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La opresión del pueblo negro, los crímenes de este sistema y la revolución que necesitamos

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“El joven fue baleado 41 veces mientras echaba mano a la cartera en el bolsillo”… “la policía mató a tiros al niño de 13 años por la tarde cuando confundió su pistola de agua con una pistola de verdad”… “el joven desarmado, baleado 50 veces por la policía, murió en la madrugada del día de su boda”… “la joven, inconsciente después de sufrir un ataque cerebral, fue baleada 12 veces por policías que rodearon su carro cerrado con llave”… “la víctima, detenida por cargos de alteración del orden público, fue torturada y violada con un palo en la parte de atrás de la comisaría por los agentes quienes lo detuvieron”.

¿Te sorprende saber que en cada uno de los citados casos la víctima fue negra?1

Si vives en Estados Unidos, la respuesta casi ciertamente es “no”.

Piensa en lo que significa: que sin decírselo, supiste que todos aquellos a los que la policía asesinó o maltrató eran negros. Esos casos, y miles más de casos similares en las últimas décadas, año tras año, añaden ríos de lágrimas a un mar de dolor. Pero son al mismo tiempo síntomas de una enfermedad más profunda.

En este país nunca habrá un movimiento revolucionario si no desencadena y expresa plenamente el muy muy profundamente sentido deseo de los negros de liberarse de largos siglos de opresión [del pueblo negro], un deseo que a veces se expresa abiertamente, a veces parcialmente y a veces de una manera incorrecta. En este país nunca habrá una revolución, y nunca debería haberla, si ese no es uno de los elementos fundamentales.

Bob Avakian,
del sesión de preguntas y respuestas
después de Las 7 charlas.

Muchos hoy dicen que Estados Unidos es una “sociedad post-racial”. Dicen que las “barreras al progreso de los negros” han sido en gran parte superadas. Muchos hasta llegan a echarle la culpa de los problemas severos que tiene el pueblo negro hoy al… mismo pueblo negro. Otros proponen que mejor educación, o más familias tradicionales, o la religión, o las elecciones van a resolver la situación.

Pero de nuevo, la pregunta: ¿Qué ES el verdadero problema? ¿Qué es su fuente? ¿Y qué es la solución?

Este número especial del periódico Revolución se dedica a esas preguntas. Vamos a mostrar que la opresión del pueblo negro ha estado al centro de la estructura y el funcionamiento de este país desde el comienzo hasta hoy, y es lo que en realidad causó estos siglos de sufrimiento. Vamos a analizar las luchas de masas en contra de esta opresión, mostrar por qué el sistema ha traicionado cada vez su poderoso grito de justicia, aun cuando hayan ganado algunas concesiones, y cuáles lecciones se pueden aprender para una lucha revolucionaria que en realidad podría obtener la liberación. Abordaremos cómo una revolución podría tratar y superar a esa opresión, forjar un sistema completamente diferente, y mucho mejor, como parte de llegar a un mundo totalmente nuevo y emancipado. Vamos a analizar otros programas y mostrar que cualquier propuesta que no sea la revolución es un camino falso y un callejón sin salida. Y vamos a señalar por qué tal revolución es posible —sí, incluso en Estados Unidos— y qué hacer para prepararse para tal revolución y llevarla a cabo.

I. La verdadera situación

Según el conocimiento común, mientras que algunas desigualdades quedan, la situación generalmente ha avanzado para el pueblo negro en Estados Unidos y hoy sigue avanzando. Señalan a personas como Obama u Oprah como prueba de esto. ¿Pero de veras ha “avanzado” la situación? ¿Esta sociedad de veras se está volviendo “post-racial”?

Se puede encontrar la respuesta a aquella pregunta en cada rincón de la sociedad estadounidense.

Miremos el empleo: los negros siguen arrimados en los peldaños inferiores… es decir, si pueden conseguir trabajo. Mientras que muchas industrias básicas que antes empleaban a negros están cerradas, estudio tras estudio demuestra que es más probable que los empleadores contraten a un blanco con antecedentes penales que a un negro sin antecedentes penales, o que es 50% más probable que vuelvan a llamar a un solicitante de empleo con un nombre que suena “blanco” que a uno idéntico con un nombre “negro”2. En Nueva York la tasa de desempleo para hombres negros es de 48%.3

O la vivienda: el pueblo negro tiene los niveles más altos de segregación residencial racial en el mundo, canalizados a zonas descuidadas sin parques decentes, supermercados y a menudo ni siquiera hospitales. Los negros, además de los latinos, quienes lograron adquirir una casa propia las perdieron. Sufrieron más más duramente el golpe de la crisis de hipotecas secundarias después de ser desproporcionadamente en la mira de los prestamistas usureros, lo que ha provocado la mayor pérdida de riqueza para la gente de color en la historia moderna de Estados Unidos.4

O la asistencia sanitaria: los bebes negros tienen una tasa de mortalidad comparable con la de Malasia, los afroamericanos contraen el VIH a una tasa semejante a la del África subsahariana, y por lo general las desigualdades en la asistencia sanitaria son tan grandes que un ex jefe del servicio federal de sanidad de Estados Unidos hace poco escribió: “Si hubiéramos eliminado las desigualdades de salud en el último siglo, hubiéramos tenido 83.500 menos muertes de negros en 2000”.5

O la educación: Hoy las escuelas están más segregadas que desde 19646; las escuelas urbanas, predominantemente de negros y latinos, reciben menos recursos y están organizadas para fallar. Más y más se parecen a prisiones con detectores de metal y polis uniformados patrullan los corredores deteniendo y cacheando a los alumnos en camino a clase. A menudo estas escuelas gastan alrededor de la mitad del dinero por cada estudiante que las escuelas en las afueras ricas de las ciudades.7

O el encarcelamiento: La población negra en las prisiones es de 900.0008. ¡Se ha multiplicado por ocho desde 1954! Y la proporción de prisioneros negros en relación a blancos ha aumentado más del doble en el mismo período. Un estudio reciente señaló que “un joven negro sin diploma de estudios secundarios tiene una posibilidad del 59% de ser encarcelado antes de cumplir 35 años”.9

Para colmo, todo eso lo refuerza un interminable chorro de racismo en los medios de comunicación, la cultura y la política de esta sociedad, un racismo que tiene en su mira mortal los sueños y el espíritu de cada niño afroamericano. ¿Quién puede olvidar la ola de dogales que surgió en todo el país, por el sur y el norte, en la estela de la lucha en 2007 en Jena, Luisiana en contra del juicio (y persecución) de seis jóvenes negros quienes habían luchado contra un dogal colgado cuyo propósito era impedir mediante intimidación que se sentaran debajo de un árbol “sólo para blancos” en su escuela?

Todo esto es lo que subyacía a la respuesta criminal del gobierno al huracán Katrina en 2005. Por razones vinculadas directamente a la opresión del pueblo negro a lo largo de la historia de este país, y que continúa hoy, en gran desproporción los afroamericanos no tuvieron los recursos para salirse del camino de esa tormenta, además de que estaban concentrados en los barrios cuyos diques no recibieron mantenimiento durante años. Lejos de ser meramente un caso de “incompetencia”, el gobierno respondió con una combinación de represión “con una pistola en tu cara” y la negligencia gratuita y asesina. La gente estaba atrapada en los tejados al calor de cien grados por días sin fin, sin nada que comer o beber. Dejaron a los prisioneros encerrados en las celdas mientras que el agua les subía al cuello. La protección de la propiedad privada y el control social fueron más importantes que la vida humana, y la gobernadora del estado ordenó que la policía y los soldados dispararan a los “saqueadores” pescados en el acto, o mejor dicho, a las personas que trataban de sobrevivir y ayudar a los demás. En al menos una ocasión, a punta de fusil la policía impidió que las personas que trataban de huir de las zonas más afectadas llegaran a un lugar más seguro. Luego, cuando finalmente llevaron a cabo las evacuaciones, lo hicieron con la inhumanidad de un hacendado cruel. Dividieron a familias arrebatando a niños de sus padres. Dispersaron a decenas de miles por el país con boletos sin regreso, y a veces ni les informaron del destino. Mientras tanto, en la zona del huracán, dejaban por meses a los cadáveres flotando en el agua, yaciendo en el suelo, debajo de escombros, descomponiéndose y destrozados.

A lo largo de esta situación, los políticos y los comentaristas vomitaban el racismo sin fin. ¿Quién puede olvidar a Barbara Bush, la madre del presidente, y su comentario en un albergue para refugiados de Katrina —algunos de ellos que estaban separados de sus familias y que lo habían perdido todo, incluso familiares— de que “hay tantas personas en el estadio aquí, me entiendan, que de todos modos están desfavorecidas, así que esto les está resultando muy bien”?10 Un congresista en su décimo mandato se llevó el premio por haber declarado: “Por fin hemos limpiado la vivienda pública en Nueva Orleáns. Nosotros no pudimos hacerlo, pero Dios sí”.11

Desde entonces, pasaron el primero… el segundo… y el tercer aniversario de Katrina pero muchas partes de Nueva Orleáns aún son pueblos fantasmas inhabitables. En el barrio de casi puros negros del Ninth Ward han arrasado manzanas enteras de casas, dejando vastas extensiones de tierra baldía salpicadas de escaleras de hormigón que no van a ninguna parte. Cuando los negros han luchado para permanecer en los multifamiliares que aún son habitables, las autoridades los expulsaron, y cuando protestaron en frente del ayuntamiento, la policía los roció con gas lacrimógeno y los aporreó con macanas.12Las plataformas de petróleo y las zonas turísticas funcionan desde hace tiempo, mientras no entran en los planes lo de reconstruir las escuelas, los hospitales y las guarderías. En todo eso, la policía y la guardia nacional continúan su ocupación de las zonas pobres como territorio enemigo.

¿Todo eso te parece a ti como una sociedad “post-racial”?

La respuesta es clara. Mientras que han dejado a más negros que nunca “lograr entrar” a la clase media, hay que decir dos cosas.

Primero, para estas personas la situación aún es tenue. Veamos un ejemplo claro: a diferencia de las nociones generalizadas del “sueño americano”, en que cada generación siguiente “logra tener una vida mejor” que la anterior, el funcionamiento de este sistema ha metido a la mayoría de los niños de las familias negras de la clase media en un camino de movilidad social hacia abajo.13Y cada persona negra —sin importar a qué posición social llegue— aún padece los insultos y los peligros concentrados en la experiencia tan familiar de una detención por ser “negro al volante”. Como dijo Malcolm X hace más de 40 años y como aún es cierto hoy: ¿a qué se le llama a una persona negra con un doctorado? Un “nigger” [una referencia superdespectiva a los negros].

Segundo, y aún más profundamente, para millones y millones de negros la situación se ha EMPEORADO.

No ayuda, de hecho es muy dañino, creer en esta fantasía “post-racial”, o aun en la mentira “menos ambiciosa” de la progresiva superación. Para transformar esta situación, hay que cuestionar directamente y entender profundamente la pura verdad de la opresión de los afroamericanos.

II. Arrojar luz sobre el pasado para poder
entender el presente, y transformar el futuro

Si vas a la doctora con una enfermedad dolorosa, ella te pedirá describir los síntomas. Si es buena doctora, no solo recetará unas pocas pastillas y te mandará a casa, sino que tratará de determinar la causa del problema, de dónde origina. Podría pedir unos análisis y luego hará más. Te preguntará cuándo empezaron los síntomas. Te preguntará sobre la historia de tu familia, de tus padres y también tus abuelos. Eso es lo que vamos a hacer: recorrer la historia de Estados Unidos para descubrir la fuente de los profundos problemas que señalamos arriba.

El ascenso del capital, sobre una base de esclavitud y genocidio

Este país se estableció encima de los crímenes gemelos del despojo genocida de los pueblos originarios (amerindios) y el secuestro y la esclavización de millones de africanos. Pero constantemente ocultan, desdibujan, tergiversan y justifican esta verdad fundamental e innegable, y a menudo la consideran “historia antigua”, si es que la admitan. Pero echemos un vistazo a sus implicaciones.

El capitalismo moderno surgió en Europa, cuando la clase de mercaderes en las ciudades —los emergentes capitalistas, o la burguesía— empezaba a establecer talleres en que explotaban a los campesinos expulsados de sus tierras y otros que ya no podían ganarse la vida salvo trabajando para estos capitalistas y bajo la explotación de los mismos. Estos formaron el embrión del proletariado moderno, una clase de personas que no tiene medios de sustento salvo trabajar para otras personas, y que trabaja a cambio de un salario en procesos que requieren una colectividad de personas que trabajan juntas. Los capitalistas tempranos, tal como sus sucesores, tomaban posesión de los bienes producidos de esta manera y los vendían, y pagaban a los proletarios solamente lo suficiente para subsistir, y para así acumular ganancias. Hacían esto en competencia con otros capitalistas, y aquellos que no podían vender por menos quebraron; eso generó un afán de obtener cualquier ventaja posible, reduciendo los sueldos y explotando al proletariado más profundamente, o invirtiendo en maquinaria más productiva, o ambas cosas. Esta dinámica gemela de explotación y competencia impulsó la acumulación del capital en un ciclo incesante y cada vez más amplio.

Pero esto no fue un proceso lineal o autónomo. De hecho, en Europa el capitalismo “despegó” con el desarrollo del mercado mundial, y eso a su vez lo alimentó e impulsó la trata de esclavos. Los barcos zarpaban de Londres y Liverpool, Inglaterra, repletos de los productos que vendían los capitalistas. Descargaban estos bienes para la venta o el comercio en las ciudades costeras de África, y llenaban los compartimientos de sus barcos con seres humanos capturados en recorrías en el campo africano. Después, se llevaban esta carga humana a las Américas y al Caribe, donde la vendían como esclavos. Luego los barcos se llevaban el azúcar, el algodón, el arroz y otras materias primas producidas por los esclavos a Europa, donde los vendían como materia prima o comida. Y así sucesivamente, todos los días, año tras año, por siglos. Esta trata de esclavos y la economía esclavista que la acompañaba, junto con el exterminio de los pueblos originarios de las Américas (los amerindios) por medio de matanzas deliberadas, enfermedades y el agotador trabajo en las minas de plata, formaron lo que Carlos Marx llamaba los “albores de la acumulación primitiva del capital”.

El crimen fue enorme. Secuestraron, vendieron y mandaron a las Américas como esclavos entre 9.4 y 12 millones de africanos. Más de dos millones más murieron en la travesía desde África y enormes cantidades perecieron en África, por las recorrerías y guerras para tomar esclavos, seguidas de marchas forzadas en cuadrillas hacia las ciudades africanas costeras para alimentar este mercado. Al menos 800.000 más murieron en las ciudades porteñas de África, encerrados en prisiones (los “barracones”) a la espera de los barcos negreros. Una vez que llegaban a las Américas, mandaron a los esclavos a “campamentos de preparación” para “quebrarlos”, en que aproximadamente un tercio de los africanos murió en el primer año infernal.14

Piensa por unos segundos de la realidad detrás de esas cifras. ¡ELLOS FUERON SERES HUMANOS! No es posible que las cifras solas capten el tormento y el sufrimiento que significaba todo eso por más de tres siglos; lo más que pueden ilustrar es dar una idea de la enorme escala y ámbito de las barbaridades. Pero aún hoy no se conoce bien qué pasó y casi ni enseñan en las escuelas qué consecuencias encarna la historia estadounidense ni se reconocen en los medios o la cultura.

Esos africanos que sobrevivieron ese infierno luego se vieron forzados a trabajar como esclavos, hacer el trabajo para “domar” a las Américas, desarrollar la agricultura que formara la base para las nuevas colonias europeas. Un historiador respetado lo dijo así: “Una gran parte del Nuevo Mundo, en ese tiempo, llegó a parecerse al horno de muerte del antiguo dios de Mólek, que consumía los esclavos africanos para que una cantidad creciente de europeos (y luego, estadounidenses blancos) pudiera consumir el azúcar, el café, el arroz y el tabaco”.15 En África, la trata de esclavos causó tremendas distorsiones en el desarrollo de África y dio lugar a los importantes estados africanos que traficaban esclavos en el oeste de África, pues esos estados vendían esclavos a los europeos a cambio de productos que incluyeron a armas.

La esclavitud existía en cada rincón del mundo y en muchas sociedades antes de la trata transatlántica de esclavos que empezó en el siglo 16, pero nunca antes se había llevado a cabo en esta escala y con esta inhumanidad casi industrial. Eso no fue el producto de hombres muy malos, sino de hombres quienes se volvieron monstruos obedeciendo las exigencias de un nuevo sistema monstruoso cuyo único mandamiento fue “expandirse o morir”. Esta trata de esclavos fue un elemento tan integral del ascenso del capitalismo, que el azúcar y el té que producían los esclavos no solamente generaban grandes ganancias sino que también eran una manera muy barata de dar de comer calorías y estimulantes a los proletarios severamente explotados de Europa. Además, se adaptó la organización del trabajo de los cañaverales de Jamaica a las plantas de producción de Londres.16

F a l s o   c a m i n o s   y  
c a l l e j o n e s   s i n   s a l i d a

Por qué la educación no es la solución

Se dice: “Necesitamos educación, eso es el problema. Claro, no recibimos los mismos recursos que las escuelas blancas. Pero si nuestros hijos solamente se esforzaran más en estudiar, y si apagáramos la tele más a menudo, pues podrían aprender y avanzar”.

Eso confunde unas verdades importantes con unas conclusiones muy equivocadas. La verdad es que este sistema siempre ha negado una buena educación para los niños negros y sigue haciéndolo hoy, empezando con la ejecución de esclavos que enseñaron a leer a otros esclavos. Actualmente encierran a la mayoría de los niños afroamericanos en escuelas parecidas a prisiones en los centros urbanos que reciben mucho menos recursos y en las que ocultan la verdadera historia y la dinámica de la sociedad y el mundo, y se hace poco o nada para imbuirlos de pensamiento crítico o creativo. Estas escuelas les dan a los niños afroamericanos el mensaje, de manera explícita e implícita, de que esta sociedad no les tiene ningún futuro real. Otro crimen de este sistema es que, por eso, muchos jóvenes negros acaban “dejándose llevar” por las mentiras del sistema de que son inferiores, “se desenchufa” su potencial de aprender, y como resultado le dan la espalda al amplio mundo del conocimiento y ciencia.

Pero imagínate que cada niño negro de algún modo SÍ consiguiera una educación que lo capacitara a pensar críticamente y llegara a dominar las destrezas y conocimientos que traen varias clases de trabajo intelectual. ¿Pues, podrían los millones de pobres de hoy conseguir buenos trabajos y salir de la pobreza? No. Aunque se pudiera eliminar la discriminación sin una revolución —lo que no se puede hacer—, siempre y cuando el sistema de capitalismo exista el capitalista contratará a la gente solamente si puede obtener dinero de ese trabajo. Desde ese punto de vista, no hay una “demanda” para muchos trabajos técnicos y muchos de ellos hasta se están trasladando a otros países donde la gente tenga que trabajar por aún menos. Los capitalistas saben eso, por supuesto, y debido a ese factor importante, NO dan una buena educación a la juventud en los centros urbanos en particular, pues no quieren elevar “demasiado” las expectativas del pueblo negro. Temen una situación en que millones de personas tengan conocimientos y destrezas y por lo tanto esperen buenos trabajos y una vida mejor, pero los que TODAVÍA se les nieguen. Muchos operadores políticos de la clase dominante recuerdan muy bien la experiencia de los años 1960, cuando se elevaron las esperanzas y las expectativas del pueblo negro y después se frustraron en general. El resultado fue la enorme explosión de ira y rebelión justas del pueblo negro, especialmente la juventud. Hoy día la clase dominante alberga un temor profundo de que elevar las expectativas otra vez sea demasiado explosivo para la sociedad.

