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De "Dictadura y democracia, y la transición socialista al comunismo"

Parte 6: Un mundo en que queramos vivir

Nota de la redacción: A continuación publicamos la sexta entrega de una charla que Bob Avakian dio hace poco a un grupo de partidarios que están investigando la experiencia histórica del socialismo y la dictadura del proletariado a fin de prepararse para popularizarla mediante discusiones y debates, especialmente en universidades.

La charla está en la internet (completa en inglés y parcialmente en español, a medida que sale en el Obrero Revolucionario)en rwor.org. Hemos insertado los títulos y pies de página.

En la polémica contra K. Venu1 también cité algo que Mao dijo en el curso de la Revolución Cultural. En la ciudad de Shanghai, un bastión de la Revolución Cultural, se dio un gran levantamiento de más de un millón de personas. Varios grupos o facciones de Guardias Rojos se unieron y tumbaron al comité municipal, que seguía la línea revisionista en todas las esferas y tenía mucha influencia en el gobierno y en el Partido Comunista. Según su línea, el propósito de la educación era preparar a una nueva élite y los servicios de salud eran para un puñado y no para las masas; y en las fábricas prevalecía una situación en que las masas estaban prácticamente atadas a las máquinas como piezas de la maquinaria de producir riqueza. Todo eso no iba a terminar en otra cosa que un nuevo sistema capitalista encabezado por miembros del partido.

Por eso, un gran levantamiento de masas tumbó al viejo comité municipal de Shanghai y, en las primeras etapas, estableció por un tiempo lo que se llamó la Comuna de Shanghai porque tomó como modelo la Comuna de Paris, que en 1871 detentó el poder por unos dos meses en París, la capital de Francia, antes de que la contrarrevolución la ahogara en sangre. Marx resumió algunas de las lecciones importantes de la Comuna de París y señaló que era una expresión concreta de la dictadura del proletariado. Una de las medidas que instituyó la Comuna de París fue la elección de los funcionarios por sufragio universal y el derecho de destituirlos por medio de un referéndum popular. La Comuna de Shanghai instituyó medidas similares, siguiendo el modelo de París.

Pero tras observar y estudiar la situación por un tiempo, Mao dijo que en las circunstancias de entonces, la Comuna de Shanghai no era una forma de gobierno adecuada para el ejercicio de la dictadura del proletariado. Expresó sus críticas de manera muy propia: "Las comunas son muy débiles en cuanto a la supresión de la contrarrevolución". (Vuelvo a eso en un momento). Además, dijo: "¿Qué vamos a hacer en cuanto a las relaciones internacionales? ¿Y los ministros, como el ministro del Exterior? ¿Quién lo nombra? Me temo que muchos países no reconozcan a ministros que se nombren de tal forma".

En realidad no le preocupaba el asunto de que reconocieran o no a los ministros, como el ministro del Exterior. Más bien, con su modo polémico y gracioso, daba a entender que había muchos países imperialistas en el mundo, buitres que se aprovecharían si no había una fuerza centralizada que permitiera contrarrestar sus ataques.

Las lecciones de los comités revolucionarios

¿Por qué dijo que "Las comunas son muy débiles en cuanto a la supresión de la contrarrevolución"? Quería decir: estamos en las primeras etapas del socialismo, rodeados por imperialistas y estados reaccionarios. Además, todavía quedan muchas desigualdades de la vieja sociedad y falta muchísimo por superarlas. Si nos ponemos a elegir a los representantes políticos a través del sufragio universal, las fuerzas burguesas dominarán el proceso y terminaremos con representantes de la burguesía.

¿Por qué? ¿Acaso las masas son tontas y no tienen la capacidad de manejar los asuntos del gobierno? ¡Claro que no! Lo que pasa es que los que dominaban la vieja sociedad se conectan con otros que quieren volver a esa sociedad, y tienen una enorme ventaja sobre las masas debido a las desigualdades que han existido por siglos y que la revolución apenas empieza a cambiar y vencer.

Veamos el caso de la contradicción intelectual/manual que mencioné al principio de la charla2. No es posible superar de un golpe la contradicción entre el puñado que hace trabajo intelectual, por decirlo así, y las grandes masas que hacen trabajo manual. Además de superar los vestigios que quedan de la vieja sociedad, eso requiere avances en el proceso de construir y transformar la nueva sociedad. Para que todo mundo participe en las diversas esferas de la sociedad, es necesario producir los artículos de primera necesidad con una pequeña parte del trabajo de la sociedad. Si todavía se necesita la mayor parte de la jornada de trabajo de la mayoría de la sociedad para satisfacer las necesidades básicas y defender la sociedad en un mundo dominado por el imperialismo, y tener una reserva en caso de desastres naturales, etc.... digo, mientras se requiera la mayor parte de las horas hábiles de la población para producir todo eso, la sociedad se caracterizará necesariamente por desigualdades porque no será posible que todo mundo dedique el tiempo necesario para entrar en esas esferas, empaparse de ellas y empezar a dominarlas.

