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Ideas sobre el papel social del arte
Parte 3: El arte, la política y el papel del arte revolucionario

Si estamos de acuerdo en que el arte en sí desempeña un papel sumamente importante en la esfera ideológica, captaremos más claramente su relación con la política, la esfera de la superestructura que se caracteriza por la contienda de fuerzas sociales (clases) por el poder político y donde se concentran esas luchas. De hecho, en la sociedad de clases esta esfera (la política) es decisiva porque las demás actividades de la superestructura dependen de qué fuerzas de clase dirigen la sociedad, al servicio de qué intereses y por qué rumbo, y eso básicamente determina si se preservan o se revolucionan las relaciones sociales de una sociedad.

Al reconocer que la lucha de clases se concentra en la esfera política, donde se resuelven fundamentalmente los conflictos de clase (en última instancia por medio de la lucha militar), de ninguna manera subestimamos la inmensa importancia del arte en la esfera ideológica, con relación a los cambios sociales y las revoluciones. El arte siempre ha sido importante para la preservación de la continuidad social (por medio de la preservación y transmisión de valores y concepciones del orden establecido), pero ha sido de igual (o mayor) importancia para las rupturas sociales.

Si bien no puede ocurrir ningún cambio cualitativo de las relaciones sociales sin una revolución política (la toma del poder por fuerzas revolucionarias), ese salto cualitativo en la esfera política sería imposible sin filosofías e ideologías de nuevo tipo que lo guíen. Y como he recalcado, el arte precisamente desempeña un papel crucial en ese proceso de forjar nuevas concepciones. Esto es cierto independientemente de si el tema del arte sea explícitamente político o no.

No es difícil entender por qué los marxistas han tenido una tendencia histórica a confundir el arte y la política (especialmente la agitación y propaganda política). Por una parte, el marxismo surgió en la época burguesa (a la cual el mundo todavía está encadenado), una época en que el papel social del arte y los artistas no es evidente, en gran medida porque se oculta el hecho de que el arte (y otras esferas de la superestructura) dependen fundamentalmente de las relaciones sociales de producción. Por eso se da la apariencia de que los artistas y sus obras existen en un vacío, desvinculados de las actividades fundamentales de la producción social y "aparte" de la red de relaciones sociales de la sociedad. Este espejismo ejerce una gran influencia en la sociedad burguesa.

Por eso no es sorprendente que la mayoría de los artistas no capten su papel social ni la gran importancia social de sus obras. Creen que su arte no tiene más consecuencias sociales que un impacto estético (estrechamente concebido), y que ellos no tienen una responsabilidad social con relación a su arte y el impacto de su obra. Creen que la razón de ser de su actividad artística es exclusivamente la obra y su relación personal con ella (es decir, si son consecuentes con sus principios estéticos, etc.).

Dado todo eso, tampoco es sorprendente que los que proponemos una concepción materialista dialéctica hayamos tenido que luchar cuesta arriba para aclarar la conexión entre el arte (y los artistas) y las relaciones sociales (y en última instancia las relaciones de producción de la sociedad en que se fundamentan). Cierto, esta "conexión íntima" se ha concebido de una forma mecanicista; pero es igualmente cierto que existe, y ¡es muy necesario destacarla! Es innegable que todo artista es un ser social (por más individualizada que sea su obra) y que su obra tiene un gran impacto en el orden social, principalmente, como hemos señalado, por medio de su impacto ideológico.*

Por lo tanto, por medio de ese impacto ideológico, el arte puede afectar el curso futuro de la sociedad humana: contribuye a destruir lo viejo y a dar a luz lo nuevo en la esfera ideológica (a forjar nuevas concepciones), lo que tiene un impacto en la esfera política (repito, principalmente por medio de lo ideológico). Todo esto ha sido sintetizado magistral y dialécticamente por Bob Avakian en el siguiente pasaje de Balas (pp. 242-243):

