Núcleo sólido y elasticidad
Otra cuestión importante que quiero abordar, en cuanto al desarrollo del movimiento comunista organizado a partir de ahora y de cara al futuro, es: la relación entre la unidad y cohesión ideológica por un lado y por el otro la descentralización ideológica — otra expresión del núcleo sólido y la elasticidad. Esto se centra en gran medida en torno a esta contradicción: la necesidad de tener liderazgo, pero a la vez los problemas relacionados con el mismo. Esto ha sido una contradicción difícil para nuestro movimiento históricamente así como en los tiempos más recientes. Sin tratar esto en mucho detalle de una forma que no es ni necesaria ni adecuada y no es útil para nuestra causa, quiero señalar algunas experiencias negativas recientes que nuestro movimiento ha sufrido y qué lecciones deben sacarse y no deben sacarse de esto.
Vanguardias y líderes individuales: contradicciones reales y la importancia decisiva de la línea
Tenemos la experiencia del Partido Comunista del Perú durante las últimas dos décadas: aunque desde el principio existían problemas reales con importantes elementos de su línea política e ideológica, éste era un partido que en términos generales estaba en el camino revolucionario y luchaba bajo el estandarte del comunismo y luego experimentó, junto con todo nuestro movimiento, un severo revés cuando primero el enemigo capturó a la dirección central y particularmente el líder principal, Gonzalo, y para colmo en efecto éste llamó a terminar la lucha revolucionaria, con toda la confusión y desorientación que eso ocasionó a lo largo de varios años. En esto vemos el fenómeno de la captura y/o la desviación de la dirección central y que la lucha sufre un severo revés.
Desafortunadamente, también hemos visto esto más recientemente en la experiencia en Nepal y en la línea que ha asumido el liderazgo que todavía domina en el partido allí, que ahora se autodenomina el Partido Comunista Unificado de Nepal (Maoísta). Esto no quiere decir que la lucha se ha acabado ni que se ha resuelto completa e irrevocablemente en una dirección negativa, ni que el revisionismo ha triunfado total e irrevocablemente en ese partido; pero queda claro que la línea que ha llegado a dominar y el núcleo dirigente que todavía tiene la posición dominante en ese partido es una encarnación del revisionismo en este momento y representa un programa y una dirección que llevarán a la derrota de la revolución allí.
La gente ve semejantes experiencias y dice: “Tenemos a estas luchas revolucionarias y luego se echa a perder el liderazgo, o lo capturan o lo matan, y de ahí todo se acaba”. Algunas personas saben de estas experiencias de manera vaga o con claridad y están sacando conclusiones de este tipo. Luego, algunos están tratando de meter esto en un marco que plantea una línea que se opone a reconocer la importancia de los líderes individuales o de promoverlos.
Por ejemplo, sabemos que el partido indio —el Partido Comunista de la India (Maoísta)— escribió una polémica que contiene algunos puntos válidos pero también algunos puntos cuestionables y problemáticos en su crítica del camino tomado por el partido de Nepal. Un elemento problemático de esta crítica es que pone muchísimo énfasis —lo que en realidad es un énfasis excesivo— en el hecho de que durante varios años el partido de Nepal había fomentado el prestigio de su líder principal, Prachanda. La crítica del partido indio vincula esto con una afirmación general de que al promover a un líder individual, eso hace que sea mucho más difícil criticar a ese líder cuando éste se desvíe o hasta asuma el revisionismo. Aunque esto puede encerrar cierta verdad, centrarse en esto de la manera en que el partido indio lo hace en esta crítica refleja una línea incorrecta. Es cierto que cuando se promueve a líderes particulares y éstos acumulan cierto prestigio, esto sí les da cierto peso e influencia desproporcionada. Pero el hecho más fundamental es que en todo caso los líderes que juegan cierto papel objetivamente tendrán una influencia desproporcionada.
