El lunes 7 de octubre se cumplió un año del ataque de Hamas contra Israel que sirvió de detonante y pretexto para el horrendo ataque de Israel contra el pueblo palestino en Gaza… y luego también contra los palestinos en Cisjordania… y ahora también contra la gente del vecino El Líbano¹.

¡Sigue en marcha y sigue intensificándose! Y HAY QUE DETENERLO.

Poco después de que se inició esta matanza, el líder revolucionario Bob Avakian expuso verdades fundamentales sobre lo que pasaba y por qué:

Israel es un país que se fundó, con el respaldo de grandes potencias imperialistas, como un estado racista, supremacista judío, hace 75 años, sobre la base de la limpieza étnica horrorosa — con matanzas y violaciones en masa de palestinos y la destrucción de aldeas palestinas enteras, expulsando a las masas de palestinos de sus tierras e incorporando esas tierras en el territorio cada vez más extendido de lo que se convirtió en el estado de Israel (que nunca existió antes de la Segunda Guerra Mundial). Y ahora Israel, con el respaldo total de los imperialistas estadounidense, está cometiendo de manera abierta el genocidio contra los palestinos.

“Algunas verdades básicas sobre la guerra israelí contra Palestina con el apoyo estadounidense”, Bob Avakian, 25 de octubre de 2023

Desde ese entonces los horrores, y la evidencia de la complicidad total entre Estados Unidos e Israel en el genocidio, sólo han aumentado.

Según cálculos conservadores, en menos de un año, más de 16.000 niños gazanos han resultado muertos². Para tener una idea de lo inaudito de esto, en los primeros dos años de la guerra en Ucrania (que tiene unos 40 millones de habitantes), unos 2.000 niños resultaron muertos o heridos. Por lo que ocho veces más niños resultaron muertos en Gaza (un año) que resultaron muertos y lesionados en Ucrania (dos años).

Esto no ocurre “por accidente”. Y no se puede lanzar bombas de 900 kilos sobre edificios de apartamentos de múltiples plantas con cientos de familias adentro y luego decir que “no teníamos la intención” de matar a cientos de niños. No obstante, este es el procedimiento operativo estándar del ejército israelí, día tras día. En Gaza han salido muertos más niños que en cualquier otro conflicto en los últimos 20 años. Y, en promedio, Israel ha bombardeado la infraestructura civil cada tres horas, las 24 horas al día, los 7 días a la semana, durante un año entero.

Y se pone aún peor:

Una carta (vea unos pasajes en otro artículo en este número de Revolución) de 99 profesionales médicos con base en Estados Unidos que se han arriesgado a la vida trabajando en hospitales en Gaza, junto con un extenso apéndice, documenta que el verdadero saldo de muertos en Gaza ya supera los 100.000 palestinos.

La carta describe una situación vívida del asesinato en masa sistemático y consciente de civiles, incluidos niños que eran claramente el blanco del asesinato. Estos médicos y otros profesionales médicos describen a niños a quienes los francotiradores israelíes les volaron intencionalmente los sesos. Esto es emblemático de lo que los medios de comunicación y los políticos estadounidenses denominan vergonzosamente una “guerra” contra “Hamas”. De este modo la carta capta la realidad del “derecho de Israel de defenderse” que el Genocida Joe y la Asesina Kamala invocan una y otra vez para justificar el armamento, financiación, facilitación y defensa del genocidio de parte de Israel.

Antes del 7 de octubre, Gaza, bloqueada y constantemente asediada y sometida a periódicas masacres israelíes, ya era la mayor prisión al aire libre del mundo³. Ahora es el mayor campo de muerte en el mundo. Los muchos millones de mensajes telefónicos que “huyan ahora” que Israel envía antes de destruir escuelas, edificios de apartamentos, hospitales y centros de culto han ordenado constantemente que la gente se dirija a “zonas seguras” donde vuelven a ser blanco de tanques, misiles y bombas de 900 kilos. Por tanto, la situación ha resultado en miles de niños muy pequeños separados de sus padres, abandonados a su suerte en un paisaje de muerte donde no quedan en pie servicios sociales y cada familia está luchando por sobrevivir.

