
Richard Leakey, paleoantropólogo
Richard Leakey murió en su residencia en Nairobi, Kenia, el 2 de enero a la edad de 77 años. Su muerte es una enorme pérdida para la gente del mundo, y es importante comprender lo que logró y por qué es significativo.
Leakey, autor de varios libros, incluido Nuestros orígenes, y coautor de La sexta extinción: El futuro de la vida y de la humanidad, y ampliamente conocido por su trabajo como conservacionista de la vida silvestre en Kenia (a lo cual volveré), fue un paleoantropólogo. La antropología, en sentido amplio, es el estudio de los seres humanos. La paleontología es el estudio de los fósiles. La paleoantropología es el estudio del desarrollo temprano de los humanos, incluido el camino evolutivo que condujo al surgimiento de la raza humana (homo sapiens). Se podría caracterizar a los paleoantropólogos como “cazadores de fósiles”, pero los fósiles que están buscando no son los de los dinosaurios, sino los de los primeros humanos y nuestros predecesores. Es un trabajo arduo, a menudo en condiciones difíciles, con no solo avances sino retrocesos y fracasos, como en la mayoría de las ciencias, pero al mismo tiempo valioso para la humanidad.
El apellido Leakey es uno de los más famosos de toda la antropología. Los padres de Richard, Louis y Mary, eran fervientes defensores de las teorías de Darwin sobre la evolución. Sus descubrimientos de fósiles, lo que incluye en la garganta del río Olduvai en Tanzania y el posterior descubrimiento por Mary Leakey de Homo habilis (el “creador de herramientas”), un antepasado de los humanos contemporáneos, que vivió hace unos 2 millones de años, contribuyeron a revolucionar nuestra comprensión de quiénes nosotros (humanos) somos como especie y donde nos originamos como especie, con ancestros comunes — provenientes del Gran Valle del Rift de África. Siga leyendo

En Sociobiología: La nueva síntesis, E.O. Wilson argumenta que la selección natural ha configurado desproporcionadamente los comportamientos sociales de todas las especies vivas, y se transmiten por medio de nuestros genes y que la evolución genética del comportamiento social “ventajoso” fue un esfuerzo por conservar los genes de una generación a otra. Como se ha demostrado repetidamente, esta visión biodeterminista es un ejemplo de la ciencia “basura”.
Edward O. Wilson, biólogo y autor de Harvard, murió el 26 de diciembre a la edad de 92 años. Rebasa el ámbito de esta carta examinar en detalle la metodología científica general de Wilson y sus aportes, tales como por ejemplo sobre el comportamiento social de las hormigas y sobre la biodiversidad, y su impacto en la sociedad. En este ensayo, me centraré brevemente en su aporte más duradero y, por desgracia, profundamente negativo: la resurrección del “biodeterminismo” en tanto un campo científico legítimo, mediante su promoción y popularización del concepto de la “sociobiología”.
Sociobiología: La nueva síntesis era el título del libro de Wilson de 1975, en el que argumentaba por primera vez, basándose en gran medida en sus investigaciones como entomólogo (científico que estudia los insectos), que el origen del “comportamiento social” humano, la forma en que nos relacionamos e interactuamos con los demás, nuestra moralidad, los tipos de organización social que desarrollamos, así como, en una medida importante, nuestras habilidades cognitivas, se determinaron de antemano en su inmensa mayoría por nuestros genes, las diminutas unidades biológicas de ADN de todas las especies vivas que llevan la información que constituye los caracteres heredados que se transmiten de una generación a otra. Según Wilson, este determinismo genético (determinado, definido y limitado por nuestros genes) es válido para la humanidad en su conjunto, y las características genéticas específicas del comportamiento social podrían aislarse en agrupaciones concretas (por ejemplo, las mujeres, los negros, etc.)
Para ser franco, Wilson en esencia argumentaba que la humanidad y nuestro potencial social colectivo como especie se limitan por una naturaleza humana inalterable (o invariable), incrustada en nuestra composición genética preexistente y determinada por ésta. Esto es lisa y llanamente basura científica — un ejemplo de ciencia mala. Siga leyendo