Por ejemplo, se puede hacer una analogía de algo que se ha dicho acerca del movimiento comunista internacional en general. Durante los años de la Tercera Internacional de partidos comunistas (la Internacional Comunista, o Comintern), la Unión Soviética en esencia fue el único estado socialista en el mundo durante varias décadas y como resultado el partido soviético y su dirección definitivamente tenían una influencia desproporcionada. Eso era una contradicción real con una base objetiva y había consecuencias negativas asociadas con esto. Como resultado de tal experiencia negativa, en cuanto a su propia lucha revolucionaria así como en general, los comunistas chinos sacaron la conclusión que no está bien tener una internacional — que no está bien tener una organización formal de los partidos y organizaciones comunistas de todo el mundo. Pero, al analizar esta experiencia general, hemos señalado el hecho de que, sin importar si hay organización comunista institucionalizada a nivel internacional, los partidos que dirigen luchas revolucionarias importantes —y, aún más, un partido que dirige la toma del poder y el establecimiento de un estado socialista en que ese partido ejerce la dirección general— en todo caso adquirirán muchísimo prestigio e influencia. Eso pasó en el propio Partido Comunista de China, especialmente después de la toma del poder nacional ahí en 1949 y en particular durante el levantamiento de la Revolución Cultural de China de mediados de los años 60 a mediados de los 70. Los líderes de revoluciones y de partidos revolucionarios que logran triunfar y llegar al poder, como Mao Tsetung, tendrán una influencia desproporcionada, el que consciente y deliberadamente forjen o no un “culto de la personalidad” a su alrededor. Este problema, esta contradicción, no se resuelve al no tener tal organización institucionalizada de partidos comunistas a nivel internacional. Y, tal como también hemos señalado, en importantes aspectos de hecho la ausencia de tal organización agrava este problema — puesto que de todos modos ciertos partidos y líderes tendrán gran prestigio e influencia desproporcionada pero, sin organización comunista internacional, no existe un marco establecido en el cual se puede tratar sistemáticamente esta contradicción.
Hablando específicamente de líderes individuales, en los casos en que ciertos líderes particulares sí se desarrollen y jueguen un papel sobresaliente, eso es un fenómeno objetivo. Las masas tienen que entender ese fenómeno, porque éste es una parte importante de la realidad que tienen que entender correctamente y porque ésa es la única base sobre la cual es posible movilizarlas para defender a tal dirección, la cual tiene una importancia decisiva para ellas y para la causa de su emancipación. No se resuelve el problema de que los líderes individuales, además de las direcciones de los partidos colectivamente, y los mismos partidos pueden desviarse —pueden “echarse a perder”, pueden asumir una línea revisionista y pasar de ser una fuerza de vanguardia para la revolución a ser una fuerza contrarrevolucionaria— por medio de medidas democrático-burguesas, negando el papel específico de individuos y promoviendo la ultrademocracia y una perspectiva democrática pequeño burguesa que ignora o se niega a reconocer el papel objetivo de personas y fuerzas diferentes y que más fundamentalmente niega o ignora la base material subyacente por la cual se necesitan y se forman las vanguardias y por la cual ciertos líderes saltan a primera plana en ciertas revoluciones y en ciertos partidos revolucionarios en un momento dado. No se resuelven los problemas asociados con eso tratando de ignorar las contradicciones que dan lugar a la necesidad de tener vanguardias o tratando de negar la realidad de que un líder sobresaliente haya surgido cuando eso de hecho sea cierto —es una parte importante de la realidad objetiva— y en su aspecto principal y esencial es un factor muy positivo y favorable para la revolución y el avance hacia el comunismo.
Una vez más, en la situación del partido de Nepal el problema esencial con ese partido ahora no es que promovió excesivamente a un líder individual. La esencia del problema es que este líder, y la dirección que todavía domina el partido colectivamente, han adoptado una línea revisionista que ahora predomina en ese partido. En otras palabras, esto es otra expresión del punto básico de Mao de que la línea política e ideológica lo decide todo.