Emulación de los nazis

Si bien Israel y sus defensores quizá objetan a las instituciones internacionales que los acusan de genocidio, y si bien exigen que aquellos que dicen esa verdad sean censurados, puestos en listas negras, despedidos, doxeados y brutalizados, Israel, de hecho, ha proclamado abiertamente su intención genocida.

Desde el inicio del genocidio a principios de octubre de 2023, el Ministro de Defensa de Israel estableció los términos: “Luchamos contra animales humanos y actuamos en consecuencia. No habrá electricidad, ni alimentos, ni agua, ni combustible. Todo estará cerrado”. Uno de sus ayudantes dijo que “tenemos que atacar estas plantas de tratamiento de agua a fin de crear una situación de sed y hambre en Gaza, y yo diría, dar un aviso previo de una crisis económica y humanitaria sin precedentes”.

¿Se cree que estas son simplemente declaraciones extremas hechas a raíz del ataque de Hamas del 7 de octubre? En enero de 2024, después de matar a decenas de miles de mujeres y niños, un legislador del partido gobernante de Israel declaró que Gaza debía ser “incendiada ahora” y que no había “inocentes ahí”. En agosto de 2024, el Ministro de Finanzas de Israel se quejó: “No podemos, en la realidad global actual, gestionar una guerra. Nadie nos permitirá causar la muerte de hambre de dos millones de civiles, aunque quizá sea justificada… pero ¿qué podemos hacer? Vivimos hoy en una cierta realidad, necesitamos una legitimidad internacional para esta guerra”.

Tal como le pasó al pueblo alemán bajo Hitler, la población judía en Israel recibe una avalancha constante de las representaciones más racistas y literalmente deshumanizantes del pueblo palestino, los descendientes de las 700.000 personas expulsadas de su patria mediante terror, asesinatos y violaciones en la Nakba de 1948.

Los soldados programados con esa locura genocida tienen luz verde para matar todo lo que se mueva en Gaza. ¡Incluso balearon a tres rehenes israelíes no armados que habían escapado, aunque estaban sin camisa, ondeaban una bandera blanca y clamaban en hebreo por ayuda! Israel dijo que los habían “mal identificado”, pero existe al menos una fuerte posibilidad de que en lugar de confundirlos con combatientes armados, los hayan confundido con civiles palestinos, lo que los convirtió en un blanco.

Y además de asesinar directamente, el ejército israelí captura a miles de palestinos al azar, los encarcela y los somete a las más depravadas brutalidades, hambreamiento y violaciones (vea “Welcome to Hell, the Israeli Prison System as a Network of Torture Camps” [Bienvenidos al infierno, el sistema penitenciario israelí como una red de campamentos de tortura], una entrevista a un activista israelí de derechos humanos).

Así que, por encima del asesinato en masa de decenas de miles de civiles y de las prisiones de tortura, los israelíes, con el respaldo de Estados Unidos, han llevado a cabo una política deliberada de imponer condiciones parecidas a campamentos de concentración en toda Gaza. Los palestinos están encerrados en un pequeño territorio, enfrentando a diario la violencia extrema, y desnutrición, sed, hambre, enfermedades y falta de vivienda cada minuto de cada día.

Resistencia, represión y la trampa mortal del “mal menor”

En Estados Unidos (y en todo el mundo) muchos sectores diferentes de la gente se tomaron las calles para condenar los crímenes de Israel. Estudiantes y profesores de universidades de élite, jóvenes palestinos y muchos sectores de la comunidad palestino-estadounidense, artistas y otros intelectuales se pusieron en movimiento, y muchos sufrieron amenazas y represión. El papel de los judíos estadounidenses en las iniciales luchas (incluidos los dramáticos actos de desobediencia civil en Nueva York) jugó un papel particular, incluida su insistencia en que, lejos de ser antisemita, la lucha contra los ataques genocidas del estado israelí daba expresión a lo que debería significar la consigna “Nunca jamás”: “nunca jamás” para ningún pueblo. Los campamentos de tiendas de campaña pro-Palestina comenzaron a brotar en docenas de campus, incluidas universidades de élite como Columbia, Harvard, Yale, Stanford, la Universidad de California-Los Ángeles (UCLA) y la Universidad de Chicago. En algunos lugares, ocuparon edificios universitarios.

