. El fondo del problema es cuál clase toma el poder político; eso es lo fundamental y no el nombre que tenga”. Mao continúa: “Creo que debemos ser más estables y no cambiar todos los nombres, porque esto traería a colación la cuestión de cambiar los sistemas políticos, la cuestión del sistema estatal y la cuestión del nombre del país. ¿A qué quieren cambiar el nombre: a Comuna Popular de China? ¿Debería entonces el presidente de la República Popular China llamarse director o líder de la Comuna? Además va a surgir otro problema: cualquier cambio va a traer el reconocimiento o no reconocimiento de los países extranjeros. Cuando un país cambia de nombre, los embajadores pierden sus credenciales, se intercambian nuevos embajadores y se les da de nuevo reconocimiento. Me imagino que la Unión Soviética no va a extender su reconocimiento, no se atrevería porque el reconocimiento le causaría problemas al soviet. ¿Cómo puede haber una Comuna Popular China? Será algo embarazoso para ellos, pero las naciones burguesas es probable que la reconozcan”.

En esencia pues, Mao no está lidiando aquí en absoluto con la cuestión del nombre. El dice: “Miren, vivimos en un mundo rodeado por el imperialismo y una cosa es tener una República Popular y otra distinta es tener una comuna, ya que nos tropezaríamos con el problema del Estado, tanto en términos de enemigos de clase internos como enemigos de clase internacionales, y es una forma demasiado avanzada; seríamos aplastados”. Mao dice “No nos reconocerían”, etc., pero ésta es su propia manera de llegar a un problema mucho más profundo del cual no debe dudar ningún marxista-leninista, que es: ¿Cuál forma es más apropiada para la lucha de clases en China, la supresión de sus enemigos internos y la lucha de clases internacionalmente?

Luego pasa a algo muy importante, algo que tocaré varias veces en esta charla. Dice: “Si todo se transformara en comuna, ¿qué pasaría con el partido? ¿Dónde pondríamos el partido? Entre los miembros de los comités comunales hay gente del partido y gente que no lo es. [Mao se refiere aquí a la Comuna de Shanghai—BA]. ¿Dónde pondríamos al comité del partido? ¡De una u otra manera tiene que haber un partido! Tiene que haber un núcleo, no importa cómo lo llamemos. Llámese partido comunista, partido social-demócrata, Kuomintang o I-kuan-tao, debe haber un partido. La comuna debe tener un partido, pero ¿acaso la comuna puede reemplazar al partido?”8

Aquí, es obvio que Mao trata el hecho de que mientras haya clases y lucha de clases, es necesario un Estado y un partido. Y, como dijera, “tiene que haber un núcleo, no importa cómo lo llamemos”. De nuevo, Mao se dirige a la esencia del problema — todavía persiste la contradicción de que no todos son comunistas. Cuando lleguemos al comunismo, no sabemos exactamente cómo se presentaré la contradicción entre elementos avanzados y atrasados, pero la habré. Pero en esa etapa, como la entendemos, no va a haber el mismo tipo de necesidad de tener un partido, porque comunismo significa ausencia de clases sociales y la inexistencia de divisiones sociales como las de hoy en día, y no habrá por lo tanto un partido que desempeñe el rol de vanguardia en ese sentido—y antes de lograr eso no habrá comunismo. Pero Mao dice que en esta etapa no podemos abolir el partido, el partido es absolutamente esencial, al igual que el Estado.

Me parece que es muy interesante reflexionar sobre lo que Mao dice. Si tomamos en su totalidad lo que yo he venido escarbando, no sólo dice que si la Comuna hubiese sobrevivido, a estas alturas se habría transformado en una comuna burguesa, con todo y que hubiese mantenido el nombre de Comuna; también dice que si consideramos el asunto históricamente (por lo menos, para mí es la implicación que creo debemos sacar del análisis de Mao) que no sólo con respecto a la burguesía francesa sino para la burguesía internacionalmente, las condiciones eran tales que era muy improbable que una dictadura proletaria hubiera podido existir y sobrevivir, y que la cuestión de que una dictadura proletaria exista y sobreviva rodeada por un mundo mayormente imperialista, es supremamente compleja y difícil y no debe tratarse con medios conservadores o infantiles. Para lidiar con ella hay que hacer avanzar la lucha de clases al máximo a cada momento y consolidar en vez de perder todo en ciertos momentos, en una especie de ola, o mejor aún, de desarrollo en espiral de las cosas. Eso es lo que es necesario hacer.

Bueno, éstos son unos cuantos puntos sueltos sobre la Comuna de París. Para proseguir debemos decir que Lenin se basó en gran medida en el análisis de Marx y Engels sobre la Comuna para formular su visión de la dictadura del proletariado como transición al comunismo —especialmente cuando la cuestión de la toma del poder se impuso con urgencia en el orden del día en la propia Rusia en 1917— y este análisis de Lenin está concentrado en El Estado y la revolución. Tanto ahí como posteriormente en La revolución proletaria y el renegado Kautsky, en particular, Lenin dice correctamente, por ejemplo, que en ninguna sociedad capitalista la diplomacia se practica abiertamente, en frente de las masas y con su participación. Se practica siempre en secreto, por medio de tratados secretos, a través de funcionarios y delegados del gobierno que operan en secreto, vale decir sin compartir abiertamente sus conocimientos con las masas. Y cuando se estableció la Unión Soviética, cuando el proletariado tomó el poder con los bolcheviques a la vanguardia, éstos efectivamente revelaron y divulgaron los tratados secretos de los imperialistas. Hubo varios ejemplos heroicos de la iniciativa de las masas; como el caso de aquellos marinos sin educación que pasaron noches en vela tratando de descifrar códigos secretos para revelar al mundo las maquinaciones imperialistas. Y esto, no tan sólo para beneficio de la República Soviética, cuya supervivencia estaba íntimamente atada a tales maquinaciones, sino para el avance de la lucha internacional. Así lo hicieron, tal como dijeron que lo harían.

Pero debemos agregar que bajo la dirección de Lenin y cuando la línea era de lo más revolucionaria, tampoco fue posible practicar la diplomacia en forma abierta; y de hecho, no pudieron hacerlo cualitativamente más que los Estados capitalistas del mundo. Un escéptico de hoy en día, al leer a Lenin sobre este punto podría decir: “¡Ajá!, Uds. tampoco han podido hacerlo, otro ejemplo de que en el fondo no hay ninguna diferencia...”. Si bien es cierto que esto es falso a todas luces, tampoco debemos desconocer que en ninguna parte del mundo, hasta el momento, ningún Estado proletario ha podido practicar la diplomacia abiertamente en lo general, y reflexionando de nuevo sobre la Comuna, es bastante obvio que de haber sobrevivido y tenido que lidiar con esa clase de situaciones tensas y complejas, tampoco habría podido hacerlo — y esto se puede decir con bastante certeza.

Además no es insignificante y está bastante relacionado con lo anterior, que todo Estado socialista que ha existido hasta el presente ha tenido que mantener un gran ejército regular separado de las masas armadas (milicias populares); creo que esto es correcto y un producto de la necesidad (mejor dicho, no se puede evitar). Y eso por supuesto tiene que ver con lo que Lenin, nuevamente en El Estado y la revolución y otros escritos, califica enfáticamente como una piedra de toque, uno de los distintivos de la auténtica dictadura proletaria. ¿Cuál es su esencia? Que sea regida por las propias masas en armas. Pero de hecho aún no ha sido posible en ninguna parte, en sentido estricto, que las masas armadas rijan. Siempre ha sido necesario tener un ejército profesional, por así decirlo, un ejército regular separado, un cuerpo armado de hombres y mujeres separado y en cierto sentido por encima de las masas, y esto es cierto aun cuando las masas estén organizadas ampliamente en milicias, como ha sido el caso cuando la línea revolucionaria ha estado al mando.

¿A qué se debe esto? Como algo al margen podemos referirnos al artículo en la revista Revolución sobre la Guerra Civil en España y la revolución española9 — o la revolución que no se llevó a cabo en España. Una de las cosas más esenciales que señala es que resultó necesario establecer un solo ejército unificado para derrotar en el campo de batalla al ejército reaccionario (que se organizaba y gravitaba alrededor de Franco), en oposición a los anarco-sindicalistas y otras líneas. Habría sido bueno en abstracto, pero no en la realidad concreta, desear que no hubiera tenido que ser así; pero lo fue. La razón por la que digo “no bueno en la realidad”, es porque negar la necesidad de las medidas tendientes a formar un comando centralizado (en ese sentido, un ejército regular centralizado para combatir y derrotar al enemigo), o socavarlas, sólo hubiera contribuido a la derrota.

También es cierto —y esto está lleno de lecciones para el análisis de la Guerra Civil española y la historia en general, y la historia también está repleta de esta lección— que ésta es una contradicción utilizada sistemáticamente por los revisionistas o fuerzas burguesas similares de un tipo u otro, para ahogar y suprimir la iniciativa revolucionaria de las masas, para arrebatarles la revolución y ahogarla en sangre y/o sofocarla en burocracia. Esta es una contradicción muy real y no puede borrarse o desvanecerse sólo deseándolo, por eso mismo. Debe resolverse como parte de un proceso mucho mayor y de una contradicción mucho más fundamental.

Aquí es pertinente citar a un camarada dirigente de nuestro Comité Central. En respuesta a los más recientes escritos de Bettelheim, donde éste finalmente “llega al sitio lógico donde sus previos pasos lo habían encaminado” y concluye que desde los comienzos de los años 30 y la consolidación de la dirección de Stalin, la Unión Soviética era capitalista y no socialista, nuestro camarada dijo: “Si se puede considerar a la Comuna como la dictadura del proletariado, pues la Unión Soviética bajo la dirección de Stalin puede ser correctamente considerada como socialismo”. Y para ilustrar lo que esto significa, agregaría yo que después de todo la Comuna de París ¡fue una dictadura proletaria sin ningún marxista! Es decir, no había en ningún sentido una dirección marxista en la Comuna, y a pesar de eso, y correctamente según creo, Marx la consideró un ejemplo de dictadura proletaria. Posteriormente Engels agregó: si ustedes, los que temen a la autoridad y tiemblan ante las palabras dictadura del proletariado, quieren saber lo que es, miren la Comuna de París, eso fue una dictadura del proletariado. Desde una perspectiva histórica global, esa fue una afirmación correcta y muy importante. Y lo mismo se puede decir de la Unión Soviética bajo la dirección de Stalin (más adelante volveremos a tocar esto).

Pero la conclusión directa es que esto nos da una cierta perspectiva histórica, nos ayuda a comprender e ilustra la necesidad de combinar una perspectiva histórica universal con la disección rigurosa y crítica de experiencias históricas especialmente cruciales y concentradas, de sacar al máximo las lecciones y de luchar para forjar lo más rigurosamente que se pueda esas lecciones como armas para el presente y el futuro. Aquí hablo específicamente del futuro inmediato, enfocado en la coyuntura que se esté perfilando. Después de todo, ahí yace la importancia de hacer un balance de la historia. Es importante en sí analizarla profundamente con un método científico critico; pero en última instancia el propósito de eso es hacer avanzar la lucha revolucionaria general hacia el objetivo final, y al perder esta perspectiva, especialmente ahora en el corto plazo, así como a largo plazo, convierte todo esto en gimnasia académica por el puro amor al estudio, la teoría se degenera y se es incapaz de determinar y separar lo correcto de lo erróneo. Y esa tendencia existe en la actualidad por aquí y por allá y es preciso alertar sobre ella.

Bueno, cubrimos algunas reflexiones sobre la Comuna de París y el balance que Lenin hiciera de ella. Ahora, refiriéndome a la Unión Soviética y tras haber dicho lo anterior, no voy a intentar hacer una síntesis completa aquí de todas las cuestiones que voy a plantear. Más bien, no más voy a tocar algunos puntos centrales e indicar algunos interrogantes para un estudio posterior, para ser investigados y discutidos. De nuevo, éste es un asunto que, especialmente dada la situación en desarrollo y en el contexto de la coyuntura que se perfila, es de suma importancia tanto en términos de recapitular sus lecciones históricas cruciales, como en términos de derrotar posiciones oportunistas y erróneas de diversos tipos y en diversas direcciones en lo que se refiere a la naturaleza y el rol de la Unión Soviética en la situación actual. Por ejemplo, estoy seguro que la mayoría de ustedes sabrán que el Partido Comunista de los Trabajadores (CWP) dio un giro abierto de 180 grados no sólo sobre la cuestión de China sino también respecto a la Unión Soviética; ahora dicen que ambos son socialistas; cambiaron de posición, pues aunque a tientas empezaban a comprender por lo menos unos aspectos correctos de lo que es el socialismo, en contraposición al capitalismo. Ahora han dejado de preocuparse y tratan de construir una base de apoyo social con la tesis de que después de todo el socialismo es alcanzable ya que en Moscú se puede viajar en el Metro por 7 centavos. Así pues, tanto desde una perspectiva histórica universal como considerando la lucha inmediata en el mundo, con sus complejidades y las muchas y diversas fuerzas en juego, es crucial escarbar más profundo, aún más profundo de lo que hemos hecho en el pasado (aunque nuestros esfuerzos han contribuido—por ejemplo, Red Papers 710) y es preciso adentrarse mucho más hondo en algunas de estas cuestiones cruciales que se relacionan con la Unión Soviética.

Quisiera comenzar hablando un poco acerca de algunas opiniones de Lenin sobre la cuestión de la Unión Soviética, en especial en los primeros años desesperados de ésta y luego cuando se le empezó a quedar claro que la Unión Soviética iba a tener que avanzar sola, al menos en el futuro inmediato —no en el sentido de que no tenía aliados ni conexiones internacionales, o de que no fuera parte del proletariado internacional, ni tuviera apoyo— sola, en el sentido de que iba a ser, después de todo, la única revolución proletaria victoriosa que se consolidaría a partir de toda la coyuntura que se configuró antes, durante, e inmediatamente después de la I Guerra Mundial. Así que primero haremos un examen breve de los puntos claves del análisis de Lenin, cuando aún esperaba la propagación rápida de la revolución, especialmente en Europa (Alemania, en particular) y la vio ligarse con la lucha anticolonial en Oriente (aunque no tenía enteramente claro bajo qué formas ni cómo se desarrollarían esas luchas hacia el socialismo). Pero si se estudian no sólo los escritos de la Internacional Comunista, sino los propios discursos y escritos de Lenin, en particular en ese tiempo, se ve que había una tendencia muy definida a percibir el desarrollo de la revolución mundial como, por así decirlo, una adición cuantitativa a la República Soviética en Rusia, es decir, un crecimiento a partir de esa república, casi literal y geográficamente, a una república soviética mundial.

Esto último, hay que decirlo claramente, no era una cuestión de chovinismo, ya que Lenin luchó con dientes y uñas tanto en los confines de la República Soviética existente como internacionalmente en contra del chovinismo, en contra de desviaciones chovinistas, por una auténtica igualdad entre las naciones y por la unidad del proletariado mundial hacia el comunismo. Más bien, era una cuestión de ver el desarrollo y propagación vertiginosa de la revolución proletaria a muchas partes del mundo como algo más inminente de lo que desafortunadamente ocurrió. Aunque era una posición errónea, su aspecto positivo —y a esto volveré más adelante— fue una gran dosis de impaciencia al tratar de exprimirle lo máximo posible a esa coyuntura, como nuestro camarada dirigente al cual nos referimos anteriormente lo dijera.

En este contexto pienso que es importante (y es tan sólo en este contexto que se puede evaluar correctamente) echarle un breve vistazo a la obra de Lenin El “izquierdismo”, enfermedad infantil en el comunismo—algo como las muy breves y dispersas reflexiones que hice sobre la obra de Marx La guerra civil en Francia, la síntesis de la Comuna. No voy a tratar de dar una síntesis completa de “Izquierdismo” en el comunismo, sólo voy a plantear algunos puntos que serían parte de una síntesis más profunda de esta obra, en el contexto de los aspectos de mayor envergadura tocados aquí.

Creo que hay que decir primero que todo, que al releer recientemente esta obra de Lenin quedé sorprendido por el hecho de que en general es una obra muy importante, sobre todo en el contexto de una situación en que se están madurando las posibilidades para una revolución. Es rica en muchos principios y lecciones importantes que deben ser aprehendidos y aplicados correctamente, en una forma auténticamente creativa — es decir creativa en el sentido marxista-leninista; no en el sentido revisionista a la Jruschov de que, como alguien dijo, está bien “desarrollar creativamente” el marxismo-leninismo, descartando cualquier principio que incomode a los revisionistas, pero si uno trata de tomar los principios que se han forjado y los desarrolla mediante la aplicación a la situación presente, es tildado de dogmático y de “cómo-te-atreves-tú... tal por cual”. Pero al leer “Izquierdismo” en el comunismo me impactó el hecho de que allí hay muchos principios y lecciones básicos que son no sólo correctos en el sentido general, sino que además son cruciales, especialmente en el contexto del advenimiento y desarrollo de una situación revolucionaria.

En esta obra, Lenin llama la atención y trata de enfocarse explícitamente en cómo hacer la transición de una situación más o menos normal al pleno desarrollo de una lucha revolucionaria, en las circunstancias en que una situación revolucionaria se está madurando pero las masas aún no han adoptado posiciones revolucionarias. Este, en términos generales, es el problema que Lenin ataca, pero hay que puntualizar varias cosas al respecto. Ante todo, la obra debe verse en el contexto de tal situación y tal coyuntura — si no una coyuntura histórica a escala mundial, por lo menos una coyuntura en el sentido más limitado de la agudización de contradicciones que precede a una situación revolucionaria y del desarrollo de ésta. Y debe decirse que ese empeño por hacer los máximos avances posibles caracteriza todo el tono de esta obra. Esto es en forma general lo correcto de “Izquierdismo” en el comunismo y está basado en ciertas expectativas. Pero ciertos puntos, enfoques e incluso cuestiones de método son incorrectos, incluso dada la situación, y reflejan por una parte una cierta incomprensión de algunas situaciones concretas por parte de Lenin, pero por otra parte reflejan que se extralimitó, que trató con tanto ahínco de tomar las lecciones de la victoriosa Revolución Rusa y aplicarlas a otras circunstancias al calor de esa situación que se seguía agudizando —“de exprimirle lo máximo posible a esa coyuntura” (para usar esa frase tan descriptiva)— que Lenin efectivamente cometió ciertos errores, y por lo menos en algunos casos las cosas se convirtieron en cierto modo en su opuesto en términos de las tácticas que él urgiera.

Por ejemplo, examinemos el caso de Inglaterra, que es el tema de un capítulo en “Izquierdismo” en el comunismo. Lenin habla de la formación del Partido Comunista Británico que aún estaba en su infancia (de hecho no se había formado aún) y de la cuestión del Partido Laborista, del hecho de que muchos de los liberales gravitaban hacia el Partido Laborista, y que la situación se estaba polarizando con la cuestión del Partido Laborista y el renombre que sus líderes, falsos socialistas, adquirían. Lenin hace comparaciones con las experiencias de la Revolución Rusa —cuyas particularidades, por desgracia se perdieron de vista en este caso— y saca la lección general concentrada en la famosa frase que ha oído todo aquél que tiene la experiencia de hablar con los derechistas del movimiento, sobre sostener (apoyar) al Partido Laborista como la cuerda sostiene al ahorcado: oblíguenlos a tomar el poder, porque no lo quieren tomar, mientras que ustedes mantienen su independencia política y derecho a criticar, y cuando las masas deserten a los laboristas, ya que verán que éstos realmente no implementarán el socialismo, entonces se pasarán a los comunistas y a una posición revolucionaria. Bueno, algunas tácticas similares se aplicaron acertadamente en la Revolución Rusa en oposición a los mencheviques, a los socialistas-revolucionarios y otras fuerzas, que contaron en diferentes momentos y situaciones con el apoyo de sectores cruciales de las masas — por ejemplo, los obreros en los soviets y el campesinado. Pero con respecto a Inglaterra, con su larga tradición de corrupción y aburguesamiento de la clase obrera, y toda su tradición parlamentaria burguesa, de lo que Lenin estaba bien informado, la situación era bien diferente.

Ustedes saben que Stalin dijo en El marxismo y la cuestión nacional que “En Rusia, no tenemos, gracias a Dios, parlamento”11. (Nunca he estado seguro quién dijo “gracias a Dios”, ya que Stalin lo puso entre comillas, pero siempre he pensado que fue él). De todas maneras, el hecho es que donde existen esos parlamentos por un largo período de tiempo y empiezan a haber diputados obreros, esto pasa a ser una piedra de molino atada al cuello del proletariado y del movimiento revolucionario. En la mayoría de los casos realmente es como para decir “gracias a Dios” el no tener un parlamento. En Rusia, el parlamento (la Duma) fue una concesión arrancada de las clases dominantes y del zar en particular, en ciertos momentos cruciales de repunte y maduración de una situación revolucionaria. No hubo tiempo suficiente para que las clases dominantes se lo apropiaran y lo utilizaran para aturdir, adormecer y corromper, para corroer la cosmovisión y tensión de las masas. Siempre lo tuvieron en mente, pero no tuvieron el tiempo que tuvo la burguesía británica para perfeccionar el parlamento como un medio de aturdir a las masas.

En Gran Bretaña, el parlamento coadyuvó al aburguesamiento del proletariado, y por desgracia resultó ser que —en lo que respecta a lo que Lenin dijo ahí y en la medida en que trataron de aplicarlo— se sembró confusión y desorientación, especialmente entre los sectores avanzados del proletariado (y en mi opinión, eso era inevitable al seguir tales tácticas). Porque no era lo mismo que la situación en Rusia, no era la situación de un parlamento que nacía justo en momentos en que debido a repuntes revolucionarios había nuevas oportunidades o en todo caso, una nueva necesidad respecto al parlamento. De hecho, aunque en Inglaterra había una especie de estado de ánimo revolucionario, una rebeldía después de la guerra, no era el mismo tipo de agudizamiento de las contradicciones, la misma clase de desarrollo de una situación revolucionaria, que se acababa de dar en Rusia.

Francamente, hay una cierta lógica burguesa en este razonamiento de Lenin. Va al extremo de decir en un momento que si uno apoyara a Henderson y Snowden (líderes del falso socialista Partido Laborista) y si éstos llegaran a ganarle a Lloyd George y Churchill, la mayoría de los obreros se desilusionarían de sus líderes en un corto período de tiempo y se pasarían a apoyar a los comunistas. Lenin dice, y creo que en esto se empieza a imponer un poco la lógica burguesa y francamente cierto oportunismo: “Si yo me presento como comunista, y las invito a votar [a las masas—BA] por Henderson contra Lloyd George, me han de escuchar seguramente”12. Bueno, puede que sí o puede que no, pero ése no es el quid — eso podría ser una consideración táctica, pero tiene que basarse en algo más fundamental. Lenin se basa aquí en una premisa falsa, y aquí es donde trató con tanto ahínco que hizo “lo inverso”, no hallo otra forma de expresarlo, porque Lenin no desconocía algunos hechos que discutí anteriormente; manifiesta en cierto grado una comprensión del rol que el parlamentarismo ha jugado en el proletariado y en la sociedad británicos. De hecho, dice al respecto que precisamente debido a la historia del parlamentarismo, resulta aún más necesario llevar a cabo la forma de lucha parlamentaria en Gran Bretaña — y creo que eso es incorrecto, que usó lógica burguesa y pujó tan fuerte que hizo lo inverso.

Bueno, estos errores no serían tan importantes si todos —y quiero decir, desde los líderes del movimiento comunista internacional hasta los revisionistas de hoy en día en sus varios pelajes, casi sin excepción— no se hubiesen empecinado en reimprimir y diseminar “Izquierdismo” en el comunismo como “la obra maestra de estrategia y táctica” que debe aplicarse al dedillo, y si no hubiese sido usada, como lo ha sido por esos personajes, como una receta universal para el revisionismo, y si no se hubiera puesto al centro y al frente mientras ¿Qué hacer? fue en gran medida enterrada o tergiversada. Desgraciadamente, “Izquierdismo” en el comunismo ha sido utilizada para promover el revisionismo, y a los errores que mencioné anteriormente se les da atención y expresión concentrada, mientras que a las conclusiones acertadas de Lenin, que son la esencia y el aspecto principal de la obra, se las toma fuera de contexto y se las convierte en una receta para el revisionismo, el economicismo, el cretinismo parlamentario, el seguidismo y para estar empujando casi siempre el carro burgués. Todos los que han participado en el movimiento y alrededor de esas diversas fuerzas por lo menos algunos meses, han sido escupidos en la cara con citas y referencias de “Izquierdismo” en el comunismo en ese sentido. Es hora de sintetizar esto correctamente y sustentar y defender lo que es correcto, y por otro lado decir que tenemos unas cuantas críticas que hacer — las que acabo de resumir.

En general podemos decir que algunas cosas que fueron válidas (total o parcialmente) en ese entonces y/o que reflejaban en cierto grado errores, aunque de modo secundario, han sido perpetuadas y elevadas a la categoría de artículos de fe, de hecho se han convertido en el “credo” revisionista, como por ejemplo, el énfasis en los sindicatos y el trabajo en ellos, que también se encuentra en “Izquierdismo” en el comunismo. No es que Lenin no reconociera las limitaciones y defectos de los sindicatos y por cierto del sindicalismo, ni que desconociera el hecho de que en gran parte, especialmente en el Occidente, los sindicatos están controlados por reaccionarios declarados, no simples reformistas. Pero hay una cierta orientación de que como después de todo los sindicatos son las organizaciones de masas claves del proletariado, especialmente en Occidente, es necesario trabajar en ellos y ganarlos para la causa socialista. Si bien esto pudo haber representado en cierta medida la verdad o mucho más de la verdad en la época de “Izquierdismo” en el comunismo, en esta etapa de la lucha proletaria y dada la situación de la clase obrera en los países capitalistas avanzados especialmente, indudablemente necesita una mirada crítica y nueva, como nosotros y otros hemos comenzado a dársele.

Bueno, éstos son algunos breves comentarios sobre algunos puntos que se refieren a las posiciones de Lenin cuando éste aún esperaba una victoria más o menos inmediata o la propagación de la revolución proletaria a otras partes de Europa, en especial Alemania, y también la vinculación con la lucha anticolonial en Oriente. Pero luego se empezó a hacer claro que la revolución en el Occidente, en particular y sobre todo en Alemania, había sido postergada y probablemente por un buen tiempo, más de lo que Lenin y otros habían anticipado. Lenin ciertamente siguió viendo las cosas desde la perspectiva de la revolución mundial y siguió basándose en ella como referencia estratégica, y además, pudo vislumbrar perspicazmente los comienzos del desplazamiento cada vez más hacia Oriente del punto focal de la revolución; éste era ya un fenómeno irrefutable desde los tiempos de Lenin. Pero Lenin no tenía una posición parcial sobre esto, ni tomaba posiciones “tercermundistas”; es decir, no descartó la revolución en Occidente ni vio al Oriente como la única posible fuente revolucionaria, ni dio a entender que la revolución en Occidente sólo sería posible después de que la llama de la revolución hubiera encendido todo el Oriente (y tal vez se desarrollarían las cosas en Occidente al punto en que una revolución proletaria sería posible). Esa no era la posición de Lenin y cuando se le atribuye, representa una vulgarización de su verdadera posición, aunque él sí percibió correctamente los acontecimientos que entonces sólo comenzaban a perfilarse, es decir, el desplazamiento del centro revolucionario cada vez más hacia Oriente.

Ahora es interesante considerar desde esta óptica una de las últimas tentativas de Lenin, en el ensayo “Mejor poco, pero mejor”13 (en especial, la última parte) de abordar el problema de qué iban a hacer en vista del hecho—estamos a 1923—de que la revolución en Occidente y en Alemania en especial no va a triunfar rápidamente ni va a acudir inmediatamente en ayuda de la revolución bolchevique. Al leer dicho ensayo es muy obvio que ataca la cuestión sin haber forjado o sintetizado un programa completamente cohesionado, y que ya se ha tropezado con algunos de los problemas del movimiento proletario en Occidente. Por ejemplo, en la Internacional Comunista, uno de los principales líderes del (dizque) comunismo alemán pretende obtener una estipulación asegurando a los obreros en Alemania que si hay revolución, no habrá una baja de salarios. Bueno, eso ciertamente ayuda a Lenin a empezar a darse cuenta de algunos de esos problemas — y no es muy diferente de mucha gente hoy. Lenin comenzaba a darse cuenta del hecho de que les iba a tocar seguir solos, quizá no durante décadas, pero sí por algún tiempo. Algo que tenemos que comprender es que previamente Lenin siempre tuvo la expectativa de que la revolución en Occidente y en Alemania en particular iba a salir en su apoyo inmediatamente. No eran solamente los trotskistas quienes tenían la orientación de que la revolución en Rusia necesitaba que la revolución en los países más avanzados (y expresamente en Alemania) viniera en su ayuda, si no a su rescate —“rescate” es tal vez un término demasiado fuerte y se ajusta mejor a la concepción trotskista— y que así sería; que vendrían en su ayuda y luego tomarían el poder en Rusia, lo que encendería la chispa de la revolución proletaria en Occidente, y a medida que se capturara el poder en Occidente, ése sería el terreno sobre el que tendrían una base viable para construir el socialismo y avanzar hacia la república soviética mundial. Así pensaba Lenin hasta que fue menester recapitular claramente que eso había dejado de ser una probabilidad cercana.