Y eso en sí supone una contradicción importante. Por un lado es la línea lo que decide todo y no la cuestión de promover a líderes individuales o no, o si de algún modo sería posible tratar de evitar el fenómeno de que ciertos individuos lleguen a jugar un papel desproporcionado. De hecho, si sobre la base de una línea correcta un líder individual está jugando un papel desproporcionado y uno trata de negar eso e ignora la base subyacente del porqué de eso, en realidad uno se priva a sí mismo y a las masas de uno de sus grandes puntos fuertes. En mis escritos sobre la filosofía y en discusiones con otros camaradas acerca de esta cuestión, se ha recalcado la naturaleza contradictoria de la realidad y cómo ésta es la base para el cambio y el proceso por el cual ocurre. Se ha recalcado el punto de que de hecho lo disparejo es la base sobre la que se da el cambio y que la base para el cambio que lo disparejo proporciona puede representar un enorme punto fuerte para las fuerzas revolucionarias y nacientes11. Pero, si uno niega lo disparejo o trata de suprimirlo —por ignorancia o como resultado de conscientemente elegir ignorar la realidad contradictoria subyacente que lo genera—, simplemente está debilitando el proceso de la revolución.
Todo eso es un aspecto de la contradicción. Sin embargo, el otro es que existen problemas asociados con el proceso histórico en el cual las vanguardias y los líderes individuales juegan un papel desproporcionado. Esto no se debe en lo fundamental a los actos y errores deliberados de los comunistas; la base fundamental de este problema no se halla en el hecho de que los comunistas elijan promover la autoridad de un grupo dirigente en el partido o siquiera un líder individual en la colectividad general del partido. Como se sabe, se han dado situaciones en que se ha promovido de manera artificial y equivocada la autoridad de cuerpos dirigentes o de líderes individuales; pero el problema más profundo es que, aunque fuera correcto y necesario y reflejara la contradictoriedad subyacente de la realidad material que ciertas personas llegaran a jugar un papel más importante y desproporcionadamente influyente en el proceso revolucionario, ha surgido el fenómeno de que cuando tales líderes se han desviado —que incluso han dado marcha atrás y han pasado de ser revolucionarios a ser contrarrevolucionarios— o el pueblo los ha perdido por “causas naturales” o por las acciones del enemigo, el movimiento comunista ha sufrido severos reveses.
Podemos examinar la dimensión mayor, más allá de la experiencia específica y reciente del partido en el Perú o el partido en Nepal. Podemos examinar en el sentido global, durante un siglo más o menos, la restauración del capitalismo en los países anteriormente socialistas, no solamente en la Unión Soviética poco después de la muerte de Stalin sino también en China muy poco después de la muerte de Mao. Como se sabe, varias particularidades importantes diferencian estas dos experiencias, pero a la vez son parte del fenómeno general de que surgen ciertos líderes poderosos e influyentes que en realidad asumen —y esto no se debe principalmente a factores artificiales— un papel desproporcionado y tienen una influencia desproporcionada en la colectividad general, y luego cuando la revolución pierde a esos líderes por una u otra razón, eso crea condiciones mucho más favorables para un revés o una derrota de la revolución.
Esto se demostró muy dramáticamente en la experiencia de China después de la muerte de Mao. Literalmente un mes después de la muerte de Mao en China, se dio el golpe de estado revisionista que inició la restauración del capitalismo. Por mucho que se oculte eso, no fue un proceso de que en algún sentido abstracto se echara a perder una revolución (o que en algún sentido distorsionado la revolución “se comiera a sus propios hijos”) sino que aquellos altos dirigentes en el Partido Comunista de China que habían asumido el punto de vista revisionista y que estaban luchando por un programa revisionista de restauración capitalista habían hecho uso de una fuerza militar concreta, y dichos dirigentes usaron las fuerzas armadas para matar o arrestar a miles y decenas de miles de auténticos revolucionarios que estaban luchando para perseverar en el camino revolucionario hacia la meta del comunismo.
Así que de nuevo, al examinar esto no solamente en relación a la experiencia más inmediata de las últimas dos décadas sino en esta dimensión histórica más amplia, en lo fundamental el problema no es uno de demasiada autoridad concentrada en un solo líder poderoso. Durante los años de los más grandes adelantos históricos de esta primera etapa de revolución socialista, que representó los avances más grandes hacia el comunismo en el mundo, durante el pináculo de la revolución comunista en conjunto hasta este momento en la historia, a saber por medio de la Revolución Cultural de China, se concentró muchísima autoridad, con razón y como reflejo concreto de la realidad objetiva, en un líder individual, en Mao, quien sí ejerció una influencia enormemente desproporcionada — y enormemente positiva. Eso es algo que no debemos perder de vista: Mao sí ejerció una influencia muy considerablemente desproporcionada y esa influencia considerablemente desproporcionada fue muy positiva.
