Tras el asesinato de Mahsa Amini a manos de la odiada patrulla asesina de la República Islámica, miles de personas se levantaron en docenas de ciudades y provincias, y de nuevo Irán está presenciando un levantamiento popular masivo y generalizado. Pero lo actual es un acontecimiento cualitativamente diferente a los levantamientos populares magníficos de los años recientes. Es el comienzo de una situación que podría conducir al derrocamiento de la República Islámica.

Este es un movimiento revolucionario que tiene a las mujeres al centro, y especialmente a las mujeres y hombres jóvenes, rebeldes y desafiantes — un movimiento que hasta ahora ha hecho avances sociales e históricos sin paralelo.

1. De las calles a las universidades, a escala masiva, las personas han estado prendiendo fuego y pisoteando al hiyab obligatorio, uno de los cimientos ideológicos y de fe del gobierno basado en la religión de la República Islámica. Ya que el hiyab obligatorio simboliza el reino caduco de la jurisprudencia islámica sobre Irán, esta furia incendiaria contra el hiyab contiene dentro de sí las semillas de la oposición a la propia ley sharia.
   Cuando un mulá recitaba las oraciones rituales sobre el cadáver de Mahsa (Jina) Amini durante su funeral en la ciudad de Saqqez, un hombre gritó: “Islam mató a esta mujer por cuatro mechones de pelo. Lárguese y llévese su Islam consigo”.
   Una lucha unida para enterrar el hiyab obligatorio es el constante deber y meta de este levantamiento revolucionario. Actuar en contra de un símbolo odiado de la opresión da un golpe al mero corazón del islamismo reaccionario, y una victoria podría abrir el camino para derrotar otros bastiones ideológicos y políticos de la República Islámica. Nunca quitemos la demanda de “enterrar al hiyab obligatorio” del programa central de este movimiento.
2. El espíritu combativo de los jóvenes y del pueblo y su asombrosa audacia al atacar a las fuerzas policiales y a las fuerzas represivas.
3. El espíritu popular de solidaridad y empatía, de Tabriz a Kurdistán y de Gilán a Mashhad.
4. El apoyo internacional de parte de algunas activistas del movimiento femenino, intelectuales y artistas. Esta ola de apoyo internacional es un factor que no hemos presenciado durante otros movimientos y levantamientos populares en Irán en años recientes. Es necesario que se oiga por todas partes el odio de las mujeres iraníes por el hiyab obligatorio, y que sus voces formen parte del movimiento global de las mujeres. Es el deber de toda fuerza progresista y revolucionaria, y de las activistas del movimiento de las mujeres, llevar esta demanda a los movimientos feministas y de las mujeres. ¡Ya se acabó la época del espejismo del relativismo cultural de que “el hiyab es una vestimenta autóctona de las mujeres del Medio Oriente”!
5. De mayor importancia, el potencial radical y revolucionario de los brotes de furia de las mujeres puede ser la columna vertebral de la revolución en este país y en el mundo. Los escritos de la nueva síntesis del comunismo [cuyo arquitecto es Bob Avakian], y los documentos de nuestro Partido, recalcan repetidamente que las mujeres son una fuerza social muy importante contra el sistema patriarcal del capitalismo-imperialismo que impera en el mundo. Las mujeres son una fuerza explosiva que pueden y deben convertirse en luchadoras pioneras en las líneas del frente y en lideresas estratégicas contra todo el sistema.

Vimos llamas volcánicas de furia y empoderamiento en las escenas enorgullecedoras de los días recientes. El comienzo de un proceso revolucionario no asegura su victoria inevitable. La victoria o la derrota de esta revolución depende de varios factores. La cuestión clave es que en esta ocasión no se debe permitir que se desvíe, que es lo que ocurrió en 1979, y durante la Primavera Árabe [de 2011]. Este movimiento revolucionario no surgió espontáneamente, y no ganará espontáneamente.

El proceso revolucionario que ocurre en Irán hoy en día, que incluye el papel pionero de las mujeres y la participación de muchos de los diferentes elementos de la sociedad, resulta de una variedad de factores y contradicciones. Pero en última instancia, este proceso revolucionario surgió de dos factores interrelacionados:

El primer factor es la naturaleza y el funcionamiento del propio sistema, que ha repugnado a las masas de personas y les ha dado razón para despreciarlo. No importa lo que la mayoría de las personas, o un sector importante de ellas, piensen del sistema en un momento dado, ni de que se inclinen hacia la “reforma y moderación” y digan, “No nos interesa la política”, y guarden ilusiones religiosas y pequeñoburguesas sobre un “movimiento pacífico”. Lo que importa es que el mismo funcionamiento del sistema del capitalismo inflige explotación, opresión y discriminación en varias formas a la inmensa mayoría de la sociedad. Esta dinámica ha provocado la animosidad y furia del pueblo que puede llevar a levantamientos, y a brotes revolucionarios.

