Como he recalcado en muchas ocasiones, es preciso captar la complejidad de la situación actual y su desenvolvimiento. Bush no considera los matices, ¡pero nosotros sí tenemos que hacerlo! En eso se distinguen el núcleo sólido de la clase dominante (el grupo que forma el actual núcleo del poder) y el nuestro , que tiene que incorporar mucha elasticidad: tenemos que captar la complejidad de las cosas y rechazar ópticas dogmáticas y simplistas.
Si la actual polarización de la sociedad estadounidense sigue como va, y si la clase dominante “no puede conservar la cohesión” como lo ha hecho en el pasado y forja un nuevo consenso de gobierno como continuación de la trayectoria actual, no será positivo sino muy negativo. La tarea de la repolarización ideológica y política de la sociedad se plantea agudamente ahora, y seguirá siendo un reto y una parte de los preparativos políticos, e ideológicos, que permitan aprovechar el acercamiento y maduración de una situación y crisis revolucionaria, cuando un pueblo revolucionario se movilice a millones. Por lo tanto, en este momento se plantea tanto en su dimensión inmediata como estratégica.
Un aspecto importante de esto es que nos podría tocar dirigir la lucha contra las embestidas a las garantías democrático-burguesas y hasta la propia democracia burguesa (la estructura democrático-burguesa del estado capitalista). Podríamos habernos visto en la necesidad de hacerlo en el contexto de las elecciones pasadas (2004), sobre todo si el actual núcleo del poder (los bushistas, básicamente) hubiera suspendido las elecciones u otras supuestas garantías fundamentales. Pero como hemos recalcado —y vuelvo a recalcar— es necesario defender tales garantías desde nuestra perspectiva comunista y la meta de la revolución proletaria y, en última instancia, el comunismo y no algo menos. El chiste es asumir el reto de derrotar las embestidas contra las garantías democrático-burguesas sin volvernos demócratas burgueses.
Tomando en cuenta la historia del movimiento comunista internacional, particularmente la experiencia del peligro fascista antes de la II Guerra Mundial, tenemos que derrotar esas embestidas sin repetir el molde de Dimitrov1, es decir, no debemos construir un frente único contra el fascismo cuyo objetivo esencial sea simplemente conservar el estado burgués y la estructura democrático-burguesa.
Por otro lado, tampoco queremos ser como Jerry Rubin, un rebelde de los años 60 de mucho renombre que se postuló como candidato independiente radical a la alcaldía de Berkeley. En una ocasión lo vi en la universidad y dijo: “¡Oye! ¡Fíjate que no hay candidato demócrata! Mi adversario es republicano; así que, ¡podría salir elegido!”. Bueno, no resultó así, pero eso era lo de menos. Lo más importante es que con esa mentalidad ya estaba pensando como los demócratas con tal de “ganar”. Aquí tenemos otra metáfora, otra manera de expresar el reto de manejar la complejidad de la situación en la cual nos encontramos; otra dimensión de por qué es necesario ser (y pensar como) auténticos comunistas, y no el estereotipo del “rojillo” dogmático. ÀAcaso hay otro modo de manejar la contradicción de abordar y dirigir la lucha contra las embestidas a las garantías democrático-burguesas (y muy posiblemente la propia estructura y marco burgueses) sin volvernos simples demócratas burgueses? El reto es hacerlo precisamente desde la perspectiva comunista y la meta de la revolución proletaria y, en última instancia, el comunismo... y no algo menos.
Ese es el reto que tenemos que asumir y manejar con toda su complejidad en lo inmediato y a lo largo del proceso, hasta el desenvolvimiento de una situación revolucionaria, sea cuando sea.