Sin embargo, en esto también vemos el otro aspecto de la contradicción — cuando Mao ya no era capaz de ejercer esa influencia positiva (cuando ya no estuvo con vida), los revisionistas tenían suficiente fuerza como para someter y superar a las fuerzas revolucionarias que aún quedaban y aún luchaban por la misma línea básica que Mao. Así que en un sentido ¿es eso un punto débil en el proceso general de la revolución comunista? ¿Es eso un problema nuestro? Sí, lo es —pero no lo es en el sentido en que se da a entender cuando se dice que la esencia del problema se halla en el papel desproporcionado y en la promoción de un líder individual—, ni la posibilidad de que un partido en su conjunto se vuelva revisionista, si bien una contradicción y un problema muy real de nuestra revolución, significa que la esencia del problema, tal como muchas personas hoy afirman de manera equivocada, se halla en la mera existencia de la vanguardia y que sería mejor no tener tal vanguardia.
Debido a las contradicciones en el mundo material de hoy —en la sociedad humana como se ha desarrollado hasta este momento en interacción con el mundo natural más amplio y no por medio de algún proceso metafísico guiado por una fuerza sobrenatural—, existe una necesidad objetiva profunda para que una fuerza de vanguardia dirija en el proceso de la revolución comunista. Y a veces —no en todas las situaciones, pero a veces— estas mismas contradicciones y lo disparejo a su interior generan a líderes individuales que juegan un papel muy importante y ejercen una influencia muy desproporcionada; y si lo hacen sobre la base de la línea correcta y no una línea incorrecta, eso constituirá un papel desproporcionado muy positivo.
Pero, una vez más, el otro aspecto de la contradicción es el siguiente: si por la razón que sea estos líderes ya no pueden jugar ese papel —si “se vuelven revisionistas” (si adoptan una línea revisionista) o si de una u otra forma el pueblo los pierde o si la revolución los pierde—, eso no sólo representa una gran pérdida en algún sentido abstracto sino que puede afectar profundamente el balance de fuerzas (por decirlo así) entre la revolución y la contrarrevolución y, sí, puede representar verdaderas oportunidades en beneficio de las fuerzas contrarrevolucionarias, incluso en forma concentrada al interior del mismo partido de vanguardia. Pero ni el papel del mismo partido de vanguardia ni el papel de estos individuos, cuando éstos surjan y jueguen este papel desproporcionadamente positivo, se deben a la subjetividad de los revolucionarios, a su noción errónea de cómo ejercer la dirección o a intentos arbitrarios de promover la autoridad, sino que se deben a contradicciones subyacentes profundas que caracterizan las relaciones sociales humanas, no sólo en países particulares sino a escala mundial en este momento.
Así que éste es un problema o contradicción objetiva real para nuestra revolución y lo seguirá siendo y se impondrá repetidamente, incluso de maneras agudas en varios momentos. Por eso nosotros sí tenemos que encontrar los medios para lidiar mejor con esta contradicción en el futuro —pero tenemos que lidiar con ella sobre una base materialista, a partir de la realidad material real y las contradicciones concretas que enfrentamos que dan lugar a la necesidad de tener una vanguardia y, sí, a la necesidad de tener líderes individuales— y que se espera que generen con cada vez más frecuencia una cantidad de líderes sobresalientes que podrían ejercer una influencia desproporcionadamente positiva, pero cuya pérdida, por otro lado, creará condiciones mejores para que las fuerzas revisionistas lancen ataques e incluso tal vez, en ciertas condiciones, logren dar marcha atrás a la revolución, convirtiéndola en su contrario.