Hay otro problema: a menos que haya y hasta que haya un esfuerzo concertado apuntalado por el poder estatal, de dejar atrás la desigualdad y la supremacía blanca en cada esfera de la sociedad, no solamente seguirán reforzándolas los sistemas de educación sino por más que haya educación no lograrán superarlas y erradicarlas. Aun hoy, cuando alguien logra conseguir una buena educación a pesar de tenerlo todo en contra, sigue la discriminación. La educación sola no basta; se necesita una revolución en que se rompa el dominio de los explotadores y los opresores y se coloque el poder estatal en las manos de las masas, para quitarse de encima las trabas capitalistas y arrancar de raíz profundamente la supremacía blanca de la que tal dominación se ha nutrido. Una sociedad socialista necesita el pensamiento creativo y crítico de la gente de toda la sociedad, incluyendo a aquellos cuya creatividad y cuyo pensamiento crítico se han ahogado y sofocado bajo este sistema opresivo. Uno de los rasgos, y necesidades, claves de esta nueva sociedad será alentar y fomentar esta creatividad y pensamiento crítico de la población en general, desarrollando su potencial y capacitándola a contribuir cada vez más, de muchas diversas maneras, al desarrollo de la sociedad y a la emancipación de la humanidad como parte del gran esfuerzo colectivo para gestar una nueva sociedad, un mundo completamente nuevo, sin explotación ni opresión.

Como parte de construir el movimiento revolucionario, claro que nos unimos a las luchas de la gente y sus esfuerzos para combatir las bárbaras desigualdades del actual sistema de educación. El movimiento revolucionario mismo debe educar a la gente en la historia y la dinámica reales de la sociedad, en las ciencias y en el método científico en general. Pero la educación sola, de cualquier tipo, no puede resolver el problema.

La idea de educación como “la salida” aparta la atención de la gente del verdadero problema y hasta hace que se culpe a sí misma cuando resulte que no sea sino otra falsa esperanza.

Para justificar eso, los capitalistas y los esclavistas recurrían a la Biblia —la que efectivamente justifica la esclavitud, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo— y luego a las ideologías seudocientíficas del racismo que afirmaban que los africanos y los pueblos originarios (amerindios) eran “especies más bajas”, inherentemente inferiores. El hecho de que secuestraron, torturaron, esclavizaron y mataron a los africanos si intentaran educarse, y los obligaron a observar mientras vendían sus niños o esposas en otras partes de país y generalmente los mantuvieron en una posición inferior: se ha identificado este CRIMEN de los gobernantes como “prueba” de que los negros eran inferiores. Cuesta creerlo, pero ¡esos esclavistas parasíticos también acusaban de “pereza” a los esclavos mismos cuyo agotador trabajo había creado esa enorme riqueza! El propósito de estas mentiras era “justificar” los horrores de la esclavitud como elemento crucial del “aglutinador social” que mantenía unida esa sociedad. Este patrón, y esta mentira y su aplicación social, se han presentado en formas diferentes hoy.

El hecho de que estas personas llamadas “inherentemente inferiores” habían tenido un papel importante en la formación de sociedades y culturas altamente desarrolladas en África como en las Américas, mucho antes de que los europeos llegaran a dominar estos lugares, fue una “verdad incómoda” borrada de las historias oficiales y los libros de textos. El hecho de que todos los seres humanos son de una sola especie, si bien con diferencias relativamente superficiales de algunas características, también fue borrado, y reemplazado con seudociencia espuria y racista, o mentiras que también asumen nuevas formas hoy.

Los europeos no tenían nada inherente que hacía que el capitalismo echara raíces ahí primero, pues había algunas regiones en el mundo donde el capitalismo pudiera haber surgido un poquito antes o un poquito después si la situación se hubiera cuajado de forma un poco diferente. Pero Europa es donde surgió el capitalismo, y el dominio de los países capitalistas de Europa y luego Estados Unidos (y Japón, que se desarrolló con circunstancias diferentes) durante los últimos cinco siglos es inconcebible sin la esclavitud.

“No habría ningún Estados Unidos como lo conocemos sin la esclavitud”

La esclavitud impulsó la formación y el ascenso no solo del capitalismo en general, sino en particular de Estados Unidos. Esta no es solamente una “mancha” que con el tiempo se puede eliminar lavando o fregando dentro de los límites de este sistema; en efecto, la Constitución misma institucionalizó bajo la ley la esclavitud y estipuló que un afroamericano era tres quintos de una persona blanca para propósitos del censo.

En el folleto recién publicado en inglés, El comunismo y la democracia jeffersoniana, Bob Avakian escribió:

Hay un discurso semioficial acerca de la historia y la “grandeza” de Estados Unidos, que dice que esa grandeza estriba en la libertad y el ingenio de la población, y sobre todo en un sistema que anima y recompensa esas cualidades. A diferencia de este discurso semioficial acerca de la grandeza de Estados Unidos, la realidad es que —volviendo a un aspecto fundamental de todo esto— la esclavitud ha sido una parte imprescindible de la base para la “libertad y prosperidad” de Estados Unidos. Aún hoy y de algunas maneras hoy más que nunca, se dice que la combinación de libertad y prosperidad es la cualidad única y el destino y la misión especiales de Estados Unidos y su papel en el mundo. Eso contrasta marcadamente con el hecho de que sin la esclavitud, nada de esto —ni siquiera las libertades democrático-burguesas, ni hablar de la prosperidad— hubiera sido posible, no solo en el sur de Estados Unidos sino también en el norte, en el país en conjunto y en su desarrollo y surgimiento como una potencia económica y militar mundial.

Obviamente, la manera en que se desarrolló la agricultura en el sur estuvo directamente relacionada con el sistema de esclavitud, y efectivamente se estableció sobre esa base. Pero, además, la manera en que Estados Unidos se relacionaba con el mercado global y aumentaba su prosperidad y base económica de esa manera, dependió en gran parte a la producción basada en la esclavitud. El intercambio entre el desarrollo de las manufacturas en el norte y el desarrollo de la agricultura en el sur, por ejemplo —aun cuando, antes de la guerra de Secesión, ese intercambio se llevaba a cabo en gran parte por medio del mercado mundial y en particular por medio de Inglaterra, donde entre otras cosas se vendía el algodón a las fábricas textiles de Inglaterra y se vendían otros productos de Inglaterra a los fabricantes del norte de Estados Unidos—, ni eso hubiera ocurrido del modo en que ocurrió, en la gran escala en que ocurrió y con la prosperidad que eso generó, sin la esclavitud. Desde luego, este proceso —en que, entre otras cosas, el algodón del sur de Estados Unidos se vendió en gran parte a Inglaterra, y no a Nueva Inglaterra— contribuyó con el tiempo a agudizar la contradicción entre el sistema esclavista en el sur y el emergente sistema capitalista en el norte de Estados Unidos. Pero cabe señalar que, en un sentido general y fundamental, los productos producidos por los esclavos del sur de Estados Unidos constituían un factor importante en el desarrollo de la economía estadounidense, tanto en el norte como en el sur. El desarrollo de esa economía, a su vez, ha sido la base esencial subyacente para la maquinaria militar masiva que es el garante fundamental del papel de Estados Unidos como una potencia mundial importante.

En una palabra: No habría ningún Estados Unidos como lo conocemos sin la esclavitud. Esa es una verdad sencilla y básica.17

Avakian luego trata y analiza la importancia de la esclavitud para el modo de pensar y el enfoque de la sociedad estadounidense, y la vida política en particular. Para justificar la esclavitud y el robo de las tierras de los indígenas, hicieron uso de las mentiras y los mitos descritos arriba para decir que los negros y los indígenas eran menos de seres humanos, parias sociales o marginados, y que no se merecían los “derechos naturales” que corresponden a todos los hombres blancos. Se atraía a las masas blancas de todas las clases, entre ellas a las más explotadas, con el argumento de que en virtud de no ser esclavos, de hecho eran parte de la “clase superior” (el que tuvieran esclavos o no).

En cierto sentido la guerra de Secesión representó la conclusión de la revolución democrático-burguesa en Estados Unidos, pero esto no quiso decir que estableció, o que los capitalistas del Norte pretendieron establecer, libertad e igualdad para el pueblo negro respecto a los blancos. Lincoln, al igual que Jefferson, y otros representantes de la burguesía de antes y desde entonces, lo consideraba todo desde el punto de vista de su nación ante todo, y en las condiciones concretas de Estados Unidos en el siglo 19 (y el 20), eso ha significado mantener al pueblo negro como nación subyugada.

(Bob Avakian, 
Democracia: ¿Es lo mejor que podemos lograr?,
capítulo 4: “Estados Unidos como ejemplo
democrático…líder de la pandilla”)

Esta mentalidad venenosa de la “clase superior” no murió con la abolición de la esclavitud —continuó, en nuevas formas. Por ejemplo, cada ola de inmigrantes que provinieron de Europa tenía que “caberse en” las relaciones dominantes de la sociedad estadounidense — tenían que encontrar un “nicho económico” (por lo común hacia los peldaños más bajos de la clase obrera, al menos al principio) y tenían que establecer una relación con la superestructura política y cultural dominante de la sociedad. Al hacer eso, estos inmigrantes blancos a menudo trataban de diferenciarse a sí mismos del pueblo negro —y eso a menudo irrumpió en antagonismos abiertos de turbas de blancos que atacaron a los negros y hasta los lincharon— sí, en las ciudades tanto del norte como del sur, porque estas comunidades inmigrantes se definían como estadounidenses blancos “de pura cepa” en oposición violenta a los negros. Este sistema reforzaba la mentalidad de “clase superior” de los blancos del norte con privilegios pequeños, pero no insignificantes, en empleo y vivienda. Esto se convirtió en una importante escopeta de dos cañones para la clase dominante capitalista: hacía que estas personas e inmigrantes blancos no vieran sus intereses fundamentales como parte del proletariado, haciendo que su ira se desviara del sistema que verdaderamente los explotaba y oprimía y oponiéndola a los más oprimidos y explotados de la sociedad. Les dio una “identidad” como estadounidenses blancos, con un conjunto de expectativas y derechos para acompañarla, y para defender. Una minoría de blancos se oponía a esta locura, y hacía suyas posiciones revolucionarias, radicales o simplemente de dignidad humana; pero aunque eran muy importantes, y volveremos a su significado abajo, esas posiciones fueron muy poco comunes. (Como efecto secundario, pero importante, esta mentalidad de “clase superior” de los blancos de todas las clases ofuscó en parte el carácter de clase de la opresión de las masas negras, de su posición y papel como proletarios vilmente explotados, en la clase obrera general de Estados Unidos, y los muchos vínculos estrechos entre esta explotación de clase de grandes cantidades de negros, como parte del proletariado, y la opresión nacional de los negros como pueblo.)

Al volver de nuevo al período de la esclavitud, es importante tener claridad sobre una verdad esencial: los esclavos la resistían con fiereza. Solamente en Estados Unidos hubo más de 200 de revueltas de esclavos, y los esclavos de Haití dejaron anonadado al mundo cuando llevaron a cabo una revolución de 15 años primero contra sus amos coloniales, luego los británicos y finalmente los ejércitos de Napoleón. Aun con esas heroicas rebeliones, fue solamente cuando ocurrió la guerra de Secesión que la resistencia dio resultado en Estados Unidos, y se logró emancipar al pueblo negro de la esclavitud literal. En esto las masas negras, tanto los esclavos fugitivos como los libertos, también jugaron un papel crucial. Cuando por fin se les permitió unirse al Ejército de la Unión, ¡murieron a una tasa del doble de la de los soldados blancos (aunque recibieron una paga menor)!

La guerra de Secesión

Como se señaló en la cita de El comunismo y la democracia jeffersoniana, la guerra de Secesión misma tuvo lugar debido al choque entre dos diferentes sistemas económicos y sociales: la esclavitud basada en la agricultura de plantaciones en el sur; y el capitalismo basado en el trabajo asalariado de las fábricas y de otro tipo centrado en el norte. Los esclavistas necesitaban más tierras porque su sistema de agricultura de plantaciones agotaba la tierra tan velozmente, pero los capitalistas del norte querían controlar al país entero, tanto para recursos como para desarrollar más su control del mercado nacional. Para cuando tuvo lugar la guerra de Secesión, estas dos fuerzas —estos dos sistemas sociales— se chocaban en torno a casi toda cuestión económica importante. Por ejemplo, la producción fabril apenas estaba empezando en el norte, y estos capitalistas del norte querían imponer aranceles altos (impuestos sobre los productos de importación) a fin de amarrar el mercado nacional estadounidense y “proteger” sus industrias en contra de los capitalistas ingleses, que podían producir mercancías de manera mucho más barata; pero los esclavistas insistían en aranceles bajos a fin de tener un comercio ágil con esos mismos fabricantes ingleses. Estos conflictos económicos básicos se expresaron en la política, la cultura y también la religión — ¡las iglesias bautistas y metodistas, entre otras, se dividieron entre el norte y el sur en torno a la “piedad” (o la “impiedad”) de la esclavitud!

¿Por qué? ¿Lisa y llanamente porque la población en el norte se había vuelto más iluminada? No. Aunque sí se dio un auge de pensamiento más radical en el norte en las décadas antes de la guerra de Secesión, y los adversarios militantes de la esclavitud como Frederick Douglass y John Brown comenzaban a hacerse oír y a atraer a partidarios, de fondo eso fue una expresión de los cambios fundamentales que estaban ocurriendo en la base económica de la sociedad —es decir, en las relaciones que las personas contraen para llevar a cabo la producción—, y las contradicciones más agudas en esa base económica, y entre esa base y la estructura política que se había levantado sobre ella.

En resumen, la esclavitud había pasado de ser el estímulo que era a principios del capitalismo a ser una traba sobre el desarrollo del capitalismo. La constitución que servía a la base económica de 1789 —una constitución que legalizó e institucionalizó la esclavitud— ya no podía contener las contradicciones más agudas de 1860. Abraham Lincoln mismo, el presidente de Estados Unidos durante la guerra de Secesión, era el representante político de la burguesía —de los dueños de las fábricas y sistemas ferroviales y otros capitalistas centrados en el norte— y dirigió la guerra en beneficio de sus intereses. Desde el punto de vista de Lincoln, al mínimo era necesario refrenar fuertemente el poder de los estados esclavistas; y entró a la guerra solamente cuando estuvo convencido que no había ningún otro camino. Asimismo, Lincoln demoró la emancipación de los esclavos y luego demoró la inscripción de los esclavos en el Ejército de la Unión hasta que estuvo convencido que no había ningún otro modo de llevar a cabo su objetivo básico de “salvar a la Unión”. El propio Lincoln dijo:

Mi objetivo primordial en esta lucha es salvar a la Unión, y no es salvar ni destruir la esclavitud. Si pudiera salvar a la Unión sin emancipar a ningún esclavo, lo haría; y si pudiera salvarla sin emancipar a todos los esclavos, lo haría; y si pudiera hacerla emancipando a algunos y dejando a otros sin tocar, también lo haría.18

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La trampa de la religión

Se dice: “Nuestro problema es que tenemos que ‘quedarnos bien con Dios’. ‘El Señor’ dará, no nos decepcionará”.

Si rezar a Jesús, o Alá, sirviera para algo, pues los últimos 20 años habrían sido décadas de gran avance para el pueblo afroamericano, ¡porque el pueblo negro ha estado rezando como nunca antes! Pero al contrario, estas han sido dos décadas de horror y desesperación: la inundación con “crack” a los ghettos y la promoción del fratricidio del tráfico de drogas como la salida para la juventud y, junto con eso, la pesadilla del encarcelamiento de enormes cantidades de jóvenes afroamericanos y el hostigamiento y la brutalidad omnipresentes e incesantes y la constante amenaza de asesinato por la policía; más la descomposición de los centros urbanos, despojados de trabajos y recursos; la creciente opresión y degradación de mujeres de miles de formas; la satanización del pueblo negro en la cultura dominante; etc.

Pero todo esto va aún más profundo. De plano, la religión está mal. Le dice a la gente que busque causas imaginarias (“apartarse del camino de Dios”) para los problemas reales que la gente vive y que luche contra enemigos imaginarios (“el diablo”) en lugar de aquellos de carne y hueso a los que hay que derrotar. Le dice a la gente que confíe en salvadores imaginarios inexistentes, en lugar de conocer el mundo tal como es, luchar por cambiarlo y forjar unidad sobre esa base. La religión, incluida la forma más “progresista” que llama a la gente a que se oponga a la opresión, de fondo predica que la gente realmente no puede conocer la realidad y superar la opresión y obtener la liberación por sí misma, sino que en última instancia tiene que confiar en algún dios (o dioses) que no existe(n) para guiarla a la salvación, si no en este mundo, pues en el otro. Es decir, la religión es una cadena sobre el pensamiento de la gente.

Pregúntate lo siguiente: ¿Por qué los opresores, desde los días de la esclavitud, no solamente permitieron sino que en general alentaron y apoyaron a las iglesias negras, contribuyendo a fortalecerlas como institución clave en las comunidades negras, trabajando con ellas y promoviéndolas como “refugio” para el pueblo negro? ¿Y por qué, hoy, las iglesias están recibiendo harto dinero para establecer “ministerios religiosos para los presos”, mientras que se están recortando las oportunidades educativas en las prisiones?

Para colmo, hoy la clase dominante de imperialistas está fortaleciendo un núcleo de predicadores fundamentalistas reaccionarios, en el clero afroamericano inclusive, como parte del movimiento cristiano fascista destinado a hacer que la gente apoye toda clase de medidas y relaciones reaccionarias y opresivas, a combatir en las guerras contra pueblos oprimidos en otros países al servicio del imperio estadounidense o a apoyarlas activa y agresivamente, a reprimir más la resistencia a todo esto dentro de Estados Unidos y a aumentar cualitativamente más la represión en esta ya muy represiva sociedad.

Por supuesto, muchas personas religiosas sí se oponen a la opresión, y el movimiento revolucionario debe unirse con tales personas. Pero el pensamiento religioso no puede establecer el marco de la lucha, y aquellos que entienden la importancia de tener un enfoque científico hacia las causas y las curas de esta opresión tienen que ponerse al frente y ayudar a la gente a que se emancipe de estas cadenas mentales. Ya es hora de dejar atrás estas tonterías venenosas de “Dios dará”, “Gracias, Jesús” o “El que Dios disponga”, ya es hora de dejar de decir “Me ha bendecido”, y mirar de frente la realidad y reconocer que “¡Nosotros estamos oprimidos!” Y luego ponerse a unirse en este mundo real para cambiarlo. Todos esos rezos no han hecho nada para impedir estos horrores.