Ahora bien, Lenin estaba dispuesto a arriesgar la Revolución Soviética inmediatamente después de la I Guerra Mundial y a ponerla en peligro a corto plazo (luego veremos a qué se oponía con esto) en aras de la victoria de la revolución en Alemania y otras partes del mundo, en particular otras partes de Europa que consideraba sumamente estratégicas — lo que era correcto para su tiempo. Estaba dispuesto a hacerlo. Durante la última parte de 1918 y 1919, cuando radiaban por Europa Central remezones y levantamientos revolucionarios, Lenin subrayó repetidamente la necesidad de ayudar al máximo tales luchas, entre otras cosas con la fuerza de las armas y con tropas. De hecho, en 1920 el Ejército Rojo marchó a Varsovia (aunque luego fue repelido) en una operación con el claro propósito de crear condiciones más favorables para la revolución alemana. Repito que esta orientación no se basaba en una especie de fatalismo a lo trotskista —que todo estaba perdido a menos que estallara la revolución en los pases avanzados— más bien, surgió de la admisión de que ésa era en efecto la responsabilidad del proletariado en el poder, y que tendería los cimientos más sólidos para construir el socialismo en la Unión Soviética. Lenin estaba muy dispuesto a exportar la revolución (en oposición a la idea de que no se puede exportar la revolución) pero quería asegurarse de que si la exportara, habría alguien capaz de usarla. En las condiciones de los años 20, su valoración de la situación fue que, desafortunadamente, todavía no había quien lo hiciera. Desde el tiempo de Lenin, esto es algo que también hemos perdido de vista en gran medida, y las cosas han ido demasiado lejos en la dirección de prometerle a la burguesía en el poder que no exportaremos la revolución a sus países. Cuando uno está confrontado en la práctica con la necesidad de mantener el poder y avanzar en un país determinado, no es fácil defender ese principio, pero no obstante hay que defenderlo.

Regresando a “Mejor poco, pero mejor”, me parece que una (de entre varias) cosas que tienen importancia a largo plazo para tratar de entender más a fondo este problema —y especialmente en la última parte del ensayo, insisto— es que le pone demasiado énfasis e identifica en general la industrialización y la predominación de la industria en el país con el socialismo. Este tema también se encuentra en otras obras bien conocidas —y no sólo importantes sino inspiradoras— de Lenin. por ejemplo, en “Una gran iniciativa”14, escrita un par de años antes, en 1919. Bueno, hay que tener cuidado al hacer esta crítica porque Lenin dijo “en última instancia” y “a la larga”. Y por supuesto es cierto que es inconcebible que el socialismo triunfe y obtenga una victoria completa sobre la base de una producción agrícola atrasada, hasta precapitalista, como la principal forma de producción. Pero la tendencia a correlacionar directamente la industrialización, el predominio de la industria sobre la agricultura con el socialismo, es un tris demasiado fuerte — es, en otras palabras y mirándolo desde otro ángulo, la idea de que la sociedad socialista no era viable sin la predominación de la industria, una idea aceptada generalmente en el movimiento socialista y comunista. Y aunque a largo plazo es cierto, hemos visto que hay mucho trecho y ocurren muchas cosas entre ahora y ese largo plazo.

Al mismo tiempo y relacionada con esto, está la cuestión del campesinado. Bueno, debido a la forma en que se desarrolló la Revolución Rusa —a diferencia de la Revolución China, por ejemplo— en realidad en Rusia no hubo un largo período para echar y profundizar raíces en el campo, aunque en el contexto de la Revolución de 1905 y nuevamente durante la guerra (expresamente con los campesinos en uniforme y en los levantamientos y la victoria de la Revolución de 1917), se dio el fenómeno, como lo comentó Lenin, de que obreros revolucionarios regresaban a su aldea natal o iban a las aldeas en general y hacían trabajo revolucionario entre el campesinado y se vinculaban con los levantamientos campesinos. Pero no se dio el prolongado y profundo proceso de echar raíces entre el campesinado que necesariamente se dio en China, porque en Rusia no era correcto centrar la revolución en el campo, como sí resultó correcto y necesario en China. La actitud de Lenin hacia el campesinado (y en esto no tenía tapujos) era de tratar de “aprender a combatir en el curso mismo de la guerra” — y podemos usar la expresión en un sentido político. Por ejemplo, en vísperas de octubre, en medio del proceso de tomar el poder, Lenin se dedicó a estudiar con perseverancia, vigor y rigor la literatura de los socialista-revolucionarios, quienes sí tenían base en el campesinado, y acabó adoptando su programa para ganarse a los campesinos — pero fue un esfuerzo muy rápido y deliberado de procurar conocer al campesinado lo más pronto posible y de ganárselo sólidamente.

Pero no es de sorprenderse que surgiera este problema con el campesinado, puesto que los bolcheviques no habían contado con que la revolución necesariamente estallara primero en Rusia ni si se desarrollara primero ahí, con que se daría sola sin la ayuda de revoluciones simultáneas o muy seguiditas en Occidente. No le habían dedicado a la cuestión campesina la atención que más tarde tuvieron que darle, cuando se vieron ante la situación real y concreta de aferrarse al poder, de tratar de ganar una guerra civil y al mismo tiempo derrotar la intervención extranjera, y de consolidar y empezar a reconstruir la economía y emprender el camino socialista. Lenin estudió la cuestión campesina con tesón e indudablemente reconoció su importancia y la necesidad de ganarse al campesinado. Estudió la experiencia de las cooperativas y recalcó, por ejemplo, la diferencia cualitativa en el papel que las cooperativas —y aquí se refiere a las cooperativas de consumo, más que a las cooperativas de producción en esos primeros anos— podían desempeñar como una especie de transición, bajo la dictadura del proletariado, hacia la economía socialista en el campo y en el país en general. Pero así y todo, no elaboró un programa completo sobre la cuestión del campesinado ni explayó cómo se integraría en la transformación socialista de conjunto; en cierta medida esto es parte de los factores que discutí antes sobre el carácter y las expectativas de la Revolución Rusa y de los revolucionarios rusos y, en cierto grado, de la idea de la identificación de la industrialización y la predominación de la industria sobre la agricultura como algo esencial del socialismo.

Ahora bien, es cierto que Lenin polemizó contra la teoría de las fuerzas productivas y en particular contra los mencheviques, kautskistas y demás que sostenían la tesis tradicional de que en Rusia, debido a su excesivo atraso, era imposible llegar al socialismo y que un nivel necesario de técnica, de civilización —en el sentido de fuerzas de producción y ciencia— era un requisito previo para el socialismo. En “Nuestra revolución”15, Lenin carga contra ellos y dice: “Muy bien, ¿y por qué no hemos de poder conquistar primero el poder y luego crear la civilización? ¿En qué polvoriento libro han leído que tenemos que hacerlo al revés?” Y no me cabe duda de que él estaba plenamente preparado, incluso si ellos salían con la cita, para decir que de todas formas no lo iban a hacer de ese modo, que si tenían una oportunidad de tomar el poder, lo harían y luego procurarían resolver ese problema — lo que representaba la orientación leninista y marxista correcta.

Pero incluso aquí es claro —y esto me impactó al releer la obra— que él los refuta, pero también acepta una buena parte de sus condiciones. Lo que dice es: “Bueno, está bien, hay que tener un cierto nivel de civilización”, y luego añade entre paréntesis, y esto es importante: “aunque nadie puede especificar exactamente cuál es ese nivel”, lo que es una refutación a un nivel más profundo, es una afirmación dialéctica opuesta al materialismo mecanicista; lo que dice es: “Bueno, sí, es cierto, pero no seamos demasiado mecanicistas ni absolutistas al respecto”. Pero al mismo tiempo, dice, en cierta medida: “Bueno, está bien, pero por qué no podemos tomar el poder primero y luego sobrepasar a los países capitalistas y al capitalismo en general en crear un nivel superior de técnica y (en ese sentido) de civilización”. Y no se trata en absoluto de que Lenin fuera del mismo parecer que los revisionistas, porque esto es precisamente una refutación a ellos, cuyas opiniones se planteaban muy claramente en ese entonces. Pero cuando los revisionistas escarban y rebuscan entre lo que dijo Lenin para justificarse (por ejemplo, los revisionistas chinos, inmediatamente después de la toma del poder) no es que no encuentren nada en Lenin que puedan acomodar como evidencia para su línea de poner énfasis en la producción, la técnica y superar la producción de los países capitalistas avanzados, como la garantía contra la restauración.

Al mismo tiempo, tanto en este ensayo “Mejor poco, pero mejor”, como en general en este período de los últimos años de su vida, Lenin reiteró muchísimo, y correctamente, la necesidad de aprovechar las divergencias entre los imperialistas porque captó correctamente que ésta era una lucha de vida o muerte, y le dio dirección concreta. No era una cuestión de principio en abstracto, sino de sustentar los principios y aplicarlos simultáneamente en la práctica, porque el principio sin práctica degenera como tal y además no tiene efecto — al menos, ningún efecto positivo. Esto no es equivalente a decir: principios, bla, bla, qué diablos, lo único que vale es la práctica, en el sentido estrecho. Se trata de la síntesis de ambos, de ganarse a las masas, de verdaderamente tomar el poder, hacer la revolución y transformar la sociedad; ésa es la prueba definitiva y así la trató Lenin; la trató como una prueba y como definitivo, y no estrechamente en un sentido empiricista o revisionista mecanicista; pero tenía la intención de ganar (como lo dice el informe de la última reunión de nuestro Comité Central), quería ganar y eso es algo que debemos aprender de él. En este contexto, abordó la cuestión de cómo aprovechar las desavenencias entre los imperialistas, pero la consideró y la puso en el contexto de la expectativa de un repunte en la revolución mundial —si no de inmediato, sí relativamente pronto— y la vio más en términos de, por así decirlo, “dejar correr el tiempo” hasta que hubiera un nuevo repunte en la revolución mundial, que como una política estratégica a largo plazo de utilizar esas divergencias.

Además, los revisionistas chinos se han aprovechado últimamente de su análisis de las fuerzas mundiales en términos de Estados, pueblos y clases (por ejemplo en el II Congreso de la Internacional Comunista). Dicen, por ejemplo en #45, 1977, de Pekín Informa, su mayor presentación teórica sobre la teoría de los “tres mundos”, algo como que, bueno, Lenin tenía su propia versión de los “tres mundos”; en ese entonces, él también dividió al mundo en tres. ¿Y qué debemos aprender de Lenin? Debemos aprender a dividir al mundo en tres. Pero si uno lee el ensayo al que se refieren, sí hay un elemento de verdad en eso; Lenin dijo que entre los Estados imperialistas vencedores, están aquellos que ganaron la mayor tajada; están otros que no salieron ganando tanto; y finalmente está Alemania, que recibió la tunda de su vida; y nosotros, que hicimos la revolución y todos los pueblos coloniales y dependientes. Planteó un análisis parecido, pero no para decir a cuáles burguesías valdría más arrimarse y rendirles pleitesía, sino para ver cómo aprovechar las contradicciones entre ellas, y aún más estratégica y fundamentalmente, para determinar dónde esperar un repunte revolucionario en el futuro cercano y dónde concentrar el trabajo para desarrollarlo. Pero repito, cuando los revisionistas chinos buscan y rebuscan una cierta mampara leninista (aunque cada vez lo hacen menos) para su reaccionaria y contrarrevolucionaria línea internacional tal como está formulada, al menos hasta ahora, en la teoría de los “tres mundos”, no es que no puedan encontrar elementos de eso en Lenin. Claro está que uno siempre puede, como el mismo Lenin lo dijo, encontrar una cita fuera de contexto para justificar lo que sea, lo que es una vaina muy frustrante en esta vida. Pero aquí se revelan ciertos problemas, no estamos lidiando solamente con distorsiones, empiezan a perfilarse ciertas cosas, ciertos elementos que se pueden tomar como evidencia para tesis incorrectas.

Un ejemplo fehaciente de esto es en cierta manera la política hacia Alemania en los primeros años de la República Soviética. En general fue una política correcta; es decir, los bolcheviques se dieron cuenta de que Alemania tenía que buscar amigos en lugares extraños, lugares raros, debido a su condición de vencido y la forma en que se le abalanzaron encima los otros imperialistas para apoderarse del botín de la victoria (al haber éstos aplastado la intentona de Alemania de buscar un nuevo reparto del mundo a su favor y haberlo hecho en el propio). Alemania necesitaba y estaba abierta a suscribir cierto tipo de acuerdos y alianzas, tal como lo estaba la República Soviética a partir de una posición cualitativamente diferente. Esto abarcaba por ejemplo acuerdos en la esfera militar: los aliados no le permitían a Alemania tener ejércitos, así que básicamente entrenó el núcleo del liderato de su ejército y desarrolló gran parte de su armamento en Rusia, mientras que los rusos aprendían algunas de las mismas cosas al fortalecer su ejército, todo lo que fue correcto y necesario en ese sentido. Pero lo que empezó a colarse desde ya, lo que es problemático y requiere sopesarlo y extraerle sus lecciones claves, es que había una tendencia (que se habría de desarrollar mucho más plenamente después y de convertirse en un antagonismo, o encaminarse en esa dirección) al no lidiar correctamente con la contradicción —y en cierto sentido hasta a negar su existencia— entre los intereses estatales, por así decirlo, del proletariado en el poder y los intereses revolucionarios mundiales generales del proletariado internacional.

Aquí sólo quiero mencionar que lo peor de todo esto es creer que los dos no están en contradicción y que de hecho eran uno y lo mismo. Esto llegó a ser en parte la corriente —y no un chorro, sino una señora corriente— en la política soviética de entonces. No es que hayan negado la posibilidad de la revolución en Alemania, lejos de eso, especialmente a finales de la década de 1910 y los albores de la de 1920; pero la idea de que los dos eran la misma cosa empezó a colarse como una justificación de lo que hacían, cuando la Rusia soviética ha debido justificar tales tratos con Alemania simplemente sobre la base de que era necesario y no era, en sí y por sí, contraproducente a la revolución en Alemania o la revolución mundial. Mejor dicho, lo que he venido describiendo se volvió parte de la idea de que al hacer eso y al tener relaciones con Alemania, la influencia de la Revolución Rusa se regaría y facilitaría el trabajo de preparar la revolución en Alemania. Bueno, aunque ése es un aspecto de la situación y tiene un elemento de verdad, de hecho es el aspecto secundario. No se trata de ser infantil y de negarse a tener relaciones a partir de una pureza prístina; no obstante, hay que darse cuenta de que se le confería cierta le legitimidad al régimen en Alemania, o se fomentaba cierta confusión sobre su naturaleza. Pero ni siquiera eso es lo más importante: y qué, en cierto sentido, porque los comunistas tienen la tarea y la posibilidad de desenmascararlo y de realizar el tipo de trabajo para superar los problemas que eso pueda plantear. En otro contexto y en otra forma, es la misma situación que planteó la apertura de China a Occidente en la década del 70; por lo que respecta a los revolucionarios de Occidente, algunos la manejaron bastante bien y aprendieron a manejarla mejor y otros en cambio aprendieron a justificar servilmente todo lo que hicieran los chinos y se degeneraron. El mismo problema se planteaba en ese entonces — en los primeros y desesperados años de la República Soviética.

Pensar que lo que de hecho es una contradicción y por lo tanto tiene el potencial de volverse antagónico si no se maneja correctamente, no es una contradicción, pensar que las necesidades del Estado del proletariado en el poder, por así decirlo, la necesidad del proletariado en el poder en Rusia de aprovechar las fisuras entre los imperialistas a fin de mantener el poder, por un lado, y los intereses del proletariado internacional, representados en su necesidad de conquistar el poder en Alemania, por el otro, que son uno y lo mismo, es lo peor de todo. Ahí es cuando verdaderamente empieza a convertirse en su opuesto porque entonces la esencia revolucionaria no sólo se diluye sino que se empieza a destruir y uno empieza a pensar que puede apoltronarse y triunfar a partir de la autoridad, la influencia y la respetabilidad que esté ganando la diplomacia del Estado socialista. Por otro lado, es un hecho que también habrá una tendencia entre los diplomáticos y en general entre los líderes políticos en este Estado socialista a querer atenuar los sentimientos y acontecimientos revolucionarios en el país con el que por necesidad (e incluso por necesidad desesperada) han suscrito tales acuerdos y arreglos diplomáticos, porque la revolución no se da de forma tal que un día uno esté haciendo diplomacia y al día siguiente se levanta y ahí está la revolución. Pasa por una serie de sucesos —adelante y atrás, con vueltas y rodeos— y a lo largo de todo eso los dos, la diplomacia y las necesidades del Estado como las definí, de un lado, y los avances hacia una revolución, del otro, a menudo entran en una contradicción muy aguda.

De pasada hay que decir que el propio Lenin, y no sólo posteriormente el Partido soviético y el movimiento internacional, tuvo una concepción errónea, un punto de vista contrario en cierta medida al leninismo, sobre el Tratado de Versalles y cómo lidiar con él en Alemania — lo que no esté totalmente desligado de lo que vengo discutiendo. Anteriormente, Lenin había adoptado y luchado por una posición fundamentalmente correcta sobre el Tratado de Versalles, por ejemplo en “Izquierdismo” en el comunismo, donde dice que en base al internacionalismo los comunistas alemanes no se deben colocar en la situación de permitir que la burguesía los arrincone y los obligue a pronunciarse contra el Tratado de Versalles, sino que deben determinar su actitud hacia él según los intereses del proletariado internacional y la revolución mundial. Pero luego comienza a colarse furtivamente el punto de vista (que aparece en parte incluso en Lenin y luego ciertamente continúa después de él) de empujar un tris a los comunistas en Alemania a que enarbolen la bandera nacional alemana contra el Tratado de Versalles y contra el banquete de los vencedores a costillas de Alemania — y esto no es accidental y se relaciona de cierto modo con su esbozo previo y parcial del análisis de las tres partes del mundo.

Hay algo que yo he sostenido muchas veces en el pasado y repetiré aquí: jamás he podido comprender por qué, cuando uno está hablando de imperialistas y está en un país imperialista, el simple hecho de que éste resulte vencido o de que lo hayan bajado a segunda categoría, lo debe llevar a uno a convertirse en el gran partisano de la defensa de la patria. Mejor dicho, yo realmente no puedo captar lo correcto desde una perspectiva marxista-leninista de la posición de: “Bueno, pues como a mis imperialistas les dieron en la madre, ahora está bien que yo defienda la madre patria”. Y digo desde una perspectiva marxista-leninista, incluso si Lenin cayó en eso en cierto grado, porque hay leninismo y hay Lenin, de la misma manera que (aunque los revisionistas chinos lo hayan dicho) tenemos el pensamiento Mao Tsetung y tenemos a Mao Tsetung y los dos no son necesariamente lo mismo en todo momento. Mao no siempre sustentó el pensamiento Mao Tsetung — aunque nuestro análisis de dónde se desvió de él, indudablemente sería opuesto al de los revisionistas chinos. Y lo mismo se aplica al leninismo: todo acto de Lenin no es necesariamente leninismo, pero a pesar de todo el leninismo existe. Y me parece que esto es algo importante: esa idea que empieza a insinuarse de que si los imperialistas de uno salen perdiendo, entonces es correcto apoyarlos: “después de todo, nosotros sólo somos imperialistas de segunda categoría, sólo salimos ganando un trocito de África, o lo único que conseguimos fue una islita aquí o allá y somos los de abajo; por lo tanto, por qué no podemos apoyar la patria y ver si logramos conseguir más; entonces, si obtenemos más, todo mundo nos puede hacer frente”. Sobra decir qué tipo de lógica es ésa.

Lo que es importante captar es que realmente hay un problema o contradicción que se tiene que comprender profunda e integralmente. No se puede evitar ni hacer a un lado, ni se puede responder a él como lo hizo un menchevique que estaba en nuestro Partido—y nosotros sabemos qué tan profundo y sincero fue eso—al tratar de hacer a un lado la pregunta, antes de que China se volviera revisionista, de qué vamos a hacer en la próxima guerra, qué posición vamos a tomar con respecto a, entre otras cosas, si la Unión Soviética ataca a China. Tras darle muchas vueltas al asunto y tras mucha discusión—y debo decir que esto sucedió en una reunión del Comité Central—él dijo simplemente, tratando de abandonar toda discusión: “Bueno pues, ¿cuál es el gran problema? Ellos irán a la guerra, nosotros tomaremos una posición de derrotismo revolucionario y derrocaremos a nuestra burguesía... así que cambiemos de tema”. Bueno, desafortunadamente el mundo no es así de simple y bien sabemos adónde fue a parar la gente que quiso que cambiáramos de tema*. Y hay un problema, una contradicción, que se tiene que comprender profunda e integralmente. El mundo, incluyendo la situación del proletariado, realmente es diferente cuando el proletariado toma el poder en uno o varios países, y máxime si lo retiene. [*Esto se refiere a un grupo de revisionistas apodados los “mencheviques”, que respaldaron el golpe de Estado de los revisionistas en China y huyeron del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos a finales de 1977.]

Este es un tópico al que hay que regresar en parte en el contexto de los comentarios que voy a hacer hoy, pero también es algo que obviamente hay que investigar, escudriñar, escarbar y reflexionar, sobre lo que hay que debatir y luchar mucho más de lleno y desde todo ángulo posible en el seno de todo el movimiento comunista internacional. Por ejemplo, el otro día en una discusión alguien comentó: “Bueno, la posición del proletariado es que no tiene más que perder que sus cadenas, pero si tiene un país, ¿tiene algo más que perder que sus cadenas?” Es un problema que hay que recapacitar, y si uno cree que no hay contradicción entre un proletariado que detenta el poder del Estado y el avance de la revolución mundial, quiere decir por ende que va a manejar incorrectamente algo que es una contradicción muy profunda y, a veces, supremamente aguda y potencialmente antagónica.

Bueno, para cerrar esta parte de las observaciones sobre ciertas posiciones de Lenin: como sabemos, Lenin murió antes de que estas contradicciones se desarrollaran a plenitud; murió sin habérselas con ellas, sin afrontarlas en toda su extensión y obviamente sin hallar una resolución básica a dichas contradicciones, en un período de creciente agitación. En sus últimos dos anos, Lenin en esencia no pudo funcionar políticamente en ninguna medida significativa y luego, especialmente con su muerte, se suscitó una tremenda lucha de líneas al interior del Partido soviético. Ni siquiera voy a tratar de entrarle a mucho de eso ahora, es otra cosa que también hay que estudiar, valorar y debatir mucho más profundamente. Pero sin repetir todo lo que dice el último informe del Comité Central en el documento “A décadas enteras — a escala mundial”16, expresamente la parte “Esbozo de conceptos sobre la experiencia histórica del movimiento comunista internacional y sus lecciones para el presente”, que ofrece una evaluación de Stalin, es un hecho de la historia que en esa coyuntura después de la muerte de Lenin, cuando se planteó muy agudamente la cuestión de qué camino tomar en la República Soviética en ese momento, y si se podía o no tomar el camino socialista, y si no, que había que hacer, Stalin representó fundamentalmente y por lo general la posición más correcta y principalmente la posición correcta en ese entonces. Este fue el caso en general, pero especialmente en contra de la posición de Trotsky, Bujarín, et al., quienes de frente o bajo una mampara de “izquierda” aconsejaban capitular ante la burguesía y las fuerzas de clase reaccionarias en Rusia e internacionalmente, y luchaban por eso.

Pero habiendo dicho que el interrogante esencial era si fuera posible o no desarrollar el socialismo en un solo país—el debate con el que todos, de cierta manera, estamos familiarizados—es necesario decir inmediatamente y por otra parte que en gran medida se estaba eludiendo la pregunta. Digo que se eludía la pregunta—si puede darse el socialismo en un solo país—pues eso depende en gran parte de lo que es realmente el socialismo.

Y hay que insistir nuevamente en que la posición de Trotsky, Bujarín, et al., era fundamentalmente incorrecta y que ellos promulgaban la capitulación ora de forma abiertamente derechista, ora de forma “izquierdista”. Pero eso tampoco agota el tema ni es el nivel más profundo o más elevado de comprensión que se puede lograr al respecto, como lo ha demostrado la experiencia y la lucha teórica e ideológica basada en esa experiencia. Y a partir de todo eso se ha forjado y se sigue forjando una comprensión más profunda y más correcta del tema.

Digámoslo así: Stalin consideró y presentó el socialismo como la eliminación de clases, o por lo menos las clases antagónicas; pero esta definición no fue un capricho de su imaginación, de hecho, era la concepción más o menos aceptada del socialismo, entre otros en gran medida por parte de Lenin. Hay que comprender que no es que posteriormente Stalin inventara una nueva definición del socialismo, ésa era la definición y cuando él habla del socialismo en un solo país se refiere a la eliminación de clases o de clases antagónicas, en cualquier caso; más adelante, cuando él dice que han llegado al socialismo y dice simultáneamente que las clases antagónicas se han eliminado, no es simplemente que él estuviera metiendo de contrabando una nueva desviación de lo que se había aceptado como la posición marxista-leninista hasta ese momento.

Y cosa irónica, esto se ha velado un tanto pues el líder que ha guiado en forjar una comprensión superior, la más avanzada sobre esto hasta el momento, ha sido Mao. Mao fue, en realidad, un continuador de la experiencia de la Revolución Soviética y de la construcción del socialismo en la Unión Soviética, aunque él investigó a fondo y se propuso hacer un serio balance y corregir muchos de los errores contenidos en la experiencia y liderato soviético, y en particular el de Stalin, en la dictadura del proletariado y la transformación socialista en la Unión Soviética, hasta donde ésta alcanzó. Mao escudriñó con tesón algunos errores, especialmente cuando resultó aparente que se había restaurado el capitalismo en la Unión Soviética bajo el liderato de Jruschov; él analizó a fondo toda esta experiencia, sacó a la luz y enfocó muchas de los errores que se habían cometido en la forma de manejar la cuestión de las clases y la lucha de clases, de no percibirla y de su manejo incorrecto bajo el socialismo, después de cierto punto. Pero al mismo tiempo, Mao fue (y correctamente) un continuador de la experiencia iniciada en primera instancia con la toma del poder por la Revolución Rusa, el comienzo de la transformación socialista y el embarque en el camino socialista en Rusia. De manera que la forma en que todo esto nos ha llegado ha sido en la tradición de Mao y desarrollando su legado.

Dicho de otro modo, analizamos la historia retrospectivamente, familiarizándonos primero con la conceptualización de Mao de lo que es el socialismo—que hay clases y lucha de clases y que eso es lo central bajo el socialismo—y por lo tanto con su crítica del análisis erróneo de Stalin de que las clases se habían eliminado (o por lo menos las clases antagónicas) al establecer fundamentalmente la propiedad socializada y eliminar la propiedad privada en sus viejas formas. Y por lo tanto parece como si Stalin se estuviera desviando de las ideas o normas previamente aceptadas del marxismo-leninismo al decir que la burguesía había sido eliminada, cuando eso era más bien una continuación de la tradición y no una desviación de parte de Stalin. Mao dio un salto más allá de eso y en cierta forma alejándose de eso, hizo una ruptura radical, transcendiéndolo—en el mismo camino como continuador de esa misma experiencia histórica—pero un salto más allá y en ese sentido alejándose de ello (aunque ciertamente, no revocándolo). Stalin presentó el socialismo como la eliminación de clases antagónicas y eso es lo que dijo que era posible en un solo país. Y desde una perspectiva histórica—con las contribuciones de Mao y lo que se ha aprendido al avanzar con ímpetu y firmeza en ese camino, continuando en la dirección que Mao señaló—hay que decir que tal noción de socialismo, y expresamente en la forma que la presentó Stalin, se vinculaba a sus tendencias de materialismo mecanicista y metafísica en general; esto es, no simplemente la tesis de que el socialismo significaba la eliminación de las clases sino la forma en que Stalin conceptualizó ese proceso de eliminación de clases y en que presentó la transformación socialista, sobre lo que hablaré brevemente.

