Al empezar esta charla planteé la meta crucial de conquistar el poder y defenderlo férreamente, y he venido abordando algunas de las contradicciones relacionadas con ella.1 Ahora quiero adentrarme más en algunas experiencias históricas decisivas.
Una vez que el proletariado haya conquistado y consolidado el poder, especialmente en las primeras etapas de la sociedad socialista (que duran un tiempo, hablando históricamente), la dirección del partido de vanguardia del proletariado es esencial y, francamente, ocupa posiciones estratégicas en el poder del estado y especialmente en las fuerzas armadas del nuevo estado proletario, que concentran ese poder. Y esa es una profunda contradicción.
Hablamos de eso en la entrevista que me hizo Carl Dix2 y lo abordé también en la polémica con K. Venu3, donde señalé que en el ensayo "El estado y la revolución", que Lenin escribió justo antes de la revolución bolchevique de octubre de 1917, analizó muchas cosas desde la óptica que imperaba hasta entonces, y en particular pensó que una vez que se estableciera la dictadura del proletariado no se necesitaría un ejército permanente muy grande porque lo más seguro y la mejor manera de salvaguardar la revolución sería apoyarse en las masas armadas. Pero la experiencia histórica (y no la "necedad" de los comunistas ni sus supuestas ambiciones de poder o intentos de acapararlo) ha demostrado que sí se necesita un ejército; que no basta con una milicia armada de las masas, organizada en los centros de trabajo, escuelas y otras instituciones, porque no tiene la capacidad de afrontar las amenazas y ataques muy concretos de poderosas fuerzas imperialistas y reaccionarias que quedan en el mundo y en la misma sociedad socialista.
No planteamos que un ejército es necesario porque queramos que la vanguardia comunista ejerza poder sobre las masas sino porque sin tal ejército los enemigos de la revolución aplastarán despiadadamente la revolución y a las masas, y las someterán nuevamente a los dictados del capital. Ciertamente, mientras haya divisiones de clase y desigualdades en la sociedad, y particularmente en la sociedad socialista, algunos individuos buscarán el poder por ambiciones e intereses personales, y constantemente surgirán tales individuos en el partido de vanguardia, especialmente en los más altos niveles de dirección. Pero si ese fuera el único problema, no llegarían muy lejos. Resulta que el problema es mucho más profundo porque además están los imperialistas y están los contrarrevolucionarios que quedan y van surgiendo constantemente en la sociedad socialista, y buscan conectarse y hacer alianzas entre sí y con los imperialistas y otros reaccionarios. Todo eso se entreteje y nos plantea grandes retos. Y mientras exista esa situación, no se puede prescindir de un ejército. Es como dije antes: imagínense que libráramos una gran lucha y todo lo demás que implica conquistar el poder y luego dijéramos: "Está bien. Pasamos un rato muy divertido, pero ahora vamos a devolverles el poder". ¿A poco no sería totalmente absurdo e imperdonable? De plano sería una locura, y objetivamente sería traicionar profundamente a las masas. Para ir al grano, sería lo mismo si dijéramos que no se necesita tener un ejército.
Fíjense no más en lo que hace la burguesía cuando nos arrebata una victoria parcial: ataca con mucha saña para que no se le ocurra a nadie luchar más, ni siquiera para ganar una victoria parcial en este sistema. Ahora, si le devolvemos el poder, no es simplemente que va a imponer el mismo sufrimiento que antes sino que va a arremeter contra el pueblo y causar un sufrimiento incalculable, un sufrimiento muy fuerte en ese momento, y por generaciones enteras, y las masas se desmoralizarán y se desorientarán política e ideológicamente. Por eso, decir que no queremos tener ejército es igual a decir que no queremos el poder. Es como decirles: está bien, tengan el poder y hagan con nosotros lo que quieran. Sabemos que son capaces de lo peor, ¿que no? Así que no hay que decir más.
