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Sermones en la boca de los sacerdotes de la justicia transicional

Somayeh Kargar

De la redacción: Reimprimimos una reciente presentación de Somayeh Kargar durante una discusión de Zoom con el tema “En busca de la justicia: calidad, estrategia y objetivo” organizada por el Comité en Memoria de la Masacre de los Prisioneros Políticos de 1988. Somayeh, ex prisionera política en Irán, fue arrestada en octubre de 2020 (justo antes del primer aniversario del levantamiento de noviembre de 2019). Fue acusada de establecer y dirigir el Colectivo de Mujeres Osyan1 y de actuar para el Partido Comunista de Irán (marxista leninista maoísta (mlm). Entre sus coacusados figuraban Nahid Taghavi y Mehran Raouf, de doble nacionalidad retenidos injustamente en el penal Evin. Somayeh estuvo recluida en régimen de aislamiento en la prisión de Evin durante muchos meses, pero la enérgica defensa que hicieron de ella sus abogados, y la evidencia de que no podía soportar físicamente el encarcelamiento debido a una enfermedad aguda, hicieron que la pusiera en libertad y que se archivara su caso. Su presentación fue traducida y revisada para su publicación del persa al inglés, y del inglés al español, por voluntarios de revcom.us. El original en persa de su presentación se halla en cpimlm.org del Partido Comunista de Irán (mlm). 

Iran ex-prisoner Somayeh Kargar speaking at Stop the Executions rally in Berlin, June 24, 2023, holding a photo of prisoner Nahid Taghavi.

 

Somayeh Kargar pronuncia un discurso en la manifestación Alto a las Ejecuciones, en Berlín el 24 de junio de 2023, con una fotografía de la prisionera Nahid Taghavi.    Foto: freeiranspoliticalprisonersnow.org

El vínculo entre la masacre de una generación de activistas de los años 1980 y el Movimiento Buscadora de la Justicia que surgió del Levantamiento Mujer, Vida y Libertad es la cuestión de cómo tomar el poder político. Y la cuestión a resolver es cuál camino tomar: ¿el camino de la reforma o el camino de la revolución?

Es por eso que diferentes fuerzas sociopolíticas han entrado a este escenario y están tratando de promover el camino que facilite la toma del poder por la clase que prefieran [o representen]. Partiendo de servir a uno de estos dos caminos, varias formaciones han entrado en escena y están tratando de configurar el escenario [político], al extremo de redefinir y reinterpretar un acontecimiento del pasado como la masacre de 19882.

Usan términos como justicia transicional, derechos humanos y narrativa para imponer su propia versión a la demanda [popular] para una revolución que surgió en el levantamiento de Jina y para desviarla hacia el canal del “cambio de régimen”. Y aquí no me refiero tan sólo a las fuerzas de derecha. Hasta un sector de aquellos que se consideran parte de la Izquierda está actuando en se sentido. Este es un problema grave que deben abordar las fuerzas políticas, al menos aquellas que dicen estar a favor de la revolución.

La masacre de los prisioneros políticos en la década de 1980, especialmente la masacre de 1988, es un crimen que provino como parte esencial del funcionamiento del sistema gobernante en Irán. Los crímenes judiciales del régimen provienen de su carácter de régimen capitalista teocrático-fascista (del tipo que depende del capitalismo-imperialismo). Se puede encontrar evidencia de esto en los 45 años de testimonios y documentos gubernamentales, en las teorías sociales de los líderes y jefes de la República Islámica, en las doctrinas de seguridad del país, su constitución, en el código penal islámico y sus leyes punitivas —que imponen un estatus inferior a las mujeres con la imposición del hiyab obligatorio— y en las transcripciones de sus tribunales “revolucionarios”, con su represión, encarcelamiento, tortura y ejecuciones sistemáticas durante los levantamientos de 2018, 2019 y el levantamiento de Jina.

Las masacres de los años 1980 no son alguna narrativa. Son una realidad, y una consecuencia de cómo funciona el sistema gobernante. Convertir esto en una “narrativa” con “sub-narrativas” —la llamada “verdad-narrativa” de la República Islámica, la “verdad-narrativa” de los mártires, la “verdad-narrativa” de las familias— altera la naturaleza del acontecimiento y deja espacio para la justificación y la continuación de tales horrores. Crea una atmósfera de duda y negación del acontecimiento, o lo atribuye a las acciones y estados de ánimo de tal o cual individuo. En semejante ambiente, la República Islámica se atreve a decir que no hubo tal masacre, ¡o que hicieron lo correcto!

Algunos intelectuales, influenciados por la doctrina posmodernista de la narrativa, dicen que deberíamos reconocer los puntos de vista de todos los partícipes: ¡la República Islámica, las familias, nosotros mismos, los muertos! Escuchemos todas las narrativas para que podamos “reconocer nuestros propios demonios internos y criticarlos”3.

