Algunas personas que han dedicado la vida a trabajar por el medio ambiente llevan años argumentando que la aparición de la energía solar comercial y de nuevas baterías más baratas para almacenar la electricidad proporcionará, por fin, una solución concreta y práctica a la catástrofe climática que se avecina velozmente. También han argumentado que con el abaratamiento y la difusión de las energías renovables, como la generación de energía eólica y solar, los capitalistas que manejan el mundo encontrarán que es rentable y deseable hacer un cambio masivo a estas tecnologías. Y que en esencia estos capitalistas dejarán de quemar combustibles fósiles como el petróleo y el carbón que impulsan el cambio climático.
Algunos miembros del movimiento ambiental sostienen que, aunque los capitalistas no “recapaciten” por sí mismos, será posible hacer que se acerquen hacia un remozamiento total con la “energía limpia” mediante la presión de las masas y las campañas populares. El mensaje-lección es que es posible hacer esto dentro del marco de este sistema, y que en realidad es la única manera práctica en que la sociedad humana puede responder a la catástrofe climática1. (Las energías renovables como la solar y la eólica se llaman “limpias” porque no contaminan directamente ni emiten el carbono que atrapa el calor en la atmósfera y conduce al aumento de la temperatura global).
He aquí una “verdad incómoda”: a pesar de todos los avances técnicos de las energías renovables y de todo el alboroto sobre los vehículos eléctricos, los combustibles fósiles siguen representando alrededor del 80% (¡!) del consumo energético de Estados Unidos. Esto es un desastre para el planeta en sí. Otros artículos de revcom.us han analizado por qué los combustibles fósiles son tan esenciales para el funcionamiento rentable y las necesidades estratégicas del imperialismo estadounidense.
Aquí nos centramos en algunos de los “pequeños secretos sucios” que hay detrás de la “energía limpia”.
Una división básica y opresiva en el mundo
Tecnologías como los paneles solares o los coches eléctricos reducen las emisiones de carbono. Pero bajo este sistema capitalista-imperialista, la producción de esta tecnología se lleva a cabo por medio de una división profundamente opresiva y desigual en el mundo, y refuerza esa división: la división entre los países ricos capitalista-imperialistas y los países empobrecidos y oprimidos del Sur global, donde vive la gran mayoría de la humanidad.
Tenemos una situación en la que la mayoría de los “consumidores” de vehículos eléctricos están concentrados en los países capitalistas desarrollados, mientras que la mayor parte de la extracción de las materias primas necesarias para las baterías que los potencian está concentrada en una serie de países oprimidos del Sur global.
El proceso de manufacturar cosas como las baterías esenciales para los coches eléctricos se basa en una explotación brutal y horrible y en una degradación ambiental masiva. Un nefando ejemplo de la realidad que se esconde detrás de la llamada “energía limpia” es la historia de la extracción de cobalto en la República Democrática del Congo, en África central.
El cobalto es un mineral esencial para las baterías avanzadas de uso generalizado hoy en día: en teléfonos inteligentes, computadores portátiles y en coches eléctricos. Sin el cobalto, las baterías tienen que ser el doble en tamaño para mantener la misma capacidad de almacenamiento de energía. El 70% del cobalto que se extrae hoy en el mundo proviene de El Congo2. Se calcula que en 2040 se necesitará 30 veces más la cantidad de cobalto, junto con litio, níquel y otros minerales clave utilizados por los vehículos eléctricos, a medida que crezcan los mercados de estos vehículos.
Dominación imperialista, guerras civiles y saqueo de la República Democrática del Congo
La República Democrática del Congo (RDC) es uno de los países más ricos del mundo en cuanto a riqueza mineral. El cobre, el cobalto, el níquel, el oro, los diamantes y mucho más. Pero desde los tiempos de la trata de esclavos, las riquezas del país y su gente han sido saqueadas sin cesar3. Un observador señaló: “En El Congo, más del 85% de la gente trabaja de manera informal, en empleos precarios que pagan poco, y el costo de la vida es notablemente alto: debido a que la infraestructura del país ha sido devastada por décadas de dictadura, guerra civil y corrupción, hay poca agricultura, y los alimentos y otros bienes básicos son a menudo importados”4.
Esto se debe a la dominación que ejercen las potencias imperialistas extranjeras sobre países como la RDC... la estructuración de esa economía al servicio de las ganancias imperialistas... y el apoyo para los gobiernos “amigos” (o la instauración a la fuerza de semejantes gobiernos), los que actúan como “regímenes clientes” de los imperialistas.