Creo que todos nos damos cuenta, o deberíamos darnos cuenta, que el arte tiene un carácter político; le sirve a la política de un tipo o del otro. Es decir, no creo que exista el arte por el arte, un arte que sea puro, que trascienda la política y no represente en última instancia el punto de vista de una clase u otra, o una manera u otra de ver cómo es la sociedad y cómo debe funcionar. Hasta las cosas más sutiles, por ejemplo cosas que influyen la política indirectamente y expresan un punto de vista indirectamente, así y todo lo hacen, y a veces cuanto más sutilmente lo hacen tanto más poderoso es su impacto, precisamente porque no es evidente.

Bueno, eso por un lado. Por otro lado, el arte es diferente de la política per se y está bien que sea así. La gente necesita la política--la política es el elemento vital de la sociedad, si se ve de la manera correcta como la lucha sobre la dirección que debe tomar la sociedad, sus instituciones y sus individuos, y sobre la manera de organizarse en relación al mundo en que viven. Pero el arte es una esfera distinta, diferente de la política per se. Aunque en última instancia no puede ser independiente de la esfera de la política, ni se puede escapar de ella, sin embargo no es la misma cosa que la política per se y cuando lo es, no es buen arte, en general. El arte tiene sus propias leyes, por eso es que hay estética; responde a esas leyes y al carácter específico del arte.

Pero en último término, el arte juega un papel para una clase u otra (en la sociedad de clases); siempre desempeña un papel social.

"Arte y política", pasajes de una entrevista en WRFG, Atlanta, 1982, OR No. 190, 28 de enero de 1983, p. 8

El arte revolucionario

Así que el arte es principalmente ideológico, pero tiene un impacto social en la esfera política. Una vez que reconocemos la inmensa importancia del arte en la esfera ideológica (en la conciencia social, para crear opinión pública) y su impacto (ideológico) en la lucha política, se plantea la pregunta: ¿Cuáles son los rasgos del arte revolucionario? ¿Cómo aporta al proceso revolucionario? Y dado que el arte tiene su propia identidad social, ¿cómo se pone "la política al mando" en el arte sin arrancarle el "corazón ideológico", y destruir los aportes que hace al avance de la revolución?

Nuevamente Bob Avakian ha sintetizado muy correctamente lo que es el "arte revolucionario":

Cuando digo arte revolucionario no me refiero exclusivamente al arte que abierta y directamente populariza la necesidad de la revolución. Yo creo que el arte que hace eso y lo hace bien, que verdaderamente es arte, es muy importante, pero el arte revolucionario ciertamente no se limita a eso. Hay otras formas de arte que critican el sistema, que descuartizan y denuncian algunos de sus aspectos y crímenes más prominentes, que llevan a cuestionarse el orden establecido--todo esto, a muchos niveles diferentes y de diferentes maneras, ciertamente puede hacer una importante contribución a la construcción de un movimiento revolucionario. Sin duda alguna, a los artistas revolucionarios conscientes los estima y aprecia el proletariado, el Partido Comunista Revolucionario y los comunistas en general; pero ni siquiera ellos deben limitar su trabajo al arte que señala directamente la necesidad de la revolución, ni definitivamente ninguna de sus obras, sea cual fuere el tema, debe caer en la categoría de mera propaganda, o tratar de ser, o reemplazar a la política per se. Y debemos reconocer las importantes contribuciones y el importante papel de muchos que no son comunistas, que no están cien por cien de acuerdo con nosotros, quienes quizás no están personalmente convencidos de la necesidad de la revolución o no entienden muy claramente qué quiere decir, pero que desafían al orden establecido e instan a otros a cuestionarlo y rebelarse en diferentes maneras contra él, a menudo muy indirectamente, así como a veces más directamente por medio de su arte.