Para resumir este punto: existe una necesidad de tener vanguardias (de tener partidos leninistas, para usar esa expresión) y de tener núcleos dirigentes de tales partidos; y en cada partido, en su colectividad general, habrá líderes individuales. Pero cada líder individual semejante no jugará objetivamente el papel de un líder sobresaliente en el sentido de sus contribuciones al movimiento comunista en general y sus objetivos fundamentales. En esto, para repetir, es necesario e importante hacer un balance científico de líderes individuales —de qué papel juegan en realidad en cuanto a los objetivos fundamentales de la revolución comunista— y de la necesidad de presentar el papel de tales líderes de una manera que de veras corresponde a la realidad, que no sobreestima y exagera ni subestima y menosprecia esto con relación a ningún líder particular sino que, al igual que con todos los fenómenos, lo evalúa de manera científica y lo presenta en conformidad con esta evaluación científica.
Ideología y organización, centralización y descentralización
Al mantener en mente esta experiencia histórica y su base material y al confrontar los retos que entraña el comienzo de una nueva etapa de revolución comunista, he aquí algunas ideas sobre cómo manejar esta contradicción — en otras palabras, unas ideas sobre el núcleo sólido y la elasticidad, primero en relación a la ideología donde existe una gran necesidad de forjar más unidad a un nivel más alto y cómo esto se relaciona a lo de la organización y en particular a la organización de comunistas.
Mientras luchamos para forjar una nueva etapa de la revolución comunista en el mundo y luchamos para repolarizar y atraer y desarrollar a nuevas fuerzas en torno a la Nueva Síntesis como la expresión más avanzada de la línea política e ideológica comunista que tenemos hoy, tenemos que mantener en mente esta contradicción particular: cómo desarrollar las mejores relaciones entre el núcleo sólido y la elasticidad; al aprender de la experiencia positiva y negativa del pasado, cómo lograr aún mejor la centralización necesaria, especialmente en lo ideológico —una unidad y cohesión firme y profundamente sustentada, un núcleo sólido en ese sentido en lo ideológico, como clave y eje— en unidad dialéctica con la descentralización, específicamente la descentralización organizativa.
En este contexto, volvamos a la cuestión de los líderes individuales: uno de los papeles principales de tales líderes es precisamente desarrollar a otros líderes y a una colectividad más amplia de liderazgo, incluidos núcleos de nuevos líderes provenientes de las nuevas generaciones de comunistas que surjan. Se trata de un reto que la dirección comunista debe comprender muy conscientemente y asumir; y en los casos en que hay personas que sí ejercen una influencia desproporcionada —en otras palabras, los líderes sobresalientes que sí juegan un papel desproporcionadamente positivo—, es ésta una de las cosas más importantes a las cuales tienen que prestarle atención de manera consciente al trabajar con la colectividad del liderazgo y en general por medio de la misma.
Al mismo tiempo, en varias formas de la lucha práctica, este aspecto del núcleo sólido ideológico —la unidad y cohesión firme y profundamente sustentada en lo ideológico, y no alguna especie de categoría absoluta que nunca cambia sino una unidad que se está desarrollando y profundizando en forma continua mediante lucha— tiene que manejarse en relación correcta con la dimensión descentralizada de la organización, con respecto a la lucha revolucionaria en general así como con respecto a su liderazgo, a distintos niveles. Es éste un problema histórico que es necesario abordar — es necesario desmenuzarlo y luchar para desarrollar los medios para manejarlo mejor de lo que se hizo en el pasado, aunque existe mucha experiencia positiva de la cual aprender.
Un aspecto clave del tratamiento correcto de esto es reconocer el hecho de que cuanto más sólida y profunda sea la unidad y cohesión ideológica —no simplemente la unidad sobre una base cualquiera sino la unidad basada en una línea comunista y revolucionaria correcta—, cuanto más exista eso y cuanto más se fortalezca continuamente, se desarrolle y se profundice, más posible debería ser desarrollar la elasticidad, inclusive en la esfera de la organización. Pero, al igual que con los demás aspectos de la lucha revolucionaria, esto no ocurrirá espontáneamente. Ocurrirá únicamente cuando el liderazgo que sí existe lo entienda conscientemente y lo aborde y lo trate de manera consciente y aquel liderazgo que está unido firmemente en torno a la línea correcta y sí encarna la unidad y cohesión ideológica necesaria y en constante desarrollo. En otras palabras, esto tiene que ser una tarea consciente que nosotros establecemos en cada etapa de la lucha y en previsión del futuro desarrollo de la lucha.