En la China socialista apenas empezaban a eliminar esas desigualdades. Cuando viajé a China, los campesinos leían el Anti-Duhring de Engels, una obra filosófica muy compleja... bueno, en realidad también abarca política y economía. Leían Materialismo y empiriocriticismo de Lenin, que es una polémica, un ensayo filosófico largo y complejo. No lo leían con la misma facilidad que los intelectuales. Esa es la realidad, porque las masas de campesinos todavía no tenían la misma facilidad que los intelectuales de entrar en esa esfera y explorarla. Estaban bregando por superar esa situación, pero todavía les faltaba mucho.

Por eso, Mao dijo: si instituimos la elección de los funcionarios por sufragio universal y el derecho de destituirlos por medio de referéndum popular, los que tengan mayor facilidad con las ideas y sepan expresarse mejor dominarán el proceso. O si no, se elegirá a personas que no tengan esa facilidad y no sepan lo suficiente para dominar las esferas que hay que dominar, dirigir la sociedad y lograr que la revolución avance. En ambos casos terminaremos perdiéndolo todo. Por eso no podemos instituir algo así ahora.

En vez, Mao propuso adoptar y popularizar los comités revolucionarios, que surgieron primero en la provincia de Heilongjiang, en el noreste de China, durante la Revolución Cultural. Representantes de las masas, representantes de los expertos y militantes del partido integraron de diversas maneras comités que administraban todas las instituciones, como el sistema educativo, las fábricas, el sistema de servicios de salud, etc.

Los comités revolucionarios, dijo Mao, corresponden mejor a la etapa actual de la lucha por transformar la sociedad. Ayudarán a mantener el poder en manos de las masas y a desarrollar la lucha por transformar las relaciones desiguales; son viables; y no rebasan nuestras posibilidades en esta etapa ni facilitan que un puñado vuelva a dominar todo el proceso.

Desde luego, muchos (incluso algunos dizque comunistas, como el Progressive Labor Party) se lanzaron contra Mao y dijeron que quería reinstituir el dominio de los opresores en lugar de permitir que las masas dirigieran la sociedad. Pero Mao tenía toda la razón; dijo: en este momento en este país socialista es necesario tener un Ministerio del Exterior y cosas así porque hay que tratar con otros países. Si adoptamos la actitud infantil de ignorar al resto del mundo y las contradicciones que se presenten, solo vamos a lograr que nuestros enemigos se unan más fuertemente contra nosotros.

Recibían delegaciones comerciales de los países capitalistas, y era necesario hacerlo. Los delegados viajaban en limusinas. Les ofrecieron limusinas [risas] a los capitalistas, pero no les ofrecieron prostitutas, y eso indica que habían atravesado un buen trecho pero les faltaba otro por atravesar. No hicieron algunas cosas, pero tuvieron que hacer otras, y eso tiene que ver con dónde se encontraban en la trayectoria y dónde se encontraba la lucha mundial.

Por mucho que parezca "antidemocrático", Mao tenía toda la razón. Planteó algo muy correcto, muy profundo. Captó que en un sentido fundamental las estructuras de dominio y transformación revolucionaria de la sociedad por las masas deben concordar con la etapa del proceso de transformar la base económica y las instituciones y estructuras sociales, políticas e ideológicas, y con la etapa del proceso de la revolución mundial. Si rebasamos eso, tropezaremos y nos aventaremos de nuevo a los horrores de la vieja sociedad. Podemos terminar allí de dos maneras: una es desviarse del camino socialista, pero si intentamos rebasar las condiciones concretas dará el mismo resultado. En vez de basarse en los avances logrados en la transformación de las relaciones entre la gente y de su modo de pensar y dar un salto que corresponda a eso (precisamente los comités populares), en vez de eso, querer dar un salto a algo más allá que no corresponda a la etapa de la sociedad ni a su relación con el resto del mundo, abre la puerta para deshacer y destruir todo.

