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En el contexto de la invasión rusa a Ucrania, se ha dado un despliegue no-tan-excepcional pero muy revelador, y repugnante, de liberales y progresistas en Estados Unidos que repiten ciegamente la condena a la agresión rusa en un sentido que concuerda totalmente con la posición y los objetivos de la clase dominante imperialista de este país (el “Querido USA”), que ostenta con mucho el récord de invasiones y otros actos de injerencia violenta en otros países.
Por supuesto, este acto de agresión imperialista de parte de Rusia merece condena. Pero especialmente para personas que viven en Estados Unidos —que ostenta, cabe repetir, el récord para semejantes actos de agresión, con mucho— es cuestión de principio básico y de importancia profunda no hacerse eco a las posiciones ni servir a los objetivos de “nuestros” imperialistas, sino que al contrario poner muy en claro nuestra oposición a los objetivos y las acciones de estos imperialistas (estadounidenses), que están utilizando la oposición a la invasión rusa a Ucrania —no para promover “la paz” o “el derecho de las naciones a la autodeterminación”—, sino como un mecanismo para promover los intereses del imperialismo estadounidense, en oposición a los imperialistas rusos rivales. Por lo tanto, de acuerdo con este principio crucial, toda oposición a la invasión rusa a Ucrania, especialmente de parte de personas en este país imperialista, debe incluir una posición clara y definida de también oponerse al papel de Estados Unidos en el mundo, incluidas las guerras que éste libra a continuo, y a las otras formas en que interviene violentamente en otros países.
Como señalé en un artículo anterior, a menudo se racionaliza tomar una posición al lado del imperialismo estadounidense pretextando que son distintos las invasiones y actos similares de parte de este país, porque “nosotros” somos una “democracia” mientras que los gobernantes de Rusia (o China) son “autoritarios” antidemocráticos1. Olvídense del hecho de que más de unos pocos “aliados” de Estados Unidos, como Turquía (un miembro de la OTAN), son ciertamente no menos “antidemocráticos”. Sin mencionar a Arabia Saudita, cuyos gobernantes imponen a las mujeres una opresión de la edad de tinieblas, explotan cruelmente a los trabajadores inmigrantes especialmente e imponen una represión salvaje en general, y que son responsables —con el respaldo, apoyo y armamentos suministrados por Estados Unidos— de la matanza y el sufrimiento en Yemen que es muchísimo peor que lo que Rusia ha infligido a Ucrania, por terrible que haya sido.
Y el papel de estos “aliados” de Estados Unidos, en relación con el mantenimiento del imperio estadounidense y además con la “estabilidad” al interior del mismo Estados Unidos, es otra cosa de la cual nuestros liberales y progresistas se hacen de la vista gorda (o de la cual son, de hecho, ignorantes).
El imperialismo y su “botín” político, así como económico
Hace casi cuarenta años, en el libro Democracia: ¿es lo mejor que podemos lograr?, cité lo siguiente:
La plataforma de la democracia en los países imperialistas (apolillada como es) descansa en el terror fascista en las naciones oprimidas: los verdaderos garantes de la democracia burguesa no son el sabio constitucionalista ni el juez de la Corte Suprema sino el torturador brasileño, el polizonte sudafricano y el piloto israelí; los verdaderos defensores de la tradición democrática no están en los retratos colgados en los capitolios occidentales sino que son Marcos, Mobutu y las docenas de generales de Turquía a Taiwán, de Corea del Sur a Sudamérica, todos instalados en el poder, y mantenidos y respaldados por la fuerza militar de Estados Unidos y sus socios imperialistas2.
Algunos de los asesinos en masa en otros países que ahora desempeñan un papel tan crucial en servir a los intereses del imperialismo estadounidense por todo el mundo, y en hacer posible el mantenimiento de la democracia burguesa al interior del mismo Estados Unidos (por apolillada que lo es), son los mismos que hace 40 años, y otros son diferentes — pero la realidad esencial sigue siendo que la “plataforma de la democracia” en Estados Unidos descansa en el terror fascista, de la mano con la explotación despiadada, en las naciones oprimidas del tercer mundo (América Latina, África, el Medio Oriente y Asia).