Pero primero, un punto al margen: si puede decirse que Lenin se percató en cierto sentido de la contradicción involucrada en retener el poder y mantener la dictadura del proletariado en un país al tiempo que se trataba de maniobrar y hacer malabares hasta que se movilizaran reservas en otras partes del mundo para la revolución mundial, y si por otro lado él tenía una tendencia a pensar en la revolución mundial en cierto sentido como una extensión, casi textual y geográficamente, de la primera República Soviética existente, y en ese contexto se imaginó que la República Soviética era una especie de centro provisional a partir del cual la revolución mundial se expandiría a otras partes, o al cual se le añadirían otras repúblicas soviéticas de otras partes del mundo; hay que decir que con el ulterior desarrollo de la Unión Soviética, con el comienzo de la transformación socialista en la Unión Soviética bajo el liderazgo de Stalin, esa idea errónea se volvió más pronunciada, y de modo simultáneo se acentuó más el hecho de que las cosas no se desarrollarían de ese modo. Y al mismo tiempo, la tendencia a decir que había una identidad absoluta de intereses entre la República Soviética como un Estado proletario y el avance general de la revolución mundial, se hizo más pronunciada, se destacó más y en gran medida tiró a convertirse en su opuesto muy pronunciadamente, en particular a finales de la década de 1930.

Bueno, lo que me llamó la atención al releer hace poco los principales documentos del VI Congreso de la Comintern en 1928, es que por una parte la línea del Congreso y el conjunto de las actas de las sesiones revelan un marco general revolucionario y una orientación definitivamente revolucionaria; realmente forcejean y tratan seriamente de resolver la pregunta de cómo hacer revolución tanto en los países capitalistas avanzados como en los países coloniales, dependientes y atrasados. Pero por otra parte, eso se estropea por un montón de tendencias economicistas y de materialismo mecanicista, que se han de mostrar mucho más fuertemente después. Quizás es una ironía de la historia, pero podríamos decir con algo de perspectiva histórica (y esto se plantea en parte en ese esbozo presentado a la última reunión del Comité Central) que aunque ellos predijeron correctamente en el Congreso—y en general el movimiento comunista y el liderato soviético predijeron—el colapso y el fin de la estabilización y expansión temporal que habían experimentado los países capitalistas en la década de 1920, en cierto sentido no lo hicieron completamente por las razones correctas. Su predicción se cumplió, pero eso se dividió profundamente en dos porque gran parte de la base para esa predicción se relacionaba a nociones incorrectas vinculadas con todo el concepto de la “crisis general del capitalismo” en la etapa imperialista y con el advenimiento de la primera revolución proletaria en Rusia. Esta teoría de la “crisis general” postulaba una caída en línea recta del capitalismo en la fase imperialista, a partir de la tesis un tanto mecanicista de que al imperialismo se le estaba cercenando y socavando su base (casi hasta en un sentido textual y geográfico) en el mundo. De modo que su predicción se dividió muy definitivamente en dos. Quizás, si se hubieran equivocado en algo tan importante como eso, hubieran tenido que rectificarse y usar una metodología más correcta para el análisis del problema... pero dejaremos eso para meditarlo en otra oportunidad.

En el VI Congreso, aunque se observa una orientación revolucionaria (a pesar de los errores y tendencias hacia el materialismo mecanicista, el economicismo y demás) hay una línea muy clara que dice que los intereses de la construcción del socialismo en la Unión Soviética y los de la revolución mundial son uno y lo mismo, son idénticos. En ese entonces, dejando a un lado algunos acuerdos de carácter secundario todavía en vigencia con Alemania, la Unión Soviética no estaba en posición de ponerse a tratar seriamente de cultivar gran cantidad de relaciones y llegar a acuerdos con varias potencias imperialistas de importancia, y por ende no lo hizo. Tenían acuerdos menores, pero eso era precisamente de un carácter muy secundario y de importancia menor en lo que ocurría en la Unión Soviética. Por varias razones, y entre ellas como razón principal debido a una orientación revolucionaria correcta en general, ellos le ponían su énfasis a hacer la revolución y apoyar la revolución en el mundo controlado por los imperialistas y no a utilizar las contradicciones entre ellos y llegar a acuerdos con ciertos imperialistas contra los otros.

Así pues, el hecho de que existía una contradicción y como ya lo dije una contradicción a veces muy aguda y potencialmente antagónica entre mantener el poder en un Estado socialista y el avance general de la revolución mundial, pudo en cierto sentido mitigarse y enterrarse debajo del hecho de que los intereses nacionales soviéticos o los intereses nacionales, si se quiere, del proletariado en el poder en la Unión Soviética en ese entonces marchaban paralelos a la revolución mundial y de que las políticas adoptadas por el Estado soviético no entraron en conflictos agudos con la lucha revolucionaria general en otras partes del mundo. Sí entraron en pugna aquí y allá, pero como cosa secundaria. No obstante, a pesar de que en general se promovió la revolución mundial y se trató de apoyarla e impulsarla, se presentaron las cosas en términos de una identidad absoluta de intereses, y al mismo tiempo ya se empezaba a decir—lo que posteriormente se convirtió de lleno en la línea y se ha mantenido y profundizado como la línea hasta nuestros días—que el factor decisivo y esencial de la revolución mundial era primero construir y luego defender el socialismo (verdadero o presunto) en la Unión Soviética (es decir, el verdadero camino socialista que se emprendió y se siguió por un tiempo y luego el presunto “socialismo” usado como pantalla para la restauración del capitalismo y después el imperialismo.)

A su vez todo esto se conectaba con la forma en que Stalin concibió y dirigió la transformación, especialmente la transformación económica hacia la propiedad socialista en la Unión Soviética. De nuevo, el socialismo se equiparó abrumadoramente con la industrialización de una forma exacerbada, más aún de lo que lo hizo Lenin. Y se consideró que la industrialización, siempre y cuando estuviera bajo propiedad estatal, era la clave al socialismo y se estableció una identidad muy marcada entre los dos (es decir, la industria bajo propiedad del Estado y el socialismo), una conexión muy estrecha y casi unívoca entre ellos. Y de manera simultánea, el enfoque de la agricultura y las políticas de colectivización adolecía de varios errores serios. Desafortunadamente, esto no es una mera calumnia de los trotskistas y enemigos todavía más abiertamente reaccionarios del socialismo y de la Unión Soviética cuando era socialista. Las medidas que se implementaron en relación a la agricultura y la experiencia de la Unión Soviética, aun bajo Stalin, es algo que Mao progresivamente criticó y cada vez más profundamente. La agricultura se manejó de forma que estableciera la base para la acumulación en la industria, en gran medida haciéndole pagar un precio exorbitante a los campesinos.

En palabras de Mao, es como querer que la gallina ponga huevos sin darle de comer; es como querer que el caballo galope sin darle pienso, y así sucesivamente. En esencia, le quitaron una cantidad tremenda al campesinado para que sirviera de base para un vertiginoso programa de industrialización, al mismo tiempo que implementaban una rápida colectivización de la agricultura en gran escala; todo esto era un programa conjunto para la transformación socialista. Y nuevamente, aquí no se trata de abordar esto y analizarlo de pe a pa; se trata más bien de recalcar la necesidad de abordarlo y analizarlo mucho más detalladamente. En los comentarios y críticas que hace Mao, por ejemplo en Sobre diez grandes relaciones y de manera consistente a lo largo del Tomo V oficial (por ahora) de las obras de Mao y también en la colección compilada por la CIA Miscellany of Mao Tsetung Thought y en la colección Chairman Mao Talks to the People17, hay un hilo consistente de crítica a la política soviética hacia el campesinado. Para decirlo gráficamente, en un grado significativo llevaron a la práctica la industrialización sobre las espaldas del campesinado, a la vez que implementaban la colectivización. Y a su vez todo esto se relaciona con la forma de Stalin de concebir el socialismo, y aquí no me refiero a lo que subrayé antes de ver el socialismo como la eliminación de clases antagónicas, no sólo eso, sino al conjunto total de características del socialismo como él lo imaginó, entre ellas la necesidad de que predominara la industria en un lapso muy breve.

Stalin luchó—y es importante señalarlo—contra una cantidad de desviaciones izquierdistas; escribió artículos como “Los éxitos se nos suben a la cabeza”18 y otros contra tales desviaciones (cuando representaban una tendencia dentro de lo que era un repunte revolucionario auténtico en esa época de finales de la década de 1920 y comienzos de la de 1930), de acuerdo con todo el carácter y orientación del VI Congreso. Se puede ver reflejado en las medidas económicas, en la superestructura, en las novelas que se escribían entonces y otras cosas, que era un repunte revolucionario auténtico con un carácter global internacionalista. La orientación que se trasluce era: “Estamos transformando el mundo para construir un nuevo mundo”. Se dio mucha lucha heroica, autosacrificada y en gran medida consciente de clase, de parte de muchos obreros avanzados y elementos avanzados en el campesinado, los intelectuales y demás. Y según lo que revela la investigación hasta ahora, esto estuvo relacionado a Stalin y se llevó a cabo en gran parte bajo su liderato. No ocurrió en contraposición a Stalin; no fue que él tratara de aplastarlo; más bien se debía a él. Y repito, Stalin luchó con mucho encono al mismo tiempo contra las expresiones más bien obvias y agudas de desviaciones de “izquierda”, es decir la tendencia a colectivizar todo, como lo dijo él, hasta la campana de la iglesia del pueblo, las gallinas de todos y todo lo demás. Esta desviación fue algo natural, similar a las que surgieron en el curso del Gran Salto Adelante en China. Stalin trató de corregir esos excesos “izquierdistas” y al mismo tiempo, el repunte general de la transformación socialista de ese entonces, cuyas características mencioné, se identificaba en gran medida con él, y él lo dirigió.

Al mismo tiempo, una vez dicho esto, a uno le da la impresión de que la industrialización y colectivización a marchas forzadas y hasta cierta extracción de plusvalía al campesinado para la industrialización, que Mao criticó correctamente, se justificaban en gran medida en el pensamiento de Stalin porque él se imaginó que al implementar esas medidas se acabaría con la propiedad privada en la vieja forma y por lo tanto con el capitalismo, o con cualquier base real para su existencia en la Unión Soviética, a excepción de los rezagos ideológicos. Así que es como el viejo dicho (hasta creo que lo usaron para justificar algo de esto): “Al talar el bosque, a fuerzas saltan astillas”. Mejor dicho: sí, desafortunadamente habrá muchas efectos secundarios que podrían crear problemas, pero si lidiamos con ellos correctamente, valdrá la pena porque una vez que hayamos arrancado de raíz la propiedad privada, entonces realmente habremos avanzado a toda una nueva etapa donde la cuestión de la restauración desde adentro, cualquier base material para eso, se habrá arrancado prácticamente de raíz. Entonces, si uno ve las cosas así, y así las vio Stalin, se le puede encontrar justificación a esas políticas y medidas vertiginosas que gravaban en particular al campesinado más allá de cierto límite.

Bueno, añadámosle otro aspecto a esto y considerémoslo desde otra dimensión, en términos de concepción y metodología filosófica: recientemente leí el Textbook of Marxist Philosophy, elaborado por el Instituto de Filosofía de Leningrado en 1937 con el propósito de ofrecer un resumen bastante completo y substancial del desarrollo de la filosofía marxista. Tiene partes muy buenas y también refleja un tipo de orientación genuinamente revolucionaria de cuando se escribió; pero al mismo tiempo evidencia asombrosamente ciertas tendencias materialistas mecanicistas—especialmente ahora a la luz de las contribuciones de Mao y la lucha al respecto. En particular, la manera de tratar la contradicción entre cantidad y calidad y la forma en que ligan eso con un enfoque mecanicista a la transformación económica de la propiedad, como si fuera el alfa y omega de la transformación socialista. Todo esto es muy impresionante, más o menos insinúa que avanzando de cantidad en cantidad, en cierto momento alcanzarían la transformación cualitativa de la propiedad socialista y de la base material del conjunto de la sociedad.

Pero en cierto sentido, la declaración de Stalin en 1931 de que los países imperialistas les llevaban décadas de ventaja y que tenían que borrar esa diferencia en una década o de otro modo perecerían19, es una expresión concentrada desde un ángulo político todavía más crucial. No se trata simplemente de una afirmación abstracta y general sobre la necesidad de sobrepasar la tecnología de los países capitalistas, sino del reconocimiento en ciernes de que la cuestión de la guerra pronto estaría en el orden del día y del correspondiente punto de vista de que en semejante guerra, la producción y las armas serían decisivas. Y con el paso del tiempo, este enfoque se recrudeció más y más, o por lo menos su expresión, y llegó al punto de crudeza en que en determinado momento Stalin dijo textualmente (y desafortunadamente no creo que me equivoque) que el lado que produjera más motores en la II Guerra Mundial, sería el vencedor. Esa es simplemente la expresión burda de una concepción general subyacente de que había que borrar la diferencia y sobrepasar a otros países en tecnología en 10 años, o si no, se los llevaba el coco20. Y se puede ver cómo eso se ajusta, cómo interpenetra con esas otras concepciones que hemos mencionado y criticado en términos del énfasis excesivo en la industrialización, la política de quitarle demasiado al campesinado y así sucesivamente.

Es preciso explorar además la dimensión política de esto en el interior de la Unión Soviética. Al investigar y tratar de hacer un balance de esta experiencia crucial de la transformación de la propiedad, surge la clara impresión de que en el campo en particular había mucha resistencia, especialmente de parte de los kulaks, por supuesto, pero también me da la impresión de que aunque había grandes sectores del campesinado movilizados, la resistencia y pasividad prevalecía entre grandes sectores incluso de campesinos medios y otros sectores, que han debido ser aliados y ser una fuerza motriz en esto. Y aunque no era algo necesariamente incorrecto de por sí, resultó necesario mandar ola tras ola de obreros avanzados al campo para dirigir la batalla en un sentido político y a veces físico, literalmente, contra los kulaks e incluso, desafortunadamente, contra capas más amplias que le oponían resistencia a la colectivización, por lo menos a veces.

Y a uno le da la impresión de que a causa de toda esta política de industrialización, de la forma en que se implementó la colectivización, de las batallas de ese tipo que hubo que librar para hacerlo, que para cuando se completó, en 1934 más o menos, había un aire de agotamiento político, tal vez puede que hasta físico, pero en gran medida un agotamiento político entre los elementos avanzados en la Unión Soviética. Esto no pretende negar el hecho de que todo se desarrolla de forma ondular, o mejor dicho, como un movimiento en espiral; sería idealista y metafísica no reconocer que todo se desarrolla así y que las cosas no siempre están ni pueden estar en su cúspide. De un lado no es especialmente sorprendente que surgiera esta especie de agotamiento político, pero por otro lado, en vez de darse un período de repunte y luego consolidación y preparación para otro repunte, como lo exhortó Mao, por lo visto esto se conjugó de manera creciente con las tendencias erróneas que se manifestaron más agudamente en el liderato de Stalin y de otros a lo largo de una serie de complicadas luchas, que yo por lo menos, de ninguna manera entiendo completamente.

Pero lo que emerge al estudiar la Unión Soviética en esa época es la impresión de que para mediados de la década del 30 y de ahí en adelante, ya había grandes sectores, incluso entre los avanzados, que se encontraban confundidos, desalentados y algo pasivos, políticamente hablando. Alguien que se volvió un renegado pero que previamente había sido simpatizante de la Unión Soviética, relató el agudo contraste entre el período previo de los años 20 y 30 y la situación por ahí en 1936. (Las observaciones de los renegados no siempre carecen de mérito, necesaria y automáticamente). El hizo notar el hecho de que antes, se encontraba con gente—cuadros de diferentes niveles de liderazgo así como masas—que mostraba muchísimo entusiasmo, luchaba por el futuro; pero que de mediados de la década del 30 en adelante, especialmente entre los cuadros, sólo se encontraba con aduladores y cínicos y que la mayoría de la gente era lo uno y lo otro. Desafortunadamente, a pesar del carácter de esta persona, creo que sus observaciones encierran bastante verdad; en la realidad eso se estaba convirtiendo en un patrón más y más predominante, particularmente entre los cuadros. Y esto se relaciona con lo que ocurría en el liderato y las líneas directrices.

Volviendo atrás un momento, recordarán que Lenin no estaba completamente exento de tendencias similares, es decir, de la noción de que la viabilidad de la dictadura del proletariado—el Estado socialista—dependía de una técnica superior, una base productiva superior a la del capitalismo en general, y a la de la etapa imperialista en particular. Aunque como lo mencionamos, Lenin dijo “en última instancia” y demás, con todo y eso él mostraba la tendencia a equiparar demasiado directamente los dos. Lenin no vivió para habérselas con el desarrollo pleno y todas las implicaciones de esta contradicción, pero como también lo mencioné anteriormente, incluso en su famosa respuesta a los mencheviques, kautskistas, et al.—por qué no podemos tomar el poder primero, y luego crear el tipo de civilización que Uds. dicen es necesaria, aunque no pueden especificar exactamente cuál es ese nivel—incluso en esto se puede hallar una contradicción bastante aguda, refutándolos de un lado, pero aceptando, del otro, ciertos presupuestos de su orientación. Pero esto se pronunció mucho más a medida que la contradicción se desarrolló más plenamente y, francamente, también bajo el liderato de gente cuyo enfoque de los problemas e intentos de resolverlos no eran tan cabalmente dialécticos, ni tan cabalmente materialistas como los de Lenin, entre ellos Stalin. Y a partir de la segunda mitad de la década del 30, se pusieron progresivamente al mando en la Unión Soviética y en el movimiento comunista internacional líneas y políticas incorrectas (como lo observa el esbozo presentado en la última reunión del Comité Central de nuestro Partido).

La política internacional adoptada más y más por la Unión Soviética y encarnada de manera concentrada en la línea que adoptó el VII Congreso de la Comintern, la línea del frente unido contra el fascismo tal como aparece en el informe de Dimitrov, etc., etc., son ejemplos de lo anterior. Esto asumió formas bastante grotescas. Algunas han sido criticadas rigurosamente y analizadas en detalle, por ejemplo en el artículo sobre la Guerra Civil en España en la revista Revolución. Los ejemplos se pueden multiplicar sin cesar, pero hasta un estudio inicial de este período con ojos bien abiertos y mente amplia, revela muy rápidamente la profundidad de las desviaciones del internacionalismo y en general del marxismo-leninismo que ya se habían establecido. Litvinov fue un líder soviético íntimamente asociado con muchas de estas políticas abiertamente derechistas en la esfera internacional, en términos de diplomacia burguesa al tratar con los Estados occidentales. En 1936, por ejemplo, Litvinov era el encargado de negociaciones con el gobierno francés en una época de una tremenda efervescencia del proletariado francés—no un repunte revolucionario pero sí un repunte muy pronunciado que quizás (hay que examinarlo más de cerca) tenía potencial revolucionario o que ciertamente representaba un levantamiento muy radical de sectores significativos del proletariado francés y le infundió pánico a la burguesía; estaban al borde de un enorme caos y crisis...que el PC y otros tuvieron éxito en aplacar. En medio de esto, Litvinov sale y dice que el gobierno soviético confía que ojalá Francia pueda resolver sus problemas y preservar la seguridad, la estabilidad y demás21. (Aspectos de esto tienen que verificarse, más a fondo, pero desafortunadamente no creo que sea una distorsión en esencia). Aquí es donde el error previo, de pasarle por encima o no reconocer la contradicción entre la necesidad de mantener el poder en un solo Estado y el avance general de la revolución mundial, llega al punto en que esta contradicción empieza a asumir una forma antagónica porque no se reconoce y no se maneja correctamente.

En un cierto sentido uno podría decir sobre la Unión Soviética y el movimiento comunista internacional, y máxime al considerar a la Unión Soviética después de la segunda mitad de la década del 30, que en algunos aspectos importantes era comparable a China después de su VIII Congreso en 1956. En el VIII Congreso fue donde la línea revisionista prevaleció en general, donde se puso oficialmente en un pedestal la formulación de que la principal contradicción era la existente entre el sistema socialista avanzado y las atrasadas fuerzas de producción, y donde la extinción de las clases y de la lucha de clases proclamada en los informes de Liu Shao-chi y Deng Xiaoping representó el carácter, tono y orientación general del Congreso. A pesar de tales semejanzas, hay importantes diferencias: en China, el Gran Salto Adelante ocurrió después del VIII Congreso y hubo lucha, un revés parcial y luego los repuntes mucho más poderosos de la Gran Revolución Cultural Proletaria; en la Unión Soviética, no se dieron acontecimientos semejantes después de la segunda mitad de la década del 30.

El esbozo (“A décadas enteras—a escala mundial”) analiza el contenido de esas líneas, medidas y orientación general incorrectas: democracia burguesa, economicismo, chovinismo nacional, defensismo nacional en los países imperialistas, etc. Estas líneas erróneas continuaron, se profundizaron y se llevaron a un nivel mucho más profundo durante la II Guerra Mundial. Ese esbozo también menciona los discursos de Stalin sobre la Gran Guerra Patriótica (y la mera lectura de su descripción en el esbozo no es suficiente para realmente comprender el pantano en que cayeron—y ésa es la única forma en que se puede descubrir desde una perspectiva marxista-leninista). Esta es una caracterización correcta y necesaria de la política durante la II Guerra Mundial, a pesar de un intervalo más “leninista” en la primera fase de la guerra, es decir, antes de que la Unión Soviética se involucrara directamente de modo significativo (dejando de lado una breve guerra con Finlandia). En ese período se caracterizó a la guerra como interimperialista y se la pintó básicamente a la misma luz de la I Guerra Mundial; pero aunque en la superficie había una orientación “leninista” y una posición correcta respecto a la guerra, incluso entonces la caracteriza un cierto pacifismo. Pero más que eso, en conjunto y de manera fundamental fue (como lo explica el esbozo) una medida “correcta” superficialmente tomada por las mismas razones incorrectas que las medidas previas y posteriores (durante el intento de poner en práctica la “Seguridad Colectiva” con el imperialismo occidental y toda la línea del frente unido contra el fascismo de la Comintern). Todas esas medidas fueron francamente un intento de convertir la política del movimiento comunista en una extensión de la línea y la política internacional de la Unión Soviética y una justificación de ello. La línea en el intervalo “leninista”, en la primera fase de la guerra, aunque contenía ciertos aspectos superficiales correctos en apariencia, fundamentalmente no fue mejor que la política previa al estallido de la guerra ni a la degeneración ulterior de esa política una vez que la Unión Soviética entró a la guerra.

Para decirlo en pocas palabras, la Unión Soviética participó en la II Guerra Mundial basada en una posición patriótica, es decir, democrático-burguesa. Hay que decir aquí que la manera en que Red Papers 7 defiende la necesidad de librar la guerra sobre tal base es incorrecta; de hecho, no era ni correcto ni necesario conducir la guerra sobre una base patriótica y democrático-burguesa. Pero ésa fue la extensión lógica de perspectivas, líneas y políticas incorrectas y de toda la orientación generalmente incorrecta que se había adoptado y que de conjunto llevó al fortalecimiento creciente de las fuerzas burguesas —en gran parte, nuevas fuerzas burguesas— en el seno del Partido y el Estado, al mismo tiempo que le hacían concesiones a las antiguas fuerzas burguesas dentro de la Unión Soviética, incluyendo dentro del campesinado—y especialmente en Rusia, porque para finales de la guerra se consideraba a la nacionalidad rusa como “la primera entre todos” los pueblos soviéticos.

En la esfera cultural hubo expresiones tan grotescas de esto como todo lo de Iván el Terrible, para rematar lo de Alexander Nevsky, y así sucesivamente. Y de un momento para otro, un chorro de curas viejos empezaron a aparecer por todas partes otra vez; después de que correctamente se les había echado a un lado, se les permitió volver a pregonar sus medallas e iconos, sus túnicas y su oscurantismo; éstas y muchas cosas más representaron, reflejaron y fueron parte de un intento de movilizar a la nación esencialmente a partir de una posición democrático-burguesa, y sobre todo, de patriotismo ruso. Y al internacionalismo lo echaron por la borda, de manera pragmática y nacionalista, a fin de defender la nación y rechazar los ataques contra ella a cualquier precio.

Es preciso decir esto porque algunos de los oportunistas más agudos (o más valdría decir menos obtusos) han hecho su propio balance de la experiencia de la Unión Soviética y el movimiento comunista internacional durante el período del liderato de Stalin en particular, y se han aprovechado de la ironía de que en el mismísimo momento en que el prestigio de la Unión Soviética en el mundo y entre muchísima de la humanidad progresista alcanzó su auge, su internacionalismo andaba por los suelos y su tendencia hacia la revolución era el aspecto que más había degenerado. Y uno a menudo se tropieza con el tipo extraño de lógica circular y autocontenida que se usa para defender las políticas de la Unión Soviética; en esencia, el razonamiento es que cualquier cosa que haya hecho la Unión Soviética estaba bien hecha y no hay que darle más vuelta de hoja.

Por ejemplo, cualquier cosa que haya hecho la Unión Soviética al implementar la política de la seguridad colectiva a finales de la década del 30 que resultó en alejar a los elementos más revolucionarios (o, en ese caso, que alejó a los elementos más democrático-burgueses cuando suscribió el pacto con Alemania)—todo eso se justifica con las explicaciones más contradictorias, que sólo se reducen a “era bueno para la Unión Soviética”. De hecho, quizás es más plausible encontrarle justificación al pacto con Alemania que a los intentos previos de poner en práctica la seguridad colectiva. Pero, caramba, el movimiento entero está tan impregnado de tal preocupación con los nazis, que cuando uno llega a esa fase de la historia con mucha gente, echan la ciencia en saco roto y todo se vuelve de repente “nazis”, “dominar el mundo”, “el fin de las libertades democráticas” y todo tipo de horrores que, si bien fueron ciertos, son característicos del imperialismo y no algo con sabor netamente alemán.

A esto realmente hay que entrarle de lleno porque se le ha sacado el cuerpo con muchas justificaciones trilladas a confrontar científicamente cuáles fueron las líneas y políticas de la Unión Soviética, a confrontar el hecho de que la reputación de la Unión Soviética se reestableció y elevó a su culmen precisamente en los momentos en que se alejaba más y más del internacionalismo. Cualquiera de nosotros que lleve bastante tiempo en esto, ha sostenido en un momento u otro que la prueba del hecho de que todo el pueblo de la Unión Soviética apoyaba el socialismo fue lo heroicamente que luchó contra Alemania, incluso detrás de las líneas. Pero desafortunadamente es un hecho que se puede movilizar a la gente a hacer eso con base en el nacionalismo y el patriotismo, y la historia ofrece abundantes ejemplos al respecto, aun la historia moderna. Quizás, de cierto modo, se les puede movilizar a corto plazo más fácilmente sobre esa base que en torno al socialismo y el internacionalismo. Pero eso no responde en absoluto la pregunta de por qué cosa están luchando las masas; da por sentado algo que no se ha probado, o en cualquier caso lo elude. Las masas yugoslavas, por ejemplo, apoyaron a Tito contra Stalin a partir de nacionalismo; bueno, eso no prueba que en Yugoslavia había socialismo ni que el pueblo luchaba heroicamente por el socialismo; lucharon “heroicamente”, pero no por el socialismo. Y en términos generales, eso fue también lo que ocurrió en la Unión Soviética en el curso de la guerra.

Me acuerdo de una discusión una vez con un militante del Partido Pantera Negra, cuando Huey Newton habría salido con la idea de que iban a satisfacer las necesidades de las masas organizando fabriquitas—maquiladoras de costura—y darle la ropa al pueblo. Y yo lancé la objeción casi superficial pero cierta de: “oiga, eso como que me huele a capitalismo” y la respuesta fue: “pues sería capitalismo y no sería revolucionario si no fuera porque lo hacemos nosotros y nosotros sí somos revolucionarios”. Aunque esa lógica no me pareció nada convincente en el caso de los Panteras, no obstante, debido a un montón de razones emocionales y al hecho de que la Unión Soviética fue el primer Estado socialista y estaba bajo ataque por el imperialismo y luchaba por su propia vida, y así sucesivamente, ese mismo tipo de lógica se ha enraizado profundamente y se ha vuelto parte, casi inconscientemente, de la manera de pensar de cierta gente que vivió esa experiencia. Muchas veces se dio el caso que cualquier cosa que hiciera la Unión Soviética, si la hacía cualquier otro, fuera necesario denunciarla, pero puesto que la hacía la Unión Soviética y ella era socialista, eso adoptaba un carácter diferente ipso facto, por el simple hecho de que lo hacía la Unión Soviética. Y de nuevo, eso eludía la pregunta de quién hacía qué y qué era lo que probaba.