Aquí hay lecciones muy profundas que debemos aprender y popularizar, y no solo en cuanto a medidas concretas. Lo más importante es la cosmovisión y la metodología con que Mao abordó el problema y examinó, investigó y sacó conclusiones correctas de la monumental experiencia de los levantamientos de centenares de millones de masas en todo el país.

Tres alternativas para el mundo

Veo básicamente tres posibles alternativas de cambio en el mundo actual, especialmente en cuanto a la transformación socialista de la sociedad.

La primera es el mundo tal y como es. ¡Ni hablar! [risas].

La segunda es en cierto sentido voltearlo, casi textual y mecánicamente, voltear la tortilla. Es decir, los explotados de hoy no serán explotados de la misma manera y los que dominan la sociedad no podrán dominar la sociedad de modo significativo. La estructura económica básica de la sociedad y algunas de las relaciones sociales y estructuras del dominio político cambiarán, además de aspectos de la cultura e ideología, pero fundamentalmente las masas no se incorporarán cada vez más y más y a grandes saltos en el proceso de transformar la sociedad de a de veras. En realidad, esta visión corresponde a una sociedad revisionista. ¿Recuerdan la Unión Soviética cuando ya era revisionista, en lo esencial capitalista e imperialista pero todavía socialista de nombre? A las críticas por violaciones supuestas o reales de los derechos humanos, los soviéticos respondían: "¿Cómo van, ustedes del Occidente, a criticarnos por violaciones de los derechos humanos? En sus sociedades, ¡miren no más a todos los desempleados! ¿Acaso hay un derecho más elemental que el derecho al trabajo?

¿Tenían razón? Sí, hasta cierto punto, pero en lo fundamental lo que planteaban y la visión de la sociedad que proyectaban era de una sociedad de asistencia social en que el papel básico de las masas es igual que en el capitalismo clásico. Los derechos del pueblo no deben limitarse al derecho a un empleo y un ingreso, por elemental que sea. ¿Nos proponemos transformar la sociedad para que en todo aspecto (no solo económica sino social, política, ideológica y culturalmente) sea superior a la sociedad capitalista? ¿Apuntamos a una sociedad que responda a las necesidades del pueblo y, además, se caracterice más y más por la expresión e iniciativa consciente de las masas?

Esta es una transformación mucho más fundamental que una sociedad de asistencia social, socialista de nombre pero en lo esencial capitalista, en que el papel de las masas se limita en gran parte a producir riqueza, no a debatir y definir los asuntos del estado, el rumbo de la sociedad, la cultura, la filosofía, la ciencia, las artes, etc. El modelo revisionista es una visión del socialismo estrecha y economicista. Limita la actividad de las masas a la esfera económica de modo muy estrecho, simplemente a su bienestar económico. No contempla transformar la concepción del mundo de las masas mientras ellas, a su vez, cambian el mundo.

No es posible crear una nueva sociedad y un nuevo mundo con la concepción del mundo que nos inculcan en esta sociedad. ¿Acaso habrá una transformación revolucionaria de a de veras, la abolición de las relaciones sociales, económicas y políticas desiguales, si las masas siguen viendo el mundo de la manera sumamente limitada y estrecha en que las condicionan a verlo ahora? ¿Acaso podrán emprender la tarea de cambiar el mundo conscientemente mientras tengan la misma cosmovisión y sigan viéndolo igual a como lo ven en este sistema? ¡Imposible! Esa situación solo puede reproducir las grandes desigualdades en toda esfera de la sociedad que he venido señalando.

La tercera alternativa es una ruptura radical de a de veras. En el Manifiesto Comunista Marx y Engels plantearon que la revolución comunista representa una ruptura radical con las relaciones de propiedad tradicionales y las ideas tradicionales, y que no es posible hacer una ruptura sin la otra. Se refuerzan mutuamente, de una manera u otra.

En una sociedad en que el papel fundamental de la mujer es parir y criar niños, ¿acaso habrá igualdad entre el hombre y la mujer? ¡Claro que no! Sin atacar y barrer las tradiciones, la moral y demás factores que refuerzan ese papel, ¿acaso se van a poder transformar las relaciones entre hombres y mujeres, y abolir las profundas y arraigadas desigualdades que entraña la división de la sociedad en opresores y oprimidos, explotadores y explotados? ¡Imposible!

Por eso, la tercera alternativa es una ruptura radical a fondo en toda esfera, en otras palabras, una síntesis radicalmente diferente, es una sociedad y un mundo en el cual las grandes mayorías quieran vivir. Una sociedad en que no viven al día, preocupadas por cómo le van a dar de comer a la familia o qué harán si se enferman y no tienen para pagar al médico. Pero, por importante que eso sea, es también mucho más: es una sociedad en que aborden más y más todas las diversas esferas de la sociedad, aprendan y lleguen a dominarlas.