La primera traición, después de la esclavitud

Las consecuencias de la guerra de Secesión le dieron a la clase capitalista ahora dominante una oportunidad de integrar plenamente a los esclavos libertos a la sociedad en general. Los esclavos habían dedicado generaciones de trabajo a construir los cimientos de la sociedad y luego murió una proporción muy grande en comparación con el tamaño de la población negra en la guerra de Secesión. Los generales del norte durante la guerra les prometían a los esclavos libertos “40 acres y una mula”. Como justicia básica, hubiera sido justo repartir a los esclavos libertos, y a los blancos no esclavistas, las tierras que habían cultivado por generaciones; y para tener una base para darles libertades políticas, hacerlo fue imprescindible. También hubiera sido necesario que los ex esclavos tuvieran los plenos derechos políticos por los cuales habían combatido y muerto, entre ellos el derecho de reprimir a los ex soldados confederados amargados e impenitentes quienes durante los días menguantes de la guerra de Secesión ya estaban formando sociedades paramilitares clandestinas para atacar con violencia a los esclavos libertos y “conservar el modo de vida sureño”.

Pero eso no ocurrió. En efecto, los verdaderos intereses de los capitalistas del norte se exhibieron en su traición a la Reconstrucción. Durante los muy pocos años de la Reconstrucción (los diez años después del fin de la guerra de Secesión), el gobierno estadounidense cumplió con algunas de sus promesas y apostó tropas en el Sur. Estas tuvieron el encargo de prevenir las masacres al por mayor de los negros, y de los blancos pobres, quienes luchaban por obtener tierras y ejercitar los derechos políticos que les habían prometido. Pero la clase capitalista que ahora dominaba el gobierno nacional lo hizo en gran parte para subordinar completamente a los antiguos dueños de las plantaciones; y cuando los ex esclavos y sus aliados luchaban “demasiado fuerte” para sus derechos, el gobierno lanzó a estas mismas tropas en su contra.

Sobre todo los capitalistas del norte querían orden y estabilidad para llevar a cabo la mayor consolidación de su poder, además de expandirse más en el continente norteamericano e internacionalmente. La efervescencia y los levantamientos que hubieran acompañado todo lo que hubiera implicado que los ex esclavos jugaran un papel importante en el proceso político o solo ejercieron derechos básicos pudieran haber “enviado el mensaje equivocado” a otros oprimidos en Estados Unidos; y de hecho, cuando en 1877 las tropas estadounidenses se retiraron del sur, lo que signó el fin de la Reconstrucción, inmediatamente el gobierno las mandó al oeste para aplastar de manera terminante la resistencia de los indígenas, y a las ciudades del norte para reprimir con la violencia a las revueltas de trabajadores inmigrantes. Además, la verdadera libertad hubiera permitido que los ex esclavos resistieran la severa explotación que sufrían, y por ende hubiera hecho mucho menos rentable para los capitalistas gobernantes volver a integrar a la economía de sur en la sociedad más amplia. Así que desataron al Ku Klux Klan y toda su fuerza para jugar un papel en las batallas a menudo sanguinarias para derrotar y someter a los esclavos libertos y los blancos progresistas. Luego la Corte Suprema “lo hizo todo legal”, con la decisión de Cruikshank —que avaló la decisión del estado de Luisiana de no procesar a los perpetradores blancos de la masacre de más de 100 partidarios negros y blancos de la Reconstrucción en Colfax, Luisiana— y Plessy v. Ferguson, que permitió que los estados practicaran la segregación legal del pueblo negro.

En una palabra, cuando la oportunidad para alcanzar la integración racial en pie de igualdad en esta sociedad surgió en el período después de la guerra de Secesión, las “exigencias” de la base económica del sistema capitalista, y la superestructura que se levanta sobre esa base y le sirve, anularon esa oportunidad… y la respuesta fue NO. Se negó esa igualdad, y se reforzó esa negativa con los medios más sanguinarios.

El nuevo orden social que acompañó la traición de la Reconstrucción obligó a la mayoría de los negros a trabajar la tierra para los dueños blancos de las plantaciones en relaciones muy poco mejores que la esclavitud. Algunas formas de la esclavización literal y real del pueblo negro continuaban, particularmente en el sur, mucho después de la abolición legal de la esclavitud. Las masas negras permanecieron encadenadas a la tierra por deudas, discriminación legal… y violencia. Mediante todo eso, en vez de obtener la integración en pie de igualdad a la vida estadounidense, los negros se desarrollaron en una nación oprimida dentro del territorio del cinturón negro en el sur durante este periodo — sin derechos democráticos, ni siquiera el derecho a la autodeterminación como nación. (Una explicación adicional del derecho a la autodeterminación se halla aquí .)

Poco después de la guerra de Secesión, el sistema capitalista dio un salto a una nueva etapa, a un sistema mundial de imperialismo, que repartió al mundo entero entre un puñado de potencias. El reatrincheramiento de la supremacía blanca de una forma nueva, después de la guerra de Secesión, representó un elemento importante del ascenso de Estados Unidos como importante potencia entre estos imperialistas. El algodón y el tabaco producidos por los aparceros negros duramente explotados fueron los más importantes cultivos comerciales de Estados Unidos desde 1850 hasta 1890, y los agentes del orden del sur arrestaron a hombres negros bajo cargos con fundamentos jurídicos muy tenues y literalmente los vendieron como trabajadores esclavizados para construir la infraestructura industrial del sur. (Hace poco, Douglas A. Blackmon, en el libro Slavery By Another Name: The Re-Enslavement of Black Americans from the Civil War to World War II, documentó el uso de más de 100.000 negros en proyectos industriales de trabajo esclavizado, y la verdadera cantidad es indubitablemente mucho más alta que los 100.000 que él ha podido documentar. Las condiciones en estos campamientos, tales como enfermedades endémicas, degradación sistemática, tortura, como el “submarino”, y una alta tasa de muertes, traen a la mente los campamentos de exterminio de la Alemania nazi.)19Al mismo tiempo, el fortalecimiento de la mentalidad de “clase superior” de grandes sectores de blancos apuntalaba su identificación con la clase dominante. La reintegración de los elementos de la clase dominante del sur a la clase capitalista más amplia, en que los sureños recibieron un poder particular en el Congreso y eran una fuerza importante en las fuerzas armadas — reforzó la cohesión de la clase dominante entera.

El ascenso de las chusmas de linchamiento

La tradición del linchamiento por los blancos estadounidenses, en que chusmas sacan a una persona de su casa, o también de la cárcel, y la ahorcan por un crimen verdadero o, a menudo, imaginado sin el beneficio de un proceso legal, tenía un papel muy importante en todo esto. Casi 5.000 personas fueron linchadas entre 1882 y 1964, y más de 70% de ellas eran negras.20A veces se cometieron estos linchamientos al amparo de la noche, pero a menudo fueron “eventos comunitarios”, con la presencia de miles de blancos, en una atmósfera carnavalesca, en que luego se tomaban la foto con el cuerpo quemado y mutilado de la víctima, y en algunos casos armaron tarjetas postales del linchamiento para enviar a sus amigos. La citada decisión de Cruikshank dio permiso legal para este terror bárbaro; y por décadas el Senado estadounidense se negó a aprobar leyes que estipularan medidas federales en contra del linchamiento. En resumen, la clase dominante respaldó plenamente estos linchamientos.

Por lo común, las víctimas eran negros pobres, pero a menudo los linchadores fueron sobre la pequeña minoría de negros que poseían tierras. En 1916, Anthony Crawford de Abbeville, Carolina del Sur, un agricultor negro de algodón quien poseía 427 acres de tierras buenísimas, fue linchado después de una disputa con un hombre blanco sobre el precio del algodón de Crawford. Fue ahorcado desde un pino, y los blancos sacaron corriendo a su familia de la región y se repartieron su tierra. De hecho, hace unos años la Associated Press documentó 57 tomas de tierras por la violencia de los blancos ente 1865 y 1965.21

Pero la función social infernal de los linchamientos fue más allá de la propia avaricia, de reforzar sentimientos racistas (y de intimidar a aquellos quienes pudieran resistir) por medio de ritos macabros y bárbaros. Tuvo por objeto imponer un sistema social en que los negros estarían encadenados a la tierra por medio del terror y, tal como ilustró el linchamiento de Anthony Crawford, una parte de esto fue aplastar a los negros quienes pudieran constituir los comienzos de una “burguesía nacional” en el pueblo negro que tal vez no fuera tan acomodaticia y dócil como los Booker T. Washingtons de la época y por tanto pudiera trastornar el orden acostumbrado exigiendo los derechos asociados con ser una nación. (Booker T. Washington fue el fundador y dirigente de la universidad negra Instituto Tuskegee, y predicaba que aunque había “problemas” en el sur, los negros deberían avanzar aprendiendo oficios y trabajando duro, mientras que se sometían a la opresión, y de ESA manera podrían mejorar su posición dentro del sistema en este país; la clase dominante lo ensalzaba como portavoz del pueblo negro y llegó a ser el prototipo del “dirigente negro responsable” y hoy se pueden oír ecos de su línea en Bill Cosby… y Barack Obama).22

Es una dura ironía que muchos blancos quienes hoy se aferran al “mega-discurso” arriba criticado por Bob Avakian, de que las personas en Estados Unidos, o mejor dicho las personas blancas, han prosperado por su ingenio y trabajo duro, sacando ventaja de la “libertad” ofrecida por esta sociedad, y que se quejan de la acción afirmativa y otras cosas, se olvidan por conveniencia que en el momento en que la mayoría del pueblo negro fue forzado a trabajar la tierra como aparceros (en esencia casi una forma de esclavitud) y que a aquellos que tenían propiedad a menudo les fue arrebatada por medio de la violencia, incluyendo la muerte… en ese entonces, los antepasados de esos blancos recibían las tierras que había sido robadas a la fuerza a los indígenas, y estos blancos mandaron a sus hijos a universidades de “concesión de tierras” creadas por el gobierno para enseñarles técnicas avanzadas de agricultura, u obtener ayuda de “extensionistas agrícolas” también enviados por el gobierno. Esta oportunidad de obtener una granja y obtener apoyo del gobierno para establecerla y ponerla en marcha, no sólo constituía una “válvula de escape” para el descontento de muchos blancos explotados, también alentaba la mentalidad de “clase superior” y las suposiciones comunes de los blancos sobre “lo que significa ser estadounidense”.

La “tierra prometida”, y las crecientes expectativas

Solamente cuando ocurrió la II Guerra Mundial, o sea, casi 100 años después de la guerra de Secesión, se empezaba de llevar a cabo un cambio importante de la situación del pueblo negro en Estados Unidos. Por los años de la I Guerra Mundial, había una gran demanda de trabajadores en las plantas de defensa y otras fábricas, al mismo tiempo que la guerra cortó la fuente de mano de obra inmigrante de Europa. El capital necesitaba trabajadores, y por ende trajo a algunos negros del sur y los dejó entrar, por el peldaño más bajo a la fuerza de trabajo. Esta emigración se retrasó por la depresión económica de los años 30, pero con la irrupción de la II Guerra Mundial había de nuevo una gran demanda de mano de obra. Luego, aparte de eso, los años justo después de la II Guerra Mundial conllevaron la mecanización de la agricultura en el sur, y por tanto los negros no solamente fueron llevados a las fábricas del norte, fueron expulsados de la tierra que habían cultivado por generaciones en condiciones de explotación extrema.

Las formas de opresión eran diferentes en el norte, pero la realidad de la opresión seguía siendo la misma. Los trabajadores afroamericanos fueron integrados a la fuerza de trabajo, pero sobre la base de su opresión como pueblo, entraron a los puestos más sucios, más peligrosos y de menor sueldo. Fueron los “últimos contratados y los primeros despedidos”. A los negros se les negó los subsidios con que contaron los blancos para comprar casas propias, y aun cuando los negros tuvieran suficiente dinero, los acuerdos implícitos, las políticas del gobierno o la franca violencia de las chusmas y/o paramilitares blancos (por lo general con el aval de la policía) impidieron que los negros compraran casa propia en los barrios “blancos”. Más bien, los metieron, mediante políticas del gobierno, a multifamiliares malhechos en los centros urbanos. Los afroamericanos padecían segregación y discriminación en todas partes, en el norte y en el sur.

Pero los cambios en el sur, en el contexto de los grandes cambios políticos en el mundo, habían dado origen a un movimiento de derechos civiles. Los negros estaban marchando, exigiendo derechos muy básicos y fundamentales —el derecho de votar, una educación igual, no ser humilladas cuando trataban de usar edificios públicos. Se toparon con perros policiales, bombas y el terror del Ku Klux Klan. En efecto, 25 trabajadores pro derechos civiles fueron asesinados en el sur.23

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 Por qué no puede funcionar lo de “parar la violencia”

Se dice: “No se puede hablar de un cambio fundamental mientras que la gente se mata entre sí. Primero tenemos que parar esta violencia en el seno del pueblo, y después podemos hablar de hacer un cambio más amplio”.

La situación violenta en muchos ghettos negros y barrios latinos de todo el país —en que los padres observan mientras caen baleados sus hijos en fuegos cruzados y los chicos crecen acosados por pesadillas de tiroteos, seguros de que no vayan a llegar a más de 18 años de edad— es un horror para el pueblo. Pero la lógica de que la gente de alguna manera, como primer paso necesario, tiene que “rectificarse a sí misma”, antes de que pueda cambiar las condiciones más amplias que vive, invierte causa y efecto y, pese a las intenciones, aparta la atención de la gente de la fuente de la violencia entre sí: el sistema capitalista imperialista que ha generado estas condiciones en primer lugar. De fondo, la violencia que la gente se comete entre sí no se debe a las “malas elecciones” que tienen que “resolverse primero”, sino que se deben a las formas en que este sistema ha confinado a la gente en una posición en que se enfrenta entre sí para sobrevivir.

Las personas como Bill Cosby, así como Bill Clinton y Barack Obama, no solo van al extremo de echarle la culpa al pueblo negro por la situación horrorosa en que el sistema lo ha zampado, en que las “opciones” son callejones sin salida, sino que lo hacen con una falsa pose de que el pueblo negro lesimporte. Estas víboras hacen enorme daño a la capacidad del pueblo negro de entender el problema y cambiar el mundo en consecuencia, y también justifican todas las mentiras racistas en el modo de pensar de los blancos.

Claro, la gente  necesita cambiarse, pero solamente va a transformarse a sí misma de manera fundamental y liberadora en el proceso de reconocer la verdadera fuente del problema y de cambiar radicalmente sus condiciones. Mucha gente pasó por eso en el movimiento revolucionario de los años 1960, en que muchos pandilleros y prisioneros dejaronesa vida y se pusieron a hacerla revolución y a servir al pueblo, y a hacer la ruptura de “la mentalidad criminal” a “la mentalidad revolucionaria”.

Hoy, los jóvenes en particular están respondiendo al hecho de que no tienen nada que perder bajo este sistema. Estos mismos factores representan las mismas fuerzas motrices que podrían impelerlos en una dirección totalmente diferente si pudieran romper con ese punto de vista “gangsta” y si su ira, enajenación y rebeldía se pudieran canalizar hacia la fuente del problema y se pudieran templar y transformar con la ciencia revolucionaria y una moral de la liberación. Pero eso solo sucederá a partir de LUCHAR contra el sistema, y no “colaborar con él o dentro de él” para de alguna manera mantener la situación bajo control. Tenemos que abolir el sistema que causa e impone estas condiciones, dando a luz una nueva sociedad y nuevas condiciones en que tal violencia en el seno del pueblo ya no tendrá ninguna base y ya no sucederá. En este proceso —de hacer la revolución para cambiar las circunstancias más amplias mientras que se aprende acerca de la dinámica subyacente que da origen a esas circunstancias—la gente puede, y debe, transformarse a sí misma.

¡Luchar contra el sistema, y transformar al pueblo, para la revolución! 

Esta vez, no obstante, se impuso otra dinámica: cuando la situación llegaba a cierto punto, cuanto más la estructura política las atacaba, más las masas resistieron. Eso se interpenetró con los desafíos que tenía la clase dominante estadounidense en ese entonces en el mundo: los países y las colonias oprimidos se levantaban y luchaban por la liberación nacional en el “tercer mundo” de Asia, África y América Latina. La China revolucionaria, bajo la dirección de Mao Tsetung, se imponía como poderoso polo de atracción unificadora en ese ambiente, reviviendo poderosamente la meta y la ideología del comunismo e inspirando a mucha gente en todo el mundo a buscar los medios de hacer la revolución, contra un orden imperialista dirigido por Estados Unidos. Los gobernantes de Estados Unidos también contendían con la Unión Soviética anteriormente socialista (que se había vuelto imperialista pero aún no había abandonado su disfraz socialista) y las potencias coloniales de la vieja guardia, particularmente Gran Bretaña y Francia, por influencia en el tercer mundo. Ante todo eso, la lucha contra la barbaridad continua de la opresión del pueblo negro en el sur, y la manera en que esa lucha seguía lanzando esta cuestión a las primeras páginas del mundo, obligaban a la clase dominante estadounidense a andar a la rebatiña y hacer ajustes en su manera de tratar al pueblo negro.

Así que todo eso elevó las expectativas: el crecimiento indomable del movimiento de derechos civiles basado en el sur en los años 50 y principios de los 60 y las maneras en que llegaba a ser un “polo de atracción” no solamente nacional sino global, además de las migraciones a la “tierra prometida” del norte. Pero la realidad de este sistema de nuevo aplastó estas expectativas. Los afroamericanos en el norte seguían estando sometidos a la opresión y la discriminación flagrantes. Las chusmas de linchamiento del sur descubrían a sus contrapartes cobardes en las chusmas del norte que, a los negros quienes se atrevían a comprar casas en “zonas blancas”, los obligaron a huir incendiando sus casas, o asaltaban a los niños negros quienes se atrevían ir a “escuelas blancas”.

“¿Qué le sucede a un sueño pospuesto?”, preguntó Langston Hughes en un famoso poema.24

¿Se seca
como una fruta al sol?
¿O se encona como una llaga,
y luego chorrea?
¿Apesta como carne putrefacta?
¿O se forma un poso almibarado
como un dulce de jarabe?

Tal vez no más se doble
Como algo que pesa.

¿O que se reviente?

La lucha de liberación negra:
qué resultó de veras de los años 60, y qué no

Las masas contestaron esta pregunta, indubitablemente. El pueblo se rebeló en cientos de ciudades estadounidenses25 y la posición revolucionaria de dirigentes como Malcolm X y de fuerzas como el Partido Pantera Negra resonaba con millones en las calles y en las universidades de Estados Unidos. Muchas cosas alimentaban esto, como la situación internacional que, como se señaló, se caracterizó por un gran auge de luchas de liberación nacional y la influencia de una China socialista bajo la dirección de Mao.

Con los martillazos de este poderoso levantamiento contra los muros del orden social, cayeron algunas barreras al pueblo negro. Algunos afroamericanos recibieron oportunidades de estudiar en la universidad y tener carreras profesionales, y se ampliaron los programas sociales como el welfare (ayuda pública), las clínicas y los programas de educación preescolar. Aumentaron las erogaciones gubernamentales para programas de capacitación y trabajos que contratarían a negros. Se aflojó cierta discriminación en materia de créditos para viviendas y pequeñas empresas. En su mayor parte, se dio esto en la forma de pequeñas concesiones: lo que no solo no empezaba a cerrar las verdaderas cicatrices de cientos de años de opresión terrible, sino que la discriminación continuaba en todas estas arenas. No obstante, estos avances fueron importantes.