Si uno quiere comprender cómo era la cosa, hoy día se puede ver su inversa con todos los albanófilos. Cuando ellos atacan la teoría de los “tres mundos”, los defensores y apologistas de la línea revisionista china, quienes son el extremo opuesto de la misma estupidez (y quienes no carecen de sesos) salen con que: “¿Pero qué me dice de la II Guerra Mundial y la guerra antifascista de la Unión Soviética? ¿No hicieron ellos eso?” Y los albanófilos rechistan: “Pero qué ridículo; todo mundo sabe que la II Guerra Mundial fue completamente diferente porque... porque... er, porque era la Unión Soviética y eran los nazis”. Ni más ni menos, así era la cosa; y todavía hoy se puede ver.

A veces alguien alega: “Sí, pero oiga, Ud. puede decir lo que quiera sobre la conducta de la Unión Soviética en la II Guerra Mundial, pero fíjese en el prestigio que los comunistas obtuvieron por todo el mundo como resultado de lo que hizo la Unión Soviética, de cómo acaudilló la lucha contra los nazis, fíjese en la opinión pública que se creó para lo que representaba la Unión Soviética”. Pero eso también elude la esencia del asunto: el prestigio de los comunistas ¿para qué? ¿Representando a qué? ¿Fue realmente el comunismo lo que ganó apoyo y prestigio, y qué fue lo que la Unión Soviética representó y para lo cual se creó opinión pública? Esto encierra un problema.

En una discusión de este tipo, una vez dije que suele ocurrir (y en particular con la atrofia ideológica imperante en ese período determinado y cuyo legado, desafortunadamente, ha continuado) que toda la gente común y corriente, avanzados y atrasados, progresistas y reaccionarios, etc., se entera de muchas verdades fundamentales sobre lo que ha hecho el proletariado en el poder y de su experiencia, antes de que lo hagan los comunistas. Por ejemplo, para sacar eso del reino de lo abstracto y concretizarlo, casi todo el mundo que vivió en ese entonces sabe que la Unión Soviética siguió una política de poner sus intereses nacionales por encima de todo lo demás, durante y después de la II Guerra Mundial, y los únicos que no aceptan eso, no pueden afrontarlo y le echan mano a cualquier tipo de excusa para tratar de justificar su negativa a reconocer un simple hecho básico, son algunos comunistas. Sí, el sentido común tiene sus limitaciones, pero cualquier vecino que no más leía el periódico y podía seguir los eventos mundiales en lo más mínimo, conoce esta verdad. Y con todo y eso, es vergonzosamente cierto que muchos de los comunistas versados en esa tradición y en esa metodología son los últimos en llegar a empezar a aceptar ese hecho.

Bueno, ése es un pequeño paréntesis, pero contiene una lección que tenemos que aprehender más a fondo. En especial a la luz de la situación en desarrollo en la actualidad, es fundamental comprender que todo esto de lo que hemos venido platicando, se relaciona fuertemente con una visión incorrecta de la marcha de los acontecimientos a nivel internacional (mediante espirales y la agudización de contradicciones en coyunturas), se relaciona con la concepción errónea de la “crisis general”. Es interesante mencionar aquí que si uno hojea el libro de R. Palme Dutt—Fascism and Social Revolution22—puede ver cómo le cedió su puesto rápidamente al frente unido contra el fascismo—la línea de Dimitrov—y a los terribles errores que se cometieron y las desviaciones en que se cayó (en España, para dar un ejemplo clave). Y la tendencia hacia el materialismo mecanicista, la democracia burguesa, el economicismo y demás, es evidente. Al releer el libro en cuestión hace poco, después de unos 10 años de no leerlo, me impresionó mucho que dice textualmente que el capitalismo ya no puede seguir desarrollando las fuerzas productivas, punto final, pare de contar—y que si el capitalismo continúa con su inexorable lógica, arrastrará a la Humanidad de regreso a la vida pueblerina primitiva, con una producción de trabajo intensivo y diseminada. Pero antes de que eso ocurra, afirma Dutt, destrozarán todo el mundo con la guerra porque, a fin de cuentas, el capitalismo tiende a destruir las fuerzas de producción y la guerra es simplemente la expresión máxima y extrema de eso. Es sencillamente un materialismo mecanicista supremamente burdo. Bueno, pero eso no es tan sorprendente, eso abunda; sin embargo el hecho de que el libro lograra tal circulación en el movimiento internacional—aunque recibió críticas, con todo no se le consideró como la obra de un charlatán—refleja algo significativo.

La línea del libro de Dutt no es que hay unos Estados fascistas y malos y otros democráticos y buenos, sino que toda sociedad capitalista se encamina indefectiblemente hacia el fascismo, es sólo cuestión de grado y cantidad lo avanzados que estén en esa ruta; todos son igualmente malos, igualmente responsables por la guerra que ya se veía venir. Dice que la burguesía en este período es absolutamente incapaz de defender ni siquiera sus propias contribuciones históricas (económicamente, en términos de desarrollar las fuerzas de producción, o políticamente, en términos de la democracia burguesa y de defender los intereses de la nación) y que la defensa y avance de esas cosas recae sobre el proletariado; y la interpretación que le da al socialismo es una especie de combinación de dos-en-uno con eso, aunque esta línea en general tiene un carácter oportunista de “izquierda”. Se puede ver que una vez que la defensa de la democracia burguesa y de los intereses de la nación se acepta como la piedra angular de todo, entonces, si después de todo entre la burguesa hay la tendencia a defender la nación y sustentar la democracia burguesa, por lo menos en ciertas condiciones, no es un gran salto, es simplemente el polo opuesto de la misma estupidez, decir que debemos aliarnos con la burguesía o esas fuerzas burguesas que efectivamente defenderán los intereses de la nación y sustentarán la democracia burguesa—en otras palabras, la línea del frente unido contra el fascismo.

Ahora bien, es cierto y hay que repetirlo, que buena parte de esto fue una justificación y extensión de la política exterior de la Unión Soviética y un intento de movilizar a la clase obrera de varios países como un contrapeso a la burguesía, en apoyo a la diplomacia soviética y a los tratos internacionales soviéticos. Pero por lo que respecta a la línea de Dutt, debe tomarse seriamente por derecho propio; es muy fácil dar un giro de 180º de esa línea de condenar a toda la burguesía por abandonar su propio papel histórico en términos de la nación, el desarrollo de las fuerzas de producción y la democracia, y por ende proclamar que toda ella tiene que ser derrocada; es fácil dar una vuelta de campana de esta posición materialista mecanicista increíblemente tosca, casi tonta, a decir que hay que aliarse con ciertos sectores de la burguesía o con la burguesía en algunos países porque por lo menos tienen una tendencia a defender la nación, la democracia burguesa y quizás las fuerzas de producción.

Aquí, un aspecto interesante que me impactó al releer el artículo “Nihilismo nacional”23; ese artículo está repleto de todo tipo de citas horrendas de la Comintern de mediados de los años 30, con las que tratan de sacarle el cuerpo a la política leninista en contra de la defensa de la patria en los países imperialistas durante guerras imperialistas. En determinado momento dicen de frente: miren, antes, hace mucho tiempo, la clase obrera tenía mucho resentimiento contra la nación porque básicamente no tenía patria que defender, pero ahora ha ascendido al punto en que tiene sindicatos, participa en el parlamento y demás, ahora deriva ventajas de la nación y por lo tanto es diferente. Cuando uno lee por primera vez todas esas declaraciones de la Comintern de que los obreros ahora derivan ventajas de la nación, tienen un interés en ella y cosas por el estilo, lo que uno piensa es “qué escándalo y qué distorsión”; pero es todavía más provocativo plantear la pregunta: ¿fue eso de hecho un reflejo del intento de la Comintern de reunir como su base social a ese sector de los obreros—el sector más aburguesado y aristocrático, incluso en medio de esa depresión—que se ajustaba a esa descripción y sentía lo que la Comintern expresaba, y de hacerse el portavoz de ella? Esa es una pregunta que requiere mayor exploración, pero es en medio de esos obreros donde uno encontraría una mayor receptividad a la línea de promover la democracia burguesa, el economicismo, el chovinismo nacional, la defensa de la madre patria y déle que déle. Tal vez no es simplemente una distorsión sino un conato más consciente de parte del liderato soviético y de la Comintern de movilizar a ese sector de la clase obrera o de apelar a ese sector de la clase obrera como contrapeso a la burguesía en sus países, para que llegara a un acuerdo con la Unión Soviética en los términos que ésta buscaba.

Hay otro punto importante en conexión con el libro de Dutt y la línea de la Comintern. Al hablar sobre los obreros alemanes y las respectivas bases sociales del Partido Comunista y los social-demócratas en las décadas del 20 y el 30, él dice en esencia que la razón por la que no triunfamos ahí, la razón por la que no hicimos revolución ahí es que “los malditos social-demócratas la embarraron. ¿Y saben cómo la cagaron? ¿Saben lo que hicieron? Se portaron como social-demócratas”. La Comintern a menudo usó explicaciones de ese tipo. Es muy frustrante leer tal tipo de valoración como un análisis supuestamente materialista y dialéctico de por qué no hubo revolución en Alemania: que los social-demócratas no se portaron como comunistas. Bueno, así son las cosas y uno aprende a usar el marxismo como una guadaña para cortar a través de todo eso. Pero lo que impacta en determinado punto al leer esto es que de hecho el PC tenía mucho de su base no entre los obreros más sindicalizados que estaban en esa posición de la que habla la Comintern en las citas anteriores, sino entre obreros más frecuentemente desempleados, menos estables, por lo menos en el sentido burgués de la palabra. Una buena parte de la base del PC era el tipo de gente que uno ve cobrar vida en la novela Barricadas en Berlín; no eran necesariamente los artesanos especializados o los miembros de los sindicatos social-demócratas, la iglesia y así por el estilo.

Sus propias tendencias incorrectas, materialistas mecanicistas, metafísicas, sindicalistas y economicistas, paralizaron al movimiento internacional al punto en que pensaba que no podía hacer esencialmente nada hasta que se ganara a la base social de los social-demócratas. Esto difiere de la posición correcta de que es necesario ganarse por lo menos una buena parte de esa base social en el transcurso de forjar un movimiento revolucionario; más bien se presentó metafísica y estáticamente como si fuera cosa de ganárselos a todos de un sólo plumazo. Supuestamente era necesario ganarse primero esa base antes de que uno pudiera hacer cualquier cosa, en vez de movilizar la base social de los comunistas, reunir a su rededor las fuerzas que se puedan atraer a ella y construir un movimiento revolucionario sobre esa base, a la vez que se buscan medios de ganarse por lo menos una buena parte de la base de los social-demócratas. Esto paralizó al PC y hay que evaluarlo mucho más a fondo.

Pero regresemos a la política de la Unión Soviética en relación a la II Guerra Mundial: la victoria de la Unión Soviética con base en el patriotismo no vindica la vieja “prueba” de que las masas allá apoyaban el socialismo. Y como ya lo mencioné, uno puede aducir el ejemplo de Yugoslavia, donde las masas apoyaron a Tito contra Stalin a partir de nacionalismo; y a los que tienen una visión parcializada de la cuestión de democracia, democracia entre las masas, apoyarse en las masas, y esto y lo otro, se les puede señalar que cuando se dio la ruptura abierta entre Yugoslavia y la Unión Soviética después de la guerra, Tito y sus seguidores condujeron sus polémicas con la Unión Soviética abiertamente, en frente de las masas yugoslavas. Imprimieron todos los ataques de Stalin contra Yugoslavia junto con la respuesta de ellos en miles de miles de ejemplares y los distribuyeron ampliamente entre las masas yugoslavas; y ellas, en su gran mayoría, apoyaron a Tito y no a Stalin, lo que no prueba mucho de nada; porque el problema es que eso no explica qué tipo de línea movilizó a la gente. Sí nos dice una cosa: seguir a la zaga de las masas, la idea de que el simple hecho de informarle a todo mundo lo que está pasando y dejar que participen, en un sentido mecanicista, no garantiza que a corto plazo triunfen la verdad y los intereses del proletariado, los cuales son idénticos en un sentido fundamental. Porque fueran cuales fueran los errores de Stalin, Tito en realidad era cualitativamente peor, era un revisionista y un lacayo del imperialismo, cuya oposición a Stalin no partía de una posición más revolucionaria ni de la lucha por una dirección más revolucionaria en el movimiento comunista internacional.

Y esto también arroja más luz sobre la cuestión de China, a mi parecer. No importa lo que digan Albania y Enver Hoxha, Mao muy definitivamente no fue Tito. Pero me parece que en retrospectiva podemos ver que el partido chino estaba minado de elementos por el estilo de Tito. Y algo que me llamó la atención cuando leí su última resolución con el balance de algunos asuntos importantes en la historia del partido chino y de Mao en particular, es que no se trata de que los revisionistas en el poder no carezcan completamente de fundamento cuando acusan a Mao de salirse del curso común en que ya estaban todos bien adentrados—en otras palabras, de trascender el marco de referencia de la revolución de nueva democracia y tomar el camino socialista y de continuar la revolución hacia el comunismo. Hacia el final, Mao indudablemente se destacó como uno de los pocos—y por supuesto el líder—de los veteranos que realmente luchaban por un mundo comunista, rodeados por un montón de gente que jamás fue más allá de querer tener la oportunidad de regir en una China moderna, poderosa, que tomara “su debido lugar entre las naciones”. Mao fue quien “se salió” de ese curso. Así que esto es algo así como la otra cara—y de modo provocativo—de la cuestión de los demócratas burgueses que se convierten en seguidores del camino capitalista a medida que la revolución entra y se adentra en el período socialista.

La Revolución China, en particular en su primera etapa, no demandó en ciertos aspectos importantes un rompimiento radical o cabal con mucho de lo que era incorrecto o se había dañado en el movimiento comunista internacional—expresamente con su desviación del leninismo en aspectos significativos, lo que se concentró por ejemplo en el frente unido contra el fascismo. Porque, para tomar este ejemplo del frente unido contra el fascismo—y lo considero bien interesante y digno de más investigación—su foco se concentró abrumadoramente en Europa y eso no es completamente accidental, a mi parecer, por dos razones: una, porque refleja las exigencias de la política exterior soviética de entonces y sus esfuerzos de lidiar con las democracias imperialistas occidentales; y dos, porque si uno fuera a tratar de probar que los Estados fascistas son mucho más terribles que las democracias, se le facilitaría más hacerlo en Europa, donde había más democracia, que si fuera a algún país colonial y empezara a alegar lo fabuloso que es el imperialismo británico para la India, por ejemplo, comparado con el imperialismo japonés para sus colonias.

Así que en las colonias, si bien no estaba plenamente desarrollada, la línea general era el frente unido contra el imperialismo y en China fue correcto, en razón del desarrollo de los acontecimientos allí, crear un frente unido contra el imperialismo japonés como el principal enemigo—lo que en la práctica quería decir una especie de frente unido con el imperialismo británico y estadounidense (por intermedio de Chiang Kai-shek), o por lo memos una neutralización de ellos, en el sentido de hacerlos a un lado y no tratarlos como el blanco o enemigo inmediato en esa etapa de la lucha. En esas circunstancias, eso fue correcto y no impidió que la Revolución China siguiera su marcha hacia adelante.

Pero muchas de las políticas que progresivamente se asociaron con esto, de subordinarse—no simplemente aliarse a un nivel u otro, sino subordinarse de plano—a las fuerzas burguesas, incluso a los elementos compradores y sus amos imperialistas, políticas de ese tipo sí hubieran acabado con la revolución en China. Y fue sobre cuestiones de esta naturaleza que Mao entró en agudo conflicto con la Comintern y con Stalin, representado al interior de China por Wang Ming, quien como todo el que quiere saberlo lo sabe, propugnaba por la línea de Stalin y de la Comintern dentro de China, propugnaba capitulación y subordinación al Kuomintang y a fin de cuentas al imperialismo estadounidense y británico. Mao libró una batalla muy enconada sobre esos puntos.

Ciertamente no estoy diciendo que Mao fue un oportunista, un pragmático obtuso o un nacionalista, pero el materialismo tiene su lógica y hay cierta verdad en el hecho de que los asuntos que se le presentan a uno con mayor realce, especialmente en el acelere y la presión de la lucha revolucionaria, son los que uno va a examinar más a fondo, por lo menos en un comienzo. A mi modo de ver eso se refleja en el hecho de que se rompió con mucho de lo incorrecto respecto a esos puntos de subordinación y capitulación a los aliados burgueses, pero no respecto a la orientación básica de asumir la defensa de la nación y muchas otras cosas que no eran incorrectas—por lo menos no en principio—cuando se aplicaban en las colonias, pero sí lo eran en principio cuando se aplicaban en los países imperialistas (donde de hecho se les dio mayor énfasis) especialmente en los países que la Unión Soviética buscaba tener como sus aliados.

Al final de todo eso, al terminarse la II Guerra Mundial, se planteó de manera descollante cuál sería el futuro camino de la Unión Soviética, es decir la cuestión del camino capitalista vs. el camino socialista. En cierto sentido, se podrá decir que se trataba de retomar el camino socialista y que lograrlo hubiera requerido algo de la magnitud o parecido a la Revolución Cultural en China, pero eso no se dio, como todos sabemos. Entretanto, en Europa Oriental, nos podemos referir primero a un comentario de Stalin (que aparentemente le hizo a Djilas, un renegado, pero creo que es correcto suponer que sí lo hizo), quien comentando sobre la II Guerra Mundial, expresó que esta guerra era diferente de las otras del pasado porque adonde quiera que llegara uno con sus ejércitos, allí podría imponer su sistema social. Bueno, hay que reconocer que el comentario de Stalin tiene un aspecto de verdad, pero inmediatamente surge la pregunta; ¿qué clase de sistema se puede imponer con este punto de vista? E insisto, no pretendo interponer las objeciones de que la revolución no se puede exportar, que es imposible que llegue el socialismo si quien lo trae es el Ejército Rojo de Rusia como la principal fuerza armada, en determinadas circunstancias, en vez del pueblo de la nación en cuestión, o algo parecido; pero la pregunta sigue en pie: con tal visión de imponer un sistema social por esos medios, ¿qué tipo de sistema social se puede implantar en realidad?

No es accidental, como Mao comentó, que realmente jamás hubo ningún verdadero esfuerzo ni progreso substancial en movilizar a las masas mismas a la lucha revolucionaria y para que se convirtieran en las dueñas de la sociedad—sin lo cual la dictadura del proletariado y el socialismo (incluso en el sentido relativo en el que tenemos que entender que existieron, y no como algún absoluto abstracto) son imposibles, sin ese tipo de línea y de movilización de las masas y de lucha consciente. Así que no es sorprendente que eso no ocurriera. De hecho, hay que decir sin pelos en la lengua que en dichos países de Europa Oriental jamás existió el socialismo (Albania es un caso aparte, cuya historia requiere un estudio separado) ni jamás se creó por medio de la lucha consciente de sus masas bajo una vanguardia proletaria, y ésa es la única manera en que es posible—sin eso, obviamente no podía darse.

Como ya se mencionó, para revivir el socialismo en la Unión Soviética después de la II Guerra Mundial, se hubiera necesitado nada menos que algo como la Gran Revolución Cultural Proletaria. Inmediatamente después de la guerra, y explícitamente después de la muerte de Stalin, lo que se necesitaba era el derrocamiento completo de todo el sistema social y forjar una nueva vanguardia—algo cualitativamente diferente de la Revolución Cultural, que fue un levantamiento de masas, pero bajo la dictadura del proletariado. De hecho, la burguesía tomó las riendas del mando, lo consolidó plenamente en sus manos y emprendió la restauración del capitalismo con toda el alma. Y aquí hay que subrayar brevemente un punto que planteó ese esbozo presentado a la última reunión del Comité Central: que en verdad el campo socialista estaba infestado de contradicciones, y más que eso, que las contradicciones en su seno se acercaban a un punto culminante en el mismísimo momento de su apogeo, es decir, aproximadamente en los años 50.

En nuestra réplica a Enver Hoxha “Rechazar el ataque dogmato-revisionista contra el pensamiento Mao Tsetung”24 llamamos atención a la cuestión del “Estado de todo el pueblo” y el “partido de todo el pueblo”. Y en el contexto de la discusión de que bajo el socialismo efectivamente continúan existiendo las clases y la lucha de clases, comentamos que la política o comprensión de Stalin sobre esto es en cierto sentido un revoltijo, puesto que él dijo que no había clases antagónicas ni nadie a quien suprimir, fuera de los agentes extranjeros infiltrados en la Unión Soviética, pero que el Estado y la dictadura del proletariado seguían siendo necesarios en razón del cerco imperialista extranjero y la infiltración de sus agentes. Comentamos que ese tipo de razonamiento realmente lleva a la posición de Jruschov, porque éste nunca dijo que no se necesitaba el Estado, no más dijo que puesto que ya no había clases antagónicas en la Unión Soviética, no se necesitaba la dictadura del proletariado; sólo se requiere un Estado para habérselas con los enemigos extranjeros. Stalin no llegó tan lejos; él dijo: bueno, todavía necesitamos un Estado para lidiar con los enemigos extranjeros, así que todavía necesitamos la dictadura del proletariado aunque no hay clases antagónicas al interior de la Unión Soviética. Nuestra síntesis de esto fue que la posición de Stalin es un revoltijo, en tanto que Jruschov lo resolvió; y en esa contradicción el revoltijo de Stalin es infinitamente preferible a la resolución de Jruschov, pero con todo y eso es un embrollo y no es nada bueno.

Y me parece que esto es correcto no sólo con respecto a la cuestión del Estado de todo el pueblo, y por lo tanto junto con ello, del partido de todo el pueblo (los famosos “dos todos” de Jruschov). Al examinarlo más profundamente, también se pueden describir en gran parte las famosas “tres pacíficas” de Jruschov (competencia pacífica, coexistencia pacífica y transición pacífica al socialismo) como la resolución de Jruschov al revoltijo de Stalin. La resolución de Jruschov es infinita y cualitativamente peor que el embrollo de Stalin, pero las políticas de Stalin eran un revoltijo del mismo tipo; si uno lee las declaraciones de política de Stalin después de la II Guerra Mundial, incluso dejándole margen a la ambigüedad del lenguaje diplomático y tal (que puede ser o no necesario, pero que de todos modos no se puede descartar de plano), aún así resulta claro que a veces, en particular después de la guerra, él mismo auspicia esas “tres pacíficas” de varias maneras; no sólo la competencia y coexistencia pacífica, sino también la cooperación pacífica.

De hecho, un interrogante con el que estoy bregando y que vale la pena reflexionar es éste: si Stalin hubiera tenido éxito en, por ejemplo, imponerle a Mao la política que él trató de implementar, es decir, sofocar la Revolución China después de la guerra y hacer que Mao entrara en un gobierno de coalición (en posición subordinada) con Chiang Kai-shek, ¿se hubiera lanzado Estados Unidos contra la Unión Soviética con la saña que lo hizo? Porque en otros sitios donde logró hacerlo, Stalin hizo lo que estuvo en sus manos (y en algunos casos eso no fue insignificante) por detener la lucha revolucionaria de las masas a fin de no desatar la furia del imperialismo estadounidense. Creo que en el caso de Grecia y otros cuantos lugares tenemos que aceptar esto. No pretendo haber desenredado este embrollo a estas alturas, pero ciertamente no es algo tan bien definido como quizás lo consideramos en el pasado y como algunos todavía quieren verlo; y me parece que en el mejor de los casos, es una cuestión de revoltijo por parte de Stalin y resolución por parte de Jruschov.

Pero digo revoltijo porque, particularmente después de que Estados Unidos adoptó una política más hostil hacia la Unión Soviética, concretamente en la Guerra de Corea y demás, por la época de su última obra de envergadura, Problemas económicos del socialismo en la URSS25, Stalin vuelve a referirse a la inevitabilidad de la guerra entre los imperialistas y dice que para acabar con la guerra es primero necesario eliminar el imperialismo. Pero no está en absoluto claro exactamente de qué forma parte esto, ni cómo se enlaza con sus opiniones sobre la revolución, porque simultáneamente, es decir en el XIX Congreso del Partido soviético en 195226, él auspicia la misma línea de que la clase obrera en los países capitalistas pasa a ser la heredera de la bandera de las libertades democráticas y de la bandera de la nación, y un montón de cosas similares que ya conocemos y que se vieron muy clarito en el partido de Estados Unidos. El otro día no más lea yo la Historia de las Tres Internacionales27 de William Z. Foster, y todo su propósito es la misma transición pacífica, la (no-)revolución de dos etapas, la democracia que eventualmente se convierte en socialismo, que quizás tendremos que refrenar a los monopolios si se les suben de a mucho los humos después de que hayamos implementado el socialismo en lo básico, y déle que déle. El libro contiene todo eso y no difiere de la línea que Stalin promovía, incluso poco antes de su muerte. Así pues que hay que analizar esto; así lo sugiere el esbozo que he venido mencionando. Dice que hay que revisar nuevamente y a esta luz el libro de Stalin Los problemas económicos... y creo que se necesita hacer un balance de todo esto mucho más profunda y críticamente, no sólo nosotros sino mediante lucha en todo el movimiento comunista internacional.

Así que si uno dice todo eso, todo lo que se ha dicho hoy aquí, entonces, ¿por qué se dice que la Unión Soviética era socialista en ese período? Y yo creo, en lo que podría parecer una ironía, que es precisamente porque, en un sentido general, la línea es decisiva. Aquí tenemos que formular brevemente la pregunta de qué es capitalismo y qué es socialismo y entender más a fondo cómo es que la línea es clave, después de todo. Mucha gente habla de capitalismo y socialismo, de que el capitalismo se restauró o no en la Unión Soviética, de que el socialismo está avanzando o no en la Unión Soviética y así sucesivamente, pero uno de los problemas es que a menudo no hay una comprensión muy clara de qué es a fin de cuentas capitalismo y socialismo.

¿Qué es capitalismo? ¿Qué es capital? Quiero leer algo que escribí en respuesta a la idea de que aun bajo el socialismo el capital es la relación económica dominante. Para rebatir esa noción, yo escribí lo siguiente: “El capital es una relación social y un proceso, cuya esencia realmente es la dominación de la fuerza de trabajo por intereses ajenos, antagónicos, y la reproducción continua (y extendida) de eso. Pero, para llegar al meollo del problema en cuestión, si la propiedad se ha socializado (en la mayor parte), si una línea correcta está al mando (irrelevante para las versiones que dicen que en cualquier caso el capital es dominante bajo el socialismo, pero que realmente es el meollo del asunto) —lo que implica que la división del trabajo así como las diferencias en la distribución, se están restringiendo en la mayor medida posible—, pues, dígame ¿cómo son esa relación y proceso capital? Es cierto que no se ha superado completamente la división de trabajo característica del capitalismo (y de la previa sociedad de clases en general), que dicha división todavía puede ejercer una influencia considerable y que de cualquier modo está restringida sólo en cierta medida, mientras que el derecho burgués es dominante (o por lo menos muy influyente) en la distribución; pero si el movimiento va en la dirección de eliminar estas cosas, entonces ¿cómo se puede decir que una fuerza opuesta al proletariado, o incluso una fuerza ajena a él, domina su fuerza de trabajo en el sentido fundamental?”

Bueno, pero aquí no se trata de usar lo anterior, derivado de la experiencia china, como un criterio rígido para imponérselo a la Unión Soviética. No se trata de que durante el período del liderazgo de Stalin y en la década de 1930 en particular, se hubiera hecho una tentativa en la Unión Soviética de restringir el derecho burgués en la distribución de modo significativo, ni que se procuró dar todas las zancadas posibles para superar la división del trabajo. Eso no ocurrió porque en realidad en ese entonces no se comprendía bien, no se había captado a fondo, la necesidad de hacerlo, la forma en que eso interpenetra con la cuestión de la propiedad—no sólo la forma sino el contenido—ni todos esos puntos que Mao enfocó tan precisamente, especialmente en sus últimos años de vida; y esto es en parte una función de las limitaciones de la experiencia histórica y en parte de la metodología de Stalin y el liderato soviético de ese entonces. Pero sin embargo, la pregunta esencial en que hay que concentrarse, la pregunta a la que apunté en lo que acabo de leer, es precisamente, ¿qué es capital?

Por mi parte, no creo que jamás llegue el momento en que en el sentido más literal y absoluto haya apropiación del producto de su trabajo por el productor directo—y esto lo mencionamos en el artículo que critica a Bettelheim28. Incluso bajo el comunismo, las cosas irán a la sociedad en conjunto; Marx así lo explicó en la Critica del Programa de Gotha. Las cosas irán a la sociedad en conjunto y siempre habrá alguna forma de intercambio entre una unidad determinada de producción y el resto de la sociedad, sea como sea que se organice eso; jamás ocurrirá que la gente apropie simplemente en el sentido más literal lo que produce. Y siempre habrá representantes políticos de una forma u otra; a pesar de toda la ciencia ficción y todo lo demás, no creo que el nivel máximo a que se pueda llegar es que todo mundo enchufe su TV, oiga un gran debate y en una computadora marque sí o no, arriba o abajo, mátenlo, échenlo, pónganlo de presidente, o lo que sea; no creo que así vaya a ser el proceso de la toma de decisiones en el comunismo. Habrá representantes políticos y lucha entre ellos, y las masas serán decisivas, sí, pero no en la forma directa, literal, de la tradición de las antiguas reuniones en la plaza pública.