"Arte y política", pasajes de una entrevista en WRFG, Atlanta, 1982,
OR No. 190, 28 de enero de 1983, p. 9

¡Bienvenido sea este concepto del arte revolucionario tan distinto a las definiciones estrechas y sofocantes que buscan una correspondencia mecanicista entre la política y el arte, y solo reconocen el valor de las obras que tengan una conexión directa e inmediata a la lucha política ("arte para las protestas", etc.)! La posición planteada arriba por Bob Avakian reconoce, desde una perspectiva netamente materialista, que las obras que contribuyen a elevar la conciencia social, romper con las viejas relaciones de la sociedad e impulsar nuevas relaciones son arte revolucionario, aun si su impacto social es muy indirecto (no abiertamente político).

Como señaló uno de los documentos del partido sobre el arte: "En fin, toda obra de arte es política porque objetivamente crea opinión pública a favor de una fuerza social u otra (de una clase u otra en la sociedad de clases); no importa si el tema es la lucha política o si se trata de una pintura abstracta que crea opinión pública evocando ciertos `sentimientos', por medio de colores, la intensidad de los brochazos, etc., pues esos `sentimientos' se dan en un contexto social, tienen un efecto social objetivo y pueden (por parcial e indirectamente que sea) contribuir a la revolución".

Asimismo: "...las obras de arte que abordan importantes contradicciones sociales, y llevan a cuestionar el orden reaccionario y las relaciones y condiciones sociales prevalecientes, o aspectos importantes de ellas, las obras que atizan el descontento popular e impulsan la rebelión, las obras que hacen eso, y que no son hostiles al proletariado y su movimiento revolucionario, hacen aportes, inclusive aportes muy importantes, a la meta revolucionaria del proletariado, aunque las obras en sí no se guíen por la concepción del proletariado". Es preciso captar eso para no subestimar el valor de esas obras (y ayudar a otros a no subestimarlo) y para repudiar las nociones dogmáticas y simplistas de que el proceso revolucionario se desenvuelve en línea recta.

¿Eso quiere decir que no necesitamos obras de arte que encarnan la concepción del mundo y los anhelos de los sectores más revolucionarios de la sociedad? ¡Para nada! Como también se menciona en el documento citado arriba, en el mundo de hoy habrá muchas expresiones de arte progresista y revolucionario, pero las más avanzadas (en cuanto al impacto social para la revolución) serán obras proletarias, es decir, obras que concentren, simbolicen y difundan la amplia visión y las aspiraciones más elevadas de la primera clase de la historia cuyos intereses corresponden objetivamente a la más radical restructuración de todas las relaciones sociales en aras de eliminar la explotación y opresión de unos sectores de la sociedad por otros. El arte proletario cumple esos criterios, aunque puede manifestarse a través de temas muy variados y una gran variedad de estilos.

¿Existe un `arte proletario'? A mi parecer sí y no. No hay tal cosa en cuanto a forma; es decir, no hay ninguna forma en particular que por sí caracterice y exprese los intereses del proletariado en la esfera del arte, no hay forma que sea la quintaescencia del arte proletario y deba usarse excluyendo a las otras; ni es útil tratar de encontrar o confeccionar dicha Forma Proletaria. Pero sí hay arte proletario en cuanto a contenido; es arte el cual, mediante muchas formas distintas, refleja --como arte-- la cosmovisión y los intereses del proletariado, y de esa manera contribuye a la realización de su meta revolucionaria.

Bob Avakian, Balas, p 249**

Así que obras de muy variados estilos y temas cumplirán los criterios de arte revolucionario que planteamos arriba. Pero desde luego eso no es algo estático: lo "revolucionario" depende del contexto, significado e impacto social de la obra, y eso cambia en diferentes circunstancias sociales, lo cual es cierto, a mi juicio, tanto para el contenido como el estilo. Por ejemplo, un contenido que fue muy revolucionario en un momento dado no tendrá el mismo impacto social si las transformaciones sociales "rebasan" los cambios que la obra anunciaba, por decirlo así, lo cual no quiere decir que la obra necesariamente pase a ser "retrógrada". Debemos evaluarla en su debido contexto: puede volverse relativamente insignificativa o conservar su importancia, pero en su propio contexto social (como es el caso de las obras "clásicas"), o puede imbuirse de un nuevo significado social (por ejemplo, a través de cambios en su uso social, que es clave para concretarla como expresión artística y para su impacto social). En fin, para evaluar o criticar cualquier obra desde una perspectiva política, debemos tomar en cuenta todo el proceso histórico que rodea la creación y la concretización de su función social en distintos contextos sociales.