Hay más de 100 grupos armados que operan en El Congo, algunos cuentan con el respaldo de las potencias imperialistas, otros con el de los países vecinos, otros han surgido de rivalidades religiosas y étnicas. El gobierno no puede detener a estos grupos, mientras que al mismo tiempo intenta utilizarlos al servicio de sus fines represivos. Estos grupos luchan entre sí y se aprovechan de las masas. De hecho, algunos de los grupos poseen, controlan y se lucran con las minas de cobalto.
Cinco millones de personas han sido asesinados en las guerras internas en El Congo. Esta es una parte oculta (a los ojos de la mayoría de la población en Estados Unidos) de la realidad letal que hay detrás de la producción de baterías para coches eléctricos. Hay más...
Las grandes corporaciones internacionales realizan la mayor parte de la extracción de cobalto, pero se calcula que entre el 15 y el 30 por ciento del cobalto que se extrae en El Congo proviene de lo que se denominan “minas artesanales”, lo que significa básicamente que los mineros empobrecidos salen a cavar sus propias minas con herramientas manuales.
El trabajo infantil en las minas de El Congo
A continuación presentamos la historia de una de estas minas, publicada por The New Yorker:
En Kolwezi, niños de tan sólo tres años de edad aprenden a extraer el mineral más puro de las losas de piedra. Muy pronto, ya están cargando el mineral para los creuseurs adultos. Los adolescentes a menudo trabajan en turnos peligrosos en pozos desvencijados. Cerca de las grandes minas, impera la prostitución de mujeres y niñas. Otras mujeres lavan el material mineral en bruto, que suele estar lleno de metales tóxicos y, en algunos casos, ligeramente radiactivos. Si una mujer embarazada trabaja con metales pesados como el cobalto, eso puede aumentar las posibilidades de que nazca un niño muerto o con defectos de nacimiento 5. [Los creuseurs son los trabajadores en las minas que no tienen un empleo formal, cavan sus propias minas y se apoderan de lo que pueden conseguir.]
Un joven llamado Ziki trabajó durante años en las minas informales:
Cuando Ziki y sus amigos tenían más edad, empezaron a entrar en los pozos cavados por los creuseurs. Los túneles eran cuadrados, de cuatro o cinco pies de ancho, y de unos dieciséis pies de profundidad. En su interior hacía un calor infernal y el oxígeno escaseaba. “Mientras descendías, había piedras a las que te agarrabas”, recuerda. “Si te aferrabas a la piedra equivocada y se desprendía de la pared, caías en el hoyo. Me topaba con personas mayores que bajaban a los pozos y nos decían: ‘Niños, si entran, morirán’”.
Ziki trabajó en las minas de los alrededores de Kolwezi durante once años. Aunque el gobierno de El Congo decía periódicamente que estaba tomando medidas contra el trabajo infantil, pocos adultos intentaban impedir que él trabajara. “Los soldados nos perseguían”, recuerda. “Si te pescaran, te pegarían”. Y agregó: “Si vendías tus minerales, cuando tenías dinero, había niños callejeros, golpeadores, que podían pararte en la carretera y arrebatarte el dinero. Para pasar con seguridad, tenías que pagar quinientos francos” —unos cincuenta céntimos— “para poder transitar de manera segura. Si no les dabas nada, te pegaban” 6.
Estas condiciones se encuentran en los cimientos y la rentabilidad de la alta tecnología y de la tecnología como las baterías de los coches eléctricos. Ahora las corporaciones que se benefician de esto proclaman que tienen un proceso de “selección” y “auditoría” para que los grandes capitalistas del mundo no utilicen el cobalto y otros minerales procedentes del trabajo infantil y de las minas cuyas ganancias van a parar a grupos involucrados en los conflictos armados. Pero eso es mentira; se mezcla el cobalto procedente de diferentes fuentes. Sin hablar de que de todos modos el trabajo en las minas de cobalto “legítimas” es un horror en sí: con condiciones brutales, se llama al ejército para reprimir las revueltas de los trabajadores, y también se da un amplio uso de los creuseurs que no tienen ni siquiera una pretensión de derechos.