Mao prestaba atención a este problema (tal como lo describió): atraer y desarrollar a continuadores de la revolución. Es interesante que en el curso de la Revolución Cultural, Mao comentó que estaba pensando acerca de atraer y desarrollar a un núcleo de intelectuales como continuadores para la alta dirigencia de la revolución, pero se desilusionó con los intelectuales porque resultó que no eran confiables. Por eso, empezó a pensar más en el fenómeno general de los Guardias Rojos — de desencadenar a la juventud como una fuerza revolucionaria.
No obstante, si bien eso fue un factor muy positivo, no solucionó ni pudo solucionar el problema del núcleo de dirección — y Mao reconoció que no solucionó el problema. Y como se recalca, por ejemplo, en “Cavilaciones y forcejeos”, con respecto al núcleo de dirección —los representantes literarios y políticos de una clase y de la lucha revolucionaria que encarna los intereses más altos y fundamentales de una clase y en particular el proletariado en esta etapa de la historia y en esta revolución de la que hablamos—, aquel grupo dirigente estará compuesto de las personas que en esencia son intelectuales, las personas que son capaces de trabajar con las ideas y desarrollarlas, y de bregar en la esfera de la teoría. Eso será cierto sin importar el origen de esas personas — sean de las masas básicas o de las capas medias o más específicamente de una familia de intelectuales, o lo que fuese. No vamos a poder eliminar esa contradicción —en torno al papel desproporcionado de los intelectuales— hasta que hayamos avanzado bastante en el camino hacia la transformación de la contradicción entre el trabajo intelectual y el manual, como parte de la transformación general de las contradicciones básicas que caracterizan la sociedad en su conjunto en la transición de la época burguesa a la época del comunismo mundial.
Por tanto, entiendo el espíritu de lo que Mao quiso decir cuando dijo al principio que había esperado confiar en un núcleo de intelectuales, pero luego resultó que no eran confiables. No obstante, todavía tenemos que trabajar para solucionar ese problema. Esto tiene que ver con la “transferencia de lealtad” de un sector de la intelectualidad. Tenemos que atraer y desarrollar así como “capacitar” (en el sentido correcto de esta palabra, no en un sentido limitado) a intelectuales de entre las masas básicas; pero al hacerlo, tenemos que reconocer que en aspectos importantes, éstos se volverán distintos a lo que eran antes y distintos a las otras masas de donde salieron, en el proceso de llegar a ser intelectuales. Aquello representa un cambio objetivo de su posición y de lo que encarnan. Eso es primordialmente positivo —el aspecto positivo podrá y deberá desarrollarse como lo principal—, pero no es posible resolver las contradicciones entre los intelectuales y las grandes masas (ni tampoco entre una clase de personas, en líneas generales, y los representantes literarios y políticos de esa clase) en la forma que Stalin creía posible — atrayendo y desarrollando a algunas personas de entre los obreros y campesinos para que llegaran a ser intelectuales (o en ese caso, más bien como ingenieros y técnicos, aunque al parecer se había concebido eso de una manera un poco más amplia).
Vamos a tener que desarrollar un núcleo de intelectuales en el sentido al que me refiero —los representantes literarios y políticos de una clase, para repetir la formulación importante de Marx— quienes son confiables, no en el sentido de que todo individuo esté vacunado contra la posibilidad de volverse revisionista, sino confiables en el sentido de que estén profundamente fundamentados en la concepción y metodología científica comunista y que, firmemente unidos, la asuman y la apliquen — y que en el contexto de la colectividad del partido y en el curso del proceso revolucionario en conjunto estén aprendiendo continuamente la manera de comprenderla más firmemente y aplicarla mejor.