Alcanzar ese tipo de sociedad y mundo es un reto muy grande, algo mucho más profundo que simplemente cambiar unas cuantas estructuras de propiedad de la economía, garantizar el bienestar social y seguir con la situación en que unos pocos se encargan de eso para las masas, y la ciencia, las artes, la filosofía y demás esferas siguen siendo básicamente el campo de esos pocos.

Dar ese gran salto es la monumental lucha histórico-mundial en que nos hemos embarcado a partir de la revolución rusa (sin incluir la experiencia muy breve y limitada de la Comuna de París). Esa lucha alcanzó su cumbre más alta con la revolución china, y especialmente la Revolución Cultural, pero ahora hemos sufrido un revés temporal.

Tenemos que hacer un balance muy profundo de toda esa experiencia y dar otro salto, y tenemos que hacerle frente a algunos problemas muy serios y complejos para poder avanzar y aprender de lo mejor del pasado, y avanzar más allá y hacerlo mejor en el futuro.

El rechazo a las ideologías oficiales

En este contexto quiero decir algunas cosas sobre el totalitarismo. Pero primero, como un paréntesis, me parece muy curioso que hay un sinnúmero de libros que exploran la psique de Stalin o Lenin o Mao: "¿Cómo entró en la mente desquiciada de esos hombres [risa] que podían cambiar el mundo a su imagen y semejanza [risas] y qué los llevó, por el supuesto bien moral de la sociedad, a causar una gran catástrofe para la humanidad?". He visto un chingo de libros de ese tipo, pero jamás he encontrado —quizá los hay, pero no los he visto— un libro sobre la psique desquiciada de Thomas Jefferson [risas] o George Washington: "¿Cómo llegaron a creer [risas] que beneficiaban a la humanidad en general y ¡a otros seres humanos que eran sus esclavos! [risas] ¿Qué profunda demencia causó eso? [risas]. ¿Acaso hay algo más totalitario que ser dueño de otros seres humanos?".

¿O la mente profundamente depravada de Lyndon Johnson o Ronald Reagan, [risas] que masacraron a millones de personas y a muchísimos niños? "¿Qué terrible experiencia habrá trastornado su niñez u otra parte de su vida? [risas] ¿Qué ideas desquiciadas habrán interiorizado que les hizo creer que sus ideales les daban el derecho o el deber de masacrar a miles y millones de inocentes?"

Jamás he visto tales estudios psicológicos; ¡estoy seguro que no han salido en las reseñas de libros del New York Times ! [risas]

Bueno, así y todo, es necesario contestar algunos interrogantes importantes que plantean los ideólogos y defensores intelectuales de los imperialistas. Por ejemplo, dicen que en una sociedad que llaman totalitaria, pero que en realidad es la dictadura del proletariado, todo mundo tiene que profesar la ideología oficial para que le vaya bien y pueda vivir tranquilo. Si quiere evitar líos, tiene que participar en la política oficial. ¿Qué onda con esto?

En lo fundamental es una tergiversación de lo que ha ocurrido en las sociedades socialistas, las razones por las cuales se hicieron esas revoluciones, qué buscaron lograr y superar, y cómo buscaron hacerlo. En realidad, las grandes masas de la sociedad capitalista (y más de la sociedad feudal) son excluidas de la política oficial, de los asuntos del estado y del rumbo de la sociedad. Les inculcan una concepción del mundo, metodología e ideología que les impide (que no estimula y en realidad bloquea) comprender el mundo tal y cómo es y cambiarlo conscientemente. Eso es, precisamente, lo que las revoluciones socialistas buscan cambiar, además de cambiar de base la economía y las relaciones sociales.

Pero, ¿qué onda con eso de que todo mundo tiene que profesar la ideología oficial? A mi juicio, nos falta analizar más ese aspecto de la historia de la sociedad socialista y la dictadura del proletariado hasta la fecha.

En cuanto al partido, dos cosas son ciertas, sin lugar a dudas. Primero, se necesita un partido de vanguardia que dirija la revolución y el nuevo estado. Segundo, el partido necesita una ideología unificadora que concentra correctamente la realidad y permite cambiarla conscientemente: la ideología comunista.