Los directivos universitarios respondieron con niveles de represión sobrecogedores: a su petición, la policía atacó repetidamente a los campamentos y los derribaron. Arrestaron y/o golpearon, suspendieron o expulsaron a miles de estudiantes, resucitando el recuerdo de los ataques similares a los estudiantes en los años 1960... y también resucitando algo de esa misma rebeldía.

Pusieron bajo “encierro” a muchos campus, con retenes de control para bloquear la entrada de “agitadores externos”. En algunos campus, en particular en la UCLA, desataron a turbas fascistas-sionistas para atacar físicamente a los campamentos y a los estudiantes mientras la policía permanecía de brazos cruzados.

Con semejante táctica, y su supuesta “justificación”, decían que cualquier crítica seria al estado de Israel —y definitivamente cualquier crítica que denunciara el papel de Israel como un estado de apartheid basado en la limpieza étnica y la supremacía judía— constituía el antisemitismo (es decir, el odio al pueblo judío en general) y apoyo al ataque de Hamas contra Israel. Esta noción, de que el antisionismo es igual al antisemitismo, fue propagada incesantemente por el Departamento de Estado de Estados Unidos y otros dirigentes políticos estadounidenses, así como por el propio estado israelí.

Pero no se limitaron a “propagarla” (lo que ya habría sido lo suficientemente malo), sino que ¡la impusieron! Tras la presión de adinerados “mecenas” de las artes, despidieron al director de una importante revista de arte por publicar una carta que denunciaba a Israel (así como a Hamas). Amenazaron a los firmantes de la carta con perjudicar fuertemente sus carreras si no retiraran sus nombres. Importantes bufetes de abogados anunciaron públicamente que iban a negarse a contratar a cualquier estudiante de derecho involucrado en las protestas, y luego grupos fascistas se pusieron a doxear a los activistas, lo que incluía recorrer las calles con camiones decorados de fotos gigantes de activistas llamándolos “antisemitas líderes”. La Universidad de Columbia suspendió la rama del campus del grupo Voz Judía por la Paz). Se cancelaron lecturas de libros de autores y se rescindieron sus premios literarios. Y las universidades desarrollaron elaborados “códigos de expresión” que clasificaban las críticas al sionismo como “expresión de odio” que conllevaba diversas formas de castigo, incluida la expulsión o el despido en algunos casos.

Esta feroz batalla se prolongó hasta manifestarse durante las ceremonias de graduación, decenas de las cuales se convirtieron en escenarios para que los estudiantes desafiantes levantaran sus demandas de poner fin al genocidio y de una “Palestina libre”. Durante el verano, los rectores de las universidades pasaron su tiempo de “vacaciones” inventando normas nuevas y más represivas para impedir otras protestas en el semestre de otoño.

Estas protestas se toparon con un muro unificado de ataques que “reunió” a los republi-fascistas en el Congreso (que celebraron audiencias para expulsar a los administradores universitarios que no lograron aplastar las protestas con suficiente crueldad) y todos los demócratas líder. Biden y Harris, senadores, congresistas y alcaldes — todos se apresuraron a jurar lealtad a los genocidas israelíes, a calumniar a los manifestantes antiisraelíes como “antisemitas”, e incluso “terroristas”.

Se consideraba firmemente (y con razón) a Biden como un aliado incondicional de Israel, y él era el blanco de gran parte de la ira y la indignación de los manifestantes. Pero en agosto, los demócratas lo obligaron a abandonar la carrera presidencial y le dieron su apoyo a Kamala Harris, a la que empaquetaron así como representante de los llamados “marginados”. Sedujeron a la gente con la esperanza de que ella iba a romper con la política pro israelí de Biden, y esa esperanza totalmente falsa, de la mano con los altos niveles de represión contra las protestas que “se salieran de los límites” del (no) cambio electoral, parece haber llevado a muchas fuerzas pro palestinas a acoger la trampa de hacer de la elección de Harris el eje de su atención.