“Reconocer los puntos de vista” significa que todos tienen la culpa de ese crimen. Ofusca o al menos disminuye la culpabilidad del estado, trivializando las acciones represivas aplicadas por el estado para mantener su control del poder político. De hecho, esto conducirá a cuestionar ¡por qué los muertos se atrevieron a exigir una revolución! Los argumentos impulsados por las narrativas sobre el levantamiento de Jina se reducirán a cuestionar si Jina siquiera tenía el “derecho” a vestirse [tal como estaba]. ¿Por qué ella no siguió las normas sobre el hiyab obligatorio? ¿Por qué la gente protestó y causó más muertes? En una palabra, “normaliza el mal” [por parte del régimen].

Durante su período de influencia y poder, las fuerzas reformistas en la República Islámica y su “movimiento de mujeres” inyectaron este modo de pensar en la mente de la gente (por ejemplo, con la “Campaña de un millón de firmas”), y sus efectos aún son influyentes.

Éste es el problema entre “narrativa” contra verdad. El hecho es que el poder estatal existe. La realidad está ahí, la veas o no. La “narrativa” no “ve” y no permite que otros vean el funcionamiento del sistema que lo lleva a matar, oprimir, encarcelar y ejecutar.

En cierto momento, dijeron algunos cuantos reformadores del gobierno, bajo la presión de las revelaciones de las masacres de los años 1980: “¡Cometimos un error!” Hicieron pública una grabación de [el entonces ayatolá] Montazerí en la que éste dice que esa masacre fue un crimen que pasará a la historia. ¡Pero eso no es suficiente! ¿Qué tiene este gobierno, y este poder político, que requiere la represión?

Cualquier explicación que revele solo una parte de la verdad la distorsiona. La narrativa que presenta a los mártires de los años 1980 como víctimas es incompleta y, por lo tanto, contradice la realidad. Los mártires de la década de 1980 tenían ideales y ofrendaron la vida por esos ideales. La masacre de 1988, aunque importante, es solo una porción de los crímenes y la represión de la República Islámica. El objetivo del régimen era, mediante el uso de dagas y hierros de marcar, convertir a una generación revolucionaria en un espejo-terror como advertencia para las generaciones del futuro.

Justicia transicional

Con conceptos como justicia transicional, en lugar del “derrocamiento de la República Islámica con la realización de una revolución”, crea una ideología de “coexistencia pacífica” con este régimen que convierte a estos criminales en socios de una “transición pacífica”.

La clase dominante del estado y su sistema capitalista necesitan producir y reproducir la opresión y la explotación utilizando diversos métodos, a la vez que impiden la rebelión y la resistencia contra estas condiciones, o desvían la rebelión y la resistencia hacia canales que no pueden alcanzar el nivel de un derrocamiento revolucionario del estatus quo.

La justicia transicional es una solución creada por las instituciones y los centros de expertos del sistema mundial imperialista, que tiene por objeto un “cambio de régimen” en Irán a la vez que evitan el colapso de las estructuras de la ley y el orden (fuerzas militares y de seguridad), como ocurrió cuando el régimen del sha fue reemplazado por la República Islámica. Uno de los requisitos para plasmar esta solución es apoyarse en las fuerzas gobernantes, o en una parte importante de éstas. La estrategia u hoja de ruta de la justicia transicional se basa en la creencia de que las principales estructuras del poder político (como el IRGC [Cuerpo de los Guardianes de la Revolución de Irán] y el aparato de represión de seguridad) permanecen intactas, y se forma un régimen con la participación de la misma gente y un sector de la “oposición”.

Básicamente, la justicia transicional expresa las ideas de los ingenieros y gerentes del sistema capitalista-imperialista mundial sobre cómo “gestionar” las crisis que inevitablemente surgen como resultado del funcionamiento de sistemas de opresión y explotación brutales en diferentes partes del mundo. Ningún movimiento buscador de la libertad o de la justicia puede o debe impedir que veamos que las raíces de estos crímenes contra la humanidad se encuentran dentro del sistema de explotación y opresión imperialista.

La justicia transicional tiene dos conceptos clave: primero, cree que para construir una sociedad “post-República Islámica”, es necesario llevar a cabo ejercicios en la generación de confianza. El reconocimiento de algunos de los crímenes del régimen anterior y el castigo a sus peores infractores es un ejemplo de ese tipo de medida de generar confianza. Se supone que este proceso ayude a “consolar” a las víctimas y a “tranquilizarlas” para prepararlas para el segundo concepto clave.