Las lecciones del golpe de estado en China
Pero por otro lado, tener ejército presenta contradicciones muy concretas, las cuales se destacaron muy claramente en la última gran batalla y en el triunfo revisionista en China tras la muerte de Mao. En esos tiempos oía las noticias en el radio, pues no había la cadena noticiosa CNN ni nada. Al oír los reportajes de lo que pasaba en Shangai después del golpe de estado de 1976, cuando las milicias populares luchaban contra las unidades del EPL (Ejército Popular de Liberación) que mandaron a suprimirlas e imponer el golpe revisionista, la verdad, se me partía el corazón porque las milicias prácticamente no tenían ninguna posibilidad de vencer y las aplastaron fácilmente. Y eso ocurrió en parte porque perdieron la iniciativa política. En el momento del golpe, los líderes revolucionarios de Shangai debían haber movilizado a las masas, pero a la mera hora se amilanaron. Como titubearon, ya cuando se movilizó la resistencia popular (y las milicias populares) era muy tarde. Estaba oyendo el radio y echándoles porras a las milicias populares, diciéndoles "órale"... pero como que no podían. O no podían hacer mucho. Lucharon por un par de días y las aplastó el EPL. En ese ejemplo vemos el potencial que existe de voltear el ejército contra las masas y las tristes consecuencias cuando ese potencial se plasma en realidad.
Desde luego, relativamente pocas personas han oído de ese levantamiento en Shangai tras el golpe de 1976 que fue aplastado por el EPL, pero los medios burgueses de Estados Unidos y otros países imperialistas dieron una amplia cobertura (y hasta la fecha todavía hacen referencia) a la masacre de centenares y quizá miles de personas por el EPL en la plaza de Tienanmen en 1989. Esa masacre también fue producto de la dictadura burguesa (mejor dicho, una dictadura revisionista/burguesa, y no una "dictadura comunista") que sacó la mano de hierro y aplastó un alzamiento popular, pero los sucesos de 1989 fueron muy distintos de lo que ocurrió en 1976 tras el golpe de estado, cuando el proletariado revolucionario consciente de clase se alzó para defender el poder, y lamentable sufrió una derrota.
Ese ejemplo pone al desnudo las contradicciones del Partido Comunista de China, y no es que los revolucionarios chinos las ignoraran. Al contrario, en ese sentido es muy interesante la historia del EPL, especialmente en la China socialista, tras la liberación de China en 1949. Aunque está fuera del alcance de esta charla entrar en mucho detalle, se hizo una especie de ensayo de la Revolución Cultural a menor escala en el EPL a principios de los 60 como parte del movimiento de educación socialista. Divulgaron las Citas del Presidente Mao (el Libro Rojo, que posteriormente llegó a ser muy celebre, ¡y el libro de mayor venta en el mundo!, solo que en aquel entonces no tenía portada roja ni se conocía como el Libro Rojo) e hicieron una campaña masiva de educación y lucha ideológica en el ejército, aunque, claro, no al mismo grado que la Revolución Cultural posteriormente. Y por eso, en parte, cuando estalló la Revolución Cultural a mediados de los 60 y Mao reconoció que básicamente había que suspender el papel dirigente del partido porque tenía camarillas e influencias revisionistas de cabo a rabo, el ejército pudo por un tiempo jugar el papel político dirigente que le corresponde propiamente al partido.
Pero fue algo muy complejo y encerraba muchas contradicciones porque el ejército no es el partido; es un cuerpo armado. Es una cosa si un militante del partido dice que se debe hacer esto o aquello, pero no es exactamente lo mismo que lo diga un miembro del EPL. Sin embargo, el papel principal del ejército, sobre todo en las primeras etapas de la Revolución Cultural, fue de fuerza revolucionaria política, aunque se ha tergiversado mucho. Ciertamente, reestableció el orden en algunas situaciones muy caóticas, pero Mao lo empleó principalmente como instrumento político, precisamente porque en ese contexto el partido no servía como vanguardia. Pero entonces todo se complicó más porque Lin Biao, el ministro de Defensa, se desempeñaba a través del EPL y en ese entonces la revista semanaria Pekín Informa hablaba del "Camarada Lin Biao, el compañero de armas y sucesor escogido por el Presidente Mao", pero posteriormente, tras un nuevo viraje en el rumbo complejo de la revolución china, Mao y Lin Biao discreparon seriamente acerca de varias cuestiones, entre ellas la posición de Mao de reconstituir el partido como vanguardia política y reducir el papel político del ejército con un proceso de crítica de "puerta abierta" y rectificación con plena participación de las masas. Y eso llevó a la traición franca de Lin Biao y a su muerte en 1971.
