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La pura verdad, verdad liberadora, Séptima parte

Todo lo demás es confusión e ilusión

El programa de la revolución proletaria es el único programa que puede acabar con la opresión del pueblo negro. No hay otro. Eso se debe a una razón fundamental: ningún otro programa puede aislar cabalmente el problema—el sistema capitalista—ni resolverlo mediante la abolición del capitalismo y de todo lo que lo acompaña.

Los soñadores y los oportunistas saldrán con sus "soluciones" de "trabajar con el sistema". ¿Qué fruto han dado esas "soluciones"? Ninguno. Han dejado intacto el sistema, con todo el sufrimiento que causa aquí y por todo el mundo.

Una de las versiones más recientes de esto es la idea de "darle poder a los negros", o sea, de elegir negros a puestos del gobierno. Bueno, en los 20 años pasados miles de negros han sido elegidos a puestos públicos y muchas ciudades importantes, como Detroit, Los Angeles, Atlanta, Filadelfia y Washington, D.C., tienen alcaldes negros. ¿Pero qué se ha ganado? ¿Ha mejorado la situación de las masas negras durante el gobierno de esos alcaldes? ¿Acaso viven mejor las masas negras en las ciudades con alcaldes negros? No. Como hemos visto, su situación ha ido de mal en peor.

Lo que hay que comprender es que en esta sociedad la clase dominante capitalista maneja las elecciones. Esa clase dominante maneja y controla la economía, y como resultado maneja y controla el poder político. No importa quién sea alcalde o presidente, la clase dominante controla el Estado: la policía y las fuerzas armadas, las burocracias del gobierno, los tribunales y el resto del "sistema de injusticia". La clase dominante usa las elecciones para engañar a los gobernados. A lo sumo, ¡las elecciones permiten que los oprimidos "escojan" cuál grupo de opresores los robará y atormentará! Ese es un hecho básico de la vida en este sistema. Que lo traten a uno como "ciudadano de segunda clase" y le nieguen el derecho a votar es indignante; pero que le digan que en este sistema los oprimidos pueden conseguir poder—poder para cambiar la sociedad conforme a sus intereses—por medio de las elecciones, eso también es indignante y solo sirve al opresor.

Es cierto que algunos negros de la clase media han conseguido trabajo en las burocracias del gobierno o se han beneficiado indirectamente porque hay más negros en el gobierno. Y hay casos donde, por un tiempo, cuando eligieron un alcalde negro o emplearon más policías negros, los asesinatos de negros a manos de la policía disminuyeron. Pero hay que decir dos cosas al respecto.

Primero, esta reducción de asesinatos de negros por la policía está ligada con una estrategia de la clase dominante de acorralar a los negros en los ghettos, sin darles—especialmente a la juventud—ninguna esperanza de una vida mejor con dignidad, y de crear una situación donde los negros se maten ?entre sí. De esa manera las autoridades pueden lavarse las manos, pueden decir que no tienen la culpa, que es culpa de los mismos negros.

Pero en segundo lugar, los asesinatos de negros por la policía y el maltrato en general de los negros están en aumento otra vez, incluso en las ciudades con alcaldes negros. Y no olvidemos la masacre de MOVE en 1985. Después de bombardear una casa, matar hombres, mujeres y niños, e incendiar toda una cuadra de un barrio negro para erradicar "a la secta radical MOVE", el alcalde Wilson Goode de Filadelfia dijo que si fuera necesario ¡lo volvería a hacer! Que sea una advertencia de lo que son capaces de hacer los alcaldes negros al servicio de la clase dominante, para quien sirven de pantalla. Que sea un símbolo de la bancarrota de chanchullos para "darle poder a los negros" que prometen resultados si se "trabaja con el sistema".

Quienes proponen la estrategia de "trabajar con el sistema" suelen decir que ese es el legado de Martin Luther King, Jr. Y es verdad. El propio King escribió en 1968 que

"La revolución racial en América ha sido una revolución para `participar' y no para destruir. Queremos una parte de la economía estadounidense, el mercado de vivienda, el sistema de educación y las oportunidades sociales. Esta meta indica que el cambio social en América no debe ser violento" (de Where Do We Go From Here, pág. 130).

Lo que dice King aquí no tiene nada que ver con la revolución. Apela a las aspiraciones de los negros de la clase media y alta de conseguir una "tajada" mayor del botín imperialista. Pero los violentos levantamientos revolucionarios de las masas mandan a volar esas tramoyas. Cuando King hablaba de la no violencia, era solo para las masas oprimidas. De hecho, cuando estallaron las rebeliones negras en los años 60, King declaró: si tiene que derramarse sangre, que sea la nuestra. Y en medio de la más poderosa de ellas, la rebelión de Detroit en 1967, King se unió al coro que pedía intervención militar para sofocarla con despiadada violencia, como ocurrió.

La posición de King ante los sucesos de los años 60 se opuso directamente a la de Malcolm X. Aunque fue nacionalista, no comunista, Malcolm fue un nacionalista revolucionario y denunció los crímenes del sistema, no solo los que comete contra los negros sino contra todos los oprimidos de Estados Unidos y del mundo. Malcolm declaró con audacia que si el sistema no quería darle libertad y justicia a sus víctimas, había que tumbarlo. Pese a las mentiras de hoy para tergiversar esto, Malcolm se opuso firmemente al papel de Martin Luther King y los demás negros que colaboraron con el sistema y se pusieron a disimular la realidad de que el dizque "Sueño Americano" es una pesadilla para los oprimidos. Fue por su firme compromiso a expresar los sentimientos más profundos de los oprimidos que Malcolm X fue perseguido y asesinado.

Tres años después, Martin Luther King también cayó asesinado. Pero a diferencia de Malcolm, no lo mataron por ser un paladín de los oprimidos, por tomar partido con ellos contra el sistema que los oprime. King defendió el sistema: su meta era "mejorarlo", no tumbarlo. Cayó en el fuego cruzado de los gobernantes asesinos de ese sistema; el mismo fuego cruzado en que cayeron John y Bobby Kennedy, los titiriteros de King. Así que los que hoy recomiendan "trabajar con el sistema", con sus trágicas consecuencias para los oprimidos, efectivamente siguen el legado de Martin Luther King.

Otro tanto hace gente como Jesse Jackson, y eso se vio en sus recientes campañas electorales. Decir que habla en nombre de los oprimidos cuando aspira al puesto de máximo opresor es ridículo. El "presidente" del sistema que nos oprime no puede representar a los oprimidos. ¡Es como si el "presidente" de los tiburones dijera que representa a los peces que se comen!

Para colmo, Jackson se ha declarado "general" de la "guerra contra la droga", sabiendo perfectamente que en realidad es una guerra contra el pueblo dirigida desde los más altos niveles de la clase dominante. Si Jackson realmente quiere servir a los oprimidos, que declare una guerra contra el sistema que es culpable de haber creado la situación que envenena al pueblo con drogas, y luego usa esa situación para darle más duro con el martillo de la represión a las masas populares. Que diga ante el pueblo: El problema es el sistema. El sistema ha causado un sufrimiento incalculable e innecesario de millones, de miles de millones, aquí y en todo el mundo. Y hasta que lo tumbemos esto no va a cambiar. Pero Jackson no va a decir eso; no le conviene: sabe quién le "da de comer": el mismo sistema que le da palo a las masas oprimidas a quienes sí les conviene declararle guerra al sistema hasta vencerlo.

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