La dominación y explotación imperialista de África, y de los demás países oprimidos del Sur global ha creado y reforzado las condiciones extremas y la desesperación de las masas. Esta es la realidad de la rentabilidad y funcionalidad del capital en el mundo actual7. Lo que ocurre con el cobalto es tan sólo un ejemplo de las brutales condiciones que conllevan las mercancías que la gente de Estados Unidos compra cada día, y que continúan con la nueva tecnología de “energía limpia”. Bob Avakian habló elocuentemente de lo que no se puede ver pero hay sangre en tu teléfono móvil.
Destrucción ambiental procedente de la “energía limpia”
La destrucción masiva del medio ambiente está ligada a la minería y la producción de materias primas en toda África (y en todo el Sur global). Se da el envenenamiento de lagos y ríos; la destrucción de algunas de las selvas tropicales más grandes del mundo; la extinción de especies, etc. Nada de eso cambia al cambiar al uso de la “energía limpia”; en realidad, a medida que aumenta la demanda de cobalto y otros minerales, y a medida que se intensifica la búsqueda de la reducción de costos y el aumento de las ganancias con el aumento de la competencia mundial por los mercados de automóviles eléctricos, parte de esta degradación ambiental no hace más que empeorar.
Basta con ver las consecuencias de la producción de cobalto: la República Democrática del Congo alberga la segunda selva tropical más grande del mundo y un gran número de mamíferos que no se encuentran en ninguna otra parte del mundo8. Los residuos generados por la extracción de cobalto y otros metales contaminan el agua, el aire y el suelo. Causan problemas generalizados de salud respiratoria y reproductiva en las personas. La gente que vive en los alrededores de las minas tiene niveles mucho más altos de cobalto en la orina 9 — un estudio descubrió que los niños tenían 15 veces el nivel máximo recomendado. En cierto momento, 10.000 congoleños desesperadamente pobres se trasladaron a dos parques nacionales y refugios de vida silvestre para extraer cobalto. Esto provocó la deforestación y la amenaza de especies en peligro de extinción como gorilas, hipopótamos y leopardos10.
Lo que se ve de forma extrema y brutal en El Congo es la forma en que opera el capitalismo. Los capitalistas están impulsados por la competencia para exprimir todo lo que puedan del medio ambiente y verter subproductos venenosos de la producción en el aire, el suelo y el agua “gratuitos” (“gratuitos” para los capitalistas). Esta destrucción está incorporada en el sistema, no es posible eliminarla mediante reformas.
Además, los cambios del cambio climático global están azotando fuertemente a África: sequías y ruina de tierras de cultivo; tormentas devastadoras, hambrunas, calor y expansión de los desiertos. El continente que menos gases de efecto invernadero ha emitido a la atmósfera, y que ha sido destrozado ambientalmente en muchos otros aspectos, está sufriendo algunas de las consecuencias más nefastas del cambio climático.
No hay salvación con los coches eléctricos
No hay “salvación” para el planeta con los vehículos eléctricos. Es cierto que los vehículos eléctricos no emiten directamente el mismo nivel de gases de efecto invernadero que los motores de gasolina. Pero la cuestión esencial es cómo se genera en primer lugar la energía que carga y potencia estas baterías de las grandes empresas de servicios públicos, que es en gran parte combustible de carbono, incluido el gas natural. Y la producción de vehículos eléctricos produce en realidad más emisiones de carbono que la producción de coches potenciados por gasolina, principalmente por la energía de los combustibles fósiles que se utiliza para manufacturar y transportar las baterías. Lo que necesitamos no es una continuación de la misma explotación global subyacente, con un giro de alta tecnología y más degradación ambiental. Lo que necesitamos es una revolución que ponga fin a ese horror capitalista-imperialista subyacente. Lo que se necesita es una reestructuración radical del transporte y las ciudades en todo el mundo, especialmente en países como Estados Unidos.
Consideremos el hecho de que en Estados Unidos, la mitad de todos los viajes en coche son de menos de 5 km. Esta es una forma absurda y destructiva de organizar la sociedad, y tiene que desaparecer. Para las personas que se preocupan por el medio ambiente, apostar por la expansión del mercado de los vehículos eléctricos hace precisamente lo contrario de lo que la mayoría de ellas pretenden: encierra a las economías aún más en un modo de propiedad privada de transporte irracional y desastroso para el medio ambiente, y además en el horror y la locura global en que se basa.
Lo que se necesita con urgencia —para la población de El Congo, para África, para toda la humanidad— es una revolución para poner en marcha un sistema radicalmente nuevo que ponga fin a la explotación del planeta y de su gente.