En la primera parte del siglo 19, de Tocqueville escribió tomos (desde entonces famosos) en que presentó a Estados Unidos como una democracia modelo. Tal sociedad, dijo, con sus amplias oportunidades para el enriquecimiento del individuo y su gran, próspera y estable clase media, será muy resistente a la revolución. Pero, advirtió, si la revolución llegara a Estados Unidos algún día, se daría en conexión con el pueblo negro. Hoy, aproximadamente 150 años después de que de Tocqueville escribió eso, las masas negras todavía están esclavizadas, pero esa esclavitud tiene nuevas manifestaciones… y las masas negras también se encuentran en una posición diferente. Ahora están concentradas en los centros urbanos estratégicos de Estados Unidos y en los sectores más explotados de la clase obrera, sin ningún interés en defender el sistema y conservar el orden actual. Comparten esta posición con millones de proletarios de otras nacionalidades oprimidas. En pocas palabras, estas víctimas especiales del imperialismo estadounidense están en una posición formidablemente poderosa para jugar un papel decisivo en hacer que la advertencia de de Tocqueville se haga realidad… con consecuencias histórico mundiales que sobrepasan cualquiera cosa que de Tocqueville se hubiera imaginado.

(BALAS… de los escritos,
discursos y entrevistas de Bob Avakian
.
Chicago: RCP Publications, 1985. p. 189-190)

De aún más importancia que estas concesiones particulares, en ciertos sentidos, fueron los elementos “intangibles”. La conciencia no solo de los afroamericanos sino de otras minorías, y de muchos millones de blancos también, cambió radicalmente. La gente cuestionaba fuertemente las mentiras que por décadas se habían enseñado en las escuelas estadounidenses y que se habían inculcado en la cultura estadounidense por medio de obras como Lo que el viento se llevó y El nacimiento de una nación. Se empezó a desenterrar y poner sobre el tapete la VERDADERA historia de la esclavitud, de la guerra de Secesión, de la Reconstrucción y de todo el período del siglo 20.

Los años 60 mostraron que un movimiento que tenía al pueblo negro como su base más sólida de apoyo y la lucha por su emancipación como su punta de lanza, y que trazaba las conexiones a otras barbaridades del sistema y otras luchas contra ese sistema, también podría inspirar y atraer a personas de otras nacionalidades oprimidas en Estados Unidos, estudiantes de todas las nacionalidades, y luego extenderse también a las mujeres, a los proletarios blancos (“blancos pobres”), a los soldados y más allá. Las personas de muchos sectores sociales empezaban a verlo todo acerca de esta sociedad desde una nueva perspectiva, pues de repente se les cayeron las anteojeras, y ¡no les gustó lo que veían y decidieron cuestionarlo y luchar contra él!

En otras palabras, los años 60 mostraron que cuando las masas se levantaron en rebelión contra el orden establecido, cuando eso se fusionó con una política que denunciaba al sistema como el problema y cuando un sector creciente de ese movimiento se vinculaba con el movimiento revolucionario mundial y aprendía de él…, pues, cuando ocurrió todo eso, era posible cambiar radicalmente la polarización política de la sociedad. Lo que casi no se pudo imaginar ayer de repente se convertía en una posibilidad concreta para mañana, lo que exigía acción hoy. (Algunos de estos mismos fenómenos, en microcosmo, también ocurrieron durante la Rebelión de Los Ángeles de 1992, sobre la absolución de los policías quienes aporrearon a Rodney King. Aunque la chispa inicial vino de las masas negras, importantes cantidades de latinos y blancos, especialmente de la juventud, o se unieron con la rebelión o la apoyaban políticamente, y muchísimas personas se vieron atraídas al menos por un tiempo a la vida política y algunas a un punto de vista político mucho más radical e incluso revolucionario).

Los años 60 también mostraron dramáticamente que los gobernantes de este sistema, con todo su poder y vileza, no son todopoderosos: no cuando aquellos a los que dominan se levantan y se rebelan cientos de miles y luego millones de ellos. Ante los fuertes desafíos y golpes de la guerra de Vietnam y la lucha “en su propio territorio nacional”, en estos gobernantes reinó un fuerte tumulto, y se prendieron batallas agudas en sus filas, que dieron más “oxigeno” para un auge de rebelión desde abajo. En muchos sentidos, la clase dominante se vio a la defensiva política e incluso perdió su “legitimidad” a los ojos de millones. Todo ese auge de lucha dentro de Estados Unidos también tenía un enorme efecto internacionalmente: dejó al desnudo las falsas pretensiones de Estados Unidos sobre su “sociedad libre” y dio inspiración a las masas de países por todo el mundo.

Aunque esta maravillosa lucha hizo caer algunas barreras a la igualdad formal y aunque los gobernantes tuvieron ante sí desafíos importantes y se sacudió al sistema hasta sus cimientos, el pueblo no pudo hacer una revolución. Aquí cabe recalcar algo importante: la revolución no es solamente una palabra chida que significa “mucho cambio”; tiene un sentido muy específico. Significa que el pueblo derroca al sistema y les priva a los gobernantes de su poder político y, como esencia de ese poder, de la capacidad de lanzar ejércitos y policías contra el pueblo. Además, significa que se haya establecido un nuevo poder, con nuevos objetivos y metas y los medios de hacer cumplir esos objetivos y metas. EFECTIVAMENTE SE DIO un movimiento revolucionario en los años 60, y eso es algo de un significado monumental; pero NO había una revolución, y eso también tiene un significado monumental, para entender lo que sucedió… lo que no… y lo que aún ha de suceder.

Eliminar cierta discriminación formal, expandir una capa media del pueblo negro y poner unas “caras negras en altos puestos” no arrancó y no podía arrancar las profundas raíces de la supremacía blanca (ni menos traer la emancipación más amplia que se necesitaba). Eliminar la discriminación formal tampoco pudo cambiar la posición de clase de las masas negras, como miembros del proletariado, la clase sin propiedad a la que los capitalistas explotan directamente o las mantiene como parte del “ejército de reserva de desempleados” desesperadamente empobrecidos que los capitalistas pueden explotar más fácilmente y sin tregua cuando beneficie sus propósitos, y que buscan usar para deprimir las condiciones y el espíritu luchador del proletariado en general. La lucha del pueblo afroamericano por la liberación está vinculada con mil hilos a la lucha del proletariado por la plena emancipación de toda la humanidad. No existe ningún muro de ladrillos entre estas formas de opresión, pues se entrelazan y se influyen mutuamente de manera constante, como se vio con el huracán Katrina. En efecto, un enemigo común es la raíz de estas dos formas de opresión: el sistema capitalista imperialista. Hay una solución común para estas dos formas de opresión, la revolución comunista, y al proletariado como clase no le interesa en absoluto conservar ninguna forma de opresión y le interesa muchísimo eliminar todas las formas de opresión.

Lo que resultó de los años 60: La segunda traición

Como no se dio una revolución en Estados Unidos en los años 60 y al mismo tiempo la lucha revolucionario internacional tuvo reveses serios, las décadas desde entonces han sido una pesadilla. Se sacudió pero no se tumbó el poder de la clase dominante; esta volvió con creces.

En estas últimas décadas, ocurrieron transformaciones importantes en la estructura política y económica internacional del imperialismo. Aquí solo podemos señalar en líneas generales, algunos elementos importantes de todo esto, como:26

  • la rivalidad estratégica hasta los años 80 entre Estados Unidos y la Unión Soviética (la cual traía el peligro real de una guerra nuclear);
  • el posterior derrumbe de la Unión Soviética a comienzos de los años 90 y la mayor globalización de capital que le siguió. Entre otras cosas, esto aceleró el destierro de cientos de millones de campesinos, obligados a trasladarse a las ciudades del tercer mundo, así como a los países imperialistas, como fuentes de mano de obra barata;
  • la decisión estratégica de Estados Unidos de lanzar la “guerra contra el terror”, la cual es de hecho una guerra por construir un imperio indisputable sin rival y que alista y desata a las fuerzas más retrógradas y reaccionarias de la sociedad como base.

Todos esos sucesos han sido un factor decisivo que determinara el contexto en que la clase dominante estadounidense ha tomado medidas para identificar lo que aún no se ha resuelto: el papel de los negros en la sociedad, tras el gran auge de levantamientos de los años 60, el que como hemos analizado, sacudió a este sistema, y a su clase dominante, hasta los cimientos pero que no pudo traer un cambio fundamental mediante una revolución.

Al cierre de los años 60, apenas se habían dado concesiones cuando empezaron a arrebatarlas en cada esfera. La clase dominante puso a Nixon en la presidencia, y éste llevó a cabo tácticas duales. Por un lado, se declaró a favor del “poder negro” y apoyó a algunos negocios negros con el propósito de pacificar a un sector de la clase media. Pero su táctica abrumadoramente principal fue la represión. Usó el puñal más afilado contra el Partido Pantera Negra: levantaron acusaciones falsas y encarcelaron a cientos de sus miembros, entre ellos líderes importantes, y asesinaron a 20, entre ellos líderes como Fred Hampton y George Jackson. Pero el régimen de Nixon también reprimió brutalmente a otros sectores rebeldes de la sociedad, tal como ilustraron los asesinatos de estudiantes en lucha contra la guerra en la Universidad de Kent State, y en la Universidad Estatal de Jackson en Misisipí, que es una universidad de estudiantes negros.

Nixon también desarrolló la “estrategia sureña” del Partido Republicano, la cual manifiestamente rindió culto al racismo de los impenitentes blancos sureños reaccionarios y les dio a ellos y a otras fuerzas reaccionarias legitimidad e iniciativa. Mientras tanto, el Partido Demócrata se empeñó en traer a un gran sector de los activistas negros de los años 60 a la arena política electoral. Ambos partidos se empeñaron en desarrollar “testaferros”: “caras negras en altos puestos” que se decían negociadores entre las masas y las autoridades pero de hecho refrenaron la capacidad de resistir del pueblo por medio de dirigentes falsos y mentiras.

El levantamiento de los años 60 presentó de nuevo y poderosamente un claro desafío a la clase dominante: eliminar la supremacía blanca e integrar al pueblo negro en la sociedad en pie de igualdad. Otra vez, eso NO se hizo. De nuevo, se ha traicionado la promesa de la igualdad, tal como lo fue tras la guerra de Secesión. Y de nuevo, obraban dos factores: las necesidades del capital que siguió sacando provecho de la discriminación y la ghettoización racistas de millones de afroamericanos; y la necesidad de los capitalistas de no trastocar, y de hecho reafirmar y reforzar con creces, el aglutinador social de la supremacía blanca, o sea, las formas en que esa mentira de “clase superior” constituía una parte tan integral de la manera de entender lo que quiere decir “ser americano” para tantas personas. Eso fue importante para la clase dominante, especialmente al entrar en un período volátil en que Estados Unidos acababa de perder en Vietnam y confrontaba desafíos potencialmente mucho más grandes en el exterior.

 

La autodeterminación para la nación afroamericana

Para el pueblo negro en particular, forjado tal como ocurrió en una nación separada y oprimida dentro de la nación estadounidense dominante, existe un derecho a la autodeterminación, hasta e incluyendo el derecho de establecer un estado separado. El nuevo poder revolucionario defenderá el derecho del pueblo negro de establecer un gobierno autónomo en el cinturón negro del Sur del país, así como en otras regiones donde la población negra se forma de concentraciones grandes. En este derecho se incluye el derecho de establecer una república afroamericana separada en el cinturón negro del Sur.

Si no intervienen otros factores, la separación de una nacionalidad en su propio estado no es algo que fortalecerá sino que de hecho podría debilitar al nuevo estado socialista. Pero de eso se trata: se tiene que alcanzar la unión de la población de diferentes nacionalidades en una sociedad socialista y radicalmente nueva sobre la base de la igualdad; tal igualdad no se puede realizar sin defender el derecho de las naciones oprimidas, tal como el pueblo afroamericano, a la autodeterminación, hasta e incluyendo el derecho de separarse de la sociedad más amplia y de establecer su propio país separado. Si se va a alcanzar la meta de tener un estado socialista unificado en el territorio más grande posible, tiene que ser una verdadera unión en que ninguna nación se vea obligada a permanecer dentro del estado más amplio sino en que la población de esa nación de manera consciente y voluntaria forme parte del estado socialista más amplio y participe de manera activa y enérgica en el proceso de continuar la revolucionarización de la sociedad socialista en conjunto y de contribuir a la revolución en general cuya meta es llegar a un mundo comunista y a toda una nueva época para la humanidad, libre de la explotación y de la opresión.

 

Mientras tanto, se operaban cambios importantes en cómo “insertar” a los negros en las relaciones económicas de la sociedad. La búsqueda de las mayores ganancias posibles, junto con la mayor capacidad de invertir capital por todo el globo, resultaron en la pérdida de muchos puestos de trabajo industriales en los centros urbanos de Estados Unidos. Se trasladaron algunos trabajos a los suburbios —a donde los capitalistas se llevaron sus instalaciones, en parte para dejar a los afroamericanos fuera de la fuerza de trabajo, puesto que los consideraban demasiado rebeldes— y algunos puestos a otros países. Entre 1967 y 1987, cuatro ciudades, Filadelfia, Chicago, Nueva York y Detroit, perdieron más de un millón de chambas de fábrica, ¡y desde entonces esta tendencia solo ha acelerado!27 Al mismo tiempo, las transformaciones radicales y el saqueo de las economías del tercer mundo obligaron a nuevos trabajadores a ir a Estados Unidos (y a otros países imperialistas). Se calcula que hoy 12 millones de estos trabajadores en Estados Unidos no tienen papeles legales y por lo tanto viven a la merced de la clase dominante capitalista.28 Desde los años 50, el pueblo negro ha constituido un sector desproporcionado del ejército de reserva de desempleados: a veces tienen trabajo, a veces no, a menudo se ven forzados a dedicarse al chanchullo que sea para subsistir; hoy este fenómeno se ha extendido e intensificado a un nivel completamente nuevo.

La “guerra contra las drogas”, el desmantelamiento del welfare y el apuntalamiento de la religión

En 1969, H. R. Haldeman, el ayudante principal de Nixon, escribió en su diario: “[El presidente Nixon] recalcó que hay que reconocer el hecho de que el problema global realmente son los negros. La clave es crear un sistema que reconozca esto mientras que dé la apariencia de no reconocerlo”. De ahí nació la “guerra contra las drogas”.29

Nixon lanzó esta “guerra contra las drogas”, pero Reagan, quien entró a la presidencia en 1980, la llevó a un nivel completamente nuevo. Representó una decisión estratégica de la clase dominante de mantener a la juventud negro de los centros urbanos en los barrios y ghettos desolados y supersegregados, sin trabajo y con severos recortes de recursos para educación y salud. Incluso en el caso de las chambas que se quedaron, la discriminación aumentó, a medida que los patrones buscaban evitar el “desafío” de los jóvenes negros que, en las palabras de Bob Avakian, “no fueron suficientemente dóciles para la explotación capitalista”. En lugar de ofrecer una educación mejor y la promesa de nuevas oportunidades para esta juventud, dejaron que las drogas inundaran los centros urbanos (con la complicidad de la CIA), y canalizaron a muchos jóvenes de los centros urbanos al tráfico de drogas, donde estarían vulnerables al hostigamiento incesante, arrestos, encarcelamiento y marginación social. La tasa de encarcelamiento disparó dramáticamente30, al extremo de que rebotarse entre la dura vida de la calle y la vida aún más dura de la prisión llegó a ser el modo de vida dominante de muchas comunidades de oprimidos de los centros urbanos — una vida de encierros. A partir de ese momento y de manera continua y cada vez más intensificada hasta hoy, cuandoquiera que se anuncien ofertas de trabajo en una ciudad grande, la gente hará cola de muchas cuadras por tener la mera oportunidad de presentar una solicitud de trabajo. Pero las más de las veces y, en algunas regiones, para la mayoría de la gente, hay poco remedio salvo la economía ilegal.

De ahí, el “código de la calle” echó raíces mucho más profundas: es decir, las reglas de la supervivencia resultado de competencia tiburonesca de la economía ilegal, y la consiguiente violencia horrorosa de “negro contra negro” y entre los jóvenes negros y latinos que los comentaristas de los grandes medios de la burguesía deploran, o que finjan deplorar, establecieron el marco para la juventud de los centros urbanos en general. La burguesía lanzó una campaña increíble de satanización contra la juventud negra en particular, hasta inventó una categoría de “superpredadores salvajes” para justificar la masiva ola de criminalización.

La determinación decide quién saldrá del ghetto… vaya que eso sí que es un cliché gastado, en su peor aspecto, a todo nivel. Es como ver un molinillo de carne que pulveriza a millones de personas y en vez de fijarse en que a la gran mayoría la vuelve pedazos, mirar a los pocos que se escapan enteros y de remate usar eso para decir que ¡”el molinillo sí sirve”!

(Bob Avakian, “El ‘Juego de la ciudad’ —
y la ciudad, nada de juego”,
OR No. 201, 15 de abril de 1983, p. 4)

Durante este mismo período, la burguesía lanzó una feroz campaña de satanización y humillación contra las mujeres negras que recibían welfare. Estos bravucones racistas no tenían límites en sus insultos. Para 1996 el “liberal” Bill Clinton había firmado un proyecto de ley que les negó welfare a millones de personas, especialmente mujeres, y empujó a millones de mujeres al mercado de trabajo de salario mínimo, a menudo en chambas de asistencia médica o comercio minorista de muy bajo pago, y obligó a mucha gente a dedicarse a chanchullos y acciones de desesperación, como la prostitución, para subsistir y dar de comer a sus hijos.31 Según cualquier cálculo, fue un cambio social masivo, un cambio que no se reportó ni se valoró como corresponde.

Hasta el sector del pueblo afroamericano que logró salir del ghetto y encontrar trabajo de mejor pago durante las últimas décadas lleva una vida de incertidumbre y peligro. La discriminación en cada esfera —crédito, asistencia médica, educación, etc.— sigue, así como los casos de negros de mejor posición económica a la cual mata la policía por ser “negro al volante” o que constantemente corren el peligro de tal suerte.

Junto con eso, y de manera muy consciente como parte de esta contraofensiva reaccionaria de la clase dominante, se han resucitado la iglesia negra y los sentimientos religiosos en el seno del pueblo negro. La influencia de la religión de hecho entró en un importante reflujo a finales de los años 60, cuando mucha gente alzó la frente para luchar por la revolución y, al hacerlo, luchó por determinar de manera racional cómo funcionaba el mundo y cómo cambiarlo. Pero a partir de ese reflujo de la lucha revolucionaria al fin de esa década, mucha gente expresaba muchos sentimientos de desorientación y desesperanza.

