El miércoles 11 de mayo, Shireen Abu Akleh, periodista palestina y alta corresponsal de la cadena de noticias Al Jazeera, recibió un disparo en la cabeza y murió mientras informaba de una incursión militar israelí en Yenín, en la región palestina de Cisjordania. Dos días después, un cortejo fúnebre formado por miles de palestinos y un pequeño número de personas de todo el mundo fue atacado por las fuerzas israelíes, las que provocaron a la multitud de dolientes al arrancar las banderas palestinas a un vehículo que encabezaba la procesión y al golpear después a la gente de forma despiadada e indiscriminada, lo que en cierto momento, causó que los dolientes casi dejaran caer el ataúd de Shireen Abu Akleh.
El asalto, en su obscena profanación de un cortejo fúnebre, provocó indignación internacional. Y se produjo mientras se acumulaba evidencia de que, como mínimo, suscita serias dudas sobre la explicación de Israel por la muerte de Abu Akleh.
Una valiente reportera que le daba voz a la vida del pueblo palestino
El funeral de Shireen Abu Akleh, celebrado el 13 de mayo, fue el mayor funeral multitudinario celebrado en Palestina en años, con una manzana tras otra de Jerusalén Este repleta de dolientes desafiantes.
La policía israelí amenazó a los líderes del cortejo fúnebre con que si hubiera cánticos o canciones “incitantes”, o se exhibieran banderas palestinas, detendrían el funeral. Pero las banderas palestinas ondearon, las canciones y los cánticos a favor de una Palestina libre no se silenciaron, y la marcha no se detuvo, ni siquiera ante la feroz agresión de policías con garrotes. En algunos casos, los manifestantes se defendieron a sí mismos y unos a otros contra el brutal ataque policial.
Tras el asalto israelí al cortejo fúnebre, se propagó la indignación. La gente se ha reunido a diario fuera de la casa de Abu Akleh en Jerusalén Este con banderas palestinas para llorar su muerte y celebrar su vida. Los habitantes de la casa y de su vecindario se mantuvieron firmes y no retrocedieron cuando la policía intentó tomar la casa por asalto y obligar a las personas que estaban dentro a retirar una bandera palestina. Un vecino dijo: “Shireen era cristiana y nosotros somos una familia musulmana, pero eso no importaba. Ella nos ha unido”.
Shireen Abu Akleh ingresó en la universidad en Jordania para ser arquitecta, pero más tarde cambió sus estudios por el periodismo. En una ceremonia para conmemorar sus 25 años de periodismo, dijo que eligió esa profesión “para estar cerca de la gente. Quizá no sea fácil cambiar la realidad, pero al menos puedo llevar su voz al mundo”.
Como reportera, sobre todo para Al Jazeera, Abu Akleh dio a conocer al mundo la vida y la lucha del pueblo palestino. Informó desde el interior de las cárceles israelíes donde se torturaba a los palestinos. Corrió grandes riesgos al cubrir el conflicto armado sostenido entre las fuerzas palestinas e israelíes en la ciudad cisjordana de Yenín en 2002, y la horrible muerte y sufrimiento infligidos al pueblo palestino en Gaza en sucesivas matanzas israelíes. Sus reportajes lograron traspasar el encubrimiento de los crímenes israelíes por parte de los medios de comunicación occidentales y los palestinos se fijaron en ella para obtener una visión amplia de la opresión y la represión a la que estaban sometidos como pueblo.
Un habitante de 66 años de edad de la ciudad palestina de Ramala declaró al New York Times: “Cuando vimos que Shireen había sido asesinada, todos lo sentimos, en todos los hogares palestinos. La bala no sólo mató a Shireen, la bala mató a una parte de todos nosotros. Ella era un símbolo, y vivía dentro de todos nuestros hogares”.
Abu Akleh le contó a Al Jazeera que las autoridades israelíes la acusaban constantemente de fotografiar la actividad militar israelí (algo imposible de evitar hacer para cualquier periodista honrado que cubra la noticia en Palestina bajo la constante represión militar israelí, pero es una acusación con implicaciones penales draconianas en Israel). Y ella describió haber sido blanco de colonos sionistas fanáticos que sirven de tropas de choque para la expansión israelí en tierras donde viven los palestinos.