Yo pienso que la orientación de los Cuatro en China (siguiendo a Mao) al sostener que el liderato político y la línea política son esenciales, fue correcta. Y con respecto a la cuestión del socialismo en la Unión Soviética, bueno, es irónico, pero en cierta forma la intención vale mucho. Porque en ese período, y particularmente hasta comienzos de los 30, ¿qué era lo que trataba de hacer el liderato en la Unión Soviética? No dudo que a los trotskistas les fascinaría oír esto porque suena increíblemente subjetivo, pero lo que trataba de hacer el liderato y su propósito al movilizar a las masas es supremamente importante, porque ¿qué es capital? ¿Es capital simplemente el hecho de que tú trabajas en una oficina y tienes más influencia que yo que trabajo en una fábrica? Eso no te hace capitalista; eso no es capital.

La esencia del capital es que la fuerza de trabajo de los obreros es controlada por una fuerza ajena a ellos y que se le entrega a una fuerza ajena; y si es ajena (y además de eso, antagónica) quiere decir que esa fuerza de trabajo es controlada y utilizada de manera extensiva para reproducir relaciones que son ajenas a ellos y opuestas a ellos; de otra forma, el capital no tiene sentido. Y no es lo mismo que una simple división del trabajo, aunque no se puede superar completamente el capitalismo ni trascender completamente la época burguesa hasta que no se trascienda esa clase de división opresiva del trabajo. Por supuesto, tampoco creo que jamás se eliminará completa [y] absolutamente toda división del trabajo, pero la división del trabajo característica del capitalismo y la sociedad de clases tendrá que superarse. Pero incluso la mera existencia de la división del trabajo característica de la sociedad de clases, aunque el socialismo tiene que transformarla, no es la misma cosa, no equivale al capitalismo. Y la pregunta es ¿para qué movilizaban a las masas soviéticas, por lo menos hasta comienzos de los años 30? Se las movilizaba para transformar la sociedad en la dirección del socialismo y con el propósito de contribuir a la revolución mundial; y por esa razón opino que en realidad la relación dominante no era el capital, sino el socialismo.

Yo creo que esto nos ayuda a comprender por qué fue que Mao pudo decir que en China las políticas de los revisionistas dominaban en gran medida cierto tiempo antes de la Revolución Cultural, que la mayoría de las fábricas seguían la línea revisionista, pero con todo y eso no dijo—jamás lo dijo—que China no era socialista en ese período. ¿Pues, cómo es eso posible? Bueno, cierta gente anarco-sindicalista, hacia donde gravita Bettelheim (y sus seguidores) creen que el objetivo supremo de la revolución mundial es que uno controle su fábrica. La posición de Mao fue mucho más profundamente correcta, y luchando sobre estas cuestiones, mi propia comprensión del hecho de que realmente la línea es decisiva se ha profundizado. Es precisamente una expresión concentrada de la economía, porque, qué es lo clave—lo clave es para qué está trabajando uno, a qué se le está aplicando la fuerza de trabajo de uno.

Con todos los errores y limitaciones, creo que es correcto decir desde una perspectiva histórica que en este período en la URSS la fuerza de trabajo del proletariado no era controlada y utilizada por una fuerza ajena y que no se utilizaba para reproducir relaciones en que la controlaba una fuerza ajena. Progresivamente a partir de mediados de la década del 30, hay que poner a esto seriamente en duda y quizás es el caso que se hubiera venido invirtiendo todo el tiempo; pero como dijo Mao, la mayoría de las fábricas pueden seguir una línea revisionista, pero si en general no ha habido un cambio cabal en la superestructura, es un error decir que la burguesía tiene el control de la sociedad y que el capitalismo ya está en vía de restauración, si no ya restaurado a esas alturas.

En estos momentos, la guerra—que se lucharía sobre una base patriótica, básicamente democrático-burguesa—entra en el horizonte de la Unión Soviética; y la cuestión de qué camino seguiría esa sociedad, estaba en disputa, como ya lo dije. Después de la guerra, no se emprendió el monumental esfuerzo que hubiera sido necesario para volver a poner el país firmemente en la vía socialista (por el momento), y con menor razón se podía concluir con éxito. Por lo tanto, en cierto sentido era como una fruta madura, como una ciruela madura lista para caer en manos de los revisionistas; y efectivamente, ellos resolvieron todos los revoltijos y concluyeron completamente el proceso—pero lo concluyeron con un salto cualitativo—de llevar a la Unión Soviética al camino capitalista. Y aquí se nos vuelve a presentar la lección crucial de que tenemos que tener una visión histórica universal y a la vez analizar minuciosamente, con rigor y espíritu crítico, las experiencias históricas cruciales de la dictadura del proletariado y las jornadas, los sinuosos avances y reveses en el camino socialista hasta la fecha.

Bueno, ésas son unas cuantas puntualizaciones sobre la Unión Soviética. Ahora pasaré a unos cuantos puntos más sobre la cuestión de Mao, comenzando de nuevo con una referencia general a la síntesis y esbozo de la última reunión del Comité Central sobre este tema. Primero que todo es necesario reiterar que las contribuciones de Mao, a las que nos referimos nosotros como contribuciones inmortales, en realidad de verdad son eso; ésta es una afirmación verdadera y real, no es apenas una frase de rutina, no es algo que simplemente tenemos que decir porque luego vamos a lanzar una crítica; todavía menos es sentimentalismo o algo de ese calibre. De hecho, no sólo es verdadero en general sino que es supremamente importante asimilar plenamente y utilizar esas contribuciones como una base para avanzar. Pero asimismo, como lo plantea ese esbozo, no es suficiente simplemente apoyar a Mao; y es aún menos suficiente o correcto retroceder a Stalin—y eso es lo que sería en este caso.

Aquí podemos observar un momentito a Albania hoy—no la revista: el lugar, la sociedad—y podemos decir que repetir, como Enver Hoxha, los errores de Stalin y retroceder a Stalin a pesar de todos los avances logrados y en contra de ellos, es en verdad “primera vez tragedia, segunda vez farsa”. Como paréntesis vale mencionar aquí el comentario de Lenin sobre los dizque socialistas en países como Suiza y algunos de los países menores de Escandinavia y demás durante la I Guerra Mundial; él identificó una tendencia inconfundible que califica de nacionalismo pequeño burgués de los estados pequeños: el deseo de mantenerse al margen de los grandes y tumultuosos eventos del mundo y la historia mundial y, cosa interesante, él lo denominó el deseo de explotar su posición privilegiada. Eso podría sonar curioso porque por lo general uno no piensa que los estados pequeños tengan una posición privilegiada en el mundo: no suelen dominar grandes partes del globo; Bélgica ha tenido sus colonias, lo mismo que Holanda, pero uno no suele considerarlas como grandes potencias mundiales con un montón de privilegios. Pero a lo que se refiere Lenin, precisamente en el caso de Suiza y esos otros países, es a su capacidad de mantenerse por diversas razones fuera de conflagraciones mundiales como la I Guerra Mundial, y al deseo de los socialistas de preservar a toda costa esa posición privilegiada y de aprovecharse de ella. Y en cierto sentido me parece que eso ofrece una analogía con Albania—cuyas objeciones a la teoría de los “tres mundos” son fundamentalmente nacionalistas y se reducen al hecho de que los intereses nacionales de Albania no se benefician (en estos momentos, de todos modos) con los últimos giros de la política exterior china, en especial con la política contrarrevolucionaria implementada por los revisionistas; y realmente es un ejemplo del nacionalismo pequeño burgués que tiene una fuerte fundación material en un estado como Albania, y que ahora predomina allá.

Pero de regreso a Mao, es importante volver a aplicar el mismo enfoque que acabamos de enfatizar—es decir, una visión histórica universal combinada con un riguroso, crítico y minucioso análisis de las experiencias históricas cruciales—y al hacer eso vemos que si se puede decir que la Comuna, a pesar de sus flaquezas y hasta su falta de liderazgo marxista, fue a fin de cuentas una dictadura del proletariado; y que si la Unión Soviética, a pesar de todas sus flaquezas y los errores cometidos bajo la dirección de Stalin, al analizarla de conjunto fue socialismo auténtico; entonces sin duda y en un grado todavía mayor, la Gran Revolución Cultural Proletaria en especial en la Revolución China, fue ciertamente el pináculo más alto que hasta ahora haya alcanzado el proletariado internacional, y la línea de la continuación de la revolución bajo la dictadura del proletariado forjada por Mao y aplicada en la Revolución Cultural fue un gran avance verdaderamente histórico. Por otra parte, incluso aquí se necesita destruir y romper radicalmente en mayor grado con el pasado, cosa que ya hemos mencionado.

A manera de somero repaso y para tratar de profundizar unos cuantos puntos en concreto, Mao reveló una tendencia hacia una concepción algo lineal de la revolución, es decir, un avance tipo país por país, primero al socialismo y luego al comunismo; esta tendencia se contrapone notoriamente a su concepción predominantemente dialéctica y a sus contribuciones en ese área. Asimismo, él sustentaba un punto de vista sobre la revolución que no era la crasa expresión: “al diablo con el resto de los oprimidos del mundo, al diablo con el proletariado internacional”, pero que era algo como: “tenemos que llevar la nación china al socialismo y de ahí al comunismo y al mismo tiempo tenemos que apoyar y hacer todo lo que podamos por hacer avanzar la revolución mundial de manera que la gente de todo el mundo y de todas las naciones también avance al comunismo”. Creo que así era como Mao veía las cosas, pero no es totalmente correcto.

Bajo Mao—y no sólo proveniente de la boca de los revisionistas—uno puede encontrar casos en que se dice no sólo a partir de táctica o necesidad diplomática (casi dije truco) que “no podemos exportar la revolución”; a veces hasta se dijo que “era absolutamente improcedente que un país tocara ni un pelo del sistema social de otro país”, etc.—a lo cual sólo se puede decir ¿por qué? ¿Y por qué no, por qué no deben tocar no digamos un pelo sino mucho más de un sistema social, si no es bueno? El hecho es que esto se contrapone a mejores declaraciones previas de Mao en varias oportunidades, por ejemplo en los años 50 sobre los imperialistas: nosotros tenemos nuestra gente entre ellos—los obreros y otros elementos revolucionarios y progresistas—y ellos tienen los suyos entre nosotros, los contrarrevolucionarios, defensores del derecho burgués y demás. Así que no es algo parejo; pero a mi parecer, Mao reveló esa innegable tendencia, aunque él nos alertó a los bemoles y vicisitudes, el camino sinuoso, la necesidad de la victoria final de la revolución mundial y realmente creyó y recalcó esas cosas—no lo hizo sólo como aderezo o camuflaje—con todo y eso y a pesar de sus tremendas contribuciones generales a la dialéctica, tenía en cierto grado un enfoque lineal a la revolución, o dicho de otro modo, de país por país.

Sin adentrarnos en todos sus aspectos, no es muy difícil ver que esto fue, de cierto modo, una negación de la forma en que se intentó imponer el modelo soviético y la línea soviética a la revolución en todas partes del mundo, lo que hubiera sofocado la Revolución China. Pero es parcial y unilateral, no es una negación suficientemente cabal, ni es un rompimiento y avance suficientemente cabal en oposición a esa tendencia.

Y junto con esto también se revela en Mao una cierta tendencia recurrente a convertir en principio la política de usar las contradicciones entre los enemigos, de derrotar a los enemigos uno por uno. Por ejemplo, su ensayo “A propósito de nuestra política”29, escrito durante la guerra contra el Japón, expone esto de manera concentrada; aprovechar las contradicciones del enemigo, derrotar a nuestros enemigos uno por uno, etc., fue precisamente una política correcta en esas condiciones concretas y puede ser una política correcta bajo muchas condiciones diferentes. Pero es incorrecto elevarla a la categoría de principio general.

Sólo para dar un ejemplo sencillo, si todo el mundo en este cuarto menos yo es un contrarrevolucionario y Uds. constituyeran los pilares de la reacción en el mundo, y yo fuera capaz de volverlos flecos a todos al mismo tiempo, ¿por qué he de derrotarlos uno por uno? No hay ningún principio que determine que tengo que hacerlo así; si soy capaz de derrotarlos a todos a la vez, pues debo afrontarlos a todos y volverlos añicos y tanto mejor para el proletariado internacional. Pero por otra parte, si no soy capaz, si un análisis materialista dialéctico dice que no lo puedo hacer y que la tentativa de hacer eso, o incluso de encarármele a algunos y tratar de evitar el resto, me llevaría a la derrota total y a un revés para el proletariado internacional, entonces, tengo que resolver cómo utilizar las contradicciones y junto con el proletariado internacional (los que no están en el cuarto—sin olvidar a los que no están en el cuarto) lidiar con Uds. uno por uno, o por lo menos de modo diferente en diferentes situaciones, y no con todos lo mismo, todos al mismo tiempo.

Pero Mao tenía cierta tendencia a convertir esto en un principio. Y aunque indudablemente Mao no fue responsable por la línea internacional contrarrevolucionaria de los revisionistas chinos actualmente en el poder, sí hay un grano de verdad en la conexión que ellos trazan entre elementos del análisis general de los “tres mundos” y los análisis de Mao durante varios períodos, remontándose por ejemplo al reportaje de Anna Louise Strong30 en 1946, donde él plantea todo lo de una zona intermedia entre el imperialismo estadounidense y la Unión Soviética. Ahí Mao habla de los países (excepto la Unión Soviética) sometidos directamente a la agresión del imperialismo estadounidense y los agrupa a todos, incluyendo a los países imperialistas. Esto denote un concepto francamente ajeno al análisis de clase de la agresión e, irónicamente, un error que tiende a desvanecer la distinción entre los países imperialistas y coloniales.

Esto se conecta con lo mencionado previamente de que a causa del carácter de China y su historia, especialmente, aunque no exclusivamente en la primera etapa de su revolución, no hubo la misma necesidad (o hubo una relativa falta de necesidad) de romper radical y totalmente con partes claves de las líneas incorrectas y desviaciones en la línea del movimiento comunista internacional—desviaciones del leninismo, en especial hacia el nacionalismo. Por ejemplo, tengo que analizar más a fondo el texto completo, pero después de leer un extracto de una ley aprobada en 1934 en la Unión Soviética sobre castigo a los traidores a la madre patria31, es bien llamativo que la declaración que la acompaña dice que el más alto principio para un comunista es la defensa de la patria. A menos que esto sea una distorsión total (pues proviene de una fuente burguesa) es impresionantemente incorrecto y es una desviación sorprendente del leninismo hacia el nacionalismo.

En la Sección 7 de “A décadas...”, se vinculan algunos de estos errores de Mao con la cuestión de estrategia militar; en particular, se habla de la suprema importancia en China de luchar por la línea de no atacar en todas direcciones, no tratar de tomar todas las grandes ciudades de un golpe, no combatir al enemigo en ese tipo de terreno con esas tácticas y medidas, sino atraer al enemigo y rodearlo, librar batallas que le ofrecen ventaja a uno, recalcando que la primera parte de la guerra era de defensa estratégica, etc.

De pasada quiero mencionar que en Las contribuciones inmortales de Mao Tsetung32 hay una frase que se excede, la frase que se refiere al hecho de que esta política de Mao de recalcar el aspecto defensivo al comienzo de la guerra es algo que tiene gran relevancia para las naciones oprimidas, para los países socialistas que son invadidos, y en general para las fuerzas revolucionarias que comienzan siendo más pequeñas y débiles que las fuerzas contrarrevolucionarias. Creo que eso es cierto en los dos primeros casos, pero no se puede decir acertadamente que es relevante en general—y por ende, aplicable—para todas las fuerzas revolucionarias que comienzan relativamente débiles en comparación con las fuerzas contrarrevolucionarias. En un país capitalista avanzado, es supremamente importante adoptar la ofensiva desde un primer comienzo y mantener esa ofensiva.

Debo decir que no estoy hablando de estrategia militar ni de planes militares; hablo de sacar las lecciones políticas que se puedan sacar de la estrategia militar, aunque me parece que es importante mencionar un dicho que circularon los chinos en oposición a los revisionistas soviéticos. Era una pregunta retórica con una respuesta obvia: ¿se le puede permitir a los emperadores que incendien pueblos enteros y la gente ni siquiera puede prender lámparas? Lo que quiero decir con eso en este contexto es que si los imperialistas pueden planear una guerra nuclear, no hay razón de que nosotros no podamos sacar lecciones políticas de asuntos de estrategia militar. Y la lección política particular que quiero sacar, además de corregir ese punto en Las contribuciones inmortales de Mao Tsetung, es reenfocar la atención en qué hay en la estrategia militar que Mao defendió que lo podría alejar, por lo menos espontáneamente, de comprender que en el contexto de una guerra mundial sería correcto atacar en varias direcciones, considerando el mundo como un todo; es decir, oponerse a los imperialistas en general y procurar derrocarlos donde sea posible en ambos campos, teniendo desde luego en cuenta a situación particular en los distintos países.

Tácticamente, un bloque de imperialistas o una potencia imperialista podría ser el enemigo principal en un país determinado, mientras que en otro país, que lucha en unidad pero por un camino diferente, el otro bloque o la potencia imperialista que encabeza el otro bloque podría ser el enemigo principal que hay que combatir de inmediato—en vez de tratar de alinear a todo mundo, pueblos y países juntos, contra un bloque de imperialistas, aliándose con el otro bloque, con el país socialista como núcleo. Pero la experiencia y estrategia forjada en la esfera militar en China podría inclinarnos contra eso, debido a que ellos tuvieron que luchar tan enconadamente, como se ha mencionado, contra esa mismísima línea de atacar simultáneamente en diferentes direcciones y de lanzarse a enfrentar un enemigo superior en batallas destinadas a la derrota; y aunque eso no lo explica en su totalidad, bien puede haber contribuido a la tendencia (e interpenetrando con ella) de convertir en un absoluto lo de aprovechar las contradicciones, habérselas con un enemigo superior y de esa forma, derrotar a los enemigos uno por uno.

Especialmente puesto que es necesario criticar a Mao en estos aspectos, también es necesario reiterar y recalcar que Mao fue, en términos generales y primordialmente, un gran líder marxista-leninista del proletariado internacional y un internacionalista proletario. Y aunque en su análisis de las fuerzas mundiales se pueden encontrar ciertos elementos contenidos en la teoría de los “tres mundos”, Mao no fue responsable (es más, él luchó inexorablemente en contra) de la línea reaccionaria de capitular al imperialismo y traicionar la revolución, encarnada en la teoría de los “tres mundos” propuesta por los revisionistas que ahora rigen en China, quienes precisamente llegaron al poder por medio del derrocamiento de los seguidores de Mao y su línea, después de su muerte.

Una pregunta: puesto que se ha puesto tanto énfasis en las desviaciones del leninismo, especialmente hacia el nacionalismo, ¿se hubiera desviado Lenin también del leninismo, si hubiera vivido más tiempo y lidiado con las verdaderas necesidades que se le plantearon posteriormente a la Unión Soviética? Bueno, no lo sé, pero depende precisamente de la manera en que hubiera manejado la agudización de las contradicciones de las que sólo alcanzó a ver el comienzo; pero al mismo tiempo hay que decir que en su enfoque metodológico, su asimilación y aplicación de la dialéctica materialista, él superó con creces (desafortunadamente) a sus sucesores en la Unión Soviética, y en particular, estaba muy por encima de su principal sucesor: Stalin.

Regresando a Mao, otra cosa que hay que revisar aquí brevemente, también vinculada con sus tendencias incorrectas generales—una perspectiva demasiado país por país, la tendencia a ver las cosas demasiado en función de naciones y la lucha nacional—es una confusión y algunos errores sobre la cuestión de lo interno y lo externo, y en particular, la base interna del cambio y las condiciones externas del cambio, y cómo se aplica esto en la relación entre la revolución en países determinados y la lucha y situación mundial general. No quiero repetir aquí todo lo que se elabora de forma bastante concentrada en el extracto “Sobre la fundación filosófica para el internacionalismo proletario” que apareció en marzo de 1981 en el Obrero Revolucionario (No. 96), sino sólo volver a mencionar de pasada rumbo a otros temas, que incluso en Mao, a pesar de y en contradicción con sus contribuciones a la dialéctica materialista y su desarrollo de ella, se manifiestan algunas tendencias metafísicas que interactuaron con tendencias nacionalistas en este aspecto.

Por ejemplo, en “Sobre la contradicción” la forma en que se plantea es que China es lo interno y el resto del mundo es lo externo. Y lo que nosotros hemos enfatizado en oposición a esto es ver el proceso del avance histórico de la época burguesa a la época comunista como algo que realmente ocurre a escala mundial en un sentido general; es un proceso mundial que (a la vez) surge de la contradicción fundamental del capitalismo y está determinado finalmente por esta contradicción—la que, con el advenimiento del imperialismo, se ha convertido en la contradicción fundamental de este proceso a escala mundial. Si queremos investigar cuál es la principal fuerza motriz subyacente en términos del desarrollo de situaciones revolucionarias en países determinados en un momento determinado, entonces también tenemos que analizar el desarrollo general de las contradicciones a escala mundial (que surgen de esta contradicción fundamental y son determinadas finalmente por ella) y no principalmente el desarrollo de las contradicciones al interior de un determinado país, porque ese país y su proceso están integrados de manera general en este proceso mundial más global. No es simplemente como era en la época feudal o al comienzo de la época burguesa cuando había países separados que se desarrollaban más o menos separadamente con interpenetraciones entre sí; ahora todos están integrados en este proceso más global. Lenin comenzó a acentuar esto con su análisis del imperialismo, pero no lo desarrolló plenamente, por lo menos no integral ni específicamente en un sentido filosófico; y el movimiento comunista internacional le sacó el cuerpo tremendamente a esto, después de Lenin. Y éste es otro caso en que no se dio un rompimiento radical cabalmente, por parte de Mao.

A su vez, todo esto se entrelaza con una perspectiva incorrecta de la cuestión del desarrollo de coyunturas, o con un método incorrecto de lidiar con ellas. No es que Mao no captara en absoluto la cuestión de la conformación de coyunturas y su importancia; él ciertamente lo captó en cierto modo en relación a la II Guerra Mundial, por ejemplo, y en su interpenetración con la Revolución China. Pero tenemos que comprender que el enfoque de Mao de tales situaciones históricas reflejaba ciertos errores relacionados con lo que mencionamos antes sobre la orientación propuesta en “A propósito de nuestra política”, de tratar de alinear a todas las fuerzas progresistas, o todas las fuerzas que se puedan alinear, contra un enemigo principal, especialmente ante el desarrollo de una coyuntura como ésa, y en concreto de una guerra mundial.

También nos tenemos que precaver contra un punto de vista que se puede desarrollar espontáneamente en el movimiento: presentar el curso de la Revolución China como un “modelo” en el sentido incorrecto, metafísico. En términos generales—aunque existen ciertas tendencias hacia esto en Mao, pero muy secundariamente—él luchó en gran medida contra tal error. Pero así y todo a veces se cuela y va de la mano con el tipo de error que hemos criticado en nuestra propia manera de pensar: una noción del movimiento “típico” de las espirales y del desarrollo “típico” de las cosas bajo el imperialismo33. Expresamente, hay una tendencia hacia un punto de vista absolutista, mecanicista, metafísico, de que hay dos tipos de países en el mundo y uno de ellos tiene una revolución de una etapa y el otro una revolución de dos etapas, y la forma de hacer revolución en un país al que le corresponde una revolución de dos etapas es la forma en que lo hicieron en China, más o menos, con algo de aplicación concreta a las condiciones del país en cuestión; es decir, uno propone un programa de nueva democracia, se va al campo, rodea las ciudades desde el campo, libra una guerra popular prolongada y eventualmente conquista el poder. No quiero decir que eso no tenga ninguna validez. Primero que todo, el hecho de que hay dos tipos diferentes de países en el mundo es una realidad concreta palpable y bastante importante. Pero como lo dijera Lenin, esos linderos son condicionales y relativos, no absolutos; y a pesar de la distinción general, el que las revoluciones procedan allí en una o dos etapas, también es relativo y condicional, no absoluto; y en general está más determinado por lo que ocurre en el mundo en su totalidad que por lo que ocurre en un país.

Por ejemplo, si la revolución en Alemania hubiera precedido a la Revolución Rusa, la Unión Soviética hubiera lidiado de otra forma con el campesinado; hubieran podido lidiar con el campesinado de forma diferente, y no es que haya un principio que diga que uno tiene que ser buena persona con el campesinado, no se trata de eso. Hubieran podido ser “buenas personas” con ellos en una forma diferente; es decir, hubieran logrado neutralizar y ganarse a buena parte del campesinado y no hubieran tenido que hacer muchas de las cosas que hicieron, porque hubieran tenido una base material más fuerte y por lo tanto una base política más fuerte. Así que estos asuntos no son absolutos.

Más aún, Mao habló de cómo la guerra contra el Japón fue una larga fase de preparación para la victoria final de la Revolución China y hasta lo expresó en su estilo característico, agradeciéndole al imperialismo japonés por invadir a China y de ese modo apresurar la Revolución China. Bueno, claro que ésa no es realmente su manera de ver las cosas, pero Enver Hoxha o sus seguidores no lograrían captar el significado de lo anterior. Pero el quid es precisamente que cuando Mao partió para las Montañas de Chingkang en 1927, él no sabía que se iba a desatar una guerra contra los japoneses. Bueno, en ese entonces fue correcto retirarse al campo y no pretendo ponerlo en duda; pero las cosas hubieran podido desenvolverse de modo diferente, de modo que hubiera sido correcto bajar de las montañas.

No es un absoluto que se tuvieran que quedar 20 años en el campo. Fue correcto en vista del desarrollo concreto de los acontecimientos, y no pretendo introducir aquí agnosticismo o relativismo, pero precisamente porque las cosas en el mundo no estén predeterminadas, porque no tienen un “movimiento típico” y porque las cosas se determinan más en una escala mundial, no era algo preordenado que se tuvieran que quedar en el campo, o en lo alto de las montañas durante 20 años. Bueno, insisto que esto no pretende negar la distinción esencial entre los dos tipos básicos de países y los dos tipos de revoluciones, ni negar el punto recalcado en “Principios fundamentales...”34 de que el campo, el trabajo y lucha políticos, y el papel de la lucha armada en el campo, es por lo general de gran importancia en los países coloniales y dependientes. Lo que urjo aquí es la necesidad de armarse con un método y una concepción del mundo materialista dialéctica e internacionalista al abordar la cuestión de cómo hacer revolución en países determinados y de cómo encaja eso en la situación mundial general y la lucha revolucionaria mundial.

Pero hay una crítica específica que hacerle a Mao sobre la cuestión de naciones, la lucha nacional y la revolución mundial: no sólo en la entrevista con Anna Louise Strong y en “A propósito de nuestra política”, también en la polémica sobre la Línea General35, se manifiesta una tendencia a ver las cosas de forma demasiado país por país separados entre sí, demasiado en términos de naciones y lucha nacional, y demasiado en términos de identificar a un enemigo y agrupar a todo mundo contra él. En el caso de la polémica de la Línea General, en ese entonces consideraban al imperialismo estadounidense como el enemigo principal y le aconsejaron a los otros países imperialistas que lucharan contra el capitalismo monopólico y las fuerzas reaccionarias que traicionaban los intereses nacionales, es decir, los aliados del imperialismo estadounidense; en términos generales esto fue incorrecto, aunque desde una perspectiva histórica y en términos de su contribución a la lucha contra el revisionismo y el imperialismo, definitivamente hay que sustentar y defender esas polémicas de la Línea General.

En esencia, todo esto demuestra precisamente la necesidad de aprender tanto de los puntos positivos como de los negativos, de ser resueltos y profundizar nuestra capacidad de fortalecer la aplicación de la metodología fundamental de la dialéctica materialista y el marxismo-leninismo como una ciencia, lo que incluye el espíritu crítico científico del marxismo-leninismo y, sí, el pensamiento Mao Tsetung. Y la importancia de todo esto se centuplica a la luz de la agudización de las contradicciones mundiales y de la coyuntura histórica en que estamos entrando a escala mundial.