Varias obras mías, y otros materiales en el sitio web revcom.us —que incluyen escritos importantes de Raymond Lotta— examinan el “botín” económico del “parasitismo imperialista”: la manera en que la súper-explotación depredadora de miles de millones de personas, que incluyen a más de 150 millones de niños, por todo el mundo y especialmente en el tercer mundo, hace posible cierto “nivel de vida” y proceso de consumo para las personas en Estados Unidos, aunque se comparte este “botín” de una manera extremadamente desigual.
Lo que también es cierto —y también es importante abordar— es la dimensión política de esto: la manera en que este saqueo imperialista proporciona la base material para cierta estabilidad, al menos en “tiempos normales” en el “país base” imperialista (siendo Estados Unidos un ejemplo por excelencia de esto). Esta estabilidad relativa, por su parte, hace posible que la clase dominante permita cierto grado de disentimiento y protesta política — siempre y cuando permanezca dentro de los límites de “la ley y el orden” que sirve a los intereses fundamentales de esta clase dominante y los impone, o al menos no amenace de manera importante a esa “ley y orden”.
Al mismo tiempo, tal como se ha demostrado fuertemente en los levantamientos de masas que sí ponen bajo tela de juicio “la ley y el orden” y/o desafían la lealtad a los intereses imperialistas de este sistema —tales como la efusión de resistencia de masas contra el terror policial en 2020, y las rebeliones urbanas y la oposición de masas a la guerra de Vietnam en los años 1960—, los gobernantes de Estados Unidos responderán con frecuencia a semejante oposición con una represión severa y represalias asesinas. Por ejemplo, se puso bajo ley marcial durante meses a la ciudad de Wilmington, en el estado de residencia de Biden, Delaware, en el levantamiento de los años 1960 contra la opresión del pueblo negro, y la policía asesinó a varios miembros del Partido Pantera Negra, el más prominente entre ellos Fred Hampton, junto con muchos negros que participaban en los levantamientos urbanos de aquella época, al mismo tiempo que en algunos casos la policía y las tropas de la Guardia Nacional respondieron salvajemente, a veces mortalmente, a la resistencia combativa de masas contra la guerra de Vietnam y las rebeliones entre los jóvenes de clase media y los estudiantes.
Nunca se debe olvidar, ni pasar por alto, que “la ley y el orden” que impone esta estabilidad relativa ha abarcado el asesinato rutinario de negros, así como latinos, por la policía — con el resultado de que el número de negros que han sido asesinados por la policía en los años desde 1960 es mayor que los miles de negros que fueron linchados durante los años de la segregación del Jim Crow y del terror del Ku Klux Klan antes de los 1960. Tampoco se debe pasar por alto que Estados Unidos tiene el índice de encarcelación en masa más alto que ningún otro país en el mundo, siendo los negros y los latinos el objetivo particular de esa encarcelación en masa.
No obstante, debido en lo fundamental al parasitismo imperialista, se ha dado una estabilidad relativa al interior de Estados Unidos durante la mayor parte del período desde que emergió como el país imperialista más poderoso y próspero tras la Segunda Guerra Mundial, y esto ha hecho posible cierto grado de tolerancia del disentimiento y la protesta, al menos donde ese disentimiento y protesta “acaten las reglas”, en esencia, del orden imperialista.