Las fuerzas religiosas se apresuraron a llenar el vacío con un chorro de ideas erróneas, objetivamente dañinas y en algunos casos abiertamente reaccionarias y mortales: culparse a sí mismo por ser oprimido por este sistema; creer que el capitalismo es la salida de una locura causada por el capitalismo; fortalecer la dominación de hombres sobre mujeres; el reemplazo con los cuentos y mitos de la Biblia a los hechos de la ciencia (incluida la evolución) y en general propagar la idea de que la gente no puede conocer el mundo y por ende de verdad no puede ponerse a cambiarlo radicalmente, y por ende tiene que “dejarlo todo en manos del Señor”. Todas estas ideas han confundido, engañado y desmoralizado en serio a la gente, el que provengan de Creflo Dollar, T. D. Jakes o Luis Farrakhan (cuya pose militante esconde una clase de nacionalismo profundamente conservador, y en muchos sentidos abiertamente reaccionario).

Hoy, tal como en los tiempos de la esclavitud, la clase dominante apuntala a la iglesia como la PRINCIPAL institución en la comunidad negra. Los dineros del gobierno que antes se dedicaron a la educación pública y el arte comunitario, ahora se canalizan por medio de los predicadores que se alinean con el gobierno y con el movimiento fascista cristiano que Bush ha alentado. En ningún lugar se manifiesta esto más que en las prisiones. La lucha de los años 60 prendió en los presos una sed de conocimientos y la verdad; y estos lucharon por el derecho a tomar cursos universitarios y por tener acceso a literatura aunque estaban presos, y ganaron estos derechos; hoy, están suprimiendo y eliminando cada vez más estas concesiones, mientras que los “ministerios religiosos para los presos” tienen la cancha libre para envenenar la mente de literalmente millones de jóvenes negros que el sistema mete en estos lugares infernales, en que cada vez mayores cantidades de personas están cumpliendo sentencias largas en cualquier momento dado en condiciones carcelarias degradantes.

Mientras alguna gente religiosa y clérigos se oponen a las atrocidades y los crímenes de este sistema y a importantes aspectos de la opresión del pueblo negro y de otros, y es posible unirlos en lucha contra todo eso, tiene que haber lucha y debate sobre el verdadero carácter del problema y de la solución, y la concepción del mundo y el método que sean necesarios para obtener la emancipación completa, y el verdadero papel de religión en todo eso. La religión —en general y en particular en el período reciente— desvía a la gente de la búsqueda de la verdad de las causas y la dinámica de la situación, cómo es y la posibilidad de cambiar la situación en este mundo concreto. Aunque las versiones “progresistas” de la religión animen a la gente a resistir la opresión (o aspectos específicos de la opresión), no obstante promueve la idea de que, en lo fundamental, la propia gente no puede cambiar la situación buscando conscientemente y llegando a conocer qué es el problema —cuál es la causa concreta de la situación de la gente y de dónde origina la opresión— y librando una decidida lucha sobre la base de esa conciencia, sino al contrario a lo sumo deberían dejar las cosas “en manos de Dios” y confiar que este dios inexistente les dé el valor y la fuerza para perseverar. A otro nivel, la situación se empeora, pues existen puntos de vista religiosos reaccionarios que defienden abiertamente a este sistema y los pilares principales de sus relaciones opresivas.

* * * * *

¿Post-racial? Por favor. Todos tenemos que reconocer francamente lo que realmente ha pasado en las últimas décadas. La esperanza y el optimismo de los años 60, basados en el verdadero potencial que se puede ver cuando la gente se levante, luche y empiece a buscar una alternativa radical a este sistema monstruoso… se han convertido en desesperación ante décadas de traición y brutal represión por parte de estos gobernantes, décadas de sufrimiento innecesario y desperdicio imperdonable de potencial humano. Hoy la situación es aún más peligrosa. Un ejemplo descarnado: existe la clara posibilidad y ya hay claras tendencias y sucesos en la dirección de una nueva era de “neo esclavitud” en que la población carcelaria, predominantemente de negros, trabaje por céntimos al día para generar ganancias para los capitalistas o para reducir los costos del estado. En la clase dominante, algunos ofrecen “sugerencias de política” con insinuaciones genocidas, por ejemplo el prominente republicano (y fascista cristiano fundamentalista) Pat Robertson quien ha recomendado ejecutar no solo a personas condenadas por homicidio, sino a personas que cometan crímenes que “manchen” la sociedad.

En otras palabras, se están presentando un problema, y una posibilidad, de otra traición — ¡a una escala aún más horrorosa!

F a l s o   c a m i n o s   y  
c a l l e j o n e s   s i n   s a l i d a

Por qué las “familias fuertes” no son la solución

Se dice: “La razón básica de los problemas del pueblo negro ha sido la desintegración de la familia negra. Por eso estos jóvenes entran en la vida pandillera. Tenemos que resucitar la familia tradicional como primer paso para resolver estos problemas”.

Aunque se ha dado una extendida desintegración de las familias negras en las últimas décadas, esa también ha surgido del funcionamiento de este sistema, que ha asignado a muchos hombres negros a los márgenes de la sociedad, con casi un millón de ellos en prisión mientras lees esto. La base económica para las familias “estables, biparentales” ha sido socavada. Si cada padre negro pudiera involucrarse activamente en el cuidado de cada niño negro, el siguiente hecho aún continuaría: este sistema no tiene futuro para millones y millones de estos jóvenes, con o sin la presencia del padre.

Si verdaderamente crees que la familia “estable, biparental” resolverá el problema, échate una mirada a los años del terror del Ku Klux Klan, los linchamientos y la segregación de tipo Jim Crow (con el aval de la ley) en el Sur. En esos tiempos la gran mayoría de las familias negras fueron familias tradicionales biparentales. Pero eso no previno y no pudo prevenir los efectos devastadores de la supremacía blanca y la explotación y opresión capitalistas.

Pero hay un problema aún más profundo con esta explicación vacía: dirige a los oprimidos hacia un punto de vista que fortalecerá las cadenas de la opresión y los apartará más de la liberación. La familia tradicional tiene orígenes en la división original de la sociedad entre opresores y oprimidos. Puedes encontrar un indicio de esto mirando la palabra raíz de “familia”, ¡que en latín significa la cantidad de esclavos poseídos por un amo! “Restaurar al hombre como cabeza de la familia” oculta la realidad de lo que eso significa para la mujer — que es exactamente padecer el trato de esclava, o de “favorecida”, o las golpizas, el abuso, el engaño, el acoso sexual y la violación dentro de los “sagrados confines” de la familia (que es muy frecuentemente lo que sucede de hecho). Cuando ves la esencia, esta tontería del “derecho legítimo del hombre” es solamente la cháchara y la mentalidad de un aspirante a amo de esclavos. Toda esta cháchara de la calle de “putas e yales”… todo este odio a los homosexuales, con la cháchara de “maricas y putos”, la persecución y las palizas y los asesinatos de alguien cuyos sentimientos sexuales son distintos a “lo normal”… toda esta mierda, también, es la misma mentalidad jodida y destructiva.

No necesitamos eso, ¡y nunca conducirá a la liberación ni a un mundo mejor! Si bien la revolución comunista eliminará inmediatamente las formas en que la sociedad ha obstaculizado el desarrollo de las familias negras, NO lo hará basado en las relaciones y las ideas tradicionales que dominan las familias en la sociedad capitalista, sino basado en la igualdad y el amor y el respeto mutuos, y de mirar hacia adelante a la transformación de toda la sociedad, tal como desencadenar la plena participación de las mujeres en cada esfera. Los hombres negros, y otros hombres, no tienen que “aprovechar” su “derecho” de imponer su dominio en la familia sobre las mujeres y los niños; tienen que alzarse junto con las mujeres en pie de igualdad como parte de emancipar a toda la humanidad.

Los niños negros no necesitan “modelos masculinos de conducta”; necesitan un fin de las condiciones agobiantes que les cortan el paso en cada momento. Necesitan la revolución, y necesitan modelos revolucionarios de conducta, tanto de mujeres como de hombres. Tienen que ver a hombres y mujeres quienes se ponen de modelos del respeto y la igualdad mutuos que reflejan el mundo por el que estamos luchando: un mundo liberado completamente nuevo en que las jóvenes se crecen fuertes sin temor a la violación, la degradación ni el abuso, en que no se tacha a ningún niño de “ilegítimo” y en que los hombres, tal como los demás, se realizan su valor contribuyendo a la mejora de toda la humanidad por medio de la transformación revolucionaria de toda la sociedad, en lugar de beneficiarse de un poquitín de la opresión de este mundo de pesadilla.

III. Hacia el futuro: La revolución es la solución

Comenzamos este ensayo con una discusión de la necesidad de reconocer el alcance global del problema y establecer con exactitud su verdadera causa. Hemos demostrado que la opresión del pueblo negro surgió del funcionamiento del capitalismo, que consume a millones y millones de vidas en su expansión ciega, y de las políticas conscientes económicas, políticas y sociales de los propios capitalistas, y se desarrolló de forma entrelazada con ese funcionamiento y esas políticas. Hemos trazado las luchas titánicas en este país contra la opresión nacional (la opresión del pueblo negro y de otros pueblos que han padecido la discriminación y la subyugación, como naciones, o como minorías nacionales) que este país ha presenciado, y sacado sus lecciones más esenciales, por ejemplo el hecho de que este sistema, cada vez que se le ha presentado la oportunidad de reformarse, ha traicionado al pueblo negro una y otra vez; hemos demostrado que debido a su naturaleza y dinámica esencial, no es posible reformar al sistema, ni puede el sistema reformarse a sí mismo. Hemos demostrado que, lejos de ser “post-racial” o incluso “en vías de mejoramiento”, la opresión del pueblo negro continúa de muchas formas horrendas y se ha reforzado e intensificado en el último período, y que se están presentando hoy posibilidades reales de horrores aún peores.

Todo eso nos lleva a la única solución a ese horror, a la única salida de esa monstruosidad: la revolución.

Hablamos arriba de la experiencia de los años 60 y el hecho de que demostró las posibilidades de que surja un movimiento revolucionario que recibe tremendo apoyo aquí en Estados Unidos. Hoy las personas cansadas de la vida, que dicen que ya han visto y ya han hecho todo eso, a ellas les gusta decir: “¿Revolución? La intentamos pero no funcionó”. Esas personas ven las cosas con las patas arriba. Lo más maravilloso de los años 60 es esto: si las cosas se hubieran desenvuelto de una manera un poco diferente... y si hubiera existido una dirección revolucionaria, un partido de vanguardia, con profundas raíces entre las masas y una visión más clara de las metas de la revolución y una estrategia correcta para hacerla... pues, ¿quién puede decir que no habría sido posible una revolución, o por lo menos una tentativa muy seria, aquí mismo en las “entrañas de la bestia”? Lo más importante de los años 60 no es que “no funcionó”, sino cuán lejos avanzó; dejó lecciones valiosas para analizar y asimilar, y un estándar que habrá que sobrepasar en la lucha venidera.

Con eso llegamos a un punto aún más importante: la revolución no será una simple repetición de lo que era el movimiento en ese tiempo. Primero, aunque muchas cosas siguen siendo iguales —por ejemplo, la opresión del pueblo negro como hecho central de la vida estadounidense y la manera en que eso se reflejará en cualquier movimiento revolucionario—, muchas cosas más, como ciertas formas particulares de la opresión de los negros, han cambiado de maneras importantes en las últimas cuatro décadas. Segundo, el movimiento de ese tiempo tenía ciertas limitaciones reales. Por ejemplo, incluso las fuerzas más radicales de ese movimiento —Malcolm X y el Partido Pantera Negra— no entendían claramente qué metas debe tener la revolución, ni tampoco cuán profundamente arraigadas en el sistema capitalista están la opresión del pueblo negro y las demás formas de opresión que fueron blanco de los levantamientos populares.

Para Malcolm, e incluso para los Panteras Negras en gran medida, la visión de la lucha no iba más allá de la liberación de los negros como pueblo; faltaba un análisis completamente claro y correcto de cómo lograr esa liberación en realidad, y había cuando menos cierta tendencia a “obligar a Estados Unidos a cumplir con sus promesas”. Pero Estados Unidos ha faltado continuamente a “sus promesas”, y por una razón: la opresión del pueblo afroamericano es una parte esencial del tejido y el funcionamiento de la sociedad estadounidense, y cualquier intento de arrancarla de raíz destrozaría completamente ese tejido social como existe en la actualidad. Es más, la emancipación del pueblo afroamericano —que aparte de ser una nación oprimida dentro de la sociedad más amplia, es también en su mayoría parte del proletariado estadounidense— está estrechamente ligada a la revolución dirigida por el proletariado para la plena emancipación de toda la humanidad, y en esta época su emancipación solo puede lograrse como parte de tal revolución.

Así que hubo confusión cuando se quitaron unas de las barreras legales formales a su avance, y un pequeño sector de los oprimidos logró aprovechar eso para progresar, aunque de maneras limitadas, mientras la mayoría de las masas quedó relegada a condiciones de vida aún peores. Las ideas propuestas para explicar todo eso —que el movimiento falló o, peor, que la gente no aprovechó “sus nuevas oportunidades”— son erróneas y extremadamente dañinas.

El movimiento no falló; había que ir todavía más lejos. Las “puertas a la oportunidad” no solo no estaban verdadera y completamente abiertas, sino que de fondo todavía había miles de hilos de acero, unos visibles y otros no, empotrados muy profundamente en la sociedad, que mantenían subyugadas a las masas negras. Se necesitaba y se necesita algo más radical y más profundo. Como veremos abajo, un poder revolucionario rápidamente podría empezar a hacer pedazos esos hilos y ponerse a movilizar a la gente para construir una sociedad basada en la auténtica emancipación y en dar pasos en esa dirección; y, como hemos señalado, en esencia el movimiento de los años 60 no logró hacer todo eso porque en esencia no alcanzó el momento con la posibilidad de derrotar el poder de la clase dominante imperialista capitalista.

Además, aun cuando entonces había cierta claridad sobre la necesidad de la revolución y sus metas, el movimiento revolucionario de los años 60 confrontaba problemas grandes y complejos. ¿Cómo superar la brecha entre las condiciones de vida de los profundamente oprimidos y aquellas del “centro blando” de la sociedad estadounidense, pues habrá que conquistar a muchos de esa capa a la causa revolucionaria? ¿Cómo librar la lucha revolucionaria y gestar una nueva sociedad que no se acomode con la supremacía blanca y la subyugación del pueblo negro y otras minorías oprimidas en Estados Unidos, y que está resuelta a abolirlas y arrancarlas de raíz en toda su extensión, mientras que sobre esa base y con esos objetivos se gane y se una en esta revolución a las masas populares de todas las nacionalidades, incluidas grandes cantidades de blancos? ¿Cómo mantener una orientación de hacer la revolución, y no atascarse en no más aceptar reformas, durante el período en que el movimiento todavía no puede llegar directamente a la revolución? ¿Cómo hacer frente a todo lo que la clase dominante estadounidense podría echarle encima (y que le echará encima) al pueblo revolucionario, y derrotarla?

Antes de que el movimiento pudiera abordar por completo esas preguntas, ni hablar de encontrarles solución, el sistema le lanzó una represión despiadada. Cómo señalamos arriba, mató a más de 20 miembros y líderes del Partido Pantera Negra y encarceló a centenares más, unos por años y hasta por décadas. Al mismo tiempo, promovió a políticos negros quienes propagaron la línea de que la opresión del pueblo negro, al igual que las demás llagas abiertas de esta sociedad, se podía solucionar mediante reformas. Por último, para poner todo eso en el marco más amplio, la situación internacional cambió de un período en que la revolución fue la principal tendencia en el mundo a uno en que el movimiento comunista internacional había sufrido un serio revés histórico mundial, con la revocación del dominio revolucionario de China en 1976 tras la muerte de Mao y el arresto y, en muchos casos, la ejecución de sus partidarios. Ese último golpe, que provocó una tremenda confusión y desmoralización, aunado a los ataques ideológicos que el sistema lanzó contra toda la experiencia bajo la dirección de Mao, y contra la revolución y el comunismo en general, llevó a muchas personas a perder las esperanzas —equivocadamente— de la posibilidad de una revolución.

Así que el movimiento de los años 60 entró en un reflujo. Pero la lección fundamental de ese período no debe perderse: demostró que la revolución no solamente es necesaria, sino que es también posible en Estados Unidos; y dejó una idea de las fuerzas importantes de tal revolución y los principales problemas que habrá que solucionar para hacerla.

Es más, ese período produjo algo extremadamente importante: de hecho, lo más importante desde un punto de vista estratégico. Fue esto: un partido que ha desarrollado el análisis y sigue desarrollándolo para dirigir una revolución triunfante en este país, un partido que tiene un análisis claro de la meta de esa revolución, un conocimiento científico de la dinámica social que podría llevar a una situación revolucionaria y las fuerzas a las que se podría unir para hacerla suya y apoyarla en diferentes formas, y una dirección capaz de guiarla a la victoria.

A este partido —el Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos— lo dirige Bob Avakian, veterano de las luchas de los años 60 que, dicho sea de paso, se interesó en la revolución a raíz de su colaboración con el Partido Pantera Negra. Desde los años 60, Avakian ha dirigido el movimiento revolucionario en la práctica y para guiar esa práctica, ha hecho frente y buscado las soluciones a los mayores problemas que confronta el movimiento comunista revolucionario en su conjunto: por ejemplo, temas importantes de ciencia y filosofía, de conocer y cambiar el mundo; el significado y la gran importancia del internacionalismo revolucionario proletario; la historia del movimiento comunista y la experiencia de las revoluciones socialistas, en que sintetiza y defiende firmemente sus logros y explora a fondo sus deficiencias, y señala el camino hacia adelante hacia una concepción de la sociedad socialista que desbroza nuevos terrenos y constituye una guía para una etapa completamente nueva de la revolución comunista; y las cuestiones estratégicas que supone hacer una revolución triunfante en un país como este. Un elemento importante de la obra de Avakian durante todo este período ha sido su profundo análisis de la historia y la situación del pueblo negro en Estados Unidos, para el cual ha tomado del trabajo y la investigación de los académicos sobre este problema fundamental y lo ha sintetizado, además de regresar continuamente a las ideas de los líderes revolucionarios de los años 60, bregando con sus ideas y descubrimientos así como sus limitaciones, y sacando lecciones profundas de todo ese período.32

Con la dirección de Bob Avakian, este partido ha desarrollado un conocimiento del tipo de revolución que se necesitaría en un país como este..., qué fuerzas habría que unir y cómo unirlas, incluido el problema de cerrar las grandes brechas que separan a la gente en la sociedad actual..., el tipo de lucha y actividad políticas que los revolucionarios tendrían que emprender para acercar la oportunidad de hacer la revolución... y las formas en que una fuerza revolucionaria tendría que hacer frente a los imperialistas para tener una posibilidad real de ganar. Como es sabido, esas cuestiones cruciales son extremadamente complejas y solo es posible mencionarlas aquí, pero instamos a cualquier persona que está bregando con ellas, a abordar y estudiar a fondo el folleto Revolución y comunismo: Fundamento y orientación estratégicos.

Una revolución comunista

Un tema explorado a fondo en el citado folleto es: la meta de esta revolución tiene que ser la emancipación de toda la humanidad.