Pero, ¿es necesario que todo mundo profese esa ideología para que le vaya bien en la sociedad? No. Los que estén de acuerdo deben defenderla y luchar por ella. Los que no estén convencidos deben decirlo, y los que discrepen también, y debe haber lucha de ideas. Algo tiene que dirigir: debe guiar la ideología correcta, que en realidad ayuda a la gente a captar la verdad y usarla por sus verdaderos intereses fundamentales; pero eso no quiere decir que todo mundo debe profesarla, en mi opinión. Claro, es solamente mi opinión. Pero vale la pena explorar esta cuestión y debatirla.

Durante la guerra de Vietnam se realizaron manifestaciones multitudinarias de apoyo al pueblo vietnamita en la plaza central de Tiananmen en China. Acudían un millón y medio de personas. ¿Acaso todos estaban firmemente comprometidos a hacer sacrificios por la lucha del pueblo vietnamita? El apoyo a esa lucha requirió sacrificios de parte de las masas chinas. Tuvieron que sacrificarse para enviar ayuda. Mandaron arroz a Vietnam, y los chinos no se comieron ese arroz. ¿Acaso todo mundo sentía el mismo compromiso? Lo dudo. Claro, había un sector avanzado, que durante la Revolución Cultural cobró mucha fuerza, pero como en todo, había gente avanzada, intermedia y atrasada respecto a esa cuestión y todas las demás.

Bueno, quiero plantearles un interrogante para que lo reflexionen, para que lo exploren, porque no es fácil de contestar. ¿Qué habría sido mejor: una manifestación en Tiananmen de 200,000 personas muy firmes y comprometidas o de dos millones, con algunas muy firmes y muchas, en mayor o menor grado, menos comprometidas? Es muy difícil responder, porque no ocurre en un vacío. En primer lugar, están los imperialistas y sus grandes medios de comunicación. Si se convoca un mitin y se pide que asistan "los que de todo corazón quieran asistir", y acuden 200,000 personas, los imperialistas dirán: "En China, ¡200,000 es un número minúsculo! ¡200,000 manifestantes en la capital es una vergüenza! ¡Da pena! Ya vieron, en realidad nadie apoya a los vietnamitas, ¡ni siquiera en China!".

Eso tiene consecuencias concretas. No ocurre en un vacío. Pero por otro lado, si se manda que "todo mundo salga del trabajo y todas las unidades se organicen y asistan porque si no, los van a criticar duro"... bueno, eso también crea ciertos problemas. Por eso, digo que no hay una solución fácil, pero es importante explorar el problema, hacer un balance de la experiencia y aprender más. Quizá a veces es mejor una cosa y en otro momento otra.

En lo fundamental, la persuasión es necesaria, pero a veces la coerción también entra en juego. Por ejemplo, no sé si ustedes hayan visto la película "Remember the Titans" (Recuerden a los Titanes) sobre la integración racial de una prepa y su equipo de fútbol americano a principio de los 70 en Virginia. Un camarada comentó que en esa situación la coerción jugó un papel positivo hasta cierto punto. Instituyeron la integración racial de las escuelas y punto; había que hacerle frente a esa realidad. El equipo de fútbol tuvo que incorporar a negros, pata tin, pata tan. Si hubieran preguntado a los blancos: "¿Quieren que asistan a la escuela negros y entren al equipo de fútbol?", ¿cuál habría sido la respuesta?

Por eso, digo que la coerción puede jugar cierto papel positivo, pero en la película también se ve que bregaron juntos por superar muchas contradicciones de la situación. Si no lo hubieran hecho, en vez de ser buenos, los resultados habrían sido malos. De igual modo y en lo fundamental, cuando se trata de la transformación de la sociedad a través de la lucha revolucionaria, si no se brega con esas contradicciones, si no se moviliza más y más a gente que lucha consciente y voluntariamente por esas cosas, se terminará dando marcha atrás después de cierto tiempo, especialmente por la presión de todo que le va contrarrestando, el peso de todo lo que está en contra de la lucha revolucionaria, como los imperialistas que quedan en el mundo.