Tras el asalto de la policía israelí con garrotes al funeral de Abu Akleh en Jerusalén Este el 13 de mayo, Gideon Levy, periodista judío israelí, escribió: “Nuestros policías son tropas de asalto. Los palestinos lo saben desde hace tiempo, pero ahora los israelíes tienen que entenderlo también: La policía israelí se ha despojado de toda restricción. Los policías de uniforme azul y los policías fronterizos de uniforme verde se han convertido en tropas de asalto en el sentido más profundo y cargado de este término; no hay otra forma de describirlos”.
Los expertos en tergiversar la verdad provenientes de Estados Unidos dan consejos sobre la gestión de la crisis de un aliado
El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, se mostró “profundamente preocupado por las imágenes en que la policía israelí se entromete en el cortejo fúnebre de la palestina estadounidense Shireen Abu Akleh”. (Abu Akleh nació, creció y vivió la mayor parte de su vida en Palestina, pero obtuvo la ciudadanía estadounidense mientras vivía en Estados Unidos durante un tiempo). Compárese esa declaración obligatoria y tenue con un reciente tuit del Departamento de Estado: “Estamos horrorizados de que periodistas y cineastas —no combatientes— hayan sido asesinados y lesionados en Ucrania por las fuerzas del Kremlin... Eso es otro ejemplo espantoso de las acciones indiscriminadas del Kremlin”. En realidad, se trata de otro espantoso ejemplo de la hipocresía de Estados Unidos en materia del tratamiento de periodistas estadounidenses por parte de países en conflicto con Estados Unidos (como Rusia), en contraposición a países como Israel, que son aliados estratégicos de Estados Unidos.
Y la embajadora de Estados Unidos ante las Naciones Unidas, Linda Thomas-Greenfield —con sus acusaciones (hipócritas) sin demora de crímenes de guerra cuando eso sirve a los intereses de Estados Unidos— se limitó a decir que estaba “profundamente afligida” por las imágenes del funeral. La declaración de Thomas-Greenfield de que “la tragedia de su asesinato debe ser manejada con el mayor respeto, sobriedad y cuidado” sólo puede entenderse objetivamente como un consejo de un alto agente del imperio estadounidense a un aliado clave sobre cómo manejar y encubrir una crisis de relaciones públicas.
Mentiras y encubrimiento
Al principio, el gobierno israelí afirmó que lo más probable es que Abu Akleh fuera abatida por las fuerzas palestinas que participaban en un enfrentamiento armado con las tropas israelíes en otra zona de Yenín distinta a donde se encontraba Abu Akleh. Esas afirmaciones se produjeron en el contexto de las mentiras y distorsiones del gobierno israelí, del gobierno estadounidense y de los medios de comunicación portavoces del imperialismo estadounidense que dan la vuelta a la realidad para afirmar que hay una “ola de terrorismo” en Israel en contra de los israelíes. Como señalamos en nuestro artículo “La VERDADERA ‘ola de terror’ en Israel: La intensificación de la represión al estilo del apartheid y los asesinatos genocidas EN CONTRA DE LOS PALESTINOS”: “Lo que sí está pasando es la intensificación del embate genocida de Israel en contra del pueblo palestino, impulsado por la realidad de que Israel es un estado colonial de colonos en la tierra del pueblo palestino que durante décadas ha servido a los intereses del imperialismo estadounidense”.
Un valioso reportaje de la revista Time documenta el historial de agresiones de Israel a periodistas palestinos, incluidas las palizas policiales ordenadas por los mandos. Y como resume el reportaje de Time: “Negar y desviar la atención es la estrategia habitual de Israel para hacer frente a las muertes de civiles de alto perfil”.
En este caso, los testigos y la investigación posterior han abierto enormes boquetes en la historia israelí. Shireen Abu Akleh estaba con un colega, Alí Samodi, productor de Al Jazeera, ambos con un gran letrero de “PRENSA” en inglés en sus chaquetas. Alí Samodi, que recibió un disparo en la espalda, les dijo a los periodistas desde su cama de hospital que, incluso después de que Abu Akleh cayera al suelo y sus colegas trataran de alcanzarla, las balas seguían llegando. El vídeo del sitio del tiroteo inmediatamente después de que le dieron a Abu Akleh confirma esta versión de los hechos. En una entrevista telefónica desde su cama de hospital, Alí Samoudi dijo: “No había palestinos ni resistencia con armas, ni civiles en la zona”, y añadió: “Caminamos hacia los soldados unos 20 metros. En ese momento, de repente, se disparó la primera bala”.