Muchas personas se acercarán a la revolución porque se les ha negado la oportunidad de llegar a desarrollar plenamente su potencial, y encuentran sus esperanzas y su espíritu refrenados y hasta burlados porque las puertas que el sistema ofrece se les cierran de golpe. Otras se acercarán a la revolución por un sentimiento de venganza y de querer lanzarse contra las injusticias que se les ha hecho a ellas y a su pueblo. Esa furia puede impulsar a la gente a la revolución —y la indignación ante la opresión debe ser y será un elemento clave de cualquiera revolución—, pero hay que dirigirla, canalizarla y transformarla en determinación para luchar contra todas las relaciones degradantes y de opresión entre la gente, y contra toda forma de explotación de un sector de la sociedad por otro, y arrancarlas de raíz.

Unas personas se acercarán a la revolución en busca de la liberación del pueblo negro, un fin a la opresión brutal y la degradación de la mujer, o un fin a la opresión de los inmigrantes y a la dominación de sus países de origen por el imperialismo estadounidense. Unas se le acercarán impulsadas por su preocupación desesperanzada por la destrucción del planeta a raíz de las guerras y la rapiña de los recursos naturales que hace el capitalismo. Todos esos atropellos, y muchísimos más, son acicates para la revolución. Sin embargo, cada uno de estos crímenes —por atroz que sea en sí, y por central que sea su eliminación para la revolución— es una manifestación de algo más profundo. Para eliminar cualesquier de esos crímenes, se necesita llegar a las raíces del problema, o sea, atacar y eliminar el sistema capitalista en su totalidad. Al examinar a fondo las raíces del problema, su solución aparece también.

Este sistema, que surgió y se alimentó de la esclavitud humana y ha continuado el legado de ese crimen hasta hoy en día, es un sistema mundial que genera continuamente guerras brutales de expansión del imperio, que engulle y arruina la vida de innumerables niños en todo el mundo, que subyuga a la mujer, la mitad de la humanidad... que hace todo eso para satisfacer los dictados de un sistema cuya preocupación primordial es el incesante afán de acumular siempre más ganancias y cuyo mandamiento único es: “expandirse o morir”. Mira los crímenes descomunales que se realizan una y otra vez: sean las sanguinarias invasiones, guerras de agresión y ocupaciones de Irak y Afganistán hoy, Vietnam hace una generación y quién sabe dónde mañana. Urge ponerle fin a este sistema de saqueo mundial y de miseria forzosa e innecesaria.

Por otra parte, el ascenso del capitalismo produjo algo más: los medios para poner fin a ese sistema de despiadada explotación y asesinato en masa. A medida que el capitalismo se desarrollaba, también lo hacían los medios de producción: las formas en que la gente se reúne para producir los artículos materiales necesarios para la vida, como comida, alojamiento y la capacidad para criar una nueva generación. En el capitalismo, llegan a estar socializados los medios para llevar a cabo esta producción: es decir, en lugar de que los individuos aislados trabajan estos medios de producción (la tecnología, la tierra, la materia prima, etc.), para trabajarlos, se necesita contratar a grandes colectividades de personas en redes que se extienden por todo el planeta. Además de eso, el capitalismo también ha generado las condiciones para el surgimiento de una nueva clase, el proletariado: la clase que trabaja en común esos enormes medios de producción.

Por esa razón, la revolución proletaria no se trata de obtener una vida mejor para uno que otro individuo determinado, ni de una oportunidad para que los proletarios individuales “reciban más”, lo que inevitablemente tendrían que hacer a expensas de los demás. El proletariado, como clase, no puede obtener su emancipación mediante un reparto de los medios de producción entre individuos, ni siquiera entre grupos de individuos agrupados colectivamente en unidades aparentemente autónomas; si los repartiera así, surgiría de nuevo una situación en que los individuos o los grupos se vean envueltos en una competencia y que algunos de ellos progresan a expensas de los demás, lo que llevaría con el tiempo (y no mucho) a nuevas divisiones opresivas entre las personas, y a nuevos grupos de explotadores y explotados. Al contrario, los medios de producción que el proletariado trabaja en común deben llegar a ser la propiedad colectiva de toda la sociedad.

Esta revolución abarca muchas y complejas tareas. La revolución tiene que transformar las subyacentes relaciones de clase y de producción fundamentales de la sociedad (o sea, ¿quién es dueño de los medios de producción? ¿cómo se relacionan las personas para realizar esa producción? ¿cómo se distribuye el producto?). Hay que desarrollar la revolución para que transforme los medios de producción en propiedad del pueblo en común, y a la larga eso tiene que ocurrir por todo el mundo. La revolución tiene que arrancar de raíz y transformar todas las instituciones que defienden y refuerzan las diferencias de clases: el ejército y la policía, las formas en que se administra el gobierno, y también los medios de comunicación y la cultura. Todo ese proceso revolucionario tiene que realizarse de una manera en que la gente asuma cada vez más las tareas globales del manejo de la sociedad y en que transforme radicalmente su modo de pensar y su moral, para romper con el viejo punto de vista capitalista de “cuidarse del número uno”, “esperar a que venga un salvador”, “nuestro país primero”, etc. Esta revolución tiene que superar las diferencias entre el trabajo intelectual y el trabajo manual, y el carácter opresivo de esa división, y superar también la dominación opresiva de la mujer por el hombre —instituciones y relaciones, juntas con el desarrollo de la sociedad de clases, que surgieron hace miles de años—, la división de la sociedad entre explotados y explotadores, y el dominio de los segundos sobre los primeros.

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 Los límites del  nacionalismo

Se dice: “Solamente los negros saben lo que vive el pueblo negro y solo los negros pueden conocer cómo cambiar eso. Tenemos que encargarse de nuestra lucha primero, y seguir adelante desde ahí”.

Muchas personas van a unirse con la revolución por sus propias experiencias de opresión, y el movimiento revolucionario tiene que tomar muchísimo de esta experiencia y de los descubrimientos y análisis que salen de ella. Pero esa experiencia sola no puede descubrir las fuentes más profundas de esta opresión y los caminos potenciales para eliminar todo eso. Eso requiere la ciencia, la ciencia del comunismo descubierta primero por Marx y profundizada y desarrollada desde entonces. Marx señaló que se puede conocer científicamente la sociedad humana, como todos fenómenos materiales en el universo, y desarrolló los métodos fundamentales para hacer eso. Para que podamos liberarnos, es esta ciencia la que aquellos que se oponen a la opresión tienen que hacer suya y aplicar para conocer y transformar la realidad. Aplicar esta a la opresión del pueblo negro, y a cada problema candente de la sociedad, es una tarea para las personas de todas lasnacionalidades; necesitamos que todos estén trabajando para tener el conocimiento y análisis más correctos y más profundos posibles.

Decir que primero los negros tienen que “encargase de sus cosas” es identificar mal el problema. Por duro que la gente se haya esforzado, bajo este sistema no es posible “encargarse de sus cosas” como pueblo. En cada etapa desde su formación durante la Reconstrucción, se ha distorsionado y subyugado el desarrollo de la nación negra dentro de la nación opresora estadounidense mayor, y hoy la misma dinámica fundamental está operando, de nuevas formas. Al mismo tiempo, hay clases diferentes —personas con diferentes posiciones sociales y puntos de vista— en la población negra. Aunque los negros comparten una opresión, también la viven de modo distinto los individuos que tienen posiciones diferentes en la sociedad en general. Por eso, no hay, y no puede haber, un solo punto de vista unificado que representa a todo el pueblo negro, ni ninguna ideología “negra” o “africana” que representa a todo el pueblo negro de una manera especial y única, por encima de otros pueblos oprimidos. Las afirmaciones de tener tal ideología y las tentativas de presentar esta como si representara a todo el pueblo negro, solo llevarán a que domine el punto de vista de las fuerzas más burguesasEso ocurre porque conforma mucho más con el funcionamiento del sistema, y el punto de vista y los medios de crear opinión pública que sirven a la burguesía dominante y que esta controla, y que en muchos sentidos se refuerza y se apoya por los mismos.

No obstante, la organización de los negros, y de otros pueblos oprimidos, quienes luchan contra su opresión tiene un papel en el proceso revolucionario, y el movimiento comunista revolucionario se unirá con ella. Tendrán un papel las formas de autogobierno y autonomía para el pueblo negro en la nueva sociedad socialista, aunque se lleve a cabo la integración racial en la sociedad en general. El movimiento comunista revolucionario también trabaja para forjar unidad con formas nacionales y agrupaciones nacionalistas del pueblo negro en la lucha hoy y lo hará en el momento en que las condiciones se maduren para la propia revolución, aunque haya lucha sobre cuáles son las metas de la revolución, y qué punto de vista y enfoque deben guiarla.

El punto de vista comunista, a diferencia del nacionalismo, aborda a todo desde el punto de vista de emancipar a toda la humanidad. Partir exclusivamente del deseo de “encargarse de las cosas” entre los negros conducirá a oponer los intereses del pueblo negro a los intereses de otras agrupaciones nacionales, lo que inevitablemente engendrará la desigualdad y perpetuará la opresión. El nacionalismo también pasa por alto lo de la emancipación de las mujeres, que solamente se puede lograr junto con la abolición final de las naciones y de todas las relaciones de explotación y opresión. Irónicamente, partir exclusivamente del deseo de afirmar los derechos de la nación negra es un marco demasiado estrecho, incluso para quitársele de encima la dominación que padece hoy. Únicamente partiendo de los horizontes más lejanos del futuro comunista, se pueden entrelazar poderosamente en la lucha revolucionaria las corrientes de lucha contra todas estas formas de opresión, y sólo el proletariado revolucionario, con un núcleo sólido consciente de que su emancipación como clase requiere la abolición de todas las formas de opresión, puede dirigir tal lucha revolucionaria.

Todo eso subraya por qué, aunque la revolución sí tiene que tratar y sanar las muchas cicatrices del pasado, tiene que ir más allá de una situación en que “los últimos serán los primeros, y los primeros, últimos” y alcanzar alturas más elevadas que la “igualdad”; tiene que aspirar a ir más allá de las condiciones en que hay “primeros” y “últimos” y en que la gente evalúa su condición de vida comparándola con la de otras personas. El objetivo de la revolución debe ser una sociedad verdaderamente comunista en que el principio-guía sea “de cada cual, según su capacidad; a cada cual, según sus necesidades, o sea, una sociedad en que, como describe la Constitución de nuestro partido:

[L]as personas todavía tendrían que trabajar juntas para producir las necesidades de la vida y tratar la naturaleza y cumplir con nuestras obligaciones entre unos y otros. Pero sí significaría que las personas serían libres para hacer eso de una manera que NO nos divida en fuerzas contendientes y hostiles… libres de la imposición de la ignorancia que es una parte tan integral del mundo de hoy… y por fin libres para desarrollar a continuo una verdadera sociedad mundial de seres humanos que florezcan cada vez más, no solo como individuos sino fundamentalmente en sus relaciones y intercambios mutuos entre sí.33

Será una verdadera comunidad humana global, sin fronteras ni divisiones nacionales, pero llena de diversidad humana y con el mucho mayor desencadenamiento de la creatividad y la iniciativa, dentro de un marco global de cooperación.

Si la revolución no tiene en la mira a esas metas y esas alturas, pues la situación volverá a una forma de explotación u otra y se resucitarán las instituciones opresivas y anticuadas que acompañan la explotación. La pesadilla continuará.

Dicha conciencia de sus metas tiene que estar al centro y al núcleo del movimiento revolucionario. Se trata de la revolución comunista. Su primer paso tiene que ser el derrocamiento de la maquinaria estatal de los capitalistas imperialistas, una vez que surja una situación revolucionaria. Al derrocamiento de viejo sistema de opresión tiene que seguirle inmediatamente el establecimiento de un nuevo poder estatal al servicio de los intereses revolucionarios del proletariado de emancipar a toda la humanidad.

Imagina: El nuevo poder estatal revolucionario y la abolición de la opresión del pueblo negro

¿Qué podría lograr este nuevo poder revolucionario? ¿En particular, qué haría en relación a la opresión del pueblo negro?

Desde el principio, el nuevo poder introduciría y defendería un conjunto completamente diferente de relaciones económicas, basado en medidas para eliminar las diferencias de clases y otras relaciones opresivas, y las instituciones y las ideas que surgen de ellas y que las refuerzan. El estado revolucionario se apoderaría de los grandes medios de producción (las fábricas, la tierra, las minas, la maquinaria y otra tecnología, etc.) los cuales han producido las masas pero que los imperialistas se han apropiado —han poseído y controlado— como fuente particular de riqueza y poder. Los transformaría en propiedad estatal socialista y los utilizaría para satisfacer las necesidades del pueblo y transformar las relaciones sociales (no solo las relaciones entre los individuos sino entre diferentes grupos de personas) de acuerdo a la meta del comunismo delineada arriba. El nuevo poder pondría fin a la dominación y al saqueo parasítico de otros países por Estados Unidos, y apoyaría la revolución por todo el mundo.

El poder revolucionario dirigiría y desencadenaría a la población para eliminar la subyugación milenaria de la mujer, tomando medidas inmediatas para impedir las violaciones (con el objetivo fundamental de acabar para siempre con esta barbaridad infrahumana), y para ponerle fin a la supresión y la estigmatización del aborto, cuestionar y echar por tierra la noción de que las mujeres sean subordinadas, o esclavas virtuales, de los hombres e incubadoras de sus hijos, y todos los abusos y degradación de las mujeres, sean de formas tradicionales o “modernas”, que el sistema capitalista y todos los sistemas de explotación encarnan y que las clases explotadoras alientan o permiten generalizarse. Al romper las cadenas de la loca lógica del “desarrollo” capitalista impulsado por el afán de ganancias, el nuevo poder alentaría un reconocimiento de la maravillosa diversidad de la naturaleza y tomaría medidas para conservarla, en lugar de destruirla. En los medios de comunicación, en el sistema educativo y mediante todo tipo de iniciativas de las propias masas en las artes, etc., alentaría una conciencia de las diversas historias de los pueblos oprimidos en este país y en todo el mundo, y el respeto hacia las diversas culturas, a la vez que constantemente pondría al desnudo y bajo los reflectores al enemigo común que han tenido y señalaría el camino hacia adelante a una comunidad internacional de pueblos, una comunidad internacional que abarque y se nutra de una diversidad cultural enorme y dinámica.

El nuevo poder estatal NO apostaría en los barrios populares a ejércitos de policías asesinos, depredadores y altaneros que se deleitan en humillar al pueblo y en quebrar su espíritu, en recordarle siempre la posición subyugada que ocupa. El nuevo sistema de justicia que refleja y sirve a la nueva sociedad desmantelaría estas fuerzas policiales y castigaría a los mayores criminales e infractores de entre ellos por sus crímenes contra el pueblo o tomaría otras medidas pertinentes. El nuevo poder estatal sería capaz de eliminar las causas principales del crimen y las fuentes principales de antagonismos entre las personas, establecería nuevas fuerzas de seguridad cuyo propósito sería salvaguardar los derechos e intereses de las masas populares y ayudar a resolver las contradicciones en el seno del pueblo de manera no antagónica, sin conflictos violentos y destructivos.

El nuevo poder no sería como una máquina a la cual solo hubiéramos de prender y esperar pasivamente mientras “haga lo que hace”. Al contrario, el nuevo poder se apoyaría cada vez más en la participación consciente y activa del propio pueblo y la alentaría cada vez más. Llevaría a cabo el trabajo para ir eliminando las diferencias entre el trabajo manual y el trabajo intelectual, integrando a la vida intelectual a aquellos que en la sociedad capitalista habían estado “excluidos” del trabajo con las ideas, y a su vez animaría a los intelectuales y a los artistas a continuar su trabajo. Si bien el nuevo poder socialista suprimiría a los antiguos capitalistas imperialistas y no les permitiría organizar su regreso al poder y si bien habría una dirección clara con un programa claro, asimismo el nuevo poder desencadenaría una diversidad sin precedentes de iniciativas y puntos de vista, de disentimiento y efervescencia, incluso oposición al socialismo mismo. En ocasiones, el nuevo poder correría el riesgo de ir al borde de ser “descuartizado” de tanto disentimiento y de tantas formas diferentes de iniciativas y actividades. Pero, con una dirección correcta, esta efervescencia no solo haría que la gente se sintiera que tuviera “aire para respirar”, sino que a la larga fortalecería el poder revolucionario, como un poder revolucionario. Eso se debe a que únicamente a través de una efervescencia y un disentimiento sociales tan vigorosos sería posible que las masas, y su dirección, llegaran aaprender todo lo que necesitarán saber sobre las fuerzas subyacentes de la sociedad y de la naturaleza, y el camino más correcto para avanzar. Y únicamente por medio de este proceso, sería posible que el propio poder revolucionario estuviera sujeto a las transformaciones necesarias y constantes. Solo por medio del disentimiento y una diversidad de iniciativas en una escala sin precedentes, con la dirección del partido de vanguardia, podría tener el proceso la necesaria “riqueza” que las propias masas lleguen a conocer y a transformar cada vez más el mundo entero, en el camino hacia un nivel y un tipo de libertad humana completamente diferentes.

Imaginémonos qué podría lograr este nuevo poder acerca de algunos de los problemas más espinosos que el actual sistema NO puede solucionar. Examinemos la flagrante contradicción en las zonas urbanas pobres: por un lado hacen tanta falta la vivienda digna, las escuelas, los servicios médicos y centros de recreo y de cultura; por otro lado, en las mismísimas calles los muchachos y las muchachas pasan los días en la calle sin encontrar ni rastro de empleo al no ser de la droga. Bajo el capitalismo nada se puede hacer a menos que sirva a la mayor acumulación de capital y los intereses políticos de la clase dominante capitalista, y esta exigencia constituye una barrera entre el trabajo que la sociedad necesita y las masas quienes podrían hacerlo. Por eso dejan que los barrios y los ghettos se pudran o el capital los transforma en vivienda cara que es más rentable, y que acaba corriendo a las masas proletarias básicas.

El nuevo poder estatal cambiaría eso de la noche a la mañana. Dedicará recursos a arreglar estos barrios y ghettos, pero no lo haría mediante favores desde arriba ni prebendas políticas. En este proceso, las propias masas dispondrían tanto de los recursos como del poder de debatir, discutir y ayudar a decidir el tipo de vivienda y otras instalaciones que se necesitarían y que se habría que construir. Los proletarios trabajarían juntos con los arquitectos, constructores y gente con otros oficios al mismo tiempo que individuos de entre las masas aprenderían esos oficios. Los jóvenes no solo tendrían empleo sino valiosos empleos que importarían en la comunidad y en la sociedad en general, y se aprendería de la ingeniosidad, la audacia y las dotes de liderazgo que ahora son suprimidos o canalizados a actividades destructivas como la “vida de la calle”, y se les desarrollaría más. Eso se realizaría en una alianza y con la participación de gente de otros sectores sociales que también anhele hacer algo que importa y compartir sus conocimientos y destrezas, en un proceso en el cual todos aprenderían al mismo tiempo que discutirían de modo solidario.