Así que estos interrogantes no tienen respuesta fácil. Tenemos que bregar más profundamente con algunos aspectos y aprender más sobre esta cuestión de la ideología oficial que todo mundo debe profesar y la política oficial en la cual todos deben participar. Incluso debemos permitir — y esto es algo que nuestro partido ha venido recalcando y yo he venido destacando en mis escritos y charlas— debemos permitir y, más que eso, alentar la oposición política bajo la dictadura del proletariado, pues debemos captar que tiene que ser un proceso tumultuoso y, en algunos momentos volátil y caótico, y no tranquilo y ordenado, un proceso en que se debatan y discutan muchas cosas. Eso no quiere decir que debemos entregar el poder nuevamente a la burguesía indirectamente o sin querer. No podemos "aflojar las riendas" a tal grado que no haya un núcleo que guíe a la sociedad hacia donde tiene que ir, y dirija a las masas a luchar más y más consciente y voluntariamente por esas cosas. Pero no debemos verlo como una locomotora que avanza sobre los rieles en línea recta. El proceso es mucho más tumultuoso y tortuoso. Habrá que bregar con muchísimas cosas y muchísimas contradicciones, y habrá una gran diversidad de ideas acerca de cómo hacerlo, y más y más contaremos con las masas y su participación consciente en el proceso de debatir y resolver esas cosas por sí mismas.

Claro, eso suena muy bien, pero no es fácil. No es fácil hacerlo sin perder el poder, y si se pierde el poder, ¿qué caso tiene? Por eso, nos toca hacer más trabajo para entender más a fondo estas cosas y, lo antes posible, aprender a través de la práctica de nuevos países socialistas y dictaduras del proletariado en que las masas busquen aplicar estas lecciones en la práctica, a la vez que sigan bregando con ellas en la esfera de la teoría.

El disentimiento en una sociedad vibrante

Como he señalado, la sociedad socialista debe ser muy vital y vibrante, con muchísimo debate y lucha sobre todo tipo de cuestiones, una sociedad en que vayamos disminuyendo paso por paso y, con el tiempo, eliminando las diferencias y desigualdades que han excluido a muchos de esferas enteras de la sociedad. Dicho proceso necesariamente pasará por etapas, por un camino en espiral con vueltas y revueltas, y no en línea recta. A cada paso habrá una contradicción muy aguda entre, por un lado, mantener el poder y seguir por el camino socialista y, por el otro, incorporar más y más a las masas en el proceso, superar las desigualdades al mayor grado posible en cada etapa y sentar la base para dar mayores avances en el futuro que permitan superar las desigualdades que todavía no se hayan podido superar.

El reto es desarrollar y aplicar principios y métodos correctos para que todo esto se desenvuelva de tal manera que ayude el avance hacia el comunismo, hacia un mundo comunista. Para que la sociedad socialista sea vital y vibrante, una sociedad en que las masas aborden de diversas maneras y debatan todo tipo de cuestiones sobre la naturaleza y dirección de la sociedad, y para que a través de todo esto se mantenga el poder político de una forma que beneficie los intereses fundamentales y las necesidades de las masas y la revolución mundial, y se avance hacia la futura abolición del poder del estado y el surgimiento de una comunidad, una asociación cooperativa de seres humanos libres en el mundo entero, un mundo comunista, en que, en las palabras de Mao, se transformen consciente y voluntariamente a sí mismos y al mundo objetivo. Todo esto se logrará a través de un proceso de lucha y debate tumultuoso, y no de una manera ordenada ni en línea recta, y no con uniformidad de opiniones, ni mucho menos.

Por eso, bajo la dictadura del proletariado, la democracia para las grandes mayorías, tiene que abarcar todas esas dimensiones. No significa solamente que tienen el derecho a hablar libremente sin que las supriman. Claro, significa eso y así debe ser, pero significa mucho más. Significa que pueden asociarse políticamente, protestar y criticar, discrepar con las medidas oficiales en un momento dado e incluso con la ideología que guía la sociedad. Pero, además, significa que eso se haga de tal manera que la sociedad vaya avanzando hacia la extinción de la dictadura, es decir, del dominio de una clase sobre otra con un aparato de represión (fuerzas armadas, policía, cortes, etc.) que impone su dominio y reprime a los que buscan tumbarlo. Tenemos que ir avanzando hacia la futura abolición de todo eso, elaborando y aplicando medidas concretas que lleven a eso, no solamente de palabra, sino plasmar concretamente las estructuras e instituciones que lleven a eso. Además, y junto con eso, tenemos que ir avanzando hacia la extinción de la democracia.

Desde luego eso es muy polémico. ¿Qué significa? En primer lugar, no significa que con el avance de la dictadura del proletariado haya cada vez menos democracia para las masas, ¡hasta que se elimine del todo! En lo esencial, la extinción de la democracia, junto con la extinción de la dictadura, significa todo lo contrario. Quiere decir que se elaboran las estructuras y medios a través de los cuales las masas, por decirlo así, asuman "con naturalidad" la responsabilidad de examinar y debatir asuntos y, en última instancia, tomar decisiones en toda esfera de la sociedad.