Otra periodista que se encontraba en el lugar de los hechos, Shatha Hanaysha, intentó acercarse a Abu Akleh después de que le dispararan. Hanaysha tuvo que retroceder debido a una ráfaga de disparos. Hanaysha le declaró a Al Jazeera que las fuerzas israelíes “no dejaron de disparar incluso después de que [Abu Akleh] se desplomara. Ni siquiera pude tender mi brazo para jalarla debido a los disparos. El ejército se empeñó en disparar a matar”. Y dijo: “Creo que lo que ocurrió fue un asesinato con la prensa en la mira”. (Wall Street Journal, 13/05/2022).
Si Abu Akleh efectivamente fuera asesinada por las fuerzas israelíes, no sería la primera vez que la voz de un periodista fuera silenciada violentamente por Israel. Desde 1992, al menos 15 periodistas palestinos y de otros países han sido asesinados por las fuerzas israelíes en los territorios palestinos, según el Comité para la Protección de los Periodistas, con sede en Nueva York. (Véase “El asesinato de Abu Akleh pone de manifiesto los ataques israelíes a periodistas”, Al Jazeera, 05/11/22). Y los violentos ataques de Israel a los periodistas para silenciar el desenmascaramiento de sus crímenes incluyen el bombardeo de las sedes de Associated Press y Al Jazeera en Gaza cuando Israel estaba llevando a cabo una de sus repetidas masacres en esa región de Palestina (véase “Israel bombardea las oficinas de Associated Press y Al Jazeera: Un crimen de guerra para tapar crímenes de guerra”).
La autopsia del cuerpo de Abu Akleh, practicada por la Autoridad Palestina (AP), halló un cartucho de 5.56 mm que le impactó en la cabeza. Se trata de la munición utilizada en los fusiles M-16, el arma estándar de las unidades israelíes en la zona. Los grupos palestinos armados también obtienen y utilizan los M-16 israelíes por diversos medios. Como se ha puesto al descubierto su versión original, Israel está solicitando una investigación conjunta con la Autoridad Palestina (AP) para determinar de qué arma salió la bala diciendo que únicamente ellos [los israelíes] tienen la tecnología y la experiencia para resolver el asunto. La AP se ha negado a ello y ha anunciado que “acudirá inmediatamente a la Corte Penal Internacional (CPI) para perseguir a los criminales”.
Estados Unidos e Israel se han eximido oficialmente a sí mismos de la CPI e insisten en que su jurisdicción se aplica únicamente cuando sirve a sus intereses. Y, como aborda Bob Avakian en la Cuarta parte de una reciente entrevista, en relación con organismos como la CPI que defienden los derechos humanos en abstracto: “en las relaciones de poder actuales que prevalecen en el mundo, no existe ninguna forma concreta de ‘hacer que se cumplan’ estos derechos — y, en un sentido más básico, no existe ninguna forma concreta de ‘hacer que tengan efecto’ estos derechos dentro de los límites de una economía y un sistema político mundial capitalista-imperialista”. Dentro de esos límites, la CPI a veces puede servir de foro para juzgar las acusaciones de crímenes de guerra, y llevar a Israel a juicio en relación con la muerte de Shireen Abu Akleh podría contribuir a llegar a la verdad de lo acaecido. Como tal, cualquier iniciativa para llevar este caso a la CPI contará con la oposición y el bloqueo de Israel.
Cualesquiera que fueran las circunstancias exactas, la muerte de Shireen Abu Akleh estuvo enmarcada y definida por el hecho de que Israel está construido sobre la violenta limpieza étnica del pueblo palestino, mantenida por medio de una brutal represión, terror y asesinato al estilo del apartheid y cada vez más genocida, y que ha contado durante décadas con todo el respaldo del capitalismo-imperialismo estadounidense, que ve en Israel un único e inestimable ejecutor y aliado (véase el número especial de Revolución El caso de ISRAEL: ¿Bastión de ilustración O matón para el imperialismo?).
Tiene que salir a la luz toda la verdad que hay detrás de la muerte de Shireen Abu Akleh, inclusive si formaba parte del patrón y la práctica de Israel de poner en la mira y asesinar a periodistas (un crimen de guerra en sí) a fin de tapar los crímenes de guerra en curso contra el pueblo palestino.