En su discurso de victoria del 7 de noviembre de 2020, el presidente electo Biden prometió “movilizar a las fuerzas de la decencia”, para “restaurar el alma de Estados Unidos” y inaugurar el comienzo de “un tiempo para sanar” después de cuatro años de embate fascista ininterrumpido por parte del régimen de Trump y Pence
Pero la realidad de 2021 ha sido todo lo contrario: las fuerzas fascistas han reanudado y escalado su afán de poder en todos los niveles de la sociedad, marcando el tono y los términos de las cosas, mientras que los demócratas, y los millones de personas decentes que recurren hacia ellos en busca de liderazgo, han estado en gran medida pasivos y a la defensiva.
Intento de golpe de estado del 6 de enero
El 6 de enero estableció los términos de lo que estaba por venir. Trump y un núcleo duro de líderes fascistas1 lanzaron un violento golpe de estado para mantener ilegalmente a Trump en el poder, deteniendo el proceso de certificación de la victoria de Biden2.
Los lunáticos partidarios de Trump, trastornados por las conspiraciones de QANON, el fundamentalismo cristiano y el racismo virulento, fueron azuzados para atacar al edificio del Capitolio. Trump declaró: “Ustedes son el verdadero pueblo... Y si no luchan como un demonio, ya no tendrán un país”. Se erigió una horca. Paramilitares como los Muchachos Orgullosos dieron liderazgo táctico en el lugar de los hechos mientras apalearon a cientos de policías, escalaron muros, destrozaron ventanas, invadieron al Capitolio. De manera apresurada, los líderes políticos fueron llevados a “cuartos seguros” mientras los fascistas exigían matarlos. Los aliados de Trump retrasaron durante horas el despliegue de la Guardia Nacional para desalojar el edificio.
El poder pendía de un hilo mientras se detenía la certificación. Aun cuando el Congreso volvió a sesionarse, 147 republicanos apoyaron el golpe de estado al votar para no certificar la victoria de Biden3.
Al final, el golpe de estado fracasó, se certificó la elección de Biden y éste tomó posesión dos semanas después. Y tras el golpe de estado, muchos líderes republicanos, como el senador Mitch McConnell, se distanciaron de la violencia. Incluso destacados aduladores de Trump, como Lindsey Graham, condenaron públicamente a Trump. Y en privado (ahora nos enteramos mediante la publicación del tráfico de textos personales del entonces jefe de gabinete Mark Meadows) incluso fascistas empedernidos como la “personalidad” de Fox News Laura Ingraham y el hijo de Trump, Don Jr., se asustaron. Pero esa fase pasó al olvido muy rápidamente; a finales de enero, el apoyo incondicional a Trump se había convertido en el marcapasos de todo el Partido Republicano, y expulsaron a los que no siguen la línea del partido. (Véase más información al respecto en “El GOP está ahora sólidamente unido detrás, y bajo el liderazgo, del núcleo duro metastatizante de los fascistas neonazis.)
En cuanto a los demócratas, que fueron el objetivo de este ataque directamente ilegal y violento, y que ahora controlan la rama ejecutiva (incluidos el Departamento de Justicia, el FBI, etc.), BA llama la atención sobre “el trato ‘blando’” a los amotinadores por parte de la nueva administración, “los cargos leves y las condenas indulgentes que se han rendido en los casos judiciales sobre esto, así como el hecho de que no ha habido ninguna acción para impugnar a Trump y otras figuras políticas fascistas importantes”.
A la luz de todo esto, no debería sorprender que la ofensiva fascista sólo se haya vuelto más agresiva desde el 6 de enero.
“Detener el robo”: Una toma hostil del proceso electoral por parte de los fascistas
Bob Avakian ha señalado que los republicanos se han convertido en un partido fascista, “...un partido convencido de que es el único que se merece gobernar… que se niega a aceptar los resultados de las elecciones que no gana”. [Véase “Este es un momento poco común en que la revolución se vuelve posible — Por qué es así, y cómo aprovechar esta oportunidad poco común”.]
Para los republi-fascistas, ser derrotados sólidamente en las elecciones de 2020 se tradujo a “la elección fue robada”, y abrió paso a un uso a toda máquina de su poder en los tribunales, el congreso y los gobiernos estatales para cambiar las reglas para que no vuelvan a perder.
Se presentaron docenas de demandas judiciales, se exigieron y realizaron auditorías y recuentos en múltiples estados. Éstos no lograron descubrir un fraude, pero lograron azuzar a sus bases en un frenesí sobre la “integridad de las elecciones”. Al agosto de 2021, un 66% de los republicanos y un 28% de los independientes —¡decenas de millones de personas!— creían que las elecciones de 2020 estaban “amañadas y robadas”.
Desde el 1º de enero, 19 estados han aprobado 33 leyes para poner trabas al proceso de votar, especialmente para la gente de color. Hay leyes que facultan a los “observadores electorales” para vigilar a las personas mientras votan4; leyes que penalizan a los trabajadores electorales por ayudar a votar a las personas discapacitadas; leyes que penalizan la distribución de alimentos y agua a las personas que esperan en las largas colas.