Como señalé en una serie de artículos que salió en el OR (pasajes de la charla "Como vencer las dos cuestas"3), significa que ya no son necesarias las instituciones y estructuras que garantizan los derechos del pueblo, y que una parte de la sociedad, incluso una parte del pueblo, no suprima a otra. Tales instituciones y estructuras ya no son necesarias y surgen otras que correspondan al hecho de que ya no hay explotadores ni explotados, ya no hay las profundas divisiones sociales que producen explotadores y explotados. Ya no será posible que un grupo del pueblo oprima o domine a otro. Habremos rebasado esa situación, en la realidad material y en el modo de pensar de la gente, porque habrán nacido las condiciones económicas y sociales y, junto con ellas, se habrán desenvuelto las estructuras, instituciones y procesos políticos, el modo de pensar y la cultura de tal forma que la idea de que una persona o un grupo de la sociedad explote u oprima a otro se considere indignante, absurda... ¡e imposible!

Refiriéndose al mundo futuro, el mundo del comunismo, Marx dijo que parecerá tan absurdo e indignante que una parte de la sociedad sea dueña de la tierra y todo lo demás como ahora parece que un ser humano sea dueño de otro. En el comunismo habremos llegado a un punto en que la mera idea de que el avance de la sociedad corresponda a una situación en que un puñado se beneficia y proclama que sus intereses son los intereses generales de la sociedad, en que esa idea parecerá tan absurda e indignante que, en una palabra, nadie la tomará en cuenta. O sea, la gente más bien pensaría que un problema mental [risas], un desequilibrio químico, habrá causado que alguien diga eso. [risas]

Pero, ¡mucho ojo!, porque disentir y manifestar desacuerdo con las normas establecidas siempre implica una lucha cuesta arriba. Indudablemente, será así en la sociedad comunista también. Como dijo Mao, las nuevas verdades siempre están en manos de la minoría. Aun en el comunismo eso seguirá siendo cierto. Pero no habrá un aparato de represión política. Si uno plantea ideas poco populares o nuevas propuestas, quizá les parezca raro a los demás pero no será objeto de supresión o represión política o social, aun sin estado.

Esto requiere, obviamente, la transformación del modo de pensar, además de la transformación de las condiciones materiales, económicas y sociales. La consigna "de cada cual, según su capacidad; a cada cual, según sus necesidades" no puede funcionar con las condiciones ideológicas que prevalecen ahora. ¿Qué son mis necesidades? Bueno, necesito rines para el auto... y tantas cosas más... ¡pum! ¡Ahí nos amolamos! Se requiere una transformación ideológica para que las necesidades se vean de otra manera. En todo caso, son condicionadas socialmente. La idea de que uno necesita rines para las llantas del auto es condicionada socialmente. No es algo que se le ocurre a uno por cuenta propia en un vacío. Por eso, mientras vayamos transformando las condiciones materiales, tenemos que ir transformando el modo de pensar para que los individuos vean sus necesidades en relación con los intereses generales de la sociedad y los subordinen "con toda naturalidad" a estos, sin borrar el papel y las necesidades de los individuos ni la individualidad. Eso requiere una gran transformación ideológica que es parte del proceso de avanzar al comunismo.

Un núcleo sólido con mucha elasticidad

Otro aspecto que quiero mencionar es lo que llamo "la síntesis de la refutación de K. Venu y los argumentos de John Stuart Mill". En la polémica contra K. Venu señalé que [en el socialismo] no podemos tener democracia burguesa; necesitamos la dictadura del proletariado. Si intentamos instituir toda una serie de instrumentos de democracia popular, sin distinguir entre clases, terminaremos devolviendo el poder a la burguesía, después de todo lo que las masas han sufrido y sacrificado para conquistarlo. En la sociedad socialista todavía es necesario tener un partido de vanguardia y una ideología que dirija. Aun si no requerimos que todo mundo profese esa ideología (si no está de acuerdo), necesitamos un partido y una ideología que dirija. Recalqué ese principio en la polémica, pero me parece que hay que sintetizarlo, combinarlo correctamente, con los argumentos de John Stuart Mill, quien plantea que no debemos descartar ninguna opinión, ni mucho menos suprimirla, sin primero oír los argumentos de todos los que quieran defenderla. Además, dice que no es suficiente que sus adversarios los caractericen; es necesario oírlos directamente de sus defensores apasionados. Abordé esto en el libro Democracy, Can’t We Do Better Than That? (Democracia: ¿Es lo mejor que podemos lograr?)4.

