Mientras los gobiernos del mundo se reúnen en Glasgow para su cumbre climática global, esto está ocurriendo en el contexto de una rivalidad interimperialista muy aguda e intensificada, especialmente ahora entre Estados Unidos y China1 y en segundo lugar con países como Rusia. Esto es parte de por qué la llamada “comunidad internacional” oficial no puede unirse para resolver el problema del calentamiento planetario bajo este sistema2 — es una “comunidad” plagada de conflictos e impulsada por intereses en competencia. Si bien no sabemos exactamente qué sucederá en Glasgow, sí sabemos por acuerdos anteriores como París y por los objetivos iniciales de reducción de emisiones presentados al empezar la cumbre de Glasgow que esto no se acercará para nada a lo que se necesita en este momento de la historia, lo que incluye a medida que la ciencia del clima ha avanzado y tenemos una idea más completa de la magnitud de la crisis.
Como parte de esto, también es probable que se dé una intensa rebatiña en el frente de las “relaciones públicas”, en que Estados Unidos y Biden se adjudiquen escandalosamente el “liderazgo climático”. Por un lado, Estados Unidos es el impulsor más grande del cambio climático en la historia; en repetidas ocasiones ha intentado sabotear y bloquear los acuerdos climáticos internacionales; la emisión promedio de carbono por persona en Estados Unidos es la más alta del mundo; y Estados Unidos es el más grande productor mundial de petróleo y gas. Por otro lado, ¡los demócratas intentarán anotar puntos contra sus rivales imperialistas globales por estar rezagados en lidiar con el cambio climático! Y al mismo tiempo, Biden estará maniobrando para que sus cosas podridas no se vuelvan tan reveladoras que vaya a alienar a la propia base social de los demócratas en los Estados Unidos, que incluye a sectores enteros de la población que están genuinamente preocupadas por el clima.
Teniendo esto en cuenta, es importante tener una perspectiva científica sobre cuál es el verdadero problema —quién es desproporcionadamente responsable de las emisiones de gases de efecto invernadero y del calentamiento planetario asociado— para que sea posible evaluar críticamente sus palabras y hechos.
Aquí va el marco básico:
A los niveles actuales, China es el más grande emisor de dióxido de carbono (CO2) del mundo por el uso de combustibles fósiles, y Estados Unidos es el segundo más grande. China emite más del doble del CO2, uno de los principales gases de efecto invernadero que causan el calentamiento planetario, que Estados Unidos: el 29% de las emisiones mundiales en el caso de China frente al 14% de Estados Unidos.
Pero la estadística más importante en términos de responsabilidad histórica y factor causal del calentamiento planetario es la cantidad cumulativa de emisiones de gases de efecto invernadero desde la Revolución Industrial a mediados del siglo 18. Esto es crucial porque una vez que los gases de efecto invernadero están en la atmósfera, algunos de ellos permanecen ahí durante cientos de años.
Primero, la realidad es que Estados Unidos, el Reino Unido y Europa occidental han sido directamente responsables del 52% de todas las emisiones de CO2 desde 1751 hasta 2016. Tan sólo Estados Unidos representa el 25% de esas emisiones cumulativas. Por lo tanto, como ha señalado James Hansen, célebre climatólogo y uno de aquellos que dieron la alarma desde el principio sobre el calentamiento planetario: “Estados Unidos es, con mucho, más responsable que cualquier otra nación por el aumento asociado de la temperatura planetaria”3.
Según Statista.com: “Estados Unidos ha emitido más de 400 mil millones de toneladas métricas de dióxido de carbono a la atmósfera desde el nacimiento de la revolución industrial, lo que convierte, con mucho, a Estados Unidos en el más grande contribuyente a las emisiones globales de dióxido de carbono, por haber producido casi el doble la cantidad de emisiones que el segundo emisor más grande, China”4. Como señala el corresponsal de Statista: “Hasta principios del siglo 20, Europa era responsable de la mayoría de las emisiones regionales de CO2, especialmente el Reino Unido, desde donde se extendió por primera vez la industrialización. No fue hasta mediados de la década de 1850 que Estados Unidos comenzó a dejar su huella en los niveles de emisiones cuando el país comenzó a convertirse en una gran superpotencia”.
Las emisiones de China aumentaron múltiples veces desde la derrota del socialismo en 1976, y como potencia capitalista en rápido crecimiento, la “fábrica” subcontratada del imperialismo estadounidense, con un consumo creciente de carbón para energía, el que es el más sucio de los combustibles fósiles5. Todo esto sustenta aún más la necesidad de deshacernos de este SISTEMA del capitalismo-imperialismo, en Estados Unidos y por todo el mundo
En marcado contraste, la mitad más pobre de la población del mundo —3.500 millones de personas— es responsable de tan solo el 10% de las emisiones de carbono cumulativas.
Otra medida importante son las cifras nacionales de emisiones de CO2 por persona (emisiones per cápita). Tanto en términos de emisiones actuales per cápita como de emisiones cumulativas per cápita, las cifras de países como China e India son dramáticamente más bajas que las de Estados Unidos. Una vez más, como señala Hansen, esto significa que “Estados Unidos, por lo tanto, tiene una desproporcionada responsabilidad por el cambio climático creado por seres humanos”.
Es muy importante tener en cuenta todo esto a medida que se desarrolla la Conferencia de Glasgow, en que Biden en el escenario mundial busca ejercer el “liderazgo climático” mientras elude la naturaleza y alcance globales de la responsabilidad histórica de Estados Unidos, sin soluciones reales ni recortes de emisiones proporcionales, pero con toda una ofensiva de relaciones públicas, incluso potencialmente contra China. La afirmación estadounidense de tener “liderazgo climático” es absurda, ridícula y, francamente, criminal, aunque es acertada en un aspecto crítico, como la principal causa de la crisis climática y el principal obstáculo para su solución.