II. Más sobre la revolución proletaria como proceso mundial

Aquí solamente quiero plantear unos cuantos puntos brevemente—en particular, más sobre la fundación material del internacionalismo proletario. El artículo que mencioné antes se titula “Sobre la fundación filosófica para internacionalismo proletario”, porque tenía que ver con la cuestión de lo interno y lo externo (la base interna y las condiciones externas del cambio de algo); pero claro que la filosofía se basa en la materia y la base filosófica es el reflejo de la base material. Todo esto se entrelaza con una comprensión más profunda de la contradicción fundamental de la época burguesa a escala mundial y de cómo se integra todo esto en el proceso general; y más aún, tenemos que discernir cómo esto se aplica incluso a la situación de los países socialistas que existan en este período, es decir, el período de la transición mundial de la época burguesa a la época del comunismo mundial.

Uno de los principales temas con que he venido bregando y que salió a relucir en la cinta del Primero de Mayo de 198136 y en otros lados, es el problema del desequilibrio en el mundo, por así decirlo. Esto tiene que ver con la cuestión de la contradicción entre las fuerzas y las relaciones de producción, por un lado, y por otro, con la interpenetración de esto con la base y la superestructura—tanto en países específicos (los países socialistas, entre ellos) como en general y principalmente, a escala mundial. Y todo eso tiene mucho que ver con la complejidad y sinuosidad del proceso de la revolución proletaria que avanza hacia el comunismo mundial.

¿Qué quiero decir con desequilibrio? Lenin, por supuesto, insistió en la distinción básica entre el puñado de explotadores imperialistas y estados imperialistas avanzados y la gran mayoría del pueblo del mundo en situaciones de dependencia y colonialismo. Pero el problema se ha desarrollado de una forma más aguda, en el sentido de que las fuerzas de producción avanzadas del mundo están concentradas—tal vez hasta en un sentido cuantitativo absoluto, pero de seguro, cualitativo—en un puñado de países avanzados. En tales países (y no sin relación con lo anterior) el proletariado, amplios sectores de éste y las masas en general, para decirlo sin pelos en la lengua, a veces no pasan tanta hambre, y muchas veces no están tan deseosos de cambios radicales. Hay sectores y capas que lo desean, pero no muy a menudo ocurre que amplias masas populares exijan un cambio radical de toda la estructura social. Por otra parte, hay inmensas áreas del mundo donde las masas viven en situaciones desesperadas.

Una de las cosas que en realidad me enfurece de los social-chovinistas y de la gente que dice: “¿qué más da?, ya sea el país imperialista o no, todos van por el camino capitalista y todos están desarrollando el capitalismo, algunos llevan 100 años de atraso, algunos están no-sé-cuántas máquinas detrás de otros, y así por el estilo”, es que es muy fácil para la gente que vive en uno de esos países imperialistas, incluso en los países imperialistas europeos, decir eso. En esos países los trenes funcionan puntualmente, los camiones transportan mercancía de un extremo a otro del país y hay un mercado integrado (no que todo sea suave y parejo, porque así no son las cosas, y mucho menos cuando se trata del capitalismo), y si hay una severa crisis, el índice de desempleo es de 8%. Pero en la gran mayoría del mundo, un índice de 8% de desempleo sería un milagro—todo el tiempo está a 30% ó 40% y eso sin mentar cuando hay una crisis realmente aguda. Y fuera de unas cuantas cabeceras, son lugares supremamente atrasados y los trenes ni llegan a la mayoría de las regiones, mucho menos funcionan puntualmente, y las mercancías no son trasladadas velozmente por todo el país, ni hay una economía articulada (en el sentido de las economías capitalistas avanzadas, donde los lazos entre los diferentes sectores y entre la inversión y el consumo producen una economía nacional integrada).

Ese chovinismo economista, imperialista es algo enfurecedor; que la gente diga: pues capital es capital, ¿qué más da de qué nacionalidad sea? Piensan que están haciendo un análisis penetrante hablando de relaciones de producción, cuando en realidad lo ven restringidamente en un marco de referencia nacional y no ven que una relación de producción supremamente importante para el mundo en su totalidad es la relación de producción (porque eso es lo que es) entre el imperialismo y las naciones oprimidas. Eso también es una relación de producción, y una decisiva en el mundo en general y más importante que la relación de producción entre un obrero de fábrica y otro de bodega en los países imperialistas.

De todos modos, de un lado hay países avanzados donde se concentra la mayoría de las fuerzas de producción, pero donde los sentimientos revolucionarios, el nivel de lucha y la conciencia de las masas por lo general y la mayor parte del tiempo no están a un nivel muy alto—por lo menos hasta ahora. Y tal vez haya necesidad de decirlo (aunque no debería haberla) que eso no es ni por el forro lo mismo que la línea de que la revolución no es posible o que no hay verdaderas perspectivas de que ocurra, incluso ahora, en esos países avanzados.

Y de otro lado, en la mayoría del mundo las fuerzas de producción son atrasadas y el desarrollo de las fuerzas de producción que existe está bajo la dominación del capital financiero y el imperialismo internacionalmente, que deforma y desarticula esas economías. La gente vive en una situación mucho más crítica, y desean mucho más un cambio radical; pero también están en una situación mucho más atrasada, primitiva, mucho menos concentrada y socializada (en lo que hay, en este sentido, algo fundamentalmente importante) y francamente, aunque anhelan un cambio y están más dispuestos a apoyar la revolución, por lo general la etapa de la revolución ahí es una de democracia burguesa, si bien de nuevo tipo. Y aunque exista la posibilidad—y debemos recalcar posibilidad, no certeza—de que se pueda desarrollar bajo el liderato del proletariado (ésa es otra ley mecanicista de la revolución que hay que declarar ilegal: que cualquier revolución contra el imperialismo en esos países sólo puede ser dirigida por el proletariado) no obstante, hay un problema. Aunque la gente anhela un cambio radical y está más dispuesta a ser movilizada para la revolución—aunque no sin contradicción y no simple y fácilmente, pero más prestamente en torno a la bandera de la revolución—con todo y eso, la etapa y el contenido de la revolución, aun si está bajo el liderato del proletariado, generalmente corresponde a la democracia burguesa y a la etapa de liberación nacional.

Todo esto representa y plantea una complicación adicional en el proceso de la revolución proletaria en todo el mundo. En Occidente—y hablo de Occidente en términos de los países imperialistas, la Unión Soviética inclusive—ha resultado más difícil hacer revolución en este período que en el Este, es decir, los países coloniales y dependientes en lo que generalmente se denomina el “tercer mundo”. Pero también se ha visto que es supremamente difícil guiar y mantener la revolución allí donde se puede hacer y se ha hecho más fácilmente, y esto es algo que no tiene una solución simple.

Claro que sí logramos un gran adelanto cualitativo (que es lo que sería) en tomar el poder en una (o más) de las ciudadelas imperialistas, eso sería un nuevo salto adelante para el proletariado internacional y crearía una nueva libertad, aunque no debemos forjarnos ilusiones de que hacer revolución en un país imperialista quiere decir que el proletariado heredará al tomar el poder ese país y sus fuerzas de producción en las condiciones previas, por ejemplo cinco años antes de que comenzara la revolución, y probablemente la guerra mundial también. Pero con todo, eso sí representaría un salto cualitativo de un cierto tipo, aunque no cambiaría, no podría cambiar el hecho o eliminar el problema de que hay una complejidad adicional debido al desequilibrio que he descrito y comentado aquí.

Todo esto entonces suscita problemas, claro, pero lo que también hace, de otro lado, es aumentar la importancia del internacionalismo y al mismo tiempo, la importancia de aprehender, de profundizar nuestra comprensión de todo el movimiento de las espirales que conducen a coyunturas, cuando todas las contradicciones a escala mundial se concentran y se intensifican, y con ello las posibilidades de hacer revolución. Esto se opone a puntos de vista que o bien niegan, no comprenden, o si lo hacen en parte, tratan incorrectamente toda la cuestión del movimiento en espiral hacia una coyuntura a escala mundial, y contraponen a ella ideas erróneas, como las que representa la teoría de la crisis general, puntos de vista lineales a los que me referí anteriormente.

De manera que esto plantea problemas pero también profundiza y aumenta la importancia de que entendamos el imperialismo y la necesidad de que asimilemos esta metodología y análisis correctos, precisamente porque, como ya lo dije, aun si se aprovechan al máximo los avances en todo momento—incluso en los momentos decisivos de coyunturas mundiales—no todo se ganará de una sola vez, en una coyuntura y ni siquiera, con toda probabilidad, sólo en unas dos intentonas. Por lo tanto, el problema de cómo lidiar con ese desequilibrio, cómo hacer los mayores adelantos y luego cómo hacer de los países socialistas bases de apoyo para la revolución mundial, persistiré y tomará formas muy agudas. No podremos borrar a punta de deseos los problemas tocantes a los estados socialistas que emerjan en un mundo dominado por el imperialismo. Con toda probabilidad, ya sea que hagamos o no un gran adelanto esta vez por lo que se refiere a la revolución en una (o más) de las ciudadelas imperialistas, incluso una de relativamente menor calibre, estos problemas persistirán. Ya sea que se dé un gran adelanto o no, con todo no podremos ignorar el problema de que va a haber un cerco imperialista y que la presión, tanto material como ideológica, que ese cerco ejercerá sobre el proletariado en el poder y el estado socialista será inmensa.

Es el problema de cómo cumplir en la práctica lo que se ha forjado a un nivel superior en el Programa del Partido, es decir, avanzar en la transformación socialista en el país (o países) donde ocurran grandes adelantos como una parte subordinada, no sólo como una base de apoyo en abstracto, sino como una parte subordinada a la revolución mundial. Es un problema con el que tenemos que empezar a bregar hoy mismo, precisamente porque si proseguimos la línea correcta con la metodología correcta puede darse—si no en Estados Unidos entonces en otra(s) ciudadela(s) imperialista(s), y tal vez en Estados Unidos mismo—ese salto adelante, la toma del poder, cuando esta cuestión estará a las claras e insistentemente a la orden del día. Y, como es obvio, estos principios fundamentales se aplican y son cruciales para el proletariado internacional en cualquier lugar (en cualquier tipo de país) donde logre tales grandes adelantos y establezca estados socialistas.

Además de eso, quiero comentar sobre otro tema en particular: ¿Qué tanto se puede avanzar en un solo país socialista? Decir simplemente que se ha comprobado y establecido históricamente que el socialismo es posible en un solo país—incluso si no damos por sentada la pregunta y profundizamos nuestra comprensión de lo que es el socialismo y decimos que en realidad hay un camino socialista y que es posible recorrerlo y permanecer en él, por lo menos durante un tiempo significativo, usando la analogía del camino—, todavía no se ha resuelto siquiera que sea posible que el socialismo se dé en absolutamente todo país bajo todas las circunstancias. El hecho de que ha sido posible hacerlo en algunos países, en ciertos momentos, no prueba que sea posible implementar el socialismo en todo “país individual” en todo momento. Pero, prosiguiendo, me parece que hay una limitación (y esto es algo con lo que estoy tratando de bregar, y sólo he comenzado a hacerlo), aunque no un límite absoluto en un sentido mecanicista, de qué tanto se puede avanzar en un solo país socialista.

Aquí quiero mencionar que hay una vieja acusación a la que hemos respondido “no culpables” y a la que ahora debemos responder “la acusación es justa, pero no es crimen”; es el viejo cargo que nos restriegan los imperialistas—de una forma deformada por supuesto—de que los países socialistas en especial, como lo remachan ellos, tienen también una necesidad de expandirse y conquistar más del mundo, o se chocarán contra sus limitaciones. Y en mi opinión a eso debemos responder que somos culpables pero no es crimen. Por mucho tiempo lo hemos negado, diciendo que somos inocentes y que es una calumnia. Y ahora creo que tenemos que responder que aunque es injusta la acusación, tiene algo de cierto, y al decir eso me refiero, obviamente, a algo cualitativamente diferente de la necesidad que tienen los imperialistas de esferas de influencia para exportar capital, para explotar más gente, para tratar de transformar el mundo a su imagen y semejanza, o mejor dicho, para deformarlo bajo su dominación.

Tampoco debemos caer en la metafísica del otro lado con esto, es decir, ser absolutistas sobre las limitaciones de qué tanto se puede avanzar en la transformación socialista de un país. Pero aquí hay una verdad básica, y no me refiero a la necesidad de un país socialista, como país, de obtener materias primas y de dominar más territorio y de poner más recursos naturales y gente de diferentes países bajo su yugo: eso sí es una calumnia imperialista; no me refiero a eso, eso no es más que el espejo que los imperialistas se ponen en frente.

Por lo que se refiere a sostener el poder y avanzar más en el camino socialista—y no sólo desde el punto de vista de un estado socialista sino en especial desde el punto de vista del proletariado internacional—el problema más bien es que hay un límite, como lo dije, a qué tan lejos se puede llegar en la transformación de la base y la superestructura dentro de un país socialista sin hacer avances ulteriores en conquistar y transformar más del mundo; no en términos de conquistar más recursos naturales o gente, como lo hacen los imperialistas, sino en términos de hacer transformaciones revolucionarias. (En la carta “Sobre la fundación filosófica para el internacionalismo proletario”, se insinuó esto y se tocó de pasada).

Según lo que entiendo, la razón de esto es, primero que todo, que el cerco imperialista ejerce una influencia ideológica y una presión militar, política y de otros tipos. Pero también hay el hecho de que ésta es la época de un solo proceso mundial y eso tiene una base material, no es sólo una idea. Lo que puede parecer lógico aun en términos de producción y de la utilización de la fuerza de trabajo y los recursos dentro de un país particular, llevado más allá de cierto punto, aunque parece lógico para ese país, es ilógico si se lo considera a escala mundial. Y eso reacciona sobre ese país y se convierte en una política incorrecta (no la mejor utilización de las cosas siquiera dentro de ese país) y empieza a obrar no sólo contra el desarrollo de las fuerzas de producción, sino también en relación dialéctica con ello, contra ulteriores transformaciones en las relaciones de producción (o la base económica) y la superestructura.

No es posible avanzar por siempre de una forma lineal de país en país, avanzar en una dialéctica separada dentro de los países socialistas, si bien con sus vueltas y revueltas, derrotando a veces la restauración capitalista y apoyando a los pueblos del mundo; en algún momento dado, eso se ha de convertir en su opuesto—por razones materiales, y también debido a su interpenetración con razones ideológicas, políticas y hasta militares.

Aquí hay una verdad, que si se comprende correctamente con la dialéctica materialista, refuerza el internacionalismo proletario y puede fortalecer, si se aplica conscientemente, la lucha revolucionaria del proletariado internacional en general, a lo largo de su camino y luchas inevitablemente largos y tortuosos, en los que se destacarán coyunturas críticas, cambios radicales, saltos y levantamientos dramáticos.

Esto me recuerda que en el folleto Los comunistas son rebeldes37, este problema como que se echa a un lado por la necesidad de enfocarse en las contradicciones específicas concentradas ahí. Por ejemplo, en la página 6 del folleto simplemente se dice: “ ... están familiarizados con nuestro análisis de cómo la lucha de clases dentro de un país socialista desempeña un papel de interacción con la lucha de clases internacionalmente, y sobre el hecho de que la lucha contra la restauración capitalista en un país socialista, y para lograr el avance hasta el comunismo, sólo puede llevarse a cabo con éxito si se actúa de concierto con la lucha revolucionaria entera y a escala mundial”, lo que no es totalmente incorrecto, pero al mismo tiempo, como lo muestra la diferencia (es decir los avances) entre los borradores del Programa y Constitución del Partido y su versión final, nuestra comprensión de este punto en especial, se ha desarrollado cualitativamente en un cierto sentido.

Mejor dicho, hemos refinado nuestra comprensión del hecho de que el internacionalismo proletario es y debe ser la fundación para el proletariado y su partido en todo país. Antes de la toma del poder esto es un asunto crucial, pero lo es más aún después de ella. Y es en este sentido que va todo lo que he dicho de que podemos v debemos responder, de buena gana y con desafío que somos culpables pero no es crimen, a la acusación de que necesitamos seguir avanzando y ganando más del mundo, o de lo contrario nuestros avances se convertirán en su opuesto.

III. El leninismo como el puente

Con “el leninismo como el puente” quiero decir que en la situación de hoy, el leninismo es el eslabón clave en la defensa y aplicación del marxismo-leninismo, pensamiento Mao Tsetung. Voy a decirlo de una manera un tanto provocativa: sin el leninismo, el marxismo es social-chovinismo y social-democracia eurocéntricos; sin el leninismo, el maoísmo es nacionalismo (y también, en ciertos contextos, social-chovinismo) y democracia burguesa. Bueno, esto puede sonar no más como axiomas fáciles, pero son pertinentes, tienen verdadera importancia y a mi modo de ver son una valoración de la experiencia con ciertos fenómenos que existen en el mundo y sobre los que se requiere una lucha más profunda.

Bueno, una vez dicho eso a manera de introducción bastante pungente y provocativa, quiero decir unas cuantas palabras más sobre el derrotismo revolucionario en términos de su opuesto: el social-chovinismo. Primero un comentario somero, de pasada, sobre un punto especialmente injurioso en el folleto Sooner or Later38 (Tarde o temprano) y en un artículo impreso por un grupo australiano que publica un boletín donde están debatiendo este mismísimo asunto del social-chovinismo y la teoría de “los tres mundos”. Los miembros de este grupo australiano en términos generales apoyan a Mao y en general ellos se oponen a los revisionistas chinos, pero por lo visto se dividen marcadamente respecto a la política internacionalista leninista y el social-chovinismo, la teoría de “los tres mundos”.

En uno de los artículos que defiende la teoría de los tres mundos, como en el folleto Sooner or Later, una de las cosas más nauseabundas es leer su versión completamente sofista de “internacionalismo”. Dice que sería supremamente estrecho y nacionalista de parte nuestra luchar no más contra nuestra propia burguesía y no pensar en la situación mundial total y en toda la lucha mundial, lo que traducido quiere decir: “Es estrecho y nacionalista de parte nuestra luchar contra nuestro propio imperialismo, nuestra propia burguesía y tratar de tumbarlos; para ser internacionalistas debemos apoyar y reforzar nuestro propio imperialismo y nuestra propia burguesía”.

Y en el artículo australiano en cuestión esto salió a relucir de una manera muy marcada, porque el autor elaboró toda una explicación repugnante y almibarada de que “pues aquí estamos, nos explota y oprime el imperialismo estadounidense y occidental y se nos haría muy fácil olvidarnos de la gente de otras partes del mundo explotada y sojuzgada por el imperialismo ruso y del hecho de que éste representa el mayor peligro para los pueblos del mundo, y podríamos no más pensar en nosotros mismos y en el hecho de que nuestro imperialismo nos explota a nosotros—eso sería simplemente nacionalismo”. Lo que me saltó a la mente de inmediato es que el verdadero problema que tal gente considera es que “el imperialismo ruso no nos está dando nada de las utilidades de su saqueo del mundo, pero nuestro imperialismo sí lo hace”, y esto, traducido y reducido a su esencia, es el internacionalismo de esa gente. Pero sigamos adelante....

Quiero comentar ahora sobre el nihilismo nacional y el orgullo nacional. Aquí se presenta nuevamente un caso donde Lenin de hecho se opuso al leninismo, aunque no lo dijimos por escrito al publicar el artículo sobre el nihilismo nacional. Pero algunos (en particular el Partido Marxista-Leninista, Estados Unidos, antes denominado COUSML) hicieron notar esa contradicción. Salieron con un artículo de 1914 escrito por Lenin titulado “El orgullo nacional de los gran rusos”39, en el que en vez de decir que no deben tenerlo, él, francamente, hizo todo un intento de combinar dos en uno. Uno puede ver el tipo de presión que tenía encima, la guerra acababa de estallar y no sólo había una represión feroz por oponerse a la guerra, sino que asimismo una ola de patriotismo (chovinismo) recorría a Rusia. Ahora bien, Lenin no se contrapone a la línea del derrotismo revolucionario; fundamentalmente la defiende, pero combina dos en uno en el sentido de decir básicamente que es porque tenemos orgullo nacional que no podemos soportar que Rusia juegue este rol imperialista en el mundo y que se encuentre bajo la dominación de estas clases reaccionarias. Francamente, se trata casi con puntos y comas de todos los mismos razonamientos que él refuta, de manera bastante poderosa, cuando los expone Rosa Luxemburgo bajo el seudónimo de Junius, como por ejemplo en su artículo “El folleto de Junius”40 y también, muy poderosa y despiadadamente en La revolución proletaria y el renegado Kautsky41. Pero en este artículo de 1914, Lenin va contra la orientación general del leninismo sobre esta cuestión crucial.

Como lo recalqué antes, existe el leninismo y existe Lenin, y si Lenin no siempre se mantuvo fiel al leninismo, eso no hace que el leninismo sea ni un tris menos de lo que es. Esto, de cierta forma, nos devuelve al punto al que me referí antes sobre la línea general que promulgó la Comintern—es decir, la línea del frente unido contra el fascismo—porque Dimitrov seleccionó y machacó este artículo en particular—“El orgullo nacional de los grandes rusos”—y este punto, y los usó para promover toda esa línea en su informe y toda la formulación del frente unido contra el fascismo de singularizar a los estados fascistas como el enemigo principal.

En un país imperialista, los imperialistas defienden firmemente la bandera nacional. A esto le subyace un punto muy importante de economía política marxista-leninista. El capital imperialista tiene que operar en un plano internacional; es una precondición de su reproducción. Y a veces, como lo observó Lenin, acelera el desarrollo económico en algunos de los países atrasados. Pero esto se da dentro de una estructura de dominación y sojuzgamiento, e íntimamente relacionado a esto, el capital imperialista, a pesar de todo su “internacionalismo”, sigue siendo profundamente nacional y estando anclado en su mercado nacional; por lo tanto, tiene profundos intereses materiales fincados en la defensa de los intereses de su nación. Esto es algo crucial que se analiza y elabora cabalmente en el libro por publicarse America in Decline42.

Estimo que la línea planteada en el artículo “Acerca de la cuestión del supuesto ‘nihilismo nacional’” en Revolución, no sólo es correcta, sino que es supremamente importante de captar y profundizar. Sobre esto se han dado problemas muy serios, inclusive entre lo mejor en el movimiento comunista internacional, y tiene que haber más destrucción y ruptura radical. Es un proceso que apenas hemos empezado; tenemos que avanzar con ímpetu y firmeza bajo el glorioso estandarte ideológico del “nihilismo nacional”. Este es un asunto central sobre el que mucha gente, ya sea de la tendencia del presunto “marxismo” o del presunto “maoísmo”, disiente con Lenin y por lo que lo atacan abiertamente, diciendo que Lenin ahora es anticuado, o que eso ya no es aplicable.

Algo similar ocurre con el fenómeno del economicismo, el economicismo imperialista en especial, una frase que Lenin usó de modo un tris diferente al que yo le doy aquí, pero fundamentalmente con el mismo tema central en mente. El la usó desde el punto de vista de referirse a gente que negaba el derecho de independencia política de las naciones oprimidas, en particular las colonias. Esos economistas‑imperialistas trataron de reforzar sus argumentaciones mostrando el hecho de que ningún país a menos que realmente fuera socialista (y ahora podemos ver más claramente que eso no es cierto ni siquiera en un sentido absoluto), que ningún país podía liberarse del enmarañamiento y la dominación del capital financiero y del imperialismo, por lo menos de forma cualitativa, a menos que fuera socialista. A partir de esta verdad dieron un salto oportunista a decir que no valía la pena hablar de independencia política ni liberación nacional.

Lenin tachó eso de “economismo imperialista” y dijo que esa gente era incapaz de captar la dialéctica entre la política y la economía, y que la cuestión de la lucha por la liberación nacional, en particular en las colonias, era supremamente importante y no se podía negar sobre la base de que a fin de cuentas era imposible ser verdaderamente independiente sin romper completamente con la dominación del imperialismo (capital financiero) en la esfera económica. Pero aquí usamos el término (aunque no quiero profundizar mucho más sobre esto pues se estén discutiendo y escribiendo otras cosas al respecto) bajo una luz un tanto diferente, concretamente con respecto a la gente que subvalora el papel de la política y el internacionalismo en los países imperialistas.

Hay que reconocerlo, el economicismo es remalo de cualquier forma, e incluso donde las masas sufren angustiosamente, donde la lucha económica adquiere un cariz mucho más agudo y se vuelve la lucha del pueblo por el pan, por el combustible y por la supervivencia, literalmente, y tiene mucho más potencial de convertirse en una lucha enconada y de ser parte de un levantamiento revolucionario o un movimiento revolucionario entre las masas y de contribuir a ese movimiento; aun en esas condiciones (que prevalecía en Rusia cuando Lenin luchaba contra el economicismo) todas las cosas que Lenin recalcó sobre el economicismo son ciertas. Pero es mucho peor cuando uno está hablando de él en un país imperialista, que no sólo tiene una poderosa aristocracia obrera sino amplios sectores rotundamente aburguesados, donde casi sería exagerar describir mucha de la lucha económica como lucha y definitivamente sería exagerar llamarla una lucha significativa de cualquier tipo.

En ese contexto, predicarle economicismo a los obreros y enfocar su atención en la restringida esfera de las relaciones con su patrón, o incluso, francamente, en la restringida esfera de sus relaciones con su propia burguesía, sin enfocar su atención hacia el mundo como un todo, es lo que yo denomino economicismo imperialista o chovinista. Tal economicismo imperialista no sólo restringe el movimiento al reformismo, sino que lo lleva al servicio de la contrarrevolución, en especial mucho más si es una política consciente. De hecho, en relación a los países imperialistas, si uno adopta la postura de la nación, especialmente en vista de lo que comenté antes sobre el desequilibrio y las relaciones internacionales de producción, quizás valdría más seguir siendo imperialista. Pero si uno adopta el punto de vista del proletariado—lo que sólo puede significar el proletariado internacional—sería mejor hacer la revolución socialista y convertir un país imperialista en una base de apoyo para el avance de la revolución mundial y el avance al comunismo. No se trata de echarle la culpa a los obreros, ni siquiera a los retrógrados, quienes son economicistas espontáneamente, sino a los comunistas que siguen a la zaga de esto y lo fomentan a nombre de la clase obrera, del socialismo y el comunismo.

Ahora un punto marginal. En ¿Qué hacer? Lenin preguntó qué había de común entre el terrorismo y el economicismo. Y Lenin tenía muy en claro que los comunistas se oponen a los métodos del terror individual, asesinatos, etc. Y los comunistas auténticos se les oponen no porque esas cosas sean superrevolucionarias (como sus proponentes a veces insisten y como sus adversarios burgueses a veces alegan) sino porque en verdad y en última instancia no son revolucionarias, no conducen a la revolución ni son una estrategia para la revolución. No se trata de condenarlas, se trata de reconocerlas como tendencias y luchar contra ellas como tal, porque no son una estrategia para la revolución y no pueden conducir a ella.

Esto se aplica incluso a las variantes que tratan de adoptar una dimensión adicional y vincularse con tendencias anarco‑sindicalistas y tratan de hablar de la transformación de la sociedad y la lucha en forma más amplia que simplemente el aspecto militar, pero que tienen en común con los economicistas (ya sea en la sociedad capitalista o socialista) el hecho de que dejan de lado, o por lo menos subvaloran significativamente, la cuestión crucial de la superestructura, la política, la ideología, los asuntos mundiales y el internacionalismo. Y como ya lo dije, hay quienes a veces desde el vértice terrorista y a veces desde el vértice economicista (o de una combinación de ambos, con frecuencia) incluso si hablan de la revolución en toda la sociedad o aun una que otra vez de la revolución mundial, reducen las cosas al sentido más limitado de cómo transformar las relaciones de producción y cómo controlar, a veces hasta literalmente, una fábrica individual y precisamente dejan de lado y subvaloran la cuestión crucial de la política, la ideología, los asuntos mundiales y la superestructura—que es adonde se concentran y se disputan estas cuestiones de una forma concentrada.

Eso es un punto secundario pero importante, porque la cuestión de dónde se concentra la atención de los obreros es, como ya lo dije, importante en todos los países. El economicismo es pésimo donde quiera que sea; pero especialmente en los países imperialistas, restarle importancia a la cuestión de la superestructura, la política, la ideología y concentrar la atención de los obreros estrechamente en la esfera de la relación con sus propios patrones o incluso con su propia burguesía y su propio estado, en la realidad quiere decir voltear de seguro a los obreros contra el resto del proletariado internacional. No importa que eso se haga con una retórica revolucionaria ni con acciones que bajo la guisa del terrorismo tienen una apariencia revolucionaria, aun así, en esencia y de fondo, se trata de reducir las miras de los obreros y voltearlos no sólo en la dirección contraria a la revolución en general, sino contra el resto del proletariado internacional.