Bueno, como dije antes, no es posible poner en práctica literalmente lo que propone Mill. Siempre habrá alguien que quiera plantear un argumento más a favor de una idea. [risa] Tarde o temprano llega la hora de cerrar el debate, al menos por el momento. Hay límites materiales y también políticos. En cierto momento es necesario tomar una decisión. No tiene caso seguir discutiendo interminablemente ni seguir averiguando por si acaso hay alguien más que quiera defender un punto de vista que todo mundo rechaza.

Sin embargo, Mill tiene razón cuando dice que no es suficiente que los adversarios de una posición la caractericen; es necesario oír a sus defensores apasionados. Esto está relacionado con algo que me parece que tenemos que incorporar más a la dictadura del proletariado y el dominio y transformación de la sociedad por las masas, y también está relacionado con la importancia de alentar, y no simplemente tolerar, el disentimiento. Tenemos que abrir un espacio para que la gente explore ideas muy diversas y oiga a sus defensores sin ceder en lo primordial, sin perder el poder, sin socavar y destruir la dictadura del proletariado. Esa, vuelvo a repetir, es una contradicción muy compleja y aguda.

Para manejarla correctamente, debemos aferrarnos a dos principios muy importantes. Uno lo expresó muy bien un poeta en una conversación que tuvimos hace poco. Le venía platicando de cómo veo la sociedad socialista y mencioné algunas de las cosas que he mencionado aquí sobre la necesidad de mantener el poder y luchar para que la sociedad avance hacia el comunismo, y a la vez estimular mucha experimentación en las artes, mucho pensamiento crítico en las ciencias y las demás esferas, soltar las riendas y dejar que la gente tome iniciativa, y no supervisarla a cada paso. Le pregunté, por ejemplo: "Si a cada paso te supervisara un cuadro del partido, si estuviera ahí siempre examinando lo que escribes, ¿podrías escribir tus poemas?". Respondió: "¡De ninguna manera!".

Conversamos un rato y propuso lo que me parece una formulación muy buena: "Me parece," dijo, "que te refieres a `un núcleo sólido con mucha elasticidad’". Le dije: "¡Atinaste!", porque eso era precisamente lo que quería expresar. Se necesita un núcleo sólido que capta firmemente y está comprometido con los objetivos estratégicos, las metas y el proceso de la lucha por el comunismo. Si perdemos eso, terminaremos devolviendo todo a los capitalistas de una manera u otra, con todos los horrores que eso implica. Pero, por otro lado, si no abrimos espacio para una gran diversidad y para que la gente explore muchos caminos, va a causar un tremendo resentimiento y, además, no vamos a tener el proceso dinámico y multifacético que permite que surja al mayor grado posible la verdad y nos dé la capacidad de transformar la realidad.

Aquí tenemos otra expresión de una contradicción muy difícil que tenemos que aprender a manejar mucho mejor. Mao tenía unas ideas muy buenas sobre esto y luchó para que el partido las llevara a la práctica. Mao exploró este problema, pero solo pudo llegar hasta cierto punto. Como dijo, la vida humana no es infinita. Llegó hasta cierto punto y se murió, y lo que pasó en China pasó, y a los que ahora dirigen la sociedad no les interesa explorar esa contradicción.

Eso lo tenemos que asumir nosotros; tenemos que avanzar más y aprender a hacerlo mejor la próxima vez. Para que logremos eso, los que estemos de acuerdo o estén entrando a bregar seriamente con la cuestión de este proceso revolucionario tenemos que empezar a explorar estas cuestiones ahora y prepararnos, además de incorporar a más y más masas a explorar estas cosas, para que cuando conquistemos el poder aquí o allá, nuestra capacidad de manejar estas cosas en un sentido mucho más práctico haya avanzado, sin dejar de bregar con ellas en la esfera de la teoría.

Continuará.


NOTAS:

1 "Democracia: Más que nunca podemos y debemos lograr algo mejor", de Bob Avakian, Un Mundo Que Ganar,No. 17, 1992. [Regrese al artículo]

2 De " Dictadura y democracia, y la transición socialista al comunismo, La lucha en la esfera de las ideas", de Bob Avakian, OR No. 1250 y en la internet en rwor.org. [Regrese al artículo]

3 "Cómo vencer las dos cuestas: Más sobre conquistar el mundo", en la internet en rwor.org. [Regrese al artículo]

4 Democracy: Can’t We Do Better Than That?de Bob Avakian, Banner Press, 1986. [Regrese al artículo]