Segundo, los cuarenta y pico años de resistencia contra este régimen —desde el levantamiento de cinco días de mujeres contra la imposición del hiyab obligatorio (que se inició el 8 de marzo de 1979) y la batalla del Kurdistán de 1980, al levantamiento en Amol en 1981 bajo la dirección de Sarbedarán, y las luchas armadas de los años 1980, desde los miles de hombres y mujeres ejecutados por la RII en 1988 y la resistencia civil y política continua de las mujeres contra el hiyab hasta los levantamientos de enero de 2018 y noviembre de 2019— resistencia llevada a cabo en diferentes maneras por la sociedad en conjunto y por las mujeres en particular. [Sarbedarán era una organización comunista revolucionaria, un predecesor del PCI (mlm).]

Es un factor importante el de que nunca se extinguió la llama de la resistencia en esta sociedad, aunque fuera pequeña y de un sector minoritario de la sociedad. Partes de la sociedad y del pueblo continuaban oponiéndose a la totalidad de la República Islámica, a pesar de las contramedidas que empleara el enemigo, desde las ejecuciones de los años 1980 a la masacre de 1988, hasta el mísero proyecto de reforma y moderación. Luchamos muchas veces en esta batalla, hicimos frente al enemigo y ofrendamos la vida, nos encarcelaron, nos torturaron, nos ejecutaron, nos derrotaron y nos levantamos a luchar de nuevo. Pero en esta ocasión, tenemos que avanzar hacia el futuro con la visión de la victoria en el horizonte.

Uno no puede predecir lo que ocurrirá en este proceso revolucionario, pero una cosa queda clara:

Hasta la victoria de una revolución real, nos queda por delante una batalla prolongada con altibajos.

Nosotros, los comunistas revolucionarios, y las fuerzas progresistas —defensores de derechos humanos, intelectuales, activistas políticos— tenemos que poner al descubierto las falsas ilusiones, las que instigan algunos grupos de oposición, tales como “a tomar el camino más rápido hacia un arreglo” con la República Islámica, y a oponernos a las instrucciones que emiten al movimiento con el apoyo de instituciones en los gobiernos imperialistas y regímenes regionales.

La lucha por derrocar a la República Islámica sobre una base que beneficie, en última instancia, al pueblo, es una batalla prolongada. Es improbable que se repita el escenario en que se llegue a un acuerdo apresurado, como ocurrió en 1979, cuando las potencias mundiales negociaron un acuerdo para el cambio de régimen. Ello se debe a una variedad de factores, pero principalmente a la desintegración de la unidad entre las potencias del mundo. A diferencia de 1979, no hay ninguna Guadalupe donde los imperialistas occidentales pueden sentarse alrededor de una mesa redonda. [Guadalupe es una isla francesa en el Caribe donde en 1979, los líderes de cinco países imperialistas occidentales negociaron una reconciliación entre Jomeini y sus aliados islamistas con las fuerzas armadas de Irán.]

Una revolución real tiene que arrancar de raíz a todo el sistema existente, el sistema capitalista y el modo de producción capitalista, porque la propia naturaleza y funcionamiento del sistema produce y reproduce todas las formas de explotación y opresión, entre ellas la opresión de las mujeres. En cualquier sociedad capitalista, es el estado el que impone este sistema, una dictadura de la clase capitalista. En Irán, ese estado toma la forma de una superestructura islamista. [La superestructura consta del gobierno, las fuerzas armadas, la policía de la moralidad, las cortes, los medios de comunicación, las mezquitas y escuelas, etc.] Para eliminar la fuente de todas las formas de opresión y explotación, para enterrar el velo y la opresión de las mujeres, para erradicar la pobreza, la miseria y el hambre, para eliminar la opresión nacional y la tiranía cultural y política, para salvar el medio ambiente, tenemos que derrocar a la República Islámica decadente y sobre sus escombros construir un sistema económico y social completamente diferente, a saber, la “Nueva República Socialista de Irán”.

Notas

• Avakian, Bob (2017) El Nuevo Comunismo. Traducido a persa y publicado por el Partido Comunista de Irán (mlm), pp. 272-277
• Partido Comunista de Irán (mlm) (2016) Programa y Revolución Comunista en Irán (en persa), pp. 41-44