Pasamos a la cuestión de cómo avanzar, a través de la transición socialista hacia el comunismo, y superar la contradicción (que mencioné antes) entre el "núcleo de dirección" (que en la sociedad socialista se reconoce abiertamente y se institucionaliza como el partido de vanguardia del proletariado) y la participación consciente de las amplias masas en la dirección y transformación de la sociedad.
Primero, tenemos que reconocer que existe tal contradicción, pues en la historia del movimiento comunista internacional se ha visto una tendencia que dice: "En realidad, no hay tal contradicción. Tenemos un partido que representa al proletariado y dirige a las masas, y en el socialismo1 las masas son los amos de la sociedad. Pata tin. Pata tan. Tal contradicción no existe". Pero la experiencia histórica demuestra muy gráficamente que sí hay una contradicción, y puede llegar a ser un antagonismo, entre el núcleo de dirección (es decir, el partido de vanguardia y sus altos niveles, y reconocer e institucionalizar dicha dirección), por un lado, y potenciar y ampliar la participación consciente de las masas en la dirección y transformación de la sociedad, por el otro. Objetivamente, existe una contradicción que podemos caracterizar sencillamente como la contradicción entre la dirección y los dirigidos.
¿Cómo vamos a superar esta contradicción en el curso de la transición socialista, como parte de la revolución proletaria mundial, y no fortalecer y agudizarla? Naturalmente, el hecho de no reconocer la contradicción solo lleva a fortalecer y agudizarla. Es muy fácil dejarse llevar por la idea de que basta que el partido tenga una línea correcta, o sea, que si el partido tiene una línea política e ideológica generalmente correcta y la aplica, y dirige a las masas a aplicarla e implantar medidas de acuerdo a ella, entonces la contradicción entre la dirección y los dirigidos se resolverá por sí misma. Pero quiero recalcar que no es así . Es cierto que la línea política e ideológica es decisiva, pero un elemento de esa línea es reconocer la contradicción entre la dirección y los dirigidos, y luchar por superarla. No puede haber una línea correcta que no reconozca esa aguda contradicción de la sociedad socialista, que tiende a fortalecerse y agudizarse constantemente; asimismo, hay que captar que la lucha por resolverla y finalmente superarla (con el avance al comunismo mundial) no se da espontáneamente.
Ya que hemos hablado de la teoría (que es importante), veamos unos ejemplos concretos. En la China socialista, Mao y los demás miembros del Comité Central del Partido Comunista vivían en un recinto especial. Por necesidad, en esa etapa, vivían aparte de las masas y en condiciones muy distintas. Necesitaban seguridad especial y tenían un modo de vida en todo respecto completamente distinto a las masas. No tiene caso negarlo y Mao no lo hizo; reconoció que era una contradicción objetiva muy importante y un problema muy concreto. Claro que bregaban, sobre todo a través de la Revolución Cultural, por superar esas divisiones. Fomentaron varis medidas muy importantes, por ejemplo, que los líderes participaran en el trabajo manual y que se sometieran a las críticas de las masas. Pero no era posible, por ejemplo, sacar a la dirección del recinto y decirles: "Hay que abolir el recinto; váyanse a las aldeas a vivir con las masas campesinas". Es más, vivían en la vieja "ciudad prohibida", donde antes vivían los emperadores. Incluso existía ese simbolismo histórico asociado con el lugar y el modo de vivir, que era evidentemente un vestigio de la vieja sociedad. La contradicción fue muy aguda. Una vez hablé con una persona que vivió en China antes de la Revolución Cultural y durante ella sobre la necesidad de hacerla, y respondió:
"No cabe duda de que era muy necesaria. ¡Hubieras visto la prepotencia de los líderes antes de la Revolución Cultural! Iguales a los viejos mandarines y caciques, iban o, más bien, los llevaban en sus coches por las calles donde las masas caminaban o iban en bicicleta. Los autos tenían cortinas y por lo general las corrían en un gesto de desprecio hacia las masas. Muchos se daban aires de cacique. Así que no cabe duda de que la Revolución Cultural era muy necesaria. Por cosas así elementales se notaba".
La Revolución Cultural superó muchas disparidades en la sociedad y entre los líderes y las masas, pero así y todo no podía eliminarlas del todo en ese momento, ni bastaba una sola Revolución Cultural. Ni siquiera se podía eliminar del todo la necesidad de tener limosinas (en parte porque a China iban diplomáticos extranjeros a reuniones, etc.). No era posible eliminar de inmediato la necesidad de que la dirección viviera en condiciones distintas a las masas, ni mucho menos acabar del todo con la contradicción entre la dirección y los dirigidos.