Ahora quiero mencionar brevemente la cuestión del partido, un aspecto muy subestimado, continuamente y hasta hoy en nuestra propia historia, hay que decirlo. Para concluir regresaré a este tema un poco más a fondo. Lo que trato de hacer aquí es un esbozo de los puntos claves del leninismo que de hecho lo hacen el puente, y lo que quiero decir con el puente, es precisamente el puente entre el marxismo y el pensamiento Mao Tsetung, lo que es hoy el eslabón clave en darle al marxismo‑leninismo, pensamiento Mao Tsetung su carácter integral general y síntesis como la ciencia de la revolución y la ideología revolucionaria del proletariado.

Es en este contexto que salto del punto del derrotismo revolucionario vs. social-chovinismo y la cuestión de enfocar la atención de los obreros sobre la política y los asuntos mundiales en oposición al economicismo, en especial al economicismo imperialista y chovinista. Estas son cuestiones cruciales sobre las que muchos que alegan ser marxistas, marxista-leninistas, hasta maoístas, con frecuencia se alían y toman una postura en oposición a la línea leninista, de una forma u otra, y a menudo abiertamente. Y a fin de cuentas, el partido es una esfera donde las contribuciones de Lenin y la línea leninista han sido un avance cualitativo en el marxismo y en la lucha del proletariado internacional. Por lo tanto, no es sorprendente que sea también una esfera donde a menudo se da una enconada y acerba lucha en oposición a la línea leninista por parte de los “marxistas clásicos” o de fuerzas “maoístas” novatas.

Desde el ángulo de los “marxistas”, muchos de ellos rechazan el partido leninista y ven en él (como lo explayaré más adelante) el germen, la semilla, o la base de toda la degeneración de la revolución en Rusia, ven en él una dictadura del partido y de un puñado de burócratas. Por otro lado, los supuestos y presuntos “maoístas”, piensan que debido a la experiencia de la Revolución Cultural en China, el principio básico del partido leninista, del centralismo democrático y demás, ha sido superado y sobrepasado, que ya no es correcto ni aplicable, y que se puede hallar una nueva forma, es decir, una nueva forma democrática-burguesa con la cual eliminar el papel del partido. Recordarán que en la cita que mencioné anteriormente sobre la Comuna de París, Mao recalca que tenemos que tener un partido; aunque dice sarcásticamente: “No me importa si es un partido comunista o un partido social-demócrata”, él se refiere a un partido comunista leninista: eso es claro, ¡y lo podemos decir sin temor a que nos confundan con Enver Hoxha!

IV. Hacia un balance del movimiento marxista-leninista que surgió en la década de 1960 y del factor subjetivo, a la luz de la situación presente y en desarrollo y de la coyuntura que se perfila

Algo sobre lo que hay muchísima confusión y que por lo tanto es motivo de desilusión para muchos revolucionarios—más de lo objetivamente necesario—es por qué, en términos generales, el movimiento de la década del 60 refluyó a un punto bajo en la década del 70, y por qué y cómo el repunte de lucha que caracterizó a los anos 60 en el mundo en general y en el “tercer mundo” en particular se convirtió en su opuesto, no sólo en países determinados, sino en muchos aspectos internacionalmente.

Esta cuestión crucial de qué pasó con el movimiento revolucionario (expresamente de mediados de la década del 70 en adelante) y por qué no se llevaron hasta su término decisivo los levantamientos, por qué no triunfaron del todo, por qué no se actualizó el potencial que en cierto punto parecían tener, y por qué en general las diferentes fuerzas imperialistas, el revisionismo y el socialimperialismo lograron reagruparse y ganar cierto terreno, en tanto que el movimiento revolucionario en forma general entró en un período pasajero de reflujo, no puede ser entendido totalmente ni resuelto si se analiza país por país y se trata de determinar qué pasó con el movimiento en este país y por qué no avanzamos más o por qué sufrimos reveses y demás. Este es otro ejemplo de lo imperativo que es analizar las cosas primero que todo y de manera fundamental a escala internacional.

Aquí quisiera hacer un breve paréntesis en relación a los camaradas de China que (asumiendo que son auténticos y legítimos) por lo visto han sacado dos folletos. En el primero de ellos, hacen un balance de su entendimiento, hasta ahora, de las razones del triunfo revisionista y el revés en China: “Nuestro revés es el revés de la perseverancia del Partido Comunista de China sobre el camino de la línea política marxista-leninista, es el revés de la línea revolucionaria de continuar la revolución bajo la dictadura del proletariado; también es un revés de la línea del pueblo revolucionario chino y de pueblos revolucionarios del mundo en combatir el revisionismo y prevenir el revisionismo. Y, también debido a esto, cuantas más faltas y errores podamos descubrir conscientemente y señalar de forma más concreta, más benéfico será para nosotros hacer caso a la advertencia del pasado y tener más cuidado en el futuro. Así es posible evitar estas faltas y errores, es posible superarlas y corregirlas, una por una para que nuestra causa revolucionaria pueda pasar por mil forjaduras y cien fundiciones, y para que podamos persistir sin tregua en llevarla a cabo hasta el fin”43.

Con ese mismo espíritu quiero decir que me parece que el folleto en cuestión no llega a la esencia del problema y que al tratar de hacer un balance de esos errores, se concentraron en esencia en aspectos secundarios e incluso en algunos casos utilizaron análisis erróneos. En concreto, se presenta una cierta explicación circular y simplista donde se insinúa que los revolucionarios fueron demasiado indulgentes con los contrarrevolucionarios y dejaron que se les escaparan de las manos cuando hubieran podido acabar con ellos de un solo trancazo. Por supuesto que sería agradable pensar que fue así de sencillo y que ése fue el error esencial que se necesitaba valorar—y que la primera vez que el proletariado detente el poder no más aprenderemos a cortar más cabezas y exterminar más contrarrevolucionarios de un solo golpe. Pero precisamente, me parece que si no se rompe con ese marco de referencia, no se puede comprender el triunfo revisionista.

Ahora bien, me parece muy importante que ese comunicado diga que la pérdida allá no es sólo de los marxista-leninistas chinos o del pueblo chino, sino de todos los revolucionarios del mundo entero, el proletariado internacional, y no quiero subestimar la tremenda importancia de que se adopte una posición y una línea marxista-leninista y se divulgue, incluso ante el mundo, ni de que se haga el intento de forjar un nuevo centro marxista-leninista allí. Lo que digo se solidariza con ese espíritu, pero hay que ponerle atención a los interrogantes más profundos de por qué no se podía ser menos indulgente con los contrarrevolucionarios, por qué no resultó más posible descubrir y derrotar a más de ellos de un solo golpe, por qué se tuvo que llegar a compromisos (y a mi parecer, en muchos casos había que hacerlos) con elementos vacilantes, medios o centristas, o gente que a fin de cuentas, cuando más tarde la lucha llegó a otra crisis u otro punto de concentración, resultó ser contrarrevolucionaria, y a veces hasta dirigentes contrarrevolucionarios. Y repito, en mi opinión la respuesta a esto no consiste en la indulgencia equívoca de los revolucionarios, ni en su falta de vigilancia o de preparación militar—algunos de estos aspectos, unos más que otros, pueden ser verdaderamente relevantes y válidos, otros me parece que fundamentalmente no lo son, en concreto el cargo de indulgencia de parte de los líderes revolucionarios.

De cualquier modo, me parece que sí hay que buscar la explicación del revés en China en términos del factor subjetivo, así como del factor objetivo, y no puede ser simplemente un análisis tipo: “Pues la situación internacional se tornó más desfavorable, de modo que la revolución estaba destinada al fracaso”. Pero tampoco creo que se pueda ignorar el campo internacional; de hecho, tiene que considerar principalmente el campo internacional en términos de comprender los factores objetivos que contribuyeron al revés; y en términos del factor subjetivo también hay que considerar cómo no prevaleció suficientemente una perspectiva de toda la lucha internacional, y cómo ese error influyó en el campo y el terreno sobre el que se libró esta batalla. Esto no implica que los líderes de esta lucha, en particular Mao y los Cuatro (y especialmente los dos que siguen defendiendo la bandera revolucionaria) no fueron internacionalistas en un sentido fundamental y general. Pero si bien cometieron errores, no fue en la esfera de la indulgencia frente a los contrarrevolucionarios; estriban en deficiencias en la forma de conceptualizar y manejar la relación entre el avance de la revolución socialista en China y la situación mundial de conjunto y la lucha mundial.

Otro comentario relacionado con esto para reflexionarlo luego, en forma de pregunta algo provocativa: ¿que tenían en común ¡Viva el triunfo de la guerra popular!44 a mediados de la década del 60 y la “teoría de los tres mundos” propuesta en el No. 45 de Pekín Informa en 1977, su formulación teórica general, si se le puede llamar así? En concreto ¿cuáles son algunos de los temas comunes implícitos en ambas? En un extracto publicado en el OR45 de algo que escribí relacionado parcialmente con estos interrogantes, dice (al recalcar la necesidad de aprender de la impaciencia de Mao, como de Lenin y Marx antes de él) que muchos de los planteamientos en ¡Viva el triunfo de la guerra popular!, incluyendo algunos de sus errores, no reflejan sólo las tendencias de Lin Piao, sino de una manera general—aunque no las peores expresiones—mucho del pensamiento de Mao en ese entonces. Y asimismo me parece que (aunque hay una diferencia cualitativa en toda esfera, incluyendo la línea internacional) también es cierto, como lo mencioné antes, que ciertos elementos del análisis propuesto en el documento de los “tres mundos”—ciertamente no la línea política general ni la línea ideológica—reflejan en cierta medida, algo del pensamiento de Mao y de cómo enfocó estos problemas.

Si uno lee ¡Viva el triunfo de la guerra popular!, dice textualmente que la piedra de toque, la línea divisoria entre los revolucionarios y los contrarrevolucionarios en el mundo en ese momento, es el que uno se atreva o no a librar la guerra popular contra el imperialismo, y si en verdad la apoya o no. Y se estableció que ésa era la línea divisoria, y en las circunstancias específicas de entonces sí era una verdadera línea divisoria (es por lo menos cuestionable si se ha debido determinar que era la línea divisoria fundamental, pero sí era una línea real de demarcación). Pero luego el mundo cambió y a mi parecer una de las cosas que ocurrió fue que el cambio en la correlación mundial de fuerzas francamente agarró desprevenida a la corriente revolucionaria más o menos asociada con China y que tenía su centro directriz allí y en torno a Mao, y ésta no respondió correctamente a ese viraje. (No pretendo recurrir a la formulación revisionista de “correlación de fuerzas”, pero “la correlación mundial de fuerzas” tiene cierta validez, considerada dialécticamente y de manera materialista). El viraje en la posición, estrategia, tácticas y métodos de las distintas fuerzas, agarró desprevenidos a los revolucionarios. No fue el caso que en los años 70 la oposición de la Unión Soviética a la revolución en el mundo se expresara de manera consistente, o incluso frecuente, en términos de negarse a apoyar las luchas armadas y guerras de liberación contra el imperialismo. De hecho, especialmente en el transcurso de la década del 70 y a medida que cambiaban las cosas en el mundo, ellos le suministraron armamento y ayuda material en gran escala a guerras de liberación nacional—sin dejar de atender a sus propios intereses burgueses, incluso en un estrecho sentido económico muchas veces, aunque en algunos casos hasta lo hicieron asumiendo pérdidas económicas inmediatas, con una amplitud de criterio imperialista. Pero una vez que los revisionistas soviéticos decidieron entrar a este campo de lucha y cambiaron de su política de evitar a toda costa una confrontación con Estados Unidos (inclusive negándole apoyo a guerras de liberación para evitar tal confrontación) entonces, en cierta manera, pudieron suministrar mucho más material y equipo y abrirse camino entre buena parte del liderato no proletario de muchos de esos movimientos más que los chinos, por lo menos a corto plazo. Y cuando Estados Unidos empezó a retirarse de Vietnam, empezó a reagruparse, cuando los soviéticos empezaron a tener la necesidad y también más posibilidad de expandirse en el mundo, hubo un inevitable viraje en el movimiento revolucionario en el mundo.

Esto en particular tuvo inevitables repercusiones dentro de China, en respuesta a ello. Tuvo mucho que ver con la manera en que Mao entró en contradicción con Lin Piao (y en que Lin Piao se opuso a Mao) y con las formas en que la concepción del mundo de Lin Piao, o la concepción encarnada en ¡Viva el triunfo de la guerra popular!, ya no podía seguir siendo la línea divisoria entre el marxismo y el revisionismo. Y por otro lado, esos cambios que se operaban en el mundo, parte de la coyuntura que se agudiza, se convirtieron en el marco de referencia en el que algunas de las tendencias erróneas de parte de Mao lo llevaron a cometer algunos de los errores del tipo que conocemos bien, en términos de calificar a la Unión Soviética ahora como el enemigo principal y de buscar desarrollar un frente unido, similar al frente unido antijaponés, pero esta vez más extensamente a escala mundial, contra la Unión Soviética.

En ¡Viva el triunfo de la guerra popular! se dice que el imperialismo estadounidense desempeña a escala mundial el papel que desempeñó el imperialismo japonés en China en la II Guerra Mundial. No hay un salto muy grande de ahí a decir que la Unión Soviética se ha vuelto el enemigo principal a escala mundial y que hay que aliarse con otras fuerzas contra ella, aunque es generalizar más ese error y empeorarlo en las condiciones concretas de la década del 70. Lo que no se tiene en cuenta aquí, lo que esto tiene en común con ¡Viva el triunfo de la guerra popular! es que ninguno de los dos capta la esencia del movimiento y desarrollo en espiral hacia coyunturas (y nuevamente, esto se hace más claro y adquiere mayores proporciones de problema en la década del 70, con la agudización de las cosas). Mirándolo desde este ángulo, Mao en sus opiniones posteriores y ¡Viva el triunfo de la guerra popular! concuerdan en ver las perspectivas para la revolución casi enteramente en el “tercer mundo” y expresamente en no captar correctamente la importancia de la exacerbación y aceleración de las contradicciones y de su amontonamiento en un haz en la coyuntura. La subestimación de las posibilidades para hacer la revolución en los países imperialistas es un error común a ambas, ¡Viva el triunfo de la guerra popular! y la teoría de los “tres mundos”, pero sobresale mucho más marcadamente en el contexto más reciente del avance hacia una coyuntura mundial y hacia el aumento y aceleración de las posibilidades de hacer la revolución en los países imperialistas, posibilidades que no surgen con mucha frecuencia y que por ende y en cierto sentido, asumen tanta más importancia; asimismo es un error más serio no utilizarlas o subestimarlas.

Pero una vez dicho esto, también es importante reafirmar lo que plantea el extracto que mencioné antes titulado: “¿Qué tiene de mal la impaciencia al servicio del proletariado internacional?”—sin duda esto se le aplicó a Mao en la década del 60, como se manifiesta incluso en ¡Viva el triunfo de la guerra popular!, lo mismo que a Lenin y Marx antes que él. Pero más que eso, esto obviamente se le tiene que aplicar (y tiene que ser aplicado por) aquéllos que hoy defienden y desarrollan el marxismo-leninismo, pensamiento Mao Tsetung, porque se necesita volver a recalcar que la situación presente y en desarrollo y la agudización de las contradicciones hacia una coyuntura a escala mundial, representa un acendramiento de oportunidades, así como de dificultades y necesidad.

¡Y no es que estemos hablando en un vacío o simplemente deseando que aparezcan elementos revolucionarios! Esos elementos ya se están imponiendo y desarrollando. Esto es cierto incluso en el caso de los problemas de ambas superpotencias y ambos bloques imperialistas en prepararse para la confrontación mutua, lo que salta a la vista todo el tiempo, por ejemplo, en la forma aguda con que se impone en Europa el asunto de las armas nucleares y el tipo de movimiento que eso está suscitando. Incluso si uno toma en cuenta que los revisionistas están tratando de pescar en río revuelto, así y todo, la resistencia va mucho más allá de eso. O fijémonos en las verdaderas dificultades que tienen los imperialistas estadounidenses en mantener unido su bloque y superar o mitigar las muy intensas contradicciones en su seno. Por eso es que la contradicción entre los estados árabes reaccionarios e Israel es una que no sólo se impone consistentemente, sino que siempre está adoptando nuevas y diferentes formas. Claro que la lógica extraviada de la gente tipo Sooner or Later (que se han venido desgañitando, alegando que la Unión Soviética lo tiene todo a su favor y Estados Unidos tiene un cerro de problemas) dirá a medida que la Unión Soviética empiece a atravesar dificultades cada vez más evidentes: “Muy bien, mucho mejor para el frente unido”. Pero desde una perspectiva marxista-leninista e internacionalista proletaria, está requetebien que los dos bloques imperialistas, y máxime ambas superpotencias, estén atravesando tremendas dificultades antes de que siquiera haya estallado el tierrero.

Y tampoco es que tengamos que inventar o buscar con desesperación los elementos favorables que ya se están desarrollando fuera de esa especie de negativo positivo (los acontecimientos positivos en un sentido negativo), es decir, las dificultades del enemigo simplemente en aglutinar y mantener unidos sus respectivos bloques. También está el elemento más directamente positivo de los levantamientos de masas, la resistencia, incluso movimientos y luchas revolucionarios en los dos bloques, el occidental y el oriental. Estados Unidos por su parte tiene a El Salvador; la Unión Soviética tiene a Polonia y Afganistán.

Las debilidades del factor subjetivo a escala internacional y dentro de los diferentes países, resaltan sobre el trasfondo de estos acontecimientos en particular y de la situación general en proceso de agudización. Pero me apresuro a agregar que éste no es el momento de mesarse los cabellos, rasgarse las vestiduras, lamentarse y demás, sobre la crisis del movimiento marxista-leninista. Como lo reitera el documento Principios fundamentales, es un momento para redoblar los esfuerzos—a todos los niveles y en todas las esferas: teórica, práctica y en la relación dialéctica entre ambas—para ponerse a la altura de los desafíos y oportunidades. Y esto no es simplemente retórica ni exhortaciones de rutina al deber comunista.

Consideremos no más unos cuantos ejemplos de los desafíos reales ante el movimiento (internacionalmente y en los distintos países): las rebeliones en Gran Bretaña e Irlanda del Norte; añádase a esto las revueltas de la juventud, incluso los levantamientos de tendencias anarquistas en Europa Occidental en particular; todo esto es a la vez una inspiración y un desafió. Y no es precisamente fácil darle liderazgo marxista-leninista a movimientos y luchas de este tipo ni es fácil tampoco forjar, desarrollar y templar una fuerza marxista-leninista, es decir un partido.

Hay que decir que en cuanto a dar dirección marxista-leninista, una de las razones por las que no es fácil, es que precisamente quiere decir canalizar—no sofocar—los sentimientos revolucionarios y las luchas que contemplamos aquí: canalizar, desarrollar y dirigir todos estos distintos ramales hacia la revolución proletaria. Pero nuestra orientación básica debe estar impregnada del tipo de pensamiento que nos lleve a preguntarnos: ¿Cómo podrían ser los anarquistas más revolucionarios que los marxista-leninistas? No es que esa gente esté demasiado fuera de control o sea demasiado revolucionaria; de hecho, no hay nada más revolucionario que el marxismo-leninismo, pensamiento Mao Tsetung, si es realmente eso y si es en verdad esa síntesis.

Tenemos que hallar la forma de enlazarnos con este fermento y fuerzas recién nacidas y que están surgiendo ahora, tenemos que hallar la forma de darles liderato marxista-leninista y de darle la expresión más real, plena y profundamente revolucionaria. Y sin mirar al pasado concentrando nuestras miras ahí, sino precisamente mirando hacia el futuro, tenemos que hacer un llamamiento y movilizar gran parte de lo mejor, de la mejor gente y las mejores tendencias que se manifestaron en los años 60, precisamente, insisto, en función de la situación presente y en desarrollo. Todo esto se relaciona íntimamente con nuestra visión, por así decirlo, del socialismo y la transición al comunismo, así como con nuestra valoración—no una negación unilateral, de hecho una visión histórica universal completa de los tremendos avances, y al mismo tiempo asimilando las lecciones positivas y negativas de la experiencia soviética, la experiencia china y nuestra experiencia histórica de conjunto en la revolución proletaria y la transformación socialista. Esto se vincula con la capacidad de atraer y movilizar a lo mejor, en términos de gente, de fuerzas, de sentimientos y de expresión política, de lo que surgió en ese período de repunte de lucha en la década del 60, y con la necesaria tarea de congregar y fusionar todo eso en la actualidad, vinculándolo con el repunte presente y las fuerzas recién surgidas.

Todo esto es crucial en términos de la tormenta venidera, porque esta tormenta que se acerca no será de ninguna manera una visión idealista, idílica o un sueño; sean cuales fueren sus rasgos específicos, rebosaré de destrucción y horror—y hay que decir, tanto más cuanto si los avances de la revolución en el mundo no maduran lo suficiente y lo suficientemente rápido para impedir en efecto la guerra mundial. Ese breve artículo “Las coronas rodarán por docenas por el suelo...”46 describe exactamente lo que va a pasar. No es algo bonito, pero sigue en pie la cuestión de apropiarnos del futuro y de forjarlo—o avanzar cuanto más sea posible hacia él—de entre toda la locura y ruina que quedará. Si vamos a crecer, para eso es precisamente que debemos crecer.

Esto exige—y sí que lo debemos asimilar tanto en general, como en la esfera de la cultura—una síntesis de romanticismo revolucionario y de realismo revolucionario, una síntesis que consiste precisamente en la ciencia viviente del marxismo-leninismo, pensamiento Mao Tsetung. De algún modo tenemos que encontrar la forma de llevarle esto a las fuerzas recién nacidas y también a las mejores tendencias, las mejores expresiones, las más altas aspiraciones que incubaron los levantamientos de la década del 60 en varios países y a escala mundial, e imbuirlos con un contenido realmente viviente, científico y en esa forma sintetizarlos y dirigir la gente hacia adelante a la revolución proletaria para extraer textualmente de toda esta locura y horror cuanto más sea posible del futuro. Este tipo de desafío, semejante tarea, es lo que tiene por delante el factor subjetivo, es decir, las fuerzas revolucionarias conscientes: hacer todo lo posible y hacer corresponder lo más que se pueda el factor subjetivo con el desarrollo de la situación objetiva y las posibilidades, las oportunidades que plantea dentro de los diferentes países, pero sobretodo a escala internacional.

Regresando por un segundo a un aspecto de esto, creo que hay que hacer ver claramente que una valoración de los años 60 y expresamente del reflujo de los 70, no es simplemente una cuestión de consolar a aquéllos que se preguntan adónde fue a dar todo eso, o de tratar de infundirle ánimo a los que todavía medio siguen hacia adelante valiéndose de la racha de energía que recibieron en ese entonces, aunque ahora están perdiendo las ganas; no se trata simplemente de eso ni se debe ver a esa luz. Pero sí es crucial hacer una valoración científica de eso, enfocándose en las lecciones que hemos venido extrayendo y en que hemos tratado de concentrarnos aquí, analizando expresamente el campo internacional y el desarrollo de estas contradicciones a una escala mundial, el viraje que ocurrió en el terreno internacional en esa etapa y cómo eso afectó al movimiento y las tendencias de ese entonces. ¿Por qué logró la Unión Soviética avanzar en cierta forma y abrirse paso donde antes había perdido terreno? Y de otro lado, ¿por qué China y la línea que ella siguió, incluso los revolucionarios en China, tropezaron con nuevas dificultades temporales y cómo entendemos las respuestas incorrectas a ellas? ¿Por qué en países determinados, Estados Unidos sólo para dar un ejemplo—y eso no se puede entender fuera de este contexto—la burguesía logró responder al repunte de lucha de ese momento y cómo afectó el viraje internacional al movimiento que estalló en relación a la guerra de Vietnam? ¿Cómo logró maniobrar la burguesía, no sólo mediante la represión, sino también, auspiciando y reforzando fuerzas pequeño-burguesas, por ejemplo dentro del movimiento de liberación negra (un elemento en el cual no nos hemos enfocado lo suficiente al hacer un balance de tal movimiento)?

Tenemos que analizar cómo todas esas diferentes cosas—no sólo en países determinados, sino concentrándonos primero que todo y de manera fundamental en la situación internacional, y luego considerando dentro de eso los distintos países—cómo por una parte se operaron cambios en el mundo que llevaron en general a un reflujo pasajero (no de manera uniforme ni en todas partes de la misma forma y en la misma medida, pero en términos generales a un reflujo); pero no obstante, cómo no ha habido por otra parte, incluso en los años 70, un momento de calma o un tiempo en que en alguna parte del mundo no hubiera levantamientos y lucha y cómo ya para finales de la década del 70 de nuevo los movimientos revolucionarios estremecían los cimientos del imperialismo en varios lugares claves del mundo.

Por ejemplo, imaginémonos dónde estaríamos ahora si la línea revolucionaria en China hubiera sido más clara y firmemente internacionalista y, sobre esa base, si el liderato revolucionario de China hubiera podido movilizar al proletariado para retener el poder en China—lo que tal línea no hubiera garantizado, pero hubiera hecho más probable—y luego estallaran las cosas de la forma que estallaron en Irán, ¡pensemos adónde estaríamos ahora, con esa base! Pero incluso sin eso, incluso con la pérdida en China, pensemos en Irán, Nicaragua, El Salvador, Polonia, Inglaterra, Irlanda, otras partes de Europa, el resurgimiento que comienza en Estados Unidos. ¡Y ay bendito, en Nueva Zelanda! Confío que esto no se tome como chovinismo contra Nueva Zelanda, pero nadie...incluso la gente de allá, lo esperaba y eso precisamente confirma esto. Y lo que confirma precisamente es que un balance de las razones del reflujo temporal nos armará y equipará para ser mucho más capaces de aprovechar las oportunidades que se están agudizando y que ya irrumpen a la superficie, y no en un solo lugar sino en uno tras otro, aunque por supuesto no sin contradicciones.

Así que pasemos al último punto:

V. Algunos interrogantes relacionados a la línea y trabajo de nuestro partido y nuestras responsabilidades y tareas internacionalistas especiales

En primer lugar, algo sobre cómo evaluar las batallas del 1º de Mayo, el Obrero Revolucionario y el internacionalismo (por un lado, el internacionalismo es una parte integral de nuestro trabajo en general, por supuesto parte del 1º de Mayo y del Obrero Revolucionario, pero también, por otro lado, es un foco clave por derecho propio). Quisiera hacer una analogía con el Gran Salto Adelante en China, el cual también tuvo sus tres banderas: el Gran Salto Adelante, las comunas populares y la línea general para avanzar en el socialismo. No es una comparación exacta, y no quiero fomentar un modo de pensar mecanicista, metafísico, analogías forzadas, cortar el pie para calzar el zapato y cosas por el estilo, pero con todo sí voy a hacer la analogía, y se trata de que en cierto sentido nosotros también teníamos tres banderas: 1º de Mayo, Obrero Revolucionario, e internacionalismo. Y para aclarar, es mi impresión que todavía hay bastante lucha acerca de: “¿dimos en realidad un salto?”, lo mismo que en China: “¿fue en realidad un Gran Salto Adelante, o fue un fracaso?” (En medio de la lucha sobre el Gran Salto Adelante Mao comentó que Chin Shi Juang construyó la Gran Muralla en China y luego fue derrocado, y ahora que hemos realizado el Gran Salto Adelante, ¿nos van a derrocar por eso también?)

Me parece que existe un interrogante sobre cómo evaluar estas cosas y pienso que se puede hacer de esta manera. Mao habló de todos los excesos y problemas del Gran Salto Adelante y de que no todo resultó de la manera que los revolucionarios luchaban por lograr: algunos avances no se podían mantener al mismo nivel, otros no se pudieron consolidar en lo más mínimo. Para citar un ejemplo, muchos de los comedores con que buscaban avanzar hacia formas más socializadas de distribución fracasaron y no se pudieron mantener. Por ejemplo, Mao dijo, yo pensaba que el acero caminaría por sí mismo, me olvidé del problema del transporte, tan entusiasmado estaba con tratar de producir tantas toneladas de acero. Pero lo importante dijo, fue que las masas se movilizaron y su conciencia política y actividad se despertaron y avanzaron47. Usando la analogía que todos conocemos de la Comuna de París, diciendo que Marx pensó que valía la pena aun si sólo duraba poco tiempo, porque vio que era la primera dictadura del proletariado, Mao comentó que si sólo la evaluamos desde un punto de vista económico, la Comuna de París tampoco valía la pena.