¿Cómo sería diferente la situación si tuviéramos el poder estatal? Acuérdense del ejemplo del huracán Katrina y la manera en que el sistema no solo dejó a la gente morir sino luego lanzó al ejército, la policía y otras fuerzas de seguridad para amenazar, arrestar, balear e incluso matar a aquellos que se arriesgaron la vida en las crecidas tóxicas para sacar a los niños del peligro, ir en ayuda a la gente en una situación desesperada, ayudar a otros a alcanzar tierra firme y seguro, etc. Cuando ocurran desastres naturales como Katrina después de la revolución, el nuevo poder estatal no solo dedicaría inmediatamente los recursos del gobierno para afrontar tales desastres naturales sino también convocaría la iniciativa que desea tomar la gente común de todos los sectores en semejantes casos, la impulsaría, le daría dirección y aprendería de ella.

Hablemos de otra contradicción del sistema actual que es, literalmente, mortal: el conflicto agudo entre las masas negras y latinas. Los apremiantes afanes de la acumulación capitalista desterraron a los africanos, los trajeron encadenados a las Américas como esclavos y los amolaron durante 350 años infernales. Las mismas relaciones de capital hicieron que los conquistadores europeos fueran a México y América del Sur a colonizar y subyugar a la población originaria (a aquellos que sobrevivieran); posteriormente esos mismos afanes llevaron a que Estados Unidos subyugara a México y a otras partes de América Latina, saqueara a esos países y expulsara a millones de los habitantes de esos países hacia el Norte en una búsqueda desesperada del trabajo que pudieran conseguir.

El funcionamiento espontáneo de estas mismas relaciones capitalistas, junto con las decisiones conscientes de los propios capitalistas, ha enemistado a estos dos pueblos entre sí. A los migrantes les dan los peores trabajos y los sujetan a una represión tipo fascista solo por subsistir; al mismo tiempo les dicen que los negros por flojos no quieren esos trabajos, por lo tanto hay que despreciarlos; también les dicen que si trabajan duro, si se agachan la cabeza y si rinden pleitesía a los gobernantes de este país para mostrar que se han tragado en el “sueño americano”, se superarán. Mientras tanto, la misma clase capitalista mantiene a la población negra en muchas partes del país fuera de la fuerza laboral, los dejan a un lado después de haberlos explotado durante tantos años, generación tras generación, y les dicen que “los mexicanos les están quitando los trabajos”, que deberían dejar de ser tan desafiantes y que, al contrario, deberían asumir su posición como “verdaderos americanos”. El sistema educativo y los medios de comunicación agrandan esas divisiones: por un lado ocultan a cada pueblo el hecho de que ha compartido, de muchas formas, la misma suerte de los demás, a causa de la opresión por parte de un enemigo común; por otro lado este constantemente maneja la situación de modo que agrave las divisiones que causa el propio sistema capitalista y la manera en que opone a unos contra otros, como en la competencia por empleos y recursos. Si bien es necesario y posible dar grandes pasos para cambiar eso, desarrollando la unidad entre los oprimidos y explotados de todas las nacionalidades en el proceso de construir el movimiento revolucionario, no es posible superar por completo estas divisiones hasta que se elimine por fin el capitalismo y nazca un mundo radicalmente diferente.

Ahora imaginémonos un poder estatal en que el sistema económico dé empleo a todos los que puedan trabajar, capacitándolos para poder colaborar para satisfacer las enormes necesidades de la sociedad y apoyar la transformación revolucionaria en todo el mundo. Imaginémonos un poder estatal que promueva el intercambio de experiencias e ideas entre las masas. Imaginémonos un poder estatal que defienda la diversidad cultural y estimule su expresión y su florecimiento más vigorosos en los medios, las artes y el sistema educativo, en un ambiente que reconoce la comunidad y los intereses comunes de los seres humanos. Imaginémonos un poder estatal que ponga a la disposición de las nacionalidades antes oprimidas, formas de autogobierno y autonomía, con los recursos necesarios para que estas zonas autónomas florezcan, con instituciones educativas y culturales efervescentes y un verdadero autogobierno en otras esferas… pero que tampoco obligue a la gente de esas nacionalidades a habitar tales zonas, y que promueva la integración muy ampliamente en la sociedad. Imaginémonos un poder estatal que dé iniciativa al pueblo y lo apoye en el combate a las ideas de la supremacía blanca racista y las formas de relacionarse entre sí que se han heredado del viejo sistema, un poder estatal que anime el derrumbamiento de barreras y ponga al descubierto los mitos falsos y perjudiciales que antes se enseñaban a la gente acerca de los unos y los otros, y un poder estatal que —a diferencia del de hoy, con sus chorros de veneno racista en las transmisiones radiales y televisivas— utilice los medios y las escuelas para establecer un ambiente completamente diferente.

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Por qué el “sueño” es un callejón sin salida

Se dice: “Si nos pudiéramos dar cuenta de lo que Martin Luther King externó en su discurso “Tengo un sueno”, el pueblo negro vería por fin un día nuevo, Estados Unidos sería un lugar mucho mejor y podría desempeñar un papel muy diferente y mejor en el mundo. Así que deberíamos dedicar nuestras energías a hacer de ese sueño una realidad”.

Martin Luther King hizo muchos sacrificios, incluso el máximo sacrificio, al buscar realizar lo que externó en su discurso de “Tengo en sueno”. Pero, como indicó ese discurso, su perspectiva era precisamente la de buscar que Estados Unidos “cumpliera sus promesas”, aunque esas promesas siempre se han tratado, como uno de sus elementos básicos, de primero esclavizar directamente al pueblo negro y después continuar oprimiendo al pueblo negro con otras formas horrorosas. No se puede cumplir nunca jamás el sueño de King, para las masas negras bajo este sistema, el cual está fundado sobre la subyugación de los negros y de privarlos de una igualdad básica, y que depende de todo eso. De hecho, a pesar de la intención de King, la realización de ese sueño solo se podría dar, a lo sumo, para un porcentaje reducido de la población negra, y en realidad se daría a las costillas de las masas negras, y de millones, incluso miles de millones, de personas más aquí y en el mundo a las cuales el funcionamiento de este sistema capitalista imperialista y de su explotación y opresión sistemáticas e inmisericordes, con el aval de su máquina organizada de matanza en masa y destrucción, seguirá cazando y haciendo sufrir de manera horrorosa.

De acuerdo con esta perspectiva, el programa de King proponía abiertamente las reformas, se oponía directa y explícitamente a la revolución, aunque de hecho, solo una revolución con la meta final de alcanzar un mundo comunista, y no las reformas que dejan a este sistema intacto, podrá por fin terminar con la larga pesadilla de la opresión del pueblo negro y con las demás relaciones de explotación y opresión en este país y en el mundo entero. El hecho y la gran ironía es que, si bien King solo buscaba reformar este sistema, no obstante le segaron la vida, lo cual en sí constituye otra acusación contra este sistema y sus horrendos crímenes, y da un ejemplo más de que no se puede reformar el sistema sino que se tiene que barrer y abolir a través de una revolución.

Imaginémonos eso, pero hagamos más que imaginarnos. También tomemos conciencia de que se han hecho cosas así donde han triunfado revoluciones comunistas y el proletariado anteriormente explotado ha tenido el poder estatal, o que por medio de esa experiencia hemos aprendido más completamente acerca de la necesidad y la importancia de hacer este tipo de cambios radicales. Pongamos manos a la obra para preparar esta revolución, la cual por fin arrebatará el poder estatal a las garras de los opresores y creará un nuevo poder estatal en las manos de las masas encabezadas por su partido de vanguardia.

En todo eso, será crucial la presencia de un núcleo sólido comunista revolucionario que lo abordará todo como “emancipadores de la humanidad”. Este núcleo sólido tendrá que ser el ancla y la guía de todo el proceso revolucionario, trazando firmemente los vínculos entre cada etapa de la lucha y la meta de la emancipación comunista cabal. Como se sabe, el núcleo sólido no es una cosa que nunca cambia y que existe para un solo fin de por sí y para sí; se desarrollaría constantemente y experimentaría cambios en cada etapa del proceso revolucionario. Hay que empezar a forjar este núcleo hoy, mediante el proceso de acelerar y prepararse para una situación revolucionaria, y —en un contexto completamente distinto al actual— desarrollarlo más en la situación en la cual se alcen millones de personas para tomar el poder y después desarrollarlo aún más y a un nivel mucho más alto en el contexto de la nueva sociedad revolucionaria, en la cual será un principio-guía, y algo que se alentará activamente, a lo que todos los que anhelen la emancipación deben entrarle y además ocuparse de los problemas de la revolución y de la transformación radical de la sociedad en conjunto. Una parte crucial de llevar a cabo esta transformación es captar claramente la importancia central de abolir toda forma de opresión nacional como piedra angular para alcanzar un mundo comunista; en todo esto también es crucial que todos los cuyos motivo es ver, por fin, que se acaben con las formas brutales y al parecer interminables de la opresión del pueblo negro y de otros pueblos oprimidos, tomen cada vez más conciencia de que eso solo se puede lograr en el contexto de emancipar a toda la humanidad y de llevar la sociedad a una época completamente nueva.

¿Cómo podría suceder una revolución de esa naturaleza? ¿Cómo sería?

Esta es una enorme pregunta, la que exige una respuesta seria y científica. Una vez más, solamente podemos mencionar esto aquí y le alentamos al lector a leer Revolución y comunismo: Fundamento y orientación estratégicos. Pero podemos y diremos unas cuantas cosas esenciales.

Una revolución en un país como los EE.UU. requeriría de un mayor cambio cualitativo en la naturaleza de la situación objetiva. Tal revolución solo podrá tener lugar una vez que la sociedad entera pase por una profunda crisis, fundamentalmente a causa de la naturaleza y del funcionamiento del sistema mismo. Esa revolución también requiere del surgimiento de un pueblo revolucionario, de millones y millones conscientes de la necesidad de un cambio revolucionario y resueltos a luchar por él. Como señala una importante declaración del PCR: “En esta lucha por el cambio revolucionario, el pueblo revolucionario y quienes lo dirigen tendrán que enfrentar la fuerza represiva violenta de la maquinaria del estado que encarna e impone el actual sistema de explotación y opresión, y para triunfar, la lucha revolucionaria tendrá que enfrentar y derrotar esa fuerza represiva violenta del viejo orden de explotación y opresión”.34

Tratar de lanzar una revolución antes de que existan esas condiciones —tratar de iniciar, o proponer, actos aislados de violencia de individuos o de pequeños grupos, divorciados de las masas populares e intentar usarlos como sustituto de un movimiento revolucionario de las masas populares— es muy erróneo y extremadamente perjudicial. Como el partido también señaló en la citada declaración: “[Eso] coadyuvará a las medidas de las fuerzas altamente represivas del sistema existente para aislar, atacar y aplastar a las fuerzas revolucionarias y las fuerzas de la oposición política general que tratan de forjar una resistencia política masiva y lograr cambios sociales importantes y profundos por medio de la actividad e iniciativa política consciente de las masas”.35

Pero eso NO significa que el movimiento deba ocuparse no más de la lucha por reformas mientras que espera el desarrollo de una situación más favorable. Eso también ha sido mortal para las esperanzas del pueblo. Por el contrario, el movimiento debe “acelerar mientras que se aguarda” el desarrollo de oportunidades para la revolución. Este “acelerar mientras que se aguarda” implica todo un conjunto de actividades que eleve la conciencia política e ideológica del pueblo y construya una resistencia política masiva a los atropellos fundamentales del sistema, mantener al pueblo “en alerta” para poder aprehender cualquier oportunidad; en resumen, preparar mentes y organizar fuerzas para la revolución.

Al considerar este gran problema, es importante recordar los puntos que señalamos acerca de los 60. Entre ellos figuran:

  • las formas en las que millones de personas, de muchos diferentes sectores sociales, se vieron atraídas hacia la resistencia combativa de masas y a favorecer la revolución;
  • las formas en las que la lucha, al interactuarse con el curso de los sucesos en el mundo, puso en tela de juicio en una medida importante el asunto de la “legitimidad” de los gobernantes del sistema y los puso a la defensiva, dejando al descubierto las debilidades que no son aparentes en “tiempos normales”;
  • y el hecho de que de aquellos tiempos surgió un partido que, con la dirección de su presidente, Bob Avakian, se ha puesto a abordar los problemas que frustraron el movimiento de entonces y a establecer un marco básico de trabajo para resolver esos problemas.

La estructura social de hoy presenta muchos retos distintos a lo que hizo en los años 60. He aquí una gran diferencia: un dominio mucho mayor de la economía ilegal en los centros de las ciudades hoy y el respectivo dominio del “código de la calle” y la onda “gangsta”. Para muchos jóvenes de hoy, parecen muy efímeros los tipos de esperanza del movimiento que dieron inspiración en los años 60, de nuevo porque por el momento se han truncado las esperanzas de revolución y de un mundo radicalmente diferente y mejor y porque incluso las esperanzas que se cumplieron (la eliminación de algunas barreras legales, etc.) no han podido hacer frente a los problemas mayores causados por el sistema.

De un nivel, eso hace que sea más difícil movilizar a muchos jóvenes hoy en la lucha contra el sistema, pero también subraya la necesidad de ir más a lo hondo que en el caso de muchas luchas del pasado, por inspiradoras que fueran, y de ir mucho más allá de sus horizontes y demandas. Como se señaló arriba en torno a Katrina y las contradicciones entre los afroamericanos y los latinos, la revolución proletaria y el poder estatal revolucionario que esta creará pueden solucionar estos problemas de manera relativamente rápida; es importante explicar de maneras vívidas y poderosas la realidad de este hecho para las masas populares —repetida y audazmente y desde muchos diferentes ángulos— con ejemplos que indican las contradicciones mortales que el pueblo vive todos los días y que ilustran, de manera viva, cómo se pueden resolver y se resolverán esas contradicciones de manera radicalmente diferente, de acuerdo a los intereses comunes de las masas populares, una vez que la revolución haya establecido un nuevo poder estatal que encarne e impulse esos intereses.

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El falso camino de Barack Obama

Se dice: “¿Y qué de todo el progreso que representa el surgimiento de Obama como candidato viable a la presidencia? ¿Y no es lo de elegir a dirigentes negros una manera de trabajar por la eliminar la opresión racial?

Primero, hablemos de quées lo que busca dirigir Obama. Quiere llegar a ser el administrador en jefe, el “comandante en jefe”, de un sanguinario y tiburonesco sistema que subsiste y únicamente puede subsistir enviando ejércitos por todo el mundo para imponer su explotación global. Obama ha dicho que está con todo eso, con repetidas amenazas de usar armas nucleares contra Irán, de llevar a cabo ataques dentro de Pakistán, de insistir en enviar más soldados estadounidenses a encargarse de la injusta ocupación de Afganistán y de reiterar su apoyo a Israel y a su opresión de los palestinos y su agresión a lo largo del Medio Oriente (y por todo el mundo). Pese a lo que diga Obama acerca de oponerse a la guerra de Irak, también se opone a la retirada inmediata de los soldados de esa guerra y ha dicho que “les haré caso a los generales” antes de tomar una decisión. Además, como Obama mismo ha dejado muy en claro, se ha opuesto a la guerra estadounidense contra Irak, en la medida que se le haya opuesto, únicamente porque no creía que “funcionara”, y porque era la “guerra equivocada”. Dado que la invasión y ocupación estadounidense de Irak ya ha cobrado la vida de cientos de miles de iraquíes (junto con unos miles de soldados estadounidenses) y que ha arrasado a ese país, de modo que sea inhabitable para una buena parte de la población, esta clase de “oposición” de parte de Obama es como un tipo que ve a otro tipo robando, violando y preparándose para matar a una mujer, pero le inquieta que la mujer luche en contra de su agresor y que le dé una paliza, y por tanto declara que ¡este ataque no “funcionará”, y que más vale encontrar a otra mujer a la cual agredir!

Segundo, el programa general de Obama es “unirse como un solo Estados Unidos” y prepararse para hacer sacrificios, ¡NO en la lucha contra la opresión, sino para conservar la dominación de Estados Unidos por todo el mundo! Puede que no quieras creerlo, pero veamos los discursos de Obama y escuchemos lo que dice concretamente, y pensemos acerca de lo que él tendría que hacer como ejecutivo en jefe de este sanguinario imperio. POR ESO Obama argumenta específicamente en contra de oponerse a las formas específicas de la opresión del pueblo negro, y a favor de “entenderse” con la reaccionaria oposición racista de algunos blancos a la acción afirmativa. POR ESO en su campaña Obama se niega a cuestionar en serio la opresión de la mujer; a veces suelta unas cuantas palabras sobre el “límite de vidrio” que impone la discriminación contra la mujer, y unas cuantas palabras sobre defender el derecho al aborto, pero de inmediato agrega que el aborto tiene que ser poco común y que hay que reducir muchísimo la cantidad de abortos, cuando en realidad el derecho y la capacidad de abortar son una parte fundamental de la lucha por la emancipación de la mujer y para que la mujer pueda desempeñar un papel pleno en la sociedad, y en la lucha por transformar radicalmente la sociedad, y que el aborto no es en absoluto algo en torno al cual las mujeres deben de ponerse a la defensiva ni que se debe de hacer que ellas se sientan mal al respecto, y Obama se niega a cuestionar activa y agresivamente a las reaccionarias fuerzas que quieren penalizar no solo el aborto sino incluso el control de la natalidad y obligar a las mujeres que tener más y más bebés como manifestación de la “voluntad de Dios” y del “derecho” de los hombres de dominar a las mujeres y de tratarlas como meras incubadoras de niños para los hombres. POR ESO Obama promueve la religión, con su respetuosa representación en la iglesia evangélica de derecha Saddleback, su llamamiento a continuar el programa de Bush de dar fondos del gobierno a las iglesias y su negativa a defender la evolución, la cual no solo es un hecho científico sino que es uno de los hechos mejor fundamentados de todas las ciencias. En una medida importante, todo eso se concentra en las formidables profesiones de Obama de “respetar los años de servicio” de su contrincante republicano McCain, quien no es sino un criminal de guerra que era parte de una asesina campaña de bombardeos que destruyó hospitales, escuelas, tierras de cultivo, diques, presas y otras estructuras civiles vitales y que dejó miles de muertos y la devastación de una buena parte del campo de Viet Nam, y la negativa de Obama a decir cosas negativas sobre Sarah Palin, una chiflada nazi quien defiende el “creacionismo de tierra joven” en oposición al hecho científico de la evolución y la ciencia en general y que quiere que se enseñe el creacionismo en las escuelas.

Tercero, respecto al pueblo negro, la candidatura de Obama ya ha hecho mucho daño y su presidencia podría salir peor. Veamos su discurso del “Día del Padre” del año pasado, en que representó un refrito del mismo venenoso número de Bill Cosby que le echa la culpa al pueblo negro por su propia opresión. Veamos su discurso acerca de que sus hijas no necesitan la acción afirmativa. A aquellos que dicen, “claro, pero si su candidatura inspirara a un niño negro a creer que pueda hacer más y llegar más lejos, habrá hecho algo bueno”: ¡eso es precisamente una de las cosas más mortíferas acerca del fenómeno de Obama! Dada la verdadera naturaleza y dinámica de este sistema y sus efectos sobre millones de jóvenes, y otros, en los centros urbanos en particular, la onda obamiana terminará desmoralizandoa los jóvenes negros, reforzando las nociones de que estos jóvenes tienen algo de malo, si no pueden “superarse” en un sistema que se ha concebido para que ellos fracasen. Contribuirá a la tendencia a “echar la culpa a los jóvenes mismos” que ronda en la población negra en general, y le dará al orden establecido (así como a los blancos retrógrados e incluso a algunos blancos “bienintencionados”) más justificaciones para decir que si los jóvenes negros de los centros urbanos no “se superan ahora” y que al contrario, si todavía permanecen atrapados en el crimen, etc., pues no solo es por su propia culpa, sino que es necesario y se justifica para imponerles aún más duramente el mazo de la represión y que “no queremos que nos digan más excusas”. ¡Vaya inspiración!