Aquí hay un problema muy real: espontáneamente esa contradicción tiende a fortalecerse y agudizarse porque se impone muy concretamente a la hora de hacer tareas prácticas. Es parecida a la contradicción que vemos en nuestro trabajo: queremos apoyarnos en las masas pero resulta que (para usar una consigna detestable) "apoyarse en las masas es muy desordenado". No es simplemente una cuestión de "darles tareas, conversar sobre qué deben hacer y por qué, y entonces cumplen las tareas y todo sale sin mayor problema". En realidad, cuando nos apoyamos en los demás, tenemos que intervenir y ayudarlos. Surgen contradicciones y es más demorado, y toma tiempo ayudarlos a capacitarse y a tomar iniciativa propia para que en el futuro no tengamos que intervenir y ayudar tanto. Además, tienen sus propias ideas sobre lo que se debe hacer, por qué y cómo hacerlo.
En un sentido estratégico, eso es precisamente lo que queremos ; además de unidad, queremos diversidad, y sabemos que solo podemos avanzar a través de un proceso de unidad-lucha-unidad. Pero es complejo y a veces "desordenado"; así sucede tanto en el partido como en el trabajo del partido con otras fuerzas. Por eso, como hemos visto infinidad de veces, hay una tendencia espontánea a recurrir siempre al mismo puñado de gente para todo.
De igual modo, hay una fuerte tendencia a afianzar en el poder al núcleo de dirección y a protegerlo a toda costa. En la sociedad socialista ese núcleo es crucial en una situación de feroz lucha de clases dentro del país y ante el peligro muy grande de agresión imperialista, el constante cerco imperialista, además de sabotaje y presiones relacionadas con eso y otras cosas. Por eso, se tiende espontáneamente a fortalecer y agudizar la contradicción entre la dirección y los dirigidos, y no es fácil zafarse de ella para abrir brecha y buscar los medios de empezar a superarla, en lugar de fortalecerla y agudizarla. Lo recalco precisamente porque tiene que ser un elemento consciente de la línea y medidas del partido de vanguardia, y tiene que inculcarse en las masas. Es necesario que comprendan desde un punto de vista materialista y dialéctico la necesidad que se nos plantea, por qué existe la contradicción entre la dirección y los dirigidos, y cómo podemos avanzar paso por paso, y a grandes saltos, a transformar la necesidad en libertad y empezar a superar esta contradicción muy crucial.
La contradicción entre la dirección y los dirigidos en el partido
Relacionada con esta contradicción, y como un elemento de ella, se plantea la cuestión de facciones en el partido. Es importante captar por qué los bolcheviques las prohibieron y por qué es correcto en un sentido general, como un principio universal de los partidos comunistas. También es importante captar las contradicciones que eso encierra y el hecho de que la prohibición de las facciones puede reforzar la tendencia espontánea de fortalecer y agudizar la contradicción entre la dirección y los dirigidos. No es cierto, como Dahl y otros politólogos burgueses plantean, que el hecho de tener fuerzas de la élite que compiten entre sí permite a las masas influenciar los asuntos del estado (o del partido). Es fundamentalmente falso, pero por otro lado, es cierto que no aplicar correctamente la línea de masas en el partido, y entre el partido y las masas, favorece una situación en que la dirección del partido pueda imponer su voluntad por medios burocráticos, lo cual es un problema para cualquier partido, pero especialmente para un partido en el poder que dirige al proletariado en el ejercicio de su dictadura.
Repito, existe la tendencia espontánea de que la dirección del partido se aleje de las masas, incluso de los militantes (y esa tendencia puede fortalecerse en cierto sentido en el contexto de un partido que prohíbe las facciones); la dirección tiende a desempeñarse en su propia esfera igual que la dirección de China, en su recinto especial, y empieza a divorciarse de las masas e institucionalizarse como una élite por encima incluso del resto del partido. Obviamente, para un partido en el poder, eso afecta mucho qué tipo de dirección es en realidad, qué clase representa y, en última instancia, el carácter del estado: ¿por qué rumbo lleva la sociedad?; ¿impone el dominio de qué clase?
La solución al problema no es meramente formal. Pero en parte consta de elaborar medios y mecanismos para plasmar la línea de masas en el partido y desarrollarla y aplicarla de manera permanente. Y eso, a su vez, debe hacerse en el contexto de aplicar la línea de masas en la relación entre el partido y las masas, trátese de un partido en el poder o no. (Aquí estoy empleando la frase "el partido en el poder", cuando en realidad no debe ser el partido en sí que detente el poder sino la vanguardia del proletariado que gobierna la sociedad y continúa revolucionando la sociedad).
En la polémica contra K. Venu se señala que: "Después de la toma del poder, los bolcheviques tuvieron que dar otro salto en su modo de entender y plasmar el partido de vanguardia que dirigiera la lucha y, como medida importante, prohibieron las facciones en el partido". Es correcto y necesario prohibir las facciones en el partido. De otro modo se destruye el carácter del partido como auténtica vanguardia, y las camarillas y rivalidades burguesas lo hacen trizas. Pero por otro lado, eso pone de relieve la importancia de la vida interna del partido (especialmente la lucha ideológica) y de desenvolver medios apropiados para manifestar disentimiento en la sociedad contra la línea oficial del partido. Como he venido recalcando, eso es de especial importancia en el caso de un partido en el poder.