Al mismo tiempo, para una vez más ilustrar vívidamente “el otro lado de este panorama” —una expresión verdaderamente horripilante de la realidad que subyace a esta estabilidad relativa en el propio Estados Unidos— tal como he señalado antes, en el período de un poco más de 75 años desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, debido a la manera en que domina el mundo el sistema del capitalismo-imperialismo, al menos 350 millones de niños en el tercer mundo se han muerto innecesariamente por inanición y enfermedades prevenibles — ¡un número más grande que toda la población de Estados Unidos!3
Esto, en un sentido muy concentrado, refleja la base parásita que ha hecho posible la estabilidad relativa en este país imperialista. Esto ha facilitado, entre otras cosas, la “transferencia pacífica del poder” de un sector de la clase dominante a otro — hasta la actualidad, en que un sector de esa clase dominante, representado por el Partido Republicano, “ya no cree en lo que han sido las ‘normas aglutinantes’ del gobierno capitalista ‘democrático’ en Estados Unidos, ni se siente obligada por dichas normas”. En la reciente obra importante que señala eso acerca del Partido Republicano (“Algo terrible, o algo verdaderamente emancipador”), analizo por qué estas “normas aglutinantes” ya no se mantienen como lo hacían en el pasado, y que esta situación se puede resolver únicamente por medios radicales de un tipo u otro — “ya sea medios radicalmente reaccionarios, mortíferamente opresivos y destructivos o medios revolucionarios radicalmente emancipadores"4.
Pero lo que es importante abordar aquí es la manera en que esta estabilidad relativa, aunque fuera interrumpida por tiempos de grandes trastornos —e incluso ahora que se está desgarrando en grande— durante el período tras la Segunda Guerra Mundial, sobre la base del parasitismo imperialista, ha fomentado y alentado la ilusión falsa, en particular entre los sectores más acomodados de la población, de que Estados Unidos no se gobierna sobre una base de opresión y represión — una ilusión falsa a la cual los liberales y los progresistas se han aferrado especial, y a menudo desesperadamente.
El parasitismo imperialista y los efectos en (diferentes sectores de) la clase media
En Breakthroughs (Abriendo Brechas), hice los siguientes comentarios con respecto a las importantes observaciones de Carlos Marx en El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte:
Tampoco debe creerse, escribió Marx, que los intelectuales democráticos
sean todos tenderos o gentes que se entusiasman con ellos. Pueden estar a un mundo de distancia de ellos, por su cultura y su situación individual. Lo que hace que los intelectuales democráticos sean representantes de la pequeña burguesía es que no van más allá, en cuanto a mentalidad, de donde van los tenderos en sistema de vida; que, por tanto, se ven teóricamente impulsados a los mismos problemas y a las mismas soluciones a que impulsan a aquéllos, prácticamente, el interés material y la situación social.
Los intelectuales democráticos pequeñoburgueses (las personas en la sociedad capitalista cuya posición social y modo de vivir se basan en trabajar en la esfera de las ideas, de un tipo u otro) tienden, por lo general, a estar en el lado “izquierdo” del espectro político burgués (la posición “liberal” o “progresista”), mientras que una buena parte del sector “tendero” (o, en términos más amplios, los dueños de los medios de producción o distribución en pequeña escala) frecuentemente se inclinan hacia la derecha, incluso la extrema derecha, de este espectro (aunque al parecer son una excepción al menos algunos empresarios en pequeña escala, así como muchos en la economía de “trabajo autónomo”). Pero lo que caracteriza tanto a los tenderos (definidos en términos amplios) como a los intelectuales democráticos es que, espontáneamente, permanecen encerrados en los límites constrictivos de las relaciones capitalistas de mercancías y los conceptos correspondientes del derecho burgués5.