Pronto presentaremos la conclusión de esta serie: Parte 4: El arte, precursor del futuro

 

* Y el hecho es que el arte influye muchísimo en las luchas abiertamente "políticas", así como las luchas ideológicas del día. Es preciso captar esto para que las fuerzas conscientes de clase analicemos correctamente el desarrollo de la situación objetiva y no perdamos la oportunidad de lograr avances en, y por medio de, la esfera artística. Pero, ¿cuál es el aspecto más importante del papel social del arte? Su efecto acumulativo de crear opinión pública en la esfera ideológica.

Ese "efecto acumulativo" puede ocurrir a lo largo de muchos años o concentrarse en un período relativamente breve y manifestarse en una o unas cuantas obras, incluso obras que no se relacionan con una lucha política (o ideológica) dada. Por ejemplo, en su momento Bob Dylan tuvo gran eco porque la letra de sus canciones expresó y canalizó los sentimientos y el "compás de los tiempos", por decirlo así, aunque por lo general no hacía referencia a acontecimientos específicos (aunque algunas de sus canciones más conmovedoras lo hacían, como "The Lonesome Death of Hattie Carrol" [La muerte solitaria de Hattie Carrol]) y se prestaba a interpretaciones muy variadas.

** Para que el arte revolucionario tenga el mayor impacto, necesitamos obras con una gran variedad de temas y estilos que contribuyan un grado u otro al desarrollo de conciencia revolucionaria. La mayoría --pero no todas-- las obras revolucionarias (y obras revolucionarias proletarias) se enfocarán en la gente, sus relaciones sociales y valores, y es importante que representen las contradicciones sociales (en el desarrollo de los personajes), pero al concentrar y destacar ciertos aspectos de la vida social no deben quitarle su complejidad y riqueza (eso tiene que ver principalmente con el método de distinguir entre las contradicciones).

Eso se aplica especialmente a los "personajes modelos" de las obras de teatro, películas, etc. Quizás no todas tendrán "personajes modelos" (aunque desde luego tendrán personajes "centrales"), pero me parece que las obras revolucionarias proletarias necesariamente concentran contradicciones sociales a través de los personajes y que, en ese sentido, estos tendrán características que "evocan el futuro", quizás indirectamente o incluso por medio de ejemplos negativos. A mi juicio, no es necesario que toda obra proletaria tenga personajes de muy avanzada conciencia social (aunque evidentemente algunas deben tenerlos), pero sí deben tener algunos personajes que están "más cerca del ideal" cuando menos en el sentido de estar "en un plano más alto", especialmente en las contradicciones que concentran.

En ese sentido deben ser "modelos", cuya existencia, dinámica y desarrollo en el curso de la obra ilustran las contradicciones sociales existentes, y por medio de ejemplos positivos o negativos, dan un vistazo del futuro de la sociedad. El arte nos debe brindar una gran abundancia de complejos personajes y contradicciones sociales (¡pero no todos en una obra!), e incluso los personajes y temas centrales que cohesionan una obra no deben estar extentos de contradicciones. Repito, debe haber personajes positivos, pero no es necesario que concentren la conciencia social más avanzada del momento. El arte proletario debe destacar el movimiento inherente de los personajes y dar un vislumbre de la posibilidad de rupturas y avances (¡conforme a la realidad objetiva!) porque si no, puede caer en el pesimismo y el cinismo.

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