Y, ¿ahora qué? Por un lado estaba la camarilla de Lin Biao, una bola de gente muy poderosa: generales, comandantes y demás. Mao tenía que emprender una campaña de limpieza del ejército porque, francamente, estaba hecho un molote. Y como si fuera poco, había otros líderes de larga trayectoria con una línea revisionista convencional que tenían mucho tiempo en el EPL; de hecho, lucharon en muchas batallas durante la célebre Gran Marcha, cruzaron pantanos y nevados, y tenían la estrella roja en la gorra, pero ahora seguían el camino capitalista. Seguían a Deng Xiaoping y tenían el apoyo de Chou en-Lai, dos líderes de larga trayectoria y mucha estatura política. Nuevamente se destaca lo complejo de esa situación y las muy agudas contradicciones que encerraba, porque fue necesario unirse con esas fuerzas revisionistas, o con algunas de ellas, a corto plazo para acabar con el molote que Lin Biao había dejado en el ejército y que en ese momento era el mayor peligro al socialismo y la lucha por continuar la revolución. Como resultado, las fuerzas de Deng Xiaoping se fortalecieron, y a mediados de los 70 se vislumbró claramente una batalla frontal entre las fuerzas revisionistas y el campo revolucionario dirigido por Mao, quien ya tenía muchos años y graves problemas de salud, y evidentemente le quedaba muy poco tiempo de vida.
Contradicciones muy difíciles
¿Qué hacer ante esa situación? A Mao y las fuerzas revolucionarias se les planteó el reto de crear las condiciones políticas e ideológicas que ayudaran al ejército a hacer lo correcto en esa situación sumamente difícil. Nombraron comisario político del ejército a Chang Chun-chiao (uno de la llamada banda de los cuatro, quien en realidad era un líder que luchó junto a Mao por la línea revolucionaria), y él se encargó de una nueva campaña de rectificación y educación socialista en el ejército. Pero no llegó muy lejos porque los viejos dirigentes revisionistas la bloquearon. Dijeron: "¡No! ¡Ni que educación ni que transformación ideológica! ¡No vengan de metiches a este ejército!". Estoy bromeando un poco acerca de algo que en realidad fue muy trágico. En fin, no se pudo lograr nada con la campaña de rectificación porque la situación de la lucha de clases no lo permitió, y Mao estaba muy delicado de salud y no podía intervenir directamente. Además, no era bueno apoyarse solamente en Mao. Si no se lograba preparar a nuevos líderes y apoyarse en ellos, ¿qué iba a pasar cuando muriera? Y... ¿qué pasó?
Los revolucionarios buscaron la forma de manejar todas esas contradicciones. ¿Acaso las ignoraron o no buscaron los métodos de manejarlas? ¡Claro que no! Procuraron desencadenar la crítica de las masas y atizar su lucha contra las líneas revisionistas y las fuerzas que las planteaban. Pero al final, no tuvieron éxito. No tuvieron éxito debido a todos los factores que he venido resumiendo. (Y no olvidemos tampoco el contexto general del cerco de China por potencias imperialistas y reaccionarias, entre ellas la Unión Soviética socialimperialista, que representó una amenaza muy grande y muy directa a la China socialista). Y todo eso nos da una idea de las contradicciones concretas muy profundas: es necesario tener ejército debido al cerco del país socialista por potencias imperialistas y reaccionarias, y debido a las clases y lucha de clases que todavía existen en la sociedad socialista; pero puede volverse un instrumento de los seguidores del camino capitalista en el partido y una fuerza que suprima a las masas y su lucha por transformar la sociedad.
Según la línea anarquista y otras parecidas, el ejército de por sí y por definición se vuelve una fuerza opresora, lo cual es erróneo y engañoso porque ignora la diferencia fundamental entre los ejércitos reaccionarios y los ejércitos revolucionarios, en cuanto a sus respectivos doctrinas y métodos de lucha, y sobre todo su relación con las masas, sus propósitos y metas. Además, hay toda una serie de contradicciones concretas muy profundas que esas líneas no captan correctamente: mientras haya opresores y explotadores en el mundo, mientras haya desigualdades en la sociedad socialista y mientras no se haya eliminado el suelo que nutre todo eso, se necesitarán fuerzas armadas que defiendan la revolución socialista y existirá el peligro de que se transformen en su contrario. Esto nos presenta un reto muy grande y tenemos que seguir aprendiendo a asumirlo correctamente.