Algunas leyes propuestas permitirían a las legislaturas estatales anular los resultados de las elecciones, o tomar el control de las juntas electorales locales si los resultados no son de su agrado.
Los trabajadores y funcionarios electorales que se negaron a conformarse con esto han recibido amenazas de muerte en su contra y contra sus familias. Algunos de ellos padecían manifestantes armados fuera de sus casas. Un tercio de todos los funcionarios electorales se sienten “inseguros” en sus trabajos; muchos de ellos se están marchando. Y a medida que se abren vacantes, los republicanos están haciendo esfuerzos concertados por llenarlas con fanáticos de Trump.
En julio, Biden habló sobre esta situación en Filadelfia, diciendo: “Nos enfrentamos a la prueba más importante de nuestra democracia desde la Guerra Civil” y proclamó: “¡Tenemos que actuar!” Pero desde ese entonces, él y los demócratas no han hecho casi nada, y al contrario Biden se ha centrado la inmensa mayoría del tiempo en sus proyectos de ley infraestructurales, con la idea de que repartir algunos fondos y proyectos “curará las divisiones de la nación”, ¡a la vez que todo el Partido Republicano se viene unificando para privar de derechos a los negros y a otros miembros de la base demócrata! Y en una medida muy grande, el “movimiento progresista” y otras fuerzas que reciben liderazgo de los demócratas no han hecho sonar siquiera la alarma sobre esta gravísima situación.
Las leyes, reglamentos y turbas fascistas están imponiendo lo que la gente se atreve a decir, leer o pensar
Aunado a esta hostil toma fascista de la maquinaria legal y organizativa de las elecciones, las legislaturas y los tribunales, cada vez más las turbas son azuzadas para imponer por la fuerza los “valores tradicionales” fascistas clave —la supremacía blanca, la dominación masculina, el superpatrioterismo, el fundamentalismo cristiano y la demencia anticiencia— especialmente a los niños en edad escolar.
Según Education Week, “Veintinueve estados han propuesto proyectos de ley o han tomado otras medidas que restringirían la enseñanza de la teoría crítica de la raza o limitarían la forma en que los profesores pueden discutir el racismo y el sexismo ... Trece estados han promulgado estas prohibiciones, ya sea mediante legislación u otras vías”5.
Los consejos escolares de Virginia, Kansas y Tennessee han recopilado listas de libros para prohibirlos en las bibliotecas escolares. Se han prohibido obras de escritores negros de renombre como Toni Morrison, Ta-Nehisi Coates y el dramaturgo August Wilson. Los libros que abordan las experiencias de los homosexuales o transexuales también han sido objeto de prohibiciones. En Virginia, los miembros de la junta escolar incluso argumentaron a favor de la quema de libros. Los profesores han recibido amenazas contra sus trabajos por delitos como tener una pancarta de “La vida de los negros importa” en el aula, o por aprobar la portada de un anuario con las palabras “la ciencia es real, la vida de los negros importa, ningún ser humano es ilegal, el amor es amor”.
Las reuniones públicas que abordan el combate contra la pandemia de Covid-19 son habitualmente objetivo de turbas fascistas. Después de una reunión del consejo escolar en el condado de Williamson, Tennessee, los manifestantes rodearon a un médico que había testificado a favor de que los estudiantes llevaran máscaras, gritando: “Eres un abusador de niños”, “Sabemos quién eres” y “Nunca más se le permitirá salir en público”. Un miembro del Consejo de Educación (BOE) de Ohio recibió una carta en la que se decía: “Vamos a ir por usted y por todos los miembros del ... BoE”.
A fines de septiembre, la Asociación Nacional de Consejos Escolares (NSBA) escribió al gobierno federal detallando las múltiples amenazas y trastornos en muchos estados, que comparó con el “terrorismo interno y los crímenes de odio”, y solicitó la intervención federal. (¡Vea este vídeo de YouTube de la CNN para entender por qué!) Pero para fines de octubre, las reacciones de los consejos escolares conservadores y los congresistas fascistas llevaron a la NSBA a disculparse por el “lenguaje” utilizado en la carta.
Y esto alcanzó nuevas y ominosas alturas el 19 de noviembre, cuando absolvieron a Kyle Rittenhouse de homicidio y los demás cargos en el balaceo justiciero contra tres manifestantes de La Vida de los Negros Importa en Kenosha, Wisconsin. Todo este juicio, con la conducta del juez y la mayor parte de la cobertura de la prensa, constituyó una normalización de la violencia de turbas fascistas, puntuada por la visita de Rittenhouse a ver a Trump en Mar-a-Lago unos días después. (Para obtener más información, véase “Kenosha: Kyle Rittenhouse, justiciero blanco, absuelto de todo los cargos tras matar a dos manifestantes” en revcom.us).