El segundo concepto clave de la justicia transicional es de pedir que [todas] las partes (víctimas y criminales) se hagan profundas concesiones entre sí. Una expresión concentrada de esto es el dicho “no olvidamos, pero perdonamos”. Aquellos que defienden este concepto creen que la falta de reconciliación entre las partes impulsará una violencia que sería perjudicial para la “reconstrucción nacional”, y que la “reconstrucción nacional” se hace posible mediante la “reconciliación nacional”. Mientras tanto, para justificar hacer un compromiso con los criminales [del régimen], popularizan la frase “no queremos venganza”. Se trata de una distorsión deliberada porque lo que tenemos que decidir es qué hacer con el régimen, sus instituciones y prácticas, no vengarnos de los individuos. Pero desde la perspectiva de la justicia transicional, ambas partes deben contar su historia y, al final, los criminales [en el régimen] deben pedir disculpas como individuos, sean castigados o no, para crear la reconciliación nacional, ¡y los criminales y las víctimas pueden vivir juntos felices para siempre, con alegría y júbilo hasta el final de su vida! ¡Como una caricatura de Disney! Según la doctrina de la justicia transicional, los sacerdotes predican que los oprimidos se rindan ante el gobierno de los opresores.

Lo que hace que el camino de la justicia transicional sea tan extremadamente reaccionario es la ventaja que le otorga al sistema gobernante, incluida la garantía de su supervivencia. Independientemente de nuestros propios deseos y sentimientos, o de los deseos y sentimientos de sus defensores, la naturaleza objetiva de este punto de vista es reaccionaria y obsoleta y hace falta desenmascararlo explícitamente y rechazarlo como tal. Estar en silencio cómplice al respecto o en cooperación pragmática con este tipo de pensamiento significa darle la espalda al pueblo y a la revolución que nuestra sociedad necesita con tanta urgencia, cuyo primer paso es de derrocar a la República Islámica en su totalidad.

Lenin dice: “Todas las clases opresoras sin excepción necesitan de dos funciones sociales, para salvaguardar su dominio: la del verdugo y la del sacerdote. La función del verdugo es para aplastar la protesta y la indignación de los oprimidos. El sacerdote es para consolar a los oprimidos, pintarles la perspectiva … de que los sufrimientos y sacrificios serán menos duros si no se afecta la dominación de clase, y lograr así que se resignen a esa dominación”.

No deberíamos subestimar el papel que desempeña este concepto. Y no debería haber ninguna ambigüedad en cuanto a cuál clase sirve.

La doctrina de la “moderación” y la “no violencia” ha llegado a ser una barrera contra la necesidad del cambio revolucionario que ha brotado de cada grieta en la sociedad [iraní]. De hecho, la justicia transicional condena los intentos del pueblo de hacer una revolución, pero deja la puerta abierta para que continúe la violencia y represión estatal.

Como explican los sacerdotes de la justicia transicional, su objetivo es de “consolar y tranquilizar” a la “víctima”. Nuestro movimiento buscador de la justicia no puede ni debe actuar dentro del marco de la justicia transicional, que es la línea de compromisos y concesiones a la República Islámica y de adhesión al sistema judicial internacional. Más bien, debe salirse del marco de este sistema y de la forma de pensar que fomenta.

La justicia transicional es un “cambio desde arriba” para resolver la crisis de legitimidad del régimen, de un sistema de horrenda opresión y explotación. Tal vez cambien los nombres y rostros, pero únicamente dentro de los mismos marcos y cimientos. Los crímenes sistemáticos del sistema político y su estado se reducen a decisiones y decretos de grupos de individuos y, en última instancia, a meros individuos. Centrarse en estos comportamientos y en las instituciones y las leyes que los respaldan oculta el [papel del] sistema.

Una variedad de corrientes [políticas] y tendencias ideológicas promueven la justicia transicional, pero su punto de unidad sobre el futuro de nuestra sociedad es lo siguiente: reconciliar los dos lados de la sangrienta batalla de 45 años. Una expresión concentrada de esto es la masacre de 1988. Los intelectuales y los abogados que apoyan con sinceridad la solución de la justicia transicional deben saber que es imposible equilibrar los dos lados de esta enorme división social que, en última instancia, se sitúa entre víctima y verdugo. Intentar forjar semejante equilibrio terminará por favorecer la continuación del estatus quo en una nueva forma.

La justicia transicional llama a las víctimas a ver la situación dentro de un [marco tipo] derechos humanos-la ONU y así tratar de “resolver” el problema. Es un hecho importante que todas las actividades de derechos humanos no podían impedir ni detener la represión contra el levantamiento de Jina por parte de la República Islámica. Basta con examinar los años recientes, en 2017, en 2019, en 2021 y la supresión de las protestas de la gente el año pasado [2022].