Por todas esas razones, el fenómeno obamiano es extremadamente negativo, y las personas que se han visto atraídas por él y que se han dejado llevar por él, incluso a contrapelo de su mejor criterio, necesitan dedicar sus energías a algo que PUEDE tener un efecto positivo: la resistencia y la revolución.

De otro nivel, por eso es aún más importante luchar fuertemente con los jóvenes, y otros, para que le entren a la revolución y saquen a la luz sus aspiraciones a la libertad que ya existen, pero que este sistema ha pisoteado y casi enterrado. He aquí el reto: dejar atrás lo de tratar de salir adelante en “el juego” en que el sistema te ha dado y en que jamás serás nadie salvo un peón, utilizado contra la misma gente de donde vienes; meterte en una onda que puede, por fin, traer un fin a los largos años de tinieblas los que ha impuesto ese sistema. Romper con la mentalidad y modo de pensar de “que mates o que te maten” que “el juego” conlleva, y desencadenar lo que “el juego” ha suprimido: las aspiraciones a la libertad y a la emancipación de todas las personas que han estado enterradas pero no muertas… y el profundo deseo de dirigir tu furia y osadía a donde y contra quien debes dirigirlas y tienes que dirigirlas a fin de concretar esas aspiraciones. Dejar atrás lo de aventajarse a los demás y de incluso matar a gente igual que ti, y meterte a luchar contra el sistema hoy, como parte de los preparativos para esta revolución y como parte de transformar al pueblo para hacer la revolución.

Se vislumbró este potencial en lo que pasó durante el huracán Katrina, cuando en ocasiones los vatos que están metidos en “la vida” de un barrio lo arriesgaron todo a fin de salvar a los vatos de otro barrio, y en parte en lo que pasó en la Rebelión de Los Ángeles de 1992 en que las pandillas por un tiempo dejaron a un lado sus conflictos. Hubo más que una vislumbre en los años 60, cuando personas como George Jackson rompieron con la vida de mentalidad criminal y se metieron en el movimiento revolucionario. Tiene que haber mucho más de eso en el movimiento revolucionario de hoy, alentado por el partido de vanguardia de la revolución, el Partido Comunista Revolucionario, y todos aquellos que lleguen a entender profundamente que un futuro radicalmente diferente es posible, y que a su vez eso llegue a ser una gran fuerza de inspiración para millones de personas más… pero no en alguna estratagema para “parar la violencia” que no puede funcionar en este sistema y no en una tregua entre pandillas que jamás podrá ir más allá que una tregua… sino que llegue a ser un movimiento revolucionario que se encamine a cambiarlo todo.

Naturalmente, para construir un movimiento revolucionario hoy, habrá retos difíciles. Pero pensar que se puede emancipar a la humanidad sin confrontar estos retos, que son tan fuertes y que serán mucho más fuertes, es salirse de la realidad. No podemos hacer eso, no necesitamos hacer eso. Tenemos las herramientas para entender científicamente el mundo y la sociedad, para entender por qué suceden las cosas y cómo cambiarlas, y sacar de eso un mundo nuevo; tenemos que unirnos y hacer uso de ellas.

Para que quede muy claro: nada de esto será fácil. Esto encerrará tremendas luchas y sacrificios, y se dará únicamente en medio de un ambiente de grandes trastornos e incluso destrucción —generado, en gran parte, por las fuerzas que buscan conservar el viejo orden de opresión y explotación—, lo que por necesidad será parte de finalmente derrocar y eliminar este sistema. Pero por fin esta lucha y este sacrificio pueden servir para eliminar completamente las cadenas de la opresión que han amarrado a tanta gente por tanto tiempo, y traer la auténtica emancipación. Tal revolución contaría con una acogida de alegría en todos los rincones del mundo e inspiraría a cientos de millones a través del planeta para hacer suya esta causa.

IV. Un llamado y un reto

Resumiendo:

1. Estados Unidos nació sobre los cimientos del robo genocida de las tierras de los pueblos originarios (amerindios) y la esclavitud de los africanos. Desde entonces, la opresión del pueblo negro ha sido un elemento fundamental para el funcionamiento de este sistema, y ha cambiado al mismo tiempo que cambia el sistema, pero siempre ha estado profundamente entrelazada en el propio tejido de la sociedad. La supremacía blanca y el capitalismo han llegado a estar tan profundamente entrelazados, que cuando millones de personas se hayan levantado una y otra vez a luchar contra la opresión de los afroamericanos, el sistema termina reorganizándose y reforzándose, aunque modifique las formas de esa opresión. Hoy, vivimos una situación extrema y nefasta; y cualquier solución que deje al capitalismo intacto no es una solución en absoluto y al contrario es un dañino callejón sin salida.

2. Puede darse una revolución en este país y esta revolución puede arrancar de raíz por fin y ponerle fin a la larga pesadilla de opresión y degradación que ha sido la suerte del pueblo negro en particular, junto con muchos, muchos otros, a lo largo de la historia de este país. Durante los años 60, un movimiento que surgió de la lucha del pueblo afroamericano por su liberación, terminó expandiéndose a través de la sociedad y puso en tela de juicio y bajo fuego a cada pilar de este sistema opresivo capitalista imperialista; sacudió en serio los cimientos del dominio imperialista. El hecho de que no haya llegado más lejos no le resta importancia a lo que EFECTIVAMENTE logró y demostró de manera poderosa; y hoy un partido y un líder quienes tienen sus raíces en esa época pero quienes han desarrollado la teoría que puede resolver los retos del presente, no sólo existen sino que trabajan enérgicamente para gestar un nuevo movimiento revolucionario.

3. Este partido tiene un análisis profundo sobre qué clase de revolución hay que hacer, sobre cómo el nuevo poder estatal puede apoyar a las masas para transformar cada esfera de la sociedad y a la larga dejar atrás las heridas y cicatrices del capitalismo y toda forma de esclavitud y degradación —inclusive la opresión del pueblo negro— y cómo todo eso puede y debe estar ligado a la máxima meta de todas: la emancipación de toda la humanidad de las cadenas de la sociedad de clases y de todas las divisiones opresivas, todas las instituciones y formas de pensar que están ligadas a esas cadenas y que las refuerzan.

Estamos decididos a hacer todo lo que podamos para acelerar el momento cuando tal revolución por fin se pueda hacer y que se haga una realidad el comienzo de un cambio fundamental. Ahora, te toca a ti este reto.

Al haber recorrido este camino hasta aquí, ¿te cerrarás los ojos y le darás la espalda?

¿O te unirás a nosotros para bregar a fondo sobre cómo hacer esto, debatiendo con nosotros los candentes problemas de cómo cerrar las brechas entre lo que se podría y se debería gestar y los obstáculos que enfrentamos hoy, y unirnos en la lucha común para derrotar esta monstruosidad y dar un gigantesco salto para la emancipación de la humanidad?

 

NOTAS

1Amadou Diallo: “Nueva York: La policía asesina a sangre fría a Amadou Diallo—41 balas terminan la vida de un inmigrante africano”, Obrero Revolucionario #994, 14 febrero 1999 [http://revcom.us/a/v20/990-99/994/ny_s.htm]

Nicholas Heyward Jr.: Entrevista a Nicholas Heyward Sr. sobre el 22 de octubre: ‘Por todo el país siguen matando a gente inocente’”, Revolución #66, 22 de octubre de 2006 [http://revcom.us/a/066/heyward-es.html]

Sean Bell: “Más de 50 disparos; protestas programadas: Policía de Nueva York mata a tiros a Sean Bell el día de su boda”, Revolución #71, 3 de diciembre de2006
[http://revcom.us/a/071/nyc-police-shooting-es.html]

Tyisha Miller: “Riverside, California: La ejecución policial de Tyisha Millar”, Obrero Revolucionario #989, 10 de enero de 1999 [http://revcom.us/a/v20/980-89/989/river.htm]

Abner Louima: “DPNY: La tortura de Abner Louima”, Obrero Revolucionario #920, 17 de agosto de 1997  [http://revcom.us/a/v19/920-29/920/ny_s.htm] [volver]

2. See Devah Pager, “The Mark of a Criminal Record”, American Journal of Sociology, t. 108, #5, marzo de 2003, pp. 937-75. Entrevistas a gerentes blancos en When Work Disappears: The World of the New Urban Poor de William Julius Wilson, Knopf, Nueva York, 1996. Ver también “Are Emily and Greg More Employable than Lakisha and Jamal? A Field Experiment on Labor Market Discrimination”, Marianne Bertrand y Sendhil Mullainathan, documento de trabajo publicado por National Bureau of Economic Research, julio 2003. [http://www.nber.org/papers/w9873.pdf] [volver]

3. Ver Community Service Society of New York, comunicado de prensa, 23 de febrero de 2004. [http://www.cssny.org/news/releases/2004_0223.html] [volver]

4. Ver Douglas Massey, Categorically Unequal: The American Stratification System, Russell Sage Foundation, Nueva York, 2007 y Amaad Rivera, Brenda Cotto-Escalera, Anisha Desai, Jeannette Huezo, y Dedrick Muhammad (Institute for Policy Studies), “State of the Dream 2008: Foreclosed.” United for a Fair Economy, 15 de enero de 2008 [http://www.faireconomy.org/files/StateOfDream_01_16_08_Web.pdf] [volver]

5Tavis Smiley, comp., The Covenant with Black America, Third World Press, Chicago, 2006, citado en el ensayo de David Satcheren el portal del libro covenantwithblackamerica.com. [http://www.cov id=footnote6enantwithblackamerica.com/covenant/health_wellbeing/ [volver]]

6. Gary Orfield y Chungmei Lee, “Historic Reversals, Accelerating Resegregation, and the Need for New Integration Strategies”, Civil Rights Project, UCLA, agosto 2007. [http://www.civilrights.org/assets/pdfs/aug-2007-desegregation-report.pdf] [volver]

7. “El actual nivel de erogaciones por alumno de las escuelas de la ciudad de Nueva York es de 11.700 dólares, que se puede comparer con el nivel de erogaciones por alumno en exceso de 22.000 dólares en el distrito suburbano acomodado de Manhasset, Long Island”. Jonathan Kozol, “Still Separate, Still Unequal: America’s Educational Apartheid,” Harper’s, septiembre 2005. [volver]

8. “Prison and Jail Inmates at Midyear 2006”, U.S. Department of Justice, Office of Justice Programs, Bureau of Justice Statistics Bulletin. [http://www.ojp.gov/bjs/pub/pdf/pjim06.pdf] [volver]

9. Massey, Categorically Unequal [volver]

10. 5 de septiembre de 2005, Barbara Bush le dijo al programa MarketPlace de NPR, “Lo que escucho, que da miedo, es que todos quieren quedarse en Texas. A todos les abruma tanto la hospitalidad. Y hay tantas personas en el estadio aquí, me entiendan, que de todos modos están desfavorecidas, así que esto les está resultando muy bien Y hay tantas personas en la arena aquí, me entiendan, que de todos modos”. [http://marketplace.publicradio.org/shows/2005/09/05/PM200509051.html] [volver]

11. Charles Babington, “Some GOP Legislators Hit Jarring Notes in Addressing Katrina”, Washington Post, 10 de septiembre de 2005.
[http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/article/2005/09/09/AR2005090901930.html] [volver]

12. William H. Frey, Audrey Singer y David Park, “Resettling New Orleans: The First Full Picture from the Census”. The Brookings Institution, 12 de septiembre de 2007 [http://www.brookings.edu/reports/2007/07katrinafreysinger.aspx] [volver]

13. Julia B. Isaacs, “Economic Mobility of Black and White Families”, The Brookings Institution, noviembre 2007, [http://www.brookings.edu/papers/2007/11_blackwhite_isaacs.aspx] [volver]

14. Milton Meltzer, Slavery: A World History. Da Capo Press, Cambridge, Massachusetts, 1993. [volver]

15. David Brion Davis, Inhuman Bondage: The Rise and Fall of Slavery in the New World, Oxford University Press US, Nueva York y Research Triangle, Carolina del Norte, 2006, p. 99. [volver]

16. Sidney W. Mintz, Sweetness and Power: The Place of Sugar in Modern History, Penguin, Viking, Nueva York, 1985. [volver]

17. Bob Avakian, Communism and Jeffersonian Democracy, [El comunismo y la democracia jeffersoniana] RCP Publications, Chicago, 2008, pp. 16-17 [volver]

18. Carta de Abraham Lincoln a Horace Greeley, 22 de agosto de 1862. [http://showcase.netins.net/web/creative/lincoln/speeches/greeley.htm] [volver]

19. Douglas A. Blackmon, Slavery By Another Name, The Re-Enslavement of Black Americans from the Civil War to World War II, Doubleday, Nueva York, 2008. [volver]

20. Entre 1882 y 1964 el Instituto Tuskegee llevó registros del linchamiento de 4.742 personas, , 3.445 de ellas eran negras. Cifras de Tuskegee Institute Archives, en el portal de University of Missouri-Kansas City School of Law. [http://www.law.umkc.edu/faculty/projects/ftrials/shipp/lynchingyear.html] [volver]

21. Dolores Barclay y Allen G. Breed, “Torn from the Land: Landownership made blacks target of violence and murder”, investigación de Associated Press, 3 de diciembre de 2001. [http://www.theauthenticvoice.org/Torn_From_The_LandII.html] [volver]

22. Ver el agudo relato de linchamientos y su efecto en Bob Avakian, “Postales del ahorcado”, Revolución: por qué es necesaria, por qué es posible, qué es, Three Q Productions, Chicago, 2004. Ver también Blackmon, Slavery by Another Name, y Barclay Breed, “Torn From the Land: Black Americans’ Farmland Taken Through Cheating, Intimidation, Even Murder”, Associated Press, 2 de diciembre de 2001, [http://www.commondreams.org/headlines01/1202-03.htm] y Sheryl Gay Stolberg. “Senate Issues Apology Over Failure on Lynching Law”, New York Times, 14 de junio de 2005. [http://www.nytimes.com/2005/06/14/politics/14lynch.html?_r=1&scp=1&sq=%22senate%20issues%20apology%20over%20failure%20on%20lynching%20law%22&st=cse&oref=slogin] [volver]

23. Ver “40 Lives for Freedom” en el portal del Civil Rights Memorial Center del Southern Policy Law Center. [http://www.splcenter.org/pdf/static/40lives.pdf] [volver]

24La traducción al español es responsabilidad de Revolución; reproducidaaquí con el permiso de Harold Ober Asssociates, representante del Estate of Langston Hughes. [volver]

25. “Entre 1964 y 1971, los disturbios civiles (hasta 700, según un relato) resultaron en gran número de lesiones, muertes y arrestos, así como considerables daños en propiedad ajena, concentrados principalmente en las zonas predominantemente negras”. Ver “How the 1960s’ Riots Hurt African-Americans”, National Bureau of Economic Research. [http://www.nber.org/digest/sep04/w10243.html] [volver]

26. Ver Apuntes sobre economía política: Nuestro análisis de los años 80, cuestiones de metodología y la actual situación mundial, del Partido Comunista Revolucioanrio, Estados Unidos RCP Publications, Chicago, 2000, y Raymond Lotta with Frank Shannon, America in Decline, Banner Press, Chicago, 1984. [volver]

27. William Julius Wilson, When Work Disappears, Knopf, Nueva York, 1997; pp. 111-146, Thomas J. Sugrue, The Origins of the Urban Crisis, Princeton University Press, Princeton, Nueva Jersey, 1996, p. 95; Mike Davis, City of Quartz, Knopf, Nueva York, 1992. Citado en “La juventud negra y la criminalización de una generación, parte 2: La economía política del racismo y la criminalización”, Obrero Revolucionario #972, 6 de septiembre de 1998. [volver]

28. Jeffrey S. Passel, “Size and Characteristics of the Unauthorized Migrant Population in the U.S: Estimates Based on the March 2005 Current Population Survey”, Pew Hispanic Center, 7 de marzo de 2006 [http://pewhispanic.org/reports/report.php?ReportID=61] [volver]

29. “Haldeman Diary Shows Nixon Was Wary of Blacks and Jews”, New York Times, 18 de mayo de 1994. [http://query.nytimes.com/gst/fullpage.html?res=940CE2DA1438F93BA25756C0A962958260] [volver]

30. “Unlocking America: Why and How to Reduce America’s Prison Population”, The JFA Institute, noviembre 2007. [http://www.jfa-associates.com/publications/srs/UnlockingAmerica.pdf] [volver]

31. Es difícil hallar un estimado unificado de cuántas  personas tuvieron que entrar a la fuerza de trabajo debido a estas “reformas”. El portal del Almanac of Policy Issues dice que en 1994, cinco millones de familias recibían welfare y que después de la aprobación de la nueva ley de welfare, esa cifra cayó a 2.6 millones de familias. Tomado del portal llamado Almanac of Policy Issues. [www.policyalmanac.org/social_welfare/welfare.shtml] El derechista Instituto Manhattan escribió: “La caída del número de personas que dependen del welfare desde entonces ha rebasado los pronósticos más optimistas. Entre agosto de 1996 y diciembre de 2001, cayó en picada el número de recipientes de welfare. El número de familias que recibían welfare disminuyó en un 52%. Entre las familias encabezadas por una madre soltera —la categoría predominante de recipientes—, el cambio fue verdaderamente extraordinario. Entre 1988 y 1993, la tasa de participación en welfare de este grupo estuvo entre 30 y 35%. En 2000 había caído a 13%; y en 2001, a pesar de la economía debilitada, disminuyó a 10%”. “Gaining Ground, Moving Up: the Change in the Economic Status of Single Mothers under Welfare Reform”, June O’Neill y M. Anne Hill, Center for Civic Innovation, Manhattan Institute, marzo 2003. Según cualquier cálculo, fue un cambio social enorme, el cual ha sido extremadamente subvalorado y subregistrado. [volver]

32. Bob Avakian, From Ike to Mao and Beyond: My Journey from Mainstream America to Revolutionary Communist, Insight Press, Chicago, 2005. Más escritos y charlas descargables de Bob Avakian se hallan en bobavakian.net. [http://bobavakian.net/]. Ver también “La encrucijada que se nos plantea; la dirección que necesitamos” en Revolución #84, 8 de abril de 2007. [http://revcom.us/avakian/crossroads/index.html] [volver]

33. Constitución del Partido Comunista Revolucionario, Estados Unidos, RCP Publications, Chicago, 2008, próximo a salir. En inglés: [http://revcom.us/Constitution/constitution.html] [volver]

34. “Puntos esenciales de orientación revolucionaria—en oposición a los alardes y poses infantiles y las tergiversaciones de la revolución”, en Revolución y comunismo: Fundamento y orientación estratégicos, un folleto de Revolución, 1º de mayo de 2008, p. 91. [volver]

35. Ibíd., p. 91. [volver]

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