Peligro creciente
Cuanto más terreno se les concede a estos fascistas, más agresivos se vuelven — esa es la realidad. Para tener una idea de esto, considere las “señales” enviadas por la Corte Suprema, que ahora tiene una mayoría de 5-4 de fascistas duros. Cuando se sesionaron para discutir una ley de Misisipí que prohíbe casi todos los abortos después de las 15 semanas de gestación, su afán de prohibir el aborto por completo era muy obvio. Una “magistrada”, Amy Coney Barrett, incluso sugirió que las mujeres que no quieren ser parientes deberían seguir embarazadas, dar a luz sus bebés y —si tanto la madre como el hijo sobreviven— regalarlos. ¡Qué perfecta concentración de la visión fascista de las mujeres como incubadoras! (Para ver más información, véase, próximamente, la entrevista con Dahlia Lithwick: “No vamos a volver a ‘Antes de Roe’, estamos encaminados a un lugar peor”, en revcom.us.)
Otra señal de alarma: el 17 de diciembre, el Washington Post publicó un artículo de opinión de tres generales retirados del Ejército de Estados Unidos (“3 retired generals: The military must prepare now for a 2024 insurrection”) en el que se advierte la probabilidad de otro golpe de estado. Si eso ocurre, advierten “la posibilidad de una ruptura total de la cadena de mando a lo largo de las líneas partidistas — desde la cima de la cadena hasta el nivel de escuadra” con “unidades rebeldes que se organizan entre sí para apoyar ... a los comandantes en jefe que se compiten entre sí”. El hecho de que anteriores líderes militares de alto nivel vean esto como un peligro importante debería hacer añicos la complacencia y el negacionismo intencionado que todavía paralizan a una cantidad tan exagerada de gente.
Conclusión
2021: Con la salida de Trump, los fascistas ya no controlan la Casa Blanca, pero siguen teniendo un tremendo poder dentro de las estructuras gobernantes de Estados Unidos, y están liderando un movimiento de decenas de millones de seguidores cada vez más desquiciados, que está encontrando poca oposición efectiva por parte del Partido Demócrata, o de los millones de personas decentes que recurren a los demócratas para recibir liderazgo. Los fascistas están en marcha, no sólo para “recuperar el control del Congreso” o de la Casa Blanca, como algunos piensan, sino para establecer, apretar las clavijas y consolidar a martillazos el poder fascista en todos los niveles y en todos los rincones de la sociedad.
Lo que se ha acelerado y ha cobrado mayor relieve durante el último año es lo que Bob Avakian describió en ESTE ES UN MOMENTO POCO COMÚN EN QUE LA REVOLUCIÓN SE VUELVE POSIBLE — POR QUÉ ES ASÍ, Y CÓMO APROVECHAR ESTA OPORTUNIDAD POCO COMÚN:
Los republicanos se han convertido en un partido fascista —un partido basado en la abierta y agresiva supremacía blanca, supremacía masculina y otras relaciones opresivas— un partido convencido de que es el único que se merece gobernar, que actúa para manipular las elecciones y suprimir los votos con el fin de conseguir y aferrarse al poder, que se niega a aceptar los resultados de las elecciones que no gana, que está decidido a destripar y pervertir el “estado de derecho”, pisotear los derechos de la gente y adoptar lo que constituye una dictadura capitalista indisimulada, que está listo a utilizar la violencia no sólo contra las masas de personas sino también contra sus rivales en la clase dominante.
Estos republicanos han movilizado a un sector importante de la población que cree, con una pasión intensa e irracional, que hay que defender e imponer firmemente la supremacía blanca, la supremacía masculina y otras relaciones opresivas (así como el desenfrenado saqueo del medio ambiente). Esa gente ha sido impulsada hasta entrar en un estado de demencia cruel, al abrazar todo tipo de teorías conspirativas lunáticas, junto con un fundamentalismo cristiano enloquecido, como respuesta a la amenaza que ven a su posición de privilegio (o “ordenada por dios”) y su insistencia en que algunas concesiones adicionales a la lucha contra la opresión destruirán lo que ha “hecho que Estados Unidos tenga grandeza”.
Estas divisiones ya han llegado a estar profundamente arraigadas en las grandes instituciones de este país, incluidas las fuerzas armadas, y se agudizarán cada vez más y saldrán explosivamente a la luz, a medida que las cosas sigan agudizándose en la sociedad en general y al interior de la clase dominante.
No es posible superar estas profundas divisiones, esta intensificación del conflicto —no es posible volver a “componerse” todo esto— según los términos, y de la manera, que hasta ahora se ha mantenido la articulación de Estados Unidos bajo el gobierno de una clase capitalista más o menos unificada.
Para conocer más, lea: ESTE ES UN MOMENTO POCO COMÚN EN QUE LA REVOLUCIÓN SE VUELVE POSIBLE — POR QUÉ ES ASÍ, Y CÓMO APROVECHAR ESTA OPORTUNIDAD POCO COMÚN.