Tenemos que asumir esta necesidad y reto atrayendo a personas de entre las masas básicas que muestran aquel potencial y luego desarrollándolas así como ganando a un sector de personas quienes ya están en la intelectualidad (o sea, consiguiendo su “transferencia de lealtad”). No debemos subestimar, menospreciar ni taparnos las narices ante la posibilidad de este último aspecto. Aquellos intelectuales que se logre ganar al comunismo y que realmente lo asuman en serio y de todo corazón constituyen un recurso muy valioso para la revolución proletaria y pueden satisfacer una necesidad indispensable respecto al desarrollo concreto del proceso revolucionario. Debemos romper completamente con toda noción de economismo, reificación y venganza que subestimaría y despreciaría la importancia de tales intelectuales y de la necesidad —no solo en ciertos países sino con más importancia en la dimensión internacional— de alcanzar esa “transferencia de lealtad”, incluso ahora, de un núcleo reducido en la intelectualidad, incluso atrayendo y desarrollando a una pequeña cantidad de personas que sí lleguen a estar muy empapadas en el comunismo y la revolución y a ser sus defensores apasionados y enérgicos.
Por puro deseo y voluntad, no podremos hacer que desaparezcan las contradicciones ligadas a los fenómenos de los que he estado hablando — el papel y la importancia de los líderes individuales que sobresalen o de un pequeño núcleo dirigente de un partido, o de un partido de vanguardia como fuerza dirigente en general en relación a las masas populares y la lucha revolucionaria que se requiere para su emancipación y representa el camino hacia la misma. Para repetir, “Así son las cosas”. Así es la situación para nosotros en el proceso de hacer la revolución, así son las condiciones materiales que tenemos que confrontar y transformar — una vez más, transformar la necesidad en libertad mediante lucha y no mediante intentos de eludir la necesidad o evitar las contradicciones.
Pero podemos y debemos estar conscientes de estas contradicciones, mantenerlas en mente constantemente y bregar con ellas de una manera concebida estratégicamente — a fin de desarrollar continuamente a nuevos líderes y fortalecer continuamente y desarrollar la colectividad de núcleos dirigentes para la lucha comunista. Se trata de un reto y tarea muy importante para los mismos partidos pero especialmente en el contexto actual y en vista de la encrucijada que todo el movimiento comunista enfrenta, también es un reto y tarea muy importante a nivel internacional.
No podremos prescindir de los núcleos dirigentes y de los líderes individuales que sobresalen donde surjan objetivamente y jueguen ese papel — y de hecho debemos reconocer el carácter y papel positivo y primordialmente principal de los mismos. Pero, al mismo tiempo, debemos “bregar” con las contradicciones ligadas a eso de manera consciente y sobre la base correcta.
Si tratamos de manejar las contradicciones inherentes al papel desproporcionado de las vanguardias, de los núcleos dirigentes y de los líderes individuales que sobresalen en los casos en que se presenten, socavando y disminuyendo de forma artificial el papel de esas vanguardias, núcleos dirigentes y líderes individuales que sobresalen, habrá resultados muy malos y habrá efectos muy perjudiciales para la causa de las personas en cuyo nombre con frecuencia se presentan estas críticas ultrademocráticas y democrático-pequeño burguesas contra el liderazgo y contra los líderes individuales. Lo que se requiere, en oposición a aquello, es una orientación de reconocer, confrontar y luchar para transformar las condiciones objetivas materiales que dan origen a la necesidad de tener tales vanguardias, núcleos dirigentes y líderes individuales y sobre esa base, trabajar para hacer que esa contradicción se desarrolle de manera positiva, no despreciando y disminuyendo el papel de las vanguardias, de los núcleos de liderazgo y de los líderes individuales que sobresalen en los casos en que surjan y jueguen ese papel sino atrayendo y desarrollando a nuevas olas de dirección. Para esto es necesario trabajar conscientemente para elevar el nivel de aquellos que están comprometidos a la causa comunista pero que todavía no son capaces de jugar un papel de liderazgo en general — facilitando que desarrollen cada vez más su capacidad de captar y aplicar la orientación y método científico del comunismo y así tomar la iniciativa de dirigir. Con esa orientación es posible tener resultados muy positivos y hacer una contribución muy importante a la lucha revolucionaria y a la causa de la emancipación de las masas populares, para las cuales la dirección de veras tiene que existir — una dirección cuyo papel es precisamente el de capacitar a las masas para que puedan emanciparse a sí mismas elevando continuamente su capacidad de luchar conscientemente para aquel objetivo.
Continuará.