Mi intención no es decir que no se deban realizar actividades de derechos humanos. ¡Para nada! Pero si se convierte en el principio y el marco de la búsqueda de la justicia, en realidad pondrá fin a la búsqueda de la justicia. La búsqueda de la justicia por la masacre de 1988 por parte de los supervivientes y los partidarios de las familias, así como de los historiadores investigadores en este campo, pudo continuar porque no se desarrolló en este marco. ¿Cuál es el gran problema con la ONU? Es un sitio de reunión para los gobiernos bajo cuyo dominio se cometieron las masacres de 1988 [en Irán], y que se cometieron y se cometerán otros crímenes en todo el mundo. La Carta de Derechos Humanos de la ONU considera como sagrado el principio de propiedad privada. Todas las supresiones y asesinatos y la necesidad de la existencia de gobiernos represores se deben en última instancia a la preservación de este principio.

Si las personas en el movimiento buscador de la justicia (y en otros movimientos) quieren abrir el camino para el verdadero cambio, deben operar fuera del marco del sistema gobernante mundial y sus instituciones (donde los gobiernos, incluida la República Islámica, tienen un lugar en sus organismos gobernantes), y al margen de la ideología y las estrategias producidas por este sistema. Movilizarse dentro de él, voluntaria o involuntariamente, coopta al movimiento para que colabore con el sistema. Tal vez sea una colaboración infeliz, ¡pero es colaboración al fin y al cabo!

Los gobiernos tienen sus propios intereses. Como vimos en el levantamiento de las mujeres, por la vida, la libertad y más allá. Mientras nuestro pueblo era asesinado, arrestado y ejecutado, las potencias mundiales que supuestamente habían expresado solidaridad con el pueblo iraní estaban negociando en secreto, teniendo un toma y daca con la República Islámica para decidir el futuro de Irán, como deseaban. Los gobiernos tienen sus propios intereses y nosotros, la gente del mundo, tenemos los nuestros. Somos los oprimidos y explotados del mundo. Nuestro interés común es de erradicar estas condiciones, y debemos apoyarnos unos a otros y representar el internacionalismo. Se debe llevar un concepto [diferente] de derechos humanos a la gente de todo el mundo, y hay que hacer retroceder a los opresores apoyándose en la gente del mundo. Esta forma de activismo por los derechos humanos crea un nuevo significado de la libertad: la libertad de todas las personas del mundo para erradicar la opresión y la explotación.

Al poner al descubierto la verdad sobre las masacres de los años 1980, en primer lugar, hace falta no enmarcarlas en sentidos instrumentalistas que sirvan a soluciones reaccionarias y reformistas. En segundo lugar, afirmar o reconocer en toda su extensión la verdad sobre estos asesinatos sigue siendo solamente la mitad del trabajo. Únicamente será posible hacer la justicia erradicando el sistema político, ideológico y socioeconómico del que surgieron este crimen y otros crímenes de la República Islámica. Por lo tanto, “ni perdonamos ni olvidamos”, porque queremos hacer la revolución. Queremos crear un sistema político, económico y social que no necesite oprimir al pueblo. Es posible plasmar este objetivo únicamente por medio de una revolución comunista, cuyo objetivo y hoja de ruta se concentran en el Partido Comunista de Irán (mlm) y en la Constitución de la Nueva República Socialista de Irán.

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NOTAS:

1. Osyan significa rebelión en persa. Es un grupo de mujeres iraníes y afganas quienes son la voz de la rebelión de las mujeres para expresar la determinación y servir a la lucha contra la República Islámica de Irán y contra el Talibán. [volver]

2. La RII mató en secreto a más de 5.000 prisioneros políticos en una serie de ejecuciones en masa durante el verano y el otoño de 1988. El ayatolá Jomeiní emitió una fatwa (decreto teocrático) secreta que estableció un tribunal de ejecución para purgar a la oposición al régimen. Decenas de miles de hombres y mujeres prisioneros políticos fueron llevados ante este tribunal. Miles de personas fueron condenadas a muerte, enviadas de inmediato a la horca y enterradas en fosas comunes anónimas. Todo esto siguió siendo un secreto de estado celosamente guardado durante décadas. Vea “Nasser Mohajer presenta su libro en Libros Revolución-Berkeley” en el programa con el autor de Voices of a Massacre. Es el único libro sobre esta Gran Masacre publicado en inglés. En él, Naser Mohajer documenta el desarrollo de esta masacre, la valentía de los prisioneros, así como la lucha continua y necesaria para exigir justicia. [volver]

3. Una parte de la presentación de Faraj Sarkohi titulada “El significado contemporáneo de la masacre del verano de 1988”, 3 de septiembre de 2023 en el Centro Cultural de Maguncia. [volver]

 

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