Vuelvo a repetir, la solución no se reduce a estructuras o mecanismos formales en sí, pero sí hay que aplicar los principios del centralismo democrático y eso tiene un aspecto formal. Es decir, aunque lo esencial del centralismo democrático no es la forma sino el contenido (el ejercicio concreto de la línea de masas en el partido en el contexto de ejercerla en la relación entre el partido y las masas), existe una relación dialéctica entre el contenido y la forma. De no concretarse en formas y estructuras específicas, el centralismo democrático no puede ejercerse plenamente. Por eso tenemos una Constitución del partido en lugar de simplemente tener una orientación general que diga algo como: "Aplicamos la línea de masas entre la dirección y los dirigidos en el partido, y también en la relación entre el partido y las masas". Ciertamente, partimos de tales principios generales para forjar instituciones, estructuras y procedimientos formales, pero nos tomamos la molestia (con muy buenas razones) de redactar una Constitución que concreta formalmente tales principios. Hay una relación dialéctica entre concretarlos formalmente y aplicarlos. Si las estructuras formales pierden todo rigor, el contenido del centralismo democrático se convierte en su contrario.
El centralismo democrático es un principio muy importante en el partido, y en los países socialistas rige toda la sociedad. Es muy importante aplicarlo dialécticamente y no mecánicamente; es decir, no se deben subvalorar las formas y estructuras y recalcar unilateralmente los principios básicos divorciados de ellas o sin concretarlos en tales formas, estructuras e instituciones. (Abordaré eso más adelante al hablar del carácter y papel de la Constitución en la sociedad socialista).
Un principio importante al respecto: el avance por la transición socialista a la meta del comunismo, como parte de la revolución proletaria, y particularmente la lucha por superar la contradicción entre la dirección y los dirigidos y entre el partido y las masas, no puede relacionarse mecánicamente con reclutar a más masas al partido. Mejor dicho, en la historia del movimiento comunista internacional se ha dado una tendencia a pensar que debemos aplicar un método cuantitativo al problema de la contradicción entre la dirección y los dirigidos, y especialmente a la contradicción entre los militantes del partido y las masas. La idea ha sido ensanchar las filas del partido y, a la larga, la abrumadora mayoría de la sociedad se incorporará al partido y eso nos llevará al umbral de eliminar la contradicción entre las masas y el partido y entre la dirección y los dirigidos. Pero eso no es cierto porque, por un lado, como he señalado, la contradicción entre la dirección y los dirigidos se manifiesta muy agudamente en el partido , además de entre el partido y las masas. Por eso, el simple hecho de reclutar a más gente al partido no borra esa contradicción y, en una perspectiva más general, tampoco toma en cuenta la necesidad de abolir el propio partido. No es correcto que eso pueda lograrse simplemente por un crecimiento cuantitativo y, en cierto momento, cuando el partido abarque prácticamente toda la sociedad, se extinguirá como institución formal.
Francamente, no sé exactamente cómo se resolverá esta contradicción ni puedo profundizar mucho sobre el problema en este momento ni ofrecer ninguna solución. Pero se me hace que implica por un lado, sí, reclutar a más y más gente al partido, y también luchar por superar la contradicción entre la dirección y los dirigidos en el partido y en general en la sociedad socialista en el marco de la revolución mundial. Pero también será necesario crear y desenvolver otras formas e instituciones, además del partido, que empiecen a efectuar cierta descentralización de autoridad y dirección en relación dialéctica con la centralización de dirección que se concreta en el partido. De alguna forma la dinámica dialéctica entre esas cosas, en el contexto del avance general hacia el comunismo mundial, nos permitirá lograr la extinción del partido, así como la extinción del estado.
Resumiendo, para resolver esta contradicción, hay que bregar con un fenómeno multifacético y mucho más complejo, que va más allá de simplemente engrosar las filas del partido. La extinción del estado y, con ella, la extinción del partido no se logrará por un proceso cuantitativo de reclutar a más y más gente al partido, sino más bien por un proceso general de superar la base material e ideológica de la contradicción entre la dirección y los dirigidos y, en cierto sentido, bregar con esa contradicción "desde dos lados": por un lado, revolucionar constantemente al partido, como una parte crucial de revolucionar la sociedad en general y, por el otro, continuar creando la base, en el partido y la sociedad en general (y en el mundo entero) para "compartir" con más amplias filas del pueblo las tareas y responsabilidades que en las primeras etapas de la sociedad socialista por lo general "le corresponden" al partido, como la fuerza dirigente del estado y la sociedad. A mi juicio, así es a grandes rasgos como habrá que resolver esta contradicción, aunque la verdad no lo puedo elaborar más en este momento.