Una obra importante de Raymond Lotta arroja luz adicional sobre esto:
Se ha disminuido una cierta configuración histórica de la clase media estadounidense. Esta clase media crecía y en cierta medida prosperó económicamente entre 1945 y 1975. Abarcaba y se centraba en sectores de trabajadores mejor pagados y sindicalizados de la industria de gran escala, los trabajadores de oficios calificados, los propietarios de pequeñas empresas, los gerentes de bajo nivel, los trabajadores asalariados del sector público, como los profesores, y los individuos que ejercían profesiones que no requerían títulos universitarios o avanzados…
Esta clase media ha padecido el deterioro de sus condiciones. Tiene efectos contradictorios que se ha aflojado el control del mito cohesionador del sueño americano. Se han reventado las expectativas tradicionales. Esto también es parte del terreno del que se ceba el fascismo de Trump…
Al mismo tiempo, las fuerzas económicas que obran en este sentido también contribuyen al crecimiento de un extremo superior de la clase media estadounidense. Concretamente, la globalización imperialista, los cambios tecnológicos y el aumento de la financiarización, y con ello la evolución de muchas empresas estadounidenses como la IBM y Dell desde la producción hasta los servicios en las últimas décadas, estimularon la expansión de los empleos de altos ingresos en servicios de la “cadena de suministro nacional” de altos ingresos. Esto se refiere a los trabajos como gerentes de operaciones, programadores informáticos, etc.6
La “clase media tradicional” representa, a grandes rasgos, a lo cual Marx se refiere con la metáfora de los “tenderos” — que, como he señalado, tienden a asumir una posición hacia la derecha, incluso la extrema derecha, del espectro político burgués (con la excepción, sin embargo, de muchos maestros, y algunos otros). Y los que ocupan el “extremo superior de la clase media estadounidense” —o, más específicamente, los que trabajan en las “ocupaciones de conocimientos”— en general tienden hacia la “izquierda” de ese espectro político burgués, y constituyen en gran medida los liberales y los progresistas de la clase media en Estados Unidos. Pero lo que es digno de atención es que es precisamente la “izquierda” del espectro político burgués —es decir, la “izquierda” de la política definida y delimitada por el sistema capitalista-imperialista— hacia donde espontáneamente se inclinan estos liberales y progresistas. Esto, una vez más, es una política que en última instancia se fundamenta y se apoya en el parasitismo del sistema capitalista-imperialista de Estados Unidos y su posición en el mundo. Y esto explica en gran medida por qué tantos liberales y progresistas en Estados Unidos son sin vergüenzas partidarios de “su” imperialismo — y por qué, en particular ahora, tantos de ellos están alineándose con la posición totalmente hipócrita de los representantes y portavoces de la clase dominante imperialista de Estados Unidos en hacer denuncias mojigatas a las acciones de imperialismo ruso en su invasión a Ucrania — acciones de agresión imperialista que los imperialistas de Estados Unidos han cometido a una escala mucho mayor que ningún otro país.
Para sacudir a estos liberales y progresistas, o al menos a cantidades importantes de ellos, para que se zafen de su despreciable posición en apoyo a “su imperialismo”, se requerirá una lucha ideológica implacable y feroz, para obligarlos a hacer frente a la realidad de lo que este imperialismo efectivamente representa y lo que efectivamente hace en el mundo. Y más que eso, se requerirá activar un poderoso movimiento revolucionario que se propone nada más que derrocar este sistema y reemplazarlo con un sistema radicalmente diferente y emancipador — un movimiento revolucionario que se base no única sino principalmente en las masas de personas que cuentan con una tajada mucho menor de las “fortunas” de este sistema parásito, personas cuyas condiciones de opresión brutal bajo este sistema capitalista-imperialista pesan mucho más que cualquier “botín” que quizá reciban de su saqueo mundial.
Con todo esto, es crucial reconocer, y actuar de acuerdo al reconocimiento, de que la situación en Estados Unidos, y en el mundo en conjunto, la que ya está muy intensa y se está intensificando continuamente, de veras plantea la perspectiva de algo terrible — pero también algo verdaderamente emancipador: una revolución real, en el mismo Estados Unidos, la que rompa el control de los poderosos opresores capitalistas-imperialistas sobre las masas de personas, aflojando el puño mortal de este sistema mucho más allá de las fronteras de Estados Unidos, haciendo extenderse ondas expansivas de inspiración revolucionaria positiva en todo rincón de un mundo que hoy sigue dominado por el capitalismo-imperialismo, con todos los horrores que esto conlleva.
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