Hoy, hay personas que se describen a sí mismas como “abolicionistas”. Además de la abolición de la esclavitud literal que aún existe en el mundo de hoy, para algunas personas la “abolición” se refiere a poner fin no solamente a la discriminación racial que impregna la ley y la ejecución de la ley en Estados Unidos, y la encarcelación en masa que está estrechamente vinculada con eso, sino también poner fin a una sociedad que requiere e institucionaliza estos ultrajes. Pero lo que estos abolicionistas no dicen —y lo que es críticamente importante reconocer, y en torno a lo que es críticamente importante actuar en consecuencia— es la verdad de que, para hacer nacer una sociedad, y un mundo, que realmente eliminarán y superarán la opresión racial, en todas sus formas, así como todas las otras relaciones de opresión y explotación, se requerirá el derrocamiento revolucionario de este sistema del capitalismo-imperialismo y su reemplazo por un sistema socialista, con el objetivo final del comunismo.
Un artículo en revcom.us expone esta verdad muy básica y crucial:
No se puede crear una sociedad radicalmente diferente y emancipadora, que actúe para abolir toda opresión y explotación, sin romper el control violento de los capitalistas sobre la sociedad (la dictadura de la burguesía) y sin establecer una forma socialista radicalmente diferente de gobierno (la dictadura revolucionaria del proletariado). Y únicamente con este sistema socialista es posible brindar el apoyo más poderoso a la lucha revolucionaria en todo el mundo1.
Sin esto, simplemente no hay modo de abolir la sistemática discriminación, brutalidad y asesinato abierto por la policía, y no hay modo de eliminar la encarcelación en masa y lo que equivale a la tortura en la prisión de millones de personas, especialmente hombres negros y latinos (y números cada vez mayores de mujeres). Para decirlo sin rodeos: independientemente de sus intenciones, aquellos que hablan de la “abolición”, sin hablar de la necesidad de esta revolución, son las “víctimas necias del engaño ajeno y propio” (para usar una importante formulación de Lenin, el líder de la revolución rusa de 1917, que hizo contribuciones crucialmente importantes a la teoría comunista).
En un artículo anterior (“La policía y las prisiones: Ilusiones reformistas y la solución revolucionaria”), he hecho un análisis científico de por qué la idea de abolir (o “desfinanciar”) a la policía y abolir las prisiones bajo este sistema es una ilusión seria y dañina2. Y, de hecho, como lo explica la Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte, de mi autoría, incluso en la sociedad fundamentalmente diferente y emancipadora para la cual esta Constitución presenta una visión panorámica y un plano concreto, aún habrá una necesidad de tener fuerzas de seguridad y prisiones, aunque estas instituciones serán radicalmente diferentes y servirán a propósitos radicalmente diferentes que las instituciones de este tipo (policías y prisiones) bajo este sistema del capitalismo-imperialismo3.
Y así se presenta de manera aguda la pregunta: ¿Si realmente quieres abolir las prisiones y la policía las que encarnan e imponen una injusticia terrible y asesina —si realmente quieres abolir la supremacía blanca sistemática, sistémica e institucionalizada—, por qué no dedicas tus esfuerzos a abolir todo este sistema que requiere todo esto, y a reemplazarlo con otro sistema que no lo requiere?
¿Por qué no empiezas a participar activamente en el movimiento, con la dirección del nuevo comunismo, para preparar y luego llevar a cabo una revolución real para derrocar este sistema, y crear algo mucho mejor, con el objetivo de la abolición de toda explotación y opresión, en todas partes, tal como lo describe la Constitución para la Nueva República Socialista en América del Norte?
Esa sí que es una abolición a la cual vale la pena dedicarle la vida.
Nuevo artículo de Bob Avakian próximamente en revcom.us:
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El marxismo vivo contra el marxismo vulgarizado
Una revolución liberadora, y no un reformismo muerto
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