Por qué es imposible que ni Harris ni Biden ni ningún otro representante de este sistema rompa con Israel o siquiera lo “refrene”, y qué deben hacer aquellos que quieren justicia para Palestina y un mundo digno en general

Sin embargo, la gente no obtiene un conocimiento científico de la fuente del problema, o de su solución, simplemente con participar en la lucha. Al repasar el último año, resulta de enorme importancia el trabajo de Bob Avakian (BA) al destapar las raíces de esta opresión, mostrar su origen en este sistema, señalar la salida y explicar que otras soluciones propuestas no conducen a ninguna parte. Esto ha sido cierto desde las primeras semanas de la lucha y ha continuado al día de hoy con los mensajes regulares de BA en las redes sociales.

Vea lo que dijo Bob Avakian en enero de 2024 en Revolución #7 @BobAvakianOfficial:

¿Por qué Biden, y básicamente el gobierno entero y la clase dominante entera de Estados Unidos, apoyan a Israel en su genocidio contra el pueblo palestino, a los ojos del mundo entero? La respuesta a esta pregunta crucial es lo siguiente:

No se debe al “poder del cabildo judío” — ni a que, según alguna noción ignorante, ridícula e indignante, “los judíos lo controlan todo”. Se debe al “papel especial” de Israel como un bastión fuertemente armado de apoyo para el imperialismo estadounidense en una región estratégicamente importante del mundo (el “Medio Oriente”). Además, Israel ha constituido una fuerza clave en la comisión de atrocidades que han contribuido al mantenimiento de la dominación opresiva del imperialismo estadounidense en muchas otras partes del mundo….

¡Es el sistema! El sistema del capitalismo imperialismo al cual Biden sirve. El sistema al cual él tiene que servir — el sistema al cual toda persona y cualquier persona tiene que servir si quiere ocupar un cargo, y especialmente un “cargo alto”, como la presidencia, dentro de este sistema. Por eso Biden hace lo que hace —lo que hacen todos estos políticos— por encima y más allá de sus intereses personales más estrechos.

¡Es el sistema! Este sistema del capitalismo imperialismo que encarna e impone la supremacía blanca, la supremacía masculina patriarcal y otras opresiones brutales — este sistema que se basa en la explotación despiadada roba-vidas de las masas de personas en Estados Unidos y de literalmente miles de millones de personas por todo el mundo, incluidos más de 150 millones de niños — todo eso que se impone con una masiva violencia y destrucción, de personas y del medio ambiente, lo que representa una amenaza muy real al futuro y a la existencia de la humanidad.

Este sistema al cual hay que derrocar a la mayor brevedad posible, por medio de una revolución real.

BA ha insistido firme y consecuentemente en que no es cierto que “Israel está zarandeando de un lado para otro” a Estados Unidos. Es el sistema imperialista estadounidense en sí el que necesita mantener su poder en una parte clave del mundo… y eso no va a cambiar a menos que y hasta que se dé el derrocamiento revolucionario de ese sistema. Y la naturaleza extrema de estos tiempos —las feroces luchas intestinas en la clase dominante, el futuro infernal al que nos está arrastrando el sistema en su conjunto, no sólo en el Medio Oriente sino en todo el mundo— de hecho están creando oportunidades para esa revolución, haciéndola más posible que en ningún otro momento desde al menos los años 1960. Y en relación con las elecciones venideras, BA ha subrayado:

Nosotros, la gente del mundo, ya no podemos darnos el lujo de permitir que estos imperialistas sigan dominando el mundo y determinando el destino de la humanidad. Hay que derrocarlos cuanto antes. Y es un hecho científico que la humanidad no tiene que vivir así.

Si usted está consternado, tal como debería estarlo, por lo que Estados Unidos ha estado respaldando y facilitando en Gaza y lo que está respaldando y facilitando en Gaza —y todos sus otros crímenes y ultrajes por todo el mundo—, pues sí tiene una responsabilidad de sumarse a otros en la lucha en apoyo al pueblo palestino y además de explorar con seriedad lo que Bob Avakian está diciendo sobre las raíces de esta pesadilla — y además la solución revolucionaria.