A mi modo de ver, en 1980 nos dimos la meta básica de que 10.000 personas, principalmente de la clase obrera, dejarían el trabajo, se congregarían y harían manifestaciones el 1º de Mayo, ejerciendo un gran impacto por todo el país y el mundo. Y no alcanzamos esa meta en un sentido cuantitativo. Después de eso, nos dimos la tarea de tratar de avanzar desde allí, aumentando la distribución del Obrero Revolucionario a 100.000 ejemplares cada semana de manera sostenida, y según se ve, parece que no hemos alcanzado esa meta y tenemos que consolidar lo alcanzado a un nivel más bajo. Y nos dimos también la tarea de hacer del internacionalismo una línea clara y un estandarte en el movimiento; no se me ocurre nada malo que decir al respecto, parece que nos ha ido bastante bien en esto, aunque todavía hay fuerzas atrasadas que piensan que debemos hablar de reformas triviales, tal vez de espacio psicológico y otros problemas de ese calibre.

Enfoquémomos en el 1º de Mayo y el OR. Por un lado, nos propusimos alcanzar esa meta cuantitativa de 10.000 participantes para el 1º de Mayo, lo que también se entrelaza con la calidad. No logramos esa meta de 10.000 personas pero sí logramos hacer el 1º de Mayo algo generalmente debatido entre el proletariado de Estados Unidos, y con implicaciones internacionales también, no sólo entre el “movimiento” de la izquierda, muchos de quienes trataron de ignorarlo o calumniarlo, sino especialmente entre un buen sector de las masas, especialmente las masas más avanzadas en Estados Unidos. Logramos hacer de eso un tema común y crear un gran impacto político ese día y al año siguiente también el 1º de Mayo. Y el éxito fue tanto que ahora tenemos un problema táctico, porque este año el 1º de Mayo cae en sábado y no sabemos qué hacer. Y en cierto sentido chistoso eso es una medida para evaluar si en realidad avanzamos o no, y en qué grado, una medida del avance que hicimos. Y el 1º de Mayo es un tema ampliamente debatido, especialmente en la base social más sólida para una línea proletaria-revolucionaria-internacionalista, estoy seguro que es algo que la gente ya está anticipando y lo hará más; se ha vuelto un día en el que la cuestión de la revolución ocupa el centro del escenario, no literalmente en el pensamiento de la mayoría de la gente, pero sí de un gran número de gente y ejerce un impacto sobre muchos más.

Por lo que respecta al OR, aparentemente no logramos consolidar al nivel de 100.000. Es como lo de Mao con el acero: lo planteamos audazmente ante las masas y literalmente pusimos los periódicos en las calles, exhortando a la gente a que se los llevara, y una y otra vez oímos ejemplos inspiradores de que eso ocurría. Pero, es como dijo Mao, él se olvidó que el acero no caminaría por sí mismo, y aparentemente nosotros nos olvidamos de que los periódicos no se pagan por sí mismos. Así que nos topamos con algunos problemas que no nos permitieron consolidar a ese nivel y sostener la distribución a ese nivel, pero lograremos superarlo con un verdadero salto cuantitativo y lo que es más, un salto cualitativo. Para comenzar, nuestra propia comprensión y aplicación de todo lo que comprende la tarea central y del Obrero Revolucionario, han dado un salto cualitativo. En segundo lugar, toda la tendencia que se concentra en el periódico y representa al Partido, se ha vuelto una fuerza mucho más amplia, una fuerza material e ideológica entre una cantidad creciente de las masas. Si antes la tarea central se comprendía mucho menos y se aplicaba mucho más desigualmente, a través de toda la lucha, inclusive la campaña de las 100 Flores*, es cierto en un sentido cualitativamente superior, que la tarea central y las tareas en torno al periódico y la línea que representa en su conjunto se han vuelto una fuerza aún más real, tanto en cuanto a nuestra propia comprensión y aplicación como al impacto que ejerce sobre las masas. [*La “Campaña de las 100 Flores” se refiere al debate en las páginas del Obrero Revolucionario en 1980 sobre la tarea central y, en particular, el rol del periódico.]

Lo mismo ocurre con el internacionalismo. Por todo Estados Unidos hemos hecho del internacionalismo un serio interrogante, lo que también ha tenido un impacto por todo el mundo; textualmente, sin exageración, para gente en todo el mundo es verdaderamente inspirador ver que en las meras entrañas de Estados Unidos existe una fuerza internacionalista. Hemos hecho del internacionalismo una cuestión decisiva, una cuestión con la que están bregando las masas que se movilizan a luchar a partir de asuntos o problemas particulares, y una cuestión a la que fuerzas por lo general más amplias, inclusive en el “movimiento”, tienen que responder o que con la que tienen que lidiar. Así que me parece que se puede encontrar una base bastante estrecha para evaluar estas cosas y concluir que no valieron la pena, pero desde un punto de vista marxista-leninista, desde el punto de vista de evaluar correctamente nuestra meta general, no sólo valieron la pena sino que en realidad fueron importantes saltos cualitativos en los que tenemos que basarnos para avanzar.

Regresando un momento al último punto sobre internacionalismo y a la idea general de cómo el periódico y la tarea central han dado un salto cualitativo en teoría y práctica, yo creo que la tendencia que representa nuestro Partido y se concentra en el periódico, se ha convertido en una verdadera tendencia política en Estados Unidos (por lo que tengo entendido) y que es algo en crecimiento, no es sólo un fogonazo. Quiero añadir que me parece que debemos contrastar marcadamente nuestra tendencia no sólo con la política a todas claras burguesa, sino también, en vez de contender simplemente con los falsos comunistas y decir “ellos no son comunistas, nosotros somos los comunistas de verdad”, deberíamos en cierta medida y en ciertos contextos, dejar que los revisionistas se queden con la bandera “comunista”. Y lo que nosotros debemos decir es: “sí, hay diferentes tendencias: los socialistas y los social-demócratas; algunos de ellos detentan el poder en algunos países y Uds. pueden ver lo que hacen, son más o menos una tendencia burguesa cien por cien; también hay los comunistas, es decir, los revisionistas, también están en el poder en algunos países y en otros quisieran tomarlo sobre la misma base; Uds. pueden ver cuál es su paquete; y también hay nuestra tendencia, la tendencia comunista-revolucionaria/internacionalista-proletaria”. Y esto no lo digo como chiste.

En cierta medida, los revisionistas tienen la bandera del comunismo—bueno, en cierta medida y sólo en cierta medida, deberíamos decir, “sí, hay los social-demócratas y los socialistas, hay los comunistas (es decir los revisionistas), y nosotros los comunistas-revolucionarios/internacionalistas-proletarios”, y promulgar esa tendencia y hacer que se convierta en una fuerza aún mayor, de esa manera. Porque en cierto sentido eso es romper más con un contexto estrecho, y ver la cuestión de que esa tendencia se vuelva muy grande y un polo hacia el cual graviten y donde se reúnan las fuerzas avanzadas que están abordando la revolución y el internacionalismo más conscientemente. Eso es no más algo para echarle cabeza....

Quiero regresar al asunto del Partido y ponerlo en el contexto, en particular, de la tarea central y concluir con eso. La tarea central, como lo sabemos, está encapsulada en la formulación Crear Opinión Pública...Conquistar el poder. Surge la pregunta de cómo considerar esto en sus más amplias implicaciones: ¿qué quiere decir una tarea, en particular, una tarea central, y cuál es su relación con otras tareas? A mi manera de ver, una tarea central—en el sentido en que lo usamos—tiene que verse de una forma de conjunto y es algo que abarca todo el trabajo que se realiza durante todo el proceso de Crear Opinión Pública...Conquistar el poder.

Mejor dicho, para mí la tarea central no es crear opinión pública ahora y después, mañana, o algún día, tomar el poder. Tampoco se puede reducir la tarea central al trabajo en torno al periódico, como el arma principal que usamos ahora. La tarea central es precisamente un proceso (o corresponde a un proceso) que abarca todo el trabajo que tenemos que realizar para crear opinión pública y tomar el poder, cuyos diferentes aspectos, en diferentes momentos y en diferentes circunstancias reciben mayor o menor énfasis, y que incluye varias tareas más específicas. Otra forma en que lo decimos es “preparar mentes y organizar fuerzas” (lo que se debe mencionar, es una reversión consciente—y confío de todo corazón, algo más profunda—de la formulación de Lenin en un artículo donde habla de organizar fuerzas y preparar mentes. Nosotros revertimos la relación a preparar mentes y organizar fuerzas, que coincide más con Crear Opinión Pública...Conquistar el poder). Pero considerar la tarea central bajo esta óptica nos permite captar más firme e integralmente el papel y la importancia de la construcción del partido.

Yo veo la construcción del partido en una interpenetración dialéctica muy íntima con la orientación general (cuya importancia he venido a captar aún más profundamente) de lo que he formulado como “asumir responsabilidad por la totalidad del movimiento”, es decir, por la tarea general de construir un movimiento revolucionario. Históricamente, éste ha sido un punto fuerte entre nosotros, incluso en la Unión Revolucionaria antes de fundarse el Partido, un punto fuerte que ni siquiera los mencheviques ni las circunstancias que fomentaron el crecimiento de su influencia pudieron extinguir, aunque sin duda sí lograron rebajarlo y sofocarlo en cierta medida significativa.

Para recalcar la importancia de construir el partido y para darle el tipo de énfasis que desafortunadamente no ha recibido de forma consistente—ciertamente no en nuestra comprensión ni en nuestro trabajo, hay que decir que la construcción del Partido no es sólo una parte clave de preparar la revolución; mejor dicho, hablando de preparar mentes y organizar fuerzas, es la parte clave de organizar fuerzas. Sólo hay que hacer la pregunta para oír la respuesta: ¿qué tan clara y consistentemente hemos comprendido eso y actuado sobre esa base, como organización?

En mi pensamiento, esto se vincula mucho con el asunto de las características visibles de una situación revolucionaria, en términos de su complejidad y de la diversidad de fuerzas involucradas—el tipo de cosas que hemos venido tratando de recalcar y que se detallan, o por lo menos se tocan, en el Programa. Considérense los problemas que le planteó en Irán al movimiento marxista-leninista el surgimiento de la lucha popular, el derrocamiento del Cha y las consecuencias de eso hasta hoy mismo. No me refiero aquí en un sentido estrecho y mecanicista no más a que en Irán no había partido per se, ni estoy poniendo énfasis en organización de forma estrecha. Pero debido a la salvaje represión ejercida por el Cha y otros factores, el movimiento marxista-leninista estaba fragmentado y difuso y no era una tendencia poderosa como tal en el seno de la sociedad cuando se maduró la situación revolucionaria y se derrocó al Cha. No me refiero a tener ya la adhesión de la mayoría (o la mayoría de la clase obrera), me refiero a ser una fuerza política importante y de calibre en el conjunto de la sociedad. Y no más hay que ver eso para darse cuenta cuánto más avanzado estaría el movimiento revolucionario en Irán si el movimiento marxista-leninista y en particular una clara línea marxista-leninista y una fuerza organizada que representara eso, hubiera sido una fuerza de más envergadura en el repunte popular que derrocó al Cha. Esto no es lo mismo que caer en la metafísica y decir: “ay, si hubiéramos tenido esto o aquello”; es una forma de ilustrar un punto y de urgirnos a aprovechar al máximo la libertad que tenemos y a dar todo paso correcto y necesario para redoblar nuestro trabajo y meterle el hombro a la construcción del Partido.

Este aspecto se fortaleció de los borradores iniciales del Programa y Constitución, a su versión final, pero de ahora en adelante requiere atención y trabajo concentrados. Hay que enfocar la atención en la pregunta de por qué, en la construcción del Partido, la calidad es el eslabón clave; y eso quiere decir en concreto que la línea y el entrenamiento de los militantes del Partido y los que gravitan hacia éste, en teoría y práctica, son el eslabón clave en la construcción del Partido. Pero también de suprema importancia—por más que sea secundario—y en interpenetración con el aspecto cualitativo, es el crecimiento cuantitativo del Partido. Para decirlo simplemente, aumentar el número de militantes, integrar a nuevos miembros continuamente, construir y desarrollar el aspecto cuantitativo del Partido, es crucial para ser capaces hasta en primer lugar de estimar el avance, específicamente el ánimo de las masas, hacia una situación revolucionaria y por supuesto para impulsar y llevar a término la lucha cuando se desarrolle una situación revolucionaria—lo que la experiencia nos dice puede ocurrir repentinamente, sin muchas advertencias y de seguro ¡sin pedir permiso!

Hay que comprender claramente la relación entre el partido y la efervescencia política en la sociedad en general. Con eso lo que quiero decir es que no se puede construir el partido en un invernadero, o a punta de voluntad o por autocultivo y en términos generales no se puede construir el partido, no se puede ligar gente al partido—más allá de un determinado punto, en todo caso—en la ausencia de un fermento general en la sociedad y de un crecimiento general del movimiento social y los levantamientos en la sociedad. No quiero decir que no se puede tener un partido ni construirlo en absoluto, pero sí hay una relación de por medio. Y para repetir, no es que en el ancho mundo no haya fermento, ni en la sociedad estadounidense en particular.

Pero con todo y eso, se sigue dando el hecho y principio fundamental de que el partido es la vanguardia, no es lo mismo que el nivel dado de la lucha y conciencia en un momento determinado—ni siquiera el nivel de los avanzados, mucho menos de las más amplias masas—y no se puede reducir a ese nivel. De acuerdo con la tarea central y nuestra comprensión de ella, tal como lo mencioné antes, debemos ser capaces de ver más claramente la importancia de construir el Partido precisamente como la vanguardia, y esto se tiene que desarrollar y fortalecer tanto cualitativa como cuantitativamente en una relación correcta con el trabajo político entre las masas, la efervescencia y el fermento social, los movimientos sociales y los interrogantes sociales.

Para repetirlo, esto está concentrado e incluido en la tarea central, entendida correctamente, pero se tiene que comprender a fondo y actuar sobre la base de esa comprensión, que esto no es sólo una parte clave del desempeño de la tarea central o en otras palabras de preparar mentes y organizar fuerzas, sino que es el aspecto clave de organizar fuerzas. Esta cuestión también hay que llevarla a las masas, tanto en la forma de tratarla abiertamente de una manera concentrada en el periódico pero también precisamente en una relación correcta y dialéctica con el creciente fermento y efervescencia en la sociedad y el mundo, no en un invernadero; debe convertirse en un interrogante y desafiar en particular a los avanzados que se empiezan a movilizar políticamente y en especial de entre las masas proletarias.

La tendencia representada especialmente por el periódico, tiene que ser más que una tendencia vaga y un sentir indefinido; tiene que tener una expresión organizada. La gente en nuestras propias filas y más ampliamente—particularmente los que gravitan hacia esta tendencia—tienen que abordar y comprender el hecho de que el que podamos acabar o no con este sistema y que podamos o no, en cualquier caso, contribuir al máximo a un avance internacional general, está íntimamente relacionado no sólo con la medida en que esta tendencia se convierta en una fuerza en lo político e ideológico, sino también con la medida en que adopte una expresión organizada—lo que desarrolla más la dialéctica de ser capaces de tomarle el pulso a las masas y simultáneamente acelerárselo—a medida que las condiciones objetivas aporten más y más la base para eso.

Si no se le plantean estos interrogantes a las masas, si no se debaten y no se lucha sobre ellos en nuestras propias filas, no podemos entrar a las tormentas que estallarán en un futuro, entre ellas el posible desarrollo de una situación revolucionaria en este país, todo lo fuertes que podemos y en ese sentido, que tenemos que hacerlo—no sólo en este país sino también internacionalmente. Este es un aspecto que se ha subestimado y que no podemos darnos el lujo de seguir subvalorando, ni de dejar de ponerle atención de una manera consistente e intensificada—sin volverlo una especie de artimaña, ni usarlo como un medio para darle la espalda al camino en el que hemos venido dando pasos cruciales, en realidad saltos. Más bien, esto es una continuación y una profundización de la implementación de la tarea central, entendida en este sentido amplio e integral.

Así que a manera de conclusión quiero regresar al tema que permea todo esto: la importancia crucial de nuestra orientación internacionalista y la manera en que eso imbuye todas nuestras tareas y el desempeño de nuestro trabajo, a la luz de nuestro análisis básico de las espirales que llevan a la intensificación de contradicciones y a coyunturas a escala mundial—lo que no es sólo un análisis general sino un análisis concreto de los acontecimientos en el mundo de hoy y de nuestras responsabilidades especiales. No sólo tiene que haber una clara identificación de nuestra tendencia, sino que tiene que convertirse en una cuestión viva entre las masas el hecho de que tenemos un Partido que es nuestro, al que tenemos que integrarnos, que consolidar y fortalecer como una parte crucial de preparar la revolución—sin caer en la noción ultraseguidista de “es tu Partido” (es decir, el Partido del “obrero promedio”) que los mencheviques trataron de imponer—que tenemos un Partido que en verdad expresa nuestra concepción e intereses proletarios e internacionalistas y que el que se mantenga o caiga, el que pueda desempeñar su papel, depende de nosotros y no sólo de él, como una abstracción externa, o por lo menos un aspecto externo en relación con nosotros. Todo esto debe convertirse en algo vívido, vibrante y real entre las masas, máxime entre los avanzados.

Aunque no quiero revolver todo a la fuerza, lo de “vías al proletariado” también se relaciona en parte con esta cuestión de construir el Partido, lo mismo que con la construcción del movimiento entre las fuerzas avanzadas, más generalmente. Esto se aplica a Estados Unidos como lo expone “Viniendo desde atrás para hacer la revolución”48; pero para concluir quiero considerarlo en términos de su dimensión internacional. En realidad no es un principio que “nadie pueda tocar ni un pelo del sistema social de otros o de ningún otro país”, ni de que nadie pueda “interferir” en los asuntos internos de otros. Se trata de qué métodos usamos para impulsar y consolidar el movimiento internacionalmente, así como en los diferentes países—es decir, de métodos correctos vs. métodos incorrectos. Pero parte de eso es precisamente darse cuenta y asumir responsabilidad por el tipo de país que Estados Unidos es en particular. Es un país que posee ciertos rasgos que podemos aprovechar para convertir en su opuesto para el beneficio del proletariado internacional y para avanzar su lucha. Es el tipo de país imperialista que no sólo saquea al mundo entero y le exprime la vida a la gente, sino que al mismo tiempo, impele a muchísima gente a venirse a él.

Ahí tenemos el ejemplo de Centroamérica; la complejidad y el carácter contradictorio de las cosas es tal que a veces hay gente que literalmente sale de la lucha revolucionaria en esos países para verse arrastrada a Estados Unidos, al mismo tiempo que Estados Unidos es el blanco de la lucha de la que ellos forman parte. Y surge la pregunta de cómo se puede concentrar eso y diseminarlo en lugares donde los factores subjetivos y el movimiento marxista-leninista no son fuertes en la actualidad.

No se trata de violar la “Ley Bergman” [Bergman, un líder de la camarilla menchevique] de que nadie, especialmente nosotros, debemos pensar que tenemos nada que decirle a nadie en el mundo, nada que alguien encuentre que vale la pena escuchar. No se trata tanto de quebrar esa regla como cosa de principio (aunque como cosa de principios sí debe quebrarse) sino más bien de que si en verdad estamos captando a fondo el internacionalismo proletario y su base material y filosófica, tenemos la responsabilidad de hacer esto en un sentido correcto. No que le vayamos a decir a todo el mundo qué aprovechar para lograr avances. Mejor dicho, si le decimos a alguien algo y es un buen consejo, está bien y quizás pueden aprovecharlo para lograr avances; si les decimos y no es un buen consejo, quizás puedan negarlo con una buena línea. De todos modos, ése no es el meollo del asunto.

El quid de la cuestión es que tenemos una responsabilidad de elucidar cómo avanzar el movimiento a nivel internacional y eso abarca lo de aprovecharse de algunos rasgos de esta monstruosidad y centro nervioso imperialista en que se encuentra nuestro Partido, y trabajar por fortalecer el movimiento marxista-leninista donde no está tan desarrollado al mismo tiempo que aprendemos de donde está cuantitativamente y quizás en un cierto sentido cualitativamente más débil en general (o donde pueda ser más fuerte en un sentido general en un país específico.) No se trata de competencia mezquina y rivalidad burguesa, ni siquiera al inverso del estilo Bergman y esa falsa modestia. Todo eso es irrelevante. Se trata de cómo desempeñar nuestras responsabilidades y cómo transformar algo en una fuerza para el proletariado internacional, en medio de las detestables características de esta monstruosidad de imperialismo, y del imperialismo estadounidense específicamente.

En un sentido global, y como punto final, aunque tenemos que hacer todo lo posible para avanzar hacia la revolución en Estados Unidos, eso no es todo lo que tenemos que hacer. Y ni siquiera es que nuestra mayor contribución a la lucha mundial sea hacer la revolución en Estados Unidos. Incluso eso es demasiado estrecho, aunque en un sentido limitado tiene su cacho de verdad. Tenemos que ver las cosas todavía más ampliamente. De hecho, hasta para tratar de hacer la revolución en Estados Unidos tenemos que hacerlo como parte de la meta general y con la meta general en mente, de hacer todo lo posible para contribuir y avanzar la lucha mundial de conjunto hacia el comunismo y en particular, dar los mayores saltos en esa dirección en la coyuntura que está tomando forma.

Notas

  1. Carlos Marx, La guerra civil en Francia, Marx /Engels Obras escogidas en tres tomos, Editorial Progreso, Moscú, t. II, p. 237.
  2. Citado en R. Palme Dutt, Fascism and Social Revolution (San Francisco: Proletarian Publishers, 1974), y en Carlos Marx, “Revelations Concerning the Communist Trial in Cologne”, Karl Marx and Frederick Engels Collected Works, Vol. 11 (Nueva York: International Publishers, 1979), p. 403.
  3. Bob Avakian, “Las perspectivas para la revolución y las tareas urgentes en la década entrante”, extractos de documentos de la tercera sesión plenaria del Segundo Comité Central del PCR, EU, Revolución, vol. 4, No. 10-11 (oct./nov. 1979), pp. 6-20.
  4. Mao Tsetung, “Directive on the Great Cultural Revolution in Shanghai”, en Joint Publications Research Service, Miscellany of Mao Tsetung Thought (1949-1968), parte 2 (Springfield, VA: National Technical Information Service, 1974), p. 452.
  5. Ibid., p. 454.
  6. C.R., “China, la dictadura del proletariado y el profesor Bettelheim (o cómo no criticar al revisionismo)”, The Communist, #5, mayo 1979, pp. 171-238.
  7. Miscellany, p. 453.
  8. Miscellany, pp. 453-54.
  9. “La línea de la Comintern ante la guerra civil en España”, Revolución, septiembre, 1981, pp. 34-76.
  10. Partido Comunista Revolucionario, How Capitalism Has Been Restored In the Soviet Union and What This Means For The World Struggle (Chicago: 1974).
  11. J. V. Stalin, El marxismo y la cuestión nacional, Casa Editorial “8 Nentori”, Tirana, 1979, p. 42.
  12. Lenin. “El ‘izquierdismo’, enfermedad infantil del comunismo”, Obras completas, t. 33, p. 194.
  13. Lenin, “Mejor poco, pero mejor”, edic. cit., t. 36, p. 523.
  14. Lenin, “Una gran iniciativa”, edic. cit., t. 31, p. 275.
  15. Lenin, “Nuestra revolución”, edic. cit., t. 36, p. 505.
  16. Bob Avakian, “Esbozo de conceptos sobre la experiencia histórica del movimiento comunista internacional y sus lecciones para el presente”, un extracto de “A décadas enteras—a escala mundial” (informe aprobado por el Comité Central del PCR, EU a fines de 1980), Revolución, septiembre, 1981, pp. 4-11, a la venta en folleto.
  17. Stuart Schram, ed., Mao Tsetung espontáneo (México: Universidad Autónoma de Sinaloa, 1981).
  18. J. V. Stalin, “Los éxitos se nos suben a la cabeza”, Cuestiones del leninismo (Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1977), p. 487.
  19. Historia del Partido Comunista (Bolchevique) de la URSS (1939) (San Francisco: Proletarian Publishers), p. 367.
  20. J. V. Stalin, On the Great Patriotic War of the Soviet Union (Calcutta: New Book Centre, 1975).
  21. Fernando Claudin, The Communist Movement (Londres: Penguin, 1975), pp. 201-205.
  22. R. Palme Dutt, Fascism and Social Revolution (San Francisco: Proletarian Publishers, 1974).
  23. “Acerca de la cuestión del supuesto ‘nihilismo nacional’: ‘No puedes vencer al enemigo mientras enarbolas su bandera’”, Revolución, septiembre, 1981, p. 22.
  24. J. Werner, “Rechazar el ataque dogmato-revisionista contra el pensamiento Mao Tsetung: Comentarios sobre El imperialismo y la revolución de Enver Hoxha”, Revolución, julio-agosto 1979, p. 4.
  25. J. V. Stalin. “Problemas económicos del socialismo en la URSS”, en La construcción del socialismo en la URSS y China (Buenos Aires: Cuadernos Pasado y Presente, 1976).
  26. Bruce Franklin, The Essential Stalin (New York: Doubleday Co., 1972), pp. 508-511.
  27. William Z. Foster, History of the Three Internationals (New York: International Publishers, 1955).
  28. “Bettelheim...”, The Communist, #5.
  29. Mao Tsetung, “A propósito de nuestra política”, Obras escogidas, t. II (Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1972), p. 461.
  30. Mao Tsetung, “Conversación con la corresponsal norteamericana Anna Louise Strong”, edic. cit., t. IV, p. 95.
  31. Robert Daniels, ed., A Documentary History of Communism: From Lenin to Mao (New York: Random House, 1980).
  32. Bob Avakian, Las contribuciones inmortales de Mao Tsetung (Chicago: Liberation Distributors, 1991).
  33. Bob Avakian, “Especialmente en el mundo de hoy día no se puede justificar el ‘trabajo paciente lento’”, Obrero Revolucionario, No. 107, 29 mayo 1981, p. 3.
  34. Partido Comunista Revolucionario de Chile y Partido Comunista Revolucionario de Estados Unidos, Principios fundamentales para la unidad de los marxista-leninistas y para la línea del movimiento comunista internacional (un documento borrador para discusión) (Chicago: RCP Publications, 1981).
  35. Proposición acerca de la línea del movimiento comunista internacional (Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1965).
  36. “Bob Avakian sobre el 1º de Mayo de 1981” (de un mensaje grabado), Obrero Revolucionario, No. 103, 1º de mayo de 1981, p. 1.
  37. Bob Avakian, “Los comunistas son rebeldes”, Obrero Revolucionario, No. 43, 29 febrero 1980 (reimpreso en folleto en abril de 1981).
  38. Communist Unity Organization, Sooner or Later (Cambridge: New Outlook Press, 1980).
  39. Lenin, “El orgullo nacional de los gran rusos”, Obras completas, tomo 22, pp.196-200.
  40. Lenin, “El folleto de Junius”, edic. cit., t. 23, p. 426.
  41. Lenin, “La revolución proletaria y el renegado Kautsky”, edic. cit, t. 30, p. 75.
  42. “Crisis and War: The Mood and Conditions of the Masses”, extractos de un capítulo en el libro de próxima publicación, America in Decline, Obrero Revolucionario, Nos. 46-48, 21 marzo-4 abril 1980. [Lotta con Shannon, La decadencia de los Estados Unidos (Chicago: Banner, 1984).]
  43. Comité Central del Partido Comunista de China (Marxista-Leninista), “Con enjuiciar al Partido la reaccionaria fuerza seguidora del camino de la restauración capitalista se ha enjuiciado a sí misma”, Obrero Revolucionario, Nos. 90-91, 30 enero-6 febrero 1981. El segundo folleto a que se refiere apareció en el Obrero Revolucionario, No. 120, 4 septiembre 1981, p. 8, bajo el título “Mensaje desde la clandestinidad revolucionaria en China”. [Véase el primer documento: “Declaración de 1980 de los revolucionarios de Shanghai sobre la restauración del capitalismo en China”, Un Mundo Que Ganar 1989/14.]
  44. Lin Piao, ¡Viva el triunfo de la guerra popular! (Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1965).
  45. Bob Avakian, “¿Qué tiene de mal la impaciencia al servicio del proletariado internacional?”, Obrero Revolucionario, No. 102, 24 abril 1981, p. 3.
  46. Bob Avakian, “Las coronas rodarán por docenas por el suelo...no habrá nadie que las levante”, Obrero Revolucionario, No. 115, 31 julio 1981, p. 3. Una referencia a Lenin, “Palabras proféticas”, edic. cit., t. 29, p. 259.
  47. Mao Tsetung, “Discurso en la conferencia de Lushan”, Mao Tsetung espontáneo, p. 119.
  48. Bob Avakian, Viniendo desde atrás para hacer la revolución (Chicago: RCP Publications, 1980